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–¿Alix? Tenemos un problema. ¿Puedes venir al puente, por favor?

Acababa de colgar el vestido que Zarina le había regalado, un espléndido traje negro tan suave que debería ser pecado.

Sabía que ella nunca se lo pondría. Pero tal vez Tempest sí.

«Suponiendo que sobrevivamos a esto».

—Ya voy, Vik. —Apretó el botón para cerrar el armario y salió al pasillo. Sin duda, los otros habrían visto ya el «regalito» de Whelms.

Al entrar en el puente, vio a Devyn y a Vik ante un panel, discutiendo un escape en el conducto de combustible.

Qué raro que Vik estuviera allí después del despegue.

Pero esa idea se le desvaneció mientras apretaba los dientes al ver la fuga. «Muchas gracias, idiota». Un escape como aquel podía matarlos.

Maldijo a Whelms mentalmente y miró a los hombres con inocencia, fingiendo no saber lo que le había pasado a la nave.

—¿Qué ocurre?

Devyn señaló el área roja sobre el plano.

—Ha saltado un sello y estamos perdiendo fuel a toda pastilla.

Alix se obligó a no reaccionar ante la estupidez del agente ritadario cuando se fijó en su otro «regalito».

—Y también líquido del sistema hidráulico.

—¿Qué? —preguntó Devyn frunciendo el cejo.

Alix señaló un punto en el diagrama.

—En este momento no tienes hipervelocidad y sólo un control limitado de los estabilizadores. No podrás hacer ninguno de tus trucos de piloto hasta que lo reparemos.

Y si se encontraban con algún inesperado detrito en el espacio, les costaría esquivarlo y eso también podía matarlos.

Sí, Whelms no era la bombilla más brillante de la lámpara.

Devyn arrugaba la frente, perplejo.

—¿Cómo ha podido no verse esto en el test preliminar de lanzamiento?

Alix esperó que no descubriera su mentira.

—Quizá haya saltado algo durante el despegue —dijo.

Devyn soltó una palabrota.

—¿Lo puedes arreglar?

—Puedo intentarlo.

Él dirigió una mirada a Omari, que dormitaba en la silla y Alix vio el miedo destellar en sus oscuros ojos. Ese instinto de protección la enterneció. A diferencia de su padre, Devyn moriría por proteger a su hijo.

—Necesitamos estar totalmente operativos. Inmediatamente.

—Haré lo que pueda, capitán.

Alix se dirigió hacia la puerta y vio que Vik la seguía.

Lo miró ceñuda.

—¿Quieres algo?

—Voy contigo para echarte una mano si la necesitas.

Genial. Justo lo que necesitaba. Algo más para ponerla nerviosa.

—¿No deberías estar en tu puesto?

—Lo estaba, pero el escape interfería con la comunicación, así que he venido para decirle a Devyn lo que estaba ocurriendo y ver si podía solucionarlo.

—Me resulta extraño que sepas tan poco sobre el mantenimiento de la nave.

—¿Porque soy un meca?

Ella asintió.

—No es muy diferente de que tú no seas médico. Sólo porque seas humana, no significa que tengas una capacidad innata para la cirugía de los de tu especie o para curar pequeñas enfermedades, por no hablar de las graves.

—Cierto. Pero yo tampoco puedo cargarme un programa y aprender algo muy complicado en unos cuantos minutos.

Vik apretó el botón del ascensor.

—Ni te pueden piratear en busca de los planos, diagramas y vulnerabilidades del sistema.

—¿Qué?

El meca entró en el ascensor y apretó el botón de la cubierta inferior.

—No tengo un conocimiento autónomo del funcionamiento de la nave, porque el padre de Devyn teme que alguien pueda piratear una de mis bases de datos y emplearlo contra su hijo. Lo cierto es que no tengo conocimiento de las debilidades de Devyn, su historial médico o nada que pueda ser empleado contra él. De Omari tampoco por lo mismo.

Eso la sorprendió.

—¿En serio?

Vik asintió.

—Entonces, ¿cómo te encargas de la seguridad de la nave?

—Tengo que conectarme a ella para verla. Todo eso va a una memoria caché temporal mía mientras estoy conectado. Cuando me marcho de mi puesto, todos esos datos se me borran.

Así que esa era la verdadera razón por la que se lo veía tan poco durante el vuelo. Tenía sentido.

—¿Su padre es tan paranoico?

