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La estrella a la que los humanos habían llamado Kaliban tenía ahora un número muy superior de objetos orbitando a su alrededor. La mayoría eran de pequeño tamaño y pertenecían a los escombros desperdigados de lo que quedaba después de que los buques de guerra síndicos se hubiesen hecho volar por los aires ellos mismos o de que las naves de la Alianza hubiesen hecho lo propio para evitar que tales naves fueran rescatadas y reutilizadas por el enemigo. Entre los restos de la batalla también había un enjambre de cápsulas de salvamento síndicas esparcidas por el espacio con supervivientes a bordo que habían conseguido abandonar sus naves antes de que les sobreviniese el final. Pequeñas, desarmadas, y con lo justo para alcanzar un lugar en el que estar a salvo dentro del sistema Kaliban, las cápsulas de salvamento no suponían amenaza alguna para la victoriosa flota de la Alianza.

—Esos tripulantes podrían volver a combatir. De hecho, volverán a combatir —argumentó Desjani—. No estoy diciendo que debamos acostumbrarnos a fijarnos como objetivo las cápsulas de salvamento, pero rodear las cápsulas y convertir a los tripulantes en prisioneros podría ser una buena idea.

Geary le hizo ver que él ya había estado planteándose esa idea antes de menear la cabeza.

—¿Y dónde los meteríamos? Con ellos llenaríamos absolutamente todas y cada una de las celdas de todas las naves y todavía nos seguiría sobrando mucha gente. Amén de que no tenemos con qué alimentarlos.

Desjani hizo una mueca agria pero asintió con la cabeza.

—Seguridad y logística. Esas dos cosas siguen interponiéndose en el camino de un montón de buenas ideas —se quejó la capitana.

—Eso es cierto —sonrió Geary—. Aun así, he visto muchos planes que no se ceñían a la realidad y a quienes los idearon no pareció importarles mucho.

—Por supuesto que no. ¿Por qué permitir que la realidad te estropee un buen plan? —Desjani le devolvió la sonrisa a Geary—. Esta victoria ha sido estupenda, capitán Geary.

—Gracias. Quedan algunas cosas por rematar, no obstante. ¿Cómo podemos saber cuál de esas cápsulas de salvamento alberga a quienquiera que sea el oficial superviviente más veterano de la flota síndica?

Hubo que pasar un buen rato rebotando mensajes entre las varias cápsulas de salvamento existentes hasta que se localizó a la que llevaba a bordo al comandante síndico y se estableció comunicación con él. Como si fuera producto de un capricho del destino, el comandante general de los síndicos había sobrevivido a la batalla, si bien Geary se preguntaba si aquel oficial se iba a sentir agradecido por aquello durante mucho tiempo.

El impecable uniforme del director general síndico había sido mancillado por varios desgarros y quemaduras. Su rostro, tan pálido como si estuviese sufriendo una conmoción, tenía la mirada aturdida de quien no había sido capaz de asimilar todo lo que había ocurrido. Geary no reconoció al director general, pero el director general se quedó mirando a Geary con unos ojos que desvelaban que él si lo reconocía y que no se podía creer lo que estaba viendo.

—Así que es verdad —susurró el comandante síndico.

—¿El qué es verdad? —preguntó Geary, sabiendo ya de antemano cuál era la respuesta.

En lugar de responderle lo que se esperaba, el director general síndico pareció intentar adoptar una postura férrea.

—Mi fuerza no se va a… a rendir —tartamudeó.

Geary no pudo evitar arquear ambas cejas ante la sorpresa que le producía aquella declaración.

—En realidad esa opción ya no está disponible. No hay nada que rendir. Su fuerza ha dejado de existir. Todas sus naves han sido destruidas —informó Geary.

—To… Todavía podemos luchar —insistió el director general.

—¿Cuerpo a cuerpo, quiere decir? Pues, verá, el caso es que a nosotros ya no nos interesa seguir luchando con ustedes —explicó Geary—. La fuerza que usted comandaba anteriormente ya no posee capacidad militar alguna y, si le soy completamente sincero, no tengo interés en hacerme responsable de una cantidad tan ingente de prisioneros. —De algún modo, el director general palideció aún más, pero siguió en silencio—. Hay dos cosas que tengo que contarle. La primera es que todavía tengo a parte de mi personal en un asteroide de este sistema. Le estoy enviando los datos orbitales del asteroide del que le hablo. Si le queda alguna duda de a qué asteroide me refiero, asegúrese de ponerse en contacto con nosotros. Trate de asegurarse de que ninguna de las cápsulas de salvamento de su flota aterriza por allí. Yo voy a estar sacando a mi personal de aquel lugar y no albergo deseo alguno de enfrentarme a los refugiados de su flota, pues ello me obligaría a continuar derramando sangre en contra de mi voluntad.

El director general síndico asintió con la cabeza, en silencio aún.

—Lo otro que quería contarle es que hemos estado haciendo un seguimiento de todas las instalaciones abandonadas de los Mundos Síndicos dentro del sistema estelar Kaliban y quiero que sepa que las antiguas ciudades que existían en los emplazamientos que le estoy enviando siguen en buenas condiciones. Su gente no tendrá problemas a la hora de volver a poner en marcha los dispositivos que les ayuden a satisfacer sus necesidades vitales básicas. Lamento informarle de que hemos hecho acopio de los suministros de alimentos que quedaron abandonados cuando la gente se marchó de esas ciudades, pero deberían quedar suficientes para su personal hasta que lleguen más unidades de los Mundos Síndicos al sistema y descubran cuál ha sido el destino de aquellos a los que usted comandaba. Con vistas a asegurarme de que su presencia aquí se hace pública, le aseguro que la próxima vez que contactemos con algún planeta o cualquier otro representante de los Mundos Síndicos, les informaremos de que están ustedes esperando a ser rescatados.

Nuevo asentimiento con la cabeza. El director general síndico parecía cada vez más confundido, como si estuviese esperando a que llegasen las malas noticias.

—Lamento que mi flota no pueda quedarse mucho más en este sistema —continuó Geary—, por lo que no hay posibilidad por nuestra parte de ofrecer atención médica a sus heridos. De todos modos, las instalaciones médicas que hemos examinado en este sistema, aun con sus limitaciones y estando un tanto desfasadas, parecen presentar una capacidad funcional absoluta, además de que todas ellas siguen teniendo en su interior un suministro adecuado de materiales reutilizables.

