leagueTop15

Unos potentes focos barrieron la azotea de un lado a otro y convirtieron la oscuridad en una claridad casi diurna. Sólo sería cuestión de minutos que el aparato los localizara.

Shahara notó que el corazón se le encogía en el pecho y miró a Syn.

—Y ahora ¿qué?

—Estoy pensando.

—¿Podrías pensar un poco más de prisa?

Él le dedicó una sombría mirada.

—No eres de gran ayuda.

¿Ayuda? Quiso estrangularlo.

—Tienes suerte de seguir respirando.

Vik se lanzó en picado hacia ellos y se metió en la mochila de Syn como si fuera el nido de una madre.

Shahara lo miró ceñuda.

—¿Qué estás haciendo?

El robot asomó la cabeza.

—No quiero morir, tío. No van en broma. ¿Habéis visto cuántos hay ahí fuera? —Se estremeció—. Uno acaba de dispararme, así que, como vosotros, me estoy escondiendo. Esconderse está bien.

Ella resopló.

—No puedes morir, Vik. Eres un meca.

Él desapareció por completo en la mochila.

—Pueden desmontarme y reprogramarme. Y, créeme, eso sería la muerte para mí. Y ahora calla antes de que nos encuentren. Recordad… escondeos, gente, escondeos.

Syn lanzó un sordo gruñido y soltó el brazo de Shahara.

—De acuerdo, tengo una idea. Haz lo que yo haga y pisa donde yo pise. Y pase lo que pase, no te quedes detrás. No te esperaré.

A ella el corazón le golpeaba con fuerza en los oídos. Estaban muertos. Lo único que estaban haciendo era retrasar lo inevitable.

Asintió hacia Syn para afirmarle que era una idiota por seguirlo a donde fuera y musitó una plegaria.

Él salió de detrás de la unidad de control atmosférico y abrió fuego contra el rover con su pistola. Shahara se mordió la lengua para no protestar por esa estupidez.

Aquello no iba a servir de nada. Era como darle a un elefante de tres toneladas con el zapato.

—¡No! —gritó Vik revolviéndose dentro de la mochila mientras Syn corría hacia el vehículo—. ¡Déjame salir! ¡Déjame salir! Me he equivocado de mochila. ¡Quiero estar con el saco de huesos que no tiene deseos de suicidarse! —Asomó la cabeza, pero en seguida la volvió a meter—. Para que conste, Sheridan, de joven no eras tan estúpido.

Syn seguía disparando y las luces del vehículo ejecutaban alrededor de ellos un baile enloquecido mientras el piloto trataba de esquivar los rayos.

Abrieron fuego sobre Syn.

«Soy una completa estúpida», pensó Shahara.

Respiró hondo, sacó su pistola e hizo lo mismo que él hacía: abrió fuego sobre el rover.

«Como si esto fuera a servir de…».

Pero a diferencia de Syn, ella apuntó a las luces para evitar que los cegaran.

Syn se detuvo cuando las luces se apagaron y Vik dejó de gritarle obscenidades. Una sonrisa le cruzó el rostro cuando Shahara se puso a su lado.

—Bien hecho, amor.

La tenue luz jugueteaba sobre el cabello de ella, haciéndolo parecer incluso más suave de lo que él sabía que era.

—Como te dije, en esto no tengo rival.

Era evidente que lo superaba en puntería.

Pero la pausa no duró mucho y empezaron a dispararles de nuevo.

—¡Corre! —gritó Syn y se dirigió directo hacia el rover, que ya se alzaba para atacarlos otra vez.

Shahara hizo lo que le decía y, con cada paso que los acercaba a sus perseguidores, en lo único que era capaz de pensar era en que estaban verdaderamente locos por intentar aquello.

O peor. Podía ser el último error de sus vidas.

Los rayos de sus perseguidores estallaban a lo loco, mientras trataban de matarlos a los dos, al mismo tiempo que evitaban darle al rover en alguna parte vital. Si ella pudiera darles a los conductos de combustible…

Syn continuaba disparando y el rover se retiró más allá de la azotea del edificio.

Luego, él se arrodilló y abrió una pequeña trampilla en el suelo. Se dejó caer por el agujero y luego asomó la cabeza para llamar a Shahara.

—¡Vamos!

Ella miró al negro agujero. Parecía muy poco atractivo y no le gustaban nada los espacios pequeños. Pero cualquier deseo que tuviera de discutir se esfumó en cuanto oyó los motores del rover aproximándose de nuevo.

Saltó dentro.

