leagueTop9

Devyn permaneció sentado en un perplejo silencio. ¿Su hermano lo quería muerto…? No, no muerto: condenado.

¿Por qué?

No podía creérselo. Nunca le había hecho nada a Paden. Ni siquiera lo conocía en persona. Sólo había oído hablar de él a su padre.

—¿Estás bien?

Devyn estaba completamente anonadado mientras miraba el rostro preocupado de Alix.

—No, la verdad es que no… ¿Estás segura?

Ella asintió.

—Créeme, no es fácil confundirlo. Ese hombre… —señaló la foto— quiere tu cabeza en una bandeja. Vi su identificación y todo. Si Paden Whelms es el nombre de tu hermano, entonces es a él a quien se supone que debo entregarte.

Su hermano se llamaba en realidad Paden Belask, pero se parecía demasiado para no creer a Alix. Después de todo, la gente se cambiaba el nombre y, aunque no le sonara el apellido Whelms, eso no quería decir que no fueran la misma persona.

—No tiene sentido. No lo he visto nunca.

—¿No conoces a tu propio hermano?

Devyn negó con la cabeza.

—Mi padre lo tuvo con su primera esposa. Después del divorcio, mi hermano no quiso saber nada de él y yo nací cuando Paden ya era mayor. La verdad, no lo reconocería aunque se me plantara aquí delante.

—Entonces, ¿por qué tienes una foto de él?

—Por si me lo encuentro por casualidad. Sólo quería saber qué aspecto tenía.

Alix estaba perpleja.

—Pero eso no explica por qué va a por ti.

—Lo único que se me ocurre es que quiera usarme para hacerle daño a mi padre.

Ella inclinó la cabeza.

—¿Él le ha hecho algo?

—No. La verdad es que todo lo contrario. Se ha cuidado de Paden toda su vida. Ese cabrón tiene su propio fondo creado por mi padre. Pero, en cambio, lo odia a muerte y no quiere saber nada de él.

—¿Por qué?

—En mi opinión, porque es un estúpido egoísta. Pero lo cierto es que no lo sé. No es algo de lo que mi padre hable nunca. Sólo tengo esa foto y únicamente para recordarme que tengo un hermano por ahí. Siempre había pensado que algún día nos encontraríamos, pero no porque él estuviera yendo tras de mí para arrestarme.

—¿Se lo vas a decir a tu padre?

Devyn lo pensó, pero no podía.

—No saldría nada bueno de eso. Paden ya le ha hecho suficiente daño rechazándolo. Saber esto… mataría a mi padre.

Ella no tenía forma de saber si sería así, de modo que confió en su palabra.

—Bueno, pero lo que sí te puedo decir es que tu hermano no es un hombre agradable.

—¿En serio? Y yo que había pensado que sería todo dulzura.

Su sarcasmo la divirtió. Era curioso que pudiera hacerla sonreír incluso en los peores momentos.

—¿Y qué piensas hacer?

—No te ofendas, pero no pienso decírtelo. Aún no estoy totalmente seguro de poder fiarme de ti.

Esas palabras le dolieron, pero lo entendió. Devyn no tenía ningún motivo para confiar en ella, sobre todo después de lo que acababa de averiguar.

—Muy bien. Entonces me vuelvo a mi habitación.

Devyn no dijo nada mientras Alix se marchaba. En parte quería retenerla, pero ¿para qué? Si su padre no hubiera descubierto sus mentiras, ella aún seguiría intentando traicionarlo.

«Para proteger a su familia».

Sí, pero…

«Yo haría lo mismo».

Le hubiera gustado decirse que no, pero en el fondo sabía que era la verdad.

Y en ese momento tenía otro enemigo al que investigar.

• • •

Alix fue a la cocina a buscar agua para llevarse a la habitación. Se detuvo al encontrar allí a Omari, dando de comer a Manashe.

Pero eso no fue lo que la dejó parada, sino que el chico tendiera la mano y abriera la puerta de la unidad de refrigeración sin tocarla. Y, después, que una botella de gaseosa a distancia flotase en el aire y… se estrellase contra el suelo.

Omari soltó una palabrota.

—Nunca voy a cogerle el tranquillo. Me fastidia que Nero lo haga parecer tan fácil.

Manashe ladró hacia Alix, lo que hizo que Omari se volviera. La expresión de sorpresa de su rostro seguramente igualaba a la de ella.

—¿Tú también eres trisani?

Un tic apareció en la mandíbula de él mientras recogía la botella con su brazo cibernético. Alix vio el pánico en sus ojos.

—No pasa nada, Omari. No le contaré a nadie tu secreto. ¿Lo sabe tu padre?

—Sí. —Volvió a meter la botella en el refrigerador—. Por eso estoy con papá en vez de en casa con mis abuelos. A los chillers les resulta más difícil encontrarme.

