El Cardenio encadenado
LibroHuido: Nombre que recibe cualquier personaje que está fuera de su libro y se mueve por el trasfondo de una obra (o más raramente por la trama). Puede que esté perdido, de vacaciones, que forme parte del Programa de Intercambio de Personajes o sea un criminal dispuesto a causar el mal. Véase bowdlerizadores.
Textador: Nombre que recibe en la jerga un LibroHuido relativamente inofensivo (habitualmente juvenil) que navega de libro en libro por deseo de aventura y raramente aparece en la trama principal pero que, en ocasiones, provoca pequeños cambios en el texto y/o en el argumento.
GATO DE AU DE W
La guía de Jurisficción al salto de libros (glosario)
Harris Tweed y el gato de Cheshire me llevaron a la Biblioteca. Nos sentamos en un banco delante del Boojumento y Harris me miró fijamente mientras el gato, cortés en todo momento, me traía una empanadilla del bar situado junto al almacén del señor Wemmick.
—¿Dónde la encontró? —preguntó Harris. A esas alturas ya estaba acostumbrada a sus modales agresivos. Si me hubiese tenido en tan poca consideración como manifestaba, entonces yo no habría estado allí. El gato metió la cabeza entre nosotros y dijo.
—¿Fría o caliente?
—Caliente, por favor.
—Vale —dijo, y volvió a desaparecer.
Expliqué el salto de Havisham desde el sótano de la Goliath hasta la etiqueta de lavado; Tweed quedó claramente impresionado. Muchos años antes había sido aprendiz del comandante Bradshaw, y la precisión de Bradshaw en el salto de libros era tan poca como mucha era la de Havisham… de ahí el interés del comandante por los mapas.
—Una etiqueta de lavado. Verdaderamente es impresionante —murmuró Harris—. No muchos ARP intentarían saltar a ciegas con menos de cien palabras. Havisham se arriesgó mucho con usted, señorita Next. Gato, ¿qué opinas?
—Opino —dijo el gato, pasándome una empanadilla que quemaba— que has olvidado la comida para gatos Mininoliciosa que prometiste, ¿eh?
—Lo siento —respondí—. La próxima vez.
—Vale —dijo el gato.
—Bien —dijo Harris—, vamos a lo que importa. Díganos, ¿quiénes son los principales implicados en el descubrimiento del Cardenio?
—Bien —empecé a decir—, tenemos a lord Volescamper, un noble… que dijo haberlo encontrado en su biblioteca. Un tipo amigable… algo patoso. Luego está Yorrick Kaine, político whig que tiene la esperanza de usar la distribución libre de la obra para ganarse el voto Shakespeare en las elecciones de mañana.
—Veré si puedo encontrar de qué libro han salido… si han salido de alguno —dijo el gato, y se fue.
—¿Es eso probable? —pregunté—. Volescamper está ahí desde antes de la guerra, y Kaine lleva al menos cinco años metido en política.
—No significa nada, señorita Next. Mellors tuvo esposa y familia en Slough durante dos décadas y Heathcliff trabajó en Hollywood tres años con el nombre de Buck Stallion. En ninguno de los dos casos nadie sospechó nada.
—Hábleme del Cardenio —dije—. Es el ejemplar de la Biblioteca, ¿no?
—Sin duda. Su desaparición hace un mes fue muy vergonzosa… a pesar de las complejas medidas de seguridad alguien logró llevárselo bajo los mismos bigotes del gato. Está muy molesto por ese asunto.
—¿Has dicho Vigo o whig? —preguntó el gato, que había reaparecido.
—He dicho whig —respondí—, y me gustaría que dejases de aparecer y desaparecer tan de repente: me mareas un poco.
—Vale —dijo el gato, y en esta ocasión se desvaneció muy despacito, comenzando por la punta de la cola y acabando por la sonrisa.
—No parece particularmente molesto —comenté.
—Las apariencias engañan… En el caso del gato, triplemente. La noticia del descubrimiento del Cardenio en su mundo casi le provoca una apoplejía a Bellman. Estaba completamente a favor de montar una de sus expediciones alocadas y habitualmente infestadas de boojums. Tan pronto como descubrí que Kaine iba a convertir en propiedad pública el Cardenio, supe que debíamos actuar, y rápido.
—Pero una cosa —dije. La cabeza me daba vueltas un con tanta información nueva—. ¿Por qué es tan importante que el Cardenio siga perdido? Es una obra brillante.
