Kiara se alisó el vestido con la mano y volvió a comprobar que tenía el aspecto adecuado para la fiesta. Tiyana le había advertido que asistirían un grupo de promotores, y un promotor desilusionado podía dañar su carrera tanto como la muerte. En el negocio de la danza, la imagen lo era todo.
Abrió la puerta del dormitorio y al final del pasillo se encontró con el grupo más letal jamás imaginado, reunido en su sala. Todos de negro, todos armados y todos con aspecto de querer sangre.
Jayne, Hauk, Darling, Syn y Nykyrian.
Frunció el cejo ante su fiereza colectiva.
—¿Qué pasa? —preguntó.
Nykyrian se puso el abrigo.
—Protección directa. Pero no te preocupes, te dejaremos espacio en la fiesta. Sabemos cómo pasar desapercibidos.
—Sí, claro —se rio Syn con un resoplido—, tú pasas muy desapercibido.
Nykyrian le dio un empujón.
Kiara se mordió el labio para no sonreír ante sus bromas amistosas. Aunque, para ser sincera, Syn, Darling y Jayne, sí tenían pinta de sofisticada gente de mundo. Sobre todo Syn.
Se había quitado el pendiente y no llevaba los ojos pintados, lo que le daba un aspecto mejor que humano. Estaba absolutamente resplandeciente y, con el cabello recogido en una delgada cola, tenía un aire de refinamiento que ella nunca hubiera imaginado que pudiera poseer. Pero tampoco habría sospechado nunca que fuera uno de los ladrones más famosos de la Unión de Sistemas.
Syn avanzó hacia ella y le ofreció el brazo.
—Soy tu acompañante en la fiesta. Si alguien pregunta, nos conocimos en una exposición de arte.
Ella arqueó una ceja ante eso. ¿Un famoso criminal con piercings faciales en una galería de moda? La imagen resultaba ridícula.
—¿Una exposición de arte?
Él asintió.
—Klasen inauguró una hace dos semanas —explicó Syn—, aquí, en la calle Wecsiz con la Quinta. Muestra su período de bronce. No es tan impresionante como el de oro, pero vale la pena visitarla. Se puede ver cómo su trabajo ha ido progresando desde sus primeras obras hasta lo que hace ahora. Aunque son los finos trazos de pincel lo que realmente marca el período de bronce. Con una técnica desarrollada con el tiempo.
—Oh, ah —gimió Jayne, mientras sacaba la pistola de rayos y apuntaba a Syn a la cabeza—. ¿Puedo dispararle antes de que nos mate de aburrimiento a todos con su mierda sobre arte?
—Eres tan plebeya y falta de educación… —replicó Syn mientras la desarmaba.
—Y soy feliz así. Por no decir que mucho menos aburrida —contraatacó Jayne; le arrebató la pistola de la mano y se la enfundó bajo el vestido.
Kiara cogió el brazo que Syn le ofrecía.
—Sabes de arte. Estoy impresionada.
—Por favor, no lo animes —rogó Darling—. Te aburrirá toda la noche si lo dejas.
—Cerrad todos el pico, monos incultos.
Nykyrian fue el primero en ir hacia la puerta.
—Muy bien, niños. Ahora vamos a estar en público. Portaos bien y no os metáis en líos.
—Sí, papá —replicó Jayne lanzándole un beso.
Rodearon a Kiara mientras bajaban hasta el transporte. Jayne, con un vestido negro, corto y ajustado, condujo, mientras Darling iba de copiloto. Nykyrian y Syn se sentaron atrás con ella.
Hauk se había quedado en el piso, para vigilarlo.
Kiara se sentía como una niña entre gente mucho mayor.
—¿Hay algo que necesite saber? —preguntó.
—Actúa normal —contestó Syn—. Darling se quedará en el transporte y vigilará la entrada. Jayne entrará primero como una invitada. Tú y yo entraremos junto con Nykyrian detrás. Si alguien pregunta, él es mi guardaespaldas. De esta forma, nadie de las personas con las que tratas se enterará de lo que está pasando.
