29

DAEMON

Cundió el pánico como jamás había visto antes. La gente salía gritando del hotel —los que habían logrado escapar— y se desperdigaba por el pabellón y las calles.

Todavía en mi forma auténtica, saqué a Kat de la carretera. Estaba diciendo algo, pero sus palabras se perdían entre los gritos. Dios santo. Nunca habría esperado eso… Nunca habría pensado que fueran a ir tras los humanos, pero había subestimado hasta dónde serían capaces de llegar con tal de mantenernos en secreto.

—Pero es demasiado tarde —dijo Luc, agarrando el brazo de una mujer que había tropezado y había caído sobre sus manos y rodillas. La ayudó a levantarse. Uno de los lados de su cara estaba destrozado por las quemaduras, y tenía la piel en carne viva—. No hay forma de detener lo que ya han visto. Y mira.

Me volví, llevando a Kat conmigo. Había estado mirando el rostro destrozado de la mujer durante demasiado tiempo. El hombre que había estado en el coche sobre el que había saltado Dee seguía grabándolo todo, y a nosotros, con su teléfono.

Protegiendo a Kat, me giré de vuelta hacia Luc. Tenía una mano sobre la frente de la mujer, y ella permanecía tan quieta como una estatua. Estaba sanándola.

—Vete —ordenó Luc en cuanto terminó, pero la mujer se quedó mirándolo fijamente. Llevaba alguna clase de disfraz… un sujetador de cuero y una falda—. Vete.

La mujer salió disparada, y Archer se giró hacia nosotros.

—Ya vienen.

Así era.

Hombres vestidos con el equipamiento de los SWAT avanzaban por los laterales de la calle. Y no eran los SWAT de Las Vegas. Eran de Dédalo… militares. Y sus pistolas eran enormes.

PEP.

Ellos dispararon primero; un estallido de luz roja que se dirigió directamente hacia Andrew.

Este esquivó el golpe, salió volando del muro de contención y cayó hacia atrás. Una ráfaga de energía salió de él y golpeó el suelo frente a los hombres que avanzaban. El pavimento se resquebrajó y se agrietó, haciendo que varios de ellos cayeran. Dispararon sus pistolas, y la luz roja iluminó el cielo.

Había más: unos hombres con ropa de camuflaje se encontraban detrás de los que vestían de negro.

—Mierda —gruñó Archer—. Esto va a ponerse muy feo.

«Gracias por la información, Capitán Imbécil». Coloqué a Kat detrás de mí y bajé el pie con fuerza, enviando una fisura que recorrió la carretera. Alcé los brazos y dejé que la Fuente me recorriera.

Coloqué las manos sobre el parachoques de un Mercedes que tenía frente a mí y envié un estallido de electricidad que lo recorrió por fuera. Lo levanté y lo lancé como si fuera un frisbee contra los soldados que avanzaban, que se escabulleron como cucarachas. Fue volando por el aire, girando y girando hasta estamparse contra una palmera, que cayó al suelo.

La luz roja palpitó, volando sobre nuestras cabezas y entre Archer y yo, esquivando a Luc por muy poco. Me volví lentamente. «Oh, no, no habéis hecho eso».

La energía estalló desde mi interior en una oleada tumultuosa, golpeando a cuatro de los cinco soldados, lanzándolos contra el autobús turístico.

Vi otro estallido a nuestra derecha y me di la vuelta, sujetando a Kat mientras veía a Paris corriendo frente a mí. Se estampó contra Luc, apartándolo del camino del PEP.

Paris recibió el golpe directo.

Dio una sacudida y se detuvo, y su cuerpo se convulsionó mientras su forma cambiaba de humano a Luxen, una y otra vez. La electricidad recorría su cuerpo, explotando en sus codos y sus rodillas. Se puso rígido, y su luz se atenuó hasta que se desmoronó sobre el suelo. Un reluciente líquido azul se acumulaba por debajo de él.

Estaba muerto.

Luc produjo un sonido inhumano, y un brillante resplandor se lo tragó. Se alzó un par de metros en el aire, y de su cuerpo salieron chisporroteando la electricidad estática y unos rayos de luz. Su luz resplandeció una vez, tan brillante como el sol al mediodía, y entonces comenzaron los gritos. El olor a carne quemada impregnó el aire.

