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Shahara se detuvo en la calle, fuera del restaurante donde debían reunirse.

Syn se retrasaba tres minutos.

Miró hacia la gente y no vio a ningún rastreador; Vik también le había confirmado que no veía nada. Pero ¿dónde estaba Syn? ¿Qué estaba haciendo?

¿Lo habrían capturado?

O, peor, ¿matado?

Con sólo pensar en esa posibilidad, la invadió un terror tan agudo que casi se cayó de rodillas. ¿Y si Syn moría por su culpa? ¿Podría soportarlo?

En ese momento, esa posibilidad se le hizo muy patente y la golpeó en pleno rostro.

Tal vez Syn no regresara. Y sería culpa de ella.

Trató de calmarse, pero la agonía de imaginarse volviendo a una vida sin él le resultaba insoportable.

«¿Cómo puedo amar a ese gilipollas maleducado?».

Pero lo amaba. Y si él moría tratando de ayudarla…

Los ojos se le llenaron de lágrimas. No podía seguir allí parada, esperándolo, cuando podía estar herido y necesitado de ayuda.

Hizo un gesto para llamar a Vik, que se había posado en un árbol para poder vigilar mejor. Cuanto este se detuvo en una valla, a su lado, ella ya estaba decidida.

—Voy a buscar a Syn.

Vik inclinó su cabeza de pájaro.

—Eso no es lo que él te dijo que hicieras.

—No me importa. Está por ahí solo y…

—¿Es que nunca puedes seguir las órdenes?

Shahara sintió un profundo alivio al oír aquella sexy voz de barítono. Sin pensarlo, se volvió y abrazó a Syn con fuerza. Vik se lanzó hacia el cielo con un fuerte sonido de protesta, afirmando que las muestras humanas de afecto lo cegaban.

Syn se quedó parado ante su inesperada reacción. Pero lo que más lo emocionó fue la fuerza con que lo abrazaba y notar que estaba temblando. Como si hubiera temido que le pasara algo.

Dioses, qué bueno era aquello. Demasiado bueno. Cerró los ojos, respiró hondo y dejó que el aroma del cabello de Shahara lo penetrara hasta lo más profundo. Si se pudieran quedar allí así…, pero no podían.

Tenían un trabajo que terminar.

—Te estoy manchando de sangre, nena. Aunque esto me guste mucho, quizá no quieras ensuciarte.

Ella se apartó, ahogando un grito.

—¿Qué?

Él levantó la mano y le enseñó el corte que le había hecho uno de los rastreadores.

—Necesito sutura, pero sobreviviré. Aunque me duele un montón.

Shahara se quedó horrorizada al ver cómo le goteaba la sangre. Syn se había envuelto la mano con un trapo, pero ya estaba empapado.

—¿Estás seguro de que no te ha cortado una vena?

Él la miró divertido.

—Perdona, siempre me olvido de que eres médico. Pero tiene mala pinta.

—Bueno, no es un arañazo, pero no pasa nada. Acabemos con esto y luego nos ocuparemos de las heridas.

Ella lo atrajo hacia así y lo abrazó de nuevo durante un buen minuto.

Syn la rodeó con los brazos y sintió su calor contra su cuerpo.

—Si sigues así, acabaré pensando que estabas preocupada por mí o algo así.

—Claro que estaba preocupada por ti, gilipollas. No vuelvas a hacérmelo.

—Perdona —farfulló él—, pero yo no lo he hecho. Tienes que dejar esa pistola quieta en su funda. Quiero decir, maldita sea, mujer, ahora sé de dónde le viene a Caillen lo de ser tan impulsivo.

Ella le tiró de una oreja.

—No me gusta preocuparme por la gente que quiero. Así que ¿vamos al hospital a que te miren esa herida?

—No. No tenemos tiempo. —Activó su comunicador con la mano sana—. Vik, mantén los ojos abiertos. Vamos a entrar.

—A la orden, jefe.

El meca voló más arriba para tener un mejor punto de observación.

Syn cogió a Shahara de la mano y ambos cruzaron la ajetreada calle hacia el campus principal de la universidad.

Ella se sentía un poco incómoda entre todos aquellos estudiantes. Algunos corrían hacia clase mientras otros estaban sentados en el suelo, en grupos, estudiando. En parte, deseó haber podido hacer lo mismo. Le hubiera encantado ir a la universidad, pero debido a su familia ni siquiera había acabado la escuela primaria.

