18 Otra vez el emperador Zhark

EL PRESIDENTE GEORGE FORMBY INAUGURA UNA FÁBRICA DE MOTOCICLETAS

El presidente inauguró ayer la nueva fábrica de motocicletas de Brough-Vincent-Norton, en Liverpool, que aportará a la zona unos muy ansiados empleos. El presidente describió la fábrica, extremadamente moderna y que aspira a producir un millar de máquinas de paseo y carreras de calidad a la semana, como «¡una pasada!». El presidente, que ha sido siempre un fiel defensor de las motocicletas, condujo una de las Vincent Súper Shadow de la empresa por la pista de pruebas. Se dice que alcanzó los 190 kilómetros por hora, para gran preocupación del séquito por el estado de salud del presidente octogenario. Luego nuestro George hizo una alegre interpretación de Riding in the TT Races, recordando al público la época en que ganó el trofeo Manx Tourist subido a un prototipo de motocicleta Rainbow.

The Toad, 9 de julio de 1988

—¿Has olvidado algo? —pregunté.

—Sí. ¿Cómo se llama ese pastel de tu madre?

—Se llama Battenberg.

Sacó una pluma y se lo apuntó en el puño de la camisa.

—Vale. Bien, entonces eso es todo.

—Bien.

—Vale.

—¿Hay algo más?

—¿Y…?

—Es… es…

—¿Qué?

El emperador Zhark se mordió el labio, miró nervioso a su alrededor y se acercó. Aunque ya en el pasado había tenido buenas razones para reprenderle —y en dos ocasiones le había retirado la placa de Jurisficción por «incompetencia absoluta»— en realidad me caía muy bien. En el interior de la amnistía de su propio libro era un monstruo sádico que asesinaba a millones con asombrosa crueldad, pero fuera tenía sus preocupaciones, demonios personales y hábitos curiosos… muchos de los cuales parecían ser resultado de la estricta educación a la que le había sometido su madre, la emperatriz zharkiana.

—Bien —dijo, sin saber muy bien cómo expresarlo—. ¿Sabes que ahora mismo se está escribiendo el sexto volumen de la serie del emperador Zhark?

¿Zhark: el final del imperio? Sí, lo sé. ¿Cuál es el problema?

—He leído unos anticipos de la trama y parece ser que me van a expulsar para siempre de la Alianza de Libertad Galáctica.

—Lo lamento, emperador, no veo el problema… ¿te preocupa perder el imperio?

Se acercó más.

—Si es lo que exige la historia, supongo que no. Pero lo que me preocupa realmente es lo que me pasa al final. No me importa que me dejen a la deriva por el espacio a bordo del yate imperial o que me abandonen en un planeta desierto, pero el autor ha planeado… una ejecución pública.

Me miró fijamente, conmocionado por la situación.

—Si eso es lo que ha planeado…

—Thursday, no lo comprendes. Me van a matar… ¡Eliminado de la narración! No creo que pueda soportar semejante rechazo.

—Emperador —dije—, si un personaje ya no da más de sí, entonces es que ya no da más de sí. ¿Qué quieres que le haga? ¿Qué busque al autor y se lo comente?

—¿Lo harías? —respondió Zhark abriendo los ojos como platos—. ¿De veras que lo harías?

—No. No se puede permitir que los personajes digan a los autores lo que deben escribir en sus libros. Además, en los libros eras malvado de veras y es preciso castigarte.

Zhark se alzó en toda su altura.

—Ya comprendo —dijo al rato—. Bien, yo podría decidir tomar medidas drásticas si no intentas por lo menos persuadir al señor Paige. Y además, realmente no soy malvado, simplemente me escribieron así.

—Si vuelvo a oír esta tontería —respondí, empezando a sentirme molesta—, te pondré bajo arresto libresco y te acusaré de incitar al motín por eso que me has dicho.

—Oh, mecachis —dijo, perdiendo de pronto el porte—. Puedes hacerlo, ¿verdad?

—Puedo. No lo haré porque ahora mismo tengo cosas más importantes en las que pensar. Pero si vuelvo a oír algo así, tomaré medidas… ¿Entendido?

—Sí —respondió Zhark sumiso, y desapareció sin decir nada más.