Sonaron disparos, y las balas pasaron silbando junto a mi cabeza y golpearon los coches. Parecía que había llegado la caballería, con pistolas de toda la vida.

Dawson apareció junto a mí, y sus dedos rozaron la parte trasera de un sedán. Este fue volando en dirección al autobús, dejando sujetos allí a los soldados.

«Quédate detrás de mí», advertí cuando noté que Kat se estaba moviendo para salir de donde se encontraba.

«Puedo ayudar».

«Puedes morir. Así que quédate detrás de mí».

La rabia emanó de ella, pero apretó los dientes y se quedó atrás. Había problemas mayores. El chirrido de unas pesadas llantas atrajo nuestra atención. Haber despejado la carretera se había puesto en nuestra contra, y una flota de vehículos militares salió del humo, y también un… ¿eso era un tanque?

—Tiene que ser una broma —dijo Kat—. ¿Qué piensan hacer con eso?

El cañón del tanque se dirigió hacia donde nosotros nos encontrábamos, brillando como si lleváramos carteles de «POR FAVOR, DISPÁRAME AHORA, GRACIAS».

—Mierda —soltó Archer.

Andrew corrió entre los coches y estampó el puño en el capó de un camión. Surgieron unas llamaradas mientras utilizaba el camión para lanzarlo al tanque como si se tratara de un cóctel Molotov. Los soldados salieron a raudales de él y logaron alejarse tan solo unos segundos antes de que explotara. El M1 se alzó en el aire como si fuera un petardo, dando vueltas por encima del bulevar. Cayó en los jardines frente al Venetian, y giró a lo largo del aparcamiento.

Con el corazón latiendo con la fuerza de un martillo neumático, levanté mentalmente los pedazos de asfalto roto del suelo y los lancé volando en dirección a los policías, forzándolos a retroceder. Todo estaba sucediendo muy rápido. Los soldados salían de todas partes, y Luc iba a por ellos, sin contenerse en absoluto. Los policías bajaban por el bulevar, disparando prácticamente a todo lo que respirara. La gente, gente inocente, se escondía detrás de los coches, gritando. Dee estaba tratando de llevárselos fuera de la carretera, lejos de cualquier daño, pero estaban paralizados por el miedo. Después de todo, mi hermana brillaba como una maldita bola de discoteca.

Dee recuperó su forma humana frente a un hombre y una mujer que se aferraban a dos niños.

—¡Salid de aquí! —gritó—. ¡Largaos! ¡Largaos ya!

Dudaron durante un segundo, y después la pareja levantó a sus hijos y salieron corriendo en dirección al lugar donde Ash seguía montando guardia frente a Beth.

Una luz roja pasó junto a mi cara, haciéndome girar. Un rayo de luz blanca pasó en forma de arco, y oí un cuerpo que golpeaba el suelo detrás de mí. Vi que tenía a Kat delante, con las pupilas resplandecientes. Me giré lentamente para encontrar a un soldado en el suelo, con un arma PEP en su mano inerte.

—Puedo ayudar —dijo.

«Me has salvado la vida». Me giré hacia ella. «Eso es muy sexy».

Ella negó con la cabeza y levantó la barbilla.

—Tenemos que salir de… Oh, Dios mío, Daemon. Daemon.

El corazón me dio un vuelco en respuesta al miedo en su voz. Comencé a moverme en su dirección, y entonces lo sentí. Lo sentí profundamente en cada parte de mi ser. Vi que Dawson se detenía. Vi que Andrew se daba la vuelta.

Por encima de las señales de neón del Caesar’s Palace y el hotel Bellagio, unas nubes oscuras se movían increíblemente rápido, bloqueando las estrellas. Pero no eran nubes… Ni tampoco una bandada de murciélagos.

Eran Arum.

KATY

Las cosas pasaron de ser malas a ser una mierda en cuestión de segundos.

En ningún momento desde que Daemon había anunciado su plan hasta que los militares derribaron el helicóptero lleno de personas se me habría podido ocurrir que sucedería algo parecido. Lo único que queríamos era hacerles bajar la guardia… Causar un poco de caos para poder escapar.

