leagueTop19

Shahara se detuvo al entrar en la habitación del hotel y ver el mal aspecto de Syn. Era evidente que había recibido malas noticias.

Una vez más.

Vio también que había una botella medio vacía de Fuego Tondario junto a él, un licor tan fuerte que estaba prohibido en la mayoría de los planetas. Aquello no era una buena señal.

—¿Qué ha ocurrido?

Él tomó un trago de la botella; impresionante e inquietante.

—Lyche está muerto.

Shahara recibió la noticia como un puñetazo en el estómago. Se acercó a él. Sin duda debía de haberlo oído mal.

—¿Qué?

El rostro de Syn reflejaba su disgusto.

—El destino es una gran puta… Murió hace ya diez años, seguramente de la enfermedad causada por el gas de Merjack.

—¿Y qué quieres decir con eso?

—Básicamente que estamos jodidos. —Se pasó la mano por el pelo—. Acabo de abrir su historial médico…

Vik carraspeó.

—Vik acaba de abrir sus archivos y he encontrado su certificado de defunción.

«Así que yo tenía razón…».

Cansada y alterada, Shahara fue a sentarse junto a él para ver el informe por sí misma.

El hombre estaba muerto, sin duda. No era que dudase de Syn, pero había confiado en que una momentánea afasia lo hubiera dejado incapaz de leer o cualquier cosa parecida.

«Esto no puede estar sucediendo…».

Necesitaban encontrar ese chip.

—¿Y dónde nos deja eso?

—Estoy trabajando en ello. Su esposa sigue viva. Estoy buscando su información de contacto. Quizá… quizá aún tenga la estatua.

—¿Estatua? ¿Por qué estás buscando una estatua?

—Es donde metí el chip.

Shahara lo recordó y frunció el cejo.

—¿Cómo era de grande esa estatua?

Él señaló con la mano cosa de un metro.

—Y la escogiste… ¿porque…?

—Estaba allí y en ese momento me pareció una buena idea. Además, funcionó. Nadie parece haberlo encontrado en todos estos años.

Ella levantó las manos y no dijo nada más. Syn cogió el comunicador para llamar a la viuda de Lyche, pero antes comprobó su cronómetro.

—Donde está, debe de ser media tarde. No pierdas la esperanza.

Seguramente, eso era lo único que Shahara no había perdido ya en ese momento.

«Vamos, contesta…».

Esperó con el corazón golpeándole en el pecho hasta que se oyó la voz de una anciana en el aparato.

—¿Fria Lyche?

—Sí, sí, soy yo. ¿Puedo ayudarlo en algo?

—Eso espero, señora. Usted no me conoce, pero estoy buscando una estatua que perteneció a su difunto marido.

—Merrin tenía varias piezas —contestó la mujer con voz agradable y amable—. Le encantaba coleccionarlas de todos los estilos.

—Sí, señora. La que me interesa parecía una antigua diosa derridia, Pikra, creo que era.

—Oh, sí, una verde chillón, con piel de serpiente y cabello color rubí. Por mucho que lo intento, no puedo quitarme esa cosa horrible de la cabeza.

Shahara hizo una mueca al oír la desagradable descripción. ¿Por qué compraría alguien algo así? Y, ya puestos, ¿por qué escondería nadie un valioso chip en ella?

Incluso de niño, Syn debería haber tenido más vista.

Él la miró y le guiñó un ojo.

—Esa es. ¿Sabe qué pasó con ella?

—Oh, Dios mío, ¿se puede creer que los médicos le dijeron que no volviera a su despacho ni sacara nada de allí y él insistió en regresar a buscar esa monstruosidad? Decía que tenía poderes mágicos de protección, presentes en la estatua desde tiempos inmemoriales. El único poder que nunca le vi fue hacer que cualquiera que la viera no pusiera cara de asco. No sé por qué Merrin le tenía tanto cariño. Era como un niño con su juguete favorito. Pero cuando se puso enfermo, hice que se desprendiera de esa cosa horrorosa. Se me ponían los pelos de punta con sólo tenerla cerca. Tenía un aspecto maligno.

¿Había desaparecido? Shahara se sintió mareada al oír las palabras de la mujer.

«¿Qué vamos a hacer ahora?».

Syn frunció el cejo.

—¿Y por casualidad sabe usted lo que hizo con ella?

—La llevó a una casa de subastas. ¿Por qué está usted tan interesado?

—Recuerdo haberla visto en su despacho hace mucho tiempo y me resultó… intrigante.

—Bueno, supongo que todos tenemos gustos diferentes.

—Sí, señora. Hum, ¿recuerda a qué casa la llevó?

—Oh, a esa tan grande que es muy famosa en Tondara.

Berringer’s.

—Sí, esa es.

—Muchas gracias, fria Lyche. Le agradezco mucho su ayuda.

Ella cortó la comunicación.

Syn se recostó en la silla, puso las manos detrás de la cabeza y sonrió. Por alguna razón, esa pose lo hacía parecer travieso y atractivo, mientras que las patillas daban a su rostro un aspecto muy peligroso.

—Creo que ya lo tenemos.

Shahara no se sentía tan optimista.

—¿Cuántos años han pasado? No podemos saber dónde estará ahora.

—No, pero Berringer’s guarda catálogos detallados de todas sus piezas y también registro de todos sus compradores.

Ella comenzó a recuperar la esperanza.

—¿Estás seguro?

Él asintió con la cabeza.

—Muy seguro. Les he comprado varias piezas.

—¿Y por qué les compras si tienen un registro detallado…?

—Conozco a una persona que trabaja para ellos y es muy… discreta. Hago mi oferta por medio de ella y me entregan las compras en mi oficina.

Eso tenía sentido.

—¿Y cómo sabes que el comprador de la estatua no será otro presidiario que haga sus compras por medio de un contacto discreto?

Syn la miró molesto.

—No me gusta nada que me llames presidiario.

Ella se le acercó y le tocó la punta de la nariz con el dedo.

—Lo digo con cariño. Gracias a ti, tengo un nuevo respeto por los presidiarios… Y no has contestado mi pregunta.

—No tendré una respuesta hasta que lo consulte. —Le besó el dedo y devolvió su atención al ordenador.