—No espero que lo comprenda —respondió Tweed—. Una vez que una obra o libro se pierde, perdido está. Siempre hay una razón. Además, si el resto del mundo de los libros descubriera que se puede ganar algo llevándose libros de la biblioteca, entonces esto sería un infierno.
Reflexioné un segundo.
—Vale, ¿qué hago aquí?
—Está claro que ésta no es una misión para aprendices, pero, señorita Next, conoce usted la distribución de Vole Towers así como a los sospechosos principales. ¿Sabe dónde guardan el Cardenio?
—En una caja fuerte con llave y cerradura de combinación dentro de la propia biblioteca.
—Bien. Primero debemos entrar. ¿Puede recordar algún otro libro presente en la biblioteca?
Pensé un momento.
—Había una primera edición muy rara de Decadencia y caída de Evelyn Waugh.
—Vamos —dijo Tweed abruptamente—. Adelante.
Tomamos el ascensor hasta el piso «W» de la Biblioteca, encontramos el ejemplar que buscábamos y pronto estuvimos en el libro, pasando de puntillas por una zona ruidosa del jardín del Scone College. Tweed se concentró en el salto externo y unos momentos después estábamos de pie en la biblioteca cerrada de Vole Towers.
—Gato —dijo Harris, mirando por la biblioteca desordenada—, ¿me recibes?[33]
«Basta con un simple "sí". Envía a los revientacajas a través de Decadencia y caída. Si se encuentran con el capitán Grimes, bajo ninguna circunstancia deben prestarle dinero. ¿Hay algo sobre Volescamper o Kaine?[34]
»¡Maldición! —exclamó Tweed—. Era demasiado esperar que fuesen tan estúpidos como para usar sus verdaderos nombres.
De pronto aparecieron dos hombres a nuestro lado y Harris les señaló la caja fuerte. Uno vestía un exquisito traje de noche sobre el que, despreocupadamente, se había echado una capa. El otro vestía un traje de lana más sobrio y traía una bolsa que, una vez abierta, mostró una variedad de hermosas herramientas para reventar cajas fuertes. Después de dedicar unos momentos a examinar con ojos de experto la caja de la biblioteca, el mayor de los dos se quitó la capa y la chaqueta, tomó el estetoscopio que le ofrecía su compañero y escuchó los ruidos de la cerradura mientras giraba delicadamente la rueda de las combinaciones.
—¿Ése es Raffles? —susurré—. ¿El caballero ladrón?
Harris asintió, mirando la hora.
—Con su ayudante, Bunny. Si alguien puede abrir la caja, son ellos.
—¿Quién cree que robó el Cardenio?
—Evidentemente, alguien de dentro de los libros, de eso estamos completamente seguros. El problema radica en encontrarlo. Hay varios millones de candidatos posibles y cualquiera de ellos podría haber desertado, haber saltado fuera de su libro, haber robado el Cardenio y haberlo traído hasta aquí.
—¿Cómo se sabe si alguien es un impostor o no?
Harris me miró.
—Con mucha dificultad. ¿Cree que pertenezco aquí, a su mundo?
Miré al hombre bajito vestido con el elegante traje de espiguilla y usé el dedo para tocarle delicadamente el pecho. Para mí era tan real como cualquier otra persona que hubiese conocido, dentro o fuera de los libros. Tomó aliento, sonrió, frunció el ceño. ¿Cómo se suponía que debía distinguirlo?
—No sé. ¿Ha salido de una novela de detectives de los años veinte?
—Se equivoca —respondió Harris—. Soy tan real como usted. Tres días a la semana trabajo como operador de señales de Skyrail. Pero ¿cómo podría yo demostrarlo? Igualmente podría ser un personaje secundario de una novela que nadie conoce. La única forma segura de saberlo sería tenerme en observación durante dos meses… ése es más o menos el límite de tiempo que un personaje libresco puede estar fuera de su libro. Pero ya basta. Nuestra máxima prioridad es recuperar el manuscrito. Después podremos empezar a decidir quién es quién.
—¿No hay un método más rápido?
—Sólo hay otro que yo sepa. Ninguna persona de un libro estaría dispuesta a recibir un balazo; si uno intenta dispararle lo más probable es que salte.
—Un poco como eso que hacían de lanzar a las brujas al agua.
