–¿Alguna vez tienes la sensación de que nuestra nueva ingeniera tiene algo raro?
Devyn guardó silencio mientras acababa su informe. Alzó la vista y vio que Sway se había unido a él en el puente.
—Creía que Claria y tú estabais… —carraspeó significativamente—… ocupados.
Sway se rascó la barbilla con gesto irritado.
—Ha tenido que responder a una llamada que yo no estoy autorizado a escuchar.
Devyn resopló ante las típicas estupideces y paranoias del gobierno.
—Lamento que os hayan interrumpido la diversión.
—Sí, yo también. ¿Y qué? ¿Qué dices?
Devyn guardó su trabajo antes de hablar.
—Creo que recela de nosotros, lo cual no me sorprende en una mujer de su edad con una tripulación sólo de hombres. Yo también estaría nervioso. —Volvió a mirar a Sway—. ¿Has notado alguna cosa más?
—No sabría decirlo. Pero tiene algo que no me acaba de cuadrar.
—¿Aparte de recordarte a Clotilde, a la que siempre odiaste?
—Eso cuenta y no quiero decirte lo de «ya te lo advertí» respecto a esa zorra, así que no lo haré. Pero no, es otra cosa. Es como si estuviera ocultando algo… Puedo notarlo.
Devyn se encogió de hombros.
—Todos ocultamos algo, aridos. Mi dudoso linaje y mi salud, la reputación de tu abuelo, las capacidades de Omari y la programación especial de Vik. Si ella no tuviera algo parecido que ocultar, entonces no encajaría en esta tripulación.
Sway lo miró muy serio.
—Vuelves a poner excusas. Creía que habías dicho que no volverías a hacer eso con ninguna otra mujer.
Devyn se quedó helado al pensarlo. Sway tenía razón. Había puesto excusa tras excusa para disculpar a Clotilde. Incluso cuando su instinto le decía que algo no iba bien, él se había negado a prestarle atención.
Si se hubiera escuchado a sí mismo…
¿Estaba volviendo a hacerlo?
Esa idea lo ensombreció.
—La vigilaré de cerca.
Sway inclinó la cabeza.
—Ah, aquí estás. Me preguntaba adónde habrías ido —dijo una voz femenina.
Devyn sonrió a Claria. Alta y esbelta, era de una belleza exquisita, con una larga melena negra que llevaba recogida en trenzas como las de Sway, otra costumbre hyshian. Por tener derecho a ella, él mismo se habría vendido también como esclavo.
Su amigo era un hombre afortunado.
Claria se dirigió a Devyn.
—Sway dice que lo has cuidado muy bien.
Él se echó a reír.
—Bueno, su madre hizo un gran trabajo enseñándole a hacer sus necesidades fuera de casa, así que no da demasiado trabajo. Por no hablar de que a Vik no le importa sacarlo a pasear una vez al día. Todo perfecto.
Claria puso los ojos en blanco.
—Eres un listillo.
—Pero he logrado serlo honestamente. Ya conoces a mis padres.
Ella negó con la cabeza, pero se puso seria al mirar a su marido.
—Por cierto, deberías saber que tu Alix es un fantasma —dijo este.
Devyn alzó una ceja inquisitiva hacia él.
—¿Has hecho que Claria la investigue?
—No —respondió la mujer rápidamente—. Lo he hecho por mi cuenta. Quiero saber quién está en la tripulación con mi esposo.
—¿Y no has encontrado nada?
Claria negó con la cabeza.
—No aparece por ningún lado.
Devyn Kell calló un momento para asimilar toda aquella información.
—¿Y cómo es posible?
—Dímelo tú. Sólo he encontrado un certificado de nacimiento, nada más.
Aquello no era buena señal.
—¿Y qué hay de sus padres?
—Nada tampoco de ninguno de ellos. Sólo sus nombres en el certificado de nacimiento.