No habíamos planeado comenzar una guerra.

Ahora Paris estaba muerto, y algo peor que los monstruos de debajo de la cama se aproximaba a nosotros.

En ningún momento dudé de que las sombras que atravesaban el cielo a toda velocidad no se encontraran ahí por casualidad. Sí, había un montón de Luxen liándola bien gorda, pero ¿qué probabilidades había de que aparecieran los Arum para unirse a la diversión? No demasiadas.

Estaban ahí por Dédalo, porque trabajaban para ellos.

La nube oscura se dividió, atravesando el cielo como si fueran manchas de tinta traicionera. Bajaron detrás del Caesar’s Palace y desaparecieron durante un segundo, pero después salieron por un lateral del hotel en medio de una explosión. Fragmentos de cristal y de escombros volaron por los aires.

Abrí la boca para gritar, pero no salió ningún sonido.

Un Arum bajó por el bulevar, moviéndose con tanta rapidez que no creo que tardara ni un segundo en llegar a donde se dirigía.

Voló desde la parte trasera del todoterreno hasta estamparse contra Andrew, y lo elevó un par de metros en el aire. El grito horrorizado de Ash reverberó dentro de mí. El Arum tomó forma a mitad del vuelo, y su piel era negra y brillante como la obsidiana. Lanzó a Andrew como si fuera simplemente un muñeco de trapo.

Otro Arum bajó disparado, esquivando los coches. Subió y atrapó a Andrew, y los dos bajaron en picado hasta la piscina del Treasure Island.

Daemon saltó del suelo. Hubo un estallido de luz brillante y después se lanzó por los aires y se estampó contra el otro Arum, apartándolo de la piscina. Hicieron colisión, una mezcla de luz y oscuridad, girando por el cielo como si se tratara de una bala de cañón. Dawson corrió hacia delante, esquivando las ráfagas de luz roja.

El Arum y Andrew salieron a la superficie de la piscina. El Arum se echó hacia atrás y estampó una mano contra el pecho de Andrew. Él se convulsionó, y su luz parpadeó como la de una luciérnaga.

Comencé a avanzar, pero unos brazos me rodearon la cintura.

No era un abrazo amistoso.

El pánico me atravesó mientras me levantaban los pies del suelo, al igual que había visto al Arum levantar a Andrew por los aires. Otro pulso de luz, y entonces Andrew… Oh, Dios.

El grito de Ash confirmó lo que yo sospechaba. La vi adoptar su forma auténtica y después volver a la humana, como si no fuera capaz de controlarse. Una oleada de energía atravesó la carretera.

Un segundo más tarde me encontré de espaldas, sin aire en los pulmones, y con los ojos fijos en un rostro escudado que tenía encima. Mi respiración flaqueó, y por un momento no tuve ni idea de qué hacer. Me hallaba paralizada, dividida entre la incredulidad y el horror. Paris estaba muerto. Andrew estaba muerto.

Me apuntaron directamente a la cara con el cañón de una pistola de aspecto extraño.

—Que no se te ocurra siquiera moverte —dijo la voz amortiguada.

Mi cerebro dejó de procesar las cosas a un nivel y una velocidad normales. Mientras miraba hacia arriba, viendo mis propios ojos reflejados en el casco táctico, muy abiertos, mi parte humana se desconectó. La furia hirvió en mi interior, y me gustaba la sensación. No era miedo, pánico ni dolor: era poder.

El grito que había estado formándose en mi interior, la clase de grito que deja huella en sus alrededores décadas más tarde, quedó en libertad. No sé cómo lo hice, pero el soldado y su pistola ya no se encontraban por encima de mí. A mi alrededor, los vehículos se agitaban y se deslizaban hacia delante, volcándose. El cristal se agrietaba y después explotaba, y la carretera y yo quedamos rociados de esquirlas. Pero los pequeños cortes dolorosos no eran nada.

¿Quién sabía adónde había ido el soldado? Simplemente había desaparecido, y eso era todo lo que importaba.

