Syn estaba tumbado en el sofá de su despacho, mirando las estrellas, mientras se acababa la botella de Fuego Tondario grado A. Lo había probado todo para olvidar a Shahara y el dolor que le había causado.
Sólo eso le servía.
Tenía tantas ganas de verla que le dolía por dentro. Pero no podía volver arrastrándose.
No después de que ella lo hubiera entregado.
Cierto que también lo había liberado. Y que si le hubiera dado el verdadero chip a Merjack, ahora él estaría muerto. Pero eso no borraba el momento de absoluta desesperación que había sentido cuando lo entregó a sus enemigos y se inclinó sobre él para decirle que lo había utilizado.
Eso era lo que no podía perdonarle. Esas palabras las tenía grabadas en el corazón para siempre.
Además, era una seax. De no haberle llevado el chip a la Supervisora y conseguido que se castigara a Merjack, se hubiera quedado sin ese título. Eso no tenía nada que ver con sus sentimientos, o la falta de ellos, hacia él.
La verdad lo cortaba como un cuchillo. Incluso en su esfuerzo por salvarlo, lo había obligado a pasar semanas mirando el rostro de su madre en una pantalla mientras permanecía confinado en un cubículo para testificar.
Ver a su madre allí sentada tan impasible mientras escuchaba su testimonio…
Cada uno de los días le había roto el alma.
Torció el gesto y bebió más alcohol. Seguramente, eso había sido lo peor de todo: ver a su madre juzgarlo.
Al menos, esta vez no lo había condenado. Pero su negativa a dirigirse a él había hablado con más claridad que nada.
No tenía familia y nunca la tendría.
«Como si eso me importara».
Con un profundo suspiro, bebió otro trago. No estaba seguro de cuánto tiempo llevaba en casa. Los días se le confundían en un continuo marcado sólo por las botellas vacías que había por todo el suelo.
Llamaron a la puerta.
¿Tocaba pagar otra vez? ¿Ya había pasado una semana?
Sacudió la cabeza para aclarársela, mientras decidía que le daría a Criam autoridad para firmar los pagos. Él ya no quería molestarse con eso.
—Adelante.
No miró hacia la puerta cuando esta se abrió. Pero el vello se le erizó cuando no oyó entrar a nadie.
Hasta que una sombra cayó sobre él no supo de quién se trataba: Nykyrian.
El asesino alto y rubio iba vestido completamente de negro, con el largo cabello recogido en una trenza. Se apoyaba en un bastón; había resultado herido mientras salvaba a su esposa del enemigo. También tenía dañado un lado de la cara después del choque que casi había acabado con su vida.
—Estás hecho un asco, colega.
Syn le saludó levantando la botella.
—Qué curioso, estaba pensando lo mismo de ti.
Una de las comisuras de la boca de Nykyrian se alzó un instante; lo más parecido a una sonrisa que Syn le había visto nunca.
Tomó otro trago.
—¿Qué estás haciendo aquí? Me imaginaba que estarías con tu esposa, viviendo felices para siempre y toda esa mierda que me provoca náuseas.
—Parecías estar hecho una mierda cuando te llamé, así que quería verte por mí mismo. Diría que estaba preocupado por ti, pero pensarías que me he vuelto blando y el infierno se helará antes de dejar que eso pase… Por cierto, si mi mujer se pone de parto mientras estoy contigo y no en casa con ella, te mataré aquí mismo.
Syn le hizo un gesto obsceno.
—¿Cómo está? —preguntó una voz.
Syn inclinó la cabeza y vio a Kasen en la puerta. Le rugió torciendo el labio.
—Por si no te has enterado, no tengo muy buenas relaciones con tu familia en este momento. Así que por qué no te llevas tu culo de aquí antes de que tenga suficiente energía como para darte una patada.
—Oohh —ronroneó ella y, mientras se acercaba al sofá, hizo una mueca como si él le hubiera dado placer—. ¿Me lo prometes?
Syn puso los ojos en blanco.
—Debería haber sabido que eso era lo que querías. Bueno, pues llegas tarde. Tu hermana ha acabado por mucho tiempo con cualquier libido que yo hubiera podido tener. Preferiría masturbarme.