Devyn notó como si hubieran extraído el oxígeno de la sala. Los fantasmas eran raros y normalmente solían ser algún tipo de espía.
O grandes criminales.
Su padre era el rey de los fantasmas ilocalizables, así que Devyn sabía que aquello podía significar que Alix sólo se estuviera protegiendo. Pero también que estuviera allí para hacer quién sabía qué.
Tal vez fuera un peligro para todos.
Claria lo miró muy seria.
—Creo que deberías despedirla. Por el bien de todos.
—Quiero saber más antes de llegar a eso.
Devyn cogió su comunicador.
—¿Qué estás haciendo? —le preguntó ella, ceñuda.
—Llamo a mi padre. Si alguien puede averiguar el pasado de Alix, es él.
Nadie escapaba a los sensores de C. I. Syn.
• • •
Alix observaba a través del escaparate de la tienda a Omari y Vik, que reían de algo que el muchacho había dicho mientras miraban los reproductores MVM. Aunque la amistad entre un meca y un humano no era corriente, verlos hizo que le doliera el corazón de anhelo.
Echaba tanto de menos a su hermana…
Tempest era la única amiga que había tenido y las dos siempre habían hecho un frente común contra su padre y la animosidad que este les tenía. Si al menos pudiera oír la voz de su hermana para saber que estaba bien…
—¿Te pasa algo?
Alix parpadeó mientras Zarina volvía a reunirse con ella. Había desaparecido un rato en una tienda a la que ella no había querido entrar. Una boutique exclusiva especializada en ropa de diseño. Alix temía que le cobraran sólo por mirar.
Y, con su suerte, eso habría sido posible.
—Estoy bien.
Zarina la miró ceñuda.
—Pareces triste. ¿Añoras tu casa?
No, añoraba a su hermana, pero no podía decírselo.
—Sólo estoy cansada.
La chica se burló.
—¿Sabes?, la gente siempre dice eso cuando quiere ocultar alguna cosa. Sé que tú y yo casi no nos conocemos y que no quieres que meta las narices en tus asuntos… Lo entiendo. —Le tendió una bolsa—. Ten.
Entonces le tocó a Alix fruncir el cejo.
—¿Qué es?
—Algo que creo que te gustará.
Ella negó con la cabeza. Sólo la bolsa seguramente costaba un dineral.
—Oh, no. No puedo aceptarlo.
—Puedes y lo harás.
—Zarina…
—¡Ah! —La joven alzó una imperiosa mano—. Ni lo pienses. No voy a escucharte. Toda mujer merece algo que la haga sentirse hermosa y tengo la sensación de que tu guardarropa consiste sobre todo en ropa útil como la que llevas, que, aunque te queda muy bien, no es divertida. Todos necesitamos distracción. Aprovecha la juventud mientras dura.
Alix tragó el nudo que se le había formado en la garganta. Nadie había sido nunca tan amable con ella.
—Muchas gracias.
Zarina la abrazó.
—De nada. Ahora vayamos a Tadaro.
—¿Qué es Tadaro?
Zarina hizo una falsa mueca de dolor y se llevó la mano al corazón.
—¡Oh, cariño, todo lo que te has perdido!
La cogió de la mano y la llevó por el corredor hacia una tienda de maquillaje.
Alix tampoco estaba muy segura de entrar allí. Todo parecía tan… de chicas.
—¿Qué prefieres? —preguntó la muchacha, mientras se detenía delante de un muestrario de perfumes.
Alix miró a las diferentes lociones y mejunjes sin tener ni idea.
—Nunca he llevado maquillaje.
Zarina la miró boquiabierta.
—No lo dirás en serio.
Ella asintió con la cabeza. Su padre se habría cortado un brazo antes que permitirle gastar dinero en algo tan frívolo. Sólo él podía gastar dinero en algo que no fuera absolutamente necesario.
—¿Ni siquiera pintalabios?
—Nada.
Zarina le puso una amable mano en el hombro.