Shahara se quedó a un lado y lo observó acceder sin problemas a los ficheros y datos de subastas y compradores. Cómo le gustaría tener su talento. A ella sólo se le daba bien disparar a cosas y hacer que volaran por los aires.

Sobre todo ordenadores y redes.

—Esos paranoicos caguetas… —exclamó él, pasados unos minutos.

—¿Qué?

Syn cogió la botella y bebió un trago antes de contestarle.

—No suben sus catálogos a la red. Tienen un sistema privado interno.

—¿Qué quiere decir eso?

—Que hay que estar físicamente dentro de la galería para averiguar quién compró la estatua. Me va bien, porque así nadie puede localizarme o rastrearme a través de ellos, pero en este momento me fastidia, porque quiero esos archivos.

Ella suspiró y se quedó mirando la pantalla, en la que se veía un bonito collar de esmeraldas que le hubiera encantado poseer.

—¿Vamos a colarnos dentro?

Él rio maliciosamente.

—Llevas muy poco tiempo conmigo y ya te he convertido en una ladrona. ¿Puedes imaginarte cómo serás dentro de un año?

Shahara le dio una colleja, como solía hacer con Caillen cuando se quería pasar de listo con ella.

—¡Eh!

—Eso es por lo que has dicho. Además, ¿quién sabe si no te podré enderezar con la misma facilidad con que tú me corrompes?

Syn se quedó helado al oírla y dejó de sonreír. La verdad era que podría enderezarlo. Porque, cuando se trataba de Shahara, era más débil de lo que nunca lo había sido.

Cerró el portátil, tratando de desviar la atención de ella antes de que se diera cuenta del efecto que tenía sobre él.

—No sé si colarnos en la galería sería lo más adecuado.

—¿Por qué no?

—Porque tú nunca has entrado en un edificio de alta seguridad. Si no sabes lo que haces, acabarás muerta. Esa clase de instalaciones no permiten fallos. Y eso por no mencionar que sé una manera más fácil.

—¿Cuál?

—Donya Arisa.

Shahara frunció el cejo.

—¿Qué es eso?

—No qué, sino quién. Y es fácil de manipular. Confía en mí. Iré a verla mañana a primera hora.

Shahara no estaba segura de que le gustara cómo sonaba eso de la manipulación. Por cómo lo decía, parecía que tuviese mucha práctica manejando a su antojo a esa mujer desconocida. Esa idea le despertó unos celos feroces.

—¿No querías decir «iremos», chaval?

—No. Tú te quedas aquí.

—Oh. No lo creo y no uses ese tono de voz conmigo. Nunca.

Vik, que había permanecido en silencio todo el rato, se animó.

—Yo no quiero saber nada —dijo y voló hasta la ventana, que abrió él mismo.

—Escucha, Shahara…

Ella chasqueó la lengua mientras levantaba una mano.

—Estás perdiendo el tiempo. No quiero ni oírlo. Si tú vas, yo voy. Es la vida de mi hermana la que está en juego. Además, disparo mejor que tú y estoy bastante segura de que también lucho mejor que tú.

—Creo que en eso estamos muy igualados.

—Pero disparo mejor.

Él la miró reticente.

—Te lo concedo. Sin embargo, creo que te puedo superar cuando estoy sobrio.

Shahara le quitó la botella de las manos.

—Bien. Voy a tirar esto.

—¡Eh!

Fue a cogerle la botella, pero ella lo esquivó y la colocó boca abajo en el fregadero antes de que él pudiera evitarlo.

Syn trató de quitársela de las manos, pero ya era demasiado tarde.

—Eres una mujer mala y mezquina.

—Y tú estás borracho.

—Trabajo mejor así.

Shahara tiró la botella y se volvió para mirarlo. El oscuro cabello le colgaba ante los ojos, que la miraban furiosos.

—No, Syn, no es cierto. No me gusta lo que te hace el alcohol.

Él tuvo ganas de maldecirla y decirle que aquello no era asunto suyo. Pero allí, mirándola directamente a la cara, se dio cuenta de que estaba perdido.

Lo único que deseaba era que lo abrazara con fuerza e hiciera que todo lo demás desapareciera. Pero Shahara no podía, sobre todo cuando la vida de Tessa estaba en juego.

«Tengo que seguir centrado».

Algo que le resultaba imposible tan cerca de ella que podía ver cómo se le dilataban las pupilas.

Como si notara su deseo, Shahara le acarició la mejilla.

—Te conozco, Syn. Sé qué clase de hombre eres y lo único que cambiaría si no bebieras tanto es tu innecesaria ebriedad.

—No me gusta sentir.

—Pero lo haces. Por mucho que bebas, no consigues que eso desaparezca, ¿verdad?

No, era cierto. Pero su caricia…

Eso sí lo hacía olvidar el dolor. ¿Cómo lo lograba? ¿Cómo podía amar a alguien como él?

—Siempre estaré contigo, Shay. Siempre.

Ella se quedó sin aliento al oír esas palabras que le habían salido del corazón. Lo que decía y que usara su diminutivo, le llegó muy adentro. Y antes de pensarlo mejor, se puso de puntillas y lo besó.

Él apretó el brazo con que le rodeaba la cintura, como si quisiera retenerla para siempre.

Entonces fue cuando Shahara supo la verdad: Syn la amaba. Quizá dijera que no, pero ella lo notaba en su beso y en su contacto.

Syn quiso maldecir por lo agradable que le resultaba estar tan cerca de Shahara. No existía nadie a quien hubiera deseado así. Y mientras sus lenguas bailaban unidas, acudían a su cabeza dolorosos pensamientos de una vida a su lado.

Si pudiera…

Se apartó, aunque todo su cuerpo le gritaba que no lo hiciera.

—Tenemos que irnos —dijeron ambos a la vez.

Él se apartó más y señaló los uniformes robados que aún vestían.

—Pero no podemos ir así.

—Sí, resultamos sospechosos. ¿Y qué ropa has comprado?

Él le señaló la bolsa que estaba en el suelo.

—¿No has mirado dentro antes de tu rabieta?

—No y yo no he tenido ninguna rabieta.

Cogió la bolsa y sacó una camisa y unos pantalones que eran perfectos para Syn. Al fondo, había un traje pantalón color óxido para ella. Estaba confeccionado en la tela más suave que nunca había tocado.

