Syn la soltó y miró a la escamosa criatura.
—Baja el arma o te la meteré por algún sitio que te resultará muy incómodo y tú y yo sabemos bastante de tu anatomía como para saber exactamente cuál es.
La criatura no parecía convencida.
—¿Qué buscas aquí? —preguntó con un susurro rasposo y letal.
—He venido a ver a Digger.
—¿Y tú eres?
—Syn, de pecado.
El ser hizo un sonido ronco, que Shahara supuso que sería una risa.
—A mí no me pareces muy pecaminoso. Pero incluso, si lo fueras, ¿para qué quieres ver a ese pedazo de barro seco?
La mirada de Syn se volvió peligrosa.
—¿Por qué no se lo preguntas a él?
El lagarto sacó un comunicador y pulsó una secuencia de números. Pasados unos segundos, una voz áspera respondió.
—Lamento molestarle, frion, pero tengo a un humano aquí que dice ser Syn de pecado.
—¿Syn, eh? —Por su voz temblorosa, resultaba evidente que el hombre era muy viejo—. Entonces pregúntale qué nombre le pusieron al nacer.
El lagarto miró a Syn.
Shahara también lo miró, alzando una inquisitiva ceja. Por fin sabría que significaba C. I.
—Sheridan Wade —contestó él con una nota extraña en la voz.
¿Sheridan Wade? Pero ¿cuántos nombres tenía? Claro que ese tenía sentido, sabiendo quién era su padre.
—¡Ese es mi chico! —exclamó la voz, animada—. Envíamelo.
El lagarto se volvió hacia ellos.
—Mis disculpas, frion Syn —dijo, antes de apretar los botones del ascensor. Se apartó para dejarles paso—. Digger está en el apartamento 554.
Syn no dijo nada, pero Shahara notó en él una emoción intensa e indescifrable.
Entraron en el ascensor y las puertas se cerraron tras ellos. Ascendieron por el canal de aire con una suavidad que contrastaba con su destartalada apariencia.
Syn le soltó la mano y se apoyó en la esquina del fondo.
—Y, por cierto, ¿cómo te llamas realmente?
—¿De verdad importa? Soy un hombre sin familia, nombre ni país. Respondo a casi cualquier cosa mientras no sea degradante o insultante.
—No te preguntaba eso. Lo que quiero saber es qué significan la «C» y la «I»…
Él la miró con una sonrisa arrogante.
—Created In.
—Created In Syn. Creado en pecado —repitió ella—. Bonito nombre. Tu madre debía de odiarte de verdad.
La sonrisa desapareció de su cara.
—Con toda su alma —contestó con tal sinceridad que Shahara se quedó muda.
Antes de que pudiera decir nada más, el ascensor se detuvo y él salió dejándola allí sin siquiera mirarla.
Ella se prometió que lo obligaría a explicárselo y lo siguió.
El deteriorado pasillo estaba desierto, excepto por los grafitis que había por todas partes. Al menos, el apartamento estaba cerca.
Lo que tampoco la animaba.
Cuando Syn iba a llamar, la puerta se abrió.
Alto y muy delgado, el hombre que abrió debía de tener unos sesenta y cinco años. Aunque las arrugas le marcaban las facciones, cubiertas por una tupida barba, algo en su forma de moverse le indicó a Shahara que seguramente había sido apuesto en su juventud. Tenía una espesa melena blanca y los ojos tan azules que prácticamente le relucían.
Y cuando vio a Syn, fue como si un padre saludase a su hijo largo tiempo ausente.
—Bueno, que me cuelguen, eres tú realmente. Pensaba que alguien intentaba engañarme. —Le dio un fuerte abrazo.
Syn soltó una palabrota.
—Cuidado, anciano. —Se apartó rápidamente—. No me rompas las costillas… aún más.
—¿Romperte las costillas? —El hombre lo miró de arriba abajo—. Dios santo, muchacho. ¿Qué te ha pasado?
—Estuve bebiendo y me caí del taburete… ¿Qué crees tú que me ha pasado?
Digger soltó un bufido.
—Sigues siendo el mismo cabrón sarcástico de siempre. Pero estás aquí y eso me dice que ha tenido que ser algo muy malo. Dios sabe que no volverías a este sitio si pudieras elegir y la verdad es que no te culpo por ello. ¿Estás huyendo de los pinches?
Pinches era un viejo término de argot para designar a los agentes.
—Soy un Wade. ¿Tú qué crees?
El otro asintió.
—Ya sabes que aquí siempre serás bienvenido. —Abrió más la puerta y, finalmente, su mirada recayó en Shahara—. ¿Y quién eres tú, hermosa?
—Alguien alérgico a los viejos playboys y que es lo suficientemente joven como para ser tu nieta —respondió Syn por ella—. Puedes llamarla Shahara, pero ten cuidado. Es la responsable de la mitad de mis heridas.
Digger esbozó una sonrisa encantadora.
—Bueno, entonces tendré las manos quietas, pero no prometo nada sobre adónde pueden dirigirse mis ojos. Entrad los dos, antes de que alguien os dispare en el pasillo sólo por estar ahí.
El interior del pequeño apartamento estaba mucho más limpio que todo lo que habían visto fuera. Había aparatos eléctricos por todas partes, pero las bases en las que se apoyaban estaban limpias.
Digger se apresuró a ir al desgastado sofá para despejarlo de papeles y cables.
Syn se apoyó en la pared con un brazo sujetándose las costillas. Respiraba trabajosamente y de nuevo estaba empezando a sudar mucho.
—Dig, ¿tienes algo de Prinapin?
—A mi edad, no me pillarás sin él. Porque me moriría si lo necesitara y no lo tuviera.
Shahara arqueó una ceja al oír mencionar la droga ilegal. Un potente remedio, prohibido debido a las mutaciones y defectos físicos que podía provocar. Por no hablar de que la mitad de los que lo tomaban no volvían a despertarse.
—¿Estás tan loco como para tomar eso?
Syn se encogió de hombros.
—No podemos permitirnos tenerme tumbado más de lo indispensable.
Shahara admiraba su coraje, pero al mismo tiempo la repelía.
—Muy bien, pero si te crece otra cabeza, no digas que no te lo advertí.
Digger rio tan fuerte que comenzó a toser.
—Al fondo, muchacho, y tú —dijo dirigiéndose a Shahara, sonriéndole encantador—, siéntete como si estuvieras en tu casa. En seguida vuelvo.
Ella se pasó las manos por el traje de combate, y se sentó en el viejo sofá verde. Un muelle chirrió protestando.
Mientras esperaba a que Digger regresara, miró por la sala, tratando de averiguar quién era aquel hombre y cómo encajaba en la vida de Syn.
Por lo que veía en su apartamento, supuso que sería algún tipo de electricista o técnico, pero si vivía en Rook, debía de hacer algo más, algo muy ilegal, con su electrónica.
Y mientras seguía allí sentada, se fijó en una foto antigua sobre un escritorio, junto a la ventana. Se levantó, se acercó a ella y la cogió. Era Syn. Su hermana Talia estaba junto a él, con la cabeza gacha. Aunque no podía tener más de nueve o diez años, ya parecía derrotada por la vida. Syn en cambio parecía tan desafiante como siempre. La misma furia ardiente le brillaba en los ojos.
A Digger, afeitado en la foto, se lo veía tan apuesto como Shahara había supuesto. Y el amor que se veía en su rostro al mirar a Syn era desgarrador. Le recordó la forma en que su padre los miraba hasta el día en que murió de una neumonía.