—Pobrecilla. ¡Cuánto te ha faltado! —Hizo un gesto a una dependienta para que fuera a atenderlas—. Tengo una emergencia cosmética y necesito lo mejor de todo para resolverla.
—Zarina…
Esta le chistó y la cortó alzando una mano.
—No empieces. Ninguna mujer mayor de catorce años debería ir por ahí sin pintar. No es que no seas hermosa, pero… todas necesitamos una ayuda. —Se volvió hacia la dependienta—. Ocúpese de mi hermana.
Alix se sintió como el único trozo de carne en una perrera cuando un grupo de mujeres se lanzó sobre ella para arreglarle el cabello, depilarle las cejas (algo que debía de haber inventado algún sádico) y maquillarla.
—¡Ay! —Apartó la mano de la dependienta que le estaba arreglando las uñas—. No sabía que ser mujer pudiera ser tan doloroso.
Zarina la miró con lástima.
—Cariño, la belleza es dolor y eso forma parte de quién y qué somos.
Sí, pero ella no tenía tiempo para eso…
Tenía que regresar a la nave.
¿Cómo podría escapar de la joven? Se sentía atrapada y abrumada.
«Que alguien me ayude…».
—Zarina, de verdad que tengo que regresar a la nave. Tengo tareas que cumplir.
—Siéntate y calla. Devyn no necesita nada que no pueda esperar. Además, cuando acabemos estarás tan hermosa que no le importará. Ni siquiera le quedará la sangre suficiente en la cabeza como para poder pensar.
—Pero…
—Nada de peros. Siempre me salgo con la mía. Para antes de que me enfade.
Alix suspiró al darse cuenta de que Zarina era una fuerza de la naturaleza. Sería mejor ceder y acabar de una vez que discutir con un adversario omnipotente.
No sólo sería frustrante, también imposible.
«Por favor, que salga pronto de aquí».
• • •
—Eh, papá, ¿dónde está Alix?
Devyn alzó la vista de los documentos que estaba falsificando y vio a Omari y a Vik entrando en el puente de mando. Manashe se levantó de los pies de Devyn, donde había estado durmiendo, y se lanzó sobre el chico.
—La última vez que la he visto, salía del bar con Rina.
Omari se estremeció mientras acariciaba las orejas al perro.
—Pobrecilla. Me pregunto qué le estará haciendo Rina. ¿Enviamos una partida de rescate?
Devyn rio.
—Quizá no sea mala idea. Voto por enviar a Taryn a liberarla. No tiene nada que perder.
Vik arqueó una ceja.
—Bueno, al menos esta vez no te has metido conmigo.
—¿Te sientes excluido?
—No. Si se trata de la princesa Obstinada, encantado de ser excluido, jefe. Gracias por esta consideración tan poco frecuente. ¿Te encuentras bien o tienes alguna avería en el cerebro de la que debería enterarme antes de que tu padre me desmonte partes que luego echaría en falta?
Omari se echó a reír.
—Me gustaría haber visto a Vik en sus días de ave. Debía de ser la juerga.
Devyn sonrió nostálgico al recordar la antigua forma del meca.
—La verdad es que no. Sólo ocupaba menos espacio y podía pillarme desprevenido con mayor facilidad. El día más feliz de mi vida fue cuando mi padre lo hizo humano.
—Feliz para ti, saco de huesos… Ya me costó mi novia.
Omari arqueó una ceja mientras sacaba una golosina del bolsillo y se la daba a Manashe.
—¿Tenías novia?
Devyn rio por lo bajo.
—Era una lámpara, Vik, no una novia.
Y meca suspiró melancólico.
—Amaba de verdad a aquella lámpara. Me iluminaba la vida.
Omari miró a Devyn con el cejo fruncido.
—¿Va en serio?
—Me temo que sí. Solía llevarla siempre consigo hasta que dejó de funcionar. Creo que tu abuelo le fastidió los procesadores al desmontarlo.