«Chillers» era un término que se aplicaba a los que estaban entrenados para dar caza, esclavizar y matar a los trisani. Eran un sector de la Liga a la que sólo los asesinos superaban en brutalidad.

—¿Lo sabía él cuando te salvó?

—No. Ni siquiera yo lo sabía entonces. Mis poderes no se manifestaron hasta que llegué a la pubertad. No tenía ni idea de por qué mi familia se mudaba constantemente. Mi madre siempre decía que era el trabajo de mi padre lo que nos hacía cambiar de sitio. Hasta que crecí y miré hacia atrás, no empecé a juntar las piezas de por qué la mitad de nuestras mudanzas las hacíamos en plena noche, y a darme cuenta de que mi madre era humana, pero mi padre no.

Se habían pasado la vida huyendo. Pobre chico. Alix no se podía imaginar lo duro que debía de haber sido para él.

—Echas de menos a tus padres, ¿verdad?

Omari se encogió de hombros mientras le daba una golosina a Manashe.

—No mucho. Mi padre biológico era un gilipollas furioso que odiaba a todo el universo. El resentimiento se lo comía vivo. Pero sí echo de menos a mi madre… y a mis hermanos. Ella era la clase de mujer que podía hacer que hasta el peor de los días mejorase. Por mal que fueran las cosas, siempre encontraba algo bueno.

—Lo siento, Omari.

—No pasa nada. Tengo mucha suerte de que papá abandonara su carrera militar por mí. Puede que me haya costado un brazo y una pierna, pero valió la pena. No podía pedir una familia mejor de la que tengo. Sé que a él no le gusta vivir en el espacio todo el tiempo. Igual que mi madre, aprovecha todo lo que puede de nuestros viajes humanitarios, pero veo cómo mira las fotos de casa y sé lo mucho que la echa de menos.

Alix lo lamentó por ambos.

—¿No vais por allí?

—No mucho. No se queda en un mismo sitio más de unas horas, porque no quiere que los chillers me encuentren. Por cierto, no le digas a él que sabes lo de mis poderes. Se pone de los nervios siempre que alguien se entera.

—No lo haré. Y puedes confiar en mí, Omari.

—Créeme, esta es una tripulación en la que se puede tener confianza. No hay nada que no hiciéramos los unos por los otros.

Alix cogió agua del frigorífico.

—Gracias, cielo.

Él esbozó una sonrisa pícara.

—¿Sabes? En realidad no te pareces en nada a Clotilde. Pero resulta raro oír tu voz saliendo de su cara.

Alix se detuvo.

—¿Tú la conocías?

—Sí. —Omari sacó una caja de dulces de un armario—. Una mala persona. Era todo amabilidad conmigo cuando papá estaba cerca, pero en cuanto él se marchaba, se volvía una auténtica psicópata. Se le iba la cabeza y se convertía en una zorra insultante y autoritaria.

—¿Se lo contaste a tu padre?

—No. Él la amaba y ella lo trataba bien. Supuse que yo no era nadie para fastidiar lo que había entre ellos.

—No creo que tu padre quiera que su felicidad sea a costa de la tuya.

—Eso lo sé ahora, pero entonces era un niño… y fui un estúpido.

—No. —Alix le sonrió—. Fuiste bueno. La mayoría de los niños no hubieran sido tan considerados ni altruistas.

—No puedo decir que fuera completamente desinteresado. En aquel tiempo, parte de mí aún temía que mi padre me abandonara, así que no quise decir nada contra ella, no fuera a ser que él me dejara.

—Excepto por ese comentario sobre que no era tu auténtico padre, ¿no?

Omari rio.

—Sí, eso fue muy perverso por mi parte. Justo antes de que conociera a Clotilde, le dije que no era mi auténtico padre y que no tenía por qué obedecerle, que no tenía derecho a decirme lo que tenía que hacer.

Alix le dio unas palmaditas en el brazo.

—Todos les hemos dicho algo parecido a nuestros padres.

—Sí, pero él pareció tan dolido… Como si le hubiera dado una patada en la entrepierna. No quiero hacerle eso nunca más.

—Estoy segura de que no lo harás. Se ve en sus ojos lo mucho que significas para él y lo orgulloso que está de ti.

—Gracias. Por cierto, sólo para que lo sepas, papá nunca miró a Clotilde como te mira a ti.

—¿Perdona?

Omari abrió la caja de dulces y cogió un puñado de cubitos azucarados.

—No soy tonto, Alix. Estoy seguro de que habéis estado juntos. Hay… algo diferente en mi padre cuando te mira. Es como si te viera. No lo que quisiera que fueras, sino lo que eres en realidad. Nunca hizo eso con Clotilde. Lo que veía en ella era una pura fantasía.

—Eso no me hace sentir mucho mejor.