—No. Su padre es tan bueno. Syn entiende los ordenadores y la mecánica hasta un punto que da miedo. Hay veces en que me pregunto si no es más meca que yo. Sabe exactamente cómo entrar en una red segura y encriptada y averiguar cosas sobre la gente que te dejarían parada. Puede controlar todo el universo con unas cuantas teclas bien escogidas.

Alix sintió que se le caía el alma a los pies al pensar en el padre de Devyn haciendo averiguaciones sobre ella.

«No te dejes llevar por el pánico. No hay forma de que pueda piratear el sistema de un gobierno». Merjack le había asegurado que habían borrado todo rastro de su pasado.

Era un fantasma y ni siquiera un ladrón informático podría acceder a su historia.

• • •

Devyn cogió su comunicador mientras seguía revisando la nave en busca de otros posibles problemas. Miró el identificativo y vio que era el número de sus padres. Se llevó el comunicador a la oreja y lo activó.

—Hola, mamá.

—Soy el elemento masculino de la unidad parental. Ni tan guapo ni tan feroz como tu madre, pero también te quiero.

Devyn sonrió al oír la profunda voz de su padre.

—Perdón, papá. Es por la hora. He supuesto que eras mamá para arroparme en la cama.

El hombre se rio.

—Sí y también querrá que sueltes el eructito, seguro.

—Probablemente. ¿Has encontrado algo sobre nuestro fantasma?

Su padre vaciló un instante antes de responderle.

—¿Está ella por ahí? ¿Puede oírnos?

—No.

—Bien, porque sin duda hay algo raro en su situación.

Devyn miró su cronómetro. Hacía menos de dos horas que le había pedido que buscara y ya tenía una respuesta… Eso podría ser un récord incluso para su padre.

Y pensar que los «expertos» de Claria no habían encontrado nada después de buscar durante días…

—Ilumíname.

—Su padre, Tyson Gerran, era el típico fletador, con deudas hasta el cuello con media docena de acreedores. Provenía de las clases más bajas del desierto de Kronobian y era hijo de una de las ramas nómadas de los boudins. Se vendió al ejército cuando tenía diecisiete años y lo asignaron a la tripulación de la Águila de Plata.

—¿Una nave de la Liga?

—No. Ejército local estrictamente. Su hoja de servicio es correcta. Nada fuera de lo común, ni por un lado ni por el otro. Cumplió sus quince años de servicio y se ganó la libertad. Y entonces regresó con su padre: vendió a este junto con su madre y sus hermanos pequeños como esclavos y con el dinero que consiguió pagó la entrada de su propia nave.

Devyn tragó aire ante una traición tan descarada que casi le costaba de entender.

—Eso sí es tener sangre fría. Pero ¿qué tiene todo esto que ver con Alix?

—Resumiendo, es una esclava. Igual que su madre, Doria, y su hermana de quince años, Tempest. Todas pertenecían a su padre, que las marcó como tales cuando nacieron. Hace unas semanas lo ajusticiaron por contrabandista.

Devyn se quedó helado mientras la verdad lo golpeaba como un puño. ¿Cuántas mentiras le había contado Alix?

¿Tenía una hermana viva?

¿Y una madre?

Y era una esclava…

—¿Quién lo ejecutó?

—Los rits.

Se le paró el corazón al oír el tono de su padre. Este era ritadario… pero no era en absoluto amigo de ese gobierno desde que junto con su esposa habían derrocado a la casa gobernante, varios años antes de que Devyn naciera.

La cosa se estaba poniendo cada vez más fea.

—¿Crees que es una coincidencia?

El hombre soltó un bufido.

—¿Y tú?

—No, no creo en coincidencias.

—Sabía que te había educado bien.

Eso era cierto y en ese momento su instinto disparó todas sus alarmas.

—¿Has encontrado algo más?

—Sólo que iban a subastarla junto con su madre y su hermana. El gobierno ritadario detuvo la subasta casi cuando ya las llevaban al mercado.

—¿Por qué?

—De eso no hay ningún registro. Sólo se indica que la subasta se canceló.

Devyn soltó aire lentamente. Eso era muy interesante.

—Y así, ¿a quién pertenecen?

—Al gobierno rit. Se las ha quedado para cubrir la deuda de su padre por el coste del juicio y de la ejecución. Me encantan los rits y su sentido de la ironía.

