KATY
Casi no podía aguantar las ganas de pasar unos momentos a solas con Daemon. No habíamos estado abusando de los privilegios del baño, pues sabíamos que eso era lo que querían que hiciéramos. Tardé una eternidad en sentir el familiar hormigueo por el cuello. Esperé un par de minutos y después me apresuré a entrar en el baño y di unos golpecitos suaves en la puerta de su celda.
Él apareció en un segundo.
—¿Me echabas de menos?
—Ponte en plan luciérnaga. —Estaba moviendo mi peso de un pie al otro—. Venga.
Él me miró de forma extraña, pero un segundo más tarde se había convertido en un cometa resplandeciente.
«¿Qué pasa?»
Le conté rápidamente todo lo que había pasado con el espeluznante niño del pasillo, lo que me había dicho Archer acerca de ellos, lo que Prometeo era realmente, y lo que Archer había dicho de tener un amigo en común.
«No confío en nada de todo esto, pero o Archer no le ha dicho a nadie lo que ha captado de mí, o sí lo ha hecho y por alguna razón no nos han obligado a responder por ello».
La luz de Daemon palpitó.
«Dios, esto se vuelve cada vez más y más extraño».
«Dímelo a mí. —Me apoyé en el lavabo—. Si deciden volver a inyectarle eso a alguien… —Me estremecí—. Tal vez la próxima vez simplemente esperen a que la mutación se haya estabilizado».
«Eso, o creo que van a tener una factura de la limpieza considerable».
«Puaj. Eso ha sido muy…»
Estiró un brazo cubierto de luz, y unos dedos cálidos me rozaron la mejilla.
«Siento que hayas tenido que ver eso».
«Siento que tú hayas tenido que ser parte de eso. —Respiré profundamente—. Pero ya sabes que lo que le pasó a Largent no ha sido culpa tuya, ¿verdad?»
«Sí. Lo sé. Confía en mí, gatita, no voy a cargarme con ninguna culpa innecesaria. —El suspiro que lanzó me atravesó—. Entonces, lo de Archer…»
Hablamos unos cuantos minutos más sobre Archer. Los dos estábamos de acuerdo en que había muchas posibilidades de que él fuera la persona que Luc tenía infiltrada, pero era absurdo. Era obvio que Archer tenía acceso al LH-11, y podría habérselo conseguido a Luc. No debíamos confiar en él: no íbamos a volver a cometer el error de confiar en nadie.
Pero yo tenía una idea. Una idea que a Daemon también le pareció interesante. En cuanto pusiéramos las manos en el LH-11, tan solo tendríamos una oportunidad de escapar. Y si los orígenes realmente eran como los Velociraptor, entonces podrían convertirse en la distracción perfecta, y nos ofrecerían una pequeña oportunidad de largarnos de allí.
Sin importar lo que hiciéramos, habría riesgos, con un índice de fracaso de aproximadamente el noventa y nueve por ciento. Pero tanto Daemon como yo nos sentíamos más confiados dependiendo el uno del otro en lugar de solo de Luc; y posiblemente Archer. Habíamos salido escaldados demasiadas veces con anterioridad.
Daemon cobró su forma humana y me besó rápidamente antes de que cada uno volviera a su habitación. Eso era siempre lo más difícil, forzarnos a volver a nuestras camas, pero lo último que necesitábamos era arriesgarnos a perdernos en el momento… Cada uno en el otro. Porque parecía que eso era lo que pasaba siempre que estábamos juntos. Además, tampoco confiábamos por completo en que nos permitieran ir y venir a la habitación del otro; todo parecía una prueba.
Me dirigí de vuelta a mi cama. Me senté, me llevé las rodillas al pecho y reposé la barbilla sobre ellas. Aquellos momentos silenciosos de no hacer nada eran lo peor. Enseguida las cosas en las que no quería pensar se colaban a hurtadillas y apartaban aquellas en las que tenía que concentrarme.
Realmente quería que Daemon viera que estaba manteniéndome fuerte, que nada de aquello estaba afectándome a la cabeza. No quería que se preocupara por mí.
Cerré los ojos y me moví hasta dejar la frente sobre las rodillas. Me dije la cosa más cursi del mundo: que había una luz al final de aquel oscuro túnel. Seguí con algo aún mejor: después de la tormenta, cuando menos piensas sale el sol.
Me pregunté durante cuánto tiempo sería capaz de seguir diciéndome eso.
DAEMON
El maravilloso equipo de Dédalo realmente esperó a que la mutación se estabilizara aquella vez. Era otro recluta, que al parecer también estaba absolutamente fervoroso. Ese se apuñaló en el pecho, justo debajo del corazón, en lugar de en las tripas, pero fue sucio de todos modos, y Kat tuvo que estar ahí para presenciarlo. Yo había curado al idiota y en general podría haberse considerado un éxito, salvo porque no pude acercarme al LH-11. Una auténtica lástima, porque todavía quedaba algo de suero en la jeringuilla.
Kat y yo no queríamos depender de Luc, pero si conseguíamos acercarnos al LH-11 y resultaba que alguien, fuera Archer o no, podía ayudarnos, iba a hacerme con él. El plan de Kat de liberar a los niños era el mejor que teníamos, pero los detalles de cómo íbamos a conseguirlo todavía estaban por ver, por no mencionar que no teníamos idea de lo que estaríamos liberando realmente. Por mucho que detestara admitirlo, había gente inocente en esos edificios.
En los tres días que esperamos a que el segundo conejillo de indias mostrara señales de la mutación, se me pidió que curara a tres soldados más y una persona que debía de ser una civil; una mujer que parecía demasiado nerviosa como para haber firmado sin que la obligaran. No se apuñaló, sino que le inyectaron una dosis letal de algo.