El chico rio.

—Lo siento. No me refiero a fantasías como arrancarle la ropa y cabalgarla por la sala. Lo que veía era la vida que quería para sí, pero ella no era la adecuada.

—¿Y cómo es esa vida?

—Como la de mis abuelos. Tener una compañera con la que siempre pueda contar mientras le cae toda la mierda encima.

—¿Sabes, Omari? Lo triste es que creo que eso es lo que queremos todos.

Era una lástima que sólo fuera un mito creado por los soñadores y los idiotas.

• • •

Devyn estaba solo. Se había asegurado de que Vik no pudiera acceder a la habitación mientras él trabajaba. Lo que estaba haciendo… No quería que ningún informe llegara a su padre.

Ya era hora de ponerse a trabajar en serio y no quería testigos. Lo que nadie sabía, o lo que él nunca reconocería, era que en lo referente a piratear ordenadores, era tan hábil como su padre.

Y quería llegar al fondo de lo que estaba pasando. De modo que en la soledad de sus aposentos privados, empleó la señal localizadora que los rits habían activado en el chip que Alix llevaba insertado en el brazo para hallar su origen.

No llegaba de Ritadaria, sino que lo condujo a un transmisor que empleaba frecuencias de subespacio y que estaba bastante cerca de ellos.

El cabrón de su hermano estaba usando aquella señal para localizarlos.

—Eso es.

Devyn iba a emplear esa misma señal para dar con Paden. Entrecerró los ojos y fue trabajando hasta que pudo abrir el canal del audio.

Fantástico, Paden estaba en la cama con alguien. No era eso lo que Devyn quería oír.

Bajó el volumen y decidió aprovechar el momento para acceder al ordenador de Paden. Como este estaba ocupado, no se daría cuenta de que alguien estaba metiendo las narices en sus archivos.

Al cabo de unos segundos, había localizado el documento encriptado que contenía las escuetas órdenes procedentes de Merjack: «Atrapa a Kell, cueste lo que cueste».

Muy desagradable, la verdad. Pero ¿qué esperaba, después de lo que le había contado Alix? Pero le dolía que el hermano al que nunca había conocido los odiase tanto a su padre y a él como para tratar de acabar con ambos.

Qué redomado cabrón. Poco sabía Paden que, de tener éxito, tendría que enfrentarse a la madre de Devyn. Y, en ese caso, ¡que los dioses lo ayudaran! No obtendría la menor piedad.

Pero su hermano no sabía lo peligroso y tenaz que era Devyn. Y ese archivo con las órdenes le acababa de proporcionar la huella que necesitaba para seguirlo hasta su origen.

Merjack.

Perdió la noción del tiempo mientras rebuscaba en los archivos de este. Lo más frustrante era que todo parecía de lo más legal.

Todo.

—Venga, cabrón. Sé que tiene que haber algo…

Sonó su comunicador.

Lo cogió y lo activó sin mirar la identificación de la llamada.

—Tenemos un problema, colega.

Tardó un segundo en reconocer la voz sobre el ruido de la estática.

—¿Sphinx?

—Sí. Adivina dónde está Taryn.

—En la cama de alguna mujer.

—Ojalá… No. Está en la cárcel.

Devyn alzó las cejas ante esa respuesta tan inesperada.

—¿Qué?

—Creo que nuestra nave está pinchada y que alguien se ha enterado de que íbamos a ayudaros. Han detenido a Taryn por una estupidez burocrática, pero es suficiente para retenerlo hasta que aparezcan los administradores de su padre. Mientras tanto, a Starla le han impedido despegar por un fallo mecánico en la nave y no le permitirán marcharse hasta que esté reparado. En resumen, que uno tenga mala suerte… es posible. Pero ¿ambos? No lo creo. Esto es una mierda, tío. Un mal rollo que te cagas.

Devyn no podría estar más de acuerdo.

—¿Estáis todos bien?

—Aparte de tener que aguantar a Zarina, sí. Taryn quiere que vaya a reunirme contigo en un caza para que al menos tengas a uno de nosotros a tus espaldas.

—No —dijo Devyn y miró alrededor preguntándose si alguien los estaría escuchando en ese momento. En tal caso, no quería darle nada que pudiera usar—. No necesitamos más suministros. Tenemos suficientes comestibles.

—Cabrón astuto. Ya lo he pillado. Pero igualmente podemos enviar a alguien.

—Está bien. No comemos tanto. Tenemos mucho cuidado con la basura y tengo más de un compactador a bordo para ocuparnos de ella.

—Lo entiendo. Pero nos necesitas… Haz que Nero nos diga algo, a poder ser con tiempo para que podamos ayudarte, y, en cuanto sea posible, nos reunimos todos.

—Sí, comida para llevar servirá. Ha pasado tiempo, pero me iría bien un poco.