Eso sólo le permitía a Devyn llegar a una conclusión.

—Es una espía.

Su padre hizo un sonido de asentimiento.

—Apostaría a que Merjack la está empleando para obtener información que pueda emplear para freírte.

—¡Mátala, hijo! No dejes que esa perra te haga daño.

Devyn sonrió ante la sanguinaria orden que su madre gritaba desde la otra punta de la sala. ¡Menuda mujer! Su furia se disparaba a la mínima. Sólo la controlaba con él.

—Dile a mamá que no se preocupe.

—Eso es muy fácil de decir. Ya se ha puesto el traje de combate y está lista para reunirse contigo en tu siguiente parada y matar a Alix ella misma. He tenido que desarmarla tres veces desde que he empezado la búsqueda, por eso he tardado tanto en averiguar todo esto. Estás haciendo que mi vida sea un infierno, colega. Que no te pase nada o nunca me dejará en paz.

—Yo me encargo.

Su padre soltó una sarcástica carcajada.

—En serio, no sé a qué están jugando, pero sabes lo mucho que le encantaría a Merjack pillar a alguno de nosotros. Hagas lo que hagas, no te acerques a territorio rit.

—No te preocupes —contestó Devyn—. Un hombre sabio me dijo una vez que el enemigo conocido es mejor que el desconocido y mientras sepa con quién y con qué estoy tratando, puedo controlar la situación.

—Sí, pero a lo que yo estoy dispuesto a enfrentarme y a lo que estoy dispuesto que se enfrente mi hijo son dos cosas diferentes. Tú pisa con cuidado durante todo el camino.

—Lo haré, papá. Te lo prometo. Os quiero. Luego te llamo.

—¡Lanza a esa zorra por una esclusa antes de que sea demasiado tarde!

Devyn negó con la cabeza al oír el tono furioso de su madre.

Su padre suspiró.

—Nosotros también te queremos. Si necesitas algo, lo que sea, llama.

—Devyn, cariño… —Su madre debía de haberle cogido el comunicador a su padre, porque su voz le llegaba directa al oído y sonaba grave y letal—. La matas, ¿me oyes? No corras ningún riesgo. Quiero que me envíes su corazón. Y no te atrevas a dejarte llevar por la compasión. Acaba con ella antes de que os haga daño a ti o a Omari.

—¿Ese es tu consejo materno?

—Totalmente. Como te toque aunque sea un pelo, la haré tantos pedazos que me suplicará que la mate. Nadie toca a mi hijo.

Devyn tuvo que contener la risa al oír una amenaza que sabía que su madre era capaz de cumplir. Como su padre había dicho, era menuda pero feroz.

—Muy bien, mamá. Ahora tengo que dejaros. No puedo matarla mientras hablo con vosotros.

—Esto no es ninguna broma, Devyn —replicó la mujer.

Devyn miró hacia Omari, que dormía tranquilamente, con Manashe dormido a sus pies.

—Te aseguro que lo sé. Me voy a encargar de ello. Yo no voy a poner en peligro a Omari más de lo que tú me pondrías a mí.

—Bien. Te quiero, encanto.

—Y yo a ti.

—¿Y?

Devyn hizo una mueca de contrariedad. Lo único que odiaba de hablar con su madre… lo más penoso y pesado en lo que ella insistía…

Le mandó un beso.

Ella se lo devolvió.

—Buenas noches, cariño. Duerme tranquilo… después de acabar con esa zorra.

—Buenas noches, mamá.

Apagó el comunicador y se pasó la mano por el pelo, debatiendo qué debía hacer.

¿Hablar con ella o esperar?

Si se encaraba con Alix, esta volvería a mentirle. Él ya había perdido la cuenta de todas las mentiras que le había dicho.

Pero si esperaba… quizá pudiera volver las tornas contra Merjack. Ese hombre odiaba a sus padres. Aunque el padre de Merjack casi había matado al de Devyn y le había destrozado la primera mitad de su vida, el ritadario aún quería su sangre.

¿Y por qué?

Porque el padre y el abuelo de Merjack habían cometido un asesinato y el padre de Devyn había sacado las pruebas a la luz y los había llevado ante la justicia.

Era evidente que había poca cordura en el patrimonio genético del ministro.

Aunque eso no importaba. Lo que importaba ahora era desenmascarar a la traidora que había entre ellos.