—Es muy bonito.

—Lamento que no sea mejor, pero no he tenido tiempo de mirar mucho.

Su disculpa la dejó perpleja.

—No te disculpes. Es lo más hermoso que he tenido nunca.

Syn apretó los dientes ante la sinceridad de su tono. Dios, cómo quería cambiar eso. Y mientras ella comenzaba a quitarse la camisa, se dio cuenta de que no podía permanecer allí; al menos si no quería perder la cabeza.

—Voy al cuarto de baño. —Vuelvo en un momento.

Shahara lo miró confusa, pero él se apresuró a marcharse. Negando con la cabeza, se quitó del todo la camisa, la dejó sobre la mesa y se cambió el uniforme por el traje pantalón.

En cuanto estuvo vestida, cogió la camisa, que se le enganchó en la revista que había junto al ordenador, dejando al descubierto algo que brillaba. Curiosa, se acercó más…

Un anillo de boda.

Verlo fue como recibir un puñetazo en el estómago. ¿Sería el de Mara?

De ser así, sólo podía significar una cosa: que Syn había amado a su esposa, que le había mentido al decirle que no. Y debía de haberla amado mucho si había guardado el anillo todos esos años.

Algo en su interior se hizo pedazos.

«Quizá te equivoques. Tal vez sea de Talia…».

Pero Talia era sólo una niña cuando murió. Sin duda no habría tenido ningún anillo de boda.

«¿De su madre?».

No, la odiaba demasiado como para conservar nada suyo. Sólo había una respuesta e hizo que el corazón le diera un vuelco.

«Por eso no te dijo que te amaba. Aún añora a su esposa».

Lo oyó abrir la puerta y se apartó del anillo rápidamente, antes de que él la pillara mirándolo. Metió su uniforme en la mochila y trató de actuar como si no pasara nada. Pero por dentro estaba gritando.

Él dejó en el sofá la ropa que se había quitado.

—¿Me dirás por fin de qué son las siglas C. I.? —le preguntó ella, curiosa por si lo haría.

—No.

Shahara alzó las cejas, sorprendida.

—¿Sin ningún tono irónico? Vaya, Syn, creo que estás perdiendo facultades.

Él no dijo nada y ella lo vio vacilar ante el anillo. Lo cogió con tal rapidez que Shahara ni notó que se hubiera movido.

Syn alzó la vista y la miró ceñudo.

—¿Qué pasa? —preguntó—. ¿Acaso me ha salido otra cabeza?

Ella carraspeó mientras esperaba que su expresión no demostrara lo dolida y rabiosa que se sentía.

—No, sólo estaba tratando de imaginar qué nombre habrías escogido que te cuadrara.

—¿Qué te parece «muerto»?

—Eso no tiene gracia.

—Tampoco la tiene Merjack.

Shahara puso los ojos en blanco.

—¿Y qué piensas hacer respecto a él?

—Esperar que cumpla su parte del trato y evitar ponerme en su camino.

Ella chasqueó la lengua.

—En serio, creo que se te tendría que ocurrir algún plan mejor.

—¿Para qué molestarme? La vida tiene la extraña capacidad de estropear todos mis planes.

Era tan cínico… Lo miró negando con la cabeza y se inclinó para sacar su arma de la mochila.

—Shahara.

—¿Sí?

—Si me mata, ¿te encargarás de que me entierren en el Templo ilysio de Kildara, al lado de Talia?

Esa petición la atravesó como un cuchillo al darse cuenta de por qué había elegido vivir donde lo hacía. Desde su apartamento se podía ir andando al lugar donde estaba enterrada su hermana.

Y cuidarla.

Se encogió al notar todo el dolor que él llevaba dentro y le entraron ganas de llorar.

—Sí. Me aseguraré de que…

No pudo decirlo. Pensar en la muerte de Syn era más de lo que podía soportar.

—Gracias —contestó él.

Ella asintió y trató de controlar el dolor que la embargaba.

Era cierto que podía morir. Y entonces, ¿qué haría ella? ¿Cómo podría vivir sabiendo que era quien había puesto en marcha todo el asunto?

«De la misma manera que has vivido con todos los demás horrores. Día a día».

Pero ¿cómo podría en esa ocasión, sabiendo que ella había sido la causante?

«No pienses en eso».

En ese momento, Tessa era lo más importante. A Syn no le pasaría nada. Ella se encargaría de que así fuera.

Se ajustó el traje con un ligero tirón al cinturón dorado. Sabía que debía estar agradecida de que estuvieran cerca de liberar a su hermana, pero eso sólo significaba que estaba también mucho más cerca de perder a Syn y eso la destrozaba.

—¿Estás listo?

Él la miró con aquella sonrisa irónica que era tan natural en él como el sarcasmo.

—Siempre estoy listo para pelear.

Le abrió la puerta.

Al pasar ante él, Syn se inclinó para susurrarle.

—Por cierto, estás magnífica.

Ella se humedeció los labios mientras lo miraba de arriba abajo.

—Tú también.

Syn soltó un gemidito.

—¿Por qué no podemos quedarnos dos horas más en la habitación?

Shahara resopló.

—¿Dos horas? Cariño, me parece que sobrestimas tus capacidades sexuales.

Él la miró boquiabierto.

—Sí, vale. Pero soy el mejor cuando se trata de juegos de cama.

—Tú sigue pensando así. Quizá algún día convenzas a alguien.

Syn quería molestarse, pero sabía que ella sólo le estaba tomando el pelo. Y, curiosamente, eso le encantó.

«Soy tan tonto… y estoy enamorado».

Lo que básicamente significaba que estaba bien fastidiado.

En ese momento no quería pensarlo. La precedió por la escalera y hasta el muelle de embarque, a unas cuantas manzanas. Mientras caminaban, notó que Shahara se encogía en la chaqueta. Hacía frío, pero él estaba acostumbrado. Muchas noches había dormido en aquellas calles, soñando que llegaría un día en que viviría en una casa y tendría calefacción.

Ella vaciló un instante al entrar en el muelle.

—¿Qué estamos haciendo?

—Nero tiene un caza que vamos a tomar prestado.

Le lanzó una mirada suspicaz.

—¿Prestado?

Syn se tocó el auricular para abrir el canal de Vik.