Me esforcé por levantarme y miré a mi alrededor. Salía fuego del Treasure Island y el Caesar’s Palace, y el Mirage echaba humo. Los coches se habían quedado sin ventanas. Los cuerpos yacían en la calle. Nunca había visto tal destrucción, no en la vida real. Busqué a Daemon y a mis amigos, y lo encontré a él primero. Estaba luchando contra un Arum, y no eran más que un borrón blanco y negro. Archer estaba peleando contra el Arum de la piscina, mientras que Dee sacaba el cuerpo sin vida de Andrew de sus profundidades. El agua chorreaba de su rostro y se aferraba a su pelo. Lo puso sobre el muro de contención y lo envolvió con los brazos. Esa escena… hizo que cada parte de mi cuerpo me doliera.

Me giré hacia donde Ash seguía protegiendo a Beth. Se encontraba en su forma humana, y parecía dividida entre hacer lo que le había prometido a Dawson e ir con su hermano. Eso era algo que yo sí podía hacer: mantendría a salvo a Beth, de modo que Ash pudiera ir a donde necesitaba.

El helicóptero militar volvió trazando círculos, y yo me detuve a mitad de camino. Entonces Archer apareció de la nada. La Fuente radiaba de él como una oleada de luz, y cuando lanzó los brazos hacia arriba, una ráfaga de pura luz golpeó la parte inferior del helicóptero y lo envió dando vueltas hacia uno de los casinos.

El impacto fue ensordecedor, y la bola de fuego que surgió iluminó el cielo nocturno.

Me volví hacia donde se había encontrado Archer, pero había desaparecido, como si fuera un ninja. Dios santo.

Metí los dedos de los pies entre el pavimento resquebrajado mientras echaba un vistazo al camino hasta Beth y Ash. Luc tenía a los soldados ocupados. O lo que quedaba de ellos. Había un olor horrible que hizo que el estómago me diera un vuelco, y recordé lo que eran capaces de hacer los orígenes. Aparentemente, «pequeños pirómanos malvados» podía añadirse a su lista de descripciones espeluznantes. Avancé rodeando un camión que se había volcado.

Beth giró la cabeza en mi dirección. Se aferraba la cintura con los brazos en actitud protectora, y parecía aterrorizada. Rodeé una palmera caída, ya estaba muy cerca.

Entonces mis pies perdieron el contacto con el suelo y salí volando hacia atrás.

Golpeé el lateral de una camioneta; y el impacto sacudió mi cuerpo e hizo que mi cabeza cayera hacia atrás. Unos dardos de dolor bajaron a toda velocidad por mi columna vertebral y se me nubló la vista mientras me arrastraba hasta la carretera. Dios santo. Dolía mucho. Pestañeé con lentitud, tratando de aclarar mi visión.

Gruñendo, rodé hacia un lado y coloqué las manos sobre el asfalto agrietado. El brazo me temblaba mientras trataba de levantarme. Notaba una agitación por dentro, como si mis órganos internos hubieran cambiado de lugar. Tenía que levantarme…

Por el rabillo del ojo vi una oscuridad que se arrastraba, y tardé un segundo en darme cuenta de que no era porque estuviera a punto de desmayarme. Se me puso el vello de los brazos de punta. Algo frío me aplastó.

Arum.

Me tiré por completo al suelo y me arrastré serpenteando debajo de la camioneta, en busca de unos cuantos segundos extra para recuperar mi fuerza y mi entereza. El olor del aceite y el humo me obstruía la garganta. Cerré los ojos con fuerza mientras me deslizaba sobre la carretera, ignorando el asfalto que me raspaba la piel. Logré llegar hasta el otro lado y giré alrededor de un sedán. A continuación, me agarré al parachoques para levantarme.

La camioneta comenzó a temblar, y después quedó apartada a un lado.

El Arum estaba en su forma humana, pálido y siniestramente hermoso, una belleza fría y apática que me dejaba sin aliento y me repelía. Una sonrisa lenta y perturbadora le curvó los labios, y fue como si me golpeara una ráfaga de aire helado.

No habló mientras levantaba los brazos.

