Capítulo II

La habitación estaba sumida en la oscuridad, excepto en una de las resplandecientes paredes sobre la cual se reflejaban en oleadas de color circulantes y fluidas, las sensaciones de los sueños de Alvin y contra las que el joven luchaba desesperadamente. Una parte de aquello satisfacía íntimamente a Alvin, el sentirse fascinado por el aspecto que le ofrecían las altas montañas y sus crestas surgiendo del mar. En todo aquello, existía un poder y un orgullo que se reflejaba en sus curvas ascendentes; era algo que había estudiado durante mucho tiempo y después había insertado en la unidad de memoria del visualizador, donde quedaría preservado, mientras experimentaba con el resto de las imágenes. Pero había algo que se le escapaba aunque no sabía con exactitud lo que era. Una y otra vez, intentaba rellenar aquel espacio en blanco, mientras que el aparato transcribía los modelos y pautas de su mente y quedaban materializados contra la resplandeciente pared. Pero allí había algo equivocado, no quedaba bien. Las líneas aparecían borrosas e inciertas y los colores desvaídos y sombríos. Si el artista que lo había concebido no conoció el objetivo previsto, ni la más milagrosa de las herramientas o dispositivos adecuados, hubieran podido hacerlo en su lugar.

Alvin suprimió aquel espectáculo que no le satisfacía y se quedó mirando fijamente al rectángulo vacío en sus tres cuartas partes y que había intentado rellenar con una bella exhibición, En un súbito impulso, dobló el tamaño del diseño proyectado y lo elevó hacia el centro de la estructura visualizadora. No, aquello no resultaba tampoco y resultaba erróneo de alguna manera. Lo peor de todo, además, es que el cambio de escala había revelado los defectos de su construcción, evidenciando la falta de certidumbre de aquellas líneas dignas de confianza a primera vista. Tendría que recomenzar de nuevo.

—Que se borre la totalidad de la proyección —ordenó a la máquina.

Se desvaneció el azul del mar, las montañas se disolvieron en la neblina, y todo quedó borrado hasta quedar en blanco la blanca pared sobre la que se proyectaban las imágenes. Era como si nada de todo aquello hubiera existido, como si se hubieran perdido en el limbo que había engullido todos los mares de la Tierra y todas sus montañas, edades pasadas en el tiempo, antes del nacimiento de Alvin.

La luz volvió de nuevo inundando el luminoso rectángulo sobre el que Alvin había proyectado sus sueños, combinándose con sus alrededores, hasta confundirse en una sola cosa con las demás paredes de su habitación. Pero ¿eran realmente paredes? Para cualquiera que nunca hubiera visto semejante lugar con anterioridad, aquella era ciertamente una habitación muy peculiar. Era algo sin características especiales y totalmente desprovista de toda ornamentación, dando así la impresión de que Alvin permaneciese en el centro de una esfera hueca. Ninguna línea divisoria visible servía de separación a las paredes del techo o del suelo.

No existía nada en donde los ojos pudieran enfocarse, el espacio que constituía el entorno de Alvin podía tener diez pies o diez millas de amplitud, por cuanto el sentido de la visión hubiera podido comprobar. Habría resultado difícil resistir a la tentación de comenzar a caminar en cualquier dirección en la distancia con las manos extendidas para descubrir los límites físicos de tan extraordinario lugar.

Con todo, tales habitaciones habían sido "hogares" de la mayor parte de la raza humana, durante la mayor parte de su historia. Alvin sólo tenía que estructurar el pensamiento apropiado, y las paredes se convertían en ventanas abiertas a cualquier lugar de la ciudad que quisiera elegir. Otro deseo cualquiera y las máquinas que nunca hubo visto llenarían la cámara con las imágenes proyectadas de cualquier artículo o mobiliario que pudiese necesitar. Tanto si eran cosa "real" o no, era un problema que apenas si había molestado a unos cuantos hombres en los pasados mil millones de años. En realidad, no era menos real que otro cualquier tipo de materia sólida o figurada, y cuando ya no se tenía necesidad de ella, se le hacía volver al mundo fantasmal de los bancos de memoria de la ciudad. Como todas las demás cosas en Diaspar, jamás se desgastaba y jamás cambiaría, a menos que sus estructuras o modelos fuesen cancelados o cambiados por un acto deliberado de voluntad.

Alvin había reconstruido en parte su habitación, cuando un timbrazo persistente, con el suave y metálico sonido de una campanilla de cristal, llegó a sus oídos. Mentalmente ordenó la señal de admisión y la pared sobre la cual estaba conformando sus inmediatas experiencias, se disolvió al instante. Como esperaba, aparecieron sus padres, con Jeresac a unos pasos tras ellos. La presencia de su tutor significaba que aquélla no era una reunión familiar corriente; pero esto era cosa que ya conocía.

La ilusión fue perfecta y nada de ella se perdió cuando habló Eriston. En realidad, como Alvin sabía muy bien, Eriston, Etania y Jeresac se hallaban a millas de distancia, ya que los constructores de la ciudad habían dominado tan completamente el espacio como subyugado el tiempo. Alvin ni siquiera sabía con certidumbre dónde vivían sus padres, entre la multitud de altas espiras y laberintos de Diaspar, ya que se habían movido hasta hallarse físicamente en su presencia.

