KATY
El viaje fue silencioso y tenso. Además del hecho de que todos estábamos mirando por encima del hombro, esperando ver a las fuerzas armadas al completo tras nuestros talones, ninguno sabía qué decir, ni siquiera si había algo que pudiéramos decir.
Me giré entre los brazos de Daemon, presioné la cara contra su pecho e inhalé su aroma intenso y silvestre. El olor de la muerte y la destrucción no se había aferrado a él, y lo agradecía. Si cerraba los ojos y contenía el aliento hasta perder algunas neuronas, casi podía imaginar que tan solo estábamos dando un paseo en coche por el desierto.
No se había molestado con el cinturón de seguridad. En algún momento, me había apartado de la ventana trasera para ponerme entre sus muslos. No me importaba. Más que ninguna otra cosa, su abrazo me anclaba a la tierra después de todo lo que había pasado, y creo que él también lo necesitaba. Deseé poder estar dentro de su cabeza, saber lo que estaba pensando en ese momento.
Acaricié con el pulgar la zona encima de su corazón, trazando inconscientemente unas formas extrañas sobre su pecho. Esperaba que la culpa no estuviera devorándolo por dentro. Nada de lo que había sucedido, ninguna de las muertes, había sido culpa suya. Quería decírselo, pero no quería romper el silencio. Parecía que todos en el coche estuvieran llorando a alguien.
No había estado muy unida a Andrew y Ash, y tampoco había conocido demasiado bien a Paris, pero sus muertes me dolían de todos modos. Todos ellos habían muerto para salvar a alguien, y la mayoría de la gente jamás sabría sus nombres, ni lo que habían sacrificado. Pero nosotros sí. Su pérdida dejaría una huella sobre todos nosotros durante mucho tiempo, o incluso para toda la eternidad.
La mano de Daemon me acarició la espalda, subió hacia arriba y se enredó entre mi pelo hecho un desastre hasta que sus dedos rozaron mi nuca. Se movió ligeramente, y sentí sus labios sobre mi frente. Agarré más su camiseta, al mismo tiempo que notaba una contracción en el pecho.
Me estiré hacia arriba, y mis labios rozaron su oreja.
—Te quiero mucho, muchísimo.
Su cuerpo se tensó y después se relajó.
—Gracias.
No estaba segura de por qué estaba dándome las gracias exactamente, así que me acurruqué junto a él, escuchando el latido constante de su corazón. Me dolía cada parte de mi cuerpo, y estaba cansada, pero dormir parecía imposible. Dos horas después de haber salido, Luc dijo que dirigirnos hacia Arizona sería demasiado arriesgado por encontrarse muy cerca de Las Vegas. Ni siquiera me había dado cuenta de en qué dirección íbamos. Tenía otro lugar al que podíamos ir, en una de las ciudades más grandes de Idaho, llamada Coeur d’Alene. Quince horas más de trayecto desde donde nos encontrábamos.
Entonces Dee habló, para preguntar cómo podía tener tantas propiedades con apenas quince años de edad. Pensé que esa era una muy buena pregunta.
—Hay mucho dinero en la clase de clubes como el que dirijo, y los favores no son baratos —explicó—. Así que me gusta tener varias opciones abiertas, y tener unos cuantos agujeros por donde esconderme por todo el país. Nunca se sabe cuándo vas a necesitarlos.
Dee pareció aceptar su respuesta. Y, en realidad, ¿qué otra opción teníamos?
Nos detuvimos una vez para poner gasolina en algún lugar al norte de Utah la mañana siguiente. Dawson y Daemon entraron para comprar bebidas y algo de comer, pero no antes de cambiar de apariencia. Los demás nos quedamos tras las ventanas tintadas mientras Archer llenaba el depósito, manteniendo la cabeza gacha tras una gorra de béisbol que había en el coche.
Demasiado ansiosa como para quedarme quieta, me incliné hacia delante para comprobar cómo se encontraba Bethany.
—Está durmiendo —dijo Dee en voz baja—. No sé cómo puede dormir, yo no creo que sea capaz de volver a hacerlo.
—Lo siento. —Coloqué la mano en la parte trasera de su asiento—. De verdad, lo siento. Sé que estabas muy unida a ellos, y desearía… desearía que muchas cosas fueran diferentes.
