A modo de epílogo de la editorial

Muchas personas al leer la presente novela se preguntan si el experimento de La Ola sucedió realmente tal como se relata en la misma. La novela La Ola está basada en hechos reales que sucedieron en la clase de historia de un centro de enseñanza secundaria de Palo Alto, California, en 1969. Morton Rhue recreó de manera novelada el telefilm estadounidense La Tercera Ola, rodado en 1981 y basado en un libro escrito por William Ron Jones. En su libro el profesor Jones explica la historia del experimento protagonizado por él y sus alumnos. En el año 2008 una producción alemana, bajo la dirección de Dennis Gansel, se encargó de llevar a las pantallas de cine esta historia, basándose en la experiencia original.

Un extracto de la entrevista que se le hizo a Ron Jones, el auténtico «Sr. Ross», puede servir para aclarar algunas cuestiones. La entrevista fue publicada en la revista Scholastic Voice el 18 de septiembre de 1981[1].

¿Qué es lo que pasó en realidad en el segundo día?

El caso es que para el primer día lo había previsto todo con exactitud; lo que pretendía era provocar una discusión animada y acabar así el experimento. Cuando llegué el segundo día a clase, esperaba que los alumnos estarían como siempre repanchingados en sus sitios. Pero para mi sorpresa, estaban sentados en esa rara postura disciplinada ante mí y me estaban pidiendo que continuara. Al principio quería dejarlo, pero luego pensé: «Veamos a dónde conduce esto». A partir de este día todo sucedió de manera espontánea y no planeada.

¿Se pudo controlar a sí mismo todo el tiempo o a veces se vio superado por su papel?

Esta es una buena pregunta. Es cierto que hacia el final del experimento hubo momentos en que me sentía como un dictador y ya no como un profesor o un esposo; seguramente ya se me había escapado de las manos. Una vez que uno se mete en un papel es normal vivirlo. En consecuencia, me comporté como un dictador y no como una persona normal.

¿La figura de Robert ha existido realmente?

Sí, pero la historia del guardaespaldas sucedió en realidad de otra manera a como se explica en el libro. Un buen día empezó a seguirme a todas partes, y cuando entré en la Sala de Profesores y un compañero mío le dijo que allí no estaba permitida la entrada a los alumnos, entonces Robert contestó: «Yo no soy un alumno, ¡soy su guardaespaldas!». En ese momento me entró bastante miedo, al preguntarme hasta dónde habrían llegado ya los otros alumnos.

¿Pero cuál es el motivo principal de que se decidiese a crear La Ola?

Quería que los alumnos experimentaran lo que sucedió por aquel entonces en Alemania. Pero no se trataba sólo de que leyesen algo sobre eso, sino de que vivieran en su propia piel lo que significa, por ejemplo, levantarse todos a la vez de un salto y gritar algo, o estar sentados de una manera muy disciplinada, o ser dependientes de una persona que todo el rato te dice lo que tienes que hacer.

¿Qué es lo que pasó con los participantes al acabar el experimento? Eso no es algo que se pueda parar, sin más, en un solo día.

Eso es cierto. Me encontré ante un gran dilema. Podría haber acabado el experimento de manera abrupta, lo que habría dejado completamente descolocados a todos, o podría haber proseguido con él. Pero cuando observaba a Robert, sabía que no lo podía hacer. Así que me comporté como un entrenador de baloncesto y desarrollé algo así como una nueva estrategia de juego. Cuando se juega contra un equipo muy superior, se tiene que cambiar de manera drástica el estilo propio de juego. Así que intenté cambiarlo todo en La Ola diciendo simplemente: «Hey, gente, todo esto es realidad». Eso abría toda una nueva dimensión de posibilidades de comportamiento. Para acabar les dije toda la verdad y me pasé mucho tiempo hablando con ellos; resultó muy duro. Así que es cierto, resultó muy, muy complicado ponerle fin a esto.

¿Está usted seguro de que los alumnos aprendieron lo que se proponía?

Sí, ya lo creo. Pero a veces me cruzo con alguno de ellos y me lanza un saludo de la ola acompañado de una sonrisa; en ocasiones no sé muy bien cómo interpretar esa sonrisa. ¿Significa: «hey, deberíamos repetirlo algún día» o «Sí, señor Jones, he aprendido mucho, gracias»? Un programa de la televisión alemana entrevistó una vez a antiguos miembros de la Ola. Sus puntos de vista eran muy diferentes: desde «Me dejé arrastrar totalmente» hasta «Sólo fue un juego y yo me limité a participar» y «Eso no lo olvidaré nunca»; es decir, que hubo una gran diversidad de impresiones.

¿Qué sucedió con Robert?

Le pasó como a todas las personas «invisibles» que, un buen día, se hacen muy «visibles» y poderosas, y que luego se ven desposeídas de repente de su poder. Tuve que pasar mucho tiempo hablando con él sobre su valor como ser humano. Insistí repetidamente en el hecho de que hay muchas maneras de potenciar la autoestima y ser una buena persona; y el instituto no es la única posibilidad. El caso es que acabó por verse que Robert tenía una gran habilidad para el trabajo manual, y pronto empezó a ocuparse del mantenimiento de las máquinas de escribir de la clase. Hoy en día es mecánico de aviones, y creo que está bastante contento con ello. […]

Einstein dijo una vez: «El mundo no se ve amenazado por la gente que es mala, sino por aquellas que permiten el mal». Pienso que, en el mismo momento en que empecé con La Ola, alguien tendría que haberse levantado y decir: «Sr. Jones, yo no pienso seguirle, permita que le diga que está mal lo que está haciendo». Entonces podríamos haber empezado a discutir sobre eso. Pero durante todo el experimento no hubo nadie que se opusiera, ni un alumno, ni un profesor, ni siquiera un padre o una madre, ni ningún representante religioso; y esto es lo que me da miedo.