Pero Syn sí había estado allí. Y Shahara no pudo dejar de notar cuántas estudiantes se detenían para mirarlo al pasar. O, peor, avisaban a sus amigas. Le hizo preguntarse si mientras estudiaba habría sido un playboy, sobre todo porque él parecía no darse cuenta del alboroto que estaba causando.

—¿Te gustó estar en la universidad? —le preguntó.

—No mucho.

—¿Por qué no? Parece un sitio divertido.

—Tenía demasiado miedo de que descubrieran que era el hijo de Idirian Wade; recuerda que mi padre no llevaba tanto tiempo muerto cuando comencé mis estudios. Su juicio, tan público, había tenido un gran seguimiento y se comentaba constantemente en el campus. Por no hablar de que yo no acababa de encajar entre los otros chicos. La mayoría provenía de familias relativamente normales. Estar con ellos sólo me hacía pensar en lo mal que me habían tratado la vida y mis padres. Así que los evitaba todo lo posible.

—Lo lamento.

—No tienes por qué lamentar nada. Las cosas son así.

Quizá, pero seguía siendo injusto.

—¿Crees que son conscientes de la suerte que tienen?

—Algunos La mayoría lo da por sentado y piensan que sus padres se lo deben. No tienen ni idea de lo que el resto de nosotros tenemos que hacer sólo para poder comer. Recuerdo una chica que conocí en la facultad de medicina; tuvo una crisis en toda regla porque su padre no quería cubrirle la tarjeta de crédito después de que se comprara un vestuario completo. Cuando le pregunté por qué no buscaba un trabajo y lo pagaba ella, me miró como si tuviera dos cabezas.

Entraron en un edificio blanco y grande que parecía viejo y resultaba opresivo. Demasiado estéril para el gusto de Shahara. Siguió a Syn hasta el puesto de información, que tenía la forma de una mujer humana. Era bonita a la manera carente de emociones de los ordenadores.

—¿Qué puedo hacer por usted?

—Busco el despacho de la doctora Whelms.

—Doctora M. Whelms. Departamento de Arte. Último piso. Cinco, uno, seis. En estos momentos atiende visitas. Por favor, hable con la secretaria al llegar. Que tenga un buen día.

Shahara fue delante de él hacia los ascensores. Entraron y apretó el botón del último piso. Había dos alumnos dentro, que los miraron inquietos.

Eso le resultó divertido. Aquellos chicos no tenían ni idea de lo peligroso que era Syn, pero salieron corriendo del ascensor en cuanto pudieron.

Cuando se abrieron las puertas en el último piso, Shahara se apresuró hacia el mostrador de la secretaria. Se hallaban tan cerca de lograr su objetivo que no podía esperar; estaba ansiosa por conseguir el chip y salvar a su hermana. Por primera vez se sentía optimista.

La secretaria, una bonita joven que no parecía mucho mayor que los alumnos, miró su agenda electrónica.

—¿Qué desean?

—¿La doctora Whelms?

—Su despacho está justo a su espalda.

Se volvieron a la vez.

Syn se detuvo al ver a la profesora dentro de su oficina, inclinada sobre su agenda en el escritorio de metal. No podía verle la cara, pero había algo en ella que le resultaba extrañamente familiar, algo que le rondaba la cabeza. La conocía, pero no podía decir de qué.

«No entres ahí…».

No sabía qué le causaba esa sensación, pero se negó a entrar.

Shahara en cambio no esperó. Fue directa hacia la mujer.

—¿Doctora Whelms?

Cuando esta alzó la cabeza, Syn hubiera jurado que alguien acababa de pegarle un fuerte puñetazo en el estómago. No era de extrañar que su subconsciente se hubiese rebelado.

«Vida, eres una gran puta…».

Y también lo era la mujer que tenía delante.

Su bonita frente se frunció de sorpresa y desdén, una combinación única que Mara podía adoptar con gran habilidad.

—¿Sheridan?

Shahara se quedó helada al oír a la profesora usar el auténtico nombre de él.

¿Cómo sabía…?

Y de repente se le ocurrió. La hermosa mujer que tenía delante, aunque con más edad, era la que había visto en aquella foto con Syn y su hijo.

Era su ex esposa.

El estómago se le encogió por un instante y pensó que iba a vomitar. En persona, Mara era incluso más hermosa y elegante. Las fotos no le hacían justicia.