—Yo también —contestó, colocando su mano sobre la mía. Puso la mejilla sobre el asiento y pestañeó varias veces. Tenía los ojos húmedos—. Nada de esto parece real. ¿O soy solo yo?
—No eres solo tú —dije, y le apreté la mano—. No dejo de pensar que voy a despertar en cualquier momento.
—Y será hace varios meses, justo antes del baile, ¿eh?
Asentí con la cabeza, pero esa clase de pensamientos esperanzados eran un viaje solo de ida a la Ciudad de los Depresivos. Daemon y Dawson volvieron con los brazos cargados de bolsas.
Cuando Archer volvió a estar tras el volante, comenzaron a repartir las bebidas y los aperitivos. Daemon me dio una bolsita pequeña y verde de patatas fritas con sabor a cebolla. Mi aliento iba a ser repugnante.
—Gracias.
—Tan solo no trates de besarme durante un tiempo —replicó.
Sonreí, y me sentí extraña al hacerlo, pero sus ojos relucieron cuando lo hice, y supe que la regla de no besarle no iba a durar demasiado. No cuando tenía esa mirada en los ojos.
—¿Habéis oído algo interesante en la tienda? —pregunté con curiosidad.
Daemon y Dawson intercambiaron una rápida mirada. No fui capaz de descifrarla, pero sospeché inmediatamente cuando Daemon negó con la cabeza.
—Nada importante.
Estreché los ojos, y él arqueó una ceja en mi dirección.
—Daemon…
Suspiró.
—Había un televisor detrás del mostrador, en directo desde Las Vegas. Pero estaba silenciado, así que no pude oír nada de lo que decían.
—¿Nada más?
Hubo una pausa.
—Algunas de las personas que esperaban para pagar estaban hablando de alienígenas y de cómo siempre habían sospechado que el Gobierno estaba encubriéndolo todo. Dijeron alguna estupidez sobre un ovni que se estrelló en Roswell en los años cincuenta. Sinceramente, ahí dejé de escuchar.
Me relajé un poco; eran buenas noticias. Al menos no había menciones a bandas de linchadores que fueran a cazar alienígenas. Condujimos durante la mayor parte del día, pero los muchos kilómetros que estábamos poniendo entre Las Vegas y nosotros no sirvieron realmente para aliviar la tensión. Pasaría mucho tiempo antes de que ninguno de nosotros se sintiera realmente cómodo.
Las primeras cosas en las que me fijé al llegar al norte de Idaho fueron los altos abetos y la majestuosa curva de la sierra montañosa en la distancia. La ciudad cerca del lago azul, grande y profundo era pequeña en comparación con Las Vegas, pero muy bulliciosa. Pasamos la entrada de un centro turístico, y traté de prestar atención a las indicaciones que Luc estaba dándole a Archer, pero yo era un asco a la hora de orientarme. Me perdí cuando dijo «gira a la derecha en la intersección».
Pasaron otros quince minutos aproximadamente, y llegamos hasta el borde del bosque nacional. Y si pensaba que Petersburgo estaba en mitad de la nada, era obvio que todavía me quedaba mucho por ver.
El Dodge fue dando botes por un estrecho camino de tierra rodeado de abetos y otros árboles que parecían perfectos para colocar los adornos de Navidad.
—A lo mejor nos come algún oso —comentó Daemon mientras miraba por la ventana.
—Bueno, eso podría pasar, pero no tienes que preocuparte por los Arum. —Luc se giró en su asiento y le dirigió una sonrisa cansada—. Este lugar tiene depósitos naturales de cuarcita, pero ningún Luxen del que yo tenga noticia.
Daemon asintió con la cabeza.
—Eso es bueno.
—Los Arum… ¿Creéis que aparecieron por casualidad? —preguntó Dee.
—Ni de broma —respondió Archer, mirando el retrovisor durante un segundo. Sonrió un poco, creo que para Beth—. Dédalo tiene algunos Arum preparados, a los que llaman si los Luxen… se pasan de la raya. Hubo un problema en Colorado, justo después de que ocurriera lo de Mount Weather… Una mujer en el lugar equivocado en el momento equivocado, y llevaron a un Arum.
—Tú lo conociste —añadió Luc, mirando de nuevo hacia Daemon—. Ya sabes, el Arum de mi club con el que querías ponerte en plan Action Man. Sí, el Departamento de Defensa lo llamó para que se ocupara de algunos problemas.