Vik le dio una colleja.
—Respeta a tus mayores, embrión.
Devyn se frotó la nuca.
—Quizá no sepa repararte, Vik, pero sé cómo convertirte en trocitos —dijo él.
—Qué miedo.
Él decidió que estaba perdiendo la discusión y, para cambiar de tema, señaló con la barbilla la bolsa que Omari sostenía.
—¿Y qué te has comprado?
Cuando el chico iba a decírselo, sonó el intercomunicador.
Devyn se recostó en la silla y no habría contestado si la llamada no hubiera sido de los agentes de seguridad de la estación.
—Kell al habla.
—Capitán Kell, tenemos una orden para registrar su cargamento y revisar sus manifiestos y ordenadores. Le necesitamos aquí delante. Ahora.
—Ya voy. —Pero no tan rápido. Podían esperar hasta que llegara. No respondía bien a las órdenes. Miró a Omari suspirando—. Lo siento, chaval. Luego lo miraré.
—No pasa nada. Déjame que encierre a Manashe para que no se meta por medio mientras buscan contrabando y luego iré a avisar a Sway por si está en su habitación… ya sabes.
—Sí, lo sé.
Devyn salió del puente y fue hacia la rampa donde lo esperaban las autoridades. En cuanto se extendió la rampa de carga, los hombres subieron a toda prisa, haciéndose los duros. Como si pudieran asustarlo…
El capitán del destacamento le entregó una copia de la orden.
—Queremos ver su carga e inspeccionar la nave.
Devyn hizo lo que pudo para no reírse en sus narices.
—Lo que quieran —les respondió y se quedó allí mientras dos docenas de guardias invadían la nave.
Aquello iba a ser muy entretenido.
Abrió el manifiesto y los registros en la pantalla que había junto a la puerta y luego se apartó para que el capitán los revisara.
—Sólo por curiosidad, ¿por qué están aquí?
—Nos ha llegado el soplo de que lleva contrabando a bordo.
—¿Un soplo de quién?
—Un tal teniente Whelms.
Devyn frunció el cejo ante ese nombre que nunca había oído. No tenía sentido que alguien de allí lo delatara. En realidad, no tenía sentido que nadie lo delatara… y punto.
Qué raro.
Comenzó a discutir hasta que la mirada se le fue del gordo oficial hacia la hermosa mujer que estaba subiendo la rampa.
Tardó diez segundos enteros en reconocerla.
¿Alix?
Sí, era ella y se la veía deliciosa. Llevaba el cabello un par de tonos más claro, lo que hacía que el rubio fuera aún más vibrante, los labios pintados de un rojo brillante y lo que fuera que le hubieran hecho en los ojos hacía que estos le relucieran oscuros y seductores.
Una imagen de ella desnuda en su cama le pasó por la cabeza con tal celeridad que casi pudo sentir su piel contra la suya.
Por un momento se quedó sin aliento, y temió estar babeando.
Alix frunció el cejo mirando al oficial mientras se detenía ante Devyn.
—¿Qué pasa?
«Quiero que te desnudes…».
Sí, menuda buena idea cuando estaban en medio de una crisis.
Devyn carraspeó para aclararse la garganta y volvió a prestar atención a los agentes.
—Nos están registrando.
El pánico destelló en los ojos de Alix, pero mantuvo el tipo.
—¿Por qué?
—Alguien nos ha denunciado por actividades ilegales.
El oficial se volvió hacia ella.
—¿Quién es usted y qué está haciendo aquí?
Dev miró muy serio al hombre y contesto su mismo tono seco.
—Es mi ingeniero.
—¿Tiene papeles?
Alix sacó su identificación y se la entregó.
El capitán casi ni la miró antes de devolvérsela y seguir revisando el manifiesto.
Devyn le guiñó un ojo a ella. «No pasa nada», articuló a la espalda del oficial.