El director general volvió a encontrar su voz por fin.

—¿Por qué me está contando todo esto?

—Estoy cumpliendo con mis obligaciones según lo estipulado en el derecho de la guerra —afirmó Geary con voz firme y lenta—, así como con las obligaciones que me exige mi propio honor y el de mis antepasados. Ahora permítame decirle una última cosa. —Geary se inclinó hacia delante—. En cuanto vuelva a comunicarse con sus superiores, por favor, infórmeles de que cualquier otra fuerza de los Mundos Síndicos que intente enfrentarse a esta flota sufrirá el mismo destino que han padecido ustedes.

El director general se limitó a quedarse mirando a Geary un buen rato.

—¿Quién es usted? —preguntó finalmente, con una voz tan seca que casi resultó ininteligible.

—Ya sabe quién soy —desafió Geary—. Me he dado cuenta de que me ha reconocido.

—Pero usted está… ¡Él está muerto!

—No. No lo estoy. —Geary tocó con un dedo la imagen del director general—. Me llamo John Geary. Hace mucho tiempo se me conocía como Black Jack Geary. Ahora estoy al mando de esta flota y voy a llevarla a casa. Cualquiera que desee intentar detener esta flota tendrá que vérselas conmigo.

Geary pudo ver cómo varios miembros del personal síndico que estaban dentro de la cápsula de salvamento del director general hacían gestos repentinos sobre sus pechos. El capitán tardó un momento en darse cuenta de que se estaban haciendo unas señales antiguas de protección contra las fuerzas oscuras. Creéroslo si queréis, a mí me vale con que os asuste a la hora de plantearos la posibilidad de meteros otra vez con esta flota.

Aun así, debería molestarme más ver ese tipo de cosas. ¿Será cierto lo que me dijo la copresidenta Rione? ¿Estará empezando a gustarme que me vean como algo más que un simple humano?

¿Me lo estoy empezando a creer yo también después de una victoria como esta? Geary asintió al director general síndico.

—No se lo tome a mal, pero espero que no nos tengamos que volver a ver hasta que esta guerra se haya acabado. —A continuación cortó la conexión y se quedó mirando al espacio en el que se había estado proyectando la imagen del director general.

Tal vez unas dosis de realidad me mantengan con los pies en la tierra. Geary tecleó algo en los mandos de su visualizador hasta obtener los datos de las pérdidas que había sufrido la flota de la Alianza. El capitán se quedó mirando al informe y después volvió a apretar los botones de nuevo.

—¿Siguen entrando los informes por aquí? —preguntó Geary.

La capitana Desjani miró sorprendida ante la pregunta.

—Los informes de bajas se actualizan continuamente gracias a los datos individualizados de cada una de las naves —indicó Desjani.

—No puede ser —insistió Geary.

Desjani solicitó los mismos datos.

—No veo que haya ningún problema en el flujo de datos. Consultor de comunicaciones, vuelva a comprobar los flujos de datos procedentes de las naves y asegúrese de que estamos recibiendo todo correctamente —ordenó Desjani.

—Sí, señora. —Un minuto después, el consultor volvió con el parte—. No se han detectado problemas en el flujo de datos de las naves, capitana. Se ha confirmado que todos los flujos están activos, excepción hecha de los que hemos perdido por las bajas de las naves.

Desjani miró a Geary un buen rato.

—Es sorprendente, pero ha sido una batalla casi totalmente unilateral —murmuró—. Hasta a mí me cuesta creer los resultados, pero lo que estaba viendo usted era un recuento exacto del número de bajas y de los daños sufridos por la flota.

—Demos gracias a las estrellas. —Geary volvió a deslizar los ojos por la lista de nuevo, esa lista tan gratamente corta de bajas sufridas por la flota de la Alianza—. Así es como se supone que debemos trabajar. En teoría. Aprovechando al máximo nuestra superioridad numérica, explotando las debilidades de la formación enemiga y concentrando la artillería en el punto decisivo hemos desbordado la capacidad de las naves síndicas y hemos evitado que ellas hicieran lo mismo con nosotros. No vino mal que el comandante síndico combatiese sin mucha inteligencia.

—Supongo que dio por supuesto que íbamos a luchar del mismo modo en que lo hemos hecho en el pasado —señaló Desjani, meneando la cabeza con aparente incredulidad—. Nunca me habría creído la diferencia que podría marcar un mero cambio de táctica.

—Si el valor por sí solo hubiese decidido batallas, el curso de la historia de la humanidad habría sido muy diferente. —Geary se obligó a leer la lista de naves perdidas lentamente. Puede que haya sido una confrontación casi unilateral pero hasta en una victoria tan clara el ganador pierde algo—. ¡Mierda! —Geary acababa de ver el nombre del buque de guerra que se encontraba en el primer lugar de la lista y sintió una sensación de entumecimiento en su interior. La Arrogante. Perdida indefectiblemente. Comandante Hatherian. Lo siento.

—¿Señor? —La capitana Desjani miró por encima de Geary—. Ah. La Arrogante. Estallido del núcleo de energía.

Geary no pudo mirarla.

—¿Tiene alguna idea de lo que sucedió? —inquirió.

—Está en el archivo resumen, señor. ¿Lo ve? Durante la primera batida de la Zorro Cinco Dos sobre la formación síndica, la Arrogante pasó cerca de varias unidades más ligeras que, cubiertas por el fuego de unos buques de guerra síndicos, se lanzaron al ataque. La Arrogante se movió para ponerse por encima de ellas y ser ella la que disparase primero. —Desjani asintió con la cabeza y su gesto se ensombreció—. El comandante Hatherian demostró ser un buen oficial al mando.

—Sí. —Geary no creía que pudiese decir nada más, consciente de que si no hubiese trasladado a Hatherian a la Arrogante, el oficial estaría ahora en la Orión y seguiría con vida. Pero también, si no le hubiera dado el mando de la Zorro Cinco Dos al capitán Numos y si Numos no hubiese dilapidado su ventaja de maniobra, y permitido por ende que algunas de sus naves se quedaran atrapadas bajo la concentración de fuego enemigo, entonces la Arrogante no habría tenido que sacrificarse para proteger a esas naves. También eso fue culpa mía. Fui yo quien tomó la decisión de poner a Numos al mando a pesar de que no me fiaba de él—. También hemos perdido algunas unidades ligeras. Daga, Veloz, Venenosa. Y otro crucero pesado. El Ingrato.