—Eso es muy grosero y desagradable, cerdo. —Kasen cruzó los brazos sobre el pecho—. De todas formas, no es por eso por lo que estoy aquí. ¿Sabes?, tú y yo éramos amigos. Y los amigos son algo que no me sobra. —Se acercó a él—. De verdad que estaba preocupada por ti, Syn. Nadie te ha visto desde que saliste.
Él respiró hondo. No quería ser un cabrón tan egocéntrico. Pero por el momento, el dolor era demasiado intenso.
A pesar de eso, no había sido su intención cargar contra ellos.
—Lo siento. No debería echar sobre ti mi rabia hacia tu hermana y tu hermano.
—No pasa nada, ya estoy acostumbrada. Siempre acabo recibiendo por un lado u otro. ¿Por qué crees que tengo tan mal humor?
—Ah, así que esa era la razón.
Ella se sentó a sus pies y miró la botella medio vacía que tenía en las manos, luego miró las otras tres botellas del suelo.
—¿Estás borracho?
—Confortablemente Intoxicado —respondió con una sombría carcajada, pensando en Shahara y su continuo interés por saber lo que significaba C. I.
Nykyrian se burló.
—Bueno, si te pones un poco más confortable, tendré que llamar a los médicos, colega.
Kasen cogió una de las botellas y leyó la etiqueta.
—Esta porquería puede matarte.
—Sí…, aunque es evidente que no lo suficientemente rápido.
—Fue a tomar otro trago pero Nykyrian le arrebató la botella de las manos.
Él protestó, pero el otro la puso fuera de su alcance.
—No protestes.
Syn hizo una mueca.
—Vik y tú sois los dos unos traidores. Te podrías ir tú también a vivir con Shahara.
Vik se había ido con ella y se negaba a regresar con él hasta que «se le pasara». Meca cabrón.
Kasen negó con la cabeza.
—Creo que es la primera vez que te veo beber de la botella.
Nykyrian soltó un bufido.
—Pues tienes suerte. Yo le he visto abrir un barril y acabárselo.
—Mirad —dijo Syn con los dientes apretados—, en este momento no tengo ningunas ganas de estar de charla con vosotros. Ya me habéis visto, ya sabéis que estoy vivo y ahora, ¿por qué no os largáis los dos?
Kasen le dio una palmada en los pies.
—Estás igual de tonto que Shahara.
A Syn se le detuvo el corazón al oír su nombre.
—Y, por cierto, ¿cómo está nuestra amiga Shahara? —preguntó—. ¿Viviendo a lo grande con el millón de créditos que le dieron por hacer que me torturaran?
—No —contestó ella tranquilamente—. No quiere ni tocar el dinero.
Él alzó las cejas, sorprendido.
—Incluso trató de devolverlos, pero la Supervisora le dijo que no lo hiciera. Que se lo había ganado.
Oh, sí, sin duda se lo había ganado arruinándole la vida. Su talento como actriz le hubiera valido diez veces eso en los estudios.
—Apuesto a que sí.
Kasen apretó los dientes.
—Mira, Syn, te quiero como a un hermano, y también quiero a Shahara. No puedo quedarme de brazos cruzados viendo cómo los dos os morís porque sois demasiado arrogantes para pedir disculpas. Ella lamenta mucho lo que hizo y no hace más que vagar por ese agujero decrépito al que llama casa, tan deprimida que casi ni se mueve.
—¿Y crees que eso me importa?
—Te conozco. Mírate. —Hizo un gesto hacia él, tendido en el sofá—. Eres libre y has limpiado tu nombre. En vez de ser feliz y seguir con tu vida, estás aquí sentado, medio muerto. Shahara tiene un millón de créditos y ni siquiera ha salido a comprarse un par de zapatos nuevos. ¿Qué te dice todo eso?
—Que ambos somos idiotas.
La chica hizo un sonido de disgusto.
—Y luego está Caillen, que se pasa el día sentado con la mirada ausente, como si hubiera perdido a su mejor amigo; porque ha perdido a su mejor amigo.
—Ni siquiera trates de defenderlo delante de mí.
Ella apretó los dientes.