—Gracias por tener esa consideración. De verdad.
—No hay problema.
Kiara miró a Nykyrian, que parecía no fijarse en nada. Pero ella sabía que no era así; nada se le escapaba.
—¡Oh, no! —exclamó, al darse cuenta de lo que acababa de hacer.
Todos la miraron.
Se sintió fatal por su estupidez.
—Me he olvidado el regalo de Tiyana en casa. Oh, no puedo creer que haya sido tan… —Se calló cuando Darling lo alzó para que lo viera.
Ella le sonrió.
—Muchas gracias. Realmente estáis en todo.
Darling le dedicó una encantadora sonrisa.
—Es a lo que nos dedicamos, princesa. —Y le guiñó un ojo.
Unos minutos después, Jayne paró en la calle, frente al alto edificio de Tiyana. Salió y se metió dentro mientras los demás se quedaban en el coche y Darling organizaba el sistema de vigilancia. Kiara se inclinó hacia adelante en el asiento mientras él programaba pequeñas sondas, que soltó por la acera. Corretearon como bichos en diferentes direcciones.
—¿Qué hacen?
Darling sacó un pequeño portátil extraplano y metió información.
—Pueden revisar conversaciones en busca de frases clave. Si oyen alguna, me la transmiten para que la revise. Si es una amenaza, se la envío a Nyk y a Syn.
—¿Cómo saben adónde ir?
—Están programadas —contestó él y le enseñó una columna en la pantalla—. Desde aquí también puedo hacer ajustes.
—Malvado.
Nykyrian se apretó el pequeño auricular que llevaba en la oreja.
—Jayne está dentro. Nos toca. —Primero salió él, observó la calle y luego les sujetó la puerta a Kiara y a Syn. Resultaba muy raro verlo en un papel subalterno, porque era evidente que no estaba en su naturaleza someterse a nadie.
Kiara pasó el brazo bajo el de Syn y este la guio hasta el último piso, donde se celebraba la fiesta de Tiyana en su elegante apartamento, que ocupaba toda la planta.
Tiyana y ella habían sido compañeras de clase y las mejores amigas en varias academias desde pequeñas, y de adultas bailaban en la misma compañía. Cuando Kiara había empezado a buscar piso, Tiyana había insistido en que fuera cerca de ella, para así poder continuar sus largas sesiones de cotilleo y comilonas de medianoche cuando se encontraban entre espectáculos.
Nykyrian pasó ante ellos para llamar al timbre, luego se puso de espaldas a la pared para poder vigilar el pasillo mientras esperaban.
Tiyana abrió la puerta y su hermoso rostro se iluminó con una sonrisa al ver a Kiara.
—¡Cariño! —exclamó, envolviéndola en un fuerte abrazo—. Temía tanto que no vinieses…
Ella sonrió y se soltó de su abrazo antes de que su amiga le rompiera las costillas. Tiyana era todo lo que ella siempre había querido ser: alta, rubia, voluptuosa, bellísima y sofisticada, además de fuerte.
—¿Cómo iba a perdérmelo? No todos los días se cumplen los veintiséis.
Tiyana se estremeció y se llevó un dedo a los labios perfectamente pintados.
—No lo digas tan alto —susurró, mientras miraba alrededor para asegurarse de que nadie las había oído—. Les he dicho a los promotores que tengo veintidós. Si se enteraran de lo poco que me falta para los treinta… —Se llevó la mano a la cabeza imitando una pistola y apretó un imaginario gatillo.
Kiara se rio del gesto.
—Hazme el mismo favor y estaremos en paz.
—Hecho —asintió la otra y le dio otro abrazo.
Al menos, hasta que se dio cuenta de que Kiara no estaba sola; Tiyana se puso tensa mientras le dedicaba a Syn una mirada de curiosidad.