—Sí, es una pena también. Necesitamos todas las escoltas que podamos tener. Pero hemos recuperado a parte de sus tripulaciones —se consoló Desjani.

Geary se quedó mirándola, tratando de comprender cómo un oficial de flota, cómo un ciudadano de la Alianza, podía asumir con tanta tranquilidad la pérdida de naves y tripulaciones. Desjani parecía en parte triste por las pérdidas, pero también en parte jubilosa al mismo tiempo. ¿De verdad se ha vuelto tan bárbaro mi pueblo como para que no les importe perder naves y tripulantes?

En ese momento Desjani señaló la lista de bajas y su rostro se entristeció de una manera que a Geary le sirvió de alivio.

—En toda victoria hay que pagar un peaje, hasta en una de las suyas, señor. Con todo, ninguno de los que hoy hemos perdido tenía razones para temer verse cara a cara con sus antepasados. —Desjani meneó la cabeza, con la mirada distante—. Después de la batalla de Easir, no sabíamos qué pensar. Seguimos en posesión del sistema, pero el precio que tuvimos que pagar fue enorme. Perdimos todos y cada uno de nuestros cruceros de batalla en el sistema y la mitad de nuestros acorazados. Nuestras escoltas ligeras se vieron diezmadas. Fue un intercambio casi de nave por nave con los síndicos, ¿pero realmente honramos a nuestros antepasados perdiendo tantas naves? En un caso como aquel uno nunca lo sabe a ciencia cierta. —Desjani hizo una nueva pausa—. Por aquel entonces yo era una joven teniente. Me ascendieron a capitana de corbeta. Hacían falta muchos oficiales.

Oh, mierda. No lo había comprendido en toda su extensión. Geary asintió sin hablar, tratando de encubrir lo embarazoso que le resultaba aquello y la vergüenza que le producía haber pensado que a Desjani y a los demás no les importaban las bajas. Sí que les importan. Pero se han acostumbrado a ello. Han visto morir a tantos, tantas veces. Es la vida misma, así que no dejan que algo así los supere.

Geary se preguntó cuántas naves y cuántos tripulantes habrían muerto en Easir. Se preguntó si alguna vez tendría el valor de echar la vista atrás a la historia de la batalla para enterarse. Tú lo sabías, Geary. Sabías que habían tenido que afrontar un número terrible de bajas, año sí y año también. Pero realmente no llegaste a ser consciente de lo que aquello significaba. No comprendías cómo se estaban sintiendo a causa de aquello. Es algo a lo que se han acostumbrado, se han acostumbrado a ver morir a sus amigos y camaradas como a cualquier otro. Yo todavía no me he acostumbrado. La guerra, esta guerra, sigue siendo algo nuevo para mí, a pesar de que tengo ya un siglo a mis espaldas. Geary volvió a sentir el frío en su interior, pensando en los miembros de su tripulación que habían muerto hacía tiempo en Grendel. Y entonces, por primera vez, se preguntó si Desjani había sentido alguna vez aquel frío al recordar a sus camaradas muertos.

Geary estiró la mano y sujetó a Desjani con firmeza por el hombro, lo que le granjeó una mirada de sorpresa por su parte.

—Todos ellos nos honraron, Tanya. A nosotros, a sus ancestros, a los que sobrevivimos para vencer en esta batalla. Gracias.

Desjani parecía confusa.

—¿Por qué, señor?

—Por honrar su memoria con sus propios esfuerzos. Por continuar la labor por la que ellos murieron —explicó Geary.

Desjani apartó la vista y meneó la cabeza.

—No soy la única, capitán Geary —recordó Desjani.

—Lo sé. —Geary dejó que su mano cayera—. Pero me siento honrado de haberla conocido a usted y a todos los demás tripulantes de esta nave.

Geary volvió a mirar la lista de nuevo, repasando el número de naves destruidas y siguiendo después por el largo recuento de daños sufridos por las otras naves. Esa lista era mucho más larga, pero ninguna de las naves que se encontraban en ella había recibido daños de gravedad. Aun así, había hombres y mujeres que habían muerto a bordo de las naves al penetrar el fuego enemigo en los compartimentos. Geary se percató de que Desjani lo estaba observando fijamente.

—¿Qué pasa? —preguntó.

—No sé si comprende lo que ha ocurrido aquí, capitán Geary. Le he hablado de Easir. Los que siguieron vivos después de esa batalla se consideran a sí mismos como supervivientes. No hay orgullo alguno en ello y, como decía, no hay gloria. Pero usted ha hecho algo en Kaliban. —Desjani señaló a la lista de fallecidos—. Sus descendientes se sentirán muy orgullosos de que sus antepasados murieran aquí, lo mismo que todos y cada uno de los integrantes de esta flota, que lucirán su orgullo por haber estado aquí durante el resto de sus vidas.

Geary meneó la cabeza.

—No ha sido una batalla ni mucho menos pareja. Desde el comienzo fuimos superiores en número a los síndicos, por un amplio margen además. Incluso si dejamos al margen lo desastroso de las tácticas empleadas por el comandante síndico, tampoco ha sido una gran victoria. —Geary se detuvo ahí y no añadió que sospechaba que había gente que no se sentiría demasiado impresionada por la victoria.

Geary hizo una pausa momentánea, bajó la vista, cerró los ojos y respiró lenta y profundamente para relajarse. Estoy empezando a odiar de verdad estas conferencias con la flota. El capitán volvió a alzar la cabeza y miró alrededor de la mesa.

La mayoría de los oficiales allí presentes parecían, al menos en apariencia, compartir la euforia de Desjani por la reciente victoria. La excepción más evidente la constituía un bloque de comandantes de navío sentados a ambos lados del capitán Numos y la capitana Faresa, que tenían rostros pétreos en el mejor de los casos y en el peor lanzaban miradas capaces de fulminar a cualquiera. Geary los miró uno a uno, leyó los nombres de sus naves y se dio cuenta de que todas habían sido asignadas a la formación Zorro Cinco Dos en la batalla. Alguno de aquellos oficiales le devolvió la mirada cuando Geary posó la suya sobre ellos, pero la mayoría se las apañó para evitar el contacto visual.