—¿Vik? Aquí. Ahora. —Le lanzó a Shahara una mirada divertida mientras el meca se acercaba volando y se le posaba en el hombro.

—Sabes que no soy tu novia, ¿verdad? —protestó Vik—. No me gusta ese tono de voz y preferiría que eligieras otro. Si no, te escupiré veneno invisible en el ojo… o en los dos.

Él soltó un resoplido de irritación, pero no dijo nada. Abrió la mano y Vik le dejó caer un chip de navegación en la palma. Lo levantó sonriente para que Shahara lo viera.

—Lo he llamado esta mañana y luego he enviado a Vik a buscar la llave.

Ella se mordió el labio mientras notaba que se sonrojaba.

—Perdona.

—No pasa nada, pero que sepas que nadie le roba a Nero. Sabría que habías sido tú y te perseguiría, te cazaría y te lo haría pagar de formas que no puedes ni imaginar, incluido esa especie de apretón mental que te deja con una jaqueca tan fuerte que desearías poder arrancarte los ojos para que pare el dolor. A menudo se le va la mano.

—No lo olvidaré —contestó y lo siguió obediente hasta el caza de Nero, de un elegante color borgoña, con dos asientos. Shahara subió primera la escalerilla y se sentó en la silla del copiloto y Vik se encajó entre Syn y ella.

Syn no dijo nada mientras hacía las comprobaciones de rigor, pero no pudo evitar notar lo orgullosa y feroz que se veía a Shahara mientras introducía las coordenadas en el panel de control. Sus manos resultaban muy hermosas, con aquella agilidad y destreza.

La ironía de su sentimiento por ella no se le escapaba. De pequeño se había jurado que nunca se liaría con alguien de la plebe y mucho menos con alguien que le podía ganar en una pelea y disparaba mejor que él.

Mientras reflexionaba sobre sus sentimientos, se preguntó si parte de la atracción que siempre había sentido por las mujeres de buena cuna no sería resultado de algún deseo oculto de que su madre lo aceptara. Después de todo, si mujeres elegantes y educadas como Mara lo podían aceptar, era de lógica que su madre también pudiera.

Pero ahora, como ya era demasiado mayor como para que le importase una mierda lo que nadie pensara de él, sus auténticos deseos salían al descubierto. Le gustaba que Shahara pudiera guardarle las espaldas y protegerlo. Que supiera lo que quería y que no tuviera miedo de hacer lo que fuera necesario para lograrlo.

Había mucho que decir a favor de una mujer que era tan depredadora como él.

Ella se detuvo al darse cuenta de que la estaba mirando.

—¿Estoy haciendo algo mal?

—No. Sólo estaba pensando en lo increíblemente hermosa que eres.

Eso no pareció gustarle, porque desvió la vista claramente incómoda.

—Sigues borracho, ¿no?

Syn se echó a reír.

—No. Y empiezo a notar la resaca. Me estalla la cabeza.

—Ah, eso lo explica todo.

—¿Qué explica?

—Que tienes la visión alterada. Seguro que te podría llevar a un hogar de ancianos y tratarías de montártelo con una abuelita.

Debería haberse ofendido, pero en vez de eso, se echó a reír de nuevo.

—No sabes lo mucho que te equivocas —respondió, negando con la cabeza e hizo despegar la nave.

Shahara no dijo nada más mientras él se concentraba en el despegue. Estaba hecha un lío entre su enfadado hermano, su hermana prisionera y el hombre al que quería amar pero que no la dejaba.

Lo peor era que quería machacarlos a los tres por la misma razón: eran demasiado obstinados y si le hubieran hecho caso, ninguno de ellos estaría en la situación actual.

¡Dioses! ¿Cómo era que siempre se rodeaba de gente tan complicada? O, peor aún, ¿por qué los amaba?

«Estoy mal de la cabeza…».

—¿Crees que le harán daño a Tess? —preguntó, una vez estuvieron en órbita.

—¿Quieres que te mienta?

Se le encogió el estómago.

—Me acabas de responder.

Él le cogió la mano.

—Ten fe, nena. No dejaré que le hagan nada, te lo prometo. Encontraremos ese chip y les haré pagar por lo que han hecho.

Por primera vez desde que era adulta, a Shahara no la molestó que la llamaran nena. Más bien al contrario.

—Confío en ti. Es a Merjack a quien quiero hacer pedazos.

—Encontraremos el chip y podremos acabar con él.

—Eso espero.

Miró hacia la oscuridad que se extendía hasta el infinito. Viajar por el espacio nunca le había resultado especialmente agradable, sobre todo porque sabía que existía peligro. Pero con Syn… aunque estaba preocupada, no se notaba los nervios tan de punta como los tendría si estuviera sola. Sabía que él movería montañas para proteger a Tess. Y sintió que había alguien con quien podía contar.

Era una sensación totalmente diferente de la que tenía con su hermano Caillen. Aunque sabía que este también haría lo que fuera por ella, en su interior, Shahara aún quería limpiarle los mocos y cortarle la comida. Había una parte de ella que no podía permitir que viera que no era su hermana mayor que siempre lo cuidaría y lo protegería.

En cambio, con Syn podía bajar la guardia y dejar que él la cuidara. Aunque ella podía guiarlo, no tenía que estar al mando y ser más fuerte que el titanio en todo momento. Era un cambio muy agradable poder mostrar ante alguien sus inseguridades.

Con Syn, se sentía como si fueran socios.

Vik se levantó y se posó en su regazo.

—¿Qué haces, Vik?

El pájaro cambió a su forma de meca y se tumbó sobre ella.

—Me estoy aburriendo.

—Tú no puedes aburrirte.

—Sí puedo. —Se estiró cuan largo era—. ¿Falta mucho?

Shahara rio ante su tono, que parecía el de un niño de cinco años.

—Dios, es como tener un crío.

Syn resopló.

—Sí. A veces incluso tienes que cambiarle los pañales.

—No. Sólo las baterías.

Syn alzó una ceja.

—Y tu actitud.

—Bronca, bronca, bronca. Ahora déjame en paz mientras duermo una siesta.

Shahara no sabía qué pensar mientras el meca se apagaba y se ponía en modo sueño.

—¿Sabes?, Vik es un invento impresionante. Podrías haber hecho carrera en robótica o programación.