El aire se agitó a mi alrededor mientras retrocedía dando traspiés. Detrás de mí, las palmeras temblaron y el metal gruñó, el viento rugió, y en el último segundo me agaché. Las palmeras fueron arrancadas de raíz, girando en dirección al Arum, y el coche se deslizó hasta quedar fuera de mi alcance, como si el Arum estuviera absorbiéndolo. Un estante de panfletos turísticos giró por los aires. Se alzaron unos fragmentos de carretera del suelo, que flotaron durante un instante y después volaron hacia él. Hubo un grito agudo que me taladró los oídos.

Una mujer pasó volando junto a mí y desapareció detrás del Arum. Un cuerpo más se desplomó sobre el suelo para unirse a aquellos que yacían allí.

El Arum era como una especie de agujero negro, absorbiendo todo lo que había a su alrededor, atrayéndolo hacia él. Yo no era una excepción: sin importar lo mucho que me aferrara al suelo, mis pies se arrastraron hacia él.

Sus gélidos dedos me rodearon la garganta mientras bajaba la cabeza hacia mí. No recordaba haber visto antes los ojos de un Arum. Eran del tono más pálido de azul, como si les hubieran absorbido todo el color.

—¿Qué tenemos aquí? —dijo en voz alta. Inhaló profundamente y cerró los ojos como si pudiera saborearme—. Una híbrida. Sabroso.

Ni de coña iba a consentir que me convirtieran en un aperitivo nocturno intergaláctico.

Eché un brazo hacia atrás, invocando a la Fuente, pero la mano libre del Arum se cerró con fuerza en mi muñeca, y el agarre resultaba doloroso. El corazón me saltó hasta la garganta cuando presionó su mejilla contra la mía. Sus labios se movieron cerca de mi oído, enviando un estremecimiento de repulsión a través de mí.

—Esto te dolerá. Un poquito —dijo, y después se rió de manera desagradable—. Vale. Te dolerá un montón.

Iba a alimentarse de mí.

Y esa pequeña parte de mi cerebro que seguía funcionando a pesar de todo no tenía forma de sacarme de esa. Después de todo lo que había pasado (Dédalo, las pistolas, las balas y todo lo demás), iban a dejarme seca.

Todo se intensificó dentro de mí, una mezcla de miedo y rabia, repulsión y pánico. Se estiró como si se tratara de un muelle, saltando desde mi interior.

La energía rugió a través de mí, aumentando mis sentidos, y noté al Arum contra mí. Lo sentí alinear su boca con la mía, separado de mí por escasos centímetros. Sentí cómo tomaba aire, la profunda sacudida de poder que había en su interior, y el tirón escalofriante y absorbente que entraba profundamente en mi interior, escarbando con pequeños ganchos.

Puse una mano sobre el pecho del Arum, y el arrebato de energía salió de mí como si se tratara de un puñetazo. No había espacio entre mí y el Arum, nada que amortiguara el efecto. La Fuente explotó desde mi interior y fue directamente hacia él, y de mí emanó un intenso estallido de luz. La energía implosionó, y nos separó de golpe.

Las estrellas dieron volteretas.

Caí sobre el pavimento de lado y me giré para ponerme boca arriba. El Arum estaba suspendido en el aire, con los brazos y piernas muy separados. Su cuerpo tembló una vez, y después otra. Tenía una zona iluminada en el pecho, la marca que había dejado la Fuente, y unas pequeñas fisuras recorrieron su cuerpo llenándolo de grietas blancas, hasta cubrirlo por completo.

Explotó en un millar de pedacitos.

Por todos los aliens…

Mientras me esforzaba por levantarme y giraba la cintura, mis ojos se encontraron con los de un hombre joven. Parecía como si hubiera puesto el piloto automático y estuviera viéndolo todo sin comprender realmente lo que estaba presenciando. Casi simpatizaba con él: estaba segura de que yo había tenido la misma cara de «¿Qué diablos está pasando?» cuando había visto a Daemon detener el camión y me había dado cuenta de que no estaba tratando con algo humano.

Probablemente tenía la misma cara de «¿Qué diablos está pasando?» en ese momento.

Mi mirada bajó.

Tenía un teléfono inteligente en la mano, con los nudillos blancos por apretarlo. Todo… lo había grabado todo con su teléfono. Especialmente mi cara. Era una cosa muy estúpida por la que preocuparse en ese momento, sobre todo teniendo en cuenta todo lo demás que debía de haber grabado, pero pensé en el vídeo subiéndose a Internet, volviéndose viral como esos malditos memes.