—¿Quién es tu… amigo? —preguntó.
Syn rebosaba encanto cuando le cogió la mano y le dio un elegante beso en los nudillos que hizo estremecerse visiblemente a la chica.
—Sheridan Belask miratoi. Es un honor conocerla. He sido su admirador desde aquella brillante interpretación de Terigov que hizo usted hace tres años. Fue maravillosa, igual que usted.
Tiyana se hinchó ante los halagos.
—Oh, gracias… hum, señor… ¿o es lord Belask?
—Por favor, Llámame Sheridan.
—Sheridan —repitió la joven; entonces, su mirada se clavó en Nykyrian y los ojos se le abrieron de miedo.
Syn agitó una mano para quitarle importancia de una manera que cualquier noble hubiera envidiado.
—Mi guardaespaldas y criado. Espero que no te importe. Por mi posición, hay gente que siempre está buscando pegarme un tiro. Seguro que lo entiendes.
—Totalmente. Por favor, pasad —dijo Tiyana y se apartó para que pudieran entrar.
Tiró de Kiara en cuanto estuvieron dentro.
—¡Oh, Dios, chica! —le susurró—. Es lo más sexy que he visto.
—¿Sy… S… Sheridan?
—¿Quién si no? Me has estado escondiendo algo.
Kiara miró a Nykyrian, que estaba observando a la multitud con atención. Tal como había dicho, se había quedado atrás, pero no tanto que no pudiera llegar hasta ella al instante si era necesario. Luego miró a Syn, que cogía dos copas de vino de una bandeja que pasaba.
Sí, era de lo mejor, pero comparado con Nykyrian…
Para ella, no había comparación.
Kiara le sonrió a Syn cuando este le ofreció una copa, pero le entregó el regalo a Tiyana antes de cogerla.
Su amiga sacudió la caja.
—Déjame adivinar, ¿ropa?
Kiara puso los ojos en blanco.
—Odio cuando haces eso.
Tiyana se echó a reír.
—Para eso están los amigos. Déjame que vaya a ponerlo en el montón de mi botín. Sé que me va a encantar. Siempre has tenido el mejor de los gustos. —Miró alrededor entre la gran cantidad de gente—. Creo que conoces a todo el mundo. Si no, hazme un guiño y te presentaré. —Se le acercó y le dijo al oído—: Paulus está aquí, borracho como una cuba, así que ten cuidado. —Y se fue hacia el gentío.
—No es el único borracho como una cuba —la informó Syn con una sonrisa maliciosa. Se bebió la copa de un trago y cogió otra.
—¿Por qué haces eso?
—Porque es más fácil seguir con la trompa cuando ya la tienes que comenzar de nuevo cuando estás sobrio. Por no hablar de que si sigues bebiendo, no tienes que soportar la resaca.
Kiara negó con la cabeza ante ese profundo razonamiento.
Syn miró la multitud con la misma atención que Nykyrian, excepto que, como notó Kiara, se detenía en joyas especialmente bonitas, como si calculara mentalmente su valor. Además de contemplar a cualquier mujer atractiva y su «dotación».
—¿Quién es ese Paulus?
Ella hizo una mueca de asco.
—Una pesadilla andante. Su padre hizo una fortuna con su empresa de audiovisuales antes de convertirse en un patrocinador de arte y, como resultado, Paulus cree que tiene el privilegio de acostarse con cualquier bailarina que le llame la atención.
—Ya veo que lo adoras.
—Sí, como un grano en mis partes bajas.
—Partes bajas, ¿eh? —Syn rio con ganas—. Tendré que acordarme de eso.
Kiara buscó caras amigas entre la multitud. Y eso que Tiyana había dicho que sólo iba a invitar a «unos cuantos» amigos y colegas. Parecía que allí estuviesen todos con los que la joven había hablado alguna vez.
Kiara miró a Nykyrian. Al menos, él era un rostro amigo.