Syn no habló mientras la fulminaba con la mirada.

—¿Qué estás haciendo aquí? —preguntó Mara, levantándose rápidamente.

Él hizo un gesto hacia la horrorosa estatua que se veía en lo alto de una estantería.

—Necesito ver eso un minuto exactamente.

Mara salió de detrás del escritorio para enfrentarse a él. Le dedicó una mirada despectiva mientras el desagrado emanaba de todos los poros de tu piel.

—Vete de aquí ahora mismo.

Shahara se quedó atrás, incómoda, y observó a la mujer por estar en cuyo lugar habría matado. Una mujer que había rechazado lo más precioso del universo y se lo había tirado a la cara al hombre que se lo había dado.

«No eres una mujer, Mara.

»Eres una zorra manipuladora».

Syn trató de pasar junto a ella.

—Sólo déjame que la vea un instante y me marcharé.

—¿Por qué? ¿Vas a robarla? Debo advertirte que no vale mucho.

Seguramente tan poco como tu vida.

Un tic apareció en el mentón de él.

—No quiero entrar en eso contigo, «doctora Whelms».

Ella alzó una altiva ceja.

—No esperarías que conservara tu alias, ¿verdad? O peor aún, tu verdadero nombre. Quería comenzar de nuevo y así lo hice.

—La verdad es que me importa un comino lo que hagas o dejes de hacer.

Mientras discutían, Shahara pasó por detrás de Mara y cogió la estatua. Era pesada, medía unos setenta centímetros y estaba esculpida en piedra. Y era tan fea que desafiaba cualquier descripción. Seguro que sólo podía haber sido hecha por un ciego.

Tal vez crearla fuera lo que cegó a quien la hizo.

No era de extrañar que el artista no se hubiera molestado en firmarla. Si hubiera sido ella, tampoco lo reconocería.

Mientras palpaba los diferentes recovecos, se dio cuenta de que allí no se podía esconder nada.

Excepto…

Miró la base negra. Alguien le había pegado fieltro…

Tenía que estar allí. Era el único lugar donde Syn podría haber escondido el chip. Con las uñas, trató de arrancar el fieltro.

—He oído que mataste a una pobre mujer. También la violaste, ¿no? —Mara continuaba discutiendo con Syn—. Eres igual que tu padre. Dos Wade igualitos.

Shahara lo miró y vio el dolor que esas palabras le causaban.

Pero sólo se le notaba en los ojos. El resto de él estaba tenso de furia.

—Siempre has sabido qué decir para cabrearme.

—Sólo eres basura de alcantarilla mal nacida.

Shahara agarró la estatua con más fuerza y trató de no escuchar nada más. Justo cuando estaba segura de que no podría resistir más el impulso de darle a Mara en la cabeza con la diosa, palpó con el dedo un pequeño disco del tamaño de su uña.

Apartó más el fieltro y lo encontró. Sintió tal alivio que quiso gritar.

Por fin…

—Syn.

Él la miró.

Ella levantó el disco.

—Lo tengo.

Mara se volvió hacia ella con una hosca mirada.

—¿Tienes qué? ¿Qué clase de contrabando es este? —Cogió el comunicador de la mesa.

—Siempre has sido una mala puta —gruñó él, apartándole la mano del aparato y dándole un empujón—. Si avisas a seguridad, te juro por mi alma que te arranco tu frío corazón con las manos.

—Eso es lo que hubiera hecho tu padre, ¿no?

Él la atrapó entre su cuerpo y el escritorio mientras la miraba con desprecio.

—Será mejor que te alegres de que yo no sea mi padre. Él te habría cortado el cuello el día que descubrí la mierda de mentirosa que eres. Pero por suerte para ti, no quise dejar a mi hijo sin madre.

—No es tu hijo, gracias a los dioses. Te odia hasta la médula.

—Ni siquiera pudiste dejarme tener eso, ¿verdad, zorra?

Mara lo abofeteó con fuerza.

—¿Cómo te atreves a insultarme? La escoria como tú ni siquiera merece el aire que respira. ¡Y ahora, lárgate!

En ese instante, Shahara vio la verdad en los ojos de Syn. Aquella mujer no significaba nada para él. La odiaba profundamente.

Syn se apartó y le tendió la mano a ella.

—Vamos a buscar a tu hermana.