Tragó saliva para alejar el dolor de ese recuerdo. Aunque su padre no siempre había sido un ejemplo de moral, los quería y eso ellos nunca lo habían dudado.
Los ojos se le llenaron de lágrimas. No pretendía ser tan dura con su padre. Aún lo quería. Pero les había hecho la vida muy difícil persiguiendo sus alocados sueños. Sin embargo, pese a todo eso, Shahara sabía lo afortunada que había sido. Aunque no siempre habían tenido para comer o un techo sobre su cabeza, nunca les había faltado amor.
Y se habían tenido los unos a los otros.
A diferencia de Syn. Qué horrible debía de haber sido para él.
Mientras contemplaba la foto, sintió que le pesaban los párpados.
¿Cuánto hacía que no dormía?
No lo recordaba. Pero el sueño nunca había sido su amigo. Había luchado contra él toda su vida. Primero, porque tenía miedo de que su madre se muriera mientras ella dormía, y luego porque tenía miedo de que alguien le hiciera daño a sus hermanos.
Seguramente, debería temer a Digger. No lo conocía de nada, pero algo en su interior le decía que Syn no permitiría que le pasara nada. Y él confiaba en el anciano.
Bostezando, dejó la foto en su sitio y volvió al sofá.
«Sólo cerraré los ojos un segundo…».
Antes de acabar la frase, se había dormido profundamente.
Syn se metió dos pastillas en la boca y se las tragó al tiempo que se apoyaba contra la pared.
Digger hizo una mueca de disgusto mientras acababa de poner sábanas limpias a la cama doble.
—No sé cómo puedes tragarte esa mierda sin agua. Yo me atragantaría.
—La necesidad es la madre del ingenio.
Digger resopló.
—Preferiría que me salieras con un dicho nuevo, pero al menos es menos irritante que esa mierda de ninguna buena acción queda sin castigo. —Sonrió irónico mientras sacaba una manta del cajón de debajo de la cama. La cubrió con ella y se volvió hacia Syn—. Ya sé que no es un lugar tan fino como el que tienes ahora, pero está limpio.
—No tienes que disculparte por nada. —Comparado con algunos delos agujeros donde Digger y él habían dormido en el pasado, aquello era una mansión—. Lo único que quiero es que esté seco, sin nada que corretee y me muerda el cuello.
El hombre le hizo un gesto para que se tumbara.
—Bueno, de eso no tienes por qué preocuparte.
Despacio, Syn se quitó la ropa y se tumbó. Soltó un largo suspiro. Le dolía estar acostado, pero era muchísimo mejor que estar de pie.
—Me alegro de volver a verte. —Digger se entretuvo colocándole las almohadas, como una tía solterona.
Syn no dijo nada. No sabía qué decir. Tenía una deuda con aquel hombre que nunca le podría pagar, pero no había querido volver a verlo.
Digger pertenecía al pasado. Un pasado que Syn vendería su alma por poder olvidar.
Pero eso no cambiaba el hecho de que quería al viejo cabrón, aunque no deseara quererlo.
—Siento no haber venido por aquí estos últimos años.
El otro resopló.
—No te me pongas tierno, muchacho. Yo tampoco quiero que vengas por aquí. Nunca he querido que vivas así. Ya lo sabes.
Él asintió.
—¿Y qué puedo conseguirte mientras te curas?
—Los dos necesitamos equipo.
—¿Infiltración total?
—La mejor. Sé que puedes piratear mis cuentas para pagarlo. Coge todo lo que necesites, pero asegúrate de ocultar tu IP. Hazles creer que estamos en Gondara… eso joderá de verdad a esa zorra.
—Muy bien. ¿Algo más?
—Sí, dale algo de comer a Shahara. Está demasiado delgada. Y, por el amor de los dioses, cómprame unas botas que me vayan bien. —Syn se puso el brazo sobre los ojos para protegerse del brillo de las luces del techo—. Calzo el mismo número que él.
Digger fue a marcharse, pero se detuvo.
—He oído que los ritadarios han ido otra vez a por ti. Por aquí se ha estado hablando sobre cierta gente que está intentando entregarte muerto.
—Sí, lo sé. Me iré en cuanto pueda, no te preocupes. Nunca te traería problemas a casa.
Digger se irguió como si eso lo hubiera ofendido.
—Ya sabes que eso no tienes ni que decirlo. Estoy en deuda contigo, Sheridan.
—No me llames así. —Se le puso la piel de gallina sólo de oírlo.
Sólo Nykyrian podía emplear ese nombre. Pero, curiosamente, su amigo parecía saber que no debía usarlo. Syn nunca le había dicho que lo molestaba que lo llamaran así, pero, de alguna manera, Nykyrian lo sabía y sólo lo empleaba cuando quería dejarle algo muy claro, para llamarle la atención o para fastidiarlo.
Pero claro, como asesino que era, Nyk sabía bien qué era lo que más fastidiaba a la gente.
—Perdona, cuesta deshacerse de las viejas costumbres.
Syn lo miró e hizo una mueca de dolor.
—Sí y también de las ratas de alcantarilla.
La mirada del hombre se endureció, cargada de reproche.
—Te lo he dicho toda tu vida, muchacho, no eres ninguna rata.
Él no quiso llevarle la contraria, pero no se podía negar la verdad. La mierda era mierda, por muy perfumada e higienizada que se presentara.
Digger suspiró.
—Quédate aquí todo el tiempo que necesites. No dejaré entrar a nadie.
Syn le sonrió.
—Gracias.
• • •
Shahara se despertó dispuesta a pelear. Se irguió de golpe, hizo una mueca peligrosa y se llevó la mano a la pistola. Miró alrededor y tardó varios minutos en recordar dónde estaba.
—No pasa nada, cariño. —Digger se levantó lentamente del sillón que había junto al sofá—. Aquí nadie te hará daño.
Ella respiró hondo para calmarse.
—Perdone. No quería despertarme así. Es la costumbre cuando no estoy en casa. —Apartó las mantas azules que la cubrían. Sonrió ante la gentileza que el hombre había tenido de taparla mientras dormía—. Gracias.
Digger inclinó la cabeza.
—De nada. Yo hago lo mismo cuando me despierto. —Desapareció un momento y volvió con un plato de verdura y un gran bistec—. ¿Por qué no pruebas un poco de esto? No soy el mejor cocinero del mundo, pero mi comida no ha matado a nadie. Bueno… sólo a esa rata que entró y cogió un poco. Pero eso fue más por el disparo que le solté por ser una ladrona que por comer mi comida… creo.
Shahara se rio.
—Seguro que no puede ser peor que la mía. Soy terrible cocinando. Incluso mi hermano cocina mejor. Es la triste realidad.
Le tocó el turno de reír a él.
Mientras ella comía unos cuantos bocados, el hombre le llevó una botella de agua.
—Es la mejor de todo el universo Ichidian. Viene de una fuente en Laquata.
Shahara alzó una ceja. Agua del manantial de Laquata era un raro lujo. Pensaba que nunca bebería un sorbo, menos aún una botella entera. Los rumores decían que tenía propiedades sanadoras increíbles, aunque ella no lo creía. Seguramente era un mito inventado por los propietarios para vender más a los crédulos imbéciles.
Pero no se podía negar que sabía bien.
Digger se rascó el pecho y volvió a sentarse.
—Ya sé lo que estás pensando. Sin embargo, aún no he dejado del todo mis buenos tiempos. Aún puedo ocuparme de mi negocio sin que me pillen. Aunque debo decir que estuvieron muy cerca de atraparme con ese cargamento de agua. Pero sin duda valió la pena.