Miré hacia Daemon, que tenía el ceño muy fruncido.
—No parecía estar ocupándose de ningún problema.
La sonrisa de Luc se volvió mitad misteriosa, mitad triste.
—Eso depende de lo que consideres que significa ocuparse de las cosas. —Hizo una pausa y volvió a girar—. Eso es lo que habría dicho Paris.
Volví a colocarme entre los brazos de Daemon y decidí preguntarle al respecto más tarde. El vehículo bajó la velocidad en una curva, y a través de los abetos pude ver parte de una cabaña construida con troncos… Una cabaña construida con troncos muy grande, muy cara, de dos pisos y del tamaño de dos casas.
Al parecer, el bar de Luc funcionaba increíblemente bien.
El vehículo se detuvo delante de la puerta de un garaje. Luc saltó fuera y caminó a zancadas por delante del coche. Se detuvo frente a las puertas, abrió la tapa que cubría un teclado numérico e introdujo un código con dedos rápidos y ligeros. La puerta se abrió con suavidad.
—Entrad —gritó, agachándose bajo la puerta.
No podía esperar a salir del vehículo mientras entraba en el garaje. Tenía el trasero insensible y las piernas un poco temblorosas cuando puse los pies sobre el cemento. Mi sangre entró en circulación nuevamente mientras salía del garaje, hacia la luz solar del exterior. Hacía bastante fresco para ser agosto, quizá poco más de veinte grados. ¿O era septiembre? No tenía ni idea del mes que era, ni mucho menos del día.
Pero era un lugar precioso. El único sonido era el piar de los pájaros y el susurro de los pequeños animales del bosque. El cielo era de un precioso tono de azul y me recordaba… a mi casa.
Daemon fue detrás de mí y me envolvió la cintura con los brazos. Se inclinó hacia mí y apoyó la barbilla sobre mi cabeza.
—No salgas corriendo así.
—No he salido corriendo, tan solo he salido del garaje —repliqué, colocando las manos sobre sus fuertes antebrazos.
Su cabeza se deslizó hacia abajo, y su barba incipiente me hizo cosquillas.
—De momento, eso es demasiado lejos.
En cualquier otra situación le habría echado la bronca, poniéndome en plan diva y todo, pero después de lo que había pasado comprendía por qué actuaba así.
Me giré entre sus brazos, metiendo los míos bajo los suyos y rodeando su cintura.
—¿Ya están todos investigando la casa?
—Sí. Luc estaba diciendo que uno de nosotros debería ir a la ciudad después para comprar algo de comida, antes de que se haga demasiado tarde. Parece que vamos a quedarnos aquí durante algún tiempo.
Lo abracé con fuerza.
—No quiero que vayas.
—Lo sé. —Levantó un brazo y me apartó el pelo de la cara—. Pero solo Dawson y yo podemos cambiar nuestro aspecto, y no voy a dejar que vaya solo ni que Dee vaya con él.
Respiré profundamente y cuadré los hombros. Quería ponerme a gritar y a rabiar.
—Vale.
—¿Vale? ¿No vas a mirarme con tus ojos de gatita malvada?
Negué con la cabeza, concentrada en su pecho. Una repentina emoción subió y se quedó atrapada en mi garganta.
—Debe de haberse congelado el infierno. —Sus dedos me recorrieron la mejilla—. Eh…
Me incliné hacia delante para recostar la cabeza sobre él, y mis dedos se clavaron a sus costados. Un brazo se deslizó hasta mi cintura y me abrazó con fuerza.
—Lo siento —dije, y tragué saliva con fuerza.
—Han pasado muchas cosas, Kat. No tienes por qué disculparte. Todos estamos haciendo las cosas lo mejor que podemos ahora mismo.
Levanté la cabeza y pestañeé para deshacerme de las lágrimas.
—¿Y tú? ¿Estás bien?
Él bajó la mirada y me observó en silencio.
—No te culpas por lo que sucedió en Las Vegas, ¿verdad? No fue tu culpa. Nada de lo que pasó.
Daemon permaneció en silencio durante mucho tiempo.
—Fue idea mía.
El corazón me dio un vuelco bruscamente.
—Pero todos la apoyamos.