—¿Crees que no lo intenté?

—¿Y qué pasó?

—No superé las comprobaciones de seguridad. No sólo te investigan a ti, sino también a tu familia más próxima. Aunque Nykyrian y yo pudimos crear muchos archivos importantes, preparar registros falsos de mis padres y de todos los lugares donde viví de pequeño, con referencias de gente viva que pudieran proporcionar informes jurados de que asistí a ciertas escuelas y viví en ciertos sitios, no llegamos a todo. Era demasiado para que pudiéramos hacerlo. Que los dioses bendigan y protejan a las compañías de robótica y ordenadores. Son unos cabrones paranoicos de primera.

Shahara se tocó la medalla que él le había dado y lo compadeció. Qué desperdicio de talento.

—Lo siento, Syn.

Él se encogió de hombros.

—No pasa nada. Además, eso borró cualquier sensación de culpa que pudiera tener cuando les robaba información o informes. Si me hubieran contratado, yo habría tenido un gran interés en protegerlos.

Bueno, pues esa era la historia. Shahara se recostó en el asiento y lo observó trabajar en el ordenador, reuniendo información para su inminente aventura.

Se había recogido el cabello en una coleta y las patillas oscuras resaltaban sobre su piel bronceada, haciendo que pareciera aún más peligroso. Shahara lo compadecía por lo mucho que había sufrido en la vida.

—¿Alguna vez has pensado en volver a casarte?

Syn se quedó parado ante esa inesperada pregunta. Bajó la vista pensando en el anillo de boda que tenía en el bolsillo y que había comprado para ella. A pesar de no querer hacerlo, no podía evitar imaginarse lo que sería vivir con Shahara.

Pero eso era estúpido y lo sabía.

—No —mintió.

Ella sintió que se le rompía el corazón. Así que, en efecto, aún amaba a Mara. Debería haberlo sabido. Pero ¿quién podría culparlo? Su esposa era hermosa, culta y educada. Todo lo que ella no era.

«Eres una anormal».

Por mucho que tratara de sentirse de otra forma, siempre acababa volviendo a esa sencilla verdad. La vida la había castigado siendo muy joven y nunca había podido recuperarse.

«¿Y qué importa? No necesitas a nadie. Sola eres más fuerte. Mejor».

En parte, eso era cierto, pero seguía siendo humana y ser humano significaba querer tener relaciones con otros humanos, querer formar parte de algo.

«Formas parte de una familia.

»Deja de quejarte. Estás viva y tu vida no es tan mala. De acuerdo que eres pobre, pero podría ser mucho peor. Al menos tú no tienes que visitar a tus hermanos en una tumba».

Como hacía Syn.

Eso la hizo reaccionar. No tenía derecho a quejarse de nada y lo más importante era concentrarse en recuperar a Tessa.

• • •

Llegaron a la galería a primera hora de la tarde. Shahara estaba comenzando a sentirse agotada por el constante cambio de zona horaria; otro serio inconveniente del viaje espacial. Le costaba adaptarse, y ya ni recordaba qué hora debía de ser en su casa.

Pero a Syn no parecían afectarlo esos cambios.

Al acercarse a la remilgada y pija galería, ubicada en un edificio todo de vidrio, las puertas, flanqueadas por dos figuras masculinas de acero de cuatro pisos de alto, se abrieron automáticamente. Suspendido del techo había un enorme ojo, que los enfocó y fue siguiéndolos describiendo un gran círculo mientras se acercaban al mostrador de recepción. El vestíbulo era blanco como la nieve y tan aséptico como el de un hospital. De no ser por el enorme cartel rojo que colgaba por encima de la cabeza de la recepcionista y que indicaba que estaban en Berringer’s, Shahara hubiera vuelto fuera para comprobar la dirección.

La gente pululaba por el vestíbulo. La mayoría, compradores con registros computarizados, y el resto, empleados tratando de cerrar acuerdos y concertando citas.

Ella se volvió hacia Syn para preguntarle cómo funcionaba aquello, cuando una voz seductora la interrumpió.

—Malo, malo, Syn —trinó una voz femenina de una manera que enfureció a Shahara—. ¿Qué te trae a mi pequeña galería de arte? Pensaba que preferías hacer negocios en privado…

¿Cómo había logrado que esa última palabra, en principio inocua, sonara tan sucia?

Él la recibió con una sonrisa deslumbrante que resaltó su atractivo hoyuelo.

—Te buscaba a ti.

Oh, no, eso no lo arreglaba en absoluto. Shahara sintió ganas de abofetearlos a los dos. Quizá le hubiera sido más fácil controlar los celos si la mujer no hubiera sido tan despampanante y voluptuosa.

Tan perfecta.

Por su meticulosa manicura y sus manos suaves y sin durezas, se veía que nunca había sujetado una pistola. Nunca había tenido que hacer nada excepto chasquear los dedos para que alguien lo hiciera por ella.

Y cuanto más la miraba, más despreciaba Shahara a aquella mujer morena, de largas piernas, que contemplaba a Syn como si este fuera un sabroso bocado que estuviera deseosa de morder. No sabía por qué, pero se le pasó por la cabeza una imagen suya chupándose los dedos mientras trataba de seducir a Syn con la mirada.

«Tú sigue así, chica, y vas a volver a casa calva…».

—¿Y qué quieres de mí? —ronroneó, seductora, mientras le pasaba a Syn un largo y bien torneado brazo por los hombros. Se lo acercó, presionándole los pechos contra el costado.

Qué forma tan descarada de flirtear… ¿Acaso esa exhibición no hacía que la despidieran?

—Espero que sea lo mismo de la última vez.

Syn hubiera apartado a Donya, pero esta podía ser una mala zorra y, si se sentía despreciada, se largaría enfadada y él nunca tendría la oportunidad de echar una ojeada a los catálogos que necesitaba ver. Así que lo mejor era seguirle el juego.

—Si tuviera tiempo, estaría encantado. Pero me temo que tengo un poco de prisa.

La mirada devoradora de ella lo hizo estremecer. Y peor aún fue la manera en que se pasó un dedo por el pecho, abriéndose la blusa hasta que Syn tuvo una visión casi perfecta de sus pechos desnudos.

