leagueTop4

Los dos días siguientes pasaron de prisa, mientras Alix trataba de pillar a Vik desprevenido para que no se enterase de lo que iba a hacer.

Maldito fuera por estar tan atento. Nada de lo que ella probaba le funcionaba. Era como si el meca estuviera en todas partes.

Y cada día que pasaba iba haciendo más amistad con Devyn y Sway. La enseñaron a jugar a videojuegos, algo que su padre nunca había permitido a bordo de su carguero. Y, aunque en los juegos de carreras o combates le daban un poco de ventaja, eran despiadados el uno con el otro.

A Alix le encantaba escucharlos mientras se lanzaban pullas e insultos amistosos. Hacía que echara de menos a su hermana y también que no tuviera ningún deseo de hacerles daño a aquellos dos.

Pero incluso mejor que los días, eran las noches que pasaba con Devyn. Este le enseñó cosas sobre su cuerpo que ella desconocía. Sólo con rozarla se sentía electrizada, y sus besos…

Podría pasar la eternidad entre sus brazos.

En ese momento se hallaba sentada en su cama, escuchando el zumbido de los motores mientras Devyn conducía a la Talia a los amarraderos de Nera VII. Sway y él la habían invitado a cenar en uno de los bares de allí y ella había hecho todo lo posible por rechazar la invitación.

Pero, al parecer, el vocabulario de Devyn carecía de la palabra «no», así que Alix iría a comer algo con ellos y luego tenía la intención de volver directamente para ocuparse de su misión.

Mientras esperaba a que se completase el aterrizaje, se soltó la cinta de la coleta y dejó que su espesa melena le cayera por la espalda. Se la habría cortado hacía mucho, pero su padre se negaba a gastar dinero en algo que consideraba un despilfarro. Así que había tenido que conformarse con lo que su madre podía hacer, que se limitaba a irle recortando la longitud.

Pero algún día…

Algún día tendría dinero para entrar en una peluquería, con Tempest y con su madre, y pagar unos buenos cortes de pelo para las tres.

Al menos, ese era el plan, aunque si no cambiaba pronto su suerte, tenía tantas posibilidades de que se cumpliera como de que Devyn se dejara caer de rodillas ante ella y le jurara amor eterno.

Pasó la mano por la áspera tela de su traje color gris topo y suspiró deseando tener una ropa más adecuada. Aunque sólo fuera por una vez, le gustaría estar medio atractiva. Pero no había manera. Su padre no consideraba que tuviera que pagarle a una esclava por su trabajo y únicamente le compraba el mínimo de ropa imprescindible.

«De todas formas, nadie te va a mirar, tan fea como eres, y además no quiero críos bastardos en esta nave. A las mujeres como tú ya les basta con ropa de hombre. No vales mucho más. Y hay otras cosas mejores que tú en las que puedo gastar mi dinero».

¡Qué agradable era pensar en su padre!

En realidad, era afortunada por tener lo poco que tenía. Si su padre hubiera sido menos puritano, seguramente la habría dejado desnuda.

Llamaron a la puerta.

—Adelante.

El panel se corrió hacia un lado y ante su vista apareció Devyn, todo vestido de negro. Estaba tan bueno como un caramelo. Lo rodeaba un aura de poder y de peligro, pero su pícara sonrisa la neutralizaba.

—Nos vamos. ¿Estás lista?

Ella asintió.

—¿Vamos a estar fuera mucho rato?

—No demasiado. En cuanto comamos e intercambiemos parte de la carga, nos marchamos. Tú no tienes que quedarte para la segunda parte. Cuanto acabes con la comida, puedes volver.

Bien. Eso le daría tiempo suficiente para comenzar a revisar el ordenador de a bordo; hacía un par de horas, había dado por casualidad con lo que esperaba que fuera un acceso a los archivos cifrados de Devyn. Mientras Vik estuviera ocupado fuera de la nave, ella podría tener una posibilidad de revisarlos.

Pero la sorprendió que Devyn hablara tan abiertamente de sus intercambios de carga. La mayoría de los intermediarios preferían hacerlo en secreto.

Sin duda él no era el intermediario típico.

—¿Y dónde vamos a comer?

Al principio, Devyn no oyó la pregunta. Estaba demasiado ocupado fijándose en el modo en que el traje se le ajustaba a Alix sobre los pechos. No de una forma indecente, pero sí lo suficiente como para resultar tentadora. Durante días lo habían perseguido imágenes de ella. Y no porque Alix hiciera nada para atraerlo. Todo lo contrario. Incluso después de haber hecho el amor hasta que él se quedaba… Bueno, nunca estaba saciado, pero aun entonces ella se mostraba de lo más esquiva. Devyn no podía evitar observarla siempre que Alix miraba hacia otro lado.

Había algo en ella que lo obligaba a hacerlo. Aquella mujer era una cautivadora mezcla de inocencia y dureza. Y lo que más deseaba Devyn era hundir el rostro en la curva de su cuello y aspirar su aroma; tenerla contra sí mientras la acariciaba de arriba abajo y la hacía ronronear…

Alix lo miró inquieta.

—Hum… ¿dónde vamos a comer?

Devyn parpadeó, obligándose a prestar atención a su conversación y no a la idea de acostarse con ella.

—La Guarida del Intermediario.

Alix meneó la cabeza. Entendió por qué le había hablado tan abiertamente de lo que iban a hacer. Sin duda, en ese establecimiento todos debían de ser criminales. Sería un lugar donde ninguno de ellos llamaría la atención.

—¿Y por qué será que no me sorprende?

Devyn no hizo ningún comentario. Tan sólo le ofreció el brazo.

—¿Vamos? Tengo tanta hambre que me comería hasta las apestosas botas de Sway.

Contra su voluntad, a Alix se le disparó el corazón al ver ese gesto caballeroso. Le pasó la mano por el interior del codo, donde notaba sus músculos flexionarse. Tragó al sentir su contacto y se excitó ligeramente.

Ajeno al efecto que tenía sobre ella, Devyn la acompañó hasta el muelle de atraque, fuera de la nave, donde Sway y Vik se hallaban en un extremo, conversando con un grupo de hombres.

Estos, a los que Alix no conocía, se tensaron visiblemente al ver acercarse a Devyn. Era evidente que se estaban comportando lo mejor posible y que le tenían miedo. No como Sway o Vik, que nunca parecían tomárselo muy en serio.

Él se dirigió hacia allá. Que no la soltara sorprendió a Alix. Nunca nadie la había mostrado así en público.

Devyn se detuvo y se la presentó a los hombres, que ya se marchaban. Luego se volvió hacia Sway.

—¿Está Taryn aquí?

—Se nos ha adelantado por una media hora.

—Menudo cabrón competitivo. —Devyn señaló la salida con la cabeza—. Vamos a buscarlo y a ocuparnos de los negocios.

Casi no habían dado ni tres pasos cuando una profunda voz dijo:

—¡Papá!

Alix no le prestó atención hasta que vio la expresión del rostro de Devyn. Este sonrió de oreja a oreja mientras abría los brazos; entonces, alguien de casi su misma altura se echó a ellos.

Devyn lo abrazó riendo y un enorme perro corrió hacia ellos ladrando y dando vueltas a su alrededor.

Sway los señaló mientras articulaba la palabra «Omari».

Alix asintió con la cabeza, riendo