Y yo no había sido capaz de sanarla en absoluto. No sabía qué es lo que estaba pasando, y había sido terrible. Había comenzado a salirle espuma por la boca, tuvo convulsiones, y yo lo intenté, pero no había nada que pudiera hacer. No lograba ver la herida en mi cabeza, y simplemente no funcionaba.
La mujer había muerto allí mismo, bajo la mirada horrorizada de Kat.
Nancy no estaba muy contenta cuando se llevaron el cuerpo inmóvil de la mujer en una camilla con ruedas. Su mal humor se agravó aún más el cuarto día, cuando le dieron Prometeo, también conocido como LH-11, al segundo soldado que sané. Más tarde aquel mismo día, acabó tirándose de cara contra una pared. No sabía qué era lo que les pasaba con eso de lanzarse contra las paredes, pero ya era el segundo.
El quinto día, le dieron LH-11 al tercer sujeto. Duró unas veinticuatro horas más antes de comenzar a sangrar por todos los orificios, incluyendo el ombligo. O eso fue lo que me dijeron.
Las muertes estaban amontonándose, una tras otra, y era un poco difícil no tomármelas de forma personal. ¿Me culpaba a mí mismo? Ni de coña. ¿Me cabreaba y hacía que quisiera rociar de gasolina el complejo entero para comenzar a lanzar cerillas? Sin dudarlo.
Me mantenían alejado de Kat la mayoría de los días, y solo nos permitían estar en la misma habitación cuando yo hacía aquello de curar. Además, arañábamos algunos minutos aquí y allá en nuestro baño de los secretos, pero, no era suficiente. Kat parecía tan agotada como yo, lo cual pensé que serviría para dar un descanso a mis hormonas, pero oh, no. Cada vez que oía que abría la ducha, tenía que reunir hasta el último gramo de autocontrol. Los baños no tenían cámaras y yo podía ser silencioso, lo cual era perfecto para hacer algunas gamberradas, pero ni de broma iba a arriesgarme a traer un mini Daemon al mundo en aquel agujero infernal.
¿Me oponía totalmente a la idea de tener hijos con Kat algún día? Aparte de que me salían sarpullidos solo de pensarlo, la idea no era demasiado horrible. Por supuesto que quería toda esa mierda de la casita con su valla blanca… Siempre que ocurriera unos diez años después, y los niños no tuvieran extraños cortes de pelo de tazón y pudieran joderle la mente a la gente con sus trucos de Jedi.
No creo que estuviera pidiendo demasiado.
El sexto día, cuando le dieron LH-11 al tercer soldado, logró sobrevivir durante el resto del día y buena parte del séptimo. Comenzó a mostrar inmediatamente señales de una mutación exitosa, y pasó las pruebas de presión con nota.
Nancy estaba tan emocionada que creía que iba a besarme… Y pensé que entonces tendría que pegar a una mujer.
—Te mereces una recompensa —dijo, aunque yo pensé que me merecía pegarle una patada en el culo—. Puedes pasar la noche con Kat, nadie te impedirá que lo hagas.
No dije nada. Aunque no iba a rechazarlo, resultaba bastante espeluznante escuchar a Nancy diciéndome que podía pasar la noche con Kat mientras ellos nos observaban en vídeo. Pensé en los niños de los pisos inferiores. Sí, no iba a ocurrir.
Kat había estado haciendo algo, acercándose centímetro a centímetro a la bandeja. Se había detenido cuando Nancy hizo su anuncio. Se le arrugó la nariz, y me sentí un tanto insultado, aunque probablemente estuviera pensando lo mismo que yo.
Trajeron a otro sujeto, esa vez otro soldado, pero yo estaba distraído por lo que quiera que estuviera haciendo Kat. Estaba demasiado cerca de las bandejas, prácticamente de pie frente a ellas.
Un apuñalamiento después, yo tenía las manos llenas de sangre y una Nancy muy feliz dando botes por la habitación.
El doctor Roth había colocado la aguja utilizada junto a las que no se habían utilizado allí. Vi que Kat hacía un gesto con las manos como de coger algo, pero entonces se me ocurrió una idea.
—¿Significa esto que estoy vinculado a ellos? —pregunté mientras me limpiaba las manos en una toalla que prácticamente me habían lanzado—. ¿A los que no se lancen de cara contra una pared? ¿Si yo muero, ellos morirán? —Nancy se rió, y yo alcé las cejas—. No veo qué tiene de graciosa mi pregunta.
—Es una pregunta muy buena y pertinente. —Unió las manos, y sus ojos oscuros relucieron—. No. El suero Prometeo que se les da a los sujetos mutados rompe el vínculo.
Aquello era un alivio. No me gustaba la idea de tener varios talones de Aquiles corriendo por ahí.
—¿Cómo es eso posible?
Un guardia abrió la puerta mientras Nancy cruzaba la habitación.
—Hemos tenido muchos años para delimitar el funcionamiento interno de la mutación y sus consecuencias, Daemon. Del mismo modo que sabemos que tiene que haber un auténtico deseo detrás de la mutación. —Se volvió hacia mí, con la cabeza inclinada hacia un lado—. Sí. Sabemos eso. No es algo mágico ni espiritual, sino una mezcla de habilidad, fuerza y determinación.
Mierda…
—Tu hermano casi lo logró. —Nancy bajó la voz, y mi cuerpo se tensó—. No era por falta de determinación ni de habilidad, y créeme, estaba motivado. Nos aseguramos de ello. Pero, simplemente, no era lo bastante fuerte.
Apreté la mandíbula, y la furia se deslizó por mis venas como un veneno.
—No lo necesitamos. Bethany, por otro lado… Bueno, eso está por ver. Pero ¿tú? —Colocó una mano sobre mi pecho—. Tú te quedas con nosotros, Daemon.