Argh, era de lo más estrecho, incluso para ella.

—¿Dónde estamos?

—¿Y cómo lo voy a saber? Nunca he estado aquí —contestó Syn.

Cerró la trampilla tras ellos, pasando la mano por encima del hombro de Shahara.

—¿Y cómo sabías que existía?

—He visto la trampilla y he decidido que era mejor que quedarnos arriba, a plena vista.

Sacó un bote de pasta selladora y cerró las aberturas de la trampilla para que los ritadarios no pudieran seguirlos.

—¿Y en qué dirección vamos?

Syn sacó a Vik de la mochila. El meca colgaba de su mano como un perrito furioso.

—Ve a explorar, colega.

—¡Que te jodan, Syn! —Se transformó en una gran rata y salió corriendo, pero no sin antes añadir—: Seguro que ahora quisieras haberme hecho más grande, y con armas.

Él no le hizo caso y, a cuatro patas, se dirigió hacia la derecha a una velocidad muy inferior a la de Vik.

Ella siseó cuando la mochila rozó las estrechas paredes y se le clavó en la espalda.

—¿Sabes?, estoy hartándome de seguirte como un perrito perdido.

Syn se detuvo y soltó una sarcástica carcajada.

—Por mí, puedes parar en cuanto quieras.

Se oyeron unos golpeteos en el techo, que Shahara supuso que serían cientos de pies. Bueno, quizá no cientos, pero sin duda muchos más de a los que a ella le gustaría enfrentarse sola.

—Me parece que esperaré a que tus amigos se vuelvan a casa antes de apartarme de ti —respondió y aceleró el paso.

—Aquí. —Él le colocó las manos sobre sus caderas—. Sujétate a mí y no te preocupes de adónde vamos.

Shahara agradeció que Syn tuviera una vista con la que no necesitaba luz y lo sujetó como le decía.

Bajo las palmas, notó la dureza del cuerpo de él, mientras la guiaba subiendo, bajando y torciendo por los inacabables conductos, hasta que ella perdió toda orientación. Aun así, la presencia de Syn la reconfortaba y le daba esperanza.

La sorprendía confiar en él. Algo que hacía mucho tiempo que se había jurado que nunca volvería a hacer con nadie, a excepción de los miembros de su familia. Pero lo cierto era que, con él, se había encontrado haciendo un montón de cosas que se había jurado no hacer.

Y gracias al cielo, Syn aún no la había traicionado.

Finalmente, lo vio abrir un pequeño respiradero que los llevó a un despacho vacío y destartalado. Telarañas y restos cubrían el suelo, mientras que, en la oscuridad, Shahara oyó corretear animales. Un hedor espantoso la asfixió. Se tapó la nariz para poder respirar y miró a Syn.

—¿Qué es este sitio?

—Creo que es el edificio abandonado que está a unas manzanas de mi apartamento.

Eso explicaría la decrepitud y el hedor a húmedo y podrido.

Syn se acercó a la ventana. Los postigos crujieron de viejos cuando los abrió ligeramente.

—Creo que hemos perdido a los que nos perseguían. Al menos, no los oigo.

—Yo tampoco.

Se apretó el comunicador de la oreja y escuchó lo que Vik tuviera que decirle.

—Ponte el capuchón —le dijo a Shahara mientras él se ponía el suyo.

Buena idea. Los rits escanearían el edificio en cualquier momento y sería fácil localizar dos objetivos de gran tamaño.

Unas luces bailaron en el sucio cristal de la puerta.

—Vienen. —Syn la apartó para que los perseguidores no vieran sus sombras.

De nuevo, a Shahara se le aceleró el corazón mientras se apretaban contra la pared. Él la mantuvo allí aplastada, con su brazo cruzando sobre el pecho en gesto protector. La puerta crujió al abrirse. Ella se quedó sin aliento cuando el haz de una linterna de mano comenzó a recorrer el cuarto.

Cuando el hombre entró, Syn lo agarró por el brazo de la linterna y lo golpeó. El puñetazo no le causó efecto, mientras que, maldiciendo, Syn sacudió la mano como si se la hubiera roto.

El rit esbozó una malvada sonrisa mientras lo cogía por el cuello y lo estrellaba contra la pared.

Sin pensar, Shahara pasó ante Syn y clavó la rodilla en la entrepierna de su atacante con toda su fuerza. Él lanzó un fuerte alarido antes de doblarse en dos. Entonces, ella lo golpeó en las dos orejas al mismo tiempo, un buen golpe de percusión.

