Me desperté en algún sitio frío y oscuro, con un dolor horroroso y tosiendo hasta sacar los pulmones. La lluvia que caía sobre mi cara era la mejor sensación que había conocido. Tenía la cara de Morgan sobre la mía. Fue entonces cuando me di cuenta de que me había hecho el boca a boca.
Tosí, resoplé y me senté respirando con dificultad para recuperar el aliento. Morgan se me quedó mirando un rato, después frunció el ceño y se levantó parpadeando.
Me las arreglé para coger bastante aire para hablar y dije atontado:
—Me has salvado.
Hizo una mueca.
—Sí.
—Pero ¿porqué?
Volvió a mirarme y luego se paró para recoger su espada y colocarla en la funda que llevaba a un lado.
—Porque vi lo que pasó ahí dentro. Vi cómo arriesgabas tu vida para detener a la sombra sin quebrantar ninguna ley. No eras el asesino.
Tosí un poco más y dije:
—Eso no quiere decir que tuvieras que salvarme.
Se dio la vuelta y me miró asombrado, como si estuviera extrañado.
—¿A qué te refieres?
—Podías haberme dejado morir.
Aquella expresión dura en su cara no cambió, pero continuó:
—No eras culpable. Eres parte del Consejo Blanco. —Se le torció la boca como si las palabras fueras limones frescos—. Técnicamente, tenía la obligación de proteger tu vida. Era mi deber.
—Yo no era el asesino.
—No.
—Entonces —dije casi sin aliento—, tenía razón. Y tú…
Morgan puso cara de pocos amigos.
—Estoy más que preparado para cumplir tu destino si te pasas de la raya, Dresden. Por lo que a mí se refiere, no creas que esto te ha sacado del atolladero.
—Bueno. Si no recuerdo mal, como guardián tienes la obligación de informar sobre mi conducta al Consejo, ¿no?
Su rostro se oscureció.
—Así que ahora vas a tener que ir a verles el lunes y contarles todo lo que pasó en realidad. Toda la verdad y nada más que la verdad.
—Sí —gruñó—, hasta puede que te libren de tu destino.
Empecé a reírme con debilidad.
—No has ganado, Dresden. Hay muchos en el Consejo que saben muy bien que has tratado con la magia negra. Nosotros, al menos, no dejaremos de velar por ti. Te vigilaremos noche y día, y demostraremos que eres un peligro que debe detenerse.
Seguí riéndome y me caí hacia un lado de las carcajadas.
—¿Estás bien?
—Dame unos cinco litros de Listerine —dije casi sin resuello— y estaré bien.
Morgan se me quedó mirando y yo me reí todavía más fuerte. Puso los ojos en blanco y masculló algo sobre que la policía estaría allí en cualquier momento para facilitar asistencia médica. Después se volvió y se adentró en el bosque, sin dejar de hablar para sus adentros todo el camino.
La policía llegó justo a tiempo de pillar a los Beckitt intentando salir y los arrestaron sobre todo por ir desnudos. Más tarde, se les relacionó con la red del Tercer Ojo y fueron procesados por cargos de tráfico de drogas. Tuvieron suerte de estar bajo la justicia de Michigan, pues no hubieran salido vivos de la celda si hubieran estado en Chicago. No hubiera sido bueno para el negocio de Johnny Marcone.
El Varsity sufrió un incendio misterioso la noche de mi visita. Me enteré de que Marcone no tuvo ningún problema en recoger el dinero del seguro, a pesar de todos los rumores que se oyeron al respecto. Se decía que Marcone había contratado a Harry Dresden para eliminar al cabecilla de la banda del Tercer Ojo. Era uno de esos rumores que no se sabía quién había empezado. Ni me molesté en negarlo. Era un precio muy barato para no tener que preocuparme más de que nadie pusiera una bomba en mi coche.
Estuve demasiado tiempo hospitalizado para presentarme en la reunión del Consejo Blanco, pero resultó que al final decidieron liberarme del destino de Damocles —lo que en cualquier caso siempre me pareció un nombre demasiado pretencioso—, debido a «la valerosa acción por encima y más allá de la llamada del deber». No creo que Morgan me perdone alguna vez por ser uno de los buenos. Tuvo que tragarse su orgullo delante del Consejo, llevado por su implacable y estreñido sentido del deber y el honor. No nos teníamos ningún aprecio, pero el tío era honesto, tenía que reconocerlo.
Y joder, al menos no tendría que estar pendiente de que apareciera de pronto de la nada cada vez que lanzaba un hechizo. Eso esperaba.
