Soy leyenda.
Hubo un tiempo en que aseguré que la muerte no podía reclamar mi alma, que ninguna enfermedad podía afectarme.
Pero eso ha dejado de ser cierto.
Ahora sé la fecha de mi muerte, y también la de mi esposa: no es otro día que hoy.
Nací en el año de Nuestro Señor de 1330, hace más de seiscientos setenta años. He vivido mucho, cierto; he sido inmortal, no puedo negarlo, pero no soy invulnerable. Perenelle y yo siempre supimos que este día llegaría.
He gozado de una vida larga y buena, y me arrepiento de pocas cosas. A lo largo de mi vida he aprendido varios oficios: he sido médico y cocinero, librero y soldado, maestro de lenguas y profesor de química, agente de la ley y ladrón.
Y fui el Alquimista.
Nos ofrecieron el don, ¿o la maldición?, de la inmortalidad, y Perenelle y yo luchamos contra el mal de los Oscuros Inmemoriales y les mantuvimos alejados de este reino mientras buscábamos a los mellizos de la leyenda, el Oro y la Plata, el sol y la luna. Siempre estuvimos convencidos de que nos ayudarían a defender este planeta.
Estábamos equivocados.
Ahora la muerte nos acecha y los mellizos se han esfumado, pues han viajado en el tiempo hasta la isla de Danu Talis, unos diez mil años atrás, justo donde todo empezó…
Hoy nuestro mundo se acaba.
Hoy Perenelle y yo falleceremos, si no por la mano o zarpa de algún Inmemorial o monstruo, por vejez. Mi querida esposa me ha regalado un día más de vida, pero el coste es terrible.
Y si hay algo de consuelo en esta historia es que, al menos, pereceremos juntos.
Pero aún no estamos muertos y no nos iremos de este reino sin luchar, pues Perenelle es la Hechicera y yo el inmortal Nicolas Flamel, el Alquimista.
Extracto del diario personal de
Nicolas Flamel, Alquimista.
Escrito el 7 de junio
en San Francisco, mi ciudad adoptiva