El hombre cayó al suelo y Shahara aprovechó para volver a darle una patada en la entrepierna para asegurarse.

Syn se lanzó sobre él.

—Seguro que la próxima vez que un tío te golpee delante de su chica, preferirás caer, ¿verdad?

Se inclinó y comenzó a registrarlo, buscando algo.

El rit no dijo nada. Estaba hecho un ovillo en el suelo, gimiendo y agarrándose sus partes.

Syn se irguió y Shahara vio que llevaba un comunicador en la mano. Reguló la pistola para aturdir y le disparó al hombre. Luego la miró a ella negando con la cabeza.

—Maldición, chica, deberías dejar de dar esas patadas en los huevos. A mí me duelen sólo de mirarlo.

—Ha sido más eficaz que tu puñetazo.

—Eso no lo discutiré.

Salió al pasillo y echó a andar.

Shahara notó que cojeaba un poco.

—¿Estás herido?

—No —contestó en voz baja—. Es una especie de contagio del rit al que has tumbado.

Ella puso los ojos en blanco.

—Sí, claro, pero no te he dado a ti.

—Como ya dije una vez, tus patadas tienen una manera muy especial de grabarse en el recuerdo.

—Deja de actuar como un niño y sácanos de aquí.

Él gruñó.

—¿Para qué me necesitas? Debería soltarte y dejar que los patearas a todos.

Se oyeron voces en el comunicador, hablando en un idioma que Shahara desconocía.

—¿Qué dicen?

Syn alzó una mano para hacerla callar y escuchó.

Cuando las voces cesaron, la miró.

—Están acordonando la manzana. Tienen un rover a cada lado del edificio y un grupo de agentes locales. —Se frotó el cuello—. No me importa llevarme por delante a un rit o a dos, pero no me apetece matar a los agentes locales.

—Es una pena que ellos no tengan la misma delicadeza con nosotros.

Él inclinó la cabeza.

—Creía que no eras sanguinaria.

—Digamos que me estoy hartando de que la gente vaya a por mí todo el rato cuando…

Syn se detuvo y la miró.

—¿Cuándo qué?

Shahara apretó los labios. Por primera vez, comenzó a sentir lo que Syn debía de haber sentido durante años. El abandono. La soledad. Perseguido por algo que no podía cambiar, por algo que había hecho por necesidad.

Era una sensación desagradable y se la habían hecho tragar a la fuerza. ¿Quién era ella para quejarse de aquellos últimos días?

¿Y cómo había conseguido él seguir libre durante tanto tiempo?

Sintió un renovado respeto por Syn y sus capacidades.

—¿Y cómo vamos a escapar de ellos? —preguntó, para cambiar de tema.

—Iremos a la planta baja y buscaremos un buen lugar donde escondernos.

—¿Por qué?

—Tú confía en mí.

Y, de nuevo, se encontró siguiéndolo.

Cuando finalmente él dio con un lugar que le pareció «seguro», ella comenzó a preguntarse si esa noche acabaría alguna vez. Syn se había detenido junto a una hilera de viejas taquillas.

Lo miró dubitativa.

—No estarás pensando lo que creo que estás pensando…

—Cabremos.

Shahara no estaba tan convencida. Extendió la mano y le tocó el duro estómago; al instante deseó no haberlo hecho, porque la invadió una oleada de deseo totalmente fuera de lugar y de lo más inoportuno.

—No lo sé, cachas. No eres exactamente pequeño.

El sonido de pasos impidió que Syn respondiera; abrió una puerta sin hacer ruido y se metió dentro. Cuando ella se dirigía a otra taquilla, la cogió del brazo y la metió con él.

Shahara hizo una mueca cuando Syn le golpeó el pecho con el codo.

—En serio, me gustaría que hubieras encontrado un escondite mejor.

Él no dijo nada y ella soltó un resoplido. No entendía cómo habían podido meterse los dos en aquella estrecha taquilla de metal.

Seguramente hubiese sido suficiente para una persona, pero para dos, era demasiado justa. Cada centímetro de su cuerpo estaba aplastado contra el de Syn y, mientras esperaban, comenzó a notar cómo crecía una parte de él.

Así que no estaba tan furioso como parecía. Sonrió al pensarlo y se dio cuenta de que, por una vez, no le importaba estar en un lugar estrecho.

Syn contuvo el aliento, tratando desesperadamente de no pensar en los pechos de Shahara, apretados contra su diafragma. El cuello de ella le quedaba justo a la altura de los labios, y su piel era mucho más tentadora de lo que él quería que fuera. Por no hablar de los brazos, apoyados uno a cada lado de su cabeza, que lo hacían ansiar un auténtico abrazo.

