Sophie, voy a pedirte que hagas algo, algo que quizá te parezca un poco… extraño —dijo Perenelle en voz baja. La Hechicera había cogido a Sophie por el brazo y la había apartado de Josh y Niten, quienes estaban guardando las sillas de plástico en el interior de la casa flotante. Aoife había desaparecido en los camarotes bajo cubierta del barco mientras Nicolas permanecía sentado en el borde de la embarcación, con los ojos cerrados y disfrutando de los rayos de sol.
—¿Qué? —preguntó Sophie prudentemente mientras se giraba hacia Perenelle Flamel. El sol de última hora de la tarde realzaba las arrugas que empezaban a aparecer en el rostro de la Hechicera, alrededor de los ojos y en las comisuras de los labios. Sophie no sabía qué pensar sobre Perenelle. Aún la apreciaba; en realidad, quería apreciarla, pero había algo en aquella mujer que empezaba a molestarla, y no sabía exactamente el qué.
—Sería mejor que no le contaras a Josh lo que sabes, lo que la Bruja sabe, sobre Prometeo.
Al oír el nombre del Inmemorial, Sophie pestañeó y su mirada azul se tornó plateada al mismo tiempo que un ligero aroma a vainilla perfumó la atmósfera salada.
—Intento no pensar en los recuerdos de la Bruja —dijo con cuidado.
—¿Por qué no? —preguntó Perenelle muy sorprendida.
—Nicolas me dijo que cabía la posibilidad de que sus recuerdos se impusiera a los míos, de forma que me convertiría en la Bruja —Sophie frunció el ceño—, o ella, mejor dicho, se convertiría en mí. Si recuerdo todo lo que la Bruja sabía y conocía… ¿me convertiría en la mismísima Bruja de Endor?
Perenelle se rio cariñosamente.
—Nunca he oído nada más ridículo.
—Pero Nicolas me aseguró…
—Nicolas te dijo lo que creía que pasaría —interrumpió Perenelle—. Estaba confundido.
Sophie se frotó los ojos con las manos y sacudió la cabeza, intentando así dar sentido a lo que la Hechicera le decía.
—Pero si los recuerdos de la Bruja se hacen más fuertes que los míos…
—Pero eres tú la que recuerda, Sophie. Siempre serás tú. He vivido en esta Tierra durante varios siglos y, aun así, puedo recordar el perfume del cabello de mi abuela, y eso que falleció hace más de seiscientos sesenta años. No he olvidado la dirección de cada casa, apartamento, casucha, vecindad y palacio donde he vivido a lo largo de los siglos. Un recuerdo no borra otro. Los recuerdos de la Bruja sólo se han añadido a los tuyos, nada más. Es cierto que nuestros recuerdos y experiencias nos hacen únicos, pero si la Bruja hubiera querido apoderarse de tus recuerdos podría haberlo hecho de inmediato, en ese preciso instante, cuando estabas con ella en Ojai.
La Hechicera hizo una breve pausa y, en voz baja, prosiguió:
—Mientras Nicolas estuvo encarcelado en la Bastilla, yo estuve de aprendiz con la Bruja de Endor. En aquel entonces, ella vivía en el sur de Francia y estudié allí durante más de una década. Puede ser cruel y caprichosa y, sin iluda, es más peligrosa de lo que la gente cree, pero es extremadamente desorganizada. Jamás fue capaz de planear las cosas de antemano. La verdad es que eso siempre me ha intrigado. Sacrificó sus ojos por la habilidad de observar los hilos del tiempo. Puede observar años, décadas, siglos o incluso milenios del futuro además de rastrear los hilos hasta sus posibles consecuencias, pero es tan dispersa que no es capaz de planear un día de su vida. Se olvida de las cosas más simples. Es astuta y maliciosa, pero si hubiera querido controlarte lo habría podido hacer mientras te Despertaba.
Sophie sintió que se quitaba una carga de encima de los hombros.
—Entonces mis recuerdos y los suyos permanecerán separados.
—Están separados —le aseguró Perenelle—. Tú sabes cuándo estás experimentando los recuerdos de la Bruja de Endor, ¿verdad?
Sophie asintió.
