Yorrick Kaine
En 1983, el joven Yorrick Kaine fue elegido líder de los whigs, en ese momento un partido pequeño y en general inconsistente cuyo deseo de volver a situar a la aristocracia en el poder y limitar el derecho al voto de los propietarios de viviendas lo había situado en la periferia más alejada de la escena política. La posición a favor de Crimea, acompañada del deseo de unificar las islas Británicas, le ayudó a obtener el apoyo nacionalista y, en 1985, los whigs tenían tres diputados en el Parlamento. Basaron su programa en ideas populistas como la de bajar el impuesto sobre el queso y la de ofrecer ducados como premio de la Lotería Nacional. Político astuto y estratega inteligente, Kaine ambicionaba el poder y estaba dispuesto a conseguirlo por cualquier medio.
J. P. MILLINER
Los nuevos whigs: de un humilde
comienzo al Cuarto Reiche
Me llevó dos horas convencer a la policía de que no iba a decirles nada sobre la señorita Havisham aparte de su dirección. Sin vacilar, recurrieron a un código legal ya amarillento y finalmente me acusaron de violar una ley muy poco conocida de 1621 y «permitir que una persona de dudosa catadura moral conduzca un caballo y un carro», pero tachando «caballo y carro» y sustituyéndolos por «coche»… lo que daba clara muestra de su desesperación. A la semana siguiente tendría que presentarme ante el juez. Intenté escabullirme del edificio para volver a casa pero…
—¡Ahí estás!
Me volví y esperé que mi gemido de dolor no fuese audible.
—Hola, Cordelia.
—Thursday, ¿estás bien? ¡Pareces un poco magullada!
—Quedé atrapada en un frenesí de ficción.
—Ya basta de tonterías… necesito que te reúnas con los ganadores del concurso.
—¿Tengo que hacerlo?
Flakk me miró muy seria.
—Es más que aconsejable.
—Vale —respondí—. Déjame ir al baño y estaré contigo dentro de cinco minutos. ¿Vale?
—¡Estupendo! —Cordelia sonrió.
Pero no fui al baño; subí a la oficina de detectives literarios.
—¡Thursday! —dijo Bowden cuando entré—. Le dije a Victor que tenías la gripe. ¿Cómo te ha ido?
—Creo que muy bien. He vuelto a entrar en los libros sin Portal de Prosa. Puedo hacerlo sola… más o menos.
—Estás de broma.
—No, hablo muy en serio. Landen casi está de vuelta. He conocido a la señorita Havisham.
—¿Qué tal es?
—Rara. Parece que en el interior de los libros hay algo muy parecido a OpEspec 27… todavía me faltan detalles. ¿Cómo van las cosas por aquí?
Me mostró un ejemplar de The Owl. El titular rezaba: «Hallada en Swindon nueva obra de Will.» El titular de The Mole era: «¡Sensación Cardenio!» y The Toad, como era de prever, abría con: «La estrella del criquet de Swindon, Aubrey Jambe, pillado en el baño con un chimpancé.»
—¿Entonces el profesor Spoon lo ha validado?
—Así es —respondió Bowden—. Esta tarde uno de nosotros debería llevar el informe a Volescamper. Esto es para ti.
Me entregó la bolsita de masa rosada junto con un informe del laboratorio forense de OpEspec. Le di las gracias y con tanto interés como confusión leí el análisis sobre el limo que papá me había entregado.
—«Azúcar, proteínas, grasas animales, calcio, sodio, maltodextrina, carboxymetilcelulosa, fenilalanina, compuestos complejos de hidrocarburos y trazas de clorofila.»
Miré el dorso del informe pero no descubrí nada más. En el laboratorio habían cumplido fielmente mi petición de un análisis… pero no me habían dicho nada nuevo.
—¿Qué significa, Bowd?
—A mí que me registren, Thursday. Están intentando encontrar el perfil de algún compuesto químico conocido, pero sin suerte hasta ahora. Quizá si nos dijeses de dónde lo sacaste.