—Los tres sois tan tercos que debería encerraros juntos en una habitación y no dejaros salir hasta que arreglarais esto. —Se quedó en silencio durante un momento antes de añadir—: Tienes que entender algo sobre mi familia. Tessa y yo somos las problemáticas.
Él le lanzó una mirada gélida.
Kasen no le hizo caso.
—No sabes qué se siente al ver a tus hermanos dejar el colegio para mantenerte. Caillen idolatra a Shahara. Desde el día en que ella se puso a cuatro patas para fregar retretes para poder traer comida en la mesa, él la ha adorado. Todos lo hacemos. Por muy mal que se pusieran las cosas, Shahara siempre era la fuerte. Ella nunca se quejaba o nos reñía, sólo sufría en silencio.
—Sí, eso se le da muy bien.
—No hace falta que seas tan sarcástico. —Kasen se frotó las manos en los pantalones—. Caillen fue quien la encontró después de que la violaran. No sabes lo que es ver a alguien que amas tan destrozado como ella lo estaba esa noche.
Syn se encogió al pensar en Talia. Sabía exactamente lo que era ver a alguien a quien uno amaba destrozado, día tras día, hasta que no quedaba de él más que un caparazón roto.
Sin saber hasta qué punto lo afectaban sus palabras, Kasen siguió hablando.
—Después de eso nunca volvió a ser la misma. Dejó de sonreír, de gastar bromas o reír. Lo único que hizo durante semanas fue quedarse sentada en una silla, llorando.
—Hasta que lo mató.
Kasen asintió.
—Eso la sacó de la silla, pero no le devolvió lo que había perdido. Nunca quiso hablar de lo que había pasado. Estaba tan debilitada y tan asustada que incluso permitió que Caillen dejara la escuela para ayudar. Algo que nunca hubiera permitido antes del ataque. Y desde el día en que la encontró medio muerta por la paliza que Gaelin le había propinado, él tampoco fue el mismo. Se obsesionó con protegerla. —Kasen lo miró con dureza—. Cuando mi hermano os vio juntos, eso lo mató. Siempre ha estado aterrorizado por el miedo a perdernos a alguna de nosotras, sobre todo a Shahara. Ella es la columna que sostiene a toda la familia. Siempre que algo va mal, es quien encuentra la solución. Cuando necesitamos que alguien nos escuche o nos ayude en lo que sea, corremos a Shahara. Caillen tenía miedo de que le hicieras daño, como así ha pasado.
Se puso en pie y lo miró. Tras una breve pausa, añadió:
—Puedo entender por qué Shahara y tú sentís lo que sentís el uno por el otro, pero no culpes a Caillen por lo que dijo. Significas muchísimo para él. Eres el mejor amigo que jamás ha tenido.
—Gran aplauso.
—Muy bien. —Levantó las manos con gesto de derrota—. Como quieras. Ya no me importa lo que hagáis ninguno de los tres. Estoy harta. —Fue hacia la puerta—. Quizá te vea alguna vez por ahí.
Y se fue.
Pero Nykyrian seguía allí.
—¿Qué? —le soltó Syn.
—Sé lo que sientes en este momento.
—No, Kip, no lo sabes. No tienes ni idea de lo que es que te traicionen como me han traicionado a mí.
La expresión de su amigo se mantuvo tan estoica como siempre.
—Después de que el padre de Kiara casi lograra matarme y yo consiguiera sobrevivir por los pelos, fui a verla. Como Shahara y tú, ambos estábamos dolidos y ambos nos dijimos cosas que no debíamos habernos dicho.
Syn hizo una mueca de desagrado.
—¿Qué te ha hecho el matrimonio, te ha convertido en una mujer? Porque, por si no te has dado cuenta, nosotros no nos contamos esas cosas. ¿Puedo recuperar a mi amigo, el serio y cruel asesino?
Nykyrian lo agarró por la camisa y lo levantó hasta que sus ojos quedaron al mismo nivel.
Bueno, el cruel asesino sin duda había regresado.
