31 Reunión de planificación

DISMINUYE EL NÚMERO DE CORMORANES COMUNES

Un importante ornitólogo afirmó ayer que la incompatibilidad entre osos y aves es la responsable del declive de los cormoranes en los últimos tiempos. «Hace años que sabemos que los cormoranes depositan sus huevos en bolsas de papel para evitar la luz —nos explicó el señor Daniel Chough—, pero la repoblación de osos en Inglaterra ha sometido a una tensión insoportable los hábitos reproductivos de esas aves. A pesar de que osos y aves rara vez compiten por comida y recursos, parece ser que los osos de paseo con bollos roban las bolsas de papel de los cormoranes para, según una investigación preliminar, recoger las migas.» Se sospecha que los osos podrían ser de origen danés, pero no se ha confirmado.

Flap!, artículo del 20 de julio de 1988

—Bien, ¿qué sabes del Elan? —preguntó Bowden mientras volvíamos a la ciudad.

—No mucho —respondí, mirando las gráficas de los dientes del señor Shaxtper. Stig estimaba que había vivido en Elan mucho más que los otros, quizás hasta hacía pocos años. Si había sobrevivido tanto tiempo, ¿podría haber más como él? No estaba todavía dispuesta a abrigar falsas esperanzas, pero al menos me parecía posible que al final pudiésemos salvar Hamlet.

—¿Hablabas en serio cuando decías que no habías podido encontrar una forma de entrar?

—Eso me temo. Pero siempre podemos fingir ser empleados de la compañía del agua de Birmingham o algo por el estilo.

—¿Por qué los empleados del agua iban a viajar con diez camiones cargados de libros daneses prohibidos? —preguntó Bowden, con toda la razón.

—¿Para tener algo que leer mientras cumplen con sus obligaciones?

—Quemarán esos libros si no los salvamos, Thursday. Debemos encontrar una forma de entrar en la República.

—Ya se me ocurrirá algo.

Me pasé el resto de la tarde esquivando llamadas de periodistas deportivos deseosos de obtener una noticia y descubrir quién jugaría en cada posición. Llamé a Aubrey y le dije que tendríamos cinco jugadores nuevos, pero no le conté que serían neandertales. No podía arriesgarme a que se enterase la prensa.

Cuando volvía a casa de mamá mi anillo de bodas volvía a estar firmemente instalado alrededor de mi dedo. Llevé a Friday a casa de Landen y, viendo que todo parecía haber vuelto a la normalidad, llamé dos veces. Se oyó un revuelo emocionado en el interior y Landen abrió la puerta.

—¡Aquí estás! —dijo feliz—. Cuando me colgaste me preocupé un poco.

—No colgué, Land.

—¿Volví a erradicarme?

—Eso me temo.

—¿Sucederá de nuevo?

—Espero que no. ¿Puedo pasar?

Dejé a Friday en el suelo; de inmediato intentó subir las escaleras.

—Es hora de dormir, ¿no es así, hombrecito? —preguntó Landen, siguiéndole mientras trepaba hasta arriba. Vi que en la habitación de invitados había dos barreras de escalera sin desembalar, lo que me tranquilizó. También había comprado una cuna y varios juguetes.

—He comprado ropa.

Abrió un cajón. Estaba repleto de todo tipo de prendas para el pequeñito, y aunque algunas me parecieron un poco pequeñas, no dije nada. Bajamos a Friday y Landen preparó la cena.

—Entonces, ¿sabías que iba a volver? —pregunté mientras él cortaba el brécol.

—Oh, sí. En cuanto resolvieses toda esa tontería de la erradicación —respondió—. ¿Preparas té, por favor?

Fui al fregadero y llené el hervidor.

—¿Ya tienes un plan para lidiar con Kaine? —preguntó Landen.

—No —admití—. La verdad es que estoy apostando porque se cumpla la Séptima Revelación de san Zvlkx.

—Lo que no comprendo —dijo Landen, cortando zanahorias— es por qué todos excepto Formby parecen estar de acuerdo con todo lo que Kaine dice. Mansos como corderos, todos ellos.

—Debo admitir que me sorprende que nadie se oponga a los planes de Kaine —dije, mirando ausente por la ventana de la cocina. Fruncí el ceño cuando en mi cabeza empezó a tomar forma una idea—. ¿Land?

—¿Sí?

—¿Cuándo se acercó Formby por última vez a Kaine?