Geary se echó hacia atrás y se tomó un momento para recorrer con la mirada al resto de oficiales «sentados» alrededor de la mesa, así como a la capitana Desjani, la única persona aparte de él que estaba presente físicamente en la sala.

—Pronto abandonaremos el sistema Kaliban. Nuestro trabajo aquí ha finalizado y les hemos dado una buena lección a los síndicos. Quiero agradecer personalmente a todas las naves de esta flota su contribución a la victoria en la reciente batalla. —Aquellas palabras recibieron un montón de sonrisas a modo de respuesta, amén de una creciente antipatía entre el grupo de Numos—. Mi intención es abandonar Kaliban mañana. Nos dirigiremos al punto de salto que da acceso a un sistema llamado Sutrah. Es probable que Sutrah no esté abandonado y haya un mundo perfectamente habitable allí, pero no parece muy probable que tengan un gran número de defensas.

Finalmente Numos tomó la palabra, con voz gélida.

—¿Y por qué no vamos a Cadez? —discrepó.

Geary se quedó mirando a Numos un buen rato.

—Porque Cadez es un objetivo demasiado evidente. Está en línea recta hacia territorio de la Alianza y, además, se encuentra dentro de la hipernet síndica —razonó Geary.

En esta ocasión fue Faresa la que tomó la palabra, con su habitual tono agrio.

—Podemos alcanzar la hipernet síndica por ahí y llegar a casa muy rápido. ¿Por qué no quiere que lo hagamos? —inquirió Faresa.

Geary notó que la cabeza le bullía.

—Quiero llegar a casa lo más pronto posible, igual que cualquiera de ustedes —repuso el capitán.

—¿En serio? —desafió Faresa.

—Sí. Le recuerdo, capitana, que los síndicos podrían reforzar fácilmente y con rapidez cualquier sistema perteneciente a su hipernet. Si yo fuera el comandante síndico y supiera que estamos en Kaliban, enviaría una gran cantidad de unidades a Cadez para protegerla de nuestra hipotética llegada y para evitar que usemos la puerta hipernética de Cadez —razonó Geary.

La comandante Crésida intervino con una naturalidad exagerada.

—Como los síndicos tienen una puerta en Cadez, no les hacen falta los puntos de salto, ¿verdad? Pueden minar las salidas de los saltos hasta los topes —apuntó Crésida.

El capitán Tulev asintió con la cabeza.

—Eso es cierto —corroboró.

Numos hizo un gesto de desdén.

—Yo no soy de los que tiene miedo a enfrentarse a una fuerza síndica potente. —Las palabras y el tono daban a entender claramente que la reciente victoria en Kaliban no contaba demasiado para él ya que la fuerza síndica era bastante inferior en número.

El capitán Duellos, con la mirada perdida en la distancia, tomó la palabra con un tono de voz moderado.

—Y aun así su trabajo en la última batalla contra la fuerza síndica no puede calificarse exactamente de impresionante —acusó Duellos.

El rostro de Numos se enrojeció fruto de la ira. Fue en cambio la capitana Faresa la que respondió por él.

—No es culpa del capitán Numos que las naves que se encontraban bajo su mando estuvieran mal colocadas a propósito con el objetivo de negarles un rol adecuado en la batalla —criticó Faresa.

Tulev meneó la cabeza.

—El comandante de la flota dio las instrucciones pertinentes a todas las formaciones. Yo las escuché tan bien como usted —corrigió Tulev.

—¡Usted estaba lo suficientemente lejos de mi formación y lo suficientemente lejos también de los síndicos en ese momento! —bramó Numos con brusquedad.

Esta vez fue el rostro de Tulev el que se volvió completamente rojo.

—¡Las naves que estaban bajo mi mando se enfrentaron a más unidades enemigas que las suyas! —repuso Tulev.

Geary intervino con un tono lo suficientemente enérgico como para cortar la discusión.

—Damas y caballeros, no estamos aquí para cuestionar el valor de nadie —recordó.

Numos se volvió a centrar en Geary de nuevo, actuando como si no hubiese escuchado la amonestación del capitán.

—¡Si se me hubiera dado la oportunidad de enfrentarme al enemigo, no habría dado motivos para que nadie diese a entender que carezco del valor necesario! —rugió Numos.

—Sus órdenes, si las hubiera seguido correctamente, le habrían dado una buena oportunidad de demostrarlo —replicó Geary, tratando de no perder los papeles.

—Usted se encontraba a muchos segundos luz del lugar en el que estaba yo y, aun así, insistió en mantener el control absoluto de los movimientos de mis naves —reprochó Numos.

—Eso no me ocasionó ningún problema con ninguna de las otras formaciones involucradas en el combate, capitán Numos. Se limitaron a cumplir las órdenes que recibían sin más —indicó Geary.

Numos se inclinó hacia delante, alzando la voz.

—¿Está usted diciendo que el deber del capitán de una nave de la flota de la Alianza se reduce a seguir órdenes al pie de la letra? ¿Qué no tenemos potestad para emplear nuestras naves en función de lo que nos dicten nuestros años de experiencia? —berreó Numos.

Geary aguantó a duras penas las ganas de devolverle el bocinazo a Numos, pero se tomó un buen rato para calmarse antes de volver a intervenir.

—Usted sabe bien que sus instrucciones para esta batalla incluían la autoridad de alterar los movimientos como fuera necesario si usted creía que la situación táctica lo requería —recordó Geary—. Usted tenía esa potestad, capitán Numos. No intente culparme a mí ni a nadie más por los resultados de sus propias acciones.

Numos se quedó mirando a Geary con gesto adusto.

—¿Me está acusando de incompetencia? ¿Está intentando dar a entender que la responsabilidad de las bajas que hemos sufrido es mía? ¿Está…

—Capitán Numos —lo interrumpió Geary, que no se dio cuenta de cómo había sonado su voz hasta que vio cómo reaccionaron los demás—, la responsabilidad de todas las bajas de esta batalla recae enteramente sobre mí. ¡Era yo quien estaba al mando y no eludo las responsabilidades que ello conlleva! —Numos hizo ademán de volver a intervenir, pero Geary lo cortó de raíz—. Y en lo que a usted respecta, señor, permítame hacerle saber que si sigue comportándose de una manera tan insubordinada y poco profesional se estará acercando peligrosamente hacia el precipicio de la destitución. ¿Me he expresado con suficiente claridad?