Sphinx rio.

—Muy bien. Ten cuidado.

—Tú también. —Devyn cortó la transmisión y apretó los dientes, furioso.

Las cosas se estaban poniendo realmente feas.

Activó su consola para grabar lo que transmitiera el canal de Paden y luego fue a informar a su tripulación de que seguramente las comunicaciones también estaban pinchadas. Lo cual tenía sentido. ¿Qué mejor prueba que sus propias voces charlando sobre actividades ilegales? Y mientras caminaba hacia el puente, comenzó a preocuparse. ¿Qué le había dicho a Alix? ¿Había admitido que hacía algo ilegal?

Mierda, siempre tenía mucho cuidado con eso. Pero ¿la habría fastidiado?

Estaba seguro de que sí. Las únicas preguntas eran quién lo habría oído y si lo habría grabado.

«Con la suerte que tengo… seguro que lo han hecho.

»Soy un idiota».

Devyn sabía que siempre existía la posibilidad, pero aun así… en la seguridad de su propia nave, era fácil olvidar que alguien podía acceder a su audio. Como no era un proceso fácil, en general no se hacía.

Pero era posible…

Cabreado por su descuido, encontró a Sway en el puente, teniendo sexo telefónico con su esposa. Esa noche todo el mundo tenía sexo menos él.

Bueno, si alguien estaba escuchando, aquella conversación se le iba a indigestar. Carraspeó justo cuando Claria lamía literalmente una parte de la anatomía de Sway en la que Devyn no quería ni pensar.

El hyshian se irguió en su asiento y silenció la comunicación.

—¿Qué diablos estás haciendo aquí?

—Es mi nave y, la última vez que lo comprobé, yo era el capitán. Perdón por el coitus interruptus. Y, aunque me alegro mucho de que hayáis hecho las paces, tenemos un problema. Necesito que te despidas de tu esposa, pongas el piloto automático, vayamos a buscar a Vik y a Nero y nos encontremos todos en la sala de mando.

Sin esperar respuesta, dio media vuelta y fue en busca de Alix y Omari.

Estos se hallaban en la cocina, charlando con la puerta abierta. Devyn se detuvo al oír su nombre.

—Creo que tu padre es maravilloso, pero no soy estúpida, Omari. Sé lo que les pasa a los esclavos como yo. Lo único que quiero es salvar a mi hermana y a mi madre, si es posible. Lo que me pase a mí no me importa. Pero no quiero que Tempest sufra más.

—Tampoco vamos a dejar que tú sufras.

—Sé que vuestras intenciones son buenas, pero no creo en los sueños. Sólo en la realidad y esta es muy dura.

Manashe alzó la cabeza al captar el olor de Devyn. Se sentó meneando la cola y Omari se dio cuenta de que no estaban solos.

Él entró y le acarició la cabeza al perro. Luego les hizo un gesto para que no dijeran nada mientras los conducía a la sala de reuniones. Los otros ya estaban allí.

Vik frunció el cejo.

—¿Qué está pasando?

Devyn no respondió, mientras elegía la música más fuerte y agresiva que tenía para que sonara en el intercomunicador.

Alix y Nero se encogieron, tapándose las orejas.

—¿Qué demonios es esta mierda? —gruñó Nero.

Devyn cogió la tableta de la mesa y la desconectó del ordenador para que sus palabras no entraran en su red, seguramente pinchada. Escribió en ella.

Han arrestado a Taryn. Starla está retenida. Creemos que nos están espiando. Pueden estar escuchando todo lo que decimos.

Pasó la tableta al grupo, uno a uno, para que pudieran leerlo.

Sway comenzó a usar el lenguaje de signos militar, pero Devyn lo detuvo y le señaló las videocámaras.

Vik puso los ojos en blanco y se enchufó al conector de la red que había en la pared.

—Por el amor de… Ya está. —La música paró al instante—. He asegurado la sala.

Devyn lo miró dubitativo.

—¿Estás seguro?

—Completamente.

—¿Mi padre podría conseguir acceder?

—Probablemente.

Devyn alzó la tableta.

—Entonces, emplearemos esto… por si acaso.

«¿Una gran paranoia o las cosas están de verdad tan mal?». La voz de Nero resonó en su cabeza.

Devyn lo miró y le lanzó sus pensamientos. «Están muy mal».

Nero asintió. «¿Puedo hacer algo?».

«Sal de mi cabeza y déjame pensar mientras escribo».

El trisani alzó las manos en señal de rendición y se cruzó de brazos mientras esperaba que Devyn escribiera lo que estaba ocurriendo. Cuando acabó, les pasó la tableta a los otros.

Sé que vamos hacia una trampa. Quiero que Omari salga de la nave inmediatamente. Nero, ¿puedes lanzar una cápsula de salvamento y llevártelo?