—Tal vez podríamos haber hecho algo diferente. —Apartó la mirada y tragó saliva. Sus labios se tensaron—. No he dejado de darle vueltas durante todo el camino hasta aquí. ¿Qué otras opciones teníamos?
—No teníamos ninguna.
Quería entrar en su interior y conseguir que se pusiera mejor de algún modo.
—¿Estamos seguros de eso? —dijo en voz baja—. No teníamos demasiado tiempo para pensarlo bien.
—No teníamos nada de tiempo.
Daemon asintió con la cabeza lentamente, con los ojos entrecerrados y fijos en la línea de árboles.
—Ash, y Andrew, y Paris… no se lo merecían. Sé que habían acordado hacerlo y eran conscientes de los riesgos, pero no puedo creer que…
Estiré los brazos para poner las manos sobre sus mejillas. El dolor se extendió por mi pecho y se convirtió en un dolor físico.
—Lo siento, Daemon. Ojalá hubiera algo más que pudiera decir. Sé que eran como tu familia, y sé que lo significaban todo para ti. Pero sus muertes no son culpa tuya. Por favor, no pienses en eso. No podría…
Él me silenció con un beso; un beso dulce y tierno que eclipsó todas mis palabras.
—Tengo que decirte algo —dijo—. Tal vez me odies después.
—¿Qué? —Me aparté, pillada completamente por sorpresa por su comentario—. No podría odiarte.
Él inclinó la cabeza hacia un lado.
—Te di muchas razones para odiarme al principio.
—Sí, lo hiciste, pero eso era al principio. Ya no.
—Aún no has escuchado lo que tengo que decir.
—No importa.
Casi quería pegarle un puñetazo en la cara por sugerir eso siquiera.
—Sí que importa. —Tomó aire—. Mira, cuando empezó a joderse la cosa en Las Vegas, tuve mis dudas. Cuando vi que mataban a Paris y a Andrew y a Ash, me pregunté si habría hecho las cosas del mismo modo otra vez, conociendo los riesgos.
—Daemon…
—La verdad es que ya conocía los riesgos cuando salí del coche. Sabía que podía morir gente, y eso no me detuvo. Y cuando levanté la mirada y te vi allí, viva y a salvo, supe que volvería a hacerlo otra vez. —Sus brillantes ojos color esmeralda se quedaron fijos sobre mí—. Lo haría, Kat. ¿No es increíblemente egoísta? ¿No es una locura? Creo que eso me hace bastante merecedor de tu odio.
—No —dije, y después volví a decirlo—. Entiendo lo que estás diciendo, Daemon, pero eso no me hace odiarte.
Él apretó la mandíbula.
—Debería.
—Mira, no sé qué decir. ¿Estuvo bien al cien por cien? Probablemente no, pero lo comprendo. Y comprendo por qué Matthew entregó a Dawson y a Bethany a Dédalo, y por qué trató de entregarnos a nosotros. Todos hacemos locuras para proteger a la gente que queremos. Puede que no esté bien, pero… Pero es lo que hay.
Él se quedó mirándome fijamente.
—Y no puedes atormentarte a ti mismo por eso. No cuando me dijiste que no podía atormentarme por lo que le había pasado a Adam por las decisiones que yo había tomado. —Estaba respirando entrecortadamente. Quería borrar todo el dolor de sus ojos, el sufrimiento—. No podría odiarte. Jamás. Te quiero, pase lo que pase. Y no importa lo que suceda en el futuro, ni lo que haya sucedido anteriormente. —Las lágrimas me ardían en los ojos—. Siempre te querré. Y estamos juntos en esto; eso no va a cambiar jamás. ¿Lo comprendes?
No dijo nada, y el corazón me dio un vuelco.
—¿Daemon?
Se movió tan rápido que me sobresaltó, y volvió a besarme. No era un beso dulce y tierno como el anterior. Era un beso fiero, intenso y poderoso, un agradecimiento y una promesa, todo en uno. Ese beso me rompió en pedazos y después me reconstruyó. Su beso… Bueno, me daba vida.
Él me daba vida.
Y por eso supe que era recíproco. Él me daba vida. Y yo le daba vida a él.
