La estrella que la humanidad conocía como Corvus refulgía como una moneda diminuta y brillante en medio de la oscuridad salpicada de estrellas del espacio exterior en el momento justo en el que la flota de la Alianza salía de su salto interestelar. Geary, que trataba con todas sus fuerzas de no mostrar lo tenso que estaba, bajó la vista hacia los mandos de su butaca y vio que estaba sujetando la silla con tanta fuerza que los dedos se le habían puesto blancos. Respiró hondo y miró al visualizador, deseando que este le facilitase la información que necesitaba.
—No hay minas —informó la capitana Desjani.
Geary se limitó a asentir con la cabeza. Si hubiera habido un campo de minas justo al otro lado del punto de salto ya se habrían dado cuenta por las malas. Con todo, le parecía que había jugado bastante sobre seguro al predecir que no habría minas allí. Incluso en los tiempos en los que solo se podía ir de una estrella a otra saltando, no había muchos puntos de salida protegidos con campos de minas porque suponían un riesgo tanto para las naves amigas que regresasen a su hábitat natural como para las enemigas. Ya fuera dentro del territorio síndico o en el de la Alianza, a esos efectos, nunca se habrían malgastado recursos para desplazar y mantener campos de minas.
Y aquella era la única trampa que a Geary se le ocurrió que le podrían haber tendido estando tan dentro del territorio síndico.
—No se ha detectado navegación cercana en las primeras exploraciones —informó un consultor.
Geary volvió a asentir con la cabeza. El informe tampoco aportaba demasiado. Habían salido del punto de salto aproximadamente a mil millones de kilómetros de Corvus, pero hacía mucho tiempo que Geary había dejado de pensar en términos de kilómetros cuando se trataba de navegar por el espacio. En lugar de eso, prestaba atención al fichero de horas luz que indicaba que se encontraban a ocho horas luz de la estrella. Si los informes, muy antiguos por otro lado, de los que se habían estado fiando habían sido precisos, el principal mundo habitado que orbitaba alrededor de Corvus se encontraba aproximadamente a una coma dos horas luz de su estrella. Aquello significaba que cualquier cosa que estuvieran viendo y analizando los sensores de la flota alrededor de aquel mundo era una imagen que bien podía tener más de siete horas de antigüedad.
Aparte de ese mundo habitable, Corvus presumía únicamente de otros tres satélites que pudieran merecer llamarse planetas. Uno de ellos era una roca llena de abolladuras circunscrita a una órbita ligeramente excéntrica que se encontraba a menos de una hora luz de la estrella. El otro era un gigante gaseoso situado a unas seis horas luz, y la más lejana era un mundo congelado cuya órbita no se encontraba a más de media hora luz del punto de salto. Lo cual significa que ese mundo congelado estaba también a una media hora luz de la flota de la Alianza.
—Capitana Desjani. —La capitana se giró para mirar a Geary—. Solía ser costumbre entre los síndicos mantener bases defensivas cerca de los puntos de salto. Lo mismo que solíamos hacer nosotros, vaya. Tengo entendido que los síndicos han mantenido activas un buen número de esas bases.
Desjani frunció el ceño.
—Siempre damos por sentado que las viejas bases siguen activas. Si se construye una puerta hipernética, eso implica que allí ha de haber nuevas defensas. Pero en las estrellas que no forman parte de la hipernet, la política de la Alianza ha determinado que si era necesario mantener bases defensivas dentro del sistema, entonces no merece la pena costear su desplazamiento. Los síndicos parecen haber seguido la misma política —argumentó Desjani.
—Eso tiene sentido. ¿Por qué malgastar el dinero? La pregunta es si se habrán molestado en mantener una base tan lejos, aun estando dentro de su territorio. —Geary se frotó la frente, observando como en el visualizador se expandía lentamente una esfera alrededor de las naves de la flota que determinaba la zona en la que se podía aplicar algo parecido a una imagen en tiempo real. La esfera seguía pareciendo ridículamente pequeña en comparación con el tamaño del sistema estelar que estaban invadiendo. Afortunadamente, pronto cubriría la órbita del mundo congelado—. Eso quiere decir que si aún tienen una base aquí, ahí estará —añadió en voz alta.
La capitana Desjani asintió con la cabeza.
—Pronto lo sabremos. Las primeras exploraciones ópticas y de espectro completo muestran instalaciones con señales de calor, así que hay algo activo aún allí dentro, pero necesitamos tener más datos. Aun así, definitivamente no hay una flota de primer orden cerca. De ser así, habríamos visto ya alguna señal, aun sabiendo que la información llega con retardo.
Demos gracias a nuestros antepasados por estas bendiciones no tan nimias, pensó Geary irreverentemente. En realidad, el tráfico espacial en el sistema parecía escaso. Geary, que se había esperado inconscientemente una intensidad en el tráfico del salto entre sistemas similar al que él mismo estaba acostumbrado, vio cómo, para su sorpresa, no había naves interestelares circulando en varias direcciones hacia los distintos puntos de salto. El tráfico detectado en el interior del sistema, que discurría entre el planeta habitado y lo que debían ser puntos de minería e industria fuera del planeta, quedaba confinado al plano del sistema y agrupado entre los planetas interiores. ¿Dónde coño está todo el mundo? Geary no pudo evitar pensarlo, a pesar de que sabía que, gracias a la hipernet, «todo el mundo» ya había dejado de tener que pasar por Corvus o sistemas como ese.
Geary tecleó un comando en el cuadro de comunicaciones, aprovechando que su esfuerzo le había costado aprender a manejar los mandos durante el salto a Corvus.
—Aquí el capitán Geary llamando al capitán Duellos y al capitán Tulev. Ustedes se harán cargo del segundo y cuarto escuadrón de cruceros de batalla y adoptarán las posiciones pertinentes para cubrir la salida del salto. Si cualquier fuerza síndica la atraviesa para perseguirnos, debe ser destruida antes de que puedan superar su posición.
Duellos y Tulev expusieron al unísono su conformidad con la orden y Geary casi pudo percibir en sus voces la emoción de pensar en llevar a cabo una carnicería. Geary observó en su escáner cómo los combatientes pesados de los dos escuadrones daban marcha atrás y se movían en dirección al punto de salto. Los cruceros de batalla eran capaces de acelerar bastante rápido para el tamaño que tenían, pero cuando aceleraban perdían capacidad de defensa ya que, al emplear mayor propulsión, perdían capacidad de visualización defensiva. Por eso Geary sabía que tendría que mantenerlos allí el tiempo suficiente como para que pudieran hacer caer sus garras en condiciones sobre cualquier síndico que tratara de pasar a la caza de la flota de la Alianza, todo ello teniendo en cuenta que no se les podía dejar aislados mientras el resto de la flota se marchaba de allí. Era una simple cuestión de coordinación, porque había que conjugar las acciones de siete grandes acorazados y proteger las vidas de sus tripulaciones y Geary era consciente de que todo ello pendía de su capacidad para llevar las operaciones a buen puerto.
Minas. ¿Cómo se me han podido olvidar hasta ahora? No me importan los daños que sufran las naves síndicas.
—Capitán Duellos. Haga que sus naves dispongan un campo de minas alrededor de la salida del salto y amárrelo a la estrella local para que mantenga su posición —ordenó Geary.
Duellos dio acuse de recibo de la nueva orden y esta vez su tono de voz no ocultaba en modo alguno su alegría. La flota de la Alianza había experimentado grandes bajas en el sistema interior de los síndicos a causa de las minas que habían formado parte de las emboscadas, así que a Geary no se opuso a que los tripulantes de la Alianza pudieran saciar los deseos de venganza que pudiesen tener a resultas de aquella mala experiencia.
Geary volvió a teclear un nuevo comando para establecer comunicación con la flota entera.
—Todas las unidades, a excepción del segundo y cuarto escuadrón de cruceros de batalla, deben posicionarse en formación estándar de ataque de flota Alfa Seis inmediatamente a la recepción del presente mensaje. —Las unidades de la flota, que habían quedado entremezcladas después de la batalla en suelo síndico y la retirada a toda prisa hacia el punto de salto, no habían sido capaces de volver a alinearse durante el trayecto por el espacio de salto, así que ahora tenían que intentar parecer de nuevo una formación ordenada. Geary observó en su visualizador como las naves y escuadrones daban lentamente acuse de recibo de una orden que tardó unos pocos minutos luz en llegar hasta las naves más alejadas y trató de no menear la cabeza al observar lo desperdigada que estaba la flota.
—La flota sigue desplazándose por el interior del sistema a una décima de la velocidad de la luz —le recordó Desjani—. A algunas de esas naves les va a costar un buen rato llegar a las posiciones que se les han asignado.
—Sí. —Geary estudió el visualizador, que seguía básicamente desprovisto de información de amenazas en tiempo real—. Si ralentizamos el ritmo de la flota, las naves podrán ir alcanzando sus respectivas posiciones con más facilidad. Pero no quiero arriesgarme a ralentizar la marcha de la flota hasta que dispongamos de más datos sobre la fuerza síndica a la que, con suerte, sorprenderemos aquí.
—El que amarra nunca gana una batalla —aprobó Desjani como quien recita una lección.
Geary seguía meneando mentalmente la cabeza ante la afirmación de Desjani cuando sonó una alarma que reclamaba atención para el visualizador. Geary observó el listado de datos del mundo habitado que, cómo no, llegaba con retardo. En él se analizaban una serie de imágenes y de elementos, como los subproductos químicos de la atmósfera, que indicaban que en aquel mundo todavía seguía funcionando una economía industrializada. No obstante, había indicaciones que señalaban la existencia de instalaciones inactivas y, según parecía, aquel mundo no estaba tan poblado como se esperaba dada la cantidad de tiempo que llevaban los humanos asentados allí. Aquello encajaba con lo que Geary había oído sobre aquellos sistemas que, tras ser ignorados por el sistema hipernético, habían ido desangrándose poco a poco. También había una serie de objetos que orbitaban en torno a aquel planeta: siete de ellos fueron etiquetados como fríos y probablemente desiertos, mientras que otros dos figuraban como probables instalaciones militares. No había naves militares visibles en el radio de ocho horas luz que se podía ver en el visualizador.
