Hay sequía, pero yo he visto al policía salir de debajo del agua.
Agua para los sedientos. Agua de lluvia, agua de río, agua de feto.
Él no me vio a mí. Se fue tambaleándose por la calle Ullevålsveien, donde intentaba parar un taxi. Nadie quería llevarlo. Como uno de los espíritus inquietos que pasean por la orilla del río y que el tipo del trasbordador no quiere llevar al otro lado. Yo sé en parte lo que se siente. Al verse ultrajado por aquéllos a quienes has dado de comer. Al verse rechazado cuando uno necesita ayuda, por una vez. Al descubrir que te escupen y que tú no tienes a nadie a quien escupir. Al comprender poco a poco lo que uno debe hacer. Lo paradójico es, naturalmente, que al taxista que se apiada de ti, le cortas el cuello.