Shahara tragó de prisa; ¿estaba bebiendo agua de contrabando? Pero ¿por qué se sorprendía?
«Tampoco es que tu hermano no lo haga. O incluso tu padre. La mitad de tu vestuario de niña provenía de algún transporte no muy legal.
»Cállate y bebe».
Dejó la botella, se secó la barbilla y cambió de tema.
—¿Cuánto hace que conoce a Syn?
La mirada del hombre se volvió tierna.
—Lo conozco desde el día en que vino al mundo. Fui el primero, aparte del médico, que lo cogió.
Eso era interesante.
—¿De verdad? ¿Antes que su madre o su padre?
Él asintió.
—Su madre tuvo un parto difícil y estaba demasiado débil y su padre… no pudo estar en el parto. —Había cierto tono en su voz que la hizo sospechar, pero no insistió—. Yo fui quien la llevó al hospital y se quedó con ella mientras paría. —Suspiró—. Daría cualquier cosa por haber tenido un hijo como Sheridan. Pero él es lo más parecido a eso que he tenido. No es que me queje, no creas. Incluso le pusieron mi nombre.
—¿Sheridan?
—Sheridan Digger Wade. Soy su tío.
Ah, eso explicaba la familiaridad.
—¿Materno?
Él apartó la mirada con ojos inexpresivos.
—No.
Shahara se atragantó con la comida al oír eso. Dios santo, era… el hermano de Idirian.
Pensó en salir corriendo.
Digger se apresuró a ayudarla y le dio unos golpes en la espalda hasta que pudo volver a respirar.
Shahara tragó aire y parpadeó para contener las lágrimas que le habían llenado los ojos, mientras miraba boquiabierta al anciano, que se había sentado a su lado en el sofá.
—¿Cómo puede ser pariente de ese psicópata? —preguntó ella, mirándolo suspicaz.
La mirada de Digger se tornó dura.
—Indie no siempre fue así —contestó a la defensiva—. Era un buen chaval. Pero se mezcló con malas compañías.
Oh, sí, claro. Qué montón de mierda. Esa era una excusa que siempre la hacía querer pegar a alguien.
—¿Me está diciendo que fue otra gente la que lo hizo cometer toda esas sádicas matanzas?
Él volvió a su sillón, con los hombros hundidos.
—No, niña. No soy tonto. Indie se convirtió en todo lo que has oído y cosas peores; conozco las historias reales que nunca llegaron a las noticias, las que consideraban demasiado truculentas para el consumo público.
Eso la aterrorizó, dado lo horripilantes que eran ya las historias conocidas. ¿Podía ser mucho peor?
—Al principio, estuve pensando qué podría hacer que volviera a ser el chico inocente que había sido, o al menos para meterle en la mollera tipo de decencia. Pero cuando ya hubo probado la sangre, decidió que le gustaba; eso y el poder que el miedo de la gente le daba. No pude hacer nada. Es duro cuando te meten a patadas en tu agujero en esta vida y la gente se burla de ti por ser menos que ellos.
Entonces, cuando encuentras una manera de vengarte… —Negó con la cabeza—. Indie disfrutaba con lo que hacía y pensaba que estaba justificado por la manera en que nos habían criado y tratado. —Clavó en ella una dura mirada—. No voy a disculparle. Nunca cerré los ojos a los defectos de mi hermano, pero hasta el final le quise y desearía haber podido salvarlo de sí mismo.
En cierto sentido, Shahara lo admiraba por eso. Pero en otro sentido…
Se estremeció.
Aun así, no entendía por qué Digger se había quedado con alguien así.
—Y cuando vio que no podía cambiarlo, ¿por qué no se marchó?
Digger suspiró.
—No era tan fácil y, durante un tiempo, Indie estuvo mejor. No por mí, sino por la madre de Sheridan. Era una mujer decente, de una buena familia y lo creas o no, él la amaba como nunca lo vi amar a nadie. Hubiera hecho lo que fuera por ella. Pero no era tan fácil dejar de lado su pasado, que no había sido tampoco tan malo hasta entonces.
—¿Y qué pasó?
—Los padres de ella —escupió las palabras—. Estúpidos cabrones metomentodo. Se negaron incluso a emplear su nombre, porque estaba muy por debajo de ellos. Le dijeron a su hija que, mientras estuviera con él, no podía ir a su casa. Incluso cuando llevó a Talia allí para que la conocieran, unas semanas después de que naciera la niña, sus padres la echaron y le dijeron que no querían recibir a ningún bebé bastardo y miserable; dijeron que no era su nieta.
Digger hizo una mueca de dolor antes de continuar:
—Yo estaba con ellos cuando sucedió. Ella estaba segura de que en cuanto vieran al bebé todo cambiaría, que la perdonarían por haberse enamorado de un plebeyo. Pero su padre fue más frío con Indie que nunca. Y ella se quedó destrozada. Después de eso, mi hermano se volvió loco, porque no podía mejorar las cosas para ella. Quería que tuviera la vida que había tenido con sus padres y que no lamentara haberse casado con él. Como no podía encontrar un trabajo legal en el que le pagaran bien, volvió a robar información.
Soltó un cansado suspiro.
—Y algo le pasó también a ella después de aquel encuentro. Se volvió muy exigente con todo. Como si sintiera que había perdido su vida y su dignidad por Indie. De repente, nada de lo que él hacía la satisfacía y le echaba en cara todo lo que no tenía. No paraba de repetirle que ella era una dama de alcurnia y él una mierda.
Shahara frunció el cejo.
—¿Por qué?
—No lo sé. Se convirtió en una persona totalmente diferente y nada de lo que mi hermano hacía era lo suficientemente bueno. Comenzó a tomarla con Talia y luego Indie se enfurecía con ella por hacer daño a la niña. Después, cuando se quedó embarazada de Sheridan, las cosas sólo empeoraron… Yo casi me temía que abortase.
—¿Por qué no lo hizo?
La mirada del hombre se oscureció.
—Indie le dijo que la mataría si ella mataba a su hijo.
Shahara se quedó horrorizada. ¿Cómo podían comportarse así unos padres? Ya era bastante malo lo que se hacían el uno al otro, pero ¿tomarla con los niños?
—No lo entiendo. Dada la manera en que él trataba a Syn, ¿qué le importaba?
—En ese tiempo, Indie aún amaba a su esposa. No sé por qué, pero así era, y adoraba a Talia porque se parecía a su madre. Luego, cuando nació Sheridan, estaba muy orgulloso y contento de tener un hijo. Hasta que pilló a la zorra tratando de ahogar al bebé cuando este tenía sólo tres semanas.
A Shahara se le cayó el alma a los pies.
—¿Qué?
Él asintió con la cabeza.
—No sé qué la llevó a eso, pero estaba sujetando al niño bajo el agua mientras lo bañaba. De no ser por Talia, que fue corriendo a decirle a su padre que Sheridan estaba muerto, nunca lo hubiéramos sabido. Indie le dio tal paliza a su esposa que no sé cómo ella sobrevivió. Y no es que lo culpe por eso. Fue lo único que estaba justificado. —Tragó saliva sonoramente mientras miraba hacia la ventana—. Ella se marchó poco después, y eso acabó con Indie. Cualquier resto de bondad que le quedara se fue con esa mujer. Y odió a Sheridan a partir de ese momento.
Aquello no tenía sentido.
—No lo entiendo. ¿Por qué odiarlo? Sólo era un bebé.
Digger se pasó una mano por el mentón con gesto de cansancio.