—La instalación del cuarto mundo está activa y ha sido etiquetada como militar —informó el consultor de reconocimiento—. Se han encontrado activos dos combatientes menores cerca de la base con un retardo de cuarenta y un minutos.
Geary movió bruscamente la cabeza a ambos lados y miró al sistema de visualización del planeta congelado. Seguían sin tener ninguna imagen en tiempo real de la zona cercana a la base síndica, pero hacía cuarenta minutos allí había dos naves síndicas. Hace menos de diez minutos que hemos llegado al sistema, así que seguirán sin vernos durante media hora. Para entonces, ya estaremos mucho más cerca de ellos.
—¿La identificación de esas naves síndicas es precisa? ¿Estamos seguros de lo que son? —inquirió Geary.
Desjani frunció el ceño, probablemente porque estaba recapitulando la información de su propia nave.
—¿Las identificaciones de las naves cercanas a la base? Sí, capitán Geary. Tanto el tipo como la identificación de clase son seguros. El modelo es aproximado —informó Desjani.
—¡Toma ya! —Desjani miró a Geary como preguntándose a qué venía aquello y él le respondió señalando al visualizador—. En mi época llamábamos a estas cosas corbetas de níquel.
—¿Níquel? —preguntó Desjani.
—Sí. Como las monedas. Son útiles, pero si hay que usarlas no duran mucho. Esas naves ya se habían quedado medio obsoletas cuando… —Geary fue aminorando el tono de sus palabras, porque no estaba seguro de cómo referirse a su aparente deceso en la batalla acontecida hada un siglo—. Cuando combatí por última vez —aseveró finalmente.
Desjani pegó un resoplido de asombro.
—Esa clase de naves no la había visto nunca. Supongo que esas corbetas se debieron de dejar aquí porque era más fácil abandonarlas en manos de las autoridades locales de Corvus que utilizarlas —aventuró Desjani.
—Es probable —coincidió el capitán.
Por un momento, Geary se imaginó a sí mismo en esa base síndica o en esas naves a medida que la flota de la Alianza empezaba a salir por el punto de salto. Si la edad de esas naves síndicas era indicativa, a efectos del mapa general de la guerra, se podía afirmar que este sistema era absolutamente irrelevante. Habían pasado décadas, como poco, desde que Corvus había dejado de participar en el conflicto bélico entre la Alianza y los síndicos, excepto por su obligación de seguir pagando impuestos y de enviar esporádicamente cierto número de jóvenes adultos en edad de combatir. Durante unos pocos minutos más, o tal vez unas pocas horas más, seguirían pensando que eran irrelevantes. Sería entonces cuando empezarían a ver como iba llegando la flota de la Alianza, como se iban haciendo visibles una nave tras otra en los observatorios síndicos. Y todavía seguirían sin creérselo durante unos minutos, ¿o no? No se creerían que lo que estaba llegando era la guerra misma, en forma de una fuerza que entraba en su sistema de manera súbita y avasalladora.
El mando de comunicaciones de la flota volvió entonces a la vida.
—Capitán Geary, aquí el comandante Zeas, de la Agresiva. Nos encontramos en el radio de tiro de un emisor de radar activo cuyo objetivo está puesto en el punto de salto.
—Aquí Geary. Elimínenlo. —Geary miró a Desjani—. Ya sé que esto es solo una ayuda de navegación, pero es probable que esté enviando informes de contacto a esa base.
—Estoy de acuerdo —aceptó Desjani—. Con todo, los informes estarán viajando a la velocidad de la luz, así que no llegarán antes de que establezcan contacto visual con nosotros desde la base.
—Cada minuto es importante. ¿La base está mandando algún tipo de emisión de sensores activos? —Geary examinó el visualizador incluso a pesar de que estaba preguntando, sabedor de que la respuesta tendría que estar por ahí en alguna parte.
—No señor. —Desjani le indicó los datos adecuados tomados sobre el terreno—. ¿Se esperaba algo así?
—No. —A Geary casi le molestó la pregunta, pero después le encontró su punto divertido—. Incluso en mi época primitiva resultaba obvio que el radar tardaría el doble de tiempo en identificar algo como un sensor visual, ya que la cadencia del radar tiene que ir y volver, mientras que la luz del sensor solo tiene que recorrer esa distancia una vez.
La diferencia en tiempo era insignificante sobre la superficie de un planeta pero cuando el tamaño del campo de batalla se medía en horas luz, importaba bastante.
Desjani tragó saliva de manera patente.
—No quería en modo alguno faltarle al respeto…
—Lo sé —la tranquilizó Geary—. También sé que me he quedado anticuado en un montón de cosas, así que prefiero que siga dando por sentado que no conozco nada. Estaremos más seguros de esa manera y, sinceramente, capitana, me fío de usted aun a sabiendas de que conoce mi falibilidad.
—Sí señor. —Desjani sonrió abiertamente—. Usted ya conoce la confianza que tanto mi tripulación como yo hemos depositado en usted.
Esta vez, Geary trató de no hacer ninguna mueca. Para cambiar de tema, se limitó a asentir con la cabeza mirando hacia el visualizador.
—Ojalá esto no durase tanto. Es una pena que no podamos hacer microsaltos a una velocidad superior a la de la luz dentro de los sistemas de estrellas —musitó Geary.
—Sí. La espera siempre ha sido lo más difícil para mí —confesó Desjani—. Podemos ver al enemigo, sabemos dónde está, pero quedan todavía unas cuatro horas y media antes de que podamos acercarnos lo suficiente a esa base del cuarto mundo y reducirla a cráteres.
—Se podría ir más rápido —respondió una voz. Tanto Desjani como Geary se dieron la vuelta y vieron que la copresidenta Rione había llegado al puente de mando del Intrépido. Rione miró directamente a Geary—. ¿O no es así?
Geary se encogió de hombros, tratando de ignorar la expresión de desdén que veía en el rostro de Desjani con el rabillo del ojo.
—Podríamos. Pero no quiero —sentenció Geary.
—¿Por qué no? —Rione caminó hacia delante y se sentó en una silla vacía destinada a los consultores, abrochándose el cinturón con unos movimientos cuidadosamente precisos.
—Porque, entre otras cosas, las naves de esta flota están ya a una media de una décima de la velocidad de la luz. Estamos en el espacio normal y por tanto sujetos a las normas que rigen aquí. Eso significa que cuanto más rápido vayamos, peores serán los efectos de la relatividad. —Rione lo miró, esperando abiertamente a que se explicase más en profundidad y dejando que Geary se preguntase una vez más cuánto sabría la copresidenta en realidad y hasta qué punto lo estaba poniendo a prueba—. Para decirlo de la manera más simple posible, nuestra perspectiva de todo lo que hay fuera de esta nave se distorsiona cada vez más cuanto más rápido vayamos.
Viajando a una décima de la velocidad de la luz, seguimos teniendo la posibilidad de hacernos una idea de lo que hay fuera con cierta precisión. Si nos acercamos a la velocidad de la luz, cada vez es más complicado saber dónde está todo en realidad. Ahora mismo ya tengo suficientes problemas tratando de imaginarme dónde está ubicado el enemigo y hacia dónde van sus naves. Lo último que me haría falta ahora sería tener que averiguar también dónde están mis propias naves.
Rione movió la mano hacia el visualizador.
—Tenía entendido que estas cosas ofrecían imágenes que compensaban los efectos de la relatividad cuando era necesario —repuso la copresidenta.
La capitana Desjani, cuyo rango a bordo del navío parecía estar en peligro una vez más, tomó la palabra para responder a Rione.
—Señora copresidenta, los sistemas pueden compensar con bastante precisión los efectos de la relatividad en esta nave porque sabemos qué es lo que está haciendo esta nave. Pero, en lo que a las demás naves se refiere, los sistemas solo pueden proporcionar una estimación de lo que observan. La imagen que tenemos de la otra nave llega distorsionada y con retraso y las subsiguientes correcciones tienen una precisión variable. La imagen que obtenemos podría diferir significativamente en función de dónde esté ubicada la otra nave y del punto en el que se encuentren sus vectores de velocidad y ruta en cualquier momento.
Si Rione tenía más preguntas, estas quedaron aplazadas por el observatorio de comunicaciones.
—Capitana Desjani, hemos recibido una orden de detenernos por parte de las fuerzas de defensa síndicas del interior del sistema.
Desjani, por supuesto, miró a Geary. El capitán frunció el ceño, con la mirada fija en el visualizador.
—Eso sí que ha sido rápido. Corríjame si me equivoco, pero en estos momentos esa base del cuarto planeta solo puede haber establecido contacto visual con la primera nave de la flota que ha salido por el punto de salto —adelantó Geary.
—Estoy de acuerdo. —Desjani recorrió el puente de mando con la mirada—. Esa señal debe de proceder de una fuente síndica situada a unos quince minutos luz del punto de salto. Encuéntrenla —les ordenó a sus consultores.
Aquello solo les llevó unos pocos momentos, gracias a que la flota se encontraba bastante desperdigada. Usando la marcación a partir de la cual se había recibido la señal síndica en diferentes naves, muy separadas unas de otras, se pudo localizar fácilmente la fuente. Los sensores de espectro completo se centraron en ese punto y finalmente descubrieron un pequeño objeto.
—Es minúsculo —informó el consultor de comunicaciones—. No es una nave. Ni un objeto tripulado tampoco. Se estima que la fuente de la señal es un asistente automatizado de gestión de tráfico.
—¿Por qué no lo habíamos descubierto antes? —preguntó Desjani.
—Parece que lleva ahí mucho tiempo, señora. Los efectos de la erosión y el paso del tiempo son muy visibles en él. Los barridos preliminares pensaron que se trataba muy probablemente de un escombro antiguo que se desplazaba a la deriva por el sistema.