—No se me ocurre nada mejor que estar totalmente dedicada a Syn. Si nos lo proponemos en serio, apuesto a que lo podríamos reducir a quince minutos.

Shahara arqueó una ceja al oírla y, al instante, Syn vio que la furia hervía en sus dorados ojos.

«Estoy metido en un buen lío».

Si no controlaba la situación en seguida, Shahara seguramente les dispararía a los dos. Le dedicó una mirada de disculpa, que esperó que no malinterpretara.

De repente, ella miró a Donya con lujuria y se pasó la lengua lentamente por los labios; una invitación sexual que al instante causó efecto en Syn.

—No creo que pudiéramos convertir eso en un trío, ¿verdad? —Se pasó la mano por el pelo con una mirada inocente y seductora al mismo tiempo que a él lo sorprendió y excitó—. Claro que quizá Syn prefiera que lo dejemos fuera. ¿Tú qué crees?

Él tosió para disimular la risa. Aquella chica tenía agallas, sin ninguna duda.

Horrorizada, Donya lo miró frunciendo el cejo.

—Syn, ¿quién es?

Él estuvo a punto de decir que era su esposa, aunque sólo fuera para fastidiar a Donya. Pero no quería que se enfadase.

—Es una amiga.

Al instante, la mujer ignoró a Shahara.

—En fin, ¿y qué puedo hacer por ti, guaperas?

—Primero, puedes tratar a mi amiga con respeto, sobre todo dada la cantidad de dinero que me gasto aquí. Aparte de eso, necesito ver los catálogos archivados de la empresa.

Donya apretó los labios en un mohín seductor mientras hacía como si no hubiera oído la primera parte de lo que le había dicho.

—¿Quieres ampliar tu colección?

—Algo así.

La mujer resopló irritada mientras finalmente se apartaba de él.

—Bueno, entonces, sígueme. —Se detuvo para lanzarle una dura mirada a Shahara—. Tú ve detrás de nosotros.

Ella reaccionó como si nada le pudiera apetecer más.

—Oh, nena, no hay nada que me guste más que un buen trasero —ronroneó como un felino— y tú, cariño, lo tienes bien grande. Estaré encantada de que vayas delante y me permitas disfrutar del panorama. Luego tendré que llamar a mis chicas y explicarles lo sexy que es tu culo.

Syn tuvo que esforzarse para no reírse a carcajadas.

—Mira que eres mala.

Ella se encogió de hombros mientras seguía haciendo guiños exageradamente seductores a Donya.

—Es que sé muy bien lo que me gusta.

Syn pensó que no quisiera ser nunca el receptor de todo ese veneno; Shahara sabía exactamente por dónde atacar y se estaba explayando a gusto.

Donya lanzó un grito de protesta y se cubrió el trasero con su ordenador de registros; luego los guio hacia su oficina.

Syn miró a Shahara negando con la cabeza.

—Compórtate —articuló sin voz.

Ella señaló a Donya enfadada e hizo el gesto de estrangularla.

En ese momento, la mujer se volvió y Shahara, sin inmutarse, le sonrió y cambió el gesto a uno con el que fingía pellizcarle el culo mientras se lamía los labios.

Donya apretó el paso y los dejó atrás.

Shahara soltó una risita grave y malvada.

Syn quería mostrarse horrorizado por su comportamiento, pero lo cierto era que lo encontraba muy divertido. Sobre todo porque Donya se lo merecía, después de lo grosera que había sido con ella.

«¿Qué mejor venganza sin tener que rebajarse a su nivel…?».

Ya en el despacho de Donya, esta activó la máquina de catálogos que tenía en un rincón.

Shahara se colocó junto a Syn y le pasó un posesivo brazo por el hombro izquierdo, igual que había hecho Donya en el vestíbulo.

Apoyó la barbilla en la otra mano mientras sonreía a la mujer, que se esforzó incluso más en ignorarla.

—¿Cuánto quieres retroceder, Syn?

—Unos veinte años.

Donya arqueó las cejas.

—¿De verdad? Debe de ser una buena pieza. ¿Otro Chinergov?

—No. No sé quién es el artista. Se trata de una antigua escultura derridia que puso a la venta un hombre llamado Merrin Lyche.

—Hum… —Ella tecleó esa información—. ¿Es esta?

Syn se quedó helado al verla y, por un instante, revivió aquel momento de su infancia. Volvía a tener catorce años en el despacho de Lyche y oía cómo iban a por él. En medio de su pánico y de su aterrorizado jadeo, mientras el sudor le caía por la espalda, había tenido un instante de total lucidez.

«Van a matarme.

»Esconde el chip. Si no lo encuentran, te torturaran. Pero mientras no te derrumbes y les digas dónde está, seguirás viviendo».

Decidido a ser más listo que ellos y sobrevivir, había mirado alrededor hasta ver la estatua en una estantería. Media casi un metro de alta y era horrorosa. Tenía una piel tan verde y la retorcida expresión de su rostro era tan fea que incluso resultaba difícil mirarla.

Lo que significaba que nadie buscaría el chip ahí.

Temblando de miedo, corrió hasta la estatua y la cogió para esconder el chip en su base. Acababa de dejarla de nuevo en el estante y se había acercado a la ventana cuando la puerta se abrió de golpe. Lo atraparon al instante; había necesitado recurrir a toda su fuerza de voluntad para no mirar hacia la estatua y asegurarse de que nadie se fijaba en ella.

Y se lo habían llevado de allí a rastras…

En ese instante, estaba viendo fotos de lo que le había salvado la vida ese día.

—Esa es.

Donya frunció el cejo mirando la escultura, como si le hiciera daño a la vista.

—Vamos, cariño, tú tienes mucho mejor gusto que eso. ¿Qué es? ¿Tal vez un regalo para tu amiga?

Shahara le lanzó una mirada seductora.

—Oh, ojalá tuviera esa suerte. Me encantaría tener algo así que me recordara a ti.

—¿A mí?

—Ambas tenéis un buen culo, nena. Y, además, lleva tu mismo peinado.

Donya se puso roja como un tomate mientras entrecerraba los ojos, furiosa.

«Controla la situación, chaval. No puedes permitirte que esto se fastidie», pensó Syn.

Le lanzó a Shahara una mirada de advertencia antes de volverse de nuevo hacia Donya.