—Pero Nicolas dijo…
—Nicolas se equivoca a menudo —la interrumpió una vez más Perenelle con voz glacial—. Le quiero, le he querido durante siglos y a pesar de ser extraordinario y brillante, sigue siendo humano, con sus defectos y sus debilidades. Comete errores. Los dos los cometemos. —Meneando la cabeza, sonrió y su voz recuperó la calidez inicial—. Así pues, no creo que los recuerdos de la Bruja aplasten los tuyos. Eres demasiado tenaz, debes serlo para haber sobrevivido al Despertar y aprendido tres Magias Elementales: Aire, Fuego y Agua, tan rápidamente. Y, para serte sincera —añadió con una sonrisa—, no creo que la Bruja hubiera podido planear algo tan sofisticado. La sutileza nunca fue su fuerte.
Niten y Josh aparecieron de los camarotes. Josh sonreía de oreja a oreja.
—Estaremos de vuelta en un momento —anunció Niten—. Vamos a por un coche. Necesitamos algo menos llamativo que la monstruosidad roja en la que llegasteis.
Perenelle y Sophie permanecieron en silencio mientras contemplaban cómo Josh y el inmortal japonés se alejaban entre la maraña de casas flotantes amarradas en el muelle.
—Nicolas y yo vamos a pedirle a Prometeo que entregue a tu hermano el don de la Magia del Fuego —continuó Perenelle—. Pero esa experiencia es nueva para Josh y así debe serlo; no debes advertirle sobre el Maestro del Fuego.
Sophie estuvo a punto de preguntarle por qué cuando, de repente, una serie de recuerdos se agolparon en su cabeza. Se mordió el interior de la mejilla para mantener su rostro impasible. Indudablemente, Josh quería aprender la Magia del Fuego, pero el proceso de adquirirla no le iba a gustar. Sophie afirmó con un gesto de cabeza.
—No le diré nada.
—Bien.
—¿Quién es Niten? —preguntó Sophie. Aquel nombre también era nuevo para la Bruja y Sophie había estado esperando la oportunidad para preguntar sobre el inmortal japonés.
La mirada esmeralda de la Hechicera se nubló mientras seguía los pasos del inmortal.
—Sin duda es el mejor espadachín del mundo; el único mortal capaz de vencer a Scathach en un único combate. Pero si le preguntas qué es, te dirá que es un artista. Y la verdad es que es cierto: su habilidad con el pincel es legendaria. Nicolas y yo tuvimos uno de sus originales cuadros de pájaros colgado en nuestro piso de Nueva York hasta que Dee lo incendió. Niten ha viajado por todo el mundo, y por los Mundos de Sombras más cercanos, en busca de oponentes para luchar con el único objetivo de perfeccionar sus movimientos. Supuestamente, Benzaiten le otorgó la inmortalidad en algún año del siglo XVII. Muchos, incluyendo a la Bruja, creen que su maestro podría ser uno de los antiguos Grandes Inmemoriales. Niten también era conocido como Miyamoto Musashi.
Sophie contuvo la respiración. Los nombres de Miyamoto Musashi y Benzaiten provocaron docenas de imágenes que parpadearon en el interior de su conciencia. Clavó la mirada en el agua y las ondas se disolvieron en…
Niten, vestido con la exótica armadura de un samurái, corriendo entre un denso bosque de bambú. La mayoría de criaturas tenían la tez rosa y azul, aunque algunas lucían una piel de color rojo brillante. Todas tenían cuernos y tres ojos. Sus bocas mostraban unos dientes salvajes y las manos unas garras afiladas.
El samurái emergió del bosque y se detuvo, aún balanceándose, en el borde de un escarpado acantilado en cuya base rompían las olas peligrosamente. Se giró rápidamente para enfrentarse a los monstruos con una espada en cada mano. Aullando salvajemente, furiosamente, las bestias aparecieron de la nada y rodearon al humano…
Y entonces hizo su aparición Benzaiten.
La Inmemorial se alzó desde el mar, por detrás de Niten: menuda, etérea y hermosa, montada a lomos de un gigantesco dragón rosado.
Acarició al dragón en la cabeza con un abanico muy vistoso y la criatura desplegó sus delicadas alas y abrió la boca para mostrar cientos de afilados dientes y una lengua culebrina negra… y entonces los monstruos cornudos se dieron media vuelta y se perdieron entre el bambú.
Sólo uno se quedó. Una descomunal criatura de piel azulada con colmillos cuya punta estaba enroscada. Alzó un arco de su misma altura y disparó una enorme lanza con la punta negra directamente hacia la minúscula Inmemorial.
Las espadas de Niten destellaron increíblemente rápido… y trocearon la flecha en el aire.
Sophie se estremeció y tomó aire como pudo.
