14

DAEMON

Teníamos que salir de ahí, y tan pronto como pudiéramos. Eso era todo en lo que podía pensar.

Cuando nos escoltó de vuelta a nuestras habitaciones, miré a Archer de forma un poco distinta, y mucho más atentamente. El soldado siempre había parecido diferente, pero nunca se me hubiera ocurrido que fuera algo más que humano. No había sentido nada inusual en él, absolutamente nada a excepción de la sensación de que había algo raro, pero sí que me di cuenta de que Kat parecía cómoda estando junto a él. A excepción de unas cuantas respuestas arrogantes, cosa por la que yo no podría culparlo, parecía un buen tipo.

Y, francamente, no me importaba qué demonios fuera. Saber que era algo diferente tan solo significaba que tendría que vigilarlo más de cerca. Lo que sí importaba era el hecho de que estuvieran criando niños allí.

Eso me perturbaba, y también me enfurecía.

En cuanto se cerró la puerta detrás de mí, me dirigí hasta el baño. Kat tuvo la misma idea. Un segundo más tarde su puerta se abrió y ella entró, cerrando la puerta silenciosamente tras ella.

Tenía la cara pálida.

—Quiero vomitar.

—Bueno, entonces deja que me aparte.

Frunció las cejas.

—Daemon, ellos… —Negó con la cabeza, con los ojos como platos—. No tengo palabras para esto. Supera cualquier cosa que pudiera haber imaginado.

—Lo mismo digo. —Me recosté contra el lavabo, mientras ella se sentaba sobre el retrete cerrado—. Dawson nunca te mencionó nada parecido, ¿verdad?

Ella negó con la cabeza. Dawson raramente hablaba acerca de su etapa en Dédalo, y cuando lo hacía por lo general se lo decía a Kat.

—No, pero dijo que algunas cosas eran una locura. Probablemente estaba hablando de esto.

Antes de decir nada, cambié sin advertencia a mi forma auténtica.

«Lo siento —dije cuando ella hizo una mueca—. Luc me había advertido de que había cosas aquí que me volverían loco. Y hablando de eso, ¿te has fijado en los ojos de Archer y Micah? ¿Quién tiene los ojos iguales? Luc también tiene esa especie de línea extraña y borrosa. Demonios, debería haber sabido que ese chico no era un híbrido normal. Es un origen».

Kat se pasó las palmas de las manos por los muslos. Cuando estaba nerviosa, nunca paraba de moverse. Normalmente me parecía una monada, pero odiaba las razones que había detrás aquella vez.

«Esto nos sobrepasa —dijo—. ¿Cuántos niños crees que tienen? ¿Cuánta gente habrá ahí fuera, en el mundo, fingiendo ser humanos normales»?

«Bueno, es lo mismo que nosotros fingiendo ser normales».

«Nosotros no somos superhumanos que pueden hacer caer a una persona al suelo con solo apretar el puño».

Sentía algo de envidia por aquella habilidad.

«Sí, es una pena, porque resultaría de mucha utilidad cuando alguien te pusiera de los nervios».

Lanzó una mano hacia delante y golpeó mi pierna.

«¿Y qué demonios era eso? Ella… esa mujer malvada del traje de chaqueta… no mencionó nada al respecto».

«Prácticamente todas las mujeres con traje de chaqueta son malvadas».

Kat inclinó la cabeza hacia un lado. «Vale, estoy de acuerdo con eso, pero ¿podemos concentrarnos?»

«Ahora que estás de acuerdo, sí». Estiré una mano hacia ella y le pellizqué la nariz, lo que hizo que me lanzara una mirada envenenada. «Necesitamos salir de aquí ahora mismo, y rápido».

«Estoy de acuerdo». Apartó mi mano de un manotazo cuando volví a llevarla hacia su nariz.

«No te ofendas, pero no tengo ganas de ponerme a hacer bebés extraños contigo ahora».

Me atraganté de risa. «Sería una bendición tener un hijo mío. Admítelo».

Ella puso los ojos en blanco.

«En serio, tu ego no conoce límites, da igual la situación».

«Oye, me gusta ser coherente».

«Eso sí que lo eres», dijo, y su voz sonó seca en mis pensamientos.