—¡Oh, mierda, no! —gruñó el chico en cuanto lo vio—. Ni pensarlo.

—No te atrevas a discutir conmigo. Soy tu padre.

—Y yo soy tu hijo. Un hombre adulto. Ya es hora de que te des cuenta de que me sé vestir solo, ¿sabes? Ya no necesito que me limpies las babas. Si fuera el abuelo el que estuviera en peligro, ¿te largarías y lo dejarías solo?

Devyn apretó los dientes mientras su furia batallaba con su sentido común.

Pero sabía que Omari tenía razón.

En todo. Él no sería capaz de marcharse dejando a su padre en peligro. Y Omari, por mucho que Devyn no quisiera reconocerlo, ya era un hombre. A su edad, él estaba haciendo su residencia en medicina, durante la cual había gente cuya vida dependía de su capacidad. Y ni siquiera quería pensar lo que ya habían pasado sus padres a la edad de Omari.

El niño había crecido.

Sway le cogió la tableta.

Estamos en esto hasta el final… ¡Gilipollas!

Devyn rio.

—Te odio.

Sway le lanzó un beso burlón.

Él ya estaba escribiendo.

Muy bien. Entonces, al menos tratemos de controlar la situación.

—¿Cómo, genio? —preguntó Vik.

No lo sé. Esperaba que alguien tuviera una idea.

Sway le hizo un gesto obsceno.

Vik se desconectó de la pared.

—¿Sabes? Esa pieza que necesitamos sólo podemos conseguirla en Charisis. Creo que debemos ir allí.

—¿Qué estás haciendo? —le preguntó Devyn articulando en silencio.

—Sígueme la corriente —le respondió Vik del mismo modo—. Tengo un plan.

—Si es el único lugar donde podemos encontrarla… —añadió Sway con voz forzada.

—Entonces, bien —lo cortó Vik, antes de que echara a perder el plan con su penosa actuación—. Vosotros, orgánicos, deberíais descansar un poco. Dejad que el meca se encargue de todo.

—Muy bien, Vik —dijo Sway con la misma voz impostada—. Os veré por la mañana.

Alix no se movió mientras los demás se marchaban de la sala.

Sin pensarlo, cogió a Devyn cuando este pasó a su lado.

—Lo siento mucho —le dijo con voz tensa—. Ojalá pudiera retroceder y…

—Y hacer ¿qué? ¿Qué podrías haber hecho diferente? Además, si no te hubieran enviado a ti, habrían enviado a otro.

Ella miró alrededor de la sala, nerviosa, mientras el calor de la mano de Devyn le atravesaba la piel.

—¿Crees que pueden oírnos?

—Seguramente.

—¿Piensas que tenemos alguna oportunidad?

—Siempre hay una oportunidad. En este caso, no es muy buena. Pero siempre hay algo.

Alix suspiró. Esa vez sí que la había fastidiado bien. La frase «Ninguna buena acción queda sin castigo» le pasó por la cabeza. Lo único que quería era dar una oportunidad a su familia. Una vida mejor que la que ella había tenido.

Un poco de libertad.

Y, sin embargo, sólo había conseguido poner en peligro a todos los que estaban a bordo de aquella nave.

¿Cómo podía haber sido tan egoísta? Miró a Devyn a los ojos y se emocionó profundamente. Él era el único hombre que la había tratado con decencia y, por eso, toda la tripulación y la nave corrían un gran peligro.

Él no podía morir.

No por culpa de ella.

No por las mentiras que le había dicho para proteger a su familia.

Un torbellino de emociones la arrasaba por dentro. ¿Cuándo se había vuelto todo tan complicado?

—Lo siento —repitió, mirándolo y esperando que no la odiara.

Debería hacerlo. Debería detestar hallarse en la misma habitación que ella. Como siempre le había dicho su padre. Pero la manera en que Devyn la miraba…

Este gruñó por dentro cuando sus miradas se encontraron. Casi podía creerla cuando le decía que lo sentía. La suavidad de su rostro, su forma de ser tan dura y femenina al mismo tiempo… Alix lo había puesto en un gran peligro y sin embargo… no podía odiarla.

Ella entrelazó sus largos dedos con los de él y eso hizo que Devyn se sintiera posesivo. La deseaba. Con todas sus fuerzas.

Allí mismo.

En aquel preciso momento.

La acercó a sí y se fundió con su cuerpo.

—Lo siento —repitió Alix y las palabras sonaron tan sinceras que él casi las creyó. Una lágrima le creció a ella en el rabillo del ojo y eso casi le rompió el alma. ¿Cuánto habría sufrido?

Alix valía más de lo que podía imaginarse y Devyn estaba a punto de demostrarle lo que significaba para él.