Shahara iba a cogerle la mano, pero de repente se detuvo. Syn quizá hubiera aprendido educación al ir a la universidad y tener dinero, pero ella no.

Sin pensarlo dos veces, le soltó un bofetón a Mara en su perfecto rostro. E incluso eso era poco para lo que le había hecho a él.

La mujer cayó al suelo, gimiendo.

Pero Shahara no se apiadó.

—Quizá Syn sea demasiado caballero para pegarte, pero yo no. No sólo me avergüenza llamarte humana, sino que me asquea que seamos del mismo género. ¿Quieres saber la verdad? La única basura de esta sala eres tú y la que no se merece el aire que respira. La decencia no tiene nada que ver con el nacimiento. Son los actos y, créeme, tú eres la forma más baja que he conocido y eso que he tratado con la peor escoria imaginable. Pero preferiría sentarme a la mesa con ellos que contigo.

Se volvió hacia Syn, que se apartó con los ojos muy abiertos, como si temiera ser el siguiente. Ella lo agarró por la camisa y lo hizo salir del despacho.

Estaba anonadado y sorprendido por lo que había hecho Shahara. Nunca nadie lo había defendido así. Que ella lo hubiera hecho…

Podría besarla.

—Vaya, Shay… maldita sea.

Ella suspiró cuando las puertas del ascensor se cerraron tras ellos.

—Ya lo sé, no soy una dama.

Syn le cogió el rostro entre las manos y se lo alzó hasta que ella lo miró.

—Eres mucho más dama que cualquier mujer que haya conocido hasta ahora. Escogería a una como tú sobre mil Maras en cualquier momento. Gracias.

Ella le dedicó una sonrisa que lo enterneció.

—De nada… ¿Crees que habrá llamado a seguridad?

—Sí.

—Entonces, tenemos que salir corriendo en cuanto se abran las puertas, ¿no?

Syn se echó a reír.

—Así es.

Como ya esperaban, cuando las puertas del ascensor se abrieron, cuatro guardias los estaban esperando.

Syn soltó un suspiro de hartazgo mientras se metía el chip en el bolsillo.

—Tú te encargas de dos y yo de los otros dos.

—Entendido.

Shahara fue a por los dos más alejados mientras él se enfrentaba a los que estaban más cerca. Al primero le soltó una patada en la entrepierna que lo dejó tumbado y al segundo lo noqueó con un golpe seco en el cuello y otro doble en las orejas.

Sonó una alarma.

Syn dejó a sus dos víctimas en el suelo y agarró a Shahara de la mano para correr juntos hasta el pario. Les fue por pelos, pero de nuevo consiguieron salir del campus y llegar al hangar antes de que nadie los atrapara.

Por desgracia, salir del hangar no resultaba tan fácil, porque lo habían cerrado y se negaban a darles permiso para despegar.

Ya sentada en el caza y con Vik en el regazo, Shahara miró a Syn.

—¿Qué vamos a hacer?

—Me apuesto lo que quieras a que no quieren tener que cerrar el hangar durante unas cuantas semanas para hacer reparaciones.

A ella se le encogió el corazón al oír su tono. Tenía la desagradable sensación de saber a qué se refería.

—No lo hagas.

Casi no había acabado de decirlo cuando Syn encendió los motores.

—Abrid las puertas o las haré saltar por los aires —amenazó al controlador.

—¡Apague los motores ahora mismo!

Él no vaciló.

Shahara se mordió el labio para no gritar protestando cuando Syn abrió fuego contra las puertas. Hasta Vik rezaba en su regazo.

—Syn… no vamos a conseguirlo.

Él no se arredró.

De repente, las puertas se abrieron de golpe e hizo salir la nave a toda velocidad.

Ella echó la cabeza atrás y lanzó un fuerte rugido para calmarse.

—Te odio cuando haces eso.

Él se echó a reír.

—Sí… Y yo prefiero estar borracho cuando lo hago. Resulta más fácil.

—Borracho o sobrio, tienes más agallas que nadie que haya conocido.

—Será que nunca has volado con tu hermano.

No le faltaba razón. Caillen sólo estaba a un pelo de ser un loco de remate. Y la mayoría de las veces ni siquiera a un pelo.

Se pasó los dedos por el pelo y lo miró.

—¿Y qué plan tenemos ahora?

Syn salió de la órbita antes de responderle:

—Llamar a Merjack.

