¿Qué es mejor: un buen amigo, un buen corazón, un buen ojo, un buen vecino, una buena esposa o la comprensión de las consecuencias? Ninguna de estas cosas. Un alma cálida y sensitiva que conoce lo que vale el compañerismo y el precio de la dignidad individual: esto es mejor.
BAKRISH como estudiante a su gurú
—¿Por qué escogió usted a Bakrish para que guiara a Orne por la ordalía? —le preguntó Macrithy al Abad.
Se encontraban en el cuarto de trabajo del Abad, adonde Macrithy había ido a informar que Orne había pasado la primera prueba. Había un olor a azufre en la habitación que a Macrithy le parecía opresivamente caliente a pesar de que habían apagado el fuego de la chimenea.
El Abad inclinó la cabeza sobre el pupitre elevado, y habló sin volverse y sin observar que Macrithy había deseado ser quien tuviera aquel honor.
—Escogí a Bakrish a causa de lo que dijo cuando era mi alumno —murmuró el Abad—: "Hay tiempos, ¿sabe usted?, en que hasta un dios necesita un amigo".
—¿Qué es ese olor que hay aquí? —preguntó Macrithy—. ¿Ha quemado usted algo raro en la chimenea, Reverendo Abad?
—He puesto a prueba mi propia alma en el fuego del infierno —le respondió el Abad.
Advirtió que el tono de su voz traicionaba el desagrado que sentía por Macrithy.
Para suavizarlo, añadió:
—Ruega por mí, querido amigo, ruega por mí.