DAEMON
El viaje hasta la ciudad junto a Dawson había transcurrido sorprendentemente sin incidentes. Entramos y salimos de la tienda rápidamente, aunque no había forma de evitar los periódicos con fotos de figuras resplandecientes por todas partes, ni de escuchar sin querer las conversaciones mientras hacíamos cola. Algunas de las cosas que decían eran simplemente locuras, pero la tensión cubría a la gente de la tienda, en una pequeña ciudad que se cobijaba junto a un lago a un mundo de distancia de Las Vegas.
Por lo que pude entender, el Gobierno no había hecho ningún anuncio oficial, con la excepción de declarar Nevada en estado de emergencia y clasificar las «acciones horripilantes» como un acto de terrorismo.
Las cosas iban a ponerse feas, y no solo para los humanos, sino también para los Luxen. La mayoría de ellos no tenían ningún problema en vivir en secreto, y nosotros acabábamos de cargarnos eso completamente. Y después estaban aquellos que se aprovecharían del caos, como había dicho Luc. No podía evitar pensar en Ethan White y en su advertencia.
Era tarde cuando regresamos a la cabaña, y Kat y Dee habían hecho espaguetis. Principalmente había cocinado Kat, ya que Dee había tratado de calentarlo todo con las manos, lo cual normalmente tenía resultados desastrosos. Beth había ayudado con el pan de ajo, y me alegró verla levantada y en movimiento. Casi no podía recordar cómo había sido antes de estar en Dédalo. Sí que sabía que entonces era mucho más habladora.
Y sonreía más.
Ayudé a Kat a limpiar después de comer. Ella lavó los platos y yo los sequé. La cocina estaba equipada con un lavavajillas, algo que Luc había sentido la necesidad de señalar, pero creo que la tediosa tarea resultaba tranquilizadora. Ninguno de los dos habló, aunque había algo íntimo en aquello, el roce de nuestros codos y manos.
De algún modo, Kat acabó con la nariz llena de espuma y burbujas blancas. Se la limpié y ella sonrió y, maldita sea, sus sonrisas eran como estar disfrutando del sol. Me hacía sentir y pensar muchas cosas, incluyendo algunas exageradamente cursis que probablemente jamás diría en voz alta.
Kat apenas podía mantener los ojos abiertos para cuando terminamos. La acompañé hasta el salón, y ella se desplomó sobre el sofá.
—¿Adónde vas? —preguntó.
—Voy a terminar en la cocina. —Le puse una vieja manta de retales encima—. Descansa un poco. Enseguida vuelvo.
Atravesé la sala de juegos, y oí que Archer y Dee hablaban en alguna de las habitaciones. Estaba a medio camino de allí, pero entonces me detuve, cerré los ojos y maldije entre dientes. Dee necesitaba alguien con quien hablar. Tan solo habría deseado que no fuera él.
Me quedé allí de pie, en el oscuro pasillo, mirando la llamativa superficie de paneles de madera durante Dios sabía cuánto tiempo, antes de obligarme a volver a la cocina.
Dee no iba a llevarlo al Olive Garden. Esa sería la línea que no podría cruzar.
Cogí el paño húmedo y lo pasé por la mesa para limpiar el desastre que había formado Luc. Los hábitos alimenticios del chico no iban bien con los espaguetis. Al terminar, eché un vistazo al reloj. Era casi medianoche.
—Le has mentido a Kat.
Me giré al oír la voz de mi hermano, sabiendo sin tener que preguntarle de qué estaba hablando.
—Tú habrías hecho lo mismo.
—Cierto, pero va a descubrirlo tarde o temprano.
Cogí una botella de agua de la encimera y elegí cuidadosamente mis siguientes palabras.
—Lo último que quiero que sepa justo ahora es que su cara aparece en las noticias de todo el país. En lugar de preocuparse por lo que eso significa para ella, va a preocuparse por su madre, y… No hay nada que podamos hacer al respecto ahora mismo.
Dawson se reclinó sobre la encimera y cruzó los brazos. Me miró fijamente, y yo le devolví la mirada. Sabía lo que significaba esa mirada, con las cejas caídas y la mandíbula apretada con determinación, así que suspiré.
—¿Qué? —pregunté.
—Sé lo que estás pensando.
Di unos golpecitos en la botella de agua con los dedos.
—Ah, ¿sí?
—Por eso estás aquí jugando a ser ama de casa. Te estás preguntando qué es lo que has empezado.
No respondí durante un largo momento.