—Necesito encontrar esa estatua, cueste lo que cueste. ¿Sabes quién la tiene?

Pasaron varios minutos antes de que la mujer dejara de mirar a Shahara furiosa y buscara la información.

—La hemos vendido seis veces. La última fue hace seis años, a una coleccionista privada.

—¿Hay alguna posibilidad de que me puedas dar su nombre?

Donya apagó el archivo de catálogos.

—Ya sabes que no hacemos eso, guapo. Pero puedo hacer unas cuantas llamadas y ver si querría vendértela.

—Hazlo, por favor. A ver qué puedes conseguir.

—¿Con mi comisión habitual?

—Naturalmente.

—Entonces, empezaré ahora y ya te diré lo que encuentro.

Syn inclinó la cabeza en gesto de reconocimiento.

—Esperaré ansioso tus noticias.

Mientras iba hacia la puerta con Shahara, Donya lo llamó.

Esperó hasta que él se volvió.

—La próxima vez que pases por aquí, deja a tu amiga en casa —le dijo.

—Lo siento, Donya, pero no puedo hacerlo. —Besó a Shahara en la mejilla—. Me encanta mi nueva amiga y sus locuras. Deberías haber aceptado lo del trío. Podríamos haberlo pasado muy bien juntos.

Salió del despacho al ver que la mujer estaba a punto de explotar.

Luego hizo apresurarse a Shahara para abandonar el edificio.

—Chist —respondió él, sin ralentizar el paso.

Ella no pilló de qué iba.

—Pero ¿qué pasa…?

—Chist. Te lo explicaré fuera.

A Shahara no le gustaba que la hicieran callar, pero era evidente que se le escapaba algo importante, así que esperó hasta que estuvieron en la calle y Vik empezó a dar vueltas sobre ellos.

—¿Qué pasa, Syn? No tenemos ninguna información.

Él le lanzó aquella pícara mirada tan suya, que la hacía derretirse.

—No creas. —Le mostró un pequeño aparato.

—¿Qué es eso?

—La colección completa de sus archivos privados, incluido el nombre y la dirección de la actual propietaria. Un aplauso para el ladrón, cariño. Ponme cerca de una red informática y te la dejaré seca. Pero tenía que estar dentro del edificio para hacerlo.

Ella le sonrió, impresionada de nuevo por su habilidad.

—Eres increíble.

Él arqueó una ceja y, discretamente, le cogió la mano y se la acercó al bulto de sus pantalones para que notara lo excitado que estaba.

—¿Tienes idea del fuego que has encendido aquí dentro con lo que has estado haciendo?

Ella se humedeció los labios y luego le apretó la bragueta con fuerza para demostrarle lo furiosa que estaba con él.

—¿Y tienes idea del fuego que has encendido tú?

Syn se encogió de dolor y se olvidó de todo lo demás. Se quedó inmóvil, tratando de que no le hiciera más daño.

—Ten cuidado, amor. Luego quizá quieras que esto funcione.

Ella torció la mano, no tanto como para hacerle demasiado daño, pero sí para dejar muy clara su advertencia.

—Después de tu actuación ahí dentro, tienes suerte de que no te arranque los huevos.

—Lo he hecho sólo por ti. —Alzó su pequeño ordenador—. Tenía que conseguir esos datos.

Shahara apretó un poco más y él se puso de puntillas.

—Pues si vuelves a hacer algo así, te convertiré en soprano.

Apartó la mano.

Syn ahogó un grito mientras se frotaba para aliviarse el dolor.

—Esto no es justo.

—No sigas. Aún estoy cabreada y, tal como me siento, tienes suerte de seguir entero.

Él levantó una mano en señal de rendición… y se apartó dos pasos de ella. Fuera de su alcance.

Mientras la miraba con suspicacia, miró el número de la dueña de la estatua y lo tecleó en su comunicador.

Al cabo de unos segundos, respondió una voz de anciana:

—Buenas tardes. Me llamo Chryton Doone y me gustaría hablar con fria Togg sobre una escultura que compró hace unos años, en Berringer’s.

—Un momento, por favor.

Esa vez tuvo que esperar un poco más. Finalmente, otra mujer habló por el comunicador.

—¿Puedo ayudarle?

—Espero que sí. Estoy buscando una antigua escultura derridia de la diosa Pikra que usted compró.

—Oh, ¿esa cosa fea de Berringer’s que compré para molestar a mi anterior esposo? Dios, ¿quién puede querer eso?

El alma se le cayó a los pies al ver la esperanza reflejada en el rostro de Shahara. Como ella no oía a la mujer, no sabía que la suerte no los acompañaba. Maldición.

—¿Debo entender que ya no la tiene?

Shahara cerró los ojos y se encogió.

—Dios, no. No soportaba ni mirar esa cosa.

—¿Puedo preguntarle qué hizo con ella? Por favor, no me diga que la tiró a la basura.

—Bueno, después del divorcio traté de venderla, pero nadie la quería ni tocar. Una profesora de la universidad vino una noche para valorar mi colección. Demostró tanta curiosidad histórica por la estatua que se la regalé. Pensé que debía tenerla alguien que la pudiera mirar sin echarse atrás y me la pude deducir como contribución a caridad.

Al menos eso era algo. Con un poco de suerte, la profesora no la habría mirado demasiado detalladamente.

—¿Recuerda tal vez el nombre de la profesora y sabe cómo podría ponerme en contacto con ella?

—Oh, sí, doctora Whelms. En la Universidad de Speaks Oriental. Es la catedrática de Historia del Arte.

—Muchísimas gracias. Se lo agradezco en el alma.

—No hay de qué. Espero que esa cosa fea le traiga más suerte que a mí.

No lo sabía bien. Esa estatua le daría la libertad o haría que lo mataran.

Cortó la comunicación y miró a Shahara, cuyos rasgos estaban tensos.

—¿Nunca tienes la sensación de que esto es inútil?

Ella negó con la cabeza.

—No, porque si lo es, mi hermana está muerta y yo no estoy dispuesta a enterrarla todavía. —Soltó un cansado suspiro—. Dioses, Syn, ¿no podrías haber elegido algo mejor que una estatua que nadie quiere?