Acababa de hacerlo cuando seis agentes regresaron corriendo.
—Señor, tenemos un problema.
El capitán pareció esperanzado, como si pudiera imaginarse ya el ascenso que lo recompensaría por detenerlos.
—¿Habéis encontrado algo?
—Sí, señor. La senadora hyshian Claria Trinaloew se halla a bordo y está… está muy enfadada, señor.
—Enfadada se queda muy lejos de cómo me siento en este momento.
Alix se volvió y vio a una de las mujeres más hermosas que jamás había visto. Alta, esbelta y de porte real, con una piel oscura y tersa absolutamente inmaculada.
La mujer observó al grupo de soldados que tenía delante, como si ya estuviera saboreando su castigo.
Les lanzó una mirada fría y malévola y dijo:
—Tengo un tiempo limitado para estar con mi esposo y ¿os atrevéis a interrumpirme con este tipo de estupideces? ¿Cómo osáis? Os quiero fuera de la nave inmediatamente. Y para los que seáis incapaces de entender esa palabra, significa «ahora».
Todos salieron literalmente corriendo de la nave, excepto el capitán, que se quedó donde estaba, temblando.
—Perdónenos, señora. No tenía ni idea de que usted se hallaba a bordo. Nos han dicho…
—No quiero oírlo. Vete antes de que llame a mis guardias y te haga detener con cargos.
El capitán casi dejó una estela de vapor tras sí.
Devyn cerró los registros antes de volverse hacia ella y sonreírle.
—Gracias, Claria.
La mujer le respondió con una mueca de fastidio.
—¿Por qué no podéis hacer algo seguro y cuerdo por una vez en la vida, como por ejemplo transportar conejitos o zapatillas o algo así?
—No sería divertido.
Ella puso los ojos en blanco.
—No puedo creer que haya dejado a Sway viajar contigo. Debo de estar loca.
—Sí, pero me adoras.
—Hoy no. Y será mejor que te guardes las espaldas, Kell. Quizá no esté aquí la próxima vez que vengan a registrarte. —Miró a Alix y entrecerró los ojos—. Tú debes de ser la nueva ingeniera.
Ella vaciló mientras un escalofrío le recorría la espalda. Se dio cuenta de que la esposa de Sway no la miraba con buenos ojos…
¿Acaso Claria sabía que era una esclava?
—Lo soy.
La senadora inclinó la cabeza mientras la recorría con la mirada de una forma nada aduladora. Con su actitud, hizo que Alix se sintiera menos que nada.
—¿En qué nave estabas antes de esta?
«Gusano inútil que no eres digna de respirar el mismo aire que yo…». No dijo esas palabras, pero su tono las sugería claramente.
Devyn gruñó.
—Claria…
Ella alzó una mano para hacerlo callar.
—No uses ese tono conmigo, Kell.
Devyn se puso tenso como un palo y su aspecto se volvió realmente inquietante.
—No soy tu perra, Claria. No me hables así nunca. —Echó una mirada de reojo a Alix—. Es un miembro de mi tripulación. Si tienes algún problema, lo discutes conmigo.
Sway apareció de la nada. Antes de que Alix se diera cuenta, el hyshian se había puesto entre Devyn y Claria. Agarró a su capitán por la camisa y le dio un empujón.
—No te dirijas a mi esposa en ese tono.
Devyn se soltó y le devolvió el empujón.
—¿Quieres empezar una pelea, chaval? Vayamos fuera.
—¡Bien! Llego justo a tiempo para otro round de la Gran Sobredosis de Testosterona. Oooh, Alix, Claria… ¿alguien tiene palomitas? ¿O quizá debería llamar a Taryn? Podríamos insultarlo en su hombría y verle perder la cabeza a él también.
Las bromas de Zarina consiguieron romper la tensión y los dos hombres se separaron.
Devyn volvió su mirada hostil hacia la joven.
—¿Qué estás haciendo aquí?