—Indie lo culpaba por haberla perdido. Tenía la retorcida idea de que si Sheridan no hubiera nacido, ella se habría quedado, y por tanto le hacía pagar al niño que su madre lo hubiera dejado. Incluso se volvió contra Talia… precisamente por lo mucho que se parecía a ella. Yo lo sentí aún más por la niña que por Sheridan. Talia sabía lo que era tener un padre que la quisiera, mientras que su hermano no.
Ella solía llorar hasta ponerse enferma, preguntándose qué había pasado para que su padre la odiara.
Shahara sintió una gran lástima por todos ellos.
—¿Quién era su madre?
El odio en los ojos de Digger la abrasó.
—Nunca diré el nombre de esa zorra. Ojalá esa vieja puta se pudra y muera eternamente por todo lo que hizo. Podría haber salvado a Indie y apartarlo de la vida que llevaba si no hubiera sido tan egoísta. Pero quería sus elegantes pijadas y sus casas. No éramos lo suficientemente buenos para ella y eso fue lo que convirtió a mi hermano en un psicópata. Se le metió en la cabeza que éramos basura y que la única manera de conseguir el respeto era cogerlo y matar a cualquiera que no se lo quisiera dar.
Su mirada se volvió a endurecer.
—Syn no sabe nada de esto y quiero que siga así. Cree que su madre se marchó porque no soportaba vivir con su padre. Prefiero dejar que siga pensando eso.
Sí, era más fácil que saber que tu propia madre había tratado de matarte.
—No se preocupe. No se lo diré.
Él inclinó la cabeza, agradeciéndoselo, y ella removió la comida en el plato.
—¿Y qué hay de Syn? ¿Qué lo convirtió a él en un criminal?
—¡Ese chico no es ningún criminal! —rugió el hombre, tan a la defensiva que Shahara se echó atrás—. Sheridan nunca ha hecho nada más que sobrevivir y eso no debería ser delito.
Su inesperada hostilidad la sorprendió. No se podía negar lo que Syn era, fueran cuales fuesen las razones. Era un hombre que violaba la ley. Y mucho.
Digger la miró a los ojos de una forma tan penetrante que Shahara se quedó inmóvil.
—Dime qué habrías hecho tú si tuvieras sólo diez años y te encontraras sin casa y sin familia. Los rits se quedaron hasta con el último maldito crédito de Indie. No le dejaron a Sheridan ni un céntimo. No tenía nada. A mí me metieron también en prisión cuando arrestaron a mi hermano y, por mucho que me doliera, pensé que al menos llevarían al niño a una casa con buena gente. Pero los sobrestimé a todos. Nadie quiso acogerlo. Y el gobierno no lo quería en ningún orfanato.
Shahara hizo una mueca ante esa crueldad.
—¿Por quién era su padre?
Él asintió.
«Los pecados del padre pasan al hijo». La sabiduría popular sostendría que cualquier defecto genético que hubiera causado el comportamiento de Idirian Wade se manifestaría también en su hijo.
Era un miedo con el que ella estaba muy familiarizada.
—Entonces, ¿qué le hicieron?
Suspirando, Digger se pasó una mano por el pelo.
—Lo metieron en prisión. Dijeron que más le valía ir acostumbrándose, ya que seguramente acabaría allí de todas formas.
Ella dejó el tenedor sobre la mesa, perpleja.
—¿A los diez años?
El hombre asintió muy serio.
—Y no en un correccional, sino que lo enviaron a una cárcel de máxima seguridad.
—¿A los diez años? —repitió Shahara.
—A los diez años. —Su tono era glacial y despectivo—. Ahí tienes la justicia de la Liga. Meter a un niño inocente con la basura y ver si sobrevive. Pero lo superó. Su padre le había enseñado bien cómo ocultarse, luchar y soportar todo el dolor que cualquiera pudiera infligirle. Como has visto, no se rinde con facilidad.
Aun así… era un niño. ¿Cómo había sido posible? ¿Cómo había sobrevivido?
—Alguien tuvo que sacarlo. ¿Lo liberaron?
Él soltó una carcajada.
—Tienes que pensar que Sheridan era grande para su edad y muy precoz. Ese cabroncete ingenioso se escapó al cabo de un año y se fue a vivir a las calles, solo. Consiguió meterse de polizón en una nave que venía para aquí, y se construyó un hogar entre lo más tirado de esta sociedad.
Shahara trató de imaginárselo. Sabía lo difícil que era sobrevivir sin padres y eso que ella tenía casi el doble de la edad de Syn cuando su padre había muerto.
Y aunque su piso no era ninguna maravilla, al menos era una de las pocas cosas que el hombre había dejado pagadas antes de morir.
—¿Y dónde estaba su madre entonces?
La mirada que Digger le echó la hizo enmudecer.
—Fue a verla cuando tenía doce años y esa zorra lo echó a la calle como si fuera basura. Le dijo que ella había vuelto a su lugar y que no quería saber nada del pasado. Que no quería volver a verlo nunca más y que si lo veía, haría que lo metiesen en prisión para el resto de su vida. Luego llamó a los pinches para que lo apresaran.
Shahara tragó horrorizada. ¿Cómo podía reaccionar así una madre? ¿Por qué? Era tan cruel e innecesario…
Si ella tuviese un hijo, se aseguraría de que nadie le hiciera daño.
—¿Y su hermana?
Los ojos del anciano se llenaron de lágrimas.
—Era un ángel. Tan amable y tímida… Nunca alzaba la voz ni hablaba mal de nadie. Sheridan la adoraba de una forma que ni te imaginas. Se hubiera cortado las venas si Talia se lo hubiera pedido.
—Ella lo ayudó, ¿no?
Él negó con la cabeza.
—Se suicidó el día antes de que arrestaran a Indie.
Shahara se quedó boquiabierta ante esa bomba inesperada.
¿Talia se había suicidado?
«Por favor, no me dejes, Talia. No le permitiré que te vuelva a hacer daño. Te lo prometo».
El ruego de Syn se le clavó en el alma. Sabía lo mucho que amaba a su hermana. Su muerte lo debía de haber destrozado.
Y de repente supo por qué había entregado a su padre… Sin duda lo culpaba del suicidio de su hermana y había querido vengarse.
Tenía sentido, pero sin embargo…
¿Cómo había sobrevivido Syn?
Era sólo un niño cuando toda su familia lo abandonó. Shahara ni siquiera podía imaginarse el miedo y el dolor que debía de haber sentido. Por muy mala que fuera su vida, ella siempre había tenido a su familia. Unas personas que, incluso con sus problemas, la protegían de lo peor.
—¿Qué hizo Syn después de que su madre…? —Ni siquiera era capaz de decir lo que le había hecho esa zorra.
Digger se encogió de hombros.
—No sé cómo sobrevivió. Y lo peor de todo es que no sé qué le hicieron ni en la cárcel ni después. Nunca habla de eso. No podía dejar de pensar en él durante todo el tiempo que estuve en prisión. Estaba seguro de que lo matarían… o algo mucho peor. Era un chaval tan listo y guapo… Temía que si conseguía sobrevivir, fuese presa de algún esclavista o algún pervertido. Y aún no sé si fue así.
Soltó una breve carcajada.
—Pero supongo que vivir con Indie le había enseñado a sufrir en silencio. A pasar tiempo sin comer, a moverse como un fantasma entre la gente para que no lo vieran ni oyeran. —Miró hacia el pasillo en el que se hallaba la habitación donde dormía su sobrino—. A soportar una paliza que mataría a la mayoría de las personas y no dejarse vencer por el dolor.