—Muy bien, gilipollas. Puedes quejarte y quejarte. A mí me importa una mierda si te metes dentro de una botella y te conviertes en un pepinillo. Ahora tengo otras cosas en las que pensar. Pero déjame que te recuerde una cosa que una vez me dijo un buen amigo cuando se me estaban comiendo vivo unos sentimientos que no comprendía: «Aunque mi matrimonio fue mal, fue bueno». No tenía ni idea de lo que me quisiste decir aquella noche, pero ahora sí y agradezco a los dioses que finalmente me atreviese con algo que casi me mató. La vida que tengo ahora… no, la mujer que tengo ahora me compensa de todos los momentos asquerosos que he tenido en la asquerosa vida que me llevó a su puerta y pasaría otra vez por todo a cambio de un beso suyo. Tú fuiste quien me dijo que la mujer correcta es un refugio contra la tormenta.
—Estaba borracho.
Nykyrian lo empujó de vuelta al sofá.
—El Syn que conozco nunca ha sido un cobarde. No me digas que vas a permitir que una mierda con tetas…
—¡No la insultes!
—Ahí tienes tu respuesta, chaval. —Le devolvió la botella—. Tienes dos opciones: o acabas de una vez con todas tus penas o te levantas de ese maldito sofá y vives. La verdad, Syn, esto no es digno del hombre implacable al que llamo mi amigo.
—Que te jodan. No tienes ni idea de lo que me dijo. Me soltó que estaba utilizándome.
—Y Kiara me dijo que deseaba que yo estuviera muerto. Entiendo tu dolor, Syn. Yo me tragué el mío e incluso traté de ahogarlo también en alcohol. Pero sólo una cosa lo curó.
—¿Qué?
—Tragarme el orgullo. No, no fue fácil y me atraganté. Pero te diré una cosa, todos los días que me despierto con su mano sobre la piel compensan cualquier hombría que creyera haber perdido por disculparme. Puedes quedarte aquí y masturbarte todo lo que quieras, pero al final no es lo mismo. Te desafío a que seas el hombre que puedes ser.
Y se marchó.
Syn se quedó allí, con las palabras de Nykyrian atormentándolo. En el fondo, sabía que su amigo tenía razón. El único problema era que no se sentía con fuerzas para levantarse.
• • •
Shahara se apoyó en la encimera de la cocina mientras observaba a Caillen revisar la lista de empleos en su ordenador.
—Nunca volveré a encontrar trabajo —gruñó, con los dientes apretados.
—Eso es lo que te pasa por ser un imbécil.
Él le echó una fea mirada.
—¿Y cuándo vas a utilizar todo el dinero que te pagaron? Necesito un préstamo.
—¿Acaso tengo pinta de banco? —Lo golpeó cariñosamente en la cabeza—. Consigue un empleo y luego hablamos.
—Bien, pero si yo tuviera tanto dinero, seguro que no viviría en este mugriento agujero.
Ella miró las paredes ruinosas. Su hermano tenía razón, vivía en un piso de mala muerte. La semana anterior había ido a visitar un par de viviendas, pero por el momento no había encontrado nada que la hiciera sentirse en casa.
E incluso si lo hubiera encontrado, no lo habría comprado. Por mucho que lo intentara, no se veía capaz de emplear ese dinero.
Se sentía demasiado culpable por Syn.
Ya habían pasado seis meses desde su liberación. Seis meses increíblemente largos y solitarios, preguntándose cómo estaría, qué estaría haciendo.
Y con quién lo estaría haciendo.
Él no quería saber nada de ella y ella no le iba a rogar. Quizá no tuviera mucho en el mundo, pero tenía orgullo.
Suspirando, fue hasta su vieja nevera y se sirvió un vaso de zumo.
—Seguro que hay alguien que necesita a un piloto inútil como tú.
Caillen le respondió con un gesto obsceno.
Antes de que ella pudiera responderle, llamaron a la puerta.
Su hermano frunció el cejo.
—¿Esperas a alguien?
Shahara negó con la cabeza y fue a abrir.
Era un repartidor uniformado.
—Buenas tardes, fria. Traigo un paquete para Shahara Dagan.
—Soy yo.
—Bien. —Le tendió el registro—. Si me puede firmar aquí…
—No he pedido nada —dijo ella, interrumpiéndolo.