—Nunca. Le evita como a la peste. Kaine quiere una reunión cara a cara, pero el presidente no está dispuesto a ceder.

—¡Eso es! —dije, recibiendo la inspiración.

—¿El qué?

—Bien… —Callé porque algo al fondo del jardín me había llamado la atención—. ¿Tienes vecinos entrometidos, Land?

—La verdad es que no.

—Entonces, probablemente sea mi acechador.

—¿Tienes un acechador?

Señalé.

—Claro. Está justo ahí, detrás de los laureles, llamándome.

—¿Quieres que me porte como un macho fuerte y le persiga con un palo?

—No. Se me ha ocurrido una idea mejor.

—Hola, Millon. ¿Cómo va el acecho? Te he traído una taza de té y un bollo.

—Muy bien —dijo, apuntando en el cuaderno la hora a la que había salido a hablar con él y haciéndose a un lado para dejarme sitio en el arbusto de laurel—. ¿Cómo te van las cosas a ti?

—En general bien. ¿Por qué me llamabas?

—¡Ah! —dijo—. En la revista Teorías conspiratorias íbamos a publicar un artículo sobre videntes del siglo XIII y quería hacerte algunas preguntas.

—Adelante.

—¿No encuentras curioso que veintiocho santos de la Edad Media hayan escogido este año para su reaparición?

—La verdad es que no lo había considerado.

—Vale. ¿Y no te parece curioso que, de esos veintiocho supuestos videntes, sólo dos, san Zvlkx y la hermana Bettina de Stroud, profetizaran algo que realmente se haya cumplido?

—¿Qué pretendes decir?

—Que san Zvlkx no es ni mucho menos un santo del siglo XIII, sino un criminal que viaja en el tiempo. Realizó un viaje ilícito a la Edad Oscura, escribió lo que recordaba de la historia y luego, en el momento apropiado, se catapultó en el tiempo para ver como se cumplía su última «Revelación».

—¿Por qué? —pregunté—. Si la CronoGuardia se enterara de lo que hace se encontraría con que jamás habría nacido… literalmente. ¿Por qué arriesgarse a la inexistencia a cambio de unos pocos años de fama como visitante asqueroso del siglo XIII con un montón de desagradables enfermedades cutáneas?

Millon se encogió de hombros.

—No lo sé. Pensé que tú podrías ayudarme a mí. —Calló.

—Dime, Millon… ¿Hay alguna relación entre Kaine y el ovinador?

—¡Claro que sí! Deberías leer la revista Teorías conspiratorias más a menudo. Aunque la mayoría de las conexiones que establecemos entre tecnologías secretas y puestos de poder son tan tenues como la niebla, en este caso es realmente firme: su ayudante personal, Stricknene, trabajaba antes con Schitt-Hawse en el departamento de tecnología de Goliath. Si Goliath tiene un ovinador, entonces es más que posible que Kaine también tenga uno. Bien, ¿sabes qué hace el ovinador?

Reí. Era precisamente la información que deseaba oír.

—Verás, dime —añadí, sintiendo la esperanza renacer a cada segundo—, ¿qué sabes de los antiguos laboratorios de bioingeniería de Goliath?

—¡Uuuuuuuf! —dijo, emitiendo el sonido de un entusiasta al que invitan a hacer un comentario sobre su tema favorito—. ¡Eso son palabras mayores! Los antiguos laboratorios de Goliath siguen en pie en lo que llamamos «Área 21»… la parte vacía del centro de Gales, el Elan.

—¿Vacía metafórica o literalmente?

—Vacía en el sentido de que allí no va nadie más que los inspectores del agua… y tenemos pruebas sin ningún fundamento que vendemos como hechos que indican que un número indeterminado de inspectores ha desaparecido sin dejar rastro. En cualquier caso, la zona está aislada, rodeada de una verja eléctrica.

—¿Para evitar que la gente entre?

—No —dijo Millon lentamente—, para mantener dentro los experimentos genéticos que estuviese haciendo Goliath allí. Toda el Área 21 está infestada de quimeras. Tengo carpetas y carpetas llenas de historias poco plausibles acerca de personas que han entrado allí y a las que supuestamente nadie ha vuelto a ver. En todo caso, ¿por qué te interesa la planta de Elan?

—Por los experimentos genéticos ilegales con humanos realizados en secreto por una multinacional aparentemente inocente.

Millon estuvo a punto de desmayarse por sobrecarga de conspiración. Cuando se hubo recuperado, me preguntó cómo podía ayudarme.