Geary, que no pudo evitar pensar en lo mucho que aquello describía a la perfección el último siglo de su propia existencia, se frotó el mentón mientras estudiaba el visualizador. La nave más cercana al objeto, el crucero Ferviente, se encontraba a menos de un minuto luz de allí. Esa cosa tal vez no esté equipada con artillería, pero podría tener material que a la base síndica le pudiera resultar de ayuda para seguirnos el rastro. También podría tener capacidad de autodestrucción, lo cual podría dañara cualquier nave que se acerque demasiado a ella. Más vale prevenir que curar.
—Ferviente, aquí el capitán Geary a bordo del Intrépido. Deshágase de esa cosa —ordenó Geary.
El capitán tuvo que esperar casi dos minutos hasta que llegó la respuesta.
—Ferviente, señor, sí, señor. Eliminada. —Geary observó su visualizador, sabedor de que en el mejor de los casos tardaría varios minutos en comprobar que el Ferviente había volado el satélite.
—¿Debemos contestar a la señal, capitana Desjani? —insistió el consultor de comunicaciones.
Desjani volvió a mirar a Geary.
—Debo enviar un informe a la base —concluyó.
—Sí. El informe llegará algo después de que establezcan contacto visual con nosotros, supongo. —Geary pensó bien en el problema, consciente de que estaba poniendo en marcha una serie de acontecimientos y decisiones que tendrían que irse ejecutando durante varias horas a partir de entonces. El capitán trató de no pensar en la cantidad de vidas del sistema Corvus y de su flota que dependían de lo que decidiera ahora.
—Capitana Desjani —dijo Geary con cautela, pensando de nuevo en los defensores sorprendidos del sistema Corvus—. Por favor, informe a las autoridades síndicas de que estamos aquí para aceptar su rendición. Haga llegar esa orden a través de todo el sistema.
Desjani le lanzó una mirada de asombro y de decepción.
—Hasta ahora, todo apunta a que hay pocas defensas en ese lugar y lo que tienen se ha quedado irremisiblemente anticuado. No resultará difícil derrotarlos.
—No. Pero conseguiremos de ellos muchos más suministros y recambios utilizables si se rinden pacíficamente que si tenemos que obligarles a que se sometan. Es más, tal vez podamos convencerles de que su contribución sea más generosa si piensan que así conseguirán evitar que machaquemos todo lo que hay en este sistema —razonó Geary.
—¿No es mejor asegurarse de que su capacidad de resistencia queda eliminada? —inquirió Desjani.
—No. —Geary meneó firmemente la cabeza—. A los Mundos Síndicos les da igual perder recursos en este sistema, pero para la Alianza todas las naves que resulten dañadas y la munición que se gaste aquí sí que supone algo. Nos irá mejor si ganamos sin pelear. Si emitimos una exigencia de rendición ahora, habrá llegado a todos los puntos del sistema una media hora después que nuestra presencia sea detectada. Tendrán tiempo de darse cuenta de que nuestras fuerzas son muy superiores a las suyas, les dará tiempo también a asustarse de verdad, y eso solo con que les llegue nuestra exigencia.
Desjani seguía pareciendo decepcionada pero se abstuvo de expresar otros argumentos que pudiera tener en la recámara. Unos pocos minutos más tarde, el Intrépido transmitió el mensaje mientras la flota de la Alianza seguía cayendo hacia el corazón del sistema a una décima de la velocidad de la luz.
Geary observó su visualizador, deseando que el tiempo y la distancia transcurriesen a una velocidad mayor. La base síndica ya debería haberse percatado de la presencia de la flota de la Alianza, pero incluso si las corbetas de níquel se empezaban a mover de inmediato, el Intrépido no iba a ser capaz de ver ese movimiento hasta dentro de otros diez minutos. Geary se concentró en sus propias naves, tratando de descifrar la maraña de vectores de movimiento para evaluar cómo de bien estaban recuperando la formación. A juzgar por lo difícil que le resultaba interpretar sus movimientos, las naves no debían de estar haciéndolo todo lo bien que deberían. De acuerdo, la velocidad a la que circulaba la flota hacía que el reposicionamiento fuera más difícil, pero aun así las naves parecían estar haciendo un trabajo muy pobre individualmente a la hora de colocarse en formación.
—El comandante síndico ha respondido a nuestra exigencia de rendición —refunfuñó la capitana Desjani.
—De acuerdo. —Geary comprobó la hora y confirmó que la respuesta a su exigencia de rendición debía de haber sido enviada con gran presteza. El capitán tardó aún un momento en escoger el botón adecuado, pero al final logró verse cara a cara con la imagen de un hombre mayor vestido con un uniforme impecable hasta denotar obsesión, pero usado, de oficial de la clase directiva de los síndicos.
El directivo síndico tragó saliva de manera palpable, pero entonces meneó la cabeza y trató de mostrar un aspecto resuelto.
—A través de este mensaje hacemos acuse de recibo de su comunicación. Su solicitud debe ser denegada. No tengo permiso para ofrecer la rendición de ninguna fuerza o instalación que se encuentre dentro de este sistema. Fin de la comunicación.
Oh, por… Geary exhaló un aliento exasperado.
—¿Qué nuestra exigencia debe ser denegada? ¿Está de coña? Parece que piensa que le hemos pedido que nos conceda un baile —rezongó Geary.
—En unas pocas horas más echaremos abajo su cuartel general con él dentro —rugió Desjani.
—Tal vez. Hasta entonces, no hay razón alguna para que no intente hacer que ese idiota entre en razón. —Geary casi sonrió al ver el gesto de Desjani—. No se preocupe, no le voy a andar rogando.
—No quería…
—No se preocupe. Permítame que envíe esta comunicación de manera personal. —Geary hizo una pausa para ordenar sus ideas y después tecleó la secuencia de comandos correspondiente—. Aquí la flota de la Alianza, capitán John Geary al mando, entrando en el sistema Corvus. Hemos venido a aceptar su rendición —anunció Geary, sin olvidar lo irónica que resultaba su exigencia después de que el director ejecutivo de los síndicos hubiera usado prácticamente las mismas palabras para dirigirse a él hacía unas semanas—. Como puede observar a través de nuestros vectores de llegada, venimos del sistema interior síndico. Nuestro trabajo allí ha concluido por ahora. —Geary trató de insuflar la cantidad adecuada de arrogancia victoriosa a aquella afirmación engañosa. Si el comandante síndico pensaba que aquello significaba que la Alianza había destrozado el sistema interior síndico, tal vez sería más fácil intimidarlo—. Esperamos de todas las fuerzas militares y locales de los Mundos Síndicos que depongan las armas, desactiven los sistemas defensivos y abandonen cualquier forma de resistencia. Debería resultarle obvio que tenemos fuego de artillería más que suficiente para obligar al cumplimiento de nuestra exigencia y que cualquier resistencia por su parte será inútil. Niéguese a rendirse y enseguida verá cómo su decisión acarrea la muerte inmediata e inútil de sus defensores y un buen número de daños a las instalaciones del interior de su sistema. Espero que en su siguiente mensaje acepte ofrecer su rendición.
El capitán se echó hacia atrás y miró a Desjani, tras lo cual se encogió de hombros.
—Si eso no funciona con él…
—Una lanza infernal sí que lo hará —completó Desjani.
—Eso. Si llega a este extremo. —Geary frunció el ceño mirando al visualizador—. Sigue sin haber movimiento de corbetas hasta hace diez minutos. Interesante. Se están limitando a mantener la misma posición en su órbita relativa con respecto a la base síndica.
—Quizá estén planeando emplearlas como parte de la defensa perimetral de la base —sugirió la capitana.
—Eso sería terriblemente estúpido, dejar colgadas las naves en posiciones de defensa estática, incluso aunque no les superásemos en número de una manera tan enorme. —Geary estudió el mapa de situación—. Creo que hay otra razón pero…
—¡Crucero síndico detectado orbitando en torno al cuarto planeta! —anunció la unidad de reconocimiento.
—¿Solo uno? —Geary observó el informe entrante. No reconocía la clase de crucero ligero de que se trataba, pero el sistema lo identificaba como un modelo con un diseño obsoleto—. ¿Son ciertas estas especificaciones?
Una docena de personas que se encontraban en el puente de mando se apresuraron a comprobarlo. Desjani contestó por todos ellos.
—Sí, señor.
—Vaya. ¡Mire qué sistema de propulsión tiene esa cosa! ¿Por qué habrán metido tanta capacidad de propulsión en un crucero ligero? Desjani frunció el ceño, estudiando los datos.
—No sabemos. No se ha podido encontrar el modelo y, además, solo se sabe de él por lo que cuentan algunas fuentes de la Inteligencia. Según parece, solo se construyeron unos cuantos de ese tipo y, si se los vio en el campo de batalla, los archivos que poseemos no lo dejaron reflejado.
Geary asintió como ausente, pensando en si podía darse el caso de que la única razón por la que no hubiese quedado constancia del aparato en los archivos fuera que la fuerza de la Alianza que hubiese tenido que lidiar con uno de ellos hubiera acabado hecha pedazos. Con todo, aquel crucero ligero no tenía un gran arsenal armamentístico. Tan solo poseía aquel enorme y alucinante sistema de propulsión. Con un poco de suerte, no tendré que preocuparme de averiguar con qué intenciones se diseñó. Si el comandante síndico se rinde, ya se lo podré preguntar a alguien. Si no es así, ese crucero acabará convertido en un montón de escombros flotantes después de que le metamos tantos tiros que acabe pareciendo un colador.
—El crucero y las corbetas siguen dando vueltas alrededor del planeta. Es una señal esperanzadora.
—Eso los convierte en objetivos más fáciles, de todos modos.
Había transcurrido una hora más cuando se recibió la respuesta del comandante síndico.
—Efectúo acuse de recibo de su última comunicación —precisó el directivo con uniforme usado—. Las instrucciones de combate de la flota síndica prohíben la rendición en su artículo siete. El artículo nueve exige la defensa de todas las instalaciones militares de la manera más enérgica posible. El artículo doce estipula que no hay situaciones excepcionales para los artículos siete y nueve. Por ende, debo denegar su petición de nuevo.
Geary se quedó mirando aquella imagen durante un buen rato.
—¿Cómo puede ser tan estúpido? —se preguntó en voz alta.