—Sí, Benzaiten le concedió la inmortalidad.
—¿Qué opinaba la Bruja de Benzaiten? —preguntó Perenelle con curiosidad.
Sophie asintió.
—La Bruja cree que forma parte de los Grandes Inmemoriales.
—¿Te das cuenta? —sonrió Perenelle mostrando satisfacción—. Puedes seleccionar recuerdos cuando los necesitas. Tú tienes el control sobre los recuerdos y no al revés.
—Al parecer los nombres me hacen recordar. Cuando estuvimos en París, Juana hizo algo para ayudarme mientras dormía. Al principio, cuando la Bruja me entregó sus recuerdos, sentí como si la cabeza estuviera a punto de estallar. Los ruidos y murmullos eran insoportables, no dejaba de escuchar voces que hablaban en un centenar de lenguas distintas, fragmentos de canciones y sonidos tan extraños que me aterraban. Después de un par de días descubrí que había empezado a comprender lo que decían —añadió con cierto asombro—. Cuando Juana acabó, las voces seguían ahí, pero eran como susurros lejanos. Ahora, si me concentro, puedo centrarme en un nombre y el recuerdo aparece. Pero lo cierto es que he estado intentando ignorarlos.
—No lo hagas. Los recuerdos son conocimiento y el conocimiento es poder. Es un regalo extraordinario que la Bruja te entregó —reconoció Perenelle con una expresión cada vez más distante—. Lo único que desearía saber es por qué te los entregó a ti.
—¿Qué quieres decir con por qué me los entregó a mí?
Sophie no lo entendía.
—Debió de ver algo en tu futuro que le insinuó que tú necesitarías todo ese conocimiento —dijo Perenelle—. Podría haberte enseñado la Magia del Aire sin proporcionarte toda su experiencia.
Había algo en esta revelación que inquietó a Sophie, pero no supo cómo ni por qué. Hablaría con Josh sobre el tema más tarde; quizás él podría ayudarla.
—Entonces, ¿los recuerdos no me controlarán?
—No —respondió la inmortal con una amable sonrisa—. No te haces la menor idea de lo fuerte que eres. Has sobrevivido a un terrible Despertar y has aprendido tres de las Magias Elementales en cuestión de días.
La voz de Perenelle era suave, con un tono de tristeza que Sophie enseguida reconoció. La joven se preguntaba si la Hechicera estaría pensando en todos los mellizos que perecieron en el intento.
—Deberías ser consciente de que todo lo que has conseguido nunca había ocurrido antes. Jamás —concluyó mientras apoyaba la mano sobre el hombro de Sophie—. No sabes lo orgullosa que estoy de vosotros. Estaba convencida de que tú y tu hermano erais los elegidos.
La gigantesca limusina negra apareció en el muelle y se detuvo repentinamente entre una nube de polvo. Josh se apeó del asiento del conductor con una sonrisa de gran satisfacción. Niten salió del lado del copiloto; evidentemente, había dejado que Josh condujera.
Sophie levantó la mano y saludó a su hermano mellizo. Sin mirar a la Hechicera, le dijo:
—Planeaste todo esto, ¿verdad?
Perenelle no respondió. Sin mirar a la mujer, Sophie continuó:
—Aquel día, cuando Josh fue a la entrevista de trabajo en la librería y tú me conociste en la cafetería, en el momento en que supiste que éramos mellizos… en ese preciso momento supiste… ¿verdad?, que éramos…
—¿… los mellizos legendarios? Soy la séptima hija de una séptima hija. Poseo el don de la previsión. En el mismo instante en que os vi supe que erais especiales; cuando entraste por la puerta de la cafetería pude distinguir tu aura trémula y un suave resplandor plateado a tu alrededor. Cuando descubrí que tenías un hermano mellizo, aumentaron mis sospechas y, finalmente, cuando vi a Josh y observé el aura dorada en su piel, me convencí. Le dije a Nicolas que contratara a Josh. Estaba a punto de rechazar su candidatura —añadió con una sonrisa irónica—. ¡Tu hermano no hizo muy bien la entrevista! Creo que en realidad no quería el trabajo.
—Tienes razón —afirmó Sophie mirando de reojo a le Hechicera—. Y tú hiciste que Bernice me contratara en La Taza de Café —dijo. Era una afirmación, no una pregunta, pero aun así quería oír a la Hechicera reconocer la verdad.
Perenelle asintió levemente con la cabeza.
—Le sugerí que te necesitaba, lo cual era cierto.