Eso lo explicaba. Por eso Syn no reaccionaba.
Estaba acostumbrado.
Digger tomó un trago de agua.
—Una de las pocas veces que Sheridan me habló de cuando vivía en las calles, me dijo que solía arrastrarse bajo los contenedores de basura para dormir y mantener alejada a la escoria durante la noche. ¿Te lo puedes imaginar? La porquería, el olor… las ratas. —Se estremeció—. O bien comía de la basura o robaba lo que necesitaba y luego, cuando fue lo suficientemente mayor, se dedicó a la ocupación inicial de Indie.
—¿El asesinato?
El hombre resopló indignado.
—Sheridan nunca mataría a nadie que no tratara de matarlo primero. Ya te lo he dicho, no es su padre. —La miró mal—. Mi hermano comenzó su carrera delictiva robando información. Era el mejor. Podía piratear cualquier sistema de seguridad y los diseñaba tan bien que nadie era capaz de averiguar sus códigos… excepto Sheridan y eso lo volvía loco. Nunca podía impedir que Sher se metiera en el archivo que quisiera.
Había orgullo en sus ojos al hablar de eso, como si él hubiera tenido algo que ver con ello.
—Cuando Sheridan tuvo edad suficiente, Indie le enseñó a trabajar con los sistemas. —Su mirada se volvió a ensombrecer—. Si lo hacía mal, en un día bueno, Indie le rompía algún dedo como castigo; en un día malo, se los rompía a Talia.
Meneó la cabeza con expresión torturada.
—¿Y sabes lo más triste? A ella la enterraron justo después de que nos detuvieran a su padre y a mí. Sheridan, que ya estaba bajo custodia, fue el único que asistió a su funeral y recuerdo que los de las noticias dijeron lo frío que se había mostrado. Tomaron una foto suya junto a la tumba, con los ojos secos, y lo pintaron como a un monstruo; esa fue otra de las razones por las que nadie quiso acogerlo y lo enviaron a la cárcel. «Sólo tiene diez años y ya es como su padre», eso fue lo que dijeron. Una segunda generación de Wade psicópatas.
»Sheridan no lloró porque Indie lo quemaba o escaldaba cada vez que lo hacía —espetó furioso—; hasta que aprendió a no hacerlo. A ese chico no le permitieron soltar nunca una lágrima sin pagar las consecuencias. Así que cuando no lloró en el entierro de su hermana, los reporteros lo crucificaron. “Hijo del diablo”, “tan despiadado como su padre”. Ojalá ardan todos en el infierno.
Continuó, con la furia ardiéndole en los ojos:
—Algunas de las familias de las víctimas estaban allí cuando lo devolvieron a la prisión, para poder escupirle a un niño de diez años que lo había perdido todo en la vida, incluida la libertad, por el mero hecho de haber nacido y por no morir cuando su madre trató' de ahogarlo. Los medios lo pintaron como si también se mereciera eso. ¿Puedes imaginarte, ir a enterrar a tu hermana con esposas y grilletes? ¿Solo? ¿Y que la gente te tire cosas y te escupa?
A Shahara se le retorció el estómago ante esa idea. No, no podía imaginárselo. En su caso, le había costado mucho soportar los entierros de sus padres, y eso que sus hermanos y ella sabían que estaban enfermos y habían tenido tiempo para prepararse, aunque eso último fuera un mito. Nunca nadie estaba preparado para dejar marchar a un ser querido, no si lo amaban de verdad.
Pobre Syn…
«Merezco que me azoten por lo que he hecho».
Shahara nunca en su vida se había equivocado tanto.
Se podía decir que no conocía el pasado de él, pero eso sólo era una excusa. Le había hecho daño a un hombre bueno que se preocupaba de la propia familia de ella…
Se miró la palma de la mano, en la que le había escrito el número de Digger, y el colgante que llevaba, su medalla. Se lo había dado para protegerla incluso después de que ella lo entregara a sus enemigos.
Apretó el puño donde tenía escrita la dirección, y sintió ganas de llorar. Pero, como Syn, hacía tiempo que esa capacidad había quedado anulada por sus brutales recuerdos.
Digger apretó los dientes y continuó:
—Cuando lo ejecutaron, Indie tenía una lista tan larga como mi brazo de empresas a las que había servido, empresas que pagaban bien por información sobre sus competidores y otra gente a la que querían o dañar. Mi sobrino empleó esa lista para establecer contactos y conseguir trabajos. Así de bueno era.
Así que Syn no le había mentido respecto a eso. Pero ¿cuántas veces habría explicado la verdad a oídos que no querían creerlo? ¿Y por qué ella había tenido que ser uno de ellos?
—Hasta que lo pillaron.
—Hasta que lo pillaron —musitó Digger—. Entonces fue cuando volví a entrar en su vida. Por pura suerte, yo tenía turno de limpieza en el patio y lo vi mientras lo llevaban a la sala de interrogatorios.
Se quedó callado unos minutos, como si estuviera reviviendo aquel horror. Cuando volvió a hablar, Shahara tuvo que esforzarse para oírlo.
—Te digo que nunca he visto a nadie tan machacado. Incluso lo que le han hecho ahora no puede compararse con cómo lo dejaron entonces. Y sólo era un niño. Esos rits se cebaron con él como no he visto hacerlo nunca. Lo tenían encerrado en máxima seguridad y siempre lo estaban interrogando… torturándolo. Aún puedo oír sus gritos de niño pidiéndoles que dejaran de hacerle daño. Resonaban en el patio e incluso los prisioneros más curtidos se estremecían.
»Pero yo conocía esos gritos. Para mí era como oírlo de nuevo con su padre. Maldición, supuse que le debía de resultar más fácil que lo torturara un extraño que alguien que se suponía que debía amarlo y protegerlo. Pero sabía que si yo no hacía algo, lo acabarían matando. Aún me asombra que no les dijera nada, que se mantuviera firme.
—¿Fue gracias a usted que escapó esa vez?
—Eso es. Yo llevaba años planeando mi huida cuando lo trajeron. Sólo hizo falta un par más de sobornos para sacarlo a él también.
Shahara se recostó en el asiento y pensó en lo que Digger le estaba contando. Si lo que decía era cierto, entonces la historia de Syn sobre Merjack también debía de serlo.
Aquello no era bueno. Al menos para ella.
—¿Y vinieron los dos aquí? —preguntó.
El hombre negó con la cabeza.
—No, vine yo solo. Sheridan tenía miedo de quedarse conmigo. No paraba de decir que los rits irían a matarlo y que cualquiera que estuviera cerca moriría también. Dijo que tenía que volver y buscar lo que se había dejado allí antes de poder estar a salvo. Esa fue la última vez que lo vi, hasta hoy. Pero nos hemos mantenido en contacto. Él siempre se asegura de que me cuiden y de que tenga todo lo que necesito. Y me llama siempre que consigue una línea segura.
—¿Nada de correos electrónicos?
Negó con la cabeza.
—Muy pocos, muy de vez en cuando. Lo tiene paranoico la idea de que un ladrón informático como él pueda rastrearme y hacerme daño para chantajearlo, o rastrearlo a través de mí. Así que sobre todo hablamos por comunicadores.
—Entonces, ¿no sabe lo que ocurrió después? ¿Lo que fue a buscar?
—He tratado de mantenerme al tanto de lo que hace, pero intenta pasar muy desapercibido, así que no me entero de mucho.
Eso era una pena, porque ella aún necesitaba respuestas, sobre todo si iba a ayudarlo.
