leagueTop5

–¿Y qué hay entre tú y esa ingeniera nueva que tienes?

Dev alzó los ojos de la caja que estaba colocando y se encontró a Taryn detrás.

—Juro que te voy a atar un cascabel a ti también si no empiezas a hacer ruido al andar.

Su amigo sonrió de medio lado.

—Yo culparía a mi padre y a su superoído. O aprendías a moverte sin hacer ruido o te pillaba en cuanto hacías algo… lo que, en mi caso, era durante todo el rato que estaba despierto.

Devyn se echó a reír. Eso era cierto. El agudo oído de Nykyrian había sido siempre un fastidio cuando de pequeños querían pasar inadvertidos. Pero a pesar de toda su severidad, nunca les había alzado la mano ni la voz.

Claro que daba tanto miedo que no necesitaba hacerlo. Sólo con su mirada conseguía que cualquier niño gritón se quedara inmóvil y callado.

—Y veo que no me has contestado la pregunta.

Devyn acabó de meter la caja en su sitio y salió de la bodega de carga. Se secó el sudor con la manga.

—No hay nada que decir. Es mi empleada.

«Con la que me acuesto porque soy idiota».

—Que resulta que se parece mucho a…

Él alzó la mano antes de que Taryn acabara la frase.

—Pero no es ella, así que mejor que no hablemos de eso.

Incluso aunque él mismo tuviera que recordárselo de vez en cuando. Aún lo ponía nervioso lo mucho que las dos mujeres se parecían.

Pero a diferencia de Clotilde, Alix tenía conciencia.

Taryn le dio con el dedo en el pecho, justo encima de donde tenía la fea cicatriz.

—Si tú dices que todo está bien, no voy a insistir. Pero sé lo que callas. Traiciones como esa nunca se olvidan. Sobre todo cuando se trata de la mujer que se suponía que iba a ser tu compañera para el resto de tu vida.

Ese era un lazo desafortunado que los unía a ambos. Sin embargo, la prometida de Taryn no había intentado cortarle la cabeza antes de largarse; sólo había pisoteado su orgullo.

—Al menos Alix no es una asesina a sueldo que va a por mí. No le intereso especialmente.

Le molestó la tensión de su voz al hablar. Como Taryn había dicho, algunas traiciones nunca se olvidaban y la de Clotilde aún lo quemaba por dentro.

¡Cómo odiaba a esa zorra!

Sabía que era una asesina cuando se liaron. Lo que nunca había pensado era que, después de una relación de tres años y sólo unos días antes de su boda, Clotilde aceptaría dinero para matarlo. Especialmente después de todo lo que había hecho por ella.

Zorra letal.

Apartó esa idea y fue hacia la siguiente caja que había en el suelo, esperando a ser colocada.

—¿Por qué no está Vik cargando por ti?

—Está vigilando a Omari, que tiene que cambiar su reproductor MVM. Con lo que corre por aquí, no he querido que fuera solo. Hay demasiada gente que lo tomaría por un blanco fácil y, aunque puede arreglárselas bastante bien, no quiero arriesgarme a que alguien tenga suerte. O peor aún, que Omari mate a alguien a su edad y tenga que enfrentarse a esa crisis.

Tanto Taryn como él se habían visto obligados a matar antes de cumplir los veinte años. Y esa primera muerte era algo que nunca se acababa de superar.

Si podía, quería evitarle ese sufrimiento a su hijo.

Taryn entrecerró los ojos.

—¿Y dónde está Sway?

—Con Claria.

Con un suave gruñido, su amigo le cogió la caja.

Devyn soltó una palabrota mientras trataba de recuperarla.

—No soy un inútil.

Taryn la puso fuera de su alcance.

—No, pero no te va bien cansarte y lo sabes. Tu corazón podría no soportarlo.

Él notó que le comenzaba el tic del mentón al encenderse su furia. Sí, ese era el regalo que Clotilde le había dejado para siempre. También era la auténtica razón de que sus padres lo mantuvieran bajo una constante vigilancia. Aquella noche habían estado demasiado cerca de perderlo. Si su padre no hubiera estado de camino a casa de Devyn, este habría muerto. Le había salvado la vida, pero las secuelas eran un corazón enfermo que le limitaba seriamente lo que podía hacer.

Y odiaba ser débil.

«Podría ser peor. Podría estar muerto».