—Yo también te quiero, conejito. —Zarina alzó una bolsa—. Alix se ha olvidado esto.
Claria los observó a todos antes de dirigirse de nuevo a Devyn.
—Aún quiero saber algo de ella, Devyn —dijo—. Y teniendo en cuenta que tu hijo está a bordo de esta nave, tú también deberías.
Así que eso era lo que pasaba…
Claria no se fiaba de ella. Genial. Verdaderamente genial. Eso era justo lo que necesitaba. Y no era que pudiera culpar a la mujer, ya que ella estaba allí precisamente para fastidiarles la vida a todos.
Pero, aun así…
Alix alzó la barbilla con un orgullo que en ese momento no sentía.
—La Estrella de Fuga era el carguero de mi padre, que murió hace dos semanas. Era un alcohólico que pocas veces se ocupaba del papeleo. Vivíamos fuera del sistema porque veía conspiraciones de la Liga por todas partes. Una mañana, después de una juerga de cuatro días, se despertó con un tatuaje en el brazo que parecía un código de barras de algún tipo. Juraba que se lo había hecho un soldado de la Liga y que se estaban preparando para capturarnos a todos y esclavizarnos. Yo creo que se lo hizo nuestro artillero para fastidiarlo, pero mi padre no me hacía caso. ¿Qué más quieres saber?
Alix no lo hubiera creído posible, pero Claria consiguió parecer aún más altiva.
—¿A qué escuela fuiste?
—No fui. Por lo mismo. Mi padre no quería dejar ninguna pista por la que pudieran localizarnos y tampoco creía que las mujeres debieran recibir enseñanza.
Esa parte era cierta. No creía que hubiera que escolarizar a sus propiedades y para él las mujeres eran eso, de modo que…
—¿Y cómo es que sabes leer?
Devyn dio un paso adelante.
—Claria…
—No pasa nada. —Alix se negó a parpadear mientras sostenía la penetrante mirada de la senadora, que seguro que esta empleaba para intimidar a gente mucho más importante que ella—. Aprendí sola porque me harté de que me llamaran estúpida. Usé la búsqueda de voz para encontrar los textos que necesitaba y luego los estudié hasta que fui capaz de hablar y leer en seis idiomas, incluido el universal. No tengo ningún título ni poseo formación oficial. No tengo ahorros ni dinero. Lo único que tengo es un saco de ropa vieja. —Tragó saliva—. Y es evidente que no me crees lo suficientemente buena como para estar en la misma nave que tu esposo. Lo entiendo y no pasa nada. Mi padre tampoco creía que yo fuera lo suficientemente buena como para estar en la suya.
Dicho eso, pasó ante Claria y se fue a su cabina, para que aquella mujer no pudiera ver lo mucho que realmente la había herido.
• • •
Devyn miró a Claria enfadado.
—Eso ha sido cruel.
La mujer se negó a ceder o disculparse.
—No sabes nada de ella.
—Y te he dicho que lo averiguaría. No tenías por qué humillarla así.
Claria miró a Zarina.
—¿Me piensas echar una mano con esto?
La chica levantó las manos con un gesto de resignación.
—Sin ofender, pero estoy con Devyn. Acabo de pasar la tarde con esa mujer y me cae muy bien. Es dulce y sencilla.
Claria hizo una mueca de desdén.
—Sois unos tontos y no pienso dejar a mi kitty con vosotros.
Devyn tragó aire entre los dientes al oír la palabra «kitty», un término peyorativo hyshian para «propiedad». ¿Se habría dado cuenta Claria de su metedura de pata?
Por la cara de Sway, era evidente que él sí.
La senadora miró altiva a su esposo.
—Recoge tus cosas —le dijo en un tono que era un grave error—. Te llevo a casa conmigo.
Sway se quedó donde estaba.
—No voy.
Claria cubrió la distancia que los separaba y le susurró algo al oído, pero estaba tan furiosa que todos la oyeron perfectamente.