—Señora, yo sólo soy el mensajero. Si quiere hablarlo con alguien que sepa más sobre el asunto, hay un número en el recibo al que puede llamar.
Le volvió a tender el registro.
Shahara firmó y cogió la caja.
Caillen alzó la vista.
—¿Qué es eso?
Ella se encogió de hombros y cogió un cuchillo para abrirlo. Mientras retiraba el papel, su cejo se hizo más profundo. Abrió la caja y fue separando capas de fino papel dorado hasta que tocó algo increíblemente suave.
Lo cogió y se quedó con la boca abierta.
Era el vestido azul verdoso de la tienda del hotel, que a ella tanto le había gustado. No sólo el vestido, sino todos los complementos: medias, zapatos e incluso un chal.
—¿Te lo ha enviado él?
—Cierra el pico, Caillen —replicó, mientras disfrutaba de la suavidad de la tela de la manga, llevándosela a la mejilla. Era tan suave como una telaraña y sintió una cálida ternura.
¿Por qué se lo habría enviado Syn?
A no ser…
El corazón se le aceleró. ¿Podía ser su manera de disculparse?
Tenía que serlo.
Y si él estaba listo para volver a verla, tal vez, sólo tal vez…
Ilusionada, corrió al cuarto de baño para probarse el vestido. Una vez se lo puso, pasó las manos por la tela. Oh, era magnífico. Y la hacía sentirse tan hermosa, tan femenina…
Necesitaba compartirlo con alguien, así que fue hacia donde estaba sentado Caillen.
¿Qué te parece?
Él le echó una mirada y resopló.
—Pareces la querida de ricacho. Me parece horrible.
—Eres tan malo… —Shahara se soltó la trenza y luego se recogió el cabello en un moño, dejándose unos mechones sueltos alrededor del rostro. Miró fijamente a Caillen—. Es culpa tuya que no puedas encontrar trabajo. Después de lo que le dijiste a Syn, mereces pasar hambre y tener que mendigar por las calles.
Por primera vez, vio arrepentimiento en los ojos de su hermano.
—Ya sé que no debería haberle dicho lo que le dije. Pero tienes que entender que entre los tíos hay un código especial… no te cepillas a la hermana de tu mejor amigo. Nunca.
Ella puso los ojos en blanco ante su grosería.
—Eres mi hermana mayor, Shay, y siempre había pensado que estabas por encima de las bajas pasiones.
—Oh, muchísimas gracias.
Caillen suspiró.
—Me gustaría poder decirle que lo siento.
—¿Y por qué no lo haces?
Él se puso tieso.
—Soy un hombre, Trisa, no un quejica.
—Hay un cargamento para entregar esta noche en Derridia.
Shahara se volvió de golpe al oír aquella voz de barítono que tanto ansiaba oír. Como un depredador observando a su presa, Syn estaba oculto a la sombra de la cortina, justo dentro del dormitorio.
Shahara miró a Vik, que silbaba culpable en una esquina. El cabroncete debía de haber dejado entrar a Syn mientras ella se estaba probando el vestido.
—¿Por qué no llamas a Criam y le dices de mi parte que te lo pase?
Caillen se levantó lentamente.
—¿Estás seguro?
Syn miró a Shahara.
—Los buenos pilotos los regalan, pero los grandes pilotos son difíciles de sustituir. —Volvió a mirar a Caillen—. Y vete ya, antes de que cambie de opinión.
El joven se puso la chaqueta y le dio a Shahara un rápido beso en la mejilla.
—Te llamaré más tarde —dijo y salió a toda prisa.
Ella se humedeció los labios, que se le habían secado de golpe, mientras Syn volvía a contemplarla con su mirada de obsidiana.
Dios, era tan guapo… Con el cabello suelto y las mejillas ensombrecidas por las patillas. Iba vestido totalmente de lino blanco, lo que hacía que su piel pareciera más oscura de lo normal. La chaqueta resaltaba cada uno de sus bien torneados músculos y los pantalones se ajustaban a un trasero tan atractivo que pedía ser saboreado.
A pesar de sí misma, la sangre le comenzó a arder.