—Entonces, ¿no sabe por qué violó y mató a Kiara Zamir?
Digger golpeó el brazo del sofá con tanta fuerza que Shahara pegó un brinco.
—Eso es una estupidez. Lo dije el día en que oí hablar del contrato. Sheridan nunca le haría daño a una mujer indefensa. Respetaba y amaba demasiado a su hermana como para hacer algo así. Nunca le haría eso a su memoria.
Los viejos ojos la atravesaron con indignada sinceridad.
—Te lo he dicho y tienes que escuchar y entender. Nunca lo he visto ir a por alguien que no haya ido primero a por él. No es como su padre y nunca lo ha sido. No tiene esa frialdad. Si fuera como Indie, ya lo habría demostrado y a la primera que habría matado habría sido a esa puta que se volvió contra él.
—¿Su esposa?
—Su ex esposa. Era fría hasta la médula, como Indie. Nunca he conocido a alguien tan malicioso. Les dijo a la Liga y a los rits dónde encontrarlo, sólo porque quería cobrar la recompensa por entregarlo. Incluso le tendió una trampa, con su hijo como cebo, y Sheridan a duras penas pudo escapar.
Shahara se sobresaltó ante lo que contaba.
—No, ella no hizo eso.
—Sí, sí lo hizo. Le dijo que podía ir a la fiesta de cumpleaños de Paden y cuando Syn apareció, ella le cogió el regalo y lo guio, no junto a su hijo, sino a una sala llena de agentes.
—¿Y cómo pudo escapar?
—Igual que siempre. Luchó para abrirse paso y tiene las cicatrices de seis quemaduras de pistolas de rayos para demostrarlo. Lo único que él quería era ver a su hijo… Estúpida puta. —La maldijo incluso con palabras peores—. ¿Qué clase de mujer hace eso cuando Sheridan ya le había dado una fortuna que marearía a un rey? Cada céntimo que ganó después de abandonar las calles se lo dio sin vacilar. No se opuso a nada de lo que ella quería y al final ella se lo quedó todo. Todo. Lo único que él pidió fue ver a su hijo una vez al año, el día del cumpleaños del chico, pero esa zorra ni siquiera quiso permitirle eso. Volvió al chico contra él y ahora no quiere ni hablar con él, porque piensa que Sheridan es una mierda. Aunque él aún le envía dinero y le ha pagado las mejores escuelas de la galaxia, lo que el chico quiera. Si la zorra no le envía los pinches, lo hace su propio hijo. Y Sheridan aún quiere a ese hijo más que a nada. Le daría los riñones si se los pidiera. ¿Y sabes lo que más me jode?
—¿Qué?
—Que ese chico ni siquiera es suyo y él lo sabe.
Shahara se quedó de piedra. ¿Lo había oído bien?
—¿Cómo ha dicho?
Digger asintió.
—Esa puta se acostaba con cualquiera todo el tiempo que estuvieron casados. Sheridan era médico… cirujano, nada menos, hasta que ella le quitó eso también. Trabajaba en uno de esos hospitales pijos de prestigio, donde nació Paden. Cuando el niño tenía dos años, se hirió en el recreo y mientras Sheridan le estaba haciendo un chequeo de rutina, le encontró un defecto genético de nacimiento que ni su esposa ni él tenían. Así que le hizo más pruebas y se enteró de que no era el padre del chico. Y ni siquiera se lo dijo a su esposa.
A Digger los ojos se le llenaron de lágrimas.
—¿Sabes qué me dijo cuando le pregunté por qué no echaba a esa puta mentirosa a la calle?
Shahara negó con la cabeza.
—«Tú no lo entiendes, Digger. Ella no me mira como si fuera una mierda y por primera vez en mi vida me hace sentir querido, aunque sólo sea porque me está utilizando. No es culpa de Paden que yo no sea su padre y probablemente es mejor que no tenga mis genes. Biológico o no, es mi hijo y eso es lo que importa. Lo quiero y no le haré lo que Idirian me hizo a mí. Un niño necesita a alguien que lo cuide. El mundo es demasiado duro para estar solo».
Un músculo tembló en el mentón del hombre.
—La gente es patética, Y si Sheridan no mató ni torturó a esa puta por hacerle lo que le hizo, te digo que es mucho mejor persona que yo, que le habría cortado el cuello mientras hacía que su hijo la viera desangrarse a mis pies.
Shahara se estremeció ante esa descripción. Pero lo entendía. Digger tenía razón. Y en ese momento hasta le hubiese gustado ayudarle a hacerlo. ¿Cómo podía equivocarse tanto alguien…? ¿Cómo podían desperdiciar algo que ella vendería su alma por tener?
Ese tipo de lealtad y amor no se podía comprar, negociar ni exigir. Sólo se podía dar y era algo muy, muy rato.
¡Qué puta tan estúpida…! Y eso que ella no solía emplear ese lenguaje. Pero en ese caso no tenía otra manera de expresar lo que sentía.
Digger respiró jadeante.
—Perdona que sea tan macabro, Shahara, pero la injusticia siempre me ha sentado fatal. Mi sobrino es un hombre bueno y nunca se ha merecido todo lo que la vida le ha echado encima. Me pone enfermo ver que sigue pagando por cosas que no ha hecho. Me gustaría que alguien más se diera cuenta también. Aunque sólo fuera una vez.
Ella lo comprendía bien.
Todo aquello le daba una terrible perspectiva sobre su propia vida y no podía creer que nunca se hubiera quejado de nada que no fuera Gaelin; a ese era a quien se merecía la ex esposa de Syn. A alguien como él, otro desgraciado manipulador que se cebara en ella, le destrozara los sueños y la dejara hecha pedazos.
Y Digger tenía razón. Syn era mucho mejor persona que ella.
Porque cuando acabó su entrenamiento, Shahara persiguió a Gaelin y lo mató por golpearla y violarla. Se había dicho a sí misma que era para evitar que le hiciera lo mismo a otra adolescente. Que lo hacía para evitar que Caillen se arruinara la vida, porque su hermano lo habría matado si alguna vez se enteraba de lo sucedido.
Pero por dentro sabía la verdad. Había sido por venganza. Quería que Gaelin conociera el horror y la degradación a los que la había condenado. Que le rogara piedad, mientras ella no se compadecía de él.
Para ser justos, al final, Shahara fue un poco mejor que él, al menos no se había reído de su dolor.
«¿Qué pasa, nena? ¿Quieres que te dé más de esto que tengo? Déjame que te enseñe lo que puede hacer un auténtico hombre».
Empleó esa palabra afectuosa para burlarse. Por eso ella no soportaba que nadie la llamara «nena», sobre todo en ese tono condescendiente que Gaelin había empleado. Shahara sólo había sido una niña asustada… temerosa de que él la dejara y fuera a su piso, a por sus hermanas, que dormían allí, y les hiciera lo que le estaba haciendo a ella. El hombre había disfrutado de cada una de las horas durante las cuales la había atormentado.
Hasta ese momento, Shahara se había creído enamorada de él. Y cuando le preguntó por qué lo había hecho…
«Tomo lo que quiero, nena. Eso es lo que hace un hombre. Ya me has dado todo tu dinero. Si quieres que sea amable, consigue más y ven a verme. —Le había tirado sus desgarradas ropas—. Ahora, lárgate. Y envíame a los agentes y te prometo que te veré a ti y a esas putillas de tus hermanas arrastrarse por la basura».