—Harás lo que yo te diga y sin discutir. Y ahora, ¡vamos!
Devyn le hizo un gesto a Zarina para que se fuera con él y dejaran solos a Sway y Claria. Conocía lo suficiente a su amigo como para saber que iban a tener una fuerte discusión por eso y sería peor para él si había testigos. Sway moriría por defender a su esposa, pero ni siquiera ella le podía dar órdenes de ese modo.
Sway odiaba las órdenes tanto como él. Seguramente incluso más, dada la forma en que había sido criado. Por eso no estaba con la familia de Claria, algo que solía ser lo normal para los maridos que no tenían hijos. Que los dioses ayudaran a las mujeres de la familia de Claria si creían que podrían conseguir lo que ella estaba intentando.
En su planeta, Sway recibiría palizas diarias por su insubordinación.
En cuanto cerraron la puerta y se hallaron en el corredor, Zarina arqueó una ceja.
—¿Qué parásito hostil le está horadando el esfínter?
—No tengo ni idea, pero esa no ha sido una manera muy inteligente de emplear su autoridad. Sway odia que lo cuestionen incluso más que ella.
—¿Crees que debemos dejarlos solos?
—Sin duda. Él no le hará ningún daño y quizá pueda calmarla si la autoridad que tiene sobre él no se cuestiona delante de testigos.
Zarina negó con la cabeza.
—No me puedo imaginar ser la posesión de nadie. Debe de ser horrible.
—Por mi paso por la Liga, te puedo decir que es una mierda. Yo no soportaba estar bajo el control de otro.
Ella le dedicó una mirada confusa.
—Aún no comprendo por qué lo hiciste.
Devyn suspiró al recordar la estupidez de su juventud.
—No quería estar encerrado en un hospital, bajo el control de los administrativos y toda la mierda burocrática. Tus hermanos se alistaron y parecían contentos, así que yo también lo probé.
Ella lo miró resoplando.
—Mis hermanos eran y son asesinos, Dev. Es una gran diferencia.
—Tardé en darme cuenta.
Ella le dio una leve palmada en el brazo.
—¿Sabes?, hay veces en que la expresión «eres un tonto» ni se acerca de lejos a la realidad.
—Gracias, Rina.
—De nada. ¿Y ahora vas a dejarme viajar contigo?
—¡Maldición, no!
Ella hizo un gracioso mohín que nunca fallaba para conseguir que su padre o sus hermanos acabaran haciendo su voluntad.
—Venga, Dev, sé todo lo bueno que yo sé que eres. Seré una gran adicción para tu tripulación.
Por suerte, él era inmune a su carita triste.
—Rotundamente no —dijo con más firmeza—. Tu padre me mataría y el mío seguramente lo ayudaría.
Zarina suspiró.
—Eres un borde.
La puerta se abrió.
Sway salió por ella, pero no se veía ni rastro de Claria. El rostro del hyshian era una mezcla de furia y dolor cuando los miró.
—No ha ido bien.
Zarina alzó las cejas cuando se detuvo a su lado.
—¿Qué ha pasado?
—No soy una mujer, Reen.
La chica miró confusa a uno y al otro.
—¿Qué significa eso?
Sin responder, Sway pasó delante de ella.
Rina miró a Devyn.
—Dale el tiempo suficiente para encontrar una botella de Fuego Tondaro y beber un par de tragos —le dijo este—. Luego hazle otra vez esa pregunta. Hasta que no esté borracho, no va a decirle a nadie cómo se siente.
Zarina puso los ojos en blanco.
—Me alegro tanto de no ser un hombre… —Le pasó la bolsa que había llevado para Alix—. Y a propósito de eso, deja que vaya a buscar a mi hermano y le ponga también una botella en la mano. Quizá así se le suelte el nudo que tiene en la garganta y vuelva a ser humano. —Besó a Devyn en la mejilla—. Cuídate.