«Por mucho que me encante la idea del proceso de hacer un bebé contigo, no va a suceder en estas circunstancias».

Un bonito rubor cubrió sus mejillas.

«Me alegra que pensemos lo mismo, colega».

Me reí.

«Necesitamos conseguir el LH-11 y ponernos en contacto con Luc de algún modo. Pero eso parece imposible». La mirada de Kat fue hasta la puerta cerrada. «Ni siquiera sabemos dónde lo almacenan».

«Nada es realmente imposible —le recordé—. Pero creo que sí que necesitamos otro plan».

«¿Alguna sugerencia?» Se quitó la goma elástica del pelo y comenzó a desenredárselo. «Tal vez podríamos soltar a los orígenes por el complejo. Apuesto a que eso sería suficiente distracción. O tal vez podrías tomar la forma de uno de los miembros del personal de aquí…»

Eran buenas ideas, pero había problemas: seguro que Dédalo tenía defensas por si se daba el caso de que un Luxen se transformara en otra persona, ¿y cómo conseguiríamos llegar hasta el otro edificio para liberar a un montón de supersoldados en miniatura?

Kat se volvió hacia mí, mordiéndose el labio inferior mientras estiraba una mano. Sus dedos atravesaron la luz y me tocaron el brazo. Mi cuerpo entero dio una sacudida. En mi forma auténtica, era hipersensible.

«No son ideas muy buenas, ¿verdad?»

«Son ideas geniales, pero…»

«Difíciles de realizar». Subió la mano por mi brazo, inclinando la cabeza hacia un lado mientras su mirada me recorría. Mi luz se reflejaba en sus mejillas, dándole un resplandor rosado. Era hermosa, y yo estaba desesperadamente enamorado de ella.

Su barbilla subió y ella tomó aliento con brusquedad, abriendo mucho los ojos.

Vale, tal vez le dijera eso a ella en lugar de pensarlo para mí mismo.

«Lo has hecho. —Una pequeña sonrisa dividió sus labios—. Me ha gustado oírlo. Mucho».

Me puse de rodillas para que mis ojos quedaran a la altura de los suyos y le coloqué la mano en la mejilla.

«Te prometo que este no va a ser nuestro futuro, gatita. Voy a darte una vida normal».

Sus ojos relucieron.

«No espero una vida normal. Tan solo espero una vida contigo».

Vale, eso me provocó una alocada sensación en el corazón. Fue como si dejara de latir durante un momento, y estuve muerto delante de ella durante un segundo.

«A veces pienso que no…»

«¿Qué?»

Negué con la cabeza. No importaba. Bajé la mano y me aparté, rompiendo el contacto.

«Luc dijo que lo sabría en cuanto obtuviera el LH-11. Es obvio que la persona que tiene aquí debe de estar cerca de nosotros. ¿Se te ocurre alguien que podría ser amistoso?»

«No lo sé. Los únicos con los que he estado realmente son el doctor, el sargento y Archer. —Hizo una pausa, arrugando la nariz. Siempre lo hacía cuando se concentraba—. ¿Sabes?, creía que Archer no estaba muy bien de la cabeza, pero sabiendo que es uno de ellos, un origen… no sé qué pensar de él».

Reflexioné sobre eso durante un momento.

«Se ha portado bien contigo, ¿verdad?»

Parte del color abandonó sus mejillas. «Sí, lo ha hecho».

Conté hasta diez antes de continuar, y entonces dije:

«¿Y los demás no lo han hecho realmente?»

Ella no respondió de inmediato.

«Hablar sobre eso no va a ayudarnos a salir de aquí».

«Probablemente no, pero…»

—Daemon —dijo en voz alta, estrechando los ojos, y a continuación volvió a hablar en mi cabeza:

«Necesitamos un plan para salir de aquí. Eso es lo que necesito. No una sesión de terapia».

Me puse en pie. «No sé. La terapia podría ayudar con ese genio que tienes, gatita».

«Lo que tú digas. —Cruzó los brazos y frunció los labios—. Así que, ¿qué otras opciones puede haber? Suena como si todo fuera a ser un intento desesperado. Y da igual lo que tratemos de hacer; si nos pillan, estaremos bien jodidos».