O ser Adron…

Cierto. No tenía derecho a quejarse de sus limitaciones físicas, que eran ocultas y desconocidas para sus enemigos. Aunque estuviera hecho una mierda, su desgarrado corazón no le impedía hacer muchísimas cosas.

Aun así, odiaba cuando alguien lo trataba como a un inválido.

—Eres un auténtico cabrón, Taryn.

Este sonrió de medio lado.

—Lo sé, Reen. Gracias.

Devyn puso los ojos en blanco al oír que lo llamaba con el nombre de su hermana.

—¿Y cómo está Adron?

Pensaba mucho en su viejo amigo. Pero este ya casi no hablaba con nadie. Estaba aislado en un mundo de dolorosa amargura que lo hacía cerrarse a todo el que lo amaba.

Taryn dejó la caja en el suelo y suspiró.

—Igual que siempre. Enfadado con el mundo y deseando matar a Jayce.

Su hermano Jayce había sido quien le había salvado la vida y por eso Adron lo odiaba profundamente. El código del asesino era morir en caso de que sus obligaciones lo dejaran inválido. Si un asesino encontraba a otro malherido, se suponía que debía matarlo. Pero Jayce había sido incapaz de acabar con su propio hermano.

Aunque Adron quería morir, se negaba a hacer sufrir a su familia matándose. Así que estaba atrapado en un cuerpo que no funcionaba, mientras vivía una vida desgraciada, de dolor constante.

—Y Jayce, ¿está mejor? —preguntó Devyn.

—No. Ninguno lo estamos. —Sus oscuros ojos destellaron—. Y por eso no quiero que hagas esfuerzos. Ya tengo un gilipollas obstinado en mi vida queriendo suicidarse. No necesito otro.

Devyn alzó las manos, rindiéndose.

—Sí, por favor, hérniate tú. Como yo no me he pasado diez años en la escuela de medicina, no sé cuándo tengo que sentarme.

Taryn le hizo un gesto obsceno antes de levantar otra caja.

Pero Devyn comprendía por qué Adron odiaba el mundo. Había momentos en que él también lo odiaba. Nada como que alguien a quien amabas te fastidiara bien fastidiado para hacerte perder las ganas de vivir. Aquella no era la vida que había soñado de niño.

Se imaginaba un mundo de justicia en el que él lucharía con la Liga para proteger a los inocentes. Un mundo que incluía a una mujer que estaría a su lado.

No una que le sonriera mientras le clavaba literalmente un cuchillo en el corazón.

E hijos… Se había imaginado que tendría un montón de ellos. Omari sería un buen hermano mayor para alguien.

«No tengo ningún derecho a quejarme».

Cierto.

«Todo va bien». Tenía un hijo estupendo que lo honraba, y más que eso, lo quería y, por otra parte: «Tenemos comida y no ha muerto nadie». Esa había sido siempre la filosofía de su tío. Y mientras se cumplieran esas dos cosas, el resto no importaba.

Pensó en Alix y se estremeció. Más que nada, ella le recodaba esos sueños enterrados hacía ya tiempo que había compartido con Clotilde. Maldita fuera por parecérsele tanto.

Y maldita fuera por ser tan atractiva que le hacía querer olvidar a Clotilde y comenzar de nuevo.

«No…».

Tenía un nuevo futuro en el que centrarse. Uno que sólo incluía mantener a salvo a su tripulación y ayudar a los rebeldes que se oponían a la Liga. A eso era a lo que debía dedicar su energía.

• • •

—No tengo ningún interés en Devyn.

«Qué gran mentira».

Pero era algo que Alix tenía que obligarse a creer.

Zarina hizo un sonido poco elegante de desacuerdo.

—Cariño, miras a ese hombre como si fueras a comértelo. Conozco esa mirada. Yo misma la he tenido una o dos veces. No con Devyn, claro, porque… bueno, eso sería como tener fantasías con uno de mis hermanos, pero reconozco algo sabroso cuando lo veo y a él lo conozco lo suficiente para saber que no es inmune a ti. Al contrario, está muy interesado.

Sí, claro. Pero Alix no era estúpida y sabía que, aunque Devyn fuese amable con ella en la cama, no sentía nada más profundo. Los sueños eran para los tontos, y los hombres se limitaban a aprovecharse de las mujeres que tenían cerca. Una vez habían acabado, seguían adelante.