—¿Sugeriste?
—Puedo ser muy convincente.
—¿Cuándo pensabais contárnoslo? —preguntó Sophie con tono enfadado. La idea de que el matrimonio Flamel les hubiera estado manipulando le resultaba escalofriante.
—De hecho teníamos la intención de daros la noticia en un par de semanas: en el solsticio de verano. —Litha.
La palabra apareció repentinamente en la mente de Sophie.
—Sí, las antiguas civilizaciones lo llamaban Litha. Y es el momento del año en que vuestras auras, la dorada y plateada, estarán en el punto más álgido. Creímos que sería el mejor momento para Despertaros con el mínimo riesgo.
—Pero habría ciertos peligros… —Siempre los hay.
Sophie clavó su mirada en los gélidos ojos verdes de la Hechicera.
—¿Y aun así habrías seguido con el proceso? —Si.
Sophie se mareó. Esa mujer, a quien había apreciad admirado e incluso respetado, acababa de admitir que había estado preparada para ponerlos en un horrible peligro. Sophie veía a la Hechicera desde un prisma distinto ahora De repente, la belleza de Perenelle tomó un aspecto casi amenazador.
—¿No lo hueles? —preguntó de forma un tanto ruda Perenelle.
—¿El qué? —respondió Sophie mientras inspiraba aire profundamente—. Vainilla. Aunque tiene un olor agrio.
—Tu enfado ha contaminado tu aura. Debes aprender a controlarlo. Y antes de juzgarnos precipitadamente —continuó la Hechicera con una sonrisa glacial—, pregúntate a ti misma qué habríais hecho si tú y tu hermano hubierais estado en nuestro lugar. Nicolas y yo hemos invertido siglos en buscar a las dos personas capaces de salvar este mundo de una destrucción total. Y sí, tienes razón, hemos cometido errores, errores imperdonables —añadió con melancolía— y viviremos con el peso del arrepentimiento el resto de nuestras vidas. Pero yo te pregunto, ¿qué otra opción teníamos? ¿Habría sido mejor si no hubiéramos buscado a ese par de mellizos? Nos entregaron una gran responsabilidad y nosotros decidimos aceptarla.
—Gilgamésh dijo que esos otros mellizos no sobrevivieron al Despertar. Pero vosotros les hicisteis pasar por ello a sabiendas de que lo más probable era que fallecieran.
—Algunos mellizos sobrevivieron —replicó Perenelle—. Pero jamás obligamos a nadie a someterse al Despertar. Les explicamos los riesgos. Todos aceptaron los peligros y, además, los aceptaron con mucho gusto añadió.
—Pues a mí no me avisasteis —dijo Sophie con tono furioso.
—¿Acaso tuvimos tiempo? —inquirió Perenelle—. Desde el momento en que Dee apareció en la librería el jueves pasado, los acontecimientos han sucedido muy rápido.
—Deberíais haberlo hecho —insistió Sophie.
—Y si os hubiéramos avisado sobre los riesgos, ¿qué habríais decidido? ¿Qué habríais hecho? —dijo Perenelle acercándose cada vez más a Sophie y mirándola fijamente—. Tienes un buen corazón, Sophie Newman. Eres Plata, igual que Juana. Y como ella, eres bondadosa y considerada, y como ella hubieras escogido hacer lo correcto. Si Nicolas y yo hubiéramos esperado hasta Litha y os hubiéramos explicado la situación, tal y como habíamos acordado de antemano, estoy segura de que hubieras decidido seguir adelante con el Despertar.
Sophie abrió la boca para protestar, pero enseguida la cerró. Perenelle tenía razón; a sabiendas de los riesgos, habría seguido adelante.
—¿Qué habría hecho Josh? —preguntó Perenelle en un susurro que Sophie tuvo que esforzarse por oír.
La joven Newman se giró para mirar a su hermano. No tenía que reflexionar sobre la respuesta: si hubiera sido consciente de los riesgos, Josh no se habría atrevido a someterse al Despertar. A pesar de sus bravuconerías y fanfarronadas, no era una persona valiente. Pero luego se acordó de él en París y Londres: había demostrado un extraordinario valor en las dos ciudades. Se trataba de un Josh renovado, un Josh que jamás había visto antes.
El de antes, su hermano hasta la semana pasada, nunca habría sido capaz de hacer ese tipo de cosas. Ni siquiera lo habría intentado.
—Creo que es mejor que no le hables de Prometeo —finalizó Perenelle—. No le asustemos.