Contuve el aliento mientras volvía a mi forma humana y sacudí los hombros.

—Parece que sí —admití.

KATY

Pasaron los días y, aunque no hubo más orígenes desbocados por el complejo, y nadie trató de coaccionarnos a Daemon y a mí para hacer bebés como si no hubiera un mañana, notaba una sensación general de inquietud.

Mis pruebas de presión habían regresado, pero ya no había ningún otro híbrido. Por alguna razón se me alejaba de los demás, aunque yo sabía que continuaban estando ahí. Durante las pruebas, me forzaban a utilizar la Fuente para una versión muy retorcida del tiro al blanco.

Pero sin pistolas ni balas.

Seguía pareciéndome increíble que realmente estuvieran entrenándome, como si me hubieran reclutado para algún ejército. Un día antes o así, cuando estábamos en el baño, había vuelto a preguntarle a Daemon por los otros Luxen.

Una mirada de sorpresa recorrió su cara.

—¿Qué?

Tener una conversación sabiendo que probablemente estuvieran escuchándonos era difícil. Le había contado muy rápidamente y en voz baja lo de Shawn y lo que había dicho Dasher.

—Eso es una locura. —Había negado con la cabeza—. Quiero decir que seguro que hay Luxen ahí fuera que odian a los humanos, pero ¿una invasión? ¿Miles de Luxen volviéndose contra la humanidad? No me lo trago.

Y podía comprender que no lo hiciera. Yo también quería creerlo. No pensaba que tuviera razones para mentirme, pero Dédalo tenía muchas facetas. Alguna de ellas debía ser cierta.

Todo aquello era mucho más grande que Daemon y que yo. Queríamos salir de ahí, tener un futuro donde no fuéramos un extraño experimento científico ni nos controlara una organización secreta, pero lo que estaba haciendo Dédalo con los orígenes tenía implicaciones que iban muchísimo más allá de lo que cualquiera de nosotros era capaz de comprender.

No dejaba de pensar en las películas de Terminator, en cómo los ordenadores cobraron conciencia y luego la tomaron con el mundo. Solo había que coger los ordenadores y reemplazarlos por los orígenes. Maldita sea, podríamos reemplazarlos con Luxen, Arum o híbridos, y tendríamos un apocalipsis entre las manos. Las cosas así nunca acababan bien en las películas y en los libros. ¿Por qué iba a ser diferente en la vida real?

Tampoco se nos habían ocurrido más planes de escape. Éramos un poco patéticos al respecto, y quería enfadarme con Daemon por haberse expuesto a todo aquello sin ningún plan claro, pero no podía hacerlo porque lo había hecho por mí.

Poco después de que me trajeran la comida, Archer apareció para escoltarme hasta la consulta médica. Esperaba ver a Daemon, pero ya lo habían llevado antes. Odiaba no saber qué pasaba con él.

—¿Qué vamos a hacer hoy? —le pregunté, sentándome en la mesa. Estábamos solos en la habitación.

—Estamos esperando al doctor.

—Eso ya lo había supuesto. —Miré a Archer y tomé aliento profundamente—. ¿Qué se siente siendo un origen?

Él cruzó los brazos.

—¿Qué se siente siendo una híbrida?

—No lo sé. —Me encogí de hombros—. Supongo que me siento como siempre.

—Exacto —replicó él—. No somos tan diferentes.

Él era completamente diferente a cualquier cosa que hubiera visto.

—¿Conoces a tus padres?

—No.

—¿Y eso no te molesta?

Hubo una pausa.

—Bueno, no es algo a lo que le haya dedicado muchos pensamientos. No puedo cambiar el pasado. Hay muy pocas cosas que pueda cambiar.

Odiaba ese tono afable, como si nada de todo aquello le afectara en absoluto.

—Entonces, ¿eres lo que eres? ¿Y eso es todo?

—Sí. Eso es todo, Katy.

Levanté las piernas y me senté con ellas cruzadas.

—¿Te criaste aquí?

—Sí. Crecí aquí.

—¿Alguna vez has vivido en otro lugar?

—Sí, durante un corto periodo de tiempo. Cuando crecí nos trasladaron a un lugar diferente para nuestro entrenamiento. —Hizo una pausa—. Estás haciendo muchas preguntas.