Y, pensándolo bien… a la mierda la piedad y que se jodiera el engaño. No estaba en su código genético ser manipulador y liante. Devyn Kell podía ser muchas cosas, pero no era un cobarde.

Era el momento de enfrentarse al demonio que había entre ellos y hacerlo gritar. Quizá con Clotilde hubiera estado ciego, pero esta vez, él tenía la ventaja.

• • •

—¿Así que Devyn tiró por la borda toda su carrera militar para salvar a Omari?

Vik asintió mientras la ayudaba a reparar el sistema hidráulico, que era lo único que se podía arreglar sin necesidad de piezas de recambio. Alix estaba desviando los tubos para compensar la pérdida. Si los atacaban, eso les daría el impulso y la estabilidad que necesitaban sin destrozar los motores.

Vik, mientras, le sujetaba los cables en alto para que ella pudiera acceder a los tornillos.

—Quiere a ese chico más que a nada.

Alix frunció el cejo ante el tono serio del meca.

—Pero ¿a ti no te resulta extraño el concepto de amor?

—En absoluto. Entiendo ese sentimiento perfectamente. Es el odio lo que me desconcierta. No comprendo que se encuentre placer en la crueldad.

Alix se detuvo para mirarlo.

—¿Sabes, Vik? A veces eres sorprendentemente humano.

—Lo sé. Pero me pregunto si los sentimientos que tengo son reales o tan sólo estímulos eléctricos en el córtex, que simulan las emociones humanas. Me gustaría saber si son reales o imaginarios.

Ella le sonrió.

—Y eso es lo que te hace completamente humano, guapo. Todos tenemos las mismas dudas.

—¿De verdad?

—Todos los días. Mi madre siempre dice que las emociones son lo que los dioses nos dieron para distraernos del dolor de la vida. Son lo que la hace soportable y lo que nos hace seguir adelante, por muy dura que sea la existencia.

—¿Y qué le pasó a tu madre?

Alix se volvió de golpe y se encontró a Devyn detrás de ellos. ¿Cuándo había llegado? No entendía por qué se enfadaba tanto con Zarina cuando él era igual de sigiloso moviéndose.

Se dispuso a mentir y volvió a mirar su trabajo.

—Murió.

—¿Cuándo?

Vik miró a Devyn ceñudo.

—¿Estás bien, Devyn? Noto un incremento en la velocidad de tus latidos.

—Estoy bien. ¿Por qué no vas a enchufarte y controlas las cosas por mí? Quiero ver si falla algo más.

Era imposible no notar su tono agresivo. De alguna manera iba a por ella. Y Alix lo supo.

Vik le pasó la llave inglesa que tenía en la mano y los dejó solos.

Ella tragó saliva mientras la recorría un escalofrío. Algo no iba bien.

«¿Cómo lo sabe?». ¿Qué le habría desvelado su traición?

Notó la hostilidad de Devyn no sólo como una sensación. La veía también en el fondo de esos ojos oscuros y en la forma en que apretaba el mentón.

«Lo sabe».

Él se le acercó con el movimiento de un feroz depredador. El aire a su alrededor vibró de furia contenida y Alix se sintió atrapada. Sofocada. De no haber estado en la nave de él, habría salido corriendo. Pero allí no había ningún lugar donde Devyn no pudiera encontrarla.

—Tengo curiosidad.

Ella trató de mostrar indiferencia ante su tono gélido.

—¿Sobre?

—Sobre ti.

«Me ha pillado.

»No te dejes llevar por el pánico. No lo sabes seguro. Es pura paranoia. No es posible que sepa nada».

—Sí, claro.

El sudor le cubrió la piel mientras notaba cómo el aire entre ellos se espesaba con su miedo y la creciente furia de Devyn. En ese momento, ella fue muy consciente de su gran tamaño.

Y de su peligrosidad.

—Háblame de tu madre, Alix. ¿Cómo murió?

Ella se humedeció los labios mientras una gota de sudor le caía por la espalda.

—No me gusta hablar de mi madre.

Devyn tuvo ganas de estrangularla. Sus intenciones de tomárselo con calma se habían ido a la porra. Había acudido allí con toda la buena intención, hasta que la había visto charlando tranquilamente con Vik. Encantando al meca. En cuanto se había acercado a ellos, su furia se había disparado.

«Mierda, soy como mi madre. Letal en cuanto me pongo furioso».