De repente, se sintió torpe, tratando de encontrar algo que decirle.
«Dile que le amas».
No, no podía hacer eso.
Aún no.
—Gracias por el vestido —dijo finalmente, decidiendo que resultaba bastante inocuo.
Syn se frotó la nuca mientras le dedicaba una tímida mirada.
—Pensé que sería un buen cambio verte con algo que no fuera ropa de trabajo. —Una luz ansiosa parpadeaba en la oscuridad de sus ojos—. Estás fantástica.
«Y tú también».
Syn había perdido peso. No mucho, sólo lo suficiente para remarcar más sus buenos músculos.
Shahara se sentía totalmente compenetrada con él y lo único que quería era correr a sus brazos, pasarle las manos por los músculos, llevarlo a…
Pero pensar en que pudiera rechazarla le mantuvo los pies clavados al suelo. No quería hacer el ridículo…
El silencio pesaba entre los dos. Ella se mordió el labio, esperando que Syn dijera algo.
Vik se transformó en pájaro.
—¿Sabéis?, me siento realmente incómodo, gente. Creo que voy a ir a visitar a Caillen. —Y salió por la ventana.
Por fin, Syn cubrió la distancia que los separaba y le cogió ambas manos entre las suyas. Una emoción que ella no fue capaz de definir le fruncía la frente.
—Te he añorado, Shahara.
Esas palabras le causaron a ella tal éxtasis, que sintió ganas de ponerse a cantar.
Pero no podía.
En vez de eso, le sonrió con ternura.
—Yo también te he añorado.
—No. —Syn le tomó el rostro entre las manos mientras ella miraba sus profundos ojos de obsidiana. Ojos que reflejaban la profundidad de sus emociones y le permitían verle el alma—. Quiero decir que te he añorado de verdad.
—¿Y?
—¿Y qué?
Ella lo miró fijamente. Lo único que deseaba era que lo dijera en voz alta. Que le confesara que la amaba.
¿Acaso era tan difícil?
Vio su devoción, pero eso no era suficiente. Si no podía decirlo…
—No importa.
Syn la miró confuso mientras ella se apartaba. ¿Por qué se estaría comportando de esa forma tan distante?
Pues muy bien. Podía ser un juego de dos. Se cruzó de brazos y se apoyó en la pared.
—He oído que has dejado tu trabajo.
—Sí —contestó Shahara, y apagó el ordenador, que Caillen había dejado encendido—. Devolví mi licencia en cuanto llegué a casa.
—¿Por qué?
Se encogió de hombros.
—Antes de conocerte, siempre había pensado que la justicia era en blanco y negro. Bien o mal. Tú me mostraste que no es tan sencillo. Y me quedé horrorizada al pensar a cuánta gente inocente puedo haber ayudado a ejecutar. No quiero seguir siendo esa persona. —Clavó en él sus penetrantes ojos dorados, que le quemaban el alma—. No podía soportar pensar en lo que había hecho.
Él volvió a cogerla.
—Necesito que formes parte de mi vida.
Ella se puso tensa.
—Sí, ya me lo dijiste, pero luego te has negado a hablarme durante seis meses.
—Bueno, me entregaste al hombre que quería matarme.
Los ojos de Shahara se llenaron de tristeza y bajó la cabeza.
—Lo sé.
Syn le alzó la barbilla para verle la cara.
—¿Por qué no le diste a Merjack el chip auténtico?
Quería que le dijera que lo había hecho porque lo amaba demasiado como para permitir que lo mataran.
—Porque era una seax que había jurado defender la justicia y estaba llevando a cabo una misión para ellos.
Syn se encogió al ver que confirmaba sus temores: en realidad, él no significaba nada para ella.
—Oh. —Dio un paso atrás y la soltó.
Shahara esperó a que continuara.
Cuando vio que él se dirigía hacia la puerta, lo llamó.
—¿Por qué creías que lo había hecho?
—Por nada. He sido un estúpido. —Fue a abrir la puerta, pero se detuvo.
Ella lo observó mientras diversas emociones atravesaban su masculino rostro.
—No puedo volver a pasar por esto —dijo Syn finalmente, en una voz tan baja que Shahara no estuvo segura de haberlo oído bien.