—No es el método ideal —dijo Harris con aspereza—. Soy el primero en admitirlo.
En media hora Raffles había deducido la combinación y en aquel momento se concentraba en el segundo mecanismo de cierre. Lentamente taladraba un agujero en el disco de combinación y para nuestros sentidos agudizados por los nervios la broca armaba un estruendo asombroso. Le mirábamos y le animábamos en silencio a ir más rápido cuando un ruido en la pesada puerta de la biblioteca nos obligó a girarnos. Harris y yo saltamos a cada lado mientras la rueda giraba y desplazaba los cierres de metal de los huecos en el marco de acero, y la puerta se abría lentamente. Raffles y Bunny, habituados a ser molestados, recogieron en silencio sus herramientas y se ocultaron tras una mesa.
—Mañana por la mañana a primera hora entregaremos el manuscrito a los editores —dijo Kaine entrando con Volescamper. Tweed los apuntó con su automática y dieron un salto. Yo cerré la puerta y activé el mecanismo de cierre antes de registrarlos.
—¿Qué significa esto? —dijo Volescamper furioso—. ¿Señorita Next? ¿Es usted?
—La misma que viste y calza, Volescamper.
Yorrick Kaine se había puesto carmesí.
—¡Ladrones! —escupió—. ¡Cómo se atreven!
—No —respondió Harris, llevándolos al centro de la estancia e indicándole a Raffles que siguiese trabajando—. Sólo hemos venido a recuperar el Cardenio… que no pertenece a ninguno de ustedes dos.
—Vamos a ver, no sé de qué están hablando —se puso a decir Volescamper con enfado—, pero esta casa está rodeada de agentes de OE-14… no hay forma de escapar. Y en cuanto a usted, señorita Next, ¡me decepciona profundamente su perfidia!
—¿Qué opina? —le dije a Harris—. Su indignación parece genuina.
—Lo parece… pero tiene menos que ganar de todo esto que Kaine.
—Tiene razón… apuesto por Kaine.
—¡¿De qué hablan?! —exigió saber Kaine furioso—. El manuscrito pertenece a la literatura. ¿Cómo creen que van a vender algo así en el mercado? Es posible que crean que pueden salirse con la suya, ¡pero moriré antes de permitir que se lleven una herencia literaria que nos pertenece a todos nosotros!
—Bien, no sé —añadí—. Kaine también es bastante convincente.
—Hay que recordar que es un político.
—Cierto —respondí, chasqueando los dedos—. Lo había olvidado. ¿Y si no es ninguno de los dos?
No tuve tiempo para la respuesta porque se produjo un estruendo en algún punto de la fachada de la casa y se oyó el sonido de una explosión. Un gemido gutural llegó hasta mis oídos seguido de los gritos aterrorizados de un hombre que sufría un horror mortal. Un escalofrío me recorrió la columna y tuve la certeza de que todos los presentes también lo habían oído. Incluso el implacable Raffles se detuvo un momento antes de ponerse a trabajar un pelín más rápido.
—¡Gato! —exclamó Harris—. ¿Qué pasa?[35]
»¿La Bestia Cazadora? —exclamó Tweed—. ¿La Bramadora? Llama de inmediato al rey Pelinor.[36]
—¿La Bestia Cazadora? —pregunté—. ¿Eso es malo?
—¿Malo? —respondió Harris—. Es lo peor. La Bestia Cazadora nació en la tradición oral, antes de los libros, por lo que todo horror oscuro que surge de la imaginación humana debe su existencia a la antigua Bramadora. Posee muchos nombres, pero su objetivo es siempre el mismo: muerte y destrucción. Tan pronto como atraviese la puerta todos los presentes estaremos completamente muertos.
—¿Atravesará la puerta de la bóveda?
—Todavía no se ha creado la barrera que pueda resistirse a la Bestia Cazadora… excepto Pelinor; ¡lleva años persiguiéndola!
Harris se volvió hacia Kaine y Volescamper.
—Pero algo nos aclara. Uno de vosotros es ficticio. Uno de vosotros ha invocado a la Bestia Cazadora. ¡Quiero saber quién ha sido!
Los dos prisioneros miraron a Tweed con expresión confundida. Se oyó otro gemido bajo, la ametralladora de la puerta principal calló y el sonido de la madera partiéndose llegó a nuestros oídos cuando la Bestia Cazadora forzó la entrada principal… y acercó su forma odiosa a la biblioteca.