Bueno, dada la mirada letal con que observaba a la gente, quizá «amigo» fuera decir demasiado. Pero al menos lo conocía. Bebió un poco de vino mientras Syn se tragaba otra copa y luego empezaba con algo más fuerte.
—¡Kiara!
Ella se dio la vuelta y se encontró con Elfa Dicuta, su suplente y peor enemiga. ¿También ella tenía que estar allí?
«Debería haberme quedado en casa». De saber que Elfa estaba invitada, lo habría hecho.
Y aunque hubiera querido arrancarle los pelos, tenía que ser amable con aquella pequeña rana.
—Hola, Elfie —la saludó, usando el diminutivo que sabía que aquella traicionera mujer odiaba—, ¿cómo estás?
La otra le dedicó una de sus famosas sonrisas falsas.
—Bien, cariño. No sabes lo mucho que lamento que tuvieras que abandonar el espectáculo. Me siento fatal.
«Seguro».
—¿Y cómo va?
Esta vez, Kiara supuso que la sonrisa de Elfa debía de ser real.
—Perfectamente. Es absolutamente perfecto. Dicen que incluso se está recaudando más dinero ahora que cuando tú eras la estrella.
Seguramente porque no tendrían que pagarle lo mismo a Elfa…
O eso esperaba.
La mirada de la joven fue hacia donde estaba Nykyrian, de espaldas a la pared.
—¿No habrás venido con ese andarion de allí?
Kiara aferró con más fuerza la copa y deseó vaciársela a Elfa en la cara.
—Sí, así es.
Una mirada maquinadora apareció en los ojos de Elfa.
—Quizá eso no les guste a los promotores. Los andarion son algo controvertidos —soltó y Kiara captó un tono esperanzado en sus palabras—. ¿Llevas mucho tiempo liada con él?
Syn se les acercó con una sonrisa maliciosa.
—No está liada con él, cariño. Es mi guardaespaldas. Yo, por otra parte, soy quien está aquí con ella.
La calculadora mirada de Elfa se ensombreció al fijarse en los caros zapatos y el traje que llevaba Syn. Su sonrisa se volvió coqueta.
—¿Y tú eres…?
—Uno de los críticos que escribió que eras una lamentable sustituta de Kiara y que todo el Sistema se entristece de no tenerla en los escenarios. Justo ahora me estaban diciendo que si no vuelve pronto y el espectáculo queda a merced de tu patoso culo, tendrán que cerrar antes de lo previsto.
Elfa lo miró desencajada.
—¡Eres un cerdo!
—Oink, oink.
La joven se alejó furiosa.
Kiara le hizo un chasquido de reproche a Syn, aunque le agradecía su intervención.
—¡Qué malo eres!
—Siempre, amor. Siempre. Odio a la gente calculadora e hipócrita. Mi padre solía decir que tienes amigos por una razón y amigos por un rato. Esa burra es sin duda de las que tienes por una razón: siempre que a ella le sirvas de algo.
Kiara lo saludó con la copa.
—Me sorprende la rapidez con que tú y Nykyrian caláis a la gente. Me da miedo pensar qué diréis de mí.
—Para ti sólo hay una palabra.
Ella se encogió al oírlo.
—¿Y cuál es?
—Ingenua.
Esta vez soltó un bufido de burla ante lo absurdo de esa idea.
—En absoluto —replicó.
—Créeme, princesa. Eres lo que cariñosamente llamamos una paloma.
—¿Paloma?
—Fácil de engañar y de confundir. Pero no te preocupes. No es un insulto. Envidio tu capacidad de mirar a la gente y no la fealdad que guardan en el alma.
—No soy tan ciega como creéis.
Él vació su vaso de whisky de un trago.
—Sí lo eres. Si no, no estarías hablando conmigo. Serías más sensata.
Ella dedicó una mirada de admiración a su esbelto y hermoso cuerpo. Era difícil reconciliar a aquellas personas con la reputación que tenían.
—No eres tan malo como crees.