No era así como quería que mi madre descubriera que seguía con vida. Quizá no vivita y coleando, pero sí pateando.

Pero ya era demasiado tarde.

Comencé a avanzar hacia el tío para quitarle el teléfono, pero él salió de su ensoñación y echó a correr. Podría haber corrido tras él, pero había problemas mayores de los que preocuparse.

El hedor del humo y de la muerte estaba por todas partes. Avancé tambaleándome hacia donde sabía que había visto a todos por última vez, utilizando el autobús turístico rojo como destino, sintiendo dolor a un nivel celular mientras asimilaba los daños. Las pistolas, esas armas PEP, no eran inofensivas si no alcanzaban a un Luxen o a un híbrido. Había farolas partidas en dos o fundidas, a punto de derrumbarse. Había llamas iluminando La Franja entera.

Había cuerpos desperdigados por la carretera.

Los rodeé haciendo muecas ante la ropa fundida y quemada, los agujeros irregulares y la piel chamuscada. No tenía por qué haber habido tantas muertes de personas inocentes. Los Luxen brillaban como bombillas andantes, y los híbridos también resultaban bastante obvios. Era como si a los militares no les importara cuántos cayeran en el fuego amigo. ¿Se habían vuelto locos?

Y sabía cómo le daría la vuelta a todo el Gobierno: dirían que todo era culpa nuestra, que había que responsabilizar a los Luxen, incluso aunque habían sido ellos quienes habían atacado primero, quitando vidas inocentes.

Mirar a todos los cuerpos hacía que el estómago me diera un vuelco, pero continué abriéndome camino entre ellos hasta que sentí la calidez que me recorría la nuca. Levanté la cabeza y vi que Daemon estaba en su forma humana, luchando a brazo partido contra un soldado. Se me encogió el corazón cuando el soldado logró golpearlo con un gancho derecho, pero Daemon se recuperó y lo derribó de un puñetazo.

Miró a su alrededor y fijó la mirada en la mía. Tenía el pelo húmedo, pegado a la frente y las sienes, y sus ojos resplandecían como diamantes. El alivio cruzó su rostro, y sacudió la cabeza. La emoción que había en sus ojos resultaba insoportable.

Hubo un destello de luz roja más abajo, en La Franja, recordándome lo increíblemente peligrosas que seguían siendo las calles. Di otro paso hacia delante, y vi a Ash y a Beth que rodeaban un todoterreno volcado. Me alegraba verlas todavía en pie, incluso aunque las lágrimas se derramaran libremente de los ojos de Ash. Su hermano…

Tomé aliento. Tanto…

—¡Kat! —rugió Daemon.

Unos fuertes brazos me rodearon desde atrás. El instinto de luchar y forcejear se activó, pero me empujaron hacia atrás un instante antes de que un pulso de luz roja pasara volando justo donde yo había estado. El PEP pasó zumbando, dirigiéndose directamente hacia Beth. Oí el grito de rabia de Dawson, y el tiempo se ralentizó hasta casi arrastrarse. Los brazos que tenía a mi alrededor se aflojaron lo suficiente, y la voz de Archer me gritó al oído.

Daemon corría, saltando por encima de los coches.

Ash se giró hacia Beth, moviéndose con increíble rapidez, tan veloz como una bala. Rodeó a la chica con los brazos y se volvió para apartarla del camino.

El disparo impactó contra la espalda de Ash.

La luz explotó en su columna vertebral y siguió la red que formaban sus venas. Su cabeza cayó hacia atrás y las rodillas cedieron bajo ella. Cayó hacia delante, sin la gracia que siempre había parecido natural en ella.

No se movió.

Me liberé del agarre de Archer, y llegué junto a ella al mismo tiempo que Daemon. Él la cogió por los hombros para girarla, pero un reluciente líquido azul se derramaba de su boca mientras su cabeza caía sobre el brazo de Daemon.

En algún lugar, el grito de un hombre fue cortado por un crujido enfermizo.

—Ash —dijo Daemon, sacudiéndola un poco—. ¡Ash!