Ella le observó mientras introducía la frecuencia para hacerlo.

Merjack contestó casi al instante.

La voz de Syn era engañosamente tranquila.

—Tengo el chip.

—Buena rata. —Su tono estaba lleno de desprecio—. Veo que finalmente te has vuelto razonable y me vas a dar lo que quiero.

La mirada de él se endureció.

—¿Dónde realizaremos el intercambio?

—En el Primer’s Point de la plaza Olten, en Ritadaria. Esta tarde a las ocho.

—Espera —le ordenó Shahara, inclinándose hacia adelante para que Merjack la viera—. Yo te llevaré el chip y será mejor que esté allí mi hermana.

Una lenta sonrisa curvó los labios de Merjack al verla.

—Bueno, bueno, la rastreadora por fin se muestra. Muy bien. Te veré allí.

Cortó la transmisión.

Syn se volvió hacia ella fulminándola con la mirada.

—¿Qué estás haciendo?

Si él lo supiera… Pero su intención primera era evitar que Syn volviera a la cárcel.

—Si no estás allí no podrá capturarte.

La expresión de él se suavizó.

—No, pero te puede coger a ti.

—No lo hará.

—¿Qué te hace estar tan segura?

—Confía en mí —dijo ella, esperando poder hacer otro trato con Merjack antes de que fuera demasiado tarde.

Si no, Syn probablemente la mataría.

• • •

Shahara miró su cronómetro mientras esperaba en el lugar y el momento acordados. Eran casi las ocho y media y no había ni rastro de Merjack.

¿Por qué se estaría retrasando?

Los viejos muelles destartalados no eran un lugar recomendable donde estar a esas horas. Un horrible frío se colaba por todas partes y le entumecía las manos y la cara, incluso los muslos. Le castañeteaban los dientes. Se frotó las manos enguantadas, tratando de recuperar un mínimo de sensibilidad. Mientras se las soplaba, su aliento formaba un círculo reluciente a su alrededor.

Quizá ir allí no había sido tan buena idea.

¿Podría haberle ocurrido algo a Merjack? Estaba tan ansioso por recuperar el chip que a Shahara le costó creer que no estuviera allí cuando llegó ella, esperándola. Sí, eso era lo que había supuesto.

En cambio su retraso desafiaba la lógica.

Miró de nuevo su cronómetro y frunció el cejo. Esperaría hasta las nueve, suponiendo que no se muriera antes de frío y luego se marcharía…

El tiempo avanzaba muy lentamente mientras caminaba arriba y abajo, observando cada sombra, esperando que se convirtiera en Merjack. Pero una y otra vez se llevaba una decepción.

Llegaron las nueve y pasaron.

¿Significaría eso que Tessa estaba muerta?

¿O algo peor? ¿Habría detectado Merjack a Vik, que estaba vigilándola, y habría decidido no seguir adelante con el trato?

Aterrorizada porque todas las situaciones que imaginaba acababan con la muerte de Tessa o de Syn, regresó lentamente al transporte que la esperaba y luego a su hotel.

No tardó mucho en llegar. Vik se quedó fuera mientras ella subía a la habitación con Syn.

Estaba solo allí, trabajando en el ordenador. Se puso en pie en cuanto la vio y cubrió la distancia que los separaba.

—¿Y bien?

La mirada esperanzada de su rostro no contribuyó a aflojar el nudo que Shahara tenía en la garganta. Suspiró frustrada.

—No ha aparecido.

Los ojos de él se oscurecieron.

—¿Qué quieres decir con que no ha aparecido?

¿Por qué se ponía furioso? Era su hermana la que estaba en peligro y era ella la que se había estado congelando durante la última hora.

—No ha venido nadie.

Se puso pálido.

—Dioses, Shahara… dime que no lo has hecho.

A ella se le detuvo el corazón del susto.

¿Habría adivinado su auténtica misión?

—¿Hacer qué? —preguntó lentamente y el nudo de su garganta se apretó aún más, temiendo su respuesta.

Llamaron a la puerta con fuerza.

—Guiarlos hasta aquí. —Syn corrió al dormitorio.

Ella fue tras él, pero la puerta ya había cedido y una docena de agentes entraron apuntándolo con sus armas. Objetivos láser bailaron sobre su cuerpo.

Shahara se detuvo al instante y levantó las manos para que no le dispararan.

