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EPÍLOGO

Dos años más tarde

Syn se detuvo para contemplar a Shahara cepillarse el pelo, sentada en la cama. Aún no se podía creer lo afortunado que había sido al arriesgarse con ella; había valido la pena de formas que ni siquiera se había imaginado.

Gracias a los dioses por Nykyrian. De no haber sido su amigo tan duro con él, dudaba que alguna vez hubiera hecho lo correcto con Shahara.

De nuevo, le debía la vida a un asesino.

—¿Sabes? Estaba pensando…

Ella se detuvo y lo miró.

—¿Qué?

—No hace falta que vayamos. Puedo llamar a Kip y decirle que no me encuentro bien.

—¿Por qué?

Porque sabía lo mucho que a Shahara la afectaba ver a los hijos de Kiara y Nykyrian, al no poder tener hijos ellos. No lo decía, pero Syn siempre notaba en su mirada el dolor que trataba de ocultar.

No era justo. Nunca había conocido a una mujer más maternal o cariñosa y, sin embargo, lo único que podía hacer era querer a los bebés de otros. Eso lo cabreaba mucho.

Lo habían intentado todo, incluso la adopción, tanto de bebés como de niños más mayores, pero con su pasado…

Nadie lo dejaba acercarse a un niño.

Shahara se levantó de la cama y fue a su lado.

—No me importa, Syn.

—Siempre dices eso. —La abrazó—. Lo siento mucho, Shay.

—No hace falta que lo sientas, cariño. Además, quiero ver a Kiara y preguntarle un par de cosas.

Él la apartó, frunciendo el cejo.

—¿Qué clase de cosas?

—Consejos de madre.

—¿Por qué?

—Bueno, al parecer la fastidié bastante al criar a Kasen, Tessa y Caillen. Y tú criando a Vik. La verdad es que espero que podamos hacerlo mejor con nuestro bebé.

Syn tardó un minuto entero en procesar la información.

Ella esbozó una sonrisa radiante mientras se acercaba al cajón superior de la cómoda y sacaba un test de embarazo.

Era positivo.

—Tu tratamiento ha funcionado, Syn. Vamos a tener un hijo.

Él no podía respirar mientras miraba alternativamente el test y a ella.

¡Shahara estaba embarazada!

Alargó una mano temblorosa y se la posó en el vientre.

—¿De cuánto?

—Tú eres el médico, pero creo que de unas siete semanas.

Riendo, él la levantó del suelo para girar con ella.

—Te voy a montar la mayor fiesta de celebración que hayas visto nunca.

—Creo que es a Kiara a quien le toca hacerlo.

—No me importa. —La dejó en el suelo y le tomó el rostro entre las manos—. Gracias, Shay.

—¿Por qué?

—Por mirar a los ojos de un don nadie y ver a un hombre al que podías amar.

Ella se sintió conmovida por sus palabras, que le llegaban a lo más hondo.

—Tú nunca fuiste un don nadie, Syn. Y, para mí, siempre lo serás todo.