A los diecisiete años se había visto obligada a volver a su casa sin dinero y con la ropa destrozada. Sangrando y dolorida. Nadie se había detenido a preguntarle si necesitaba ayuda. Sólo la miraban y se apresuraban a alejarse, como si temieran que les pudiera contagiar su estado. Mientras tanto, como no tenía dinero para pagarse el tratamiento, ese día perdió la capacidad de tener hijos.
Y también mucho más…
Por eso lo había matado. Las otras razones sólo la ayudaron a disimular la parte oscura de su personalidad, que ella prefería fingir que no existía.
Así que sabía exactamente qué podía sentir Syn. Lo que no acababa de entender era cómo podía perdonarlos a ninguno de los dos.
Cómo podía perdonarla a ella…
—¿Qué edad tenía Paden cuando…?
—Siete años cuando Sheridan se fue. El año pasado acabó la escuela superior. No quiso ver a su padre, aunque él lo intentó, pero acepta todo el dinero que Sheridan le envía para que asista a su prestigiosa universidad. —Hizo una mueca de desprecio—. Ese chaval no ha tenido que trabajar ni un día de su vida, mientras vive de los fondos de mi sobrino. Cabrón desagradecido… —Suspiró—. Y yo no puedo hacer nada. Pero como Sheridan dice, no es asunto mío lo que él hace con su hijo.
Se puso en pie y se quedó ante ella, con los brazos en jarras.
—Por cierto, ¿sabes cuántas veces lo he visto recibir palizas por proteger a la pequeña Talia? No me llegaba ni a la rodilla y ya le plantaba cara a su padre, que era incluso más alto de lo que Sher lo es ahora. Él apretaba los puñitos y aguantaba como un hombre mientras Indie lo tiraba contra los muebles y la pared hasta dejarlo inconsciente. —Los ojos se le ensombrecieron de tristeza—. Nunca he entendido cómo un padre puede tratar así a su hijo.
Con una mueca de pesar, Shahara pensó en la foto de Syn y Talia que había encontrado en la caja de oraciones. Que hubiera protegido a su hermana no quería decir que no fuera capaz de herir a otras personas. Caillen las protegía a las tres y ella no quería ni contar a cuántas mujeres había tratado como a una mierda.
En toda la gente a la que había mentido y todas las leyes que había quebrantado.
—¿Cómo puede estar tan seguro de que no ha matado a Kiara Zamir?
—Te lo he dicho, conozco a ese muchacho. Lo he visto caminar por los fuegos del infierno y conozco cada una de sus cicatrices. Nunca ha sido malo. Puede cabrear a un montón de gente, pero no es malo. No es como mi hermano.
Shahara se reclinó en el asiento, mientras daba vuelta a todo lo que había sabido sobre Syn.
Al firmar el contrato había pensado que todo sería tan sencillo… C. I. Syn: criminal despiadado. Puro y simple.
Pero ese no era el hombre que había encontrado. Y cuanto más sabía de él, más se alejaba Syn de esa descripción.
Digger soltó un largo suspiro mientras recogía el plato, que ella casi ni había tocado, y lo llevaba a la cocina.
—Bueno, seguramente he hablado más de lo que debería y estoy seguro de que mi sobrino se enfadaría si supiera que lo he hecho. —Miró el reloj que había en la pared—. Se está haciendo tarde, así que supongo que debería estirar estos viejos huesos durante un rato y dormir un poco. —Se fue a un rincón y comenzó a preparar un camastro en el suelo, cerca del escritorio.
—¿Qué está haciendo?
—Preparándome la cama.
Shahara se sintió culpable. No podía dejar que un hombre de su edad durmiera en el suelo. Tenía un aspecto tan frágil, que dudaba que lo soportara.
—¿Por qué no duerme usted en el sofá?
—¿Y dejar que una dama duerma en el suelo? Ni pensarlo. Sólo porque sea viejo no quiere decir que sea débil, o menos hombre.
Shahara se mordió el labio. ¿Dónde más podía dormir él?
—¿Por qué no se acuesta con Syn?
Él resopló.
—Le daría un ataque si se despertara con mi viejo cuerpo a su lado. Y no puedo culparlo. Si yo tuviera elección, tampoco querría dormir conmigo.
Eso sólo le dejaba una alternativa.
Una alternativa que la asustaba y la ponía nerviosa, pero era lo único que se le ocurría.
—Entonces, ¿por qué no duermo yo con Syn? Así usted podrá usar el sofá.
El hombre vaciló.
—¿Estás segura?
«No».
Pero asintió.
Él le sonrió y el alivio brilló en sus ojos.
—Muy bien. Debo admitir que lo prefiero. Sígueme y te mostraré el camino. —La llevó por el estrecho pasillo, más allá de la cocina, hasta un pequeño dormitorio al fondo.
Shahara miró alrededor de la minúscula habitación donde a duras penas cabía la cama. Había pensado que podría dormir en el suelo, pero una sola mirada le bastó para ver que sólo podía hacerlo debajo de la cama. Sin embargo, ahí había un cajón y, por pequeña que ella fuera, no pensaba poder dormir dentro del mismo.
—Buenas noches. —Digger se volvió y la dejó sola.
Shahara suspiró. ¿Qué podía hacer?
Syn descansaba totalmente inmóvil y en silencio. Si no fuera por el ligero movimiento de su pecho al respirar, ella se habría preocupado.
La luz de las tres lunas del planeta iluminaba el dormitorio con un suave resplandor y caía sobre Syn, lo que le daba a Shahara una excelente vista de su rostro.
Y de otros atributos.
Fascinada, contempló la luz jugar sobre sus marcados abdominales y sobre sus manos… Tenía un tatuaje de brillantes colores que le iba desde el interior del codo hasta la muñeca. Era una espada cubierta de sangre, con palabras escritas en un alfabeto que ella desconocía.
¿Se atrevería a meterse en la misma cama que él? Una extraña oleada de excitación la recorrió al pensarlo. ¿Qué daño iba a hacer eso? Había compartido camas con Caillen durante toda su juventud.
«Caillen es tu hermano».
Detalle importante.
Al pensarlo, trató de tumbarse en el suelo. Se golpeó la rodilla contra la cama. Maldiciendo por el dolor, movió las piernas, pero sólo consiguió darse con la cabeza contra la pequeña cómoda.
Oh, aquello no iba a funcionar.
—Ay —gruñó, mientras se frotaba la nuca. La habitación era demasiado pequeña.
Fastidiada, se levantó.
—Muy bien, Syn, tú te quedas en tu lado de la cama y te prometo que no te pegaré.
Apartó las sábanas y se tumbó junto a él, con el cuerpo rígido y lo más alejada posible.
¿Por qué no podía ser más grande la cama?
Pero después de varios minutos sin que él se moviera, Shahara también se quedó dormida.
• • •
Syn se fue despertando poco a poco, con restos de dolor colgando de los retazos de sueño. Pero se sentía infinitamente mejor. La intensa palpitación de la cabeza se le había reducido a una molestia sorda y manejable y podía respirar profundamente sin estremecerse de dolor.
Al moverse, notó una suave forma presionando contra su cuerpo desnudo. Una que olía a lilas y a primavera.
Pero eso no tenía sentido.
Abrió los ojos y miró el sobresaltado rostro de Shahara. Sus grandes ojos dorados muy abiertos y el rostro ruborizado de vergüenza.
Maldita fuera si no era lo más bonito que había visto nunca. Y ese momento único casi lo compensaba de la paliza. No se había despertado en la cama con una mujer desde que Mara lo echó.
—Hola, hermosa.
Ella no dijo nada.