—No creo que eso fuese muy conveniente. Yo entregaré el informe del Cardenio a Volescamper… quiero evitar a Cordelia. Di a los del laboratorio que el futuro del planeta depende de ellos. Eso los estimulará. Tengo que saber qué es esa sustancia rosada.
Vi a Cordelia esperando en el vestíbulo con su invitado, que tenía una bolsa del hotel Finis en una mano y una joven hija en la otra. Por desgracia para él, Spike Stoker pasaba en ese momento y Cordelia, deseosa de encontrar lo que fuese para entretener al ganador de la competición, evidentemente le había pedido que dijese algunas palabras. La expresión de horror absoluto en la cara de su invitado lo decía todo. Oculté el rostro tras el informe del Cardenio y dejé a Cordelia con el marrón.
Conseguí que me llevasen en un coche patrulla hasta la deteriorada Vole Towers. La mansión había cambiado mucho desde la última vez que estuve allí. Ahora estaba rodeada por los equipos de noticias, todos deseando informar de cualquier detalle relativo al descubrimiento del Cardenio. Dos docenas de unidades móviles estaban aparcadas en la gravilla infestada por la hierba, zumbando de actividad. Las antenas estaban orientadas hacia el cielo de la tarde, transmitiendo las imágenes a las estaciones repetidoras de las naves aéreas que habían sido redirigidas para enviar noticias a los televidentes ansiosos de todo el mundo. Por razones de seguridad, habían requerido los servicios de OpEspec 14 y los agentes se encontraban allí de pie, hablando tranquilamente, en general, eso parecía, sobre la aparente indiscreción de Aubrey Jambe con el chimpancé.
—¡Hola, Thursday! —dijo un guapo y joven agenté de OE-14 apostado en la puerta principal. Me daba rabia; yo no le reconocía. Que la gente a la que no conocía me saludase como si fuese amiga mía era algo que me había ocurrido con mucha frecuencia desde la erradicación de Landen; supuse que me acostumbraría.
—¡Hola! —le respondí al extraño en un tono igualmente amistoso—. ¿Qué pasa?
—Yorrick Kaine da una conferencia de prensa.
—¿En serio? ¿Qué tiene él que ver con el Cardenio?
—¿No te has enterado? ¡Lord Volescamper ha donado la obra a Yorrick Kaine y al partido whig!
—¿Por qué Volescamper iba a relacionarse con un político de derechas de poca monta que está a favor de Crimea y odia a los galeses como Kaine?
—¿Porque es un lord y quiere recuperar parte del poder perdido?
En ese momento otros dos agentes de OpEspec pasaron a nuestro lado y uno de ellos saludó al joven agente de la puerta y le dijo:
—¿Todo bien, Miles?
El guapo y joven agente de OE-14 dijo que todo estaba bien, pero se equivocaba… no todo estaba bien, al menos no para mí. Había pensado que acabaría tropezando con Miles en algún momento, pero no sin antes estar preparada. Le miré fijamente, con la esperanza de no manifestar la conmoción y la sorpresa. Él había estado en mi piso y me conocía mejor de lo que yo le conocía a él. El corazón me martilleó en el pecho e intenté decir algo inteligente e ingenioso, pero lo que me salió fue más o menos:
—¿Asterfobulongus?
—Disculpa, ¿qué has dicho?
—Nada.
Miles miró a izquierda y derecha y se acercó un poco más.
—Parecías un poco molesta cuando te llamé, Thursday. ¿Hay algún problema con nuestro acuerdo?
Le miré unos segundos en consternado silencio antes de murmurar:
—No… no, en absoluto.
—¡Bien! —dijo—. Debemos fijar una o dos citas.
—Sí —dije, funcionando en automiedo—, sí, debemos hacerlo. Tengo que irme… ciao.
Salí corriendo antes de que pudiese decirme nada. Frente a la puerta de la biblioteca me detuve para recuperar el aliento. Tarde o temprano iba a tener que hacerle preguntas directas. Decidí que, dadas las circunstancias, sería mejor tarde que pronto, así que atravesé las pesadas puertas metálicas y entré en la biblioteca. Yorrick Kaine y lord Volescamper estaban sentados a una mesa y el señor Swaike y dos guardias de seguridad colocados a ambos lados de la obra en sí, orgullosamente expuesta tras una placa de cristal antibalas. La conferencia de prensa iba por la mitad. Toqué en el brazo a Lydia Startright, que resulta que se encontraba muy cerca.