«Estoy jodido…».

Una dolorosa ansia comenzó a arder en toda la parte inferior de su anatomía. Y, por un momento, no le importó si lo pillaban mientras pudiera tenerla a ella antes.

«¿Qué demonios me pasa?».

La seguridad y la supervivencia siempre habían sido su primer instinto. Pero esa noche, su instinto más fuerte lo hacía proteger a la mujer que más en peligro lo ponía.

Y mientras aquellos ojos dorados se clavaban en él, se sintió perdido. Los labios entreabiertos de Shahara lo llamaban y le resultaba casi imposible no besarla.

¿Por qué no podía ella ver al hombre en él, en vez del pasado que había tenido? Pero ya era lo suficiente mayorcito como para no hacerse ilusiones. La gente traicionaba y tarde o temprano todos lo jodían en su propio provecho.

Shahara no sería diferente.

Pero en ese instante, mirando su confiado rostro, le resultaba difícil no hacer algo que sabía que sería un suicidio.

Shahara notó el cambio en la respiración de Syn y la suya lo imitó al instante. Le puso las manos en las caderas, que se apretaban contra las suyas. Él se estremeció de arriba abajo. Con una sonrisa pícara, Shahara no pudo resistir la tentación de meter la mano entre ambos y cubrirle la entrepierna. Era un gesto osado y no podía creer que lo hubiera hecho, pero su mirada ardiente hizo que valiera la pena.

Se relamió los resecos labios y sintió la terrible tentación de quitarle el capuchón y besarlo hasta que le rogara piedad.

Pero justo cuando pensaba que cedería a ese impulso, oyó pasos que se acercaban.

Syn se puso tenso y le apartó la mano.

Shahara contuvo el aliento.

—¿Ves algo? —La voz era de una mujer con un profundo contralto.

—No —contestó un hombre más mayor—. Sólo los mismos trastos. Tampoco hay nada en el escáner.

—No sé por qué nos molestamos en registrar la planta baja. Sólo un idiota trataría de esconderse aquí. Apuesto a que están en la azotea, buscando la manera de esquivar a los rovers.

—Yo apuesto a que los encontramos en el piso diez.

—Media paga de la semana.

—Hecho.

Shahara vio a Syn tocarse la oreja. Vik debía de estar hablándole, pero él no respondió.

Cuando los dos perseguidores se hubieron alejado, Syn abrió la puerta con cuidado.

—Quédate aquí —le susurró, antes de encerrarla dentro.

¿La estaba dejando para que la encontraran?

«No seas estúpida. Habéis ido demasiado lejos para que te abandone ahora».

Aun así, no conseguía acallar del todo la voz que le repetía que él estaba probando suerte y que la iba a dejar allí para que se enfrentara sola a los rits.

Quizá sólo fuera su culpabilidad, reconcomiéndola.

De repente, la puerta se abrió de golpe y Shahara lanzó un puñetazo.

—Cálmate —siseó Syn mientras esquivaba el golpe—. Soy yo. —Le puso un uniforme en las manos—. Cámbiate tan rápido como puedas.

Ella se llevó al pecho el uniforme rojo de agente y lo miró ceñuda.

—¿Qué has hecho?

—Date prisa.

Sin pensar en el pudor, hizo lo que le decía. Mientras se ponía el uniforme, no pudo resistir echar una rápida mirada a la piel desnuda de Syn. A la curva de su cadera y a su trasero desnudos.

Nunca llevaba calzoncillos.

Hum… Tendría que archivar esa información para más tarde.

Él alzó la vista y la pilló observándolo.

—¿Quieres dejar de perder el tiempo? ¡Vístete!

Se cerró el uniforme mientras trataba de borrar la imagen de Shahara con sujetador y unas minúsculas bragas que deseaba desesperadamente arrancarle con los dientes. Se estremeció al recordar su cuerpo aplastado contra el suyo.

O, mejor aún, desnuda en la cama.

¿Qué le estaba pasando? Estaban a punto de arrancarles las entrañas y sólo podía pensar en el sexo.

Sin duda estaba perdiendo la cabeza.

Aunque, de no ser por ella, seguiría detenido.

Una parte de él deseó estarlo. Lo cierto era que ya no tenía ganas de todo aquello. Todos sus impulsos de supervivencia habían desertado en su apartamento.

«¿Por qué me molesto en luchar?».