Alvin —comenzó Eriston—, hace veinte años que tu madre y yo te conocimos. Tú sabes lo que esto significa. Nuestro tutelaje ha terminado y ya eres libre para hacer lo que estimes más oportuno.

En la voz de Eriston se advertía una traza, aunque leve, de tristeza. Pero había un alivio considerablemente mayor, como si Eriston estuviese contento de que aquel estado de cosas que había existido por algún tiempo, tuviese entonces una legal terminación y reconocimiento. Alvin ya disponía de su libertad.

Comprendo —repuso—. Te agradezco lo que has hecho por mí y os recordaré en todas mis vidas. —Aquella solía ser la respuesta formal, ya había oído aquello tan frecuentemente que todo su significado carecía de importancia emocional; era sólo una fórmula de palabras y sonidos sin significación particular. Con todo el decir "todas mis vidas" tenía una extraña expresión, cuando se detuvo a considerarla. Tenía una vaga idea de lo que quería decir y entonces le había llegado el momento de saberlo exactamente. Había muchas cosas en Diaspar que no comprendía, las cuales debería aprender en los siglos que se extendían ante su futuro.

Por un momento pareció como si Etania fuese a decir algo. Ella levantó una mano, distorsionando el iridiscente resplandor espectral de su vestido y después la mano cayó a uno de sus costados. Después se volvió como desamparada hacia Jeserac y por primera vez en toda su presente vida, Alvin comprendió que sus padres se hallaban preocupados.

Su memoria rebuscó rápidamente los acontecimientos de las últimas semanas. No, no había nada en aquello últimos días que pudiera haber causado ni la más leve incertidumbre en el aire de la ligera alarma que mostraban sus tutores hasta aquel momento.

Jeserac, sin embargo, apareció dominando la situación Dirigió una mirada inquisitiva a Eriston y Etania, como satisfecho de que no tuvieran otra cosa que decir y se embarcó en una disertación para la que había estado esperando muchos años.

—Alvin —comenzó— durante veinte años has sido mi alumno, y he hecho cuanto ha estado en mi mano para enseñarte los caminos de la ciudad y conducirte a la herencia que ahora es tuya. Me has hecho muchas preguntas, no habiendo podido responder a todas. En algunas cosas, aún no estás en condiciones de aprenderlas e incluso ni yo mismo podría decir que las sé tampoco. Todavía es deber mío el guiarte, si necesitas mi ayuda. En doscientos años, Alvin, puedes comenzar a saber algo de esta ciudad y un poco de su historia. Incluso yo, que estoy al término de esta vida he visto menos de una cuarta parte de Diaspar y tal vez menos de una milésima parte de sus tesoros.

Todo aquello era algo conocido para Alvin, pero no era cosa de dar prisa a Jeserac en su discurso. El anciano parecía recorrer el inmenso espacio de los siglos pesando las palabras con la sabiduría de tan dilatada experiencia que le había proporcionado su contacto vital con hombres y máquinas.

—Dime —Alvin continuó— ¿te has preguntado a ti mismo dónde estabas antes de haber nacido… antes de haberte encontrado cara a cara con Etania y Eriston en la Sala de la Creación?

—He asumido que no estaba en ninguna parte… que no era nada excepto una pauta o un propósito en la mente de la ciudad, esperando el momento de ser creado… así.

Un cojín resplandeció y se espesó hasta materializarse bajo Alvin. Se sentó en él y esperó a que Jeserac continuase.

—Eso es correcto, Alvin —fue la respuesta del anciano—. Pero es sólo una parte de la respuesta, y una parte muy pequeña, ciertamente. Hasta ahora, sólo te has reunido con muchachos de tu misma edad y ellos han permanecido ignorantes de la verdad. Pronto ellos podrán recordar, pero tú no, por tanto, prepárate a encararte con los hechos.

»Durante mil millones de años, Alvin, la raza humana ha vivido en esta ciudad. Desde que cayó el Imperio Galáctico y los Invasores volvieron a las estrellas, este ha sido nuestro mundo. Al exterior de las murallas de Diaspar, no hay nada, excepto el desierto de que hablan nuestras leyendas.

»Sabemos muy poco de nuestros primeros antepasados que eran seres de vida muy corta y que por extraño que parezca, podían reproducirse por sí mismos sin la ayuda de las unidades de memoria de nuestros ordenadores de materia. En un complejo proceso, aparentemente incontrolable, las pautas clave de cada ser humano fueron preservadas en células microscópicas de misteriosa estructura ya creadas en el interior de sus cuerpos. Si estas interesado, los biólogos pueden explicarte mucho de particular, aunque el método tiene poca importancia ahora, ya que fue abandonado en el amanecer de nuestra historia.