—¡Eh, Lyds! —dije susurrando.
—Eh, Thursday —respondió la reportera—. He oído que realizaste la autentificación inicial. ¿Es buena?
—Muy buena —respondí—. Está a la altura de La tempestad. ¿Qué pasa aquí?
—Volescamper acaba de anunciar oficialmente que entrega la obra a Yorrick Kaine y a los whigs.
—¿Por qué?
—¿Quién sabe? Espera, quiero hacer una pregunta.
Lydia levantó la mano. Kaine la señaló.
—¿Qué piensa hacer con la obra, señor Kaine? Hemos oído que hay ofertas que rondan los cien millones de libras.
—Buena pregunta —respondió Yorrick Kaine, poniéndose en pie—. En el partido whig damos las gracias a lord Volescamper por su amable generosidad. Soy de la opinión de que el Cardenio no es para que lo explote una persona o un grupo, por lo que el partido se propone ofrecer licencias gratuitas para que cualquiera que lo desee pueda representar la obra.
Se oyó un murmullo de emoción entre los periodistas. Era un acto de generosidad sin precedentes, especialmente viniendo de Kaine, pero más aún, era lo correcto, y de pronto la prensa sintió cariño por Yorrick. Fue como si Kaine, dos años antes, no hubiese propuesto la invasión de Gales o la reducción del derecho al voto el año anterior; sospeché de inmediato.
Hubo varias preguntas más sobre la obra y muchas respuestas bien ensayadas por parte de Kaine, quien parecía haberse redefinido como un patriarca bondadoso y compasivo en lugar del antiguo extremista. Cuando terminó la rueda de prensa, fui hacia la mesa y me acerqué a Volescamper, quien me miró extrañado durante un momento.
—El informe de Spoon —le dije, entregándole el expediente color ante—, sobre la autentificación… Hemos pensado que le gustaría verlo.
—¿Qué? ¡Por supuesto!
Volescamper aceptó el informe y lo ojeó con rapidez, antes de pasárselo a Kaine, quien pareció más interesado. Ni siquiera me miró pero, dado que evidentemente no me iba a marchar como si fuese una mensajera, Volescamper me presentó.
—¡Oh, sí! Señor Kaine, ésta es Thursday Next, de OpEspec 27.
Kaine apartó la vista del informe. De repente fue todo encanto y amistad duradera.
—¡Señorita Next! —dijo entusiasmado—. Leo sus aventuras con gran interés, y créame, ¡su intervención mejoró mucho la narración de Jane Eyre!
No me impresionaron ni él ni su falso encanto.
—¿Cree que puede cambiar la suerte del partido whig, señor Kaine?
—En este momento el partido está sufriendo algo parecido a una reestructuración —respondió Kaine, mirándome seriamente—. Hemos abandonado la vieja ideología y estamos dispuestos a mirar con nuevos ojos el futuro político de Inglaterra. El gobierno de patriarcas informados y el voto restringido a propietarios responsables es el futuro, señorita Next. Hace demasiado tiempo que el gobierno de los comités ha provocado la muerte del sentido común.
—¿Y Gales? —pregunté—. ¿Cuál es hoy en día su posición sobre Gales?
—Gales es históricamente parte de Gran Bretaña —anunció Kaine más cauteloso—. Los galeses han estado inundando el mercado inglés con productos baratos y eso debe acabar. Pero no tengo ningún plan en absoluto para forzar la unificación.
Le miré fijamente.
—Para eso antes tendrá que llegar al poder, señor Kaine. Dejó de sonreír.
—Gracias por entregarnos el informe, señorita Next —dijo Volescamper a toda prisa—. ¿Puedo ofrecerle algo de beber antes de irse?
Acepté la indirecta y me dirigí hacia la puerta principal. Me detuve y miré pensativa las unidades móviles de televisión aparcadas fuera. Yorrick Kaine estaba jugando muy bien sus cartas.