—¡Gato! —volvió a gritar Tweed—. ¿Dónde está ese rey Pelinor que he pedido?[37]
»Sigue intentándolo, gato —murmuró Tweed—. Todavía nos quedan unos minutos. Next… ¿tiene alguna idea?
Negué con la cabeza. Los acontecimientos me habían superado.
Se oyó un crujido cuando la Bestia Cazadora recorrió el pasillo entre gritos de terror y disparos esporádicos de rifles.
—¿Raffles? —gritó Tweed—. ¿Cuánto tiempo falta?
—Dos minutos, viejo amigo —respondió el revientacajas sin dejar de trabajar ni alzar la vista. Había terminado de taladrar el agujero, fabricó un pequeño embudo con arcilla, lo pegó al lateral de la caja y vertió en él lo que parecía nitrógeno líquido.
La batalla del exterior pareció aumentar de ferocidad con gritos, explosiones de granada, aullidos y el rugido de las armas automáticas hasta que, tras una potente explosión que agitó las luces del techo y movió los libros, todo quedó en paz.
Nos miramos. Incluso Volescamper y Kaine guardaban silencio. Luego se oyó una delicada llamada al otro lado de la puerta de acero. Hubo una pausa, luego otra llamada.
—¡Gracias al cielo! —dijo Tweed aliviado—. El rey Pelinor debe de haber llegado y la ha hecho huir. Señorita Next, abra la puerta.
Pero no lo hice. No me fiaba de las bestias odiosas surgidas de los más profundos recovecos de la imaginación humana, por lo que no me moví. Y estuvo bien que no lo hiciese. El siguiente golpe fue más potente y el siguiente a ése todavía más violento; la puerta se dobló un poco.
—¡Maldición! —exclamó Tweed—. ¿Por qué nunca hay un Pelinor cerca cuando hace falta? ¡Raffles, no nos queda mucho tiempo!
—Sólo unos minutos más… —repuso Raffles con tranquilidad, dando golpecitos a la puerta de la caja mientras Bunny le daba a la manilla.
Tweed me miró mientras la puerta de la biblioteca se doblaba bajo otro pesado golpe; una larga grieta se abrió en el acero y la rueda se rompió y cayó al suelo. Ya no faltaba mucho.
—Vale —dijo Tweed reacio, agarrándome del codo en previsión del salto—, ya está. Raffles, Bunny, ¡fuera de aquí!
—Sólo un momento más… —respondió el revientacajas, que estaba acostumbrado a las situaciones difíciles y no quería rendirse ante una caja fuerte, fueran cuales fuesen las consecuencias.
La puerta de acero se dobló al cargar la Bestia Cazadora con todas sus fuerzas; los libros cayeron de los estantes levantando una nube de polvo. Luego, cuando la Bestia Cazadora se preparaba para otro golpe, tuve lo que me había faltado en la última media hora. Una idea. Me acerqué a Tweed y le susurré al oído.
—¡No! —dijo—. ¿Y si…?
Se lo volví a explicar; sonrió, asintió y yo empecé:
—Así que uno de los dos es ficticio —aseguré mirándolos.
—Y tenemos que descubrir cuál —comentó Tweed, apuntándolos con el arma.
—Podría ser Yorrick Kaine… —añadí mirando a Kaine, quien a su vez me miraba con furia, preguntándose qué estábamos tramando.
—… un político de derechas fracasado…
—… entusiasmado con la guerra…
—… y con recortar las libertades civiles.
Tweed y yo intercambiábamos frases tanto como nos atrevíamos, cada vez más rápido, con los golpes de la Bestia en el exterior igualando los golpes del martillo de Raffles en el interior.
—O quizá sea Volescamper…
—¿… un lord del viejo reino que quiere…
—… intentar recuperar…
—… el poder con la ayuda…
—… de sus amigos del partido whig?
—Pero lo que importa de todo este diálogo…
—… que ha ido pasando entre…
—… nosotros dos, es que una persona ficticia…
—… puede que ya no sepa quién está hablando.
—Y la verdad, con tantas emociones, yo también lo he olvidado.
Otro golpe contra la puerta. Un trozo de acero salió volando y me pasó junto a la oreja. La puerta estaba casi destrozada; el siguiente golpe dejaría entrar a la abominación.
—Así que vais a tener que plantearos una pregunta sencilla: ¿Cuál de nosotros dos habla ahora?