La copresidenta Rione le respondió:
—Es un burócrata, capitán Geary. Mírele. Escúchele. Su modus vivendi se basa en hacer cumplir las leyes independientemente de que tengan o no sentido. —A juzgar por su tono de voz, Rione ya se había topado con más gente de ese tipo de la que podría desear.
Geary casi soltó una risotada ante lo absurdo de todo aquello. Un burócrata. Un tipo que probablemente se ha pasado toda su carrera asegurándose de que cada letra de cada instrucción dispuesta hace décadas y a años luz de allí se cumplían a rajatabla, hasta el último subepígrafe. El tipo de tíos que se creen que la observancia de la norma más insignificante importa más que cualquier otra cosa. ¿Quién si no acabaría al mando de un sistema al que se suponía que la guerra no iba a llegar nunca? ¿Quién si no querría mantener ese mando año tras año sumido en el mismo vacío?
En ese momento a Geary le volvió a la mente la realidad de lo que la insistencia pétrea del burócrata que invocaba el cumplimiento de las instrucciones de combate de la flota síndica, artículos siete, nueve y doce podría provocar. Iba a tener que cargarse a unos cuantos súbditos de este chupatintas para forzar una rendición. Cabrón.
Geary pulsó los botones de su intercomunicador con avidez.
—Este es un mensaje para el comandante síndico del sistema Corvus. No le queda más opción que rendirse. Si nos obliga a destruir sus defensas, puede dar por sentado que me esforzaré al máximo para asegurarme de que usted sufre el mismo destino que su personal del frente de batalla. —Geary cortó la conexión y se giró hacia la capitana Desjani—. Haga que su personal de comunicaciones intente filtrar mensajes directamente a las corbetas y al crucero indicándoles que aceptaremos su rendición. —Desjani dejó entrever un gesto de desaprobación por un momento, pero acabó asintiendo con la cabeza y dio la orden correspondiente. Date un respiro, Tanya Desjani. Machacar a gente que no tiene posibilidades de vencer no reporta gloria alguna.
Aún quedaban tres horas para que la flota se acercase lo suficiente a la base como para comprometer a sus defensas. Los ojos de Desjani se dirigieron a la parte del visualizador en la que se podían ver los cruceros de batalla reunidos alrededor del punto de salto y a Geary no le costó mucho leerle el pensamiento. Las naves de Duellos y Tulev iban a poder disfrutar de un baño de sangre, pero según parecía el Intrépido se iba a tener que conformar con aceptar la rendición de unas pocas naves anticuadas. Desjani no estaba muy contenta con aquel asunto.
La flota de la Alianza se adentró aún más en el sistema Corvus, mientras que las naves iban dirigiéndose con una amplia variedad de velocidades y precisión a las posiciones que se suponía debían ocupar en relación con el buque insignia. Por su parte, las imágenes con retardo de las corbetas síndicas titubeaban en torno a su base y el crucero ligero síndico parecía seguir orbitando alrededor del cuarto mundo. Geary observaba todos estos movimientos con una irritación cada vez mayor. Trató de apuntar qué naves de la Alianza se estaban quedando a la zaga a la hora de desplegar sus movimientos y adoptar su posición en la nueva formación, pero no tardó mucho en darse cuenta de que acabaría antes si se fijaba en las naves que estaban ejecutando la orden con relativa velocidad. La cosa era bastante sencilla: había demasiados rezagados como para llevar la cuenta de todos ellos, mientras que eran lamentablemente muy pocos los que lo estaban haciendo bien.
Se suponía que las unidades a la cabeza de la flota de la Alianza estaban recreando una formación que debía parecerse a un rectángulo enorme, con la parte plana mirando hacia el enemigo. Del mismo modo, también se suponía que la parte principal de la flota debía de estar formando un rectángulo aún más grande detrás del anterior; mientras que, tras ellos, deberían venir las naves de apoyo y sus escoltas, dispuestas en forma de cubo al fondo del todo. A cada lado debería de haber dos cubos más pequeños para realizar tareas de cobertura que permitiesen defenderse ante las hipotéticas acciones del enemigo en aquellas zonas.
En lugar de todo aquello, a Geary le parecía más bien que las naves de la Alianza eran un enjambre enmarañado que, a ojos de cualquiera, tenían más aspecto de una simple cuña distorsionada con el lado más grueso mirando hacia el enemigo.
En ese momento sonó una alarma y empezaron a encenderse símbolos en el visualizador. Geary contuvo la respiración al observar como el Intrépido se hacía eco de la presencia de naves síndicas saliendo por el punto de salto. Naves modernas que se movían a toda prisa. Geary notó un subidón de adrenalina, pese a que sabía que estaba observando acontecimientos que habían tenido lugar hacía diez minutos. Igualmente, fuera cual fuera la defensa por la que hubiesen optado sus cruceros de batalla, aquello también habría sucedido hacía diez minutos.
Geary apenas tuvo tiempo para percatarse de la presencia de un escuadrón de naves de caza asesinas síndicas en formación alrededor de un único crucero pesado antes de comprobar que el fuego concentrado de corto alcance de los cruceros de batalla de Duellos y Tulev reducía a cenizas a las naves de caza asesinas. Unos momentos después, los ataques de la Alianza se cebaron con las defensas del crucero pesado y lo acribillaron antes de que pudiera siquiera lanzar unos pocos disparos, que fueron rápidamente absorbidos por las cortinas defensivas de los cruceros de batalla. Justo a continuación empezaron a llegar informes procedentes de estos con la confirmación de lo que Geary ya había podido ver con sus propios ojos en el visualizador.
El capitán permaneció a la espera, pero no llegó nada más después de los informes de las primeras naves. Se trataba de una fuerza prescindible, enviada por si acaso la Alianza había continuado su huida y no se había preocupado de defender la salida del punto de salto.
Prescindible. Geary siempre había pensado que se trataba de una palabra fea y un concepto aún más feo. Según parecía, los síndicos no compartían esa sensación.
Alrededor de él había aflorado un aluvión de vítores en el puente de mando del Intrépido al observar cómo la pequeña fuerza síndica era masacrada. Aquel sonido le ponía a Geary de los nervios y aquello provocó que tuviera que buscar algo sobre lo que verter su ira. Acto seguido, el capitán volvió a pulsar los botones del cuadro de mandos.
—Se ordena acelerar movimientos a las unidades que todavía no hayan adoptado la formación estándar de ataque de flota Alfa Seis —comunicó Geary.
Desjani miró a Geary con sorpresa, pero ocultó con rapidez su reacción. No era nada de lo que el capitán del Intrépido se tuviera que preocupar. Como buque insignia, era la unidad con respecto a la que todas las demás naves tenían que colocarse. El Intrépido era el que facilitaba la referencia de posición al resto en el momento de dar la orden.
—¿Cree usted que esas eran todas las naves de persecución a alta velocidad que tenían? —preguntó Desjani con una velocidad tal que Geary sospechó enseguida que su intención real era cambiar de tema.
¿Cómo cojones voy a saberlo?, quiso responder Geary. En lugar de eso, se quedó un momento pensando en la respuesta.
—Eso creo. Si fueran a enviar más, ¿qué razón habría para que espaciaran sus momentos de llegada? —Geary hizo una leve pausa—. Con todo, no era una fuerza demasiado grande. Tendrían que haber sido capaces de colarla por el punto de salto justo a tiempo para que nos fuera pisando los talones.
—Y llegaron más de una hora después que nosotros. —Desjani parecía estar cavilando, posteriormente asintió con la cabeza—. En un principio dudaron pero al final acabaron mandaron un pequeño comando por si acaso nos pillaban desprevenidos.
Dudaron. Eso es. Geary asintió con la cabeza.
—Mandaron algo para poder contarles a sus superiores que habían seguido persiguiéndonos con todos los medios. Lo suficiente como para que pareciera serio, pero nada lo bastante grande como para que les importase perderlo. —Lo que sí debió de ser lo suficientemente horrible para los tripulantes de esas naves fue que a sus jefes no les importase perderlos a ellos.
—Exacto. La vida humana no les importa nada en absoluto. —La capitana Desjani miró directamente a los ojos de Geary, con voz rotunda.
—Punto para usted. —Tendré que acordarme de no juzgar erróneamente a la capitana Desjani. Todo lo que hace está fundamentado en lo que ella entiende como buenas razones. Geary se mordió el labio mientras estudiaba el visualizador. Si esas eran todas las naves de persecución a alta velocidad de los síndicos, podía ordenar que los cruceros de batalla se reincorporaran al resto de la flota. Pero también cabía la posibilidad de que los síndicos hubieran espaciado deliberadamente las oleadas de persecución para que los defensores pensaran erróneamente que no iban a mandar a nadie más durante un buen rato. Con todo, esos cruceros de batalla ya se encontraban a diez minutos luz del resto de la flota. Diez minutos de desfase para recibir mensajes. Diez minutos de desfase que impedían que Geary supiese siquiera si aquellas naves se encontraban en problemas en estos momentos. Estaba, además, como poco a una hora de distancia para facilitarles cualquier ayuda que pudieran precisar.
—Capitán Duellos, capitán Tulev, al habla el capitán Geary. Bien hecho. Por favor, reincorpórense a la flota con la mayor celeridad posible. Ordenen que sus naves adopten las posiciones asignadas dentro de la formación estándar de ataque de flota Alfa Seis —ordenó Geary.
Duellos y Tulev tardarían diez minutos en recibir el mensaje. En ese momento tendrían que poner en marcha sus naves a toda velocidad y comenzar su particular caza para reincorporarse a la flota. Les llevaría unas cuantas horas reunirse con la formación.
Con todo, parecía que los cruceros de batalla se iban a posicionar en formación antes que ningún otro, porque, en lugar de colocarse en los rectángulos ordenados, la flota de la Alianza parecía estar apresurándose en engordar aún más el extremo de la cuña que encaraba la base síndica.
¿Qué cojones está pasando aquí? Geary volvió al visualizador, tratando de ver si se estaba dejando algo al fijarse en los detalles en lugar de en el mapa de situación global. No. Seguía sin tener sentido. Tan solo las unidades más lentas como la Titánica parecían estar en sus posiciones asignadas. Y la maltrecha Titánica no tenía elección, ya que se debía limitar a cruzar lentamente el sistema al abrigo de los acorazados más rápidos.