—Necesito que me localices cualquier fotografía, plano o mapa que pueda servirme de guía en una visita.

Millon abrió los ojos como platos y garabateó en el cuaderno.

—¿Vas a ir al Área 21?

—No —respondí—, vamos a ir los dos. Mañana. Salimos a las siete de la mañana, en punto. ¿Puedes encontrar lo que te he pedido?

Achicó los ojos.

—Puedo conseguir la información, señorita Next —dijo lentamente y con un brillo en los ojos—, pero tiene un precio. Seré tu biógrafo oficial.

Le tendí la mano y él la aceptó agradecido.

—Hecho.

Volví a entrar y encontré a Landen charlando con un hombre vestido con prendas con un aire ligeramente punk, gafas de montura de un color llamativo, el pelo rubio y una perilla diminuta plantada firmemente justo bajo el labio inferior.

—Querida —dijo Landen, agarrando la mano que acababa de colocarle en el hombro—, éste es mi buen amigo Handley Paige.

Le estreché la mano. Se parecía bastante a todos los escritores de ciencia ficción que había conocido. Un poco sabiondo pero agradable.

—Escribe usted los libros del emperador Zhark —comenté.

Hizo una mueca.

—Nadie me habla jamás de las cosas decentes que escribo —se quejó—. Se limitan a pedirme más novelas de Zhark. Lo escribí en broma… Es un pastiche de mala ciencia ficción, y que me aspen si no es lo más popular que he escrito nunca.

Recordé lo que me había dicho el emperador Zhark.

—Va a matarle, ¿no?

Handley se sorprendió.

—¿Cómo lo sabe?

—Trabaja para OE-27 —le explicó Landen—. Lo saben todo.

—Pensaba que se ocupaban de los clásicos.

—Nos encargamos de todos los géneros —le expliqué—. Por razones que no puedo revelar, le aconsejo que encierre a Zhark en un planeta deshabitado en lugar de someterle a la humillación de una ejecución pública.

Handley rio.

—¡Habla de él como si fuese una persona real!

—Se toma muy en serio su trabajo, Handley —dijo Landen sin sonreír—. Te aconsejo que te tomes muy en serio todo lo que te diga. Todo está interconectado, Handley.

Pero Handley era inflexible.

—Lo voy a matar tan definitiva y absolutamente que nadie volverá a pedirme una novela de Zhark. Gracias por prestarme el libro, Land. No hace falta que nadie me acompañe.

—¿Handley corre peligro? —preguntó Landen tan pronto como hubo salido.

—Muy posiblemente. No estoy segura de si los rayos de la muerte zharkianos funcionan en el mundo real, pero no me gustaría que Handley fuese quien lo descubriese.

—Es un asunto del MundoLibro, ¿no? Vamos a cambiar de tema. ¿Qué quería tu acechador?

Sonreí.

—Sabes, Landen, las cosas empiezan a pintar bien. Debo llamar a Bowden.

Marqué rápidamente.

—¿Bowd? Thursday al habla. He descubierto cómo cruzar la frontera. Arréglalo todo para mañana por la mañana. Nos reuniremos en Leigh Delamere a las ocho… no puedo contártelo… Stig y Millon… allí nos vemos. Chao.

Llamé a Stig y le dije lo mismo. Luego le di un beso a Landen y le pregunté si le importaba alimentar solo a Friday. No le importaba, claro está, y salí corriendo para verme con Mycroft.

Volví a tiempo para ayudar a Landen a limpiar la capa de comida del cuerpo de Friday, leerle un cuento y meterle en la cama. No era tarde, pero también nos fuimos a la cama. Esa noche no hubo timidez ni confusión y nos desvestimos con rapidez. Me tumbó sobre la cama y con la punta de los dedos…

—¡Alto! —grité.

—¿Qué?

—¡No me puedo concentrar con esas personas…!

Landen miró el dormitorio vacío.

—¿Qué personas?

—Esas personas —repetí, agitando la mano hacia todas partes—. Las que nos están leyendo.

Landen me miró fijamente y arqueó una ceja. Me sentí estúpida, me relajé y solté una risa nerviosa.

—Lo siento. Llevo demasiado tiempo viviendo en el interior de la ficción; en ocasiones tengo la extraña sensación de que tú, yo y todo lo demás no somos más que personajes de un libro o algo parecido.

—Eso es una ridiculez.

—Lo sé, lo sé. Lo siento. ¿Dónde estábamos?

—Justo aquí.