—Tú también. Y hagas lo que hagas, no envenenes a Taryn. Todos le echaríamos de menos si estuviera muerto.
La acompañó a la puerta y luego se fue a buscar a Alix.
• • •
Alix se miró en el espejo deseando morir. Se había quitado todo el maquillaje, pero no había servido de mucho.
«Eres fea y patética…».
¿Por qué no podía quitarse la voz de su padre de la cabeza? «Sólo eres una despreciable esclava, indigna de estar con la gente normal».
A veces podía olvidarse de eso, pero le bastaba una mirada de alguien como Claria para volver a sentirse tan insignificante como cuando su padre la pisoteaba.
Llamaron a la puerta.
Sacudió la cabeza para soltarse el nudo que se había hecho en el cabello para recogérselo mientras se lavaba la cara y fue a abrir la puerta.
Devyn se quedó parado cuando vio a Alix. Tenía el rostro enrojecido, como si se lo hubiera frotado hasta casi sangrar. Pero lo que más lo afectó fue el dolor que se reflejaba en sus ojos. Nunca había visto a nadie tan desgraciado.
Ella soltó un aliento entrecortado.
—Estaba a punto de llevar a cabo las revisiones, capitán. Perdona por hacerte esperar.
Él la sujetó antes de que pudiera pasar por su lado y la hizo detenerse. Alix miró al suelo.
Devyn le puso la mano bajo la barbilla y la hizo mirarle a los ojos.
—¿Estás bien?
Ella tragó saliva al ver en sus ojos que a él realmente le importaba. A nadie, excepto a su madre y su hermana, le había importado nunca cómo algo la hiciera sentirse. No sabía por qué, pero eso la emocionó.
—Siempre estoy bien.
—Claria no tenía intención de herirte. Es excesivamente protectora cuando se trata de Sway.
Pero esa disculpa tendría que haber procedido de Claria, no de él. Claro que la senadora nunca se dignaría disculparse con alguien tan humilde como ella.
—No pasa nada. —Alix intentó salir, pero Devyn le bloqueó la puerta. Al ver que él no decía nada, lo miró arqueando una ceja—. ¿Algo más?
—Nadie puede hacerte sentir una mierda a no ser que tú se lo permitas. No eres estúpida, Alix. —Le rozó la mejilla con la mano—. Y eres muy hermosa. He pensado que debías saberlo.
Bajó la mano y le tendió la bolsa que ella se había dejado olvidada.
Sin decir nada más, se marchó dejándola allí.
Ella se lo quedó mirando con el corazón disparado. No sabía por qué le había dicho eso, pero la había alegrado inmensamente.
Si las cosas fueran diferentes…
«Es un hombre demasiado bueno como para que lo traiciones».
Pero ¿qué alternativa tenía? Si no lo hacía, matarían a su hermana y a su madre.
Suspirando, miró la bolsa y vio dentro una pequeña tarjeta. La sacó, pensando qué sería de Zarina.
No lo era.
Tictac. No seas estúpida.
Recuerda, te estoy vigilando.
~PW
Hirvió de furia al pensar que Whelms podía ser tan estúpido como para dejar eso donde Devyn o cualquier otra persona podía haberlo visto. Pero lo peor era que hubiese conseguido poner la nota en la bolsa…
¿La estaría viendo en ese momento?
«Claro que no».
Si pudiera convencerse de eso… Pero por lo que sabía, el agente podía haber pinchado la conexión externa de la nave…
No. Si lo hubiera hecho, sería capaz de conseguir por sí mismo las pruebas que necesitaba de ella.
El miedo de Alix aumentó.
Aterrorizada, rompió la nota y se aseguró de tirarla por el conducto de la basura antes de dirigirse a su puesto.
Tenía dos días hasta su próxima parada. Dos días para encontrar las pruebas que condenarían a Devyn Kell. O el teniente Whelms la mataría.