Numos movió la boca pero siguió sin articular palabra alguna. A uno de sus lados, la capitana Faresa miraba a Geary tan ferozmente que parecía capaz de socavar un agujero hasta a través de su pesada armadura.

Geary volvió a mirar alrededor de la mesa. El capitán ya se esperaba encontrar a aquellos reunidos en torno a Numos todavía haciendo piña con él, pero para su sorpresa hubo otros muchos oficiales que no parecían muy cómodos con la amenaza de Geary. Entonces vio en sus rostros, en el modo en el que se comportaban, algo más, algo que le sorprendió. No están del todo contentos con la victoria, ¿verdad? No están contentos con el hecho de que hayamos vencido de una manera diferente. Querían vencer, pero no a costa de cambiar el modo en el que estaban acostumbrados a luchar, aquel que ensalzaba el valor individual y que cada uno hiciera la guerra por su cuenta. Ahora no quieren que tome medidas enérgicas contra uno de los suyos, ni que le insista en que debe actuar con más disciplina.

Había excepciones, como la de la capitana Desjani, que seguía imbuida en una sensación de orgullo total por la victoria que acababan de cosechar. Finalmente Geary se dio cuenta de que los adoradores de Black Jack Geary estaban divididos en dos bandos. En el más pequeño se encontraban los oficiales que, como Desjani, estaban deseosos de obedecer cualquier cosa que les ordenase Geary porque creían que no podía equivocarse jamás. El bando más grande, no obstante, quería que Geary los condujese hasta la victoria, pero sin cambiar nada. Lo único que querían era que un héroe legendario se pusiese al frente para ejecutar las mismas acometidas gloriosas contra el enemigo que siempre habían utilizado. Y para ellos suponía un gran problema el hecho de que su héroe les exigiese que lucharan de una manera en la que cada nave funcionaba de verdad como una parte de un todo superior.

Quieren un héroe que reafirme todo lo que han hecho antes y que de algún modo consiga que funcione mejor. Pero ahora se están dando cuenta de que yo no soy esa clase de héroe.

El silencio se extendió por la sala y Geary finalmente se dio cuenta de que todo el mundo estaba esperando a que retomase la palabra.

—Quiero que sepa todo el mundo que nunca he visto un grupo de oficiales más valerosos. Todos y cada uno de ustedes son valientes y decididos. —Lo cual puede ser un defecto. Ser tan decidido como para que a uno no le importe morir es tan malo como tener demasiado miedo a morir. ¿Cómo les puedo convencer de que esto es así?—. Espero que la última batalla haya servido de demostración de cómo empleando buenas tácticas… —No. Joder. Van a pensar que estoy diciendo que hasta ahora han empleado malas tácticas. Lo cual es cierto, pero no es lo que quiero decir—. Tácticas eficaces conseguimos infligir muchas más bajas de las que recibimos. Somos una flota. Una organización de combate. Eso nos proporciona un potencial inmenso y tenemos que explotarlo. Nunca querría que ninguno de mis capitanes tenga la sensación de que lo único que pueden hacer es seguir órdenes al pie de la letra. Es muy importante tener capacidad de reacción ante los cambios de situación. El comandante Hatherian, al que nuestros antepasados tengan en su gloria, hizo exactamente lo que debía hacer cuando sacó a la Arrogante de su posición asignada para proteger a otras naves que se encontraban en peligro.

Geary no sabía cómo estaban reaccionando ante sus palabras. Empezaba a preguntarse si sería capaz de comprender de verdad a estos tripulantes de la Alianza, cuyos pensamientos y costumbres diferían de las suyas en un siglo y en todos los cambios que este tiempo había traído consigo.

—Iremos a Sutrah. Evaluaremos las condiciones allí existentes y cualquier cosa que podamos averiguar sobre los movimientos síndicos antes de decidir cuál será nuestro siguiente objetivo. —Algunos asintieron con la cabeza para expresar su aceptación, pero todo el mundo permaneció en silencio—. Eso es todo. Enhorabuena de nuevo por lo bien que lucharon ayer.

Geary se quedó sentado esta vez y observó cómo las imágenes se iban esfumando rápidamente. La capitana Desjani, que parecía ligeramente confundida por la actitud deprimida de Geary, se despidió de él y se marchó a toda prisa a encargarse de los quehaceres de la nave. Geary se percató de que la imagen de uno de los oficiales había permanecido activa en la sala una vez que ya se había marchado el resto de la gente.

—Capitán Duellos —saludó Geary.

Duellos asintió a modo de respuesta al ver que Geary reconocía su presencia.

—Ya se lo ha imaginado, ¿verdad? —afirmó Duellos.

—Eso creo. Discúlpeme por ser tan directo, pero, joder, ¿cómo pueden ser tan estúpidos? —inquirió Geary.

Duellos suspiró y meneó la cabeza.

—Costumbre. Tradición. Ya le dije antes lo importante que es el orgullo para esta flota. El orgullo y el honor, las últimas cosas a las que uno se puede agarrar cuando falla todo lo demás. Bueno, están orgullosos del modo en el que han luchado.

Geary también meneó la cabeza.

—¿Acaso no ven que hay formas mejores de luchar? —se quejó.

—Ah, eso llevará mucho tiempo, si es que se nos concede el suficiente. —Duellos esbozó una ligera sonrisa mientras Geary lo observaba—. Después de que llegáramos al sistema interior síndico y nos infligiesen tantos daños llegué a la conclusión de que probablemente nunca volvería a ver mi hogar. Por eso he aceptado que es posible que no lo consigamos.

—Lo conseguiremos —arengó Geary.

—No me atrevería a creérmelo completamente, pero si volvemos a pisar una vez más el espacio de la Alianza, le pagaré todas las copas que sea usted capaz de beberse. —Duellos parecía cansado—. Debe darse cuenta de que los oficiales que usted dirige no están habituados a la mano dura. Por suerte usted no es un partidario de una disciplina absolutamente estricta. Eso es lo que había leído de usted. Un comandante de ese tipo ya habría perdido el mando de la flota a estas alturas. Estos oficiales necesitan que alguien los lidere de verdad, pero no van a tolerar que se les enseñe el látigo.

—No soy un oficial de los que sacan el látigo, pero tengo que demostrarles que las viejas formas sí que funcionan —afirmó Geary.