Syn no sabía cómo había acabado la joven en la cama, pero disfrutaba de las suaves curvas que encajaba perfectamente con su cuerpo, incluso aunque estuvieran cubiertas con un traje de combate blindado. La pequeña mano que reposaba sobre su pecho…
Y, sobre todo, la larga pierna que se le apoyaba en las rodillas. Le sentaba bien tenerla a su lado. Demasiado bien.
Shahara miró sus ojos, oscuros e inquisitivos. Por primera vez, no vio lo que la lista de recompensas decía sobre él. No vio a un ladrón, un traidor o un presidiario. Ni siquiera vio a un hombre.
Vio a un ser humano que había sido traicionado y al que habían herido todos los que había tenido cerca.
«Y yo no soy mejor que ellos».
Porque, al final, ella también iba a traicionarlo.
¿Y por qué? ¿En nombre de la justicia? ¿O era el mismo tipo de excusa «noble» que había empleado para matar a Gaelin?
En ese momento, tumbada junto a él, lo único que veía era a alguien a quien quería conocer, de quien quería entender cómo podía conservar aquella amabilidad hacia los demás que ella había perdido.
¿Cómo podía hacerlo?
¿Cómo podía confiar todavía en alguien? También en Digger. Por no hablar de poner todas sus posesiones a nombre de otras personas, después de que su esposa se lo hubiera robado todo.
Incapaz de comprenderlo, Shahara le puso una mano en la mejilla áspera por la barba.
Syn tenía miedo de moverse por temor a asustarla. Algo había cambiado en ella. Ahora lo miraba sin temor, ni furia, ni pena.
Sino con… comprensión.
Y antes de que él pudiera moverse, Shahara se acercó y lo besó. Gruñendo ante su delicioso sabor, la cogió con cuidado entre los brazos y la apretó contra sí mientras todas las hormonas de su cuerpo se disparaban.
Shahara se perdió en la sensación del cuerpo de Syn contra el suyo; de su piel desnuda bajo sus manos. Siempre había querido ser una mujer normal.
Sin miedo de tener a un hombre en su vida.
«Es un presidiario. ¿Cómo puedes confiar en un presidiario?».
Él se movió y ella notó su erección contra el estómago. En ese momento, se sintió invadida de terror al recordar a Gaelin sujetándola por el cuello mientras le arrancaba la ropa.
El pánico se apoderó de ella.
—¡Suéltame! —exclamó con brusquedad—. ¡No me toques!
Syn identificó ese tono de ansiedad y supo que no iba dirigido a él. Al instante, la soltó y se apartó tanto como pudo para no tocarla en absoluto.
El suyo había sido el grito irracional de alguien cuyo pasado se había alzado y lo había derribado al suelo.
—¿Estás bien?
Shahara lo miró con el cejo fruncido, pero la preocupación que vio en su rostro y el tono amable de su voz la dejaron perpleja. Esperaba que estuviera enfadado u ofendido.
Pero no era así.
—Sí, perdona.
—Eh, no te disculpes. Todos tenemos mierda metida dentro.
A veces, yo también reacciono así.
Ella resopló.
—Me cuesta creerlo.
—Es cierto. ¿Quieres verme realmente como un loco? Dame una barrita de chocolate.
Shahara puso los ojos en blanco. Aquello era ridículo.
—¿Una barrita de chocolate?
—Sí. Una vez, de niño, me pasó algo malo con una. Nunca lo he superado. Me pongo a sudar con sólo verlas.
Ella soltó una sarcástica carcajada.
—Te estás burlando de mí, ¿verdad?
Syn levantó una mano e hizo el gesto ritadario del honor.
—Lo juro. Hasta el día de hoy, ni siquiera puedo mirar el chocolate. Me da urticaria.
Una lenta media sonrisa se dibujó en los labios de Shahara.
—Creo que sólo tratas de hacer que me sienta mejor.
—¿Y funciona?
La verdad era que sí.
—Gracias.
Él se rascó la oscura barba.
—¿Y cómo es que estás en la cama? No me malinterpretes, ha sido una gran sorpresa, pero hubiera pensado que preferirías dormir con nuestro amigo el lagarto que tumbarte a mi lado, aunque sólo fuera para echar una cabezada.
—No lo sé… entre el hombre lagarto y tienes razón, hubiera ganado el lagarto.
Syn se rio.
—En serio, ¿qué te hizo venir aquí?
—Bueno, para empezar, anoche estabas bastante indefenso y drogado. Pero sobre todo no podía dejar que Digger durmiera en el suelo mientras yo me quedaba con el sofá, aunque él insistiera.
Syn no supo por qué, pero eso lo enterneció. No parecía cuadrar con la fachada de chica dura que ella mostraba. Había sido algo muy amable. Y en ese mundo, los actos amables eran tan raros que siempre lo sorprendían.
Pero ya había llegado la mañana y tenían mucho que hacer. No podían quedarse en la casa más tiempo. Tarde o temprano, los rits recordarían que tenía un tío y aparecerían para comprobar si estaba allí.
Shahara frunció el cejo cuando él se apartó. La sábana se había caído y se dio cuenta de que él estaba completamente desnudo. Se sonrojó violentamente al ver algo en lo que no se había fijado al acostarse. Sin duda, eso la hubiera hecho reconsiderar su decisión…
¡Joder!
Sin darse cuenta de la reacción de ella, Syn cogió su ropa del otro lado de la cama. La mayoría de los hematomas del día anterior habían desaparecido, lo que hacía que la visión de su piel desnuda fuera aún más deliciosa.
Exquisito.
Las mejillas de Shahara ardían. Se volvió hacia la ventana y lo oyó reír por lo bajo.
—Perdón, no planeaba tener compañía.
—¿Nunca llevas ropa para dormir?
—Nunca.
Lo oyó moverse a su espalda.
—Deberías aprender un poco de modestia.
Él se rio de nuevo.
—¿Y para qué? Nunca he tenido tanta gente cerca como para preocuparme y en la cárcel tampoco tienes ninguna intimidad, así que aprendes a no pensar en la sensibilidad de los demás, o en la tuya propia.
A Shahara se le encogió el corazón al oírlo bromear sobre eso.
Sabía por su propia breve visita, la forma brutal en que se trataba a los prisioneros. Y eso por no hablar de los registros rutinarios de cavidades corporales y otros horrores a que los sometían.
Su propia experiencia de no tener control sobre lo que le hacían a su cuerpo había sido suficiente. No podía ni imaginarse cuántas veces lo habrían violado a él y a una edad a la que alguien aún debería haber estado arropándolo por las noches.
Eso la asqueaba y la ofendía por él.
Syn carraspeó.
—Ya no pasa nada. Estoy vestido.
No muy segura si podía confiar en él, cuando parecía disfrutar tanto con su incomodidad, se fue volviendo lentamente y suspiró aliviada. En efecto, estaba vestido.
Mientras lo miraba, se dio cuenta de que los hematomas de la cara y el cuello casi se le habían curado. Sólo un leve resto amarillo pálido en la mejilla izquierda indicaba que el día anterior había tenido allí serios moratones.
—Vaya —exclamó, acercándose—. El Prinapin funciona de verdad. —Y antes de que pensara lo que estaba haciendo, le acarició la barbuda mejilla, las arqueadas cejas y la arruguita de en medio.
A él se le oscurecieron los ojos. Fascinada, Shahara observó cómo las emociones desfilaban tras su oscura mirada. Era realmente espectacular y…
De repente, una voz rugió tras ellos.
—¡Manos arriba, escoria! ¡Estáis arrestados!