—¡Tú! —gritó Volescamper, señalándome correctamente. Kaine, demostrando sus raíces ficticias por su incapacidad para seguir diálogos sin asignar, señaló con el dedo… a Tweed.
Se corrigió con rapidez, pero para el político era demasiado tarde y lo sabía. Nos miró con furia, temblando de rabia. Sus modales encantadores parecían haberle abandonado al caer en nuestra trampa; la afabilidad cedió paso al desprecio, la cortesía sucumbió a las amenazas torpes.
—Escuchen —gruñó Kaine, intentando recuperar el control de la situación—, los dos están nadando en aguas muy profundas. Si intentan arrestarme, les puedo poner las cosas muy difíciles… Una llamada de notaalpiéfono por mi parte y los dos podrían pasar la próxima eternidad en vigilancia de gramásitos dentro del OED.
Pero Tweed también estaba hecho de material resistente.
—He cerrado argujeros en Drácula y Biggles vuela a Oriente —respondió sin inmutarse—. No me asusto con facilidad. Retire a la Bramadora y ponga las manos sobre la cabeza.
—Dejadme el Cardenio… sólo hasta mañana —añadió Kaine, cambiando abruptamente de táctica y forzando una sonrisa—. A cambio puedo daros lo que queráis. Poder, dinero… un ducado, Cornwall, intercambio de personajes en Hemingway… ¡lo que queráis, Kaine os lo dará!
—No tiene nada de valor con lo que negociar, señor Kaine —le dijo Tweed, agarrando con fuerza la pistola—. Por última vez…
Pero Kaine no estaba dispuesto a dejarse atrapar vivo ni en ningún otro estado. Nos maldijo con una dolorosa excursión al décimosegundo círculo del Infierno y desapareció antes de que Tweed pudiese disparar. La bala se hundió sin causar daño en una colección completa de la revista Punch. Al mismo tiempo la puerta de acero se abrió. Pero en lugar de una pestilente bestia del infierno conjurada desde las profundidades de las fantasías más depravadas de la humanidad, sólo entró una helada corriente de aire, trayendo consigo el olor de la muerte. La Bestia Cazadora se había desvanecido tan rápido como su amo, de vuelta a la tradición oral y a cualquier libro tan desafortunado como para tenerla como personaje.
—¡Gato! —gritó Tweed mientras se guardaba el arma—. Tenemos un LibroHuido. ¡Necesito un librosabueso tan rápido como sea posible![38]
Volescamper se sentó en una silla y puso cara de desconcierto.
—Es decir… —tartamudeó incrédulo—. ¿Kaine era…?
—Totalmente ficticio… sí —respondí, poniéndole una mano sobre el hombro.
—¿Quiere decir que después de todo el Cárdenlo no pertenecía a la biblioteca de mi abuelo? —preguntó, la confusión cediendo a la tristeza.
—Lo lamento, lord Volescamper —le dije—. Kaine robó el manuscrito. Usó su biblioteca como tapadera.
—Y si yo fuese usted —añadió Tweed en un comentario menos amable—, me iría al piso de arriba y fingiría haber estado dormido todo este rato. No nos ha visto, no nos ha oído, no sabe nada sobre lo sucedido aquí.
—¡Bingo! —gritó Raffles cuando giró la manilla de la caja, destrozando el cierre congelado del interior y abriéndola. Raffles me pasó el manuscrito antes de que él y Bunny se desvaneciesen para regresar a su propio libro, únicamente con las gracias de Jurisficción como recompensa por sus esfuerzos… un artículo valioso en el lado de la ley que ocupaban.
Le pasé el Cardenio a Tweed. Posó una mano sobre la obra recobrada y mostró una sonrisa muy poco común.
—Un diálogo trampa sin indicaciones, Next… eso es pensar rápido. Quién sabe, ¡es posible que lleguemos a convertirla en agente de Jurisficción!
—Bien, gracias…
—¡Gato! —volvió a aullar Tweed—. ¿Dónde está ese maldito librosabueso?[39]
De la nada apareció un enorme sabueso de aspecto triste, nos miró lúgubre, emitió una especie de suspiro de desesperación perruna y luego comenzó a olisquear profesionalmente los libros dispersos por el suelo. Tweed fijó una correa al collar del perro.
—Si fuese de los que se disculpan… —admitió, tirando de la correa del librosabueso, que había captado el rastro de una palabrota de Kaine—, lo haría. ¿Se unirá a mí en la búsqueda de Kaine?