Su padre habría mantenido la calma y habría jugado con ella hasta conseguir una confesión. Por desgracia, Devyn prefería sacarle la verdad a palos.

El rostro de Alix se ensombreció cuando lo miró.

—Lo sabes, ¿verdad?

«Miéntele. Dale una dosis de su propia medicina». Pero a él no le iban esos juegos. Era un soldado, no un político.

—Sí, lo sé todo sobre tu madre y tu hermana.

Alix tuvo ganas de llorar al oír la furia en su voz. El miedo se apoderó de ella.

Era una amenaza para la tripulación. Y para su hijo.

Era de lo más comprensible que Devyn quisiera su sangre.

—¿Y qué vas a hacer conmigo?

—Eso depende.

—¿De?

—De si me ayudas o no.

Esas palabras la pillaron desprevenida. ¿En qué podría ayudarle ella?

—No lo entiendo. ¿Ayudarte con qué?

—Merjack te ha enviado a por mí, ¿verdad?

Alix asintió. No tenía ningún sentido proteger al ministro o tratar de mentir.

—Entonces, quiero que me ayudes a hundirle. Del todo.

Ella soltó un bufido. Como si…

—No puedo hacerlo. Matará… —Se mordió el labio para no decir más.

—¿A tu madre?

Ella asintió con una mueca de dolor.

—Y a mi hermana. No puedo dejar que las maten o las violen, que fue su otra amenaza si yo no cooperaba.

Él inspiró con fuerza mientras la traspasaba con la mirada.

—Deberías habérmelo dicho.

—No te conozco, Devyn. No realmente. ¿Por qué iba a confiar en ti?

—Porque juré ayudar a la gente. Protegerla de la Liga y de cualquier gobierno corrupto.

—Sí y yo conozco a las personas lo suficiente como para no creerme eso. El altruismo no existe. La gente te usa y se aprovecha de ti hasta que no eres más que un cadáver sangriento en el suelo a sus pies.

Devyn apretó los dientes al oírla. Alix tenía razón: el mundo era muy duro, pero no todos eran animales.

—Por suerte para ti, no es así. De serlo, ya estarías flotando en el espacio.

Él vio la duda en sus ojos.

—¿De verdad no vas a matarme?

Una parte de sí mismo se sentía como un gusano por asustarla, pero Alix necesitaba ese miedo. Porque, al final, si la cosa recaía en Omari, Sway o Vik, ella saldría perdiendo. Sin preguntas.

—Eso depende de ti —le contestó.

—Yo voto sin duda porque no me mates.

Devyn habría encontrado eso divertido si no estuviera tan cabreado.

—¿Y qué le has hecho a mi nave?

Alix alzó las manos. «No le digas nada», pensó. Pero llegados a ese punto, él ya lo sabía todo. Lo único que conseguiría mintiendo sería crearse aún más problemas.

—Tú hiciste un juramento, pero yo también. Desde el día en que nació Tempest, he sido la única que la ha protegido de lo que mi padre y los otros hombres de la tripulación querían hacerle. Y ahora está sola y en peligro. Ella y mi madre. Júrame por la vida de Omari que las ayudarás y te lo contaré todo.

—Acabas de decir que no confías en la gente. ¿De qué serviría que lo jurase?

—Quieres a tu hijo, eso lo sé. —Alix parpadeó para contener las lágrimas que se le agolpaban en los ojos—. No tengo a nadie en este mundo, Devyn. A nadie. Yo soy la única persona en la que mi familia y yo misma podemos confiar. Si algo les pasara por mi culpa… —Sus palabras acabaron en un sollozo cuando todas aquellas semanas de abusos, humillaciones y terror estallaron en su interior.

«¡Alix! ¡No dejes que se me lleven, por favor!». La mirada aterrorizada de Tempest cuando la separaron se le había quedado grabada en el corazón. Los hombres de Merjack se la habían llevado. Aun así, los gritos de su hermana resonaban con fuerza y no dejó de oírla.

Ese recuerdo la superó y las lágrimas comenzaron a fluir.

Devyn se tensó cuando ella empezó a llorar. Su primera reacción fue rabia por lo que consideraba un intento de manipulación. Las lágrimas eran algo a lo que Clotilde siempre había recurrido. Pero el dolor de Alix no era fingido. Sus sollozos surgían de lo más hondo y hacían que a Devyn se le encogiera el corazón.

Sin darse cuenta de lo que hacía, la abrazó.