Merjack entró en la habitación y la miró fijamente.

—¿Dónde está esa rata?

Antes de que ella pudiera responder, Syn salió del dormitorio y les lanzó una bomba de humo, que detonó con un ensordecedor estruendo y chispas blancas. El humo lo llenó todo y Shahara oyó el sonido de toses secas.

En medio de la neblina, una mano le cogió el brazo.

—Vamos —exclamó Syn, apartándola de los otros.

Llegaron al pasillo y, cuando corrían hacia la escalera, un rayo naranja crepitó a la izquierda del rostro de Syn, fallando por muy poco.

Shahara lo hizo detenerse, aterrorizada de que lo fueran a matar. Si seguían corriendo, Merjack y su gente acabarían con ellos en la escalera. Estaba segura.

—Tenemos que huir.

—No, Syn, te matarán. No lo hagas. No quiero verte morir en mis brazos. Por favor.

Él hizo una mueca mientras esas palabras lo hacían retorcerse por dentro. Que a ella le importara…

Se volvió con los brazos en alto para que pudieran apresarlo.

Merjack se les acercó con una sonrisa malévola.

—Una buena jugada la de la bomba de humo, pero totalmente ineficaz. —Bajó su pistola de rayos para apuntar al corazón de Shahara—. Ahora, tira tu arma o mato a la mujer.

Syn obedeció sin vacilar.

A ella casi se le paró el corazón al oír la pistola resonar contra el suelo. Ya estaba, su peor pesadilla se había convertido en realidad.

Syn volvería a prisión.

«Por favor, quiero despertar…».

Pero era imposible y cuanto más se le acercaba Merjack, más lamentaba el trato que había hecho con él.

El hombre sonrió sarcástico.

—Las manos en la cabeza y de rodillas, con los tobillos cruzados.

Shahara oyó la respiración de Syn, agitada y furiosa, mientras hacía lo que Merjack le ordenaba. Ella sabía lo mucho que le costaba someterse voluntariamente. El corazón se le hizo pedazos al verlo en esa situación tan vulnerable.

Pero incluso así, en sus ojos no había ningún miedo, ninguna sumisión; algo que le pareció increíble, dado cómo lo habían tratado antes y lo mucho que Merjack quería verlo muerto.

Su rebeldía era impresionante.

Merjack la miró a ella.

—Y ahora, el chip, seax Dagan.

Shahara se puso delante de Syn en un pobre intento de protegerlo con su cuerpo.

—¡No tenías ningún derecho a meter a mi hermana en esto! —gruñó, deseando desmembrar a Merjack—. ¿Dónde está?

—Está perfectamente.

—Más te vale.

Pero Shahara no se sintió nada aliviada por sus palabras. ¿Cómo podía confiar en un hombre tan despiadado?

—Ahora, dame el maldito chip.

Ella miró hacia atrás, a Syn, que tenía la mirada baja. El aire a su alrededor estaba cargado de furia y desagrado.

Volvió a mirar a Merjack.

—¿Para qué necesitas a Syn?

El otro la miró con gesto desdeñoso.

—Eres tan ingenua… Dame el chip y apártate, seax, u os mataré a los dos.

Ella rio sombríamente.

—No creo que seas tan valiente. Tu hijo puede que sea el presidente de tu minúsculo planeta, pero ni siquiera él podrá protegerte de mi gente si me matas sin una orden.

Por un momento, el temor destelló en los ojos de Merjack, pero supo controlarse.

Shahara consideró la posibilidad de luchar, agarrándose a la idea de que su amenaza lo había asustado. Pero al mirar más allá de él, vio que sus hombres iban saliendo del humo apuntándolos con sus armas.

No, no podía luchar contra tantos. Ni siquiera Syn era tan bueno.

Por el momento, tenía que seguir viva. Viva para poder hacer algo por él.

Tal vez.

—¿Vas a darme ese chip, seax, sí o no?

Syn contuvo el aliento, esperando a que ella se decidiera. No podía entender por qué se molestaba siquiera en hablar con Merjack.

¿Por qué no se había enfrentado a él antes de que sus hombres los rodearan?

Shahara se sacó el chip del bolsillo y lo entregó.

—¡No! —gritó Syn y se lanzó contra ella.

Algo lo golpeó en la cabeza. Notó que el dolor le estallaba por dentro, nublándole la vista, y cayó hacia adelante a cuatro patas.