—El traje engaña mucho.
—Quizá, pero aún recuerdo al hombre que se negó a dejarme morir en aquella nave. Podrías haberte salvado sin problemas y en cambio no lo hiciste.
—Estaba demasiado borracho para ser sensato.
Ella negó con la cabeza.
—Sigue mintiéndote, Syn. Yo sé la verdad.
—No, amor, seguro que no la sabes. La verdad te horrorizaría. Los dioses saben que a mí me horroriza la mayor parte de los días y soy el pobre diablo que la vivió. —Bebió otra copa.
Kiara fue a decir algo, pero la interrumpió el sonido de la voz de otra querida amiga.
—¡Oooh, cariño, tenías que ser tú la que apareciera con los dos culos más buenos de la fiesta!
Ruborizada a más no poder, Kiara se puso tensa al oír a Shera, mientras Syn se reía y luego se apartaba un poco para que ellas pudieran hablar.
—¡Shera! ¡Por fin una cara amiga en medio de estas aguas infestadas de tiburones!
—¡Chica, ya sabes! —La joven le dio un rápido abrazo. Su oscura piel contrastaba con la palidez de Kiara. Shera, hermosa y dulce, y la mejor amiga que Kiara había hecho en la compañía, era la diseñadora jefe de vestuario y siempre podía reírse con ella y animarse—. No me arrugues el vestido —le advirtió mientras se apartaba—. Algunas tenemos que esforzamos para estar guapas.
Kiara se echó a reír.
—Por favor, te he visto por la mañana. Siempre estás estupenda —le dijo y le apretó la mano—. Me alegro de que estés aquí.
Shera se metió un trozo de gamba en la boca mientras contemplaba a la multitud.
—No he tenido elección. Tiyana me amenazó de muerte si no aparecía —bromeó. Luego se puso seria y se llevó a Kiara a un rincón, lejos de Syn y del grupo de gente más cercano—. Por favor, dime que te acuestas entre esos dos hombres.
—No —contestó ella, negando con la cabeza.
—¿Estás loca? Si yo tuviera eso, estaría en la cama bailando entre las sábanas. —Miró a Nykyrian y soltó un leve ronroneo—. ¿Crees que querrá una copa… y a mí en su regazo?
—Me parece que no le interesa.
La mirada de su amiga se volvió realmente depredadora.
—Oh, cariño, estoy dispuesta a buscar la manera de que se interese.
Por alguna razón, la idea de que Shera flirteara con Nykyrian la irritó seriamente.
—Eres incorregible —le dijo con los ojos entrecerrados—, pero me ha dicho que tiene un novio.
La otra soltó un gruñido de fastidio.
—Mira tú, yo siempre digo que la incorregibilidad es buena para el alma, pero el sexo es increíblemente mejor. —Volvió a mirar a Nykyrian—. ¿Hay alguna posibilidad de que le vaya todo?
Kiara puso los ojos en blanco y se negó a hacer ningún comentario. Lo último que le faltaba era animar a su amiga casi ninfómana.
—Ahora en serio… —continuó Shera, mirando hacia donde Elfa había desaparecido entre la gente—. Quería advertirte sobre tu sustituta.
La risa de Kiara murió al instante.
—¿Qué?
—La pequeña zorra consiguió una crítica fantástica anoche y desde entonces ha estado diciéndoles a todos los promotores y directores que a cierta bailarina ya se le ha pasado la hora. Que tu miedo a ser sustituida fue lo que provocó tu indisposición mental y te obligó a retirarte del espectáculo.
—La mataré —musitó Kiara.
Dejó la copa sobre la mesa con un golpe y quiso ir en busca de Elfa, pero Shera la agarró del brazo.
—Ahora no. Hay demasiados promotores aquí como para montar una escena. Si empiezas algo, dirán que eres demasiado temperamental y que es imposible trabajar contigo. Le darás la razón.
Ella apretó los puños a los costados y deseó arrancarle a Elfa el cuero cabelludo.