»Un ser humano, como cualquier otro objeto, se define por su estructura, su modelo o pauta concreta. La de un hombre y todavía más, la pauta que especifica la mente de un hombre, es algo increíblemente complicado y todo, la Naturaleza fue capaz de reducir todo en una célula diminuta demasiado pequeña para ser observada por el ojo humano.

»Lo que la Naturaleza puede hacer, el Hombre también puede hacerlo, a su propio estilo. Ignoramos que tiempo se llevó semejante tarea. Un millón de años, tal vez… ¿pero qué es eso? Al final, nuestros antepasados aprendieron a analizar y a almacenar la información que pudiese definir con exactitud a un ser humano especifico, y a utilizar tal información para recrear el original, de la misma forma que tú has recreado hace unos momentos ese cojín en que te hallas ahora sentado.

»Sé que esas cosas te interesan, Alvin, pero no puedo decirte exactamente cómo fue hecho. La forma en que se almacenó esa información es lo de menor importancia, todo lo que importa es realmente la información en sí misma. Puede haber sido en forma de la palabra escrita sobre papel, o en campos magnéticos variables, o modelos de determinada carga eléctrica. Los hombres han utilizado todos esos medios de conservación y muchos otros. Es suficiente decir que hace mucho tiempo, estuvieron en condiciones de conservarse a sí mismos, o para ser más precisos, los modelos sin cuerpo a partir de los cuales pudiesen volver de nuevo a revivir la existencia.

»Ya sabes mucho de eso. En esta forma, nuestros antepasados nos legaron una virtual inmortalidad y también evitaron los problemas que surgieron por la abolición de la muerte. Un millar de años en un cuerpo es bastante tiempo para un hombre. Al final de este período, su mente está deshecha por el almacenamiento de recuerdos y lo único que ya desea es sólo descansar… O un nuevo comienzo vital.

»Dentro de muy poco, Alvin, deberé prepararme para dejar esta vida. Deberé volver hacia atrás en mis recuerdos y memorias, Suprimiéndolos y cancelando especialmente aquellos que no deseo conservar. Entonces, deberé encaminarme a la Sala de la Creación pero a través de una puerta que tú no has visto jamás Este viejo cuerpo cesará de existir y con él su consciencia. Nada quedará de Jeserac sino una galaxia de electrones helados en el corazón de un recipiente de cristal.

»Dormiré entonces, Alvin, sin sueños. Y después, un día, tal vez a cien mil años de distancia del presente, me encontraré de nuevo en otro nuevo cuerpo, y conoceré a los que hayan sido elegidos para ser mis guardianes y tutores. Ellos me cuidarán como Etania y Eriston te han guiado a ti, ya que al principio, yo no sabré nada de Diaspar y no tendré recuerdo alguno de lo que fui anteriormente. Esos recuerdos, sin embargo, volverán después lentamente, al final de mi infancia, y construiré sobre ellos otra vida conforme vaya adelantando en el curso de mi nuevo ciclo de existencia.

»Esa es la pauta general de nuestras vidas, Alvin. Todos hemos estado aquí muchas, muchas veces antes, aunque conforme los intervalos de no-existencia varíen de acuerdo aparentemente con las leyes del azar, esta población hoy presente, nunca volverá a repetirse a sí misma otra vez. El nuevo Jeserac del futuro, tendrá nuevos amigos y diferentes intereses, pero el viejo —tanto como de él pueda quedar— continuará existiendo todavía en el nuevo.

»Esto no es todo. En cualquier momento, Alvin, sólo una centésima parte de los ciudadanos de Diaspar viven y caminan por las calles. La inmensa mayoría dormitan en una vida latente en los bancos de memorias, esperando la señal de ser llamados al estadio de existencia, una vez más. De esta forma, poseemos la continuidad y con todo, el cambio… la inmortalidad; pero no el estancamiento.

»Sé lo que estás imaginando, Alvin. Quieres saber cuándo podrás recordar las memorias de tus otras vidas pasadas, como tus compañeros lo están haciendo.

»No hay tales recuerdos ni memorias, porque tú eres único. Hemos tratado de evitarte que lo supieras tanto tiempo como nos ha sido posible, para que ninguna sombra entorpeciera tu infancia feliz, aunque supongo que en cierta forma, has debido ir suponiéndolo a tu vez, como parte de esta verdad. Tampoco lo sospechábamos nosotros mismos, hasta hace cinco años; pero ahora ya no hay duda alguna.

»Tú, Alvin, eres algo que ha ocurrido en Diaspar sólo un puñado de veces desde que se fundó la ciudad. Quizá hayas permanecido durmiendo en los bancos de memorias a través de todas las edades… o tal vez fuiste creado hace sólo veinte años por alguna permutación debida al azar. Puedes muy bien haber sido diseñado y concebido en los principios por los constructores de Diaspar, o ser solamente un accidente sin propósito determinado de nuestro propio tiempo.

»Es algo que ignoramos. Todo lo que sabemos, es esto: tú, Alvin, solo en toda la raza humana, nunca has vivido antes. Expresado literalmente en una cierta verdad: tú eres el primer muchacho que de veras has nacido en la Tierra desde hace, por lo menos, mil millones de años».