—Sí. Pero llevará tiempo, como he dicho. Tiempo para olvidar una serie de costumbres y adquirir otras. Tiempo para encadenar victorias que refuercen los nuevos hábitos. —Duellos se puso de pie y se dispuso a abandonar la reunión—. No desespere, se lo ruego. Todos lo necesitamos, incluso aquellos que creen que no le necesitan. Quizá debería decir que especialmente los que creen que no le necesitan.

Geary le dedicó a Duellos una sonrisa amplia.

—No me puedo permitir rendirme.

—No. No puede. —Duellos realizó el saludo de rigor y su imagen se desvaneció.

Geary se obligó a levantarse de su asiento y se quedó mirando al compartimento, ahora vacío. Necesito mantener menos reuniones. No. Por mucho que las odie, tengo que seguir manteniendo reuniones. Es la única oportunidad que tengo de ver a todos estos oficiales, aunque no me guste lo que veo.

Geary volvió a caminar hacia su camarote, tan profundamente sumido en sus pensamientos que le sorprendió verse ya a la altura de la escotilla. Se frotó los ojos y se planteó la opción de utilizar un parche de medicamentos, pero finalmente decidió no hacerlo. Aquellos fármacos ofrecían la garantía de no provocar una dependencia física, pero lo último que le hacía falta era crearse una adicción psicológica a la tranquilidad temporal que proporcionaban.

El día de hoy se ha ido ya a la mierda, así que bien podría ponerme al día con el papeleo. Geary pidió la lista de mensajes pendientes y empezó a hojear el material entrante todo lo rápido que pudo, hasta que llegó a un documento que le hizo detenerse. «Informe de Inteligencia sobre posibilidades de explotación de las instalaciones de los Mundos Síndicos en el sistema Kaliban.» No pensé que los síndicos hubieran dejado nada que mereciese la pena explotar.

Geary empezó a leerlo y después comenzó a pasar los párrafos a más velocidad a medida que empezaba a resultar obvio que los síndicos habían dejado pocas cosas interesantes a sus espaldas, amén de que lo que podía tener cierto interés tenía décadas de antigüedad y, por ende, era de dudosa utilidad.

Espera un momento. Geary dejó de pasar páginas y volvió hacia atrás hasta encontrar algo que le había llamado la atención. Aquí está. «La cámara acorazada de seguridad de las instalaciones de la sede central ha sido abierta en algún momento mucho después de la marcha de las autoridades de los Mundos Síndicos. Se llegó a esta conclusión después de examinar los daños infligidos sobre la cámara acorazada a causa de su ruptura física mediante el empleo de herramientas eléctricas. El análisis de la presión ejercida para cortar el metal indica que había una temperatura ambiente en el momento de utilizar las herramientas eléctricas, lo cual solo es posible si la instalación hubiera sido sellada y abandonada durante un tiempo. Hasta donde se ha podido saber, la cámara acorazada se vació antes de ser sellada, así que no se han podido determinar las razones del asalto. Dado que los intentos de recolectar datos por parte de la Inteligencia de la Alianza no son responsables de los daños, la opción más probable es que estos fueran provocados por elementos delictivos, si bien las razones que los llevaron a intentar acceder a una cámara acorazada de seguridad en una instalación abandonada es algo que escapa a cualquier tipo de comprensión. También resulta imposible saber por qué los que penetraron en la cámara utilizaron brocas cuyos diámetros no encaja con los utilizados dentro de los Mundos Síndicos o de la Alianza. La única conclusión que se puede extraer de tal hecho es que se utilizaron brocas no convencionales para evitar que se identificara al responsable del asalto.»

Geary leyó varias veces esa sección del informe, tratando de descubrir qué era lo que no encajaba. El hecho de que la cámara acorazada de seguridad hubiese sido abierta mucho antes de la llegada de la flota de la Alianza a Kaliban no tenía sentido alguno, eso estaba claro. Alguien debía de creer que había algo de valor en su interior, pero los síndicos eran muy puntillosos con el seguimiento del procedimiento estándar, así que a buen seguro cualquiera que tuviese algo que ver con los síndicos habría sabido que tal procedimiento estándar presuntamente incluía eliminar absolutamente todo lo que hubiera en el interior de la cámara acorazada de seguridad antes de abandonar el sistema estelar.

En ese momento Geary se puso a reflexionar sobre el uso de brocas no convencionales como método para evitar que les siguieran el rastro. Ahí estaba el quid de la cuestión. La conclusión era lógica. Sería mucho más fácil rastrear brocas no convencionales que convencionales, porque habría innumerables millones de brocas convencionales tanto en los Mundos Síndicos como en la Alianza.

Pero eso dejaba una cuestión pendiente. ¿Por qué tomarse la inmensa molestia de emplear brocas no convencionales?

La única razón era que esas fueran las únicas que uno tuviera a mano. Porque no pertenecía ni a los Mundos Síndicos ni a ninguno de los mundos conocidos por la Alianza.

Un gran avance, Geary. Ni siquiera te lo habrías planteado si los infantes de Marina no hubieran sugerido la posibilidad de que los síndicos estuvieran preocupados por la existencia de inteligencias no humanas. El caso es que ni siquiera los infantes de Marina estaban preparados para aceptar esa conclusión. La única razón por la que la mencionaron era que se sentían en la obligación de destapar tal posibilidad. Sistemas operativos destrozados y brocas no convencionales no son exactamente pruebas fehacientes de la presencia de inteligencias alienígenas en el espacio síndico.

Pero tengo que plantearme esa posibilidad. Este informe sobre las brocas no convencionales se ajusta a una posibilidad creíble, si bien no acaba de tener sentido. ¿Cuántos pequeños detalles como ese se habrán archivado y olvidado porque después ha aparecido algo que sugería una explicación alternativa? Una explicación que no exigía afirmar que podría haber fuerzas alienígenas involucradas y que no habría desatado las carcajadas de la gente. He repasado los archivos clasificados del Intrépido y no he encontrado ninguna prueba sobre la existencia de vida inteligente no humana. Pero incluso en mis tiempos la creencia generalizada era que estábamos solos ahí fuera, por lo que se tendía a deformar los hechos de tal modo que acabaran corroborando las asunciones generalizadas.

La campana de su escotilla anunció la presencia de un visitante. La verdad era que no tenía ganas de hablar con nadie, pero no podía permitirse declinar una conversación sobre algo que podía ser importante.

—Adelante —indicó Geary.