—No pasa nada, Alix. No pasa nada.

—Sí, claro que pasa. —Ella se apartó—. Estoy tan cansada de todo esto… Cansada de ser la que tiene que proponer soluciones. Y ahora no sé qué hacer. —Lo miró y él vio una desesperada sinceridad en sus ojos—. ¿Crees que mentirte me ha sido fácil? Pues no. No me gusta usar a la gente y odio mentir. Eres un buen hombre. El único que he conocido. Pero no puedo dejar que maten a mi familia, igual que tú no me salvarías a mí si eso significara ver a Omari ultrajado y asesinado. —Se secó las lágrimas—. Quiero la cabeza de Merjack más de lo que te puedes imaginar. Si me juras que me ayudarás a conseguirla, entonces confiaré en ti.

Devyn volvió a estrecharla entre sus brazos y le besó la húmeda mejilla. Cerró los ojos y aspiró su aroma mientras se planteaba si sería una locura confiar en ella. Clotilde le había arrancado el corazón.

¿Cómo podía arriesgarse con Alix después de eso?

Y, sin embargo, comprendía sus motivos. Él habría hecho lo mismo.

—Déjame que te cuente una historia, Alix. —Se apartó para señalar la nave que los rodeaba—. Esta nave… la Talia, lleva el nombre de la hermana mayor de mi padre. —Tragó saliva al recordar el magullado rostro todavía infantil de su tía mirándolo desde la única fotografía que su padre tenía de ella—. Se suicidó cuando tenía catorce años porque no podía soportar seguir viviendo ni un día más el horror que era su vida. Con su muerte, condenó a la vez que liberó a mi padre del monstruo que era su padre. Yo no conozco el dolor que sufrieron ni ella ni él, pero bauticé a la nave con su nombre para recordar a todos los niños que hay por ahí como Talia y como Omari… niños como tu hermana y tú, que callan su dolor, que no tienen voz ni esperanza. —La miró muy serio.

»Pero los oigo. Siempre que pienso en mis padres, siempre que veo a Omari, oigo los sollozos que retienen por temor a empeorar aún más su vida y no me quedaré de brazos cruzados viendo cómo un animal destroza a tu hermana. Si tú me ayudas, te juro que pondré a Merjack a tus pies y lo sujetaré mientras te vengas.

Alix se mordió el labio al escuchar unas palabras que jamás había soñado llegar a oír. ¿Lo decía realmente en serio?

Tragó saliva.

—Voy a confiar en ti, pero ya sabes que confiar no está en mi carácter. Si me traicionas…

—No te traicionaré.

Ella le cubrió la áspera mejilla con la mano. Confiar le resultaba tan duro…

«Creeré en ti, Devyn», pensó.

—Yo no le he hecho nada a tu nave. Ha sido un agente de Merjack. Quiere que os obligue a aterrizar en la estación Charisis para hacer reparaciones. Se supone que para entonces debería tener pruebas que puedan emplear contra ti para arrestarte.

—¿Y si no encontrabas esas pruebas?

—Querían que las fabricara.

El mentón de Devyn se tensó bajo su mano.

—¿Que me incriminaras falsamente?

—Según Merjack, que te llevara ante la justicia.

Él rugió por lo bajo mientras se apartaba.

—Ese maldito cabrón. ¿Te das cuenta de que si me arrestan toda la tripulación caerá conmigo, incluso tú?

—Me han ofrecido inmunidad si testifico contra ti.

—¿Y te lo has creído?

—No, no soy estúpida. Estoy segura de que, de algún modo, acabarán vendiéndome de nuevo. Eso es lo que soy, ¿no? Una despreciable propiedad.

Devyn vio la humillación en sus ojos al decirlo y, aunque debería estar furioso con ella por lo que había hecho, no quería que oyera esas voces acosándola.

—No eres despreciable, Alix. Pero en este momento debo decir que no me gustas tanto como antes de que descubriera todo esto. No me gusta que me traicionen ni tampoco que jueguen conmigo.

Ella se rodeó con los brazos, como si esas palabras la hubiesen golpeado igual que un martillo. Sabía que Devyn había matado a la última mujer que se había atrevido a hacerle eso.

Pero al menos no la había matado a ella.

Todavía.

—¿Y qué vamos a hacer?

Los ojos de él brillaron maliciosos.

—Vamos a preparar nuestra propia trampa.