—Sí, me lo estoy preguntando.
—No has sido solo tú. Fuimos todos nosotros. Todos originamos esto. —Dawson hizo una pausa y miró por la ventana que había sobre el fregadero, en dirección al vacío oscuro que rodeaba la cabaña—. Volvería a hacerlo.
—¿Lo harías? ¿Sabiendo que Ash y Andrew iban a morir?
Decir sus nombres era como una puñalada ardiente.
Él se pasó una mano por el pelo.
—No creo que quieras que responda a esa pregunta.
Asentí con la cabeza. Los dos responderíamos a esa pregunta de la misma forma. ¿Qué era lo que eso decía acerca de nosotros?
Dawson soltó aire con fuerza.
—Pero es una mierda. Dios, eran como nuestra familia. No va a ser lo mismo sin ellos. No se merecían morir así.
Me froté la mandíbula.
—Y Matthew…
—A Matthew, que lo jodan —escupió, entrecerrando los ojos.
Aparté la botella a un lado y lo observé.
—Hemos hecho prácticamente lo mismo, hermanito. Hemos arriesgado las vidas de otras personas para mantener a salvo a Dee y a las chicas.
Él negó con la cabeza.
—Esto es diferente.
—¿Lo es?
Dawson no respondió de inmediato.
—Bueno, pues que nos den.
Solté una risa seca.
—Sí, que nos den.
Sus labios se crisparon mientras me miraba.
—Tío, ¿qué demonios vamos a hacer?
Abrí la boca, pero volví a reírme.
—¿Quién demonios lo sabe? Supongo que tendremos que esperar y ver cuáles son los efectos colaterales. Tengo que averiguar cómo hacer que Kat parezca una víctima inocente en todo esto, no puede ocultarse para siempre.
—Ninguno de nosotros puede —dijo solemnemente. Después, añadió—: Pagaría un pastón por saber qué están pensando los ancianos ahora mismo.
—Eso es fácil. Probablemente querrán nuestras cabezas.
Se encogió de hombros, y pasaron unos momentos antes de que volviera a hablar. Fuera lo que fuese lo que quisiera decir, supe que no estaba seguro de hacerlo. Su boca tanteó las palabras durante un rato.
—Sé que este no es el mejor momento para contártelo. Maldita sea, no estoy seguro de que haya un momento adecuado para hacerlo, pero parece como si después de lo que les pasó a Ash y a Andrew tuviera que mantener la boca cerrada.
Mis músculos se tensaron.
—Tan solo suéltalo, Dawson.
—Vale. Bien. Necesito decírtelo porque, bueno, creo que tendría que saberlo alguien más aparte de nosotros. —Los laterales de sus mejillas se ruborizaron, y realmente no tuve idea alguna de hacia dónde iba a dirigirse aquella conversación—. Sobre todo cuando las cosas comiencen a progresar, y…
—Dawson.
Tomó aire profundamente y dijo tres palabras que me dejaron flipando.
—Beth está embarazada.
Abrí la boca, pero no me salieron palabras. Me había quedado completamente sin ellas.
Dawson comenzó a hablar atropelladamente.
—Sí, está embarazada. Por eso ha estado tan cansada, y por eso no quería que hiciera nada cuando estábamos en Las Vegas. Era demasiado arriesgado. Y el viaje la ha fatigado muchísimo, pero… Sí, vamos a tener un bebé.
Lo miré fijamente.
—Jo…
—Lo sé. —Una sonrisa cruzó su rostro.
—… der —terminé, y después sacudí la cabeza—. Quiero decir… felicidades.
—Gracias —respondió, y cambió el peso de una pierna a otra.
Estuve a punto de preguntarle cómo se había quedado embarazada Beth, pero me detuve antes de hacer algo tan estúpido.
—Vaya. Vas… ¿vas a tener un bebé?
—Sí.
Me aferré a los bordes de la encimera. Me había quedado estupefacto, y tan solo podía pensar en aquellos niños de Dédalo, en los orígenes. Los hijos de un hombre Luxen y una mujer híbrida, tan escasos que si Dédalo se enteraba de lo del bebé…
Ni siquiera era capaz de terminar de pensar eso.
Dawson soltó aire temblorosamente.
—Vale. Di algo más.
—Eh, ¿de cuánto…? ¿De cuánto está?