Victoria Rione se adentró en el camarote, con el rostro sereno, sin ofrecer ninguna pista, como de costumbre, sobre sus pensamientos íntimos.

—Capitán Geary, ¿podemos hablar? —solicitó la copresidenta.

Geary se puso en pie y de pronto se sintió incómodo al percatarse de lo arrugado que estaba su uniforme.

—Claro. Espero que no sea nada grave. —Como acusarme de ser un dictador en ciernes de nuevo—. ¿Puedo preguntarle algo primero?

—Por supuesto —admitió Rione.

Geary le ofreció un sitio y después se sentó él sobre el suyo.

—Señora copresidenta, doy por supuesto que tiene usted la intención de compartir conmigo cualquier información clasificada que usted conozca si se lo pido —indagó Geary.

Rione le lanzó una mirada inquisitorial.

—Usted tiene acceso a todas las informaciones clasificadas de esta nave, capitán Geary —recordó la copresidenta.

Geary agachó la cabeza de tal modo que Rione no pudiera verle hacer una mueca.

—Tal vez haya cosas demasiado espinosas como para estar siquiera en las bases de datos del buque insignia de una flota. La información puede quedarse en los canales de mando —insistió Geary.

Rione meneó la cabeza lentamente.

—No sé a qué información se puede estar refiriendo.

—¿Sabe algo la Alianza, hay algo de lo que usted esté al corriente, referente a inteligencias no humanas?

La cabeza de Rione se quedó paralizada a media negación.

—¿Por qué me lo pregunta? —musitó la copresidenta.

—Porque encontramos algo en Kaliban que indujo a pensar a alguno de mis oficiales en esa posibilidad —reveló Geary.

—Me gustaría saber qué es. En respuesta a su pregunta, no estoy al corriente de nada por el estilo. Le aseguro que nunca he visto nada al respecto de ese particular. —Rione miró hacia arriba como si estuviera esperando encontrar alguna señal de inteligencia alienígena visible por alguna parte—. Encontrar seres inteligentes no humanos constituiría un acontecimiento muy significativo en la Historia de la humanidad. Podrían descubrirnos un montón de cosas. Quizá nos ayudasen a explicar cosas que no comprendemos. Tal vez incluso nos explicasen cosas sobre nosotros mismos que no comprendemos. —La copresidenta sonrió levemente, aunque aquella sonrisa no tenía nada de divertida—. Por ejemplo, por qué nos hemos tirado cien años enfrascados en una guerra. O incluso por qué empezó.

Geary estuvo a punto de ir más allá, pero se detuvo al escuchar sus últimas palabras.

—¿Nunca llegamos a saber por qué los síndicos lanzaron su primer ataque? —inquirió Geary.

Rione lo miró especulativamente.

—No. Tampoco sabemos en qué momento sucedió aquello. Como creo que podrá confirmar, el primer ataque fue totalmente por sorpresa, porque no había indicios de que la escalada de tensión hubiese llegado hasta ese punto —respondió la copresidenta.

Geary le dio vueltas a aquella respuesta, recordando con claridad el asombro que le sobrevino en Grendel cuando se enteró de que los síndicos estaban preparando un ataque. Totalmente por sorpresa, exactamente como ella ha dicho.

—Di por sentado que las razones habrían quedado claras a estas alturas —reconoció Geary.

—Pues no. Nuestras mejores indagaciones nos han facilitado respuestas complejas, capitán Geary. No hay claridad alguna. Parece que fue un cúmulo de factores —indicó Rione.

—«Parece que fue». —Geary se mordió el labio inferior durante un instante—. Vamos, que no sabemos exactamente por qué atacaron cuando lo hicieron. No sabemos ni por qué atacaron.

—Pues no —repitió Rione—. No a ciencia cierta. Su consejo ejecutivo no comparte sus deliberaciones con nadie. La respuesta está seguramente enterrada en los archivos secretos de los líderes de los Mundos Síndicos.

Geary asintió con la cabeza al escuchar las palabras de Rione, pero su cabeza había generado una pregunta que no podía ignorar.

—¿Entonces no sabemos de ningún… factor externo que pudiera haber influido en los actos de los síndicos? —inquirió Geary.

Rione extendió las manos describiendo un gesto de incomprensión.

—No sé de qué puede estar hablando. ¿Factor externo? —Sus ojos se abrieron como platos—. No se refiere a seres inteligentes no humanos, ¿verdad? ¿Era por eso por lo que preguntaba acerca de ellos? No me está sugiriendo que ellos tuvieron algo que ver o provocaron la guerra, ¿verdad?

—No. No, claro que no. —Nada más lejos de mi intención querer sugerir tan abiertamente una cosa así. Solo pregunto. Si los síndicos se toparon con seres inteligentes no humanos, ¿hace cuánto fue? Hace más de cuarenta y dos años; eso seguro, si lo que hicieron los síndicos al cerrar Kaliban quiere decir lo que podría querer decir.

¿Se encontraron los síndicos con seres alienígenas inteligentes? ¿Cuándo los encontraron? ¿Qué ocurrió?

¿Tuvo algo que ver con el comienzo de esta guerra? ¿Podría explicar por qué atacaron los síndicos y por qué esta guerra ha continuado a pesar de que la victoria parece inalcanzable para ninguno de los dos bandos? ¿Pero cómo podría tener algo que ver con cualquiera de las dos cosas?

De puertas para fuera, Geary se limitó a sonreír cortésmente.

—Gracias, señora copresidenta. Ahora dígame, ¿qué quería usted de mí?

Rione parecía un poco sorprendida por el hecho de que Geary cambiara de tercio de manera tan brusca, pero siguió con la conversación sin protestar por ello.

—Me da la sensación de que debo contarle lo que los comandantes de mis naves me han contado a mí. Aquellos oficiales leales al capitán Numos están intentando propagar entre la flota el rumor de que usted lo mantuvo a él y a las naves de su formación deliberadamente al margen de la batalla para poder quedarse usted con todos los honores.

Geary se dio cuenta de que, en un momento, no había podido evitar echarse a reír.

—Por desgracia, ya sé que es así. Estoy seguro de que los comandantes de sus naves le proporcionarán los detalles más escabrosos de mi última conferencia —adelantó Geary.

—¿Entonces ya ha hecho frente a esa cuestión? —preguntó Rione.

—¿Hacer frente? Sí. —Geary dejó que sus sentimientos salieran a flote—. ¿Atajado? Eso ya es harina de otro costal. Hay algunas cuestiones de fondo también involucradas en todo esto.