Poco a poco Geary se fue dando cuenta de que la Titánica se hallaba preocupantemente desprovista de compañía.
—¿Dónde están las naves que se suponía que escoltaban de cerca a la Titánica? —Geary volvió a mirar hacia el mapa de situación—. Todas las naves de apoyo que acompañan a la flota se han quedado sin escoltas. ¿Dónde cojones están las escoltas de las naves auxiliares? —Nadie en el puente de mando del Intrépido abrió la boca para responder.
Geary había evitado explotar verbalmente contra la mayoría del resto de naves de la flota por su lentitud a la hora de formar ya que no estaba seguro de si lo que hablaba era el criterio profesional o el mal genio. Sin embargo, volver a la formación debería haber sido una maniobra que a las escoltas asignadas les debería de haber resultado relativamente rápida y fácil. Si se hubieran dirigido a sus posiciones, en estos momentos ya deberían estar situados en ellas. Parecía un gran descuido… Un descuido, ¿o era otra cosa? Geary volvió a mirar a la ruta hacia la que se estaban desviando las naves de su flota. Después, su vista volvió a posarse sobre las dos corbetas síndicas.
Geary tardó en caer en la cuenta, pero finalmente lo hizo.
—¡Qué nuestros antepasados nos asistan! —imploró el capitán. Desjani se quedó mirándolo, claramente preguntándose si aquel arrebato impreciso se refería esta vez a su propia nave.
—¿Capitán Geary? —preguntó Desjani.
Geary se limitó a concentrarse en el visualizador, tratando de controlar la rabia y la voz antes de hablar. Finalmente, señaló a los movimientos de las naves de la Alianza.
—Esos… estúpidos… no están poniéndose en formación porque están tratando de colocarse en la primera línea de fuego para cuando entremos en contacto con esas corbetas. —Ahora que se daba cuenta de lo que había estado ocurriendo parecía obvio, el modo en el que toda la formación de la Alianza se había ido estrechando hacia el lugar en el que la flota iba a proceder a interceptar las corbetas síndicas. La mayoría de la flota de Geary había abandonado o ignorado las posiciones asignadas y las obligaciones estipuladas dentro de la estrategia superior de ataque para poder tener una cuota de gloria cuando las corbetas fueran aniquiladas por una fuerza tan masivamente superior como aquella.
Desjani se quedó mirándolo como si tuviese dudas de si hablar o no, pero al final tomó la palabra.
—La agresividad es la primera…
—¡Agresividad! —la interrumpió Geary—. ¿Así llama usted a esto?
—A por el enemigo —afirmó Desjani, y a Geary de nuevo le sonó como una cita—. Esa fue una de las últimas órdenes que se dieron en Grendel.
Desjani observó a Geary, sabedora de que el capitán había identificado rápidamente la referencia.
Y vaya si lo recordaba, tanto que de nuevo tuvo que intentar no permitir que aflorasen sus emociones. Después de todo, aquella batalla que se había librado un siglo atrás en el sistema estelar de Grendel para él no había sucedido hacía mucho más de un mes. Su nave había perdido la comunicación con el resto de las unidades del convoy en plena batalla con los síndicos. Pero antes de que se perdiera, una de las últimas órdenes que había dado a su propia nave, pero que se habría escuchado también por toda la red de mando, había sido: «A por el enemigo».
—No me está diciendo en serio que… que…
Desjani asintió con la cabeza, en un gesto que ahora irradiaba orgullo. Orgullo de sí misma, de la flota, y de Geary.
—Es nuestra primera regla de combate en la flota de la Alianza. Ser agresivo. No dudar nunca, no quedarse atrás nunca. A por el enemigo, como ordenó Black Jack Geary hacía tiempo —declaró Desjani, con el rostro refulgente.
Geary tenía ganas de agarrarla por los brazos y zarandearla. ¡Idiota! ¡Panda de idiotas! ¡Esa no es una solución universal para cualquier situación táctica!
—¡Por todos los antepasados de todos los tripulantes de esta flota, capitana Desjani, la disciplina es tan importante como la agresividad! Con unas pocas fragatas bastaría para eliminar esas corbetas. Iba a enviar un único escuadrón para que lo hiciera —reveló Geary.
—¡Ellos saben que están luchando bajo la atenta mirada de Black Jack Geary, señor! ¡Quieren demostrarle lo buenos que son! —exclamó Desjani.
—¡No lo son! ¡Están actuando como una banda sin preparación ninguna! ¡Están ignorando mis órdenes! —Geary se mordió la lengua para no decir a continuación lo que se le estuviese pasando por la cabeza. Desjani y el resto de miembros de la tripulación del Intrépido lo miraban como si acabase de abofetear a Desjani—. Miren, la agresividad es algo estupendo cuando llega su momento, pero si no se combina con tácticas inteligentes y se coordina con ellas para generar acciones disciplinadas, es un pasaporte al desastre.
El orgullo de Desjani se tornó en obstinación.
—A nosotros nos ha servido, señor. La flota de la Alianza está orgullosa de su espíritu de lucha —replicó la capitana.
En lugar de volver a disparar otra respuesta áspera, Geary inspiró profundamente. Sí, os «ha servido» de cojones. No hay ni que preguntar por qué la flota ha perdido tantas naves. No hay ni que preguntar por qué la flota se abalanzó sobre el cebo que habían tendido los síndicos y acabó al borde de la destrucción. Y encima habían estado haciendo ese tipo de cosas a partir de una visión completamente distorsionada de la propia filosofía de Geary. No sé siquiera si debo sentirme culpable o no. ¿Es culpa mía que el ejemplo de Black Jack Geary que siguen tan ciegamente no se corresponda ni se haya correspondido nunca con la realidad?
Cambiar esto me va a llevar tiempo. No puedo decirles sin más que se equivocan. Si lo aceptasen, acabaría con su espíritu de lucha. Si no, no cambiarían, y mi propia autoridad sería aún más débil que ahora mismo.
Geary asintió con un cuidado intencionado en dirección a Desjani.
—El espíritu de lucha es inmensamente importante, capitana. Por lo que he podido ver, la flota de la Alianza tiene motivos para sentirse orgullosa de su espíritu de lucha. —Desjani sonrió, aparentemente aliviada por las palabras de Geary. Al echar un vistazo a su alrededor, Geary comprobó que había expresiones similares en los rostros del resto del personal del puente de mando—. Pero tenemos que aplicar ese espíritu adecuadamente, para estar seguros de que conseguimos infligir… —¿cuál es el término adecuado?—… el mayor daño posible al enemigo. Es como apuntar con una pistola para asegurarse de que se acaba abatiendo al objetivo. —Geary señaló a su visualizador—. Ahora mismo, esta flota no está apuntando todo lo bien que debería. —Y me llevo el premio al eufemismo del siglo—. Tenemos que trabajar esas cosas.
Pero hasta cuando estaba articulando la última frase, Geary pudo ver que las naves de vanguardia de la flota de la Alianza estaban acelerando por encima de la décima de la velocidad de la luz, abandonando así toda pretensión de mantener una especie de formación y abalanzándose una tras otra hacia el objetivo que se pretendía destruir: las dos corbetas síndicas. Para su sorpresa, las imágenes de alrededor de la base síndica, que ahora llegaban con un desfase de cinco minutos, mostraban que las corbetas no habían intentado huir todavía. En lugar de eso, seguían manteniendo una posición de bloqueo no demasiado alejada de la base síndica. Geary seguía intentando averiguar si eran valientes, estúpidos o si simplemente el miedo les había paralizado, cuando la razón última se hizo evidente: desde la base se lanzaba una nave mensajera que salía acelerando a toda pastilla. Los síndicos estaban tratando de mandar un informe a través de uno de los puntos de salto que había alrededor de Corvus. Me pregunto qué artículo de qué instrucción de combate de la flota síndica ordena el envío de un informe; se preguntó Geary amargamente. Ese idiota que está al mando no lo haría si no se especificase nada concretamente en ese sentido.
Los elementos de vanguardia de la flota de la Alianza seguían acelerando por encima de la velocidad a la que podían apuntar certeramente a las naves enemigas. Ya está. Ya va siendo hora de que intente reconducir este desaguisado. Geary pulsó con el pulgar el botón que activaba las comunicaciones.
—Al habla el capitán Geary. Se ordena a todas las unidades de la flota de la Alianza que regresen a sus puestos en la formación. Todas las unidades deben reducir su marcha lo necesario para asegurarse de no estar sobrepasando el límite de una décima de la velocidad de la luz. —A Geary le reventaba tener que dar esa orden en plena batalla, un momento en el que los comandantes de cada nave deberían tener la flexibilidad necesaria para modificar la velocidad en función de las circunstancias de combate, pero al capitán no se le ocurría otra manera de frenar la afluencia de naves que se agolpaban para dar alcance a las corbetas síndicas.
—Se ordena a las naves del tercer escuadrón de fragatas que entren en combate con las corbetas síndicas. Se ordena que cualquier unidad que se encuentre en posición de interceptar la nave mensajera realice todos los esfuerzos necesarios para detenerla —exigió Geary.
El capitán hizo una pausa, esperando a ver qué ocurría, consciente de que, por el momento, no podía hacer nada más. Todavía tardaría unos minutos en saber si esta vez alguien sí lo estaba escuchando.
Al menos ahora estaba comprobando que los cruceros de batalla habían emprendido el camino de vuelta. No iban a alcanzar a los elementos rezagados de la flota hasta dentro de tres horas, pero al menos estaban haciendo lo que se les había ordenado.
Durante los siguientes quince minutos se pudo ver que algo más de la mitad de las naves de la Alianza que se cernían sobre las corbetas síndicas comenzaban tímidamente a seguir las órdenes de Geary. Por desgracia, como algunas naves reducían la velocidad y otras seguían acelerando, se desvaneció cualquier atisbo de orden y concierto en el seno de la flota de la Alianza. El borde de vanguardia de la cuña se había convertido en una mancha retorcida que impedía determinar a ciencia cierta en qué posición se encontraban un buen número de naves con respecto a la del propio Geary.
