Capítulo 5

Yo, entre la universidad, el gimnasio, las sesiones de reiki y el nuevo trabajo, mucho más demandante que el primero, casi no podía sentarme frente a la computadora, así que cada vez hablábamos menos: estábamos desencontrados. Aunque también sabía que trabajaba para independizarme, mudarme a vivir sola cuando pudiera y no tener que explicarle a mi madre adónde iba y con quién. Mi papá se terminaba enterando de todo y después no paraba de preguntarme. Elortis parecía tener, o tomarse todo el tiempo del mundo, y cada vez que entraba al mensajero lo veía conectado, generalmente en estado no disponible o ausente.

Pero un día me volvió a saludar y me dijo que me esperaría a partir de las siete en un restaurante del barrio. Yo me había conectado desde el centro de cómputos de la facultad y de repente sentí la necesidad de conocerlo. Pero en vez de aceptar la invitación, le dije que estaba con muchas cosas en la cabeza y que prefería verlo más adelante. Someone you will find me, cambié el subnick.

El sábado a la noche, mientras yo estaba con un grupo de amigas en mi casa, Elortis volvió a saludarme y aproveché para preguntarle si iba a salir. Como me dijo que pensaba quedarse en su sillón mirando una película porque Romualdo estaba con su ex, le propuse que pasara un rato por ese bar del subsuelo. Elortis sabía donde quedaba, y aceptó inmediatamente.

El bar estaba repleto, las papas fritas y las pizzas iban de acá para allá, las jarras rebosantes de cerveza mojaban las mesas y el piso, y las mozas no daban abasto. Traté de que nos sentáramos con mis amigas cerca de la puerta de entrada. Desde esa ubicación, veía entrar a parejitas que iban de la mano, a grupos alegres de chicas y chicos, a extranjeros disfrazados de algún deporte, por lo general rugby o básquet, y también a algunos tipos grandes, que bebían serios, y claramente desentonaban con la onda del lugar, que se iba llenando más. Elortis no aparecía. ¿Vendría con algún otro amigo?

En un momento vi entrar a un hombre alto con camisa a cuadros, que trataba de darle seguridad a una mirada vidriosa perdida, una mirada que iba buscando de reojo alguna razón para detenerse. Me pareció que era él, que vio que yo estaba con mis amigas y eligió acercarse a la barra para ver si yo lo iba a saludar. Como yo estaba justo enfrente, seguí hablando como si nada con mis amigas mientras veía cómo Elortis se ubicaba después de que dos chicas se corrieran de la canilla de la cerveza, y se quedaba acodado, esperando que el mozo se le acercara. Entre las botellas de todo tipo, detrás de la barra, había un espejo que me permitía observarlo. Realmente parecía más joven, aunque se notaría la diferencia entre nosotros, no era algo para hacerse problema. Sus ojos se achinaban mientras miraba hacia los costados para que no descubrieran que lo incomodaba estar solo en un bar, como una vez me había dicho. No tocaba su cerveza. Unos chicos se nos acercaron a hablarnos. Por momentos, perdía de vista a Elortis porque más gente que entraba se cruzaba hacia la barra. En un momento me pareció entrever que él intercambiaba unas palabras con unas chicas que intentaban pedirle un trago al mozo. En la pantalla más cercana estaban pasando un partido de rugby. Los chicos no dejaban de hablarnos. Elortis miraba hacia el fondo del bar, como haciéndose el desentendido. Después uno de los chicos se fue a la barra a pedirse algo. Los otros se movieron, y me taparon la visión durante un rato. Pasé por atrás de Elortis cuando fui al baño. Las rodillas se me doblaron; me obligué a mirar el piso, y atravesé como una luz el bar. Él me habrá visto por primera vez de cerca a través del espejo. A la vuelta vi que se daba vuelta como para tratar de detenerme, pero había varias personas que se interponían entre nosotros; tuve que hacerme paso entre dos chicos para encontrar el hueco que me permitiría llegar hasta la mesa de mis amigas, donde vi que una seguía hablando con uno de los chicos, mientras que la otra se dedicaba a contestar un mensaje por celular. Me puse a hablar con ésa, y apareció Agos, que venía de la casa del novio. Repartió besos y dejó su bufanda roja colgando de una de las sillas. Cuando levanté la mirada di con la de Elortis, clavada en la mía de lleno, y la desvié rápidamente hacia otro lado. Mi amiga nos contaba de un compañero de la facultad que le gustaba, pero que no le daba bolilla cada vez que le tiraba los galgos para ir a tomar algo juntos. La otra parecía estar bastante interesada en la charla con el chico, también estudiaba para fonoaudiólogo como ella, y habían sufrido a los mismos profesores. Moví al cabeza para encontrar el hueco que me permitiría ver a Elortis gracias al espejo, pero noté que otra vez estaba mirando hacia el fondo del bar. Un grupo que se interponía entre la barra y nuestra mesa se movió y, de repente, Elortis volvió la cara y nuestras miradas se volvieron a encontrar por un instante a través del espejo. Enseguida miró hacia otro lado, esta vez debía ser su turno de apartar la mirada, o se ve que estaría enojado porque lo había citado con la presencia de mis amigas, o le habría molestado que yo apartara la mirada cuando su intención era que le dejara quieta en la suya la primera vez que decidió juntar fuerzas para mirarme de lleno. Otro grupo de chicas se instaló delante de nosotras, y lo perdí de vista. Cuando volví a mirar al espejo detrás de la barra, surcado por el pobre barman que corría de un lado para el otro, el lugar que había ocupado Elortis estaba vacío. Al rato, fui otra vez hacia el baño, esta vez con un amiga, pero no lo vi por ningún lado. No nombramos aquel día en las demás charlas que tuvimos.