Era tentador, pero recordé la predicción de papá.
—Mañana tengo que salvar al mundo —anuncié, sorprendiéndome a mí misma por la normalidad con que lo dije. Tweed ni siquiera pareció sorprendido.
—¡Oh! —dijo—. Bien, entonces en otra ocasión. ¡Adelante, caballero, a buscar!
El librosabueso ladró de emoción y salió disparado; Tweed agarró con fuerza la correa y los dos desaparecieron dejando una fina neblina y el olor del papel caliente.
—Supongo —dio lord Volescamper, interrumpiendo el silencio con voz abatida—, que esto significa que después de todo no formaré parte del gobierno de Kaine.
—La política está sobrevalorada —le dije.
—Quizá tenga razón —admitió, poniéndose en pie—. Bien, buenas noches, señorita Next. No vi nada, no oí nada, ¿correcto? —Nada en absoluto.
Volescamper suspiró y miró los restos destrozados del interior de su casa. Se acercó a la puerta retorcida de acero y se volvió para mirarme.
—Siempre tuve el sueño profundo. Mire, ¿por qué un día no se deja caer para tomar un té con pastas?
—Gracias, señor. Lo haré. Buenas noches.
Volescamper se despidió desganado con la mano y desapareció. Sonreí para mí por la revelación de la naturaleza ficticia de Kaine; imaginaba que no ser real debía de ser un tremendo obstáculo para convertirse en primer ministro, pero no podía evitar preguntarme cuánto poder ejercía realmente en el mundo de la ficción y si volvería a saber de él. Después de todo, el partido whig seguía existiendo, con o sin su líder. Aun así, Tweed era un profesional y yo tenía otras cosas de las que ocuparme.
Miré a lo largo del pasillo, más allá de las puertas pulverizadas. La parte delantera de Vole Towers estaba prácticamente destrozada; el tejado se había derrumbado y los escombros se amontonaban allí donde la Bramadora había luchado con los mejores agentes de OE-14. Atravesé la puerta retorcida y recorrí el pasillo en cuyo suelo y en cuyas paredes la piel acerada de la bestia había dejado profundas marcas. Los agentes de OpEspec 14 que quedaban se habían retirado para reagruparse y yo me escabullí en medio de la confusión. Esa noche nueve hombres buenos cayeron frente a la Bestia Cazadora. Los agentes recibirían todos ellos estrellas de OpEspec por su «Notable valor al enfrentarse a la Alteridad».
Mientras recorría el camino de gravilla alejándome de lo que quedaba de Vole Towers vi un corcel blanco galopando hacia mí. El guerrero que lo montaba llevaba una lanza en ristre y, detrás de él, un perro ladraba. Le indiqué al rey Pelinor que se detuviese.
—¡Ah! —dijo, alzándose la visera y mirándome—. ¡La doncella Next! ¿Ha visto a la Bestia Cazadora, qué, qué?
—Se ha ido —le expliqué—. Lo siento.
—Vaya, es una pena —anunció Pelinor con tristeza, dejando la lanza en el estribo—. Una verdadera pena, ¿eh? La encontraré, se lo digo. Es la suerte de los Pelinor, ir a buscar a la bestia bestial. Venga, ¡nos vamos!
Espoleó al caballo y galopó por el parque de Vole Towers. Los cascos de su montura levantaban grandes trozos de hierba y el enorme perro blanco corría tras él ladrando furiosamente.
Volví a mi apartamento después de hacer una llamada anónima a The Mole sugiriéndoles que confirmasen la verdadera existencia del Cardenio. El hecho de que todavía tuviese el apartamento confirmaba de una vez por todas que Landen no había regresado. Había cometido la estupidez de creer que la Goliath respetaría su parte del acuerdo. Me senté en la oscuridad durante un rato, pero incluso los tontos necesitan descansar, así que me eché a dormir debajo de la cama, por si acaso, lo que fue un acierto: a las tres de la madrugada la Goliath apareció, echó un buen vistazo y se fue. Seguí oculta por si acaso y me alegré de haberlo hecho porque OpEspec apareció a las cuatro de la madrugada e hizo exactamente lo mismo. Sabiendo que ya no me interrumpirían más, salí del escondite y me metí entre las sábanas. Estuve durmiendo de un tirón hasta las diez de la mañana.