Le cubrió la boca con la suya y la besó lentamente. A ella se le escaparon unos leves gemidos mientras sus labios se unían con una pasión que casi hizo que a Devyn le fallaran las piernas.

Alix lamentaba todo aquello sinceramente, pero con los labios de Devyn sobre los suyos, lo que más lamentaba en ese instante era que él no estuviera en su interior.

El peligro inminente la hizo estremecer. Se cernía sobre todos los miembros de la tripulación. Todos podían estar muertos en cuestión de minutos, pero en lo único que ella podía pensar era en Devyn y en cómo la hacía sentir.

Especial.

Deseada.

Importante.

Entre sus brazos, Alix no era un cuerpo a mano con el que aliviar una necesidad, sino un ser humano con sentimientos que a él parecían importarle.

Dios, no se merecía su atención y, no obstante, la tenía. La dureza de su pecho contra el suyo mientras sus labios la guiaban. La punta de la lengua enredada con la de ella… Lo único que podía hacer era disfrutar del momento.

Devyn gimió en su boca mientras ella le acariciaba el pecho y más abajo. Si la nave estaba en peligro y eso era el final, él tendría un último placer: Alix.

Soltó un suave gruñido cuando ella se apretó más contra sus muslos. Mierda, estaba tan empalmado… a punto de estallar. Tragó aire y apretó los dientes ante el roce de las caderas de Alix contra su pene. Le pasó los dedos por el largo cabello y le acercó de nuevo la cara para besarla. Para saborearla.

Ella soltó un gemido gutural. La erección de Devyn contra su cuerpo le recordaba lo que era el placer. Él era el único hombre que le había provocado un orgasmo y ese recuerdo acudió a su mente al notarlo rozarse contra ella.

Aquel hombre era una delicia. Quizá no pudiera tenerlo para siempre, pero ¿acaso no se merecía un trocito?

Mientras la besaba con ardor, Devyn le deslizó las fuertes manos sobre el cuerpo hasta llegar al calor de entre sus piernas. Al instante, Alix se humedeció. Él la acarició suavemente, sólo lo suficiente como para hacerla desear más. Ella suspiró contra su boca mientras los besos de Devyn se iban haciendo cada vez más posesivos. En todos esos años, Alix nunca había imaginado que pudiera ser así.

¿Qué había hecho? ¿Qué estaba haciendo en ese momento? Quizá su padre tuviera razón a fin de cuentas. Sólo era una mancha en la humanidad. No se merecía el amor de nadie. Con todo lo que le había hecho a Devyn, con el peligro en que los había puesto a él y a su familia, aún la tocaba como si fuera importante.

El peso de la culpa pudo con ella y se apartó.

—No, no puedo.

Devyn la miró ceñudo.

—¿Por qué no? —Parecía ofendido al apartarse también—. ¿He hecho algo mal?

—No, no eres tú.

Le costaba demasiado pensar teniéndolo al lado. Siempre que lo tenía cerca deseaba tenerlo sobre ella, dentro de ella.

Fue hasta la mesa y se sentó en el borde. Tenía que recuperar la compostura si quería acabar con aquello.

—Entonces, ¿qué pasa?

—¿Cómo soportas mirarme?

Devyn se quedó perplejo.

—¿Qué quieres decir?

—Yo… Todo esto es culpa mía. Todo.

—No diré que no.

Alix suspiró.

—Podríamos morir dentro de nada. Por lo que sabemos, nos podrían estar escuchando.

—Sí.

Alix tuvo ganas de soltarle un guantazo por tomárselo tan bien. Debería estar insultándola, haciéndola sentir como la mierda que era. En vez de eso, le estaba dando la razón.

Dejó caer los hombros y apoyó las manos en la mesa, sintiéndose un auténtico desecho humano.

—No me merezco tu amabilidad en absoluto.

La verdad era más difícil de admitir de lo que había pensado. Se le clavaba en el alma al decirla.

Devyn se merecía a alguien que lo amara y también a su hijo. Era un hombre bueno.

La clase de hombre bueno que podía hacer papilla a alguien si lo miraba mal, pero de todas formas, un buen hombre.

Y los hombres buenos no querían mierdas como ella.

Él se le acercó y le pasó un dedo por la mejilla.

—Nena, lo de merecer no tiene nada que ver con esto. —Se inclinó y la besó con tal ternura que Alix tuvo ganas de echarse a llorar. El calor le recorrió todo el cuerpo y, a partir de ese momento, fue como arcilla en sus manos.

Devyn no podía creer lo poco que ella se valoraba. Era la mujer más extraordinaria que había conocido y se merecía mucho más de lo que se imaginaba. Merecía ser amada por ser quien era y por cómo era: increíble.

Lentamente, le desabrochó los botones de la camisa y se la quitó por los hombros. Verla frente a él, vulnerable, le despertó un instinto de protección tan fuerte que casi lo asustó. Nadie volvería a hacerle daño.

