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Dennison abrió de pronto los ojos. Sacudió la cabeza, rabiosamente. No era momento de pensar en Janie. Tenía que pensar en la situación en que se encontraba: hallábase a bordo de un velero inmovilizado por la bonanza, con las velas blancas y espectrales a la luz de la luna, una luna muy baja en el horizonte, a oriente.

Y tenía que pensar en el náufrago.

No he de perder el contacto con la realidad. James tiene un plan; subirá a bordo y me matará, si pierdo el contacto con la realidad. Un palmo de acero hundido en mi vientre, la sangre que corre y los intestinos colgando… ¿Necesito esto para recordar la gravedad de la situación?

Algo chocó con la proa. Algo que arañaba. Luego el rumor se dejó oír de nuevo: un golpe sordo y el rumor de un arañazo.

Dennison se pellizcó el brazo. Y sintió dolor. Un dolor levísimo. Muy distinto de la cuchillada en el vientre.

Pero suficiente para recordar.

Una arañazo, un golpe.

Dennison se levantó. Una luna amarilla, hinchada, estaba rozando ya el horizonte a oriente. El reloj marcaba las doce y diecisiete.

El plan de James…

Un arañazo, un golpe.

Dennison apretó con fuerza el cuchillo y escuchó. El capitán estaba haciendo algo allí abajo, algo que provocaba aquellos sonidos regulares. Pero ¿qué?

Un arañazo, un golpe.

El capitán estaba…

Un arañazo.

Era cierto. James había esperado más de lo que había podido. Y ahora que sus fuerzas iban a abandonarlo, ejecutaba su plan.

Aquel arañazo lo causaría su cuchillo en el casco de madera del queche. Por tanto, su plan consistía en abrirse un agujero.

No, no podía ser, no lo conseguiría nunca. ¿Tratará de hundir el barco? ¿Es este su plan?

Un arañazo, un golpe.

Sí. Está intentando abrir una brecha en el queche. Es posible que crea obligarme a retroceder, amenazando con hundir el barco. Pero no me echaré atrás.

Un arañazo, un golpe.

Aunque abra una brecha en el barco y deje que el queche se llene de agua, no todo se irá a pique. Algo quedará flotando, aunque sea la tapa de un escotillón. James deberá estar convencido de que de este modo tendrá mayores posibilidades de salvarse que quedándose ahí abajo esperando… hasta que las fuerzas lo hayan abandonado.

Un arañazo, un golpe.

Probablemente es una alucinación mía, pensó Dennison. James no se decidiría nunca a hundir su barco.

Estrechó con fuerza el cuchillo. En su cuchillo podía confiar. Y mientras lo apretaba oyó otra vez el arañazo y el golpe. Sí, era real.

Pero James no conseguiría nunca hundir el barco. El queche tiene el maderamen doble. No es posible penetrar a través de seis centímetros de dura caoba de Honduras con una simple navaja.

Pero el queche sólo tiene el maderamen doble por debajo de la línea de flotación. Una brecha abierta en la línea de flotación, por encima del doble maderamen, bastaría para que se llenase de agua. James tenía que penetrar sólo a través de tres centímetros de espesor, pero tampoco sería fácil. La caoba de Honduras es sólida, no es como la de Filipinas. Era posible que se rompiera la hoja de la navaja.

Pero James no tiene necesidad de acuchillar la madera. Le bastaría arañar el calafateo de una de las junturas, alargarlo, arañar…

Esto es lo que yo haría en su lugar.

Aquel arañazo, aquel golpe.

¿Qué puedo hacer para evitarlo?

Dennison permaneció a la escucha, con el cuchillo en una mano y el garfio en la otra. Tenía que hacer algo, tenía que detener al capitán antes de que hundiera el barco.

Luego, con el rabillo del ojo vio algo que se movía. Se volvió y se encontró ante una silueta negra que se precipitaba sobre él.