Shahara ni siquiera parpadeó.

—Buen trabajo. —Merjack felicitó al hombre que había golpeado a Syn antes de volverse de nuevo hacia Shahara—. Y bien, seax. Creo que habíamos acordado un millón de créditos por la entrega de Syn y del chip. ¿Debo ingresártelos en tu cuenta?

Syn se quedó sin respiración al oírlo.

No… ella no podía haberle hecho eso.

No lo haría. No su Shahara. No después de todo lo que habían pasado juntos y todo lo que habían compartido.

Pero al mirarla vio la verdad. Ella ni siquiera podía mirarlo a los ojos.

Merjack enfundó su arma.

—Te alegrará saber que hemos soltado a tu hermana esta mañana, como te prometí. Ya debería estar en su casa, sana y salva.

—Más te vale.

Syn, herido en lo más hondo, miró a Shahara.

¿Todo había sido un truco? ¿Todo lo que habían compartido?

¿Todas las caricias?

La incredulidad lo sacudió.

Lo había vendido desde el principio.

Por eso lo había llevado a su casa aquel primer día. Ella nunca había corrido un verdadero peligro. Merjack había sabido que Shahara se lo entregaría. Había planeado conseguir que él recuperara el chip.

Y, como un idiota, él había caído en el engaño. Se lo había tragado todo.

Y se había enamorado de ella.

«Soy la criatura más patética del mundo».

Y ella era peor que Mara. Al menos, su ex esposa no lo había matado. Sólo lo había amenazado con hacerlo.

Shahara sabía que el chip era con lo único que podía negociar para salvar su vida. Sin él, su testimonio era inútil. Nadie creería nunca a un ladrón.

—¡Mala puta! —rugió y se le lanzó al cuello.

Otro soldado lo golpeó en la espalda.

Shahara se acercó y se inclinó sobre él, que la miró a través de la sangre que le ardía en los ojos a causa del primer golpe. Vio la crueldad en el rostro de ella, pero por un instante, algo destelló en el fondo de sus ojos dorados que se oponía a la frialdad de su voz. O tal vez sólo lo hubiera imaginado, como se había imaginado antes que tenía corazón.

—¿Qué has dicho? Todos nos utilizamos unos a otros. —Se encogió de hombros—. ¿Qué puedo decir? Necesitaba el dinero.

Él la miró fijamente, odiándola por todo. Así que aquel era el precio de su vida. Un millón de créditos. Suponía que debería sentirse honrado. Era un precio muy alto por una rata de alcantarilla de mierda.

Pero era muy poco por el corazón que le había entregado, por lo que le hubiera dado si se lo hubiera pedido.

Uno de los guardias le retorció los brazos a la espalda y lo esposó, luego lo hizo levantarse. Lo sacaron de la habitación y lo metieron en el ascensor.

Shahara se quedó mirándolos, con expresión de total frialdad.

Merjack rio mientras entraba en el ascensor con Syn y los tres guardias.

—Siempre me ha encantado tratar con seaxes, ¿a ti no, rata? Son tan fieles a la letra de la ley…

Él no podía ni hablar mientras miraba con odio a la mujer a la que le había entregado estúpidamente su amor. La única mujer que lo había hecho engañarse pensando que siempre le guardaría la espalda y lo protegería.

Al final, había resultado ser como todos.

«¿Cuándo aprenderé?».

Bueno, la buena noticia era que nunca más volverían a traicionarlo. No viviría lo suficiente como para eso.

Shahara contempló cerrarse las puertas y luego se fue dejando caer lentamente de rodillas. Aquella no era la forma en que se suponía que tenía que acabar la historia. Esperaba poder convencer a Merjack de que ella había matado a Syn y que él se contentara sólo con el chip.

Nunca había contado con que la siguiera de vuelta al hotel y lo capturara. ¡Maldito fuera!

¿Qué iba a hacer? Todo su ser se rebelaba contra lo que había hecho. Syn era inocente y ella se lo acababa de entregar a su verdugo.

¡Menuda manera de cumplir sus juramentos!

Los ojos se le llenaron de lágrimas, pero las alejó de un parpadeo. No iba a dejar que las emociones la dominasen. Tenía muy poco tiempo antes de que Merjack se enterara de lo que ella había hecho en realidad.

Y, cuando eso ocurriera, los mataría a los dos.