Las unidades más periféricas de la flota de la Alianza se reflejaban en el visualizador con un centelleo casi propio de una luz estroboscópica a medida que sus saltos de un lado a otro se iban actualizando en las imágenes que llegaban al Intrépido con el retardo de rigor. Parecía como si casi una veintena de naves de la Alianza se hubieran juntado y estuviesen intentando acelerar para interceptar la nave mensajera síndica. Por alguna razón insondable, la Orión, que estaba muy lejos de cualquier zona de interceptación posible, había lanzado unos cuantos espectros cuyo objetivo era impactar contra la mensajera, a pesar de que la distancia y las velocidades relativas eran demasiado grandes como para esperar tener opción alguna de conseguir dar en el blanco.
Además, la posición del crucero ligero síndico había variado enormemente en el momento en el que el Intrépido finalmente pudo verlo acelerando a toda pastilla hacia la flota de la Alianza. ¿Qué está haciendo? No se encuentra en posición de ayudar a defender a esa nave mensajera. La mancha que componía ahora mismo la flota de la Alianza se había estrechado en tres direcciones: un brazo fino que se dirigía hacia arriba y hacia el lado de la senda de la mensajera, otra masa de naves más grande que seguía su camino hacia las corbetas síndicas y su base, que ahora ya se encontraba a menos de una hora de cualquier contacto, y por último un nubarrón de naves cada vez más grande en la retaguardia, donde ciertas unidades de la Alianza se estaban colocando finalmente en sus posiciones de formación. El crucero ligero síndico, después de haber bordeado el cuarto planeta, parecía estar acelerando gracias a la fuerza de su inconmensurable sistema de propulsión, como queriendo pasar por encima de la retaguardia de la mancha que representaba a la Alianza en el visualizador.
Geary se quedó mirando allí, intentando comprender qué pretendía aquel crucero ligero. La estimación de velocidad y los vectores de dirección del navío de guerra síndico seguían pegando saltos mientras este superaba la décima de la velocidad de la luz sin dejar de acelerar. Según parecía, también estaba modificando su trayectoria ligeramente una y otra vez, de tal modo que mientras las naves de la Alianza recibían las observaciones retardadas y distorsionadas por los efectos de la relatividad, la posición «compensada» del crucero también saltaba de un punto a otro, de la misma forma que la previsión de su ruta también saltaba continuamente en el espacio. Solo había dos cosas que parecían seguras. Que el crucero seguía acelerando y que seguía dirigiéndose hacia la flota de la Alianza.
¿Por qué? Si se está limitando a huir, ¿por qué hacerlo a través de la flota de la Alianza? ¿Cómo está pensando enfrentarse a nosotros? Con lo que se está acercando y lo rápido que está yendo; pasará a la altura de nuestras naves a toda pastilla sin saber muy bien dónde están, lo mismo que nuestras naves no sabrán muy bien dónde está él. Incluso con ese sistema de propulsión que tiene; para cuando sea capaz de decelerar hasta lograr la velocidad de combate estará…
—¡Mierda! —Geary ni siquiera se percató de la reacción a su súbita blasfemia en el puente de mando del Intrépido. Debí haberlo visto. Debí haberme imaginado esto hace tiempo. Una nave construida con tanta capacidad de propulsión debe de haber sido creada para un tipo de ataque especial. Geary gesticuló hacia la zona general de su visualizador en la que la representación del crucero síndico centelleaba aquí y allá.
—Va a por la Titánica —murmuró Geary.
—¿Qué? —La capitana Desjani siguió el movimiento de Geary con un gesto de sorpresa—. ¿Cómo es posible? Nunca será capaz de imaginarse dónde está la Titánica yendo a esa velocidad.
—¡La han diseñado para eso, capitana Desjani! ¡Debí haberme dado cuenta en el momento en el que la vi! —Geary volvió a señalar al visualizador con el dedo, dibujando un arco a través de la parte frontal de la flota de la Alianza para acabar en la Titánica—. Su excepcional capacidad de propulsión le permite acelerar rápidamente hasta adquirir una velocidad lo suficientemente alta como para que los efectos de la relatividad hagan que resulte casi imposible apuntarle con precisión, joder. Una vez que haya conseguido atravesar la barrera de las unidades defensivas, que no serán capaces siquiera de apuntarle de una manera medio decente, se dará la vuelta y usará la misma fuerza de propulsión para frenar lo justo como para situarse a una velocidad que le permita enfrentarse con garantías a los objetivos más débiles que, hasta entonces, hubieran estado protegidos por los buques de guerra.
Desjani soltó un gruñido al estudiar la situación en el visualizador.
—Que nuestros antepasados me perdonen. Va a alcanzar la máxima velocidad cuando horade nuestras unidades de vanguardia. Tendremos muy pocas oportunidades de darle a no ser que seamos capaces de determinar exactamente cuál será su ruta —arguyó Desjani.
—¡No podemos! ¡No podemos predecir su ruta porque no sabemos exactamente dónde se encuentra ahora mismo! —Geary hizo una pausa y después mostró los dientes—. Pero lo que sí sabemos exactamente es hacia dónde se dirige.
—¿A por la Titánica? —Las manos de Desjani se movieron entre los mandos y apareció un cono enormemente estirado, con el extremo más ancho centrado en la zona donde los sistemas de la nave preveían que se encontraba ahora el crucero síndico—. Aquí. Si ese crucero se dirige hacia la Titánica y tiene que decelerar hasta adquirir una velocidad lo suficientemente baja como para obtener datos que le confieran una alta probabilidad de impacto sobre la Titánica al pasar por el punto en el que la tenga a tiro, tendrá que empezar a frenar más o menos por aquí, lo que significa que interceptará la ruta de la Titánica aquí. —El dedo de Desjani señaló al lugar en el que el cono se encogía hasta hacerse tan estrecho como la cabeza de una aguja.
Geary asintió con la cabeza, sintiendo un brote de alegría momentáneo. Esa era la razón por la que los síndicos no habían construido más naves como aquel crucero ligero: una vez que se descubriera cuál era su objetivo, las naves escolta que se encontrasen detrás del núcleo central de la flota podrían interceptarlas antes de que lo alcanzasen. Pero la euforia de Geary se desvaneció con rapidez en cuanto estudió la zona que rodeaba la ruta trazada por Desjani. No hay nada en posición de detener a ese crucero. Los escoltas de la Titánica siguen estando demasiado alejados y preocupados por dar caza a esas inútiles corbetas, los escuadrones de reserva están desperdigados por todas partes y la Titánica se ha quedado todavía más atrás porque la flota la ha ido dejando a la zaga al acelerar tanto.
Y el comandante de ese crucero ligero síndico había sido lo suficientemente inteligente como para ver qué estaba ocurriendo y para descubrir que la Titánica era el talón de Aquiles de la flota de la Alianza. Más listo que yo, admitió Geary. Ahí hay un muy buen tripulante. Una pena que tenga que emplearme a fondo para liquidarlo o liquidarla.
Lo primero que había que hacer era asegurarse que el crucero ligero tenía alguna otra cosa de la que preocuparse.
—Se ordena a todas las naves de los escuadrones de crucero ocho y once que persigan al crucero ligero síndico. —Aquello sería, con mucho, más naves de las que harían falta, pero Geary no podía adivinar cuántas naves de esos escuadrones se encontrarían lo suficientemente cerca del crucero síndico como para que pudieran convertirse en una preocupación para el enemigo. Posiblemente ninguna de aquellas naves estaría en condiciones de atrapar al crucero antes de que este diese caza a la Titánica pero si Geary conseguía que aminorase la velocidad, tal vez podrían tener algo que decir—. Se ordena a todas las demás naves que, si consiguen tener al crucero ligero a tiro, se enfrenten directamente a él.
Geary dedicó un instante a revisar la situación de las corbetas. Una vez que habían finalizado su misión de protección de la nave mensajera, habían dado media vuelta y habían emprendido la huida. Geary meneó la cabeza. Son demasiado lentas y han esperado demasiado. Había naves de la Alianza a menos de media hora de ellas y aquellas corbetas no aceleraban una mierda.
—Capitana Desjani, por favor informe a esas dos corbetas de que si no se rinden inmediatamente serán destruidas con total seguridad —ordenó Geary.
—Sí, capitán Geary. —Esta vez, Desjani se guardó sus pensamientos para sí.
Más arriba y hacia un lateral, la nave mensajera síndica había tenido que confiarse a la velocidad y a la falta de certeza derivada de los efectos de la relatividad para adelantar a las naves de la Alianza que se abalanzaban sobre ella. Con todo, un destructor de la Alianza había aprovechado su posición privilegiada con respecto a la mensajera y se había deslizado hacia la ubicación del enemigo para ejecutar una interceptación perfecta. Geary solo tuvo un momento para darse cuenta de que no le había ofrecido a la mensajera una oportunidad para rendirse antes de que el destructor abriese fuego proyectando lanzas infernales sobre la ruta de la nave enemiga. La mensajera se abalanzó entonces sobre la cortina de proyectiles, que se clavó sobre las finas defensas de la nave síndica. Los motores de la mensajera saltaron por los aires y la nave entera se desvaneció al reducirla la explosión a pequeños pedazos. Una pena. Buena interceptación, no obstante. ¿Quién era ese destructor? La Estocada, una de las naves de clase espada. Tendré que acordarme de ella.
—Una de las corbetas ha comunicado su rendición —anunció el consultor de comunicaciones del Intrépido con un tono de voz inquebrantable.