Shera le palmeó el brazo.
—Déjalo, hermana. Dale una paliza donde de verdad cuenta. En la calle y en la taquilla. Te prometo que su mísera crítica no es nada comparada con las que tú recibes. —Volvió a reír—. Además, piensa que tuve que ensancharle el traje dos tallas para que le cupiera el culo.
A pesar de su rabia, Kiara se echó a reír.
—¿De verdad?
Shera asintió.
—Tiene la forma de una piña, con bultos y todo. Y el rojo no es su color. Le sienta fatal.
Kiara no debería disfrutar con eso, pero la hacía sentirse mejor. Ya más tranquila, volvió a coger la copa de la mesa y, sin ganas, dejó que Shera se perdiera entre la multitud.
Syn había desaparecido y ya no lo veía entre la gente.
Miró hacia Nykyrian, que era una cabeza más alto que cualquiera y le sonrió mientras recordaba las palabras de Shera. Definitivamente, era el hombre más atractivo de la fiesta, incluso con aquellas gafas ocultándole gran parte de la cara. Y le gustaría mucha bailar entre las sábanas con él… si él cooperara un poco.
—Ah, aquí estás. Tiyana me ha dicho que habías venido.
Kiara hizo una mueca de desagrado. No era Paulus, sino peor, era Wicmon, el promotor de su espectáculo y el único hombre con el que no podía permitirse ser grosera.
—Hola —lo saludó con su mejor sonrisa.
Wicmon le cogió la mano y le plantó un baboso beso en los nudillos.
—Me decepcionó tanto que dejaras el espectáculo… —dijo y Kiara se preguntó si él pensaría que aquella expresión lasciva le sentaba bien—. Esperaba que pudiéramos llegar a conocernos mejor.
Por primera vez, se alegró de que la hubieran secuestrado y alejado de ese hombre. Intentó retirar la mano con tacto, pero él se la agarró con más fuerza. Tenía que admitir que sería apuesto si no tuviera aquella mirada fría y calculadora en sus claros ojos azules. En ese momento, se sintió como una presa acorralada.
¿Cómo iba a apartarse de él sin ofenderlo?
Nerviosa, vio que Nykyrian iba hacia ellos. Una sonrisa le curvó los labios cuando se detuvo tras Wicmon.
—Princesa, Tiyana la está buscando. Ha dicho que era muy urgente.
Los ojos de Wicmon se oscurecieron de rabia ante la interrupción. Se volvió en redondo y dio un paso atrás al ver el tamaño de Nykyrian.
Se lo oyó tragar saliva.
Kiara contuvo una carcajada ante su reacción. Sin duda había supuesto que sería otro bailarín al que podía intimidar y enviar a paseo.
Se movió para rodear al hombre.
—Si me disculpas, Wicmon, será mejor que vaya a ver qué quiere Tiyana.
No esperó su respuesta. En vez de eso, fue delante de Nykyrian, apartándose de la gente.
—Gracias por eso. ¿Cómo se te ha ocurrido venir?
—Tu expresión lo decía todo. Además, le he leído los labios y no me ha gustado lo que te estaba diciendo.
Agradecida por su intervención, tuvo ganas de besarlo.
—Te debo una.
En ese momento, fue él el que pareció incómodo. Sin una palabra, para pena de Kiara, se apartó y volvió a mezclarse con los invitados. Frustrada, tuvo ganas de patear el suelo. ¿Cómo podía ser tan amable un momento y tan altivo al siguiente?
Necesitaba un segundo a solas para calmarse, así que fue hacia el balcón. Al llegar allí, una brusca mano la agarró por el codo.
Kiara estuvo tentada de gritar, pero supuso que sería otro promotor.
Hasta que oyó una voz que hizo que se le helara la sangre.
—Sabía que volveríamos a vernos.
El corazón le latió con fuerza.
Era Pitala.
Y estaba allí para matarla.