—¿Se refiere al descontento por sus cambios en la manera de luchar de la flota de la Alianza? —indagó Rione.

Geary se limitó a quedarse mirando a su homóloga durante un buen rato.

—Solo por curiosidad, ¿cuántos espías tiene usted en el interior de mi flota, señora copresidenta?

Rione se las ingenió para parecer ligeramente sorprendida por la pregunta.

—¿Por qué iba a tener espías en una flota amiga, capitán Geary?

—Se me ocurren un montón de razones —sugirió Geary—, muchas de las cuales tienen que ver con no quitar ojo de encima a lo que el comandante de la flota se trae entre manos en todo momento. Empiezo a creer que tampoco se fiaba completamente del almirante Bloch.

Rione hizo un gesto evasivo.

—El almirante Bloch era un hombre ambicioso —replicó la copresidenta.

—Y ya he podido saber lo que piensa usted de los hombres ambiciosos —ironizó Geary.

—Me provocan la misma sensación las mujeres ambiciosas, capitán Geary. ¿Se siente orgulloso de su victoria en Kaliban? —preguntó Rione.

El capitán empezó por decir simplemente que sí, sorprendido por una pregunta tan a quemarropa, pero después hizo una pausa al inundarle otros pensamientos.

—En cierto modo —admitió finalmente—. Era mi primera acción al frente de la flota. Creo que orquesté las maniobras bastante bien. Predije de manera bastante aceptable los movimientos del enemigo. Pero no fue perfecto. —Geary hizo una nueva pausa—. Me gustaría haber podido hacer lo mismo sin perder ninguna nave ni ningún tripulante. Pero estoy orgulloso de esta flota. Lucharon bien.

—Sin duda. Los resultados de la batalla fueron gratificantes —corroboró Rione.

—¿Así es como se siente en estos momentos, señora copresidenta? ¿No se lamenta de haberme permitido mantener el control de las naves de su república y de la federación Rift? —inquirió Geary.

Rione meneó la cabeza.

—No. Siempre y cuando seamos sinceros… y estamos siendo sinceros, ¿no, capitán Geary?…

»Debo decirle algo que tal vez descubra por su cuenta. Mis comandantes de navío están impresionados por nuestra victoria en la batalla, si bien la mayor parte de ellos comparte con muchos oficiales de la Alianza un cierto malestar por la forma en la que se luchó. Su escepticismo hacia este Black Jack Geary era mayor que el de los tripulantes de la Alianza, por supuesto, porque para ellos usted es un héroe extraño. Ahora —suspiró profundamente— empiezan a creer que hay un fondo de verdad detrás del mito.

—Que los antepasados me asistan. —Geary permitió que sus sentimientos aflorasen, lo cual dejaba a las claras que ya se fiaba de Rione hasta ese extremo—. No hay ningún fondo de verdad tras ese mito, como usted bien sabe.

Los dientes de Rione rechinaron con tanta fuerza que los músculos de su mandíbula empezaron a sobresalir.

—Todo lo contrario, ya se lo he dicho antes, capitán Geary. Es usted la encarnación de ese mito —corrigió la vicepresidenta.

—¡Usted sabe que no es cierto! —bramó Geary.

—¡Lo que yo sé es que usted ha salvado a esta flota en el sistema interior síndico, sé también que ha sido usted el que la ha traído hasta aquí y la ha conducido hacia una victoria aplastante y sé que ningún hombre normal y corriente podría haber conseguido algo así! —Rione se quedó mirándolo como retando a Geary a que refutase sus palabras.

En lugar de dejar que la ira inspirase su respuesta, Geary se puso a reírse de sí mismo.

—Mi estimada señora copresidenta, nunca habría llegado tan lejos si un montón de gente no hubiera pensado que yo era un regalo que las estrellas le habían hecho a la flota de la Alianza. Pero usted sabe tan bien como yo que hay montones de personas que tienen cada vez más dudas sobre la veracidad de esa versión.

Rione le devolvió la carcajada, si bien en su tono había más sarcasmo que hilaridad.

—Me da la sensación de que usted encontrará la forma de apechugar con eso, capitán Geary.

Geary devolvió el sarcasmo e hizo una ligera reverencia en su dirección: —Gracias por depositar su confianza en mí —afirmó.

Rione se puso de pie, dio unos cuantos pasos y se volvió hacia él.

—Me acabo de dar cuenta de que ha dicho usted «confianza» y no «fe» —murmuró la copresidenta.

Geary se encogió de hombros.

—Es lo mismo —espetó el capitán.

—No, no lo es. Voy a compartir una confidencia más con usted, capitán Geary. No soy sobrehumana. Deseo con todas mis fuerzas creer en usted, creer que usted es la esperanza que todos necesitamos, que es un regalo de nuestros antepasados. Pero no me atrevo a hacerlo —confesó Rione.

La sonrisa de Geary se esfumó y el capitán bajó la vista hacia el escritorio durante unos instantes.

—Entonces ya somos dos los que no nos atrevemos a creerlo —asintió Geary—. Si yo llegara a hacerlo, sería más peligroso para esta flota que el enemigo mismo.

—Estoy de acuerdo. El caso es que por sus actos resulta difícil dudar de usted. —Rione sonrió de nuevo y esta vez la sonrisa parecía auténtica—. Ya tiene su victoria en Kaliban. ¿Qué va a hacer ahora, capitán Geary?

Geary caminó unos pasos para observar el paisaje estelar. Por primera vez en mucho tiempo, se quedó buscando en su interior hasta que reconoció algunas de las estrellas del espacio de la Alianza. Quedaba tanto todavía. Su resobrino Michael Geary, que había muerto a bordo del Resistente en el sistema interior síndico, no iba a volver a ver el espacio de la Alianza. Ni tampoco la tripulación de la Arrogante. Pero había un montón de tripulaciones más que seguían confiando en él, que seguían creyendo que Black Jack podía llevarles de regreso a sus hogares. Y tenía una resobrina en el espacio de la Alianza que podría contarle cosas de la familia que había perdido en el tiempo.

—¿Qué qué voy a hacer? Como estoy seguro de que ya habrá escuchado, voy a llevarme a esta flota hasta Sutrah. Al final acabaré conduciendo a esta flota hasta casa, me da igual quién o qué se interponga en mi camino.