Antes de que ella pudiera preguntarle qué quería decir con eso, él volvió a su lado.
—Te amo, Shahara. Tú me enseñaste lo que era hablar con alguien. Hablar de verdad. Y ahora… no puedo vivir sin ti.
Se arrodilló y le cogió la mano.
Ella lo miró, asombrada de que un hombre tan fuerte se humillara de ese modo.
—Sálvame, Shahara —susurró él—. Sálvame de las interminables noches solitarias. —Sacó del bolsillo el anillo que ella había visto aquella noche en el hotel, se lo puso en el dedo y lo besó—. Quiero que te cases conmigo.
Perpleja, Shahara se quedó mirando el anillo.
—¿De quién es este anillo?
—Tuyo.
Eso acabó con la sensación de ternura que él le había despertado.
—Oh, por favor —replicó—. Te vi con él la noche que te arrestaron. ¿Cuántos años hace que lo tienes? —Lo miró entrecerrando los ojos—. ¿Para quién lo compraste?
Syn le sonrió.
—Lo compré para ti porque su color me recordó el de tus ojos. Estaba en la tienda donde compré la ropa. Tengo el recibo, por si quieres verlo.
Ella negó con la cabeza, con el corazón latiéndole a toda prisa.
La amaba. No podía creérselo.
—No, cariño, te creo.
—Entonces, di que te casarás conmigo.
Shahara sonrió mientras le invadía una felicidad que la dejó sin aliento.
—Me casaré contigo, Sheridan Digger Wade.
A él se le marcó el hoyuelo.
—Llámame Syn.
—Por mucho que me gustara —respondió ella, frunciendo la nariz en broma—, no creo que pueda. Ni siquiera estás dispuesto a decirme lo que significa ese nombre y sigo sin saber de qué son las letras C. I. Además, Shahara Syn suena como una enfermedad, o una ciudad.
La simpática risa de Syn mientras se levantaba, la enterneció.
—De acuerdo, ¿quieres saber que es C. I.?
—Si quieres que me case contigo, sí.
Lo observó asombrada al ver que un intenso rubor le cubría el rostro.
¿Podía ser algo tan vergonzoso?
Él se frotó la nuca y la miró por entre las pestañas.
—¿Recuerdas, hace años, aquel cómic de un cachorro de elefante que había en la parte de atrás de las cajas de moglas?
¿Qué tendría que ver eso con nada?
—¿Aquel tan mono que siempre se estaba metiendo en líos? —preguntó ella.
Syn asintió.
—Se llamaba C. I.
Shahara se quedó boquiabierta. Sin poder evitarlo, se echó a reír y el rojo del rostro de Syn se hizo más intenso.
—Me tomas el pelo. ¿Te pusiste el nombre de un personaje de cómic?
—Ya te dije que era ridículo. Sólo era un niño tonto y nadie quería tratar con un chaval que no tuviera al menos algo parecido a un nombre. Pensé que sonaba bien.
Ella negó con la cabeza.
—En ese caso, seguro que te llamaré Sheridan.
A él le brillaron los ojos.
—No creo que puedas. Estás demasiado acostumbrada a llamarme Syn.
—Oh, por favor, Syn. Ya…
—Te lo he dicho —se rio él, mostrando el hoyuelo.
Shahara no estaba dispuesta a concederle la victoria y trató de buscar algún otro nombre.
—¿Y qué tal Syn Wade?
—¿Y a ti qué te parece, Gildagard? Bésame y vamos a buscar a una sacerdotisa que nos convierta en una pareja como los dioses mandan.
Ella se puso de puntillas y lo besó en los labios.
Syn la abrazó con fuerza por la cintura y la besó con pasión. Luego se alejó con un gemido.
Cuando habló, lo hizo en un susurro grave que provocó que el corazón de Shahara se acelerara aún más.
—¿Qué tal si primero buscamos una cama y luego a una sacerdotisa?
Ella se echó a reír.
—Deja de hablar, presidiario, y bésame de nuevo.
—Sí, señora.
Y esa vez, cuando sus labios se encontraron, Shahara supo que sería para siempre.