—Dígale… —Geary revisó el visualizador apresuradamente— a la Audaz que proceda a abordar la corbeta y que se asegure que queda desprovista de cualquier cosa que podamos usar. —El capitán se detuvo un momento, pensando en lo mal que le habían obedecido hasta ahora, y a continuación se puso a pulsar botones—. A todas las unidades de la flota de la Alianza, al habla el capitán Geary. He aceptado personalmente la rendición de la corbeta síndica PC-14558. —Desjani se quedó mirándolo, con los ojos como platos. Geary evitó su mirada, con los ojos clavados de manera obstinada sobre su propio visualizador. Le acababa de decir a todo el mundo que la corbeta rendida se encontraba de manera efectiva bajo su protección personal desde ahora mismo. Era una medida extrema, pero tenía la desagradable sensación de que, de no haberlo hecho así, ni siquiera una nave rendida podría considerarse a salvo de un ataque por parte de sus comandantes, para los que el exceso de entusiasmo era una norma generalizada.
Geary volvió la vista de nuevo hacia los cruceros de batalla que se encontraban lejos, mirando a popa, y deseó por un instante poder teletransportarse de alguna manera y ponerse a la altura de la Titánica para después buscar con la mirada al crucero síndico.
Cuando lo encontró, se dio cuenta de que la nave enemiga estaba penetrando a toda velocidad por la línea de vanguardia de las naves de la Alianza.
Geary se quedó observando aquello con una sensación de impotencia mientras las naves de la Alianza que se encontraban más cerca del crucero síndico se mostraban incapaces de interceptarlo. Todas ellas fracasaron en su intento, una a una, mientras la velocidad del crucero se incrementaba hasta sobrepasar una quinta parte de la velocidad de la luz, lo cual confundió a los sistemas de apuntado de la Alianza con tanta eficacia que sus predicciones comenzaron a equivocarse irremisiblemente una y otra vez. Hubo unos pocos espectros que pasaron cerca del crucero en su intento por interponerse en su camino. Pero todos ellos quedaron atrapados en una caza de popa merced a su baja velocidad relativa, por lo que los espectros acabaron envueltos en llamaradas de luz nada más entrar en contacto con las defensas del crucero síndico, que solo tenía que disparar hacia su retaguardia, al saber que cualquiera que le estuviese persiguiendo vendría por la parte de popa.
Ahora todo el mundo miraba a Geary. No decían nada, pero Geary sabía lo que estaban pensando. ¿Qué hacemos, Black Jack? ¿Cómo nos va a sacar de este lío? No en vano, el capitán sabía que estaban seguros de que, de un modo u otro, podía sacarlos de allí. Idiotas. Si seguían ejecutando despliegues tácticos tan horrorosos, ¿cuánto iba a tardar Geary en quedarse sin soluciones?
Mierda y más mierda. El comandante síndico ha descubierto el punto más débil de esta flota. Si perdemos la Titánica, nuestras posibilidades de regresar a casa caen en picado. Y ni siquiera tiene que destruirla. Le basta con ralentizarla un poco más para que nos veamos en la diatriba de tener que esperarla mientras llega la flota síndica principal que sin duda sabe que viene detrás de nosotros, o abandonar una nave que es necesaria para esta flota.
No, la Titánica es solo uno de los puntos más débiles de esta flota. El otro es la falta de disciplina que llevó a las escoltas de la Titánica a abandonar sus responsabilidades. No puedo hacer nada para que nuestra flota deje de depender tanto de la Titánica, pero lo que puedo hacer, y vaya que si puedo, es reinstaurar la disciplina dentro de esta flota.
Si tengo la oportunidad.
Los ojos de Geary desfilaban a uno y otro lado del visualizador, haciendo oídos sordos a las predicciones imprecisas del sistema de combate sobre la posición exacta y el vector del crucero síndico. En su lugar, el capitán optó por dejar que fueran sus instintos los que juzgaran las opciones que tenían los distintos acorazados de la Alianza de interceptar al crucero síndico antes de que pudiera llegar a la altura de la Titánica. En medio de todo esto, Geary apenas se había apercibido de que la segunda corbeta síndica había sucumbido a la avalancha de lanzas infernales de la Alianza que cayó sobre ella. El capitán comprobó que se trataba de la corbeta que había intentado huir en lugar de rendirse al tiempo que se daba cuenta de que, de hecho, sí que había un navío que seguía estando lo suficientemente alejado en la retaguardia como para ofrecerse a interceptar al crucero síndico.
El Intrépido.
Ese crucero podría ser un kamikaze. Por fuerza, el Intrépido debería ser capaz de interceptarlo fácilmente, pero si el crucero enemigo decide chocarse contra el Intrépido o acercarse lo suficiente y autodestruirse, podría perder mi buque insignia. Incluso aunque el crucero no quiera chocar contra nadie, su capacidad de ver lo que tiene delante con el tiempo suficiente como para reaccionar en consecuencia está seriamente mermada a causa de su velocidad. El mero hecho de intentar interceptarlo podría provocar una colisión tan brutal como para aniquilar ambos navíos.
Le prometí al almirante Bloch que llevaría a esta flota a casa con la llave hipernética. No puedo arriesgar el Intrépido.
Pero si no arriesgo el Intrépido, hay grandes posibilidades de que pueda perder la Titánica.
Sin embargo, tanto Bloch como Desjani afirmaban que la llave hipernética a bordo del Intrépido es más importante que todo lo que hay en esta flota.
En ese momento el recuerdo de una leyenda muy antigua atravesó fugazmente la mente de Geary. Era el mito de un héroe que, en su intento por volver a casa después de una guerra larga, fue perdiendo sus naves una a una y a sus perseguidores uno a uno, hasta que solo quedó él. La leyenda relataba que aquel había sido, en cierto modo, un triunfo. Pero Geary no podía evitar tener una visión del Intrépido volviendo renqueante al espacio de la Alianza, solo, mientras los restos de las demás naves de la Alianza, abandonadas a su suerte y destrozadas por el camino, enturbiaban el peregrinar de vuelta a casa.
Y sabía que una cosa así no sería ni mucho menos un triunfo para él.
Y aunque lo fuese, sigue siendo un precio demasiado alto.
Además, ¿cuánto tiempo continuará siguiéndome esa gente si los dejo colgados y permito que mueran?
Geary volvió a fijarse en la gente que lo rodeaba, observándolo, y se dio cuenta de que mientras en su interior había estado debatiéndose en medio de todas aquellas cavilaciones, en el exterior no habían transcurrido más que un par de segundos.
—Capitana Desjani, quiero que el Intrépido elimine ese crucero síndico antes de que tenga a la Titánica a su alcance —ordenó Geary.
Desjani sonrió abiertamente mientras el resto de tripulantes del puente de mando entonaban vítores de alegría.
—Será un placer —apuntó la capitana.
—Es muy rápido y es bueno, capitana Desjani. No le dé ninguna opción. Tenemos que asegurarnos de que queda destruido y solo vamos a disponer de un cartucho para ello —advirtió Geary.
—Sí, señor —asintió Desjani.
A la orden de la capitana Desjani, el Intrépido saltó hacia adelante, arqueándose arriba y abajo al alcanzar la máxima aceleración. Hasta el propio Geary sintió una oleada de excitación al comprobar cómo la nave se abalanzaba sobre su presa. Geary se quedó observando la maniobra porque no quería que sus órdenes a la tripulación pasasen por alto la autoridad de Desjani, pero no pudo evitar sentir miedo de que Desjani no fuese capaz de interpretar correctamente la ruta del crucero síndico. Si pasaban de largo el crucero, el tiempo que les haría falta para dar la vuelta y volver a por él bastaría para condenar a la Titánica.
Con todo, Desjani estaba jugando sus cartas de manera inteligente. Geary observó la ruta por la que estaba conduciendo a su nave y se dio cuenta de que la capitana estaba haciendo oídos sordos a las estimaciones del sistema de combate. En lugar de eso, estaba conduciendo al Intrépido hacia un punto de interceptación situado bastante adelante dentro de la ruta que el crucero habría de seguir para tener a la Titánica a tiro. A la velocidad que llevaba el crucero síndico, probablemente no iba a ser capaz de ver la maniobra del Intrépido hasta que fuera demasiado tarde como para reaccionar. A no ser que ese comandante síndico sea capaz de adivinar que el Intrépido va a maniobrar para interceptarlo. ¿Pero, incluso así, qué van a hacer? Si alteran su ruta no van a pasar lo suficientemente cerca de la Titánica como para poder atacarla. Si ralentizan la marcha para desbaratar la previsión de trayectoria, el resto de mis naves podrán acercarse lo suficiente como para lanzar tanta artillería sobre la ubicación general del crucero que, por fuerza, algo tiene que acabar impactando contra él. Y tampoco pueden acelerar más porque no serían capaces de frenar lo suficiente para entrar en velocidad de combate a tiempo para disparar a la Titánica manteniendo una esperanza razonable de impactar contra su objetivo.
O eso espero.
Geary se quedó observando el visualizador a medida que el Intrépido describía un arco descendente hacia el punto en el que se cruzaba con la ruta prevista del crucero síndico y notó una extraña punzada de camaradería con quienquiera que estuviese al mando de la nave enemiga. Era obvio que sabía cómo pilotar una nave y tenía una tripulación bien preparada. ¿Cuánto tiempo habían permanecido allí, en el exilio del sistema Corvus, a la espera de que se diese la muy improbable casualidad de que una fuerza de la Alianza llegase hasta aquellos lares? Qué fácil habría sido dejar correr las cosas, dar por sentado que nunca tendrían que enfrentarse a una situación de combate, permitir que la nave y la tripulación se deteriorasen poco a poco. Pero no, quienesquiera que fuesen los que estaban allí dentro no habían dejado correr las cosas, habían mantenido su nave y su tripulación en plena forma y los esfuerzos habían estado a punto de dar sus frutos. Tal vez todavía pudieran dar sus frutos.
La estimación de posición del crucero síndico volvió a saltar.
—Va a tener que empezar a frenar en cualquier momento —apuntó Desjani.
Geary asintió con la cabeza.
—¿Cree que ya nos ha visto? —preguntó el capitán.
—No parece probable, señor. Tiene sistemas de combate antiguos. Ya tendrán bastante con todas las naves que tienen alrededor y con tratar de compensar las distorsiones que les producirá la relatividad a la velocidad a la que van. Pero, incluso aunque nos vea, no podrá pasar por encima de nosotros —prometió Desjani con voz mesurada.
—Lo sé.