—¿Y? —Reposé la barbilla sobre el puño—. Siento curiosidad. ¿Alguna vez has vivido por tu cuenta allí fuera?

Su mandíbula se tensó, y después negó con la cabeza.

—¿Alguna vez has querido hacerlo?

Abrió la boca y después la cerró. No respondió.

—Sí lo has querido. —Sabía que tenía razón. No podía ver sus ojos bajo la boina y su expresión no había cambiado, pero lo sabía—. Pero no te dejarán, ¿verdad? ¿Nunca has ido a un colegio normal? ¿Ni a un McDonald’s?

—Sí que he ido a un McDonald’s —respondió secamente—. Y también a un Burger King.

—Bueno, pues felicidades. Ya lo has visto todo.

Torció la boca.

—No es necesario que seas sarcástica.

—¿Alguna vez has ido a un centro comercial? ¿A una biblioteca normal? ¿Alguna vez te has enamorado? —Lanzaba preguntas sin parar, sabiendo que probablemente estaba poniéndolo de los nervios—. ¿Alguna vez te has disfrazado por Halloween para ir a pedir caramelos? ¿Celebras la Navidad? ¿Alguna vez has comido un pavo demasiado cocinado y has fingido que sabía bien?

—Supongo que tú has hecho todas esas cosas. —Cuando asentí con la cabeza, él dio un paso hacia delante y de pronto estuvimos cara a cara. Se inclinó tanto que la boina me tocaba la frente. Me impresionó, porque no lo había visto moverse, pero me negué a alejarme. Apareció una pequeña sonrisa en sus labios—. También supongo que estás haciéndome todas estas preguntas por algún motivo. Tal vez quieres demostrarme de algún modo que no he vivido, que no he experimentado la vida, todas las cosas mundanas que dan a una persona razones por las que vivir. ¿Eso es lo que estás tratando de hacer?

Tragué saliva, incapaz de apartar la mirada de él.

—Sí.

—No tienes que demostrarme eso ni hacérmelo ver —dijo, y después se puso rígido. No habló en voz alta, pero escuché sus siguientes palabras en mi cabeza.

«Ya sé que no he vivido de verdad ni un solo día, Katy. Todos nosotros lo sabemos».

Jadeé ante la intrusión de su voz y la sombría desesperanza de sus palabras.

—¿Todos vosotros? —susurré.

Él asintió y dio un paso hacia atrás.

—Todos nosotros.

La puerta se abrió y nos silenció. Entró el doctor Roth, seguido por el sargento, Nancy y otro guardia. Nuestra conversación se alejó de mis pensamientos rápidamente. Ver al sargento y a Nancy juntos nunca era una buena señal.

Roth fue directamente hasta la bandeja y comenzó a revolver entre los instrumentos que había allí. Se me heló la sangre cuando cogió un bisturí.

—¿Qué está pasando?

Nancy se sentó en una silla situada en la esquina, con su fiel sujetapapeles en la mano.

—Tenemos más pruebas que hacer, y necesitamos avanzar.

Recordé la última prueba para la que habíamos necesitado un bisturí y me puse pálida.

—¿Detalles?

—Ya que has demostrado haber tenido una mutación estable, podemos centrarnos ahora en el aspecto más importante de las habilidades Luxen —explicó Nancy, aunque yo no la miraba. Mis ojos estaban fijos en el doctor Roth—. Daemon ha demostrado tener un control excelente sobre la Fuente, como era de esperar. Ha superado todas sus pruebas, y la última curación que te hizo fue exitosa, pero tenemos que asegurarnos de que es capaz de sanar heridas más severas antes de que podamos traer ningún sujeto.

El estómago me dio un vuelco, y las manos me temblaron mientras me aferraba al borde de la mesa.

—¿Qué quieres decir?

—Antes de que podamos traerle humanos, debemos asegurarnos de que es capaz de sanar una herida severa. No hay razones para traer sujetos humanos si no es capaz de hacerlo.

Oh, Dios…

—Puede sanar heridas severas —solté, encogiéndome cuando el doctor se puso frente a mí—. ¿Cómo creéis que muté, para empezar?