¿Era eso lo que preguntaba la gente en circunstancias normales?
Relajó los hombros.
—Alrededor de tres meses.
Maldita sea. Menudo reencuentro debían de haber tenido.
—Estás enfadado, ¿verdad? —preguntó.
—¿Qué? No. No estoy enfadado, es solo que no sé qué decir. —Y no podía dejar de pensar que en seis meses íbamos a tener un bebé que podría freírnos las neuronas con un pensamiento si no le dábamos el chupete—. Es solo que no me esperaba algo así.
—Yo tampoco, ni Beth. No lo teníamos planeado, simplemente… sucedió. —Su pecho subió bruscamente—. No es que pensara que tener un bebé a esta edad fuera algo muy inteligente, pero pasó, y vamos a hacer lo que podamos. Yo… Yo ya lo quiero más de lo que nunca he querido a nadie.
—¿Lo?
La sonrisa de Dawson era mitad incomodidad, mitad alegría.
—El bebé podría ser una chica, pero yo digo siempre que es un chico. Beth se enfada mucho cuando lo hago.
Me forcé a sonreír. No parecía saber nada acerca de los orígenes. ¿Era posible que Beth tampoco lo supiera? Si era así, no tenían ni idea de lo que estaban a punto de traer al mundo. Comencé a decir algo, pero me detuve. No era el momento adecuado.
—Sé que las cosas van a ponerse difíciles —continuó—. No podemos ir a un médico normal. Lo sé, y estoy acojonado por ello.
—Eh. —Avancé hacia él y le puse una mano en el hombro—. Todo va a salir bien. Beth y el… y el bebé van a estar bien. Conseguiremos que todo vaya bien.
La sonrisa de alivio de Dawson era evidente.
No tenía ni idea de cómo íbamos a conseguir que todo saliera bien, pero las mujeres llevaban dando a luz sin doctores desde el principio de los tiempos. No podía ser tan difícil, ¿verdad? Sin embargo, después de pensar eso quise pegarme un puñetazo en la cara.
El nacimiento de un niño me acojonaba.
Hablamos durante un rato más, y prometí mantener el asunto en secreto. Todavía no estaban preparados para compartir las noticias con todo el mundo, y podía entenderlo. Kat y yo aún no le habíamos dicho a nadie que básicamente nos habíamos casado.
Bodas.
Bebés.
Alienígenas en Las Vegas.
El maldito mundo estaba llegando a su fin.
Todavía sintiéndome algo aturdido, fui hacia el salón y me detuve frente al sofá donde Kat se había aovillado junto al brazo, con la manta apiñada bajo su barbilla. Estaba dormida.
Me agaché, la levanté con cuidado y la puse sobre mi regazo, con las piernas extendidas entre las mías. Ella se movió y se giró hacia un lado, pero permaneció dormida.
Me quedé mirando a la oscuridad a través de la ventana durante horas.
En ese momento, más que en ningún otro, teníamos que hacer algo, no solo huir y escondernos. Maldita sea, eso ya iba a ser casi imposible tal como estaban las cosas. El mundo ya sabía acerca de nosotros, y desde ese momento en adelante las cosas tan solo se volverían más peligrosas.
Y en unos pocos meses tendríamos un bebé del que preocuparnos… Un bebé que podía ocasionar todo tipo de caos.
Teníamos que hacer algo. Teníamos que plantar cara, cambiar el futuro, o no habría futuro para ninguno de nosotros.
Acaricié la espalda de Kat con la mano, subiendo hacia arriba, y curvé los dedos alrededor de su nuca. Incliné la barbilla hacia abajo y presioné los labios sobre su frente. Ella murmuró mi nombre en sueños, y el pecho se me contrajo por la emoción que sentía hacia ella. Me recliné de nuevo sobre el sofá y volví a mirar la oscuridad a través de la ventana.
La incertidumbre del mañana se cernía sobre nosotros como una nube de tormenta, pero había una cosa de la que estaba completamente seguro, algo más ominoso que lo desconocido que nos aguardaba.
Nos darían caza tanto los humanos como los Luxen.
Y si pensaban que revelar la verdad al mundo era lo más extremo que podía hacer para proteger a las personas a las que quiero, era porque todavía no habían visto nada.
No tenían ni idea de lo que era capaz de hacer realmente.