Desjani sonrió con fiereza ante la sencilla declaración de confianza en ella de su capitán, pero siguió sin apartar la vista del visualizador de combate mientras hacía descender al Intrépido sobre el crucero atacante. Geary frunció el ceño. El Intrépido tendría que ser capaz de impactar en el crucero enemigo, pero teniendo en cuenta las velocidades combinadas de su buque insignia y del crucero síndico, ambos se cruzarían en un solo instante sin que hubiera opción de que los sistemas de apuntado pudieran hacer su trabajo adecuadamente. ¿Se habría dado cuenta de eso Desjani? ¿O estaba tan preocupada por alcanzar al enemigo que no se había dado cuenta de lo que iba a ocurrir? ¿Debía decirle algo? ¿Desautorizarla acaso delante de su tripulación?
Los caminos de las dos naves seguían convergiendo mientras la distancia que separaba al Intrépido del crucero síndico seguía disminuyendo a una velocidad extraordinaria. Finalmente, Geary se aclaró la garganta.
—Capitana…
Sin embargo, Desjani alzó una mano, con la palma mirando hacia Geary y la mirada aún incrustada en el visualizador de combate.
—Lo sé, capitán Geary.
Geary no estaba ni por asomo tan seguro de eso como ella, pero siguió guardando silencio. Era consciente de que aquel era uno de esos momentos en los que o se deposita toda la confianza en alguien o se demuestra delante de todo el mundo que no se confía para nada en ese alguien. Y, a sus ojos, Desjani le parecía una persona perfectamente válida.
Por eso trató de aparentar que confiaba en ella mientras, en su fuero interno, rezaba a todos sus antepasados para que Desjani supiera lo que estaba haciendo.
—Ahora debería de estar frenando. —La capitana Desjani comenzó a disparar una serie de órdenes que hicieron que el Intrépido girase sobre sí mismo de tal modo que su sistema de propulsión principal quedó mirando hacia delante—. ¡Ahora! —En el interior del Intrépido se pudo notar una fuerte sacudida al empezar sus propulsores a reducir la velocidad, a la par que la estructura de la nave rechinaba por la tensión a la que estaba siendo sometida. El propio Geary sintió aquella presión oprimiéndole con fuerza en su asiento. Entonces un ruido agudo y estridente invadió el interior del Intrépido mientras los amortiguadores inerciales de la nave luchaban por mantener la tensión a la que estaba sometido el navío y la tripulación dentro de unos límites tolerables.
La ruta prevista del Intrépido variaba con rapidez a medida que se cernía sobre la trayectoria que debía de estar siguiendo el crucero síndico para enfilar el camino que lo conduciría hasta la Titánica.
Aún más cerca. Geary trató de tragar saliva sin que se le viera.
Los ojos de Desjani estaban clavados en el visualizador.
—Si está frenando, debería ponerse por debajo de las dos décimas de la velocidad de la luz para iniciar las hostilidades con la Titánica. —La imagen del crucero síndico, que ahora se encontraba a solo segundos luz de allí, una distancia que, en términos de combate naval, permitía estar lo más cerca posible de la información en tiempo real, parecía estar muy cerca de la trayectoria que Desjani había previsto—. Preparen la metralla para dispararla de manera secuencial a medida que crucemos el camino previsto para el crucero —ordenó Desjani—. Carguen campos de anulación y recargas.
El Intrépido; que seguía frenando al máximo, atravesó en diagonal la ruta por la que se preveía que iba a pasar el crucero síndico y, en ese momento, cada uno de los lanzadores de metralla empezó a eyectar a su paso los pequeños proyectiles en una secuencia separada por intervalos de escasos milisegundos.
—Disparen cuatro espectros, dos a estribor y dos a babor —siguió ordenando Desjani.
Los misiles salieron disparados y fueron frenando cada cual más lejos que el anterior a causa de la distorsión que los efectos de la relatividad producían en sus estimaciones de posición del navío síndico, si bien una vez obtenida la información volvían a acelerar nuevamente hacia el objetivo.
Desjani hizo una pausa.
—Disparen los campos de anulación.
Geary observó en el visualizador cómo se disparaban aquellas enormes bolas brillantes que representaban la carga del campo de anulación partiendo de la retaguardia del Intrépido en dirección a la parte de atrás de la trayectoria actual del crucero síndico.
De repente, el crucero enemigo estaba ya allí. Las escalas de alcance se desplomaban a una velocidad increíblemente rápida a medida que el crucero estrechaba la distancia que le separaba de su objetivo. O bien seguía sin ser consciente de las maniobras del Intrépido o bien seguía confiando en su velocidad para pasar por encima del último defensor de la Titánica. Aunque aquello era algo que Geary se debía haber figurado, sabedor de que por aquel entonces el crucero tenía que estar inmerso en plena operación de frenado, al capitán todavía le sorprendió comprobar que lo que estaba observando era la popa del crucero síndico utilizando su inmenso sistema de propulsión para ralentizar la marcha.
Una amalgama de luces comenzó a chisporrotear en cuanto el crucero se dio de bruces contra la cortina de metralla. Cada uno de aquellos chisporroteos correspondía al momento en el que uno de los pequeños proyectiles esféricos impactaba contra los escudos del crucero y se evaporaba al instante. La acumulación de impactos logró frenar al crucero como si estuviera atravesando con dificultad una serie de paredes de ladrillo, por no mencionar que, poco a poco, sus escudos delanteros se fueron viendo gravemente debilitados. Geary observó el visualizador. Mientras rechinaba los dientes, no pudo evitar pensar en que aquella deceleración adicional probablemente estaba desbordando la capacidad de compensación de los amortiguadores inerciales del crucero, lo cual tendría unos efectos inevitables para la propia tripulación enemiga. Sin embargo, eran muchas las vidas de la flota de la Alianza que se habían embarcado en la empresa de detener al crucero síndico. No puedo permitir que el destino de la tripulación del crucero enemigo afecte a mis decisiones. Y, ¡qué coño!, ha sido una labor de interceptación muy bien ejecutada.
—Muy buen trabajo, capitana Desjani —la felicitó Geary.
El rostro de Desjani se sonrojó por la alabanza, pero la capitana mantuvo un tono de voz alejado de toda excitación.
—Todavía no se ha acabado —recordó.
Un momento después, el crucero entró en contacto con el campo de anulación. Después de haberse visto debilitado por los impactos sucesivos de las descargas de metralla, sus escudos quedaron envueltos en llamas y fracasaron en su intento de proteger al crucero. El campo de vacío hizo un socavón en uno de los lados de la nave, lo cual, unido al hecho de que el crucero seguía navegando a gran velocidad, hizo que el ataque en campo enemigo penetrase con la misma facilidad que un cuchillo en un bloque de mantequilla. El crucero ligero síndico se tambaleó a uno y otro lado de su trayectoria a medida que la embestida de la Alianza iba agrandando la hendidura en pleno casco y en parte del interior. En medio del resplandor de la nube gaseosa, que hasta hacía nada había tenido la forma sólida del crucero, Geary observó con una especie de fascinación enfermiza como el maltrecho buque de guerra síndico pasaba por encima del Intrépido. En aquel breve instante, a Geary le pareció ver explosiones secundarias, así como escapes atmosféricos, ya que los compartimentos que se hallaban a buen recaudo en el crucero se encontraban ahora en pleno espacio exterior.
El capitán se preguntaba si el Intrépido iba a tener que atrapar al crucero síndico para rematarlo cuando los espectros que habían sido disparados con anterioridad llegaron en diagonal a ambos lados de su objetivo, cuya marcha se había ralentizado ya notablemente. De alguna manera, un sistema defensivo del crucero seguía funcionando y se las apañó para, con un golpe de suerte, impactar contra uno de los espectros, que comenzó a arder y acabó desapareciendo. El misil que acompañaba al espectro desaparecido comenzó una serie de maniobras evasivas; pero, mientras tanto, los otros dos espectros que había al otro lado hicieron una pirueta y se incrustaron en el casco del crucero.
Las dos explosiones que siguieron simultáneamente enrojecieron dos tercios del casco del crucero enemigo y el navío acabó por descomponerse. Momentos después, la porción más pequeña de popa estalló con más estruendo aún y el corazón del navío quedó reducido a la nada más insignificante.
La parte delantera del crucero, que había quedado destrozada y, por ende, inutilizada, se escindió del resto y recibió un nuevo impacto del último espectro que quedaba, lo cual la dejó reducida a un montón de escombros.
Geary se dio cuenta de que el puente de mando del Intrépido se había convertido en una nube de vítores. Respiró hondo, observando cómo los restos del crucero síndico se perdían entre la inmensidad del espacio, y finalmente, al apartar la mirada, vio cómo la capitana Desjani lo observaba con un gesto triunfal y una sonrisa de oreja a oreja.
—¿Por qué no lo celebra, capitán Geary? —preguntó Desjani.
Geary cerró los ojos.
—Nunca me entran ganas de celebrar nada cuando veo morir a gente valiente, capitana Desjani. Era necesario detener a esos síndicos, pero lucharon bien —respondió Geary.
Desjani se encogió de hombros, con la sonrisa todavía en los labios.
—Ellos lo estarían celebrando si las cosas hubieran salido a la inversa —apuntó la capitana.
—Es posible. Pero yo no actúo en función de lo que hagan los síndicos. —Geary asintió mirando hacia el visualizador, no hacia ella—. Su trabajo de interceptación fue soberbio, capitana Desjani. No quedan más combatientes síndicos activos. Me gustaría saber qué piensa usted sobre la posibilidad de mandar cápsulas hacia la zona en la que se encuentran los restos del navío enemigo.
—Sería difícil llegar hasta allí y, además, después del castigo al que hemos sometido a ese crucero no parece muy probable que se haya salvado nada —repuso Desjani.
—Podría haber supervivientes, capitana Desjani —insistió Geary.
Desjani permaneció en silencio durante un momento.
—Veré qué se puede hacer —aceptó.
De nuevo Geary volvía a notar que, a juzgar por su tono de voz, Desjani no estaba muy de acuerdo con aquello, pero la verdad era que no le importaba en absoluto.