Pero eso no tenía importancia. Devyn Kell era la llave de su libertad y eso era todo lo que podría ser.

Apartó la vista mientras el camarero les servía el postre. Llevaba media hora tratando de cambiar de tema, pero Zarina no cejaba. Tenía una personalidad obsesiva, con una determinación que sólo un niño de tres años podría envidiar.

—No soy su tipo.

La joven la miró burlona.

—¿Y acaso sabes cuál es?

Alix suspiró.

—No, pero estoy segura de que tira hacia lo despampanante y yo estoy muy lejos de eso.

—¿Te has mirado alguna vez en el espejo?

—Sí, claro.

Lo suficiente como para saber que le faltaban curvas, y era demasiado pálida y demasiado frágil. Para citar a su padre, parecía algo que un lobo se hubiera tragado y luego cagado en la peor parte de la montaña.

Zarina puso los ojos en blanco mientras rebuscaba algo en el bolso. Unos segundos después, sacó un pequeño reproductor de fotos, buscó una y se la pasó.

—¿Me decías?

Alix se quedó sin aliento al ver a una mujer con un increíble parecido con ella. La única diferencia era que la otra llevaba un montón de maquillaje y el pelo corto.

Y su actitud era completamente distinta. A diferencia de Alix, mostraba una total seguridad en sí misma.

No… era más bien una actitud desafiante.

Había algo en ella frío y peligroso. Incluso apoyada contra un Devyn más joven y sonriendo, alguna cosa no encajaba. Se la veía demasiado calculadora y fría. Como si sólo le interesara lo que podía arrebatarle al mundo.

Alix le devolvió la foto a Zarina.

—¿Quién es?

—Clotilde Renier.

—Es muy hermosa.

—Y tú eres clavada a ella.

Alix negó con la cabeza.

—No tanto. Yo nunca he tenido ese aspecto. Para empezar, estoy segura de que nací con más ropa de la que ella lleva. —Comenzó a comerse el postre—. ¿Es la novia de Devyn?

—Era su prometida.

Alix se quedó parada ante la forma en que Zarina había dicho eso.

—¿Era?

—La mató.

Se notó palidecer ante el siniestro tono de la joven. Sabía que Devyn era peligroso, pero ¿matar a su prometida?

«Me va a hacer pedazos…».

—¿Que hizo qué?

Zarina intentó calmarla.

—Relájate. Fue justificado.

Sólo la hija de un asesino podía pensar así.

—¿Cómo puede ser justificado matar a tu prometida?

La muchacha guardó el reproductor de fotos en el bolso.

—Ella trató de matarlo primero. Y casi lo consiguió. Cuando lo atacó, al principio Devyn no quiso luchar contra ella, pero no tuvo alternativa. Si no la hubiera matado, Clotilde lo habría matado a él.

Alix se quedó sin aliento. ¿Sabría eso Merjack? ¿Qué demonios pensaba para enviarla a atrapar a Devyn cuando este había matado ya a una mujer que se le parecía mucho?

«Estás bien jodida…».

Y Merjack era un trol de primera por hacer algo tan cruel.

Zarina le palmeó la mano.

—No pongas esa cara de susto.

Si supiera por qué estaba tan aterrorizada…

—De verdad que no pasa nada —insistió la joven—. Sólo quería enseñarte cómo podrías verte si quisieras.

—Ya. Bueno, creo que prefiero quedarme como estoy a que al capitán Kell se le vaya la cabeza y me mate durante algún episodio psicótico que le haga creer que soy ella.

¿Acaso Zarina estaba loca para tratar de emparejarlos? Era increíble que Devyn la hubiera dejado acercarse siquiera a su nave y mucho más a su persona.

—Alix, eres imposible —gruñó la chica.

—Imposible no. Pero conozco las reglas y los hombres como el capitán Kell no se lían con mujeres como yo.

En muchos sentidos.

—Y bailarinas famosas no se casan con asesinos de la Liga renegados. Sin embargo, aquí estoy yo, la hija de la pareja más improbable del universo. Quizá sólo comparables con los padres de Devyn. —La miró seria—. Yo creo en lo imposible. Ocurre todos los días.

—Y yo creo en la realidad.

—La realidad es aburrida.