No mientras él siguiera vivo.

Alix no podía creer la intensidad con que Devyn la miraba. Los labios de él volvieron a capturar los suyos antes de comenzar a descenderle por el cuello. Le cogió un pezón con los dedos y jugueteó con él. Ella echó la cabeza hacia atrás y cerró los ojos, disfrutando de la sensación de sus manos sobre su cuerpo. Tragó aire con fuerza cuando Devyn pasó de un seno al otro.

Luego le puso una mano en la espalda y la hizo tumbarse sobre la mesa, sin dejar de besarla y acariciarla.

Se colocó entre sus piernas y su pene, duro bajo los pantalones, la tentó. La tela que los separaba la estaba volviendo loca.

Devyn soltó un fuerte siseo cuando Alix le cogió el miembro. Cómo ansiaba liberarlo y llevarlo a su cálido abrazo, pero aquello no estaba haciéndolo por él. Era para hacerla sentir a ella lo que era ser querida. Por una vez en su vida, y si esos eran en realidad sus últimos momentos, quería que sintiera el amor. Era lo mínimo que podía hacer.

Continuó acariciándola hasta que Alix comenzó a gemir en su boca. Devyn se apartó de ella un instante, sólo el tiempo suficiente para librarse de la tela que los separaba.

Cuando lo hubo hecho, se permitió recorrerla con la vista.

Deliciosa.

Nunca había visto nada tan hermoso.

Recuperó su posición entre sus piernas y esperó poder sobrevivir a aquellos momentos. Que todo lo demás se fuera al carajo, él pensaba aprovecharlos.

Alix disfrutaba de la forma en que Devyn la miraba. Quizá la apreciaba más de lo que ella creía. Tal vez no la odiara por lo que había hecho.

¿Se atrevería a tener esa esperanza?

Él le cogió las manos con las suyas. Ya encima de ella, se las levantó sobre la cabeza y la penetró.

Alix ahogó un grito al sentir cómo la llenaba, perfecta y completamente. Su erección era tan firme que ella temió partirse por la mitad. Pero el placer borró esa idea. Embate tras embate, Devyn se fue hundiendo en su interior hasta hacerla estremecer de placer.

Le mordisqueó la oreja y le fue susurrando con cada movimiento.

—Eres extraordinaria. Tan hermosa…

• • •

Alix cerró los ojos y rogó porque no fuera un sueño. Devyn la estaba adorando con su cuerpo. No había otra manera de describir la forma en que la tocaba. Ella quería soltarse las manos para hacerlo gozar, pero él la sujetaba con la fuerza justa.

Alix tiró una vez.

—No —le susurró Devyn, negando con la cabeza—. Esto es para ti.

Esas palabras aún hicieron que lo deseara más. Separó más las piernas mientras él se hundía aún más en ella. El placer aumentaba con cada caricia. Devyn le besó el cuello y la boca, sin dejar de murmurar con dulzura.

Si iba a morir, Alix quería que fuera en ese momento. Que fuera mientras soñaba y se sentía amada. Por una vez. ¿Era demasiado pedir que aquello fuera real?

Luego, cuando ya no pudo aguantar más, se entregó al placer, gritando su nombre.

Devyn sonrió satisfecho al oírla. Quiso unirse a ella, pero aún no. No hasta que Alix se corriera una y otra vez. Aquel era su momento y él no era un cabrón egoísta que sólo tomaba sin dar nada a cambio.

Se tumbó boca arriba y la dejó llevar la iniciativa.

Ella lo miró anonadada. Nunca había estado encima de un hombre y no estaba segura de lo que debía hacer. Ninguno de los egoístas gilipollas de la nave de su padre le había dejado nunca tener el control.

—¿Estás bien?

Alix asintió, mientras todavía trataba de recuperar el aliento. Esperaba no decepcionarlo.

Devyn notó su vacilación y la agarró por las caderas, guiándola sobre su cuerpo. Cuando ella descendió, él soltó un gemido. Alix estaba aún tan mojada, tan abierta… y la forma en que ponía los ojos en blanco casi lo hizo correrse ya.

Ella se mordisqueó el labio y, tras unas cuantas sacudidas, comenzó a disfrutar cabalgándolo. Lo podía tomar totalmente y lo mejor era que Devyn la observaba todo el rato. Sus ojos entrecerrados le hicieron saber que estaba haciendo justo lo que él esperaba.

Devyn se incorporó un poco, le puso una mano en el cuello y le apartó el cabello, antes de hacerla inclinarse para besarla de nuevo. Con la otra mano volvió a juguetear con un pezón.

Era demasiado. En unos segundos, la tensión alcanzó su máximo y Alix gritó su nombre.

De nuevo.

Devyn no tardó en unírsele mientras ella se desplomaba sobre él.