Murphy estuvo en unas condiciones muy graves durante casi setenta y dos horas, pero se recuperó. De hecho, le dieron una habitación en el mismo pasillo que a mí. Le envié flores junto con el aro de las esposas que quedó intacto. Le dije en una nota que no me preguntara cómo se había partido con tanta precisión la cadena que separaba ambos círculos. No creo que se tragara que alguien la cortó con una espada mágica, Las flores debían de haber ayudado. En cuanto salió de la cama recorrió tambaleándose el pasillo hasta mi habitación, me las tiró a la cara y se marchó sin decir palabra.
Dijo no acordarse de lo que había pasado en mi oficina y tal vez fuera cierto. Pero de todas formas, había anulado mi orden de arresto y un par de semanas más tarde, cuando volvió al trabajo, me llamó para que la asesorara al día siguiente y me envió un cheque de los grandes para cubrir los gastos de las investigaciones de los asesinatos. Supongo que significaba que éramos amigos otra vez, en el sentido profesional. Pero ya no bromeábamos. Algunas heridas no se curan tan rápido.
La policía encontró los restos del gran alijo del Tercer Ojo en lo que quedó de la casa del lago y Victor Sells al final quedó como el malo de la película. Mónica Sells y sus hijos desaparecieron gracias al programa de protección de testigos. Espero que tengan ahora una vida mejor de la que tenían antes. Supongo que no podía ser peor.
Al final creo que Bob regresó a casa en unas veinticuatro horas, como marcaba el límite. Hice oídos sordos en especial a unos rumores sobre una fiesta salvaje en la Universidad de Chicago que duró del sábado al domingo por la noche y Bob, en un ejercicio de prudencia, nunca mencionó nada.
CITA CON UN DEMONIO eran los titulares del Arcano cuando salió al lunes siguiente y Susan vino a verme al hospital con una copia para hablar de ello. Parecía hacerle mucha gracia la escayola que me habían puesto para inmovilizarme las caderas hasta que los médicos estuvieran seguros de que no quedaba nada fracturado (por alguna razón, la máquina de rayos X se estropeaba cada vez que intentaban usarla conmigo), y comentó que era una lástima que no tuviera mayor movilidad. Me aproveché de su compasión para convencerla para tener otra cita y no pareció importarle mucho.
Esa vez no nos interrumpiría ningún demonio y gracias a Dios, no me haría falta ningún consejo ni ningún filtro de amor de Bob.
Le devolví el TrasAm a Mac, y a mí me devolvieron el Escarabajo azul. No fue del todo equitativo, pero al menos el Escarabajo aún tira; la mayoría de las veces.
Me aseguré de enviarle pizza a Pito-pito y a sus hadas amigas cada noche durante una semana y una vez por semana desde entonces para siempre. Estoy seguro de que el chico de Pizza Express pensó que era un chiflado por hacerle dejar una pizza al lado de la carretera. Pero ¡qué le den! Yo cumplo mis promesas.
Mister estaba un poco defraudado por todo, pero está muy por debajo de su dignidad fijarse en tales cosas.
¿Y yo? ¿Qué saqué con todo aquello? No estoy seguro. Escapé de algo que me perseguía desde hacía mucho tiempo. No sé muy bien de qué. No estaba seguro de quién estaba más en lo cierto con lo referente a que yo era un anticristo ambulante: la parte conservadora del Consejo Blanco, los hombres como Morgan o yo. Para ellos al menos la cuestión ha sido enterrada en parte. Aunque para mí no estoy seguro. El poder está ahí. La tentación está ahí. Así son las cosas.
Puedo vivir con eso.
El mundo cada vez es más extraño, más oscuro a cada día que pasa. Las cosas giran más y más rápido y amenazan con salir mal. Halcones y halconeros. No se mantiene el equilibrio.
Pero en mi rincón del país estoy intentado estabilizar las cosas. No quiero vivir en la jungla de Victor, aunque al final lo devorara. No quiero vivir en un mundo donde mandan los fuertes y los débiles agachan la cabeza. Prefiero convertirlo en un sitio donde todo sea más tranquilo, donde los trolls se queden en sus grutas y los duendes no rapten a los niños de las cunas; un lugar donde los vampiros respeten los límites y donde las hadas tengan mucho cuidado.
Me llamo Harry Blackstone Copperfield Dresden. Invócalo bajo tu responsabilidad. Cuando las cosas se ponen raras, cuando lo que da miedo en la noche encienda la luz, cuando nadie pueda ayudarte, llámame.
Estoy en la guía.