Los ojos de la Luxen estaban fijos en el cielo infinito sobre nuestras cabezas. Una parte de mí ya lo sabía, pero mi cerebro se negaba a aceptarlo. Ash y yo jamás seríamos amigas. Probablemente tampoco alcanzáramos siquiera la categoría de amor-odio, pero ella era increíblemente fuerte y terca, y honestamente pensaba que sería como una cucaracha, capaz de sobrevivir a una explosión nuclear.

Pero esa hermosa forma humana, esas facciones dolorosamente deslumbrantes, se desvanecieron en un suave resplandor que se atenuó rápidamente. No quedó nada de Ash entre los brazos de Daemon, tan solo una cáscara de piel translúcida y finas venas.

—No —susurré, mirando fijamente a Daemon.

Su cuerpo se estremeció.

—Maldita sea —dijo Dawson. Sus brazos rodeaban a Beth, que lloraba con suavidad—. Ha…

Beth tragó saliva.

—Me ha salvado la vida.

De pie junto a Dawson, Dee tenía la boca cubierta por las manos. No dijo nada, pero todo estaba grabado en su rostro.

—Chicos, realmente tenemos que… —Luc apareció detrás de Daemon, y entonces hizo una pausa y frunció mucho el ceño—. Joder.

Levanté la cabeza, sin tener ni idea de qué decir. Y hubiera sido inútil hacerlo. En algún lugar explotó un coche o algo parecido.

—Tengo un todoterreno grande una manzana más abajo, en la carretera… cabremos todos dentro —comenzó Luc—. Tenemos que irnos mientras la carretera esté despejada. Enviarán más soldados, y no voy a ser capaz de derribarlos a todos otra vez. Y vosotros tampoco, nos estamos quedando sin fuerzas.

—No podemos dejarlos aquí —discutió Daemon con fiereza.

—No tenemos elección —intervino Archer—. Si nos quedamos aquí un segundo más, nos uniremos a ellos… Kat se unirá a ellos.

Un músculo se tensó en la mandíbula de Daemon, y me dolió el corazón por él. Habían crecido con los Thompson, y sabía que una parte de Daemon sí que quería a Ash. No de la misma forma que a mí, pero eso no lo hacía menos importante.

—Yo no quiero dejar aquí a Paris —dijo Luc, clavando los ojos en los de Daemon—. No se merece que lo dejemos atrás, pero no tenemos elección.

Algo debió de conectarse en la cabeza de Daemon, porque colocó a Ash cuidadosamente sobre el suelo y se puso en pie. Yo lo imité.

—¿Dónde está el coche? —preguntó con voz firme.

Luc señaló hacia un punto de la carretera.

Estiré una mano hacia Daemon, y él me la cogió. Habíamos sido diez hacía no demasiado tiempo. Ahora solo quedábamos siete corriendo por la oscura carretera, llena de coches quemados, cuerpos y escombros. Me obligué a seguir moviendo las piernas, negándome a pensar realmente en las cosas.

Luc había encontrado un Dodge Journey y una camioneta, pero ahora solo necesitábamos uno de ellos, y darme cuenta de eso hizo que me atravesara una punzada de dolor. Archer se subió al asiento del conductor del Journey, y Luc en el del copiloto.

—Deprisa —nos urgió Luc—. Todavía queda algo de tráfico allí delante, pero está avanzando, y la carretera ya no se encuentra bloqueada. La gente está huyendo de la ciudad, deberíamos poder perdernos entre ellos.

Dawson ayudó a Beth a subir por un lado, mientras que Daemon y yo subíamos por el otro. Nos colocamos en la parte trasera, y después Dee se unió a Dawson y Beth en la del medio. Ni siquiera habíamos cerrado las puertas antes de que Archer pusiera el coche en marcha.

Un entumecimiento me recorrió el cuerpo al tiempo que me giraba en mi asiento para mirar por la ventana trasera mientras pasábamos junto a los coches a toda velocidad y esquivábamos por poco a la gente aterrorizada que había en la calle. Estábamos dejando atrás la ciudad… Dejando atrás a Paris, Andrew y Ash.

Seguí mirando por la ventana trasera, observando cómo ardía Las Vegas.