Alix se quedó entre sus brazos, deseando que aquello durara para siempre. Y Devyn la cogía como si…

Pero no, eso le pasaba a otra gente, no a los esclavos.

No a ella.

Nunca había podido contemplar esa alternativa y eso era algo que tenía que aceptar. Cuando todo aquello terminase, si sobrevivían, tendría que dejarle.

Sólo pensar en separarse de él la desgarraba por dentro como nunca lo había hecho nada.

«Esto es todo lo que tenemos. Este momento.

»No lo dejaré escapar».

Pero no era bastante. Él la había vuelto egoísta y quería vivir aquel sueño para siempre.

Devyn quería saborear eternamente la sensación de tenerla encima. Nunca había sentido así a una mujer. Y su mayor placer había sido verla estallar mirándolo.

Quería verlo de nuevo.

Pensando en eso, se apartó para ponerse los pantalones. Le pasó la ropa y disfrutó viéndola vestirse a su lado.

Cuando acabaron, la cogió en brazos como si fuera una recién casada.

Alix lo miró ceñuda, porque de ese modo la hacía sentirse pequeña, sin peso.

Y, sobre todo, la hacía sentirse querida.

—¿Adónde me llevas?

Devyn le sonrió de medio lado.

—Me has leído el pensamiento, cariño. Primero a mi cama. Luego quizá al suelo y al baño. Y a donde se me antoje.

—¿Antoje?

Qué palabra tan extraña había usado. No le pegaba.

—La palabra favorita de mi tía Tessa. No la utilizo mucho, pero parece cuadrar perfectamente.

Fueron hasta la habitación de él, donde la dejó en la cama y la desnudó con tal rapidez que fue como si se hubiera teletransportado.

Incluso después de dos orgasmos, Alix aún tenía una mirada ardiente en los ojos.

—Ven aquí —le ordenó.

—Creo que he creado un monstruo —bromeó él, que estaba disfrutando de cada minuto.

—En lo que a ti respecta, capitán, no creo que nunca pueda tener bastante.

Esa admisión lo hizo endurecerse al momento. «¿Qué me pasa? Me estoy volviendo un adicto».

Y la cosa era que no quería curarse. Sobre todo si eso significaba renunciar a ella.

A Alix le encantaba estar en la cama de Devyn. Su olor, masculino e intenso, impregnaba las sábanas. Deseó hundir la nariz en ellas e inhalar el aroma cálido y delicioso durante días. La sedosa suavidad de las sábanas sobre su cuerpo desnudo la hacían sentirse femenina. Y deseada.

Dos cosas que sólo Devyn había logrado hacerla sentir. Y allí, en su cama, le hizo el amor hasta dejarla agotada y jadeante.

Cuando estaba convencida de que su cuerpo jamás volvería a funcionar, él se apartó para mirarla.

—Con todo esto, necesito una ducha. —Dicho lo cual, le sonrió, se levantó y fue al cuarto de baño.

Ella gimió al ver su perfecto culo alejándose.

Unos segundos después, se oyó correr el agua y no pasó mucho rato antes de que Devyn saliera y le tendiera la mano para que se le uniera.

Al instante, ambos estuvieron bajo el agua y besándose con tanta intensidad que Alix se preguntó si podría morir del puro placer de estar con él.

Pero ¡qué manera de morir! No podía imaginarse una manera mejor que sofocada por sus besos.

Devyn le hundió los dedos en el mojado cabello y la alzó apoyándola contra la pared. Antes de que Alix se diera cuenta, se había hundido en su interior. Suave por el agua y duro como un clavo.

—¿Sabes lo que me haces?

Devyn la contempló con tal intensidad, que fue una maravilla que ella no se quebrara ante el peso de aquella mirada. Luego la penetró una y otra vez hasta que ambos se corrieron.

A continuación se enjabonaron el uno al otro. Él le lavó el pelo con una sorprendente ternura, tomándose tiempo para ponerle crema suavizante y para el aclarado.

Era como estar en el cielo.

Devyn era tan cariñoso…

Incluso le masajeó los hombros mientras el agua descendía en cálidos hilillos por su cuerpo. Alix podría morir feliz.

Acabaron de ducharse y volvieron al dormitorio.

Mientras él se vestía, la recorrió con otra devoradora mirada.

—Aún podría comerte, pero ya llevo mucho rato vagueando. Tengo un enemigo al que localizar.

Y ella tenía tareas que atender. Así que lo besó y lo miró salir del cuarto.

Luego acabó de vestirse y se estremeció al darse cuenta de lo que los esperaba.

Merjack y Whelms no se darían por satisfechos hasta que Devyn muriera. Eran como locos a los que no se podía convencer con la razón ni con la inteligencia.

Él iba a morir.

Y seguramente ella también.