Había conservado muy pocas cosas de su pasado. Muy pocas cosas valía la pena conservar. Pero malditos fueran aquellos cabrones por haber hallado su mochila de huida. Lo cierto era que resultaba muy triste que todo lo que valoraba en la vida le hubiera cabido en aquella pequeña bolsa, pero así era.

Y eso también lo había perdido.

Todo. No quedaba nada de los jirones de su pasado. Ni el más pequeño recuerdo. No había nada que pudiese demostrar siquiera que alguna vez había existido.

Entonces, ¿por qué molestarse?

Echó una mirada a Shahara y tuvo la respuesta. Había gente que dependía de ella. Y quería seguir viva. Él la había arrastrado allí y se encargaría de ponerla a salvo.

De una forma u otra.

—¿Estás lista?

Shahara asintió. Sonrió al ver que a él el uniforme le iba grande.

—¿Y si alguien te ve? —le preguntó, mientras agarraba la ropa que le sobraba en el estómago.

—No nos prestarán atención. Están buscando a alguien que no lleva uniforme.

Ese argumento no acabó de convencer a Shahara, pero igualmente dobló su ropa.

—¿Qué hacemos con esto?

—Mételo en la mochila y sujétatela baja y hacia atrás.

—¿No la verán? —preguntó ella, frunciendo el cejo.

—No si tenemos suerte.

—Tienes mucha fe en tu suerte, ¿no?

—En absoluto. La suerte es una mala puta que pocas veces llama a mi puerta. —Su tono era glacial—. Pero tengo mucha fe en la incapacidad de la gente para ver lo que tiene delante de las narices.

Ahora, vamos.

Mientras Shahara lo seguía, pensó en sus palabras. Tenía razón. Durante todos aquellos años, lo habían estado buscando y él había estado viviendo en medio de una gran ciudad, dirigiendo una gran compañía. Eso decía mucho a favor de esconderse a plena vista.

Syn era absolutamente increíble.

Agarró con fuerza su mochila mientras la guiaba por los pasillos llenos de agentes y rits armados, que registraban la zona buscándolos.

Vik ya se hallaba en el exterior del edificio.

—De miedo aquí fuera, jefe. Están buscando tu culo de la peor manera.

Le hubiera contestado, pero no se atrevió por si acaso estaban usando escáneres de reconocimiento de voz. Dentro de la taquilla metálica estaban relativamente seguros porque el propio metal los escudaba, pero en el exterior se aplicaban otras reglas.

—¡Eh! Creo que los hemos encontrado.

Un grupo de agentes pasó corriendo ante ellos, hacia lo que fuera que alguien creía haber encontrado. Dos rits vestidos de marrón se apresuraron ante ellos mientras un tercero iba detrás, con andares lentos y amenazadores.

Había algo en ese que llamaba la atención y no era sólo porque vistiera de negro con muñequeras de púas y pistolas personalizadas.

Él, al igual que Syn, estaba alerta a lo que los demás no veían. No se trataba de un rastreador cualquiera o de un agente de bajo coeficiente mental.

Era un depredador.

Syn bajó la cabeza mientras pasaba a su lado. Pero estaba tan concentrado en ese que no Vio al siguiente y chocó con él.

«Mierda…».

El rit se detuvo y lo miró fijamente. Syn notó que lo reconocía.

Dejó caer la mochila y lo golpeó con fuerza.

—Están aquí —gritó el otro a su comunicador, mientras le devolvía el golpe.

Syn maldijo mientras todos los ojos se volvían hacia ellos.

—Corre —le gritó a Shahara.

Se sorprendió al ver que ella no lo hacía, sino que sacaba la pistola y disparaba al rit.

Las luces de los objetivos láser danzaron a su alrededor mientras rits y agentes iban hacia ellos. Syn esquivó el fuego, se colgó la mochila al hombro y empujó a Shahara hacia adelante mientras sacaba una bomba de humo y la lanzaba.

Ella lo imitó y tiró su bomba en dirección contraria. Hubo disparos por todos lados y algunos fallaron por muy poco.

Por puro instinto, Shahara agarró a Syn del brazo y tiró de él hacia un recoveco de la calle.

Syn primero la siguió, pero luego se dio cuenta de que estaban completamente atrapados. Maldiciendo, la miró y vio el miedo en sus ojos.

—No vamos a conseguirlo, ¿verdad?

—Sí lo conseguiremos. Hace falta algo más que esos cabrones para derrotarme.

Pero antes de poder demostrarlo, una sombra cayó sobre él.

Era el depredador que habían visto antes y su mira láser apuntaba a Syn directamente entre los ojos.