Sophie gritó.
Un hombre bajo y fornido, vestido con ropa que antaño había sido blanca pero ahora estaba mugrienta y sucia, salió corriendo de un callejón y la agarró del pelo. Jaló de ella con fuerza, casi tirándola al suelo. Los conocimientos de taekwondo de Sophie aparecieron de la nada. Le cogió la mano y, sujetándola con fuerza, cambió el peso hacia el lado contrario, giró el cuerpo noventa grados y arremetió contra el hombre con la pierna derecha, realizando así un yeop chagi, o, en otras palabras, una patada lateral. El talón de su bota de montaña golpeó la rótula de su asaltante con una fuerza devastadora.
Los ojos del atacante parecían salirse de sus órbitas; abrió la boca varias veces, revelando así unos dientes podridos, pero antes de que pudiera coger aliento para gritar, Josh se abalanzó sobre él para asestarle un puñetazo en el centro del pecho. Cuando el hombre se inclinó hacia delante como acto reflejo del golpe, el joven no dudó en darle otro puñetazo en la nuca para dejarle en el suelo.
—Bueno, eso es bastante impresionante —murmuró Virginia Dare—. No estoy tan segura de que necesitéis mi protección.
Josh miró a su hermana.
—¿Estás bien?
Con cautela, se llevó una mano temblorosa a la cabeza para palparse la zona por donde la habían agarrado. Unos mechones rubios se quedaron enredados entre los dedos de la joven.
—Por lo visto todos estos años de artes marciales no fueron en vano —dijo con una tímida sonrisa—. Gracias por… bueno, ya lo sabes, por rescatarme.
Josh hizo un gesto con la mano para quitarle importancia.
—No era necesario. La patada habría bastado, pero no quería que nadie le pusiera un dedo encima a mi hermana.
—Gracias —dijo Sophie una vez más.
—Siempre dije que te protegería —murmuró Josh con las mejillas ruborizadas.
—Tienes razón. Pero la última vez que te vi…
Avergonzado, Josh Newman se encogió de hombros, con la cara sonrojada.
—Lo sé.
La última vez que había visto a su hermana la había visto atacar salvajemente a la hermosa Inmemorial Coatlicue. Horrorizado, Josh decidió dar media vuelta y huir de ella. El joven sacudió la cabeza.
—Todavía no sé qué pensar sobre…
Sophie dejó escapar un soplido.
—Ya lo sé. Yo tampoco.
—Pero aquí, en este lugar, somos tú y yo, hermanita.
—Siempre hemos sido tú y yo —recordó Sophie—. Cuando crecimos en la Tierra… cuando regresemos a casa… allá donde estemos siempre seremos tú y yo contra el mundo.
—Es cierto —dijo Josh con una amplia sonrisa. De repente, Sophie volvió a ver al hermano que había conocido—. Y ahora somos, literalmente, tú y yo contra el mundo.
La joven asintió con la cabeza.
—Me alegro de volver a verte, Josh.
—Yo también —susurró él.
—He estado muy preocupada por ti.
—Las cosas se pusieron… —Hizo una pausa, buscando la palabra más apropiada.
—¿Locas? —sugirió Sophie.
El muchacho dijo que sí con la cabeza.
—Aunque debe haber una palabra mejor. «Locas» ni siquiera se acerca.
—Todo esto es muy alentador —interrumpió Virginia—. Pero ¿podemos tener esta pequeña charla más tarde? —preguntó tras dar un suave golpe al hombre que yacía en el suelo con la punta de las botas. El tipo gruñó—. Está claro que esta gente no aprecia mucho a vuestros padres. Y estoy convencida de que este tipo debe de tener amigos.
Sophie miró a su hermano.
—¿Son nuestros padres? —preguntó.
—Ya lo sé. Se parecen a mamá y papá… pero…
La joven asintió con la cabeza.
—Pero no son mamá y papá.
—Entonces, ¿quiénes son? —quiso saber su hermano.
Sophie sacudió la cabeza.
—Creo que la pregunta más importante es: ¿quiénes somos nosotros?
—Y, tal y como ha dicho Osiris: eso está por ver —finalizó Josh.