No, no lo era. Era peligrosa e inquietante. Pero Alix no trató de contradecirla y prefirió terminarse el helado. Lo cierto era que sólo deseaba volver a la nave y acabar con todo aquello para poder ver de nuevo a su madre y a su hermana.

Zarina le dio un respiro mientras saludaba a alguien de otra mesa.

Alix frunció el cejo cuando se volvió hacia allí y vio a dos hombres corpulentos no muy lejos de ellas.

—¿Qué estás haciendo?

—Saludando a mis guardaespaldas.

Ella estaba confusa.

—Pensaba que tu guardaespaldas era Sphinx.

—Te refieres a Strife. Y no… él me vigila siguiendo órdenes de mi hermano, para que no me meta en líos.

—¿No es eso lo que hacen los guardaespaldas?

—No. Mis guardaespaldas no se meten en lo que yo quiero hacer. Sólo se aseguran de que nadie me moleste. El tal Strife, en cambio, es un grandísimo aguafiestas que siempre acaba con cualquier diversión que me encuentre. Me paso con él por eso.

—Es todo muy lioso.

—Dímelo a mí. —Zarina echó la silla hacia atrás—. Tengo que ir al servicio. Volveré en seguida.

Alix se quedó sentada, mirando cómo los dos hombres se ponían en fila y seguían a la chica.

¿Cómo era que no se había fijado en ellos? Porque, normalmente, no prestaba atención a cosas como esas. Y quizá debiera.

—¿Qué crees que estás haciendo?

Alix pegó un brinco al oír una voz grave y desconocida junto a su oído.

—¿Perdone?

Aunque el hombre tenía unos veinte años más que ella, era increíblemente apuesto, de rasgos afilados y cuerpo esbelto. Su oscuro cabello caía sobre un par de fríos ojos color avellana.

—Merjack te dio órdenes que no incluía cenar con una princesa mimada y vivir una vida por encima de tu miserable condición.

A Alix se le heló la sangre en las venas. ¿Cómo sabía eso aquel hombre?

—¿Quién es usted?

Él le enseñó la placa de investigador ritadario.

—Teniente Paden Whelms. Y soy tu contacto hasta que termines la misión.

Ella lo miró frunciendo el cejo mientras él se guardaba la placa.

—No lo entiendo.

—Merjack no puede dejar su puesto —gruñó el hombre, acercándose— y tampoco puede ser visto hablando con una esclava. Pero como su agente, yo sí puedo vigilarte. ¿Has encontrado ya algo que podamos usar?

Ella tragó saliva, asustada por su mirada intensa y hostil.

—A… aún no.

Él maldijo entre dientes y volvió a clavarle su mirada de loco. Sus ojos reflejaban tanto odio que Alix no lo entendió. Ella no le había hecho nada.

—Ni se te ocurra tratar de burlar al ministro de Defensa, niña. Se come a mierdecillas como tú para desayunar.

—Nu… nunca lo haría. Kell es un hombre muy cauto y no he podido conseguir acceso a nada… aún. Pero lo haré.

—El tiempo se acaba. —Le puso un comunicador ante los ojos, en el que se veía una foto de su madre y de su hermana. Les brillaban los ojos de lágrimas mientras se abrazaban—. Espero que tengas los archivos que necesitamos en vuestra próxima parada, que será en Charisis, pasado mañana.

Ella negó con la cabeza.

—No vamos allí.

—Sí, sí iréis. Lo he arreglado para que haya una pequeña avería que no notaréis hasta que estéis en el espacio. El único lugar donde conseguiréis la pieza de recambio es en Charisis. Estaréis allí y, de una forma u otra, esto acabará. Te lo aseguro.

Esas palabras le causaron un escalofrío de temor.

Él le mostró la foto una vez más.

—Su vida está en tus manos. No falles.

Alix sintió ganas de abofetearlo hasta borrar la arrogancia de su rostro. Odiaba estar a su merced. Y, sobre todo, odiaba verse obligada a hacerle daño a un hombre que sólo le había demostrado amabilidad.

Devyn no se merecía eso…

Con un mohín de desprecio, Whelms se dio la vuelta y se marchó.

Alix lo observó alejarse mientras aumentaba su rabia hacia Merjack y aquel otro hombre.

—Voy a liberar a mi familia —dijo para sí—. Y luego os mataré a ambos.

Eso suponiendo que Devyn no la matara a ella primero.