—A veces se trata de un golpe de suerte —dijo el sargento Dasher, y se dirigió hasta el otro lado de la mesa.

Tomé aire, pero mis pulmones parecían haber dejado de funcionar. Dédalo apenas era capaz de replicar la mutación y había obligado a Beth y Dawson a hacer cosas horribles, intentando que Dawson mutara a otros humanos. Lo que Dédalo no sabía era que había que tener un deseo auténtico, una necesidad detrás de la curación. Un deseo y una necesidad como el amor. Por eso es por lo que resultaba tan difícil de replicar.

Estuve a punto de decírselo para salvar el pellejo, pero entonces me di cuenta de que probablemente no supondría ninguna diferencia. Will no me había creído cuando se lo había dicho. No había ciencia alguna detrás de todo aquello. Hacía que todo lo de curar pareciera casi mágico.

—Hemos aprendido de la última vez que tener a Daemon en la habitación durante el proceso no es una buena idea. Lo traerán cuando terminemos —continuó Dasher—. Túmbate boca abajo, Katy.

Noté algo de alivio cuando me di cuenta de que sería muy difícil cortarme la garganta si estaba tumbada boca abajo, pero traté de retrasarlo de todos modos.

—¿Y si no puede sanarme? ¿Y si fue un golpe de suerte?

—Entonces todo este experimento habrá terminado —replicó Nancy desde su esquina—. Pero creo que tanto tú como yo sabemos que ese no será el caso.

—Si sabes que ese no será el caso, entonces, ¿por qué tenéis que hacer esto?

No era solo el dolor lo que estaba tratando de evitar. No quería que llevaran ahí a Daemon y lo hicieran pasar por todo aquello. Había visto lo que eso le había hecho a Dawson, lo que le habría hecho a cualquier persona.

—Tenemos que hacer pruebas —dijo el doctor Roth, con mirada comprensiva—. Podríamos sedarte, pero no tenemos forma de saber cómo afectaría eso al proceso.

Mis ojos fueron hasta Archer, pero él apartó la mirada. No iba a conseguir ayuda de él. No iba a conseguir ayuda en ningún lugar de aquella habitación. Iba a suceder, e iba a ser una mierda.

—Ponte boca abajo, Katy. Cuanto antes lo hagas, antes terminará todo. —El sargento Dasher colocó las manos sobre la mesa—. Si no, te obligaremos nosotros.

Levanté la mirada, fijé mis ojos en los suyos y cuadré los hombros. ¿Realmente pensaba que iba a hacerlo por voluntad propia y a ponérselo tan fácil a todos? Pues iba listo.

—Entonces tendrás que obligarme —le dije.

Me tumbó boca abajo con bastante rapidez. Resultaba bastante embarazoso lo rápido que me había hecho girar con la ayuda del otro guardia que había entrado con ellos. Dasher me sujetó los pies, y el guardia me sujetó las manos detrás de la cabeza. Me sacudí como un pez durante unos segundos, hasta que me di cuenta de que no serviría de nada.

Lo único que podía levantar era la cabeza, lo que ponía mis ojos al nivel del pecho del guardia.

—Hay un lugar especial en el infierno para vosotros.

Nadie respondió; al menos, no en voz alta.

La voz de Archer invadió mi cabeza.

«Cuando te lo diga, cierra los ojos y respira hondo».

Demasiado asustada como para prestar atención siquiera a lo que estaba diciendo, o pensar por qué estaba tratando de ayudarme, jadeé en busca de aliento.

Me levantaron la parte posterior de la camiseta y el aire frío recorrió mi piel, enviando una oleada de escalofríos desde mi columna hasta mis hombros.

Oh, Dios. Oh, Dios. Oh, Dios. Mi cerebro estaba apagándose, y el miedo tomaba el control con garras afiladas como cuchillas.

«Katy».

El borde frío del bisturí descendió hasta mi piel, justo debajo del omóplato.

«Katy, ¡respira hondo!»

Abrí la boca. El doctor movió el brazo rápidamente y noté el fuego en mi espalda, un intenso y profundo dolor ardiente que me atravesó la piel y el músculo.

No respiré profundamente. No podía.

Grité.