—Sí, cuando escondí el chip, debería haber sabido que Merjack me atraparía, que me enviaría a prisión, que yo me escaparía y que, después de veintitantos años, tendría que encontrarla de nuevo.

—No hace falta que te pongas sarcástico.

Él abrió la boca para replicar, pero Vik lo cortó:

—Tengo a un par de individuos que parecen tener mucho interés por vosotros.

—¿Dónde?

—A las dos.

Syn miró y los vio al instante.

—¡Maldición!

—¿Qué pasa?

—Haz como si nada, pero tenemos un par de rastreadores siguiéndonos.

Se los señaló con los ojos y ella miró sin que se notara. En eso era muy buena.

—¿Qué hacemos?

—Estoy pensando.

La expresión de Shahara cambió al instante y soltó una carcajada.

—¿Qué haces?

—Sígueme la corriente —le respondió ella en un tono fingidamente alegre y sonriéndole.

Lo rodeó con el brazo, se apoyó en él y actuó como una novia tonta mientras se hacia los dos rastreadores.

Syn no estaba seguro de qué pretendía hasta que ambos pasaron ante ellos.

—Tenemos que encontrar pronto un sitio donde meternos. Estoy deseando darte un buen bocado —dijo entonces Shahara.

Syn notó que su pene le palpitaba al oírla y la sangre le ardió hasta el punto de olvidar a los rastreadores.

Acto seguido, ella lo empujó hacia un callejón al tiempo que sacaba la pistola de rayos que llevaba escondida y se daba media vuelta.

Acabó con los dos hombres en cuanto estos entraron en el callejón siguiéndolos.

Syn soltó una palabrota.

—¿Qué?

—No debías dispararles.

—¿Por qué no?

Se acercó a ellos rápidamente para verificar sus sospechas. En cuanto vio los auriculares que llevaban en la oreja, maldijo de nuevo.

—Son de una compañía.

—¿Qué quieres decir?

Él arrancó el localizador GPS de la solapa del que tenía más cerca.

—Que están localizados y, cuando caen, sus técnicos saben al instante que han dado con su objetivo y que han sido incapacitados.

Entonces envían refuerzos. Acabas de desatar una tormenta sobre nosotros. —Se tocó el auricular de la oreja—. Vik, informa.

—Uh, sí. Está feo. Corred hacia el norte. Y rápido, si queréis seguir con vida.

Syn cogió a Shahara de la mano e hizo lo que el meca les decía. En cuanto salieron del callejón, vio el panorama que Vik les había anunciado. Había tres motos y dos rovers que iban en dirección a ellos.

Mierda.

«Piensa, Syn, piensa».

Si tuviera los poderes de Nero…

«Tienes los tuyos y llevan mucho tiempo sin fallarte».

Sí, pero estaba sobrio, lo que lo ponía en una clara desventaja.

Shahara se maldijo por su estupidez. Como, por lo general, los presidiarios no estaban organizados, nunca se había parado a pensar que sus rastreadores pudieran estarlo.

Syn redujo el paso.

—¿Qué haces?

—Si corremos, nos haremos notar. Confía en mí. —Fue hacia donde había más gente—. Vamos a tener que separarnos.

—¡No!

—¿No confías en mí?

Shahara se tragó el miedo.

«No me traicionará».

Pero creérselo era un asunto totalmente distinto. Lo miró a los ojos, que se le veían tan oscuros como el espacio. Sin embargo, a pesar de toda su oscuridad, no estaban vacíos. Vio en ellos al hombre que le había enseñado tanto en tan poco tiempo.

—¿Dónde nos encontraremos?

—En la Miner’s Inn, en la Quinta. Está al lado del campus universitario. No tiene pérdida. Te veré en media hora.

Ella asintió y él la besó en la mejilla.

—Allí estaré. Pero primero tengo que librarme de esos. —Se llevó la mano a la oreja—. Vik, mantén los ojos sobre Shahara para asegurarte de que no la siguen.

—¿Y tú qué? —preguntó ella.

—Una rata sabe cómo correr por una alcantarilla —le respondió y después desapareció al instante entre la gente.

Estaba allí un momento y al siguiente estaba totalmente sola.

Recorrió con la vista la multitud que la rodeaba, buscando otros rastreadores. Todos los que tenían su formación se movían de una cierta manera. Incluso cuando trataban de ocultarlo, resultaba evidente para los que, como ella, sabían qué buscar.

Agachó la cabeza y cambió de dirección.

• • •

Syn miraba con cautela para localizar a todos sus perseguidores. Ocho…

No, nueve. Había también una mujer vestida de marrón que parecía estar hablando con alguien.

Todos bien entrenados y todos siguiéndolo.

—Venid a recibir.

Era lo que siempre decía cuando se encontraba acorralado en las calles. Pero lo que ellos no sabían era que, en las calles, él nunca estaba realmente acorralado.

Se metió la mano bajo la camisa y sacó sus puños de titanio, unas tiras que se ponía alrededor de la mano para formar una especie de guante con púas. Si sacaba la pistola y comenzaba a disparar, las autoridades lo atraparían en un momento.

La única manera de salir de aquello era mezclarse entre las sombras e ir uno por uno.

Se encogió ante el recuerdo del puño de su padre golpeándole repetidamente el rostro: «¿Quieres que pare de pegarte? Entonces tienes que ser más listo que yo. Piensa, cabrón. ¿Qué haces cuando son más y están mejor armados? Tienes que ser más hábil».

Las lecciones de su padre habían sido brutales, pero le habían enseñado a sobrevivir y eso se lo agradecía.

Se metió en un callejón, se escondió entre las sombras y esperó hasta que dos de los rastreadores pasaron ante la entrada. Saltó sobre el que tenía más cerca y lo arrastró al callejón, donde lo dejó inconsciente.

Se estaba incorporando cuando el otro rastreador fue a por él. Syn lo cogió del brazo antes de que pudiera disparar y le arrancó el comunicador de la oreja para que no hablase con los demás. Incluso así, el equipo sabría que el comunicador había sido inutilizado, ya que no transmitiría la información de constantes vitales y las coordenadas exactas de su portador.

Con un rápido movimiento, Syn le dio un fuerte puñetazo en el cuello y luego acabó con él a golpes cortos y rápidos.

Se apartó al oír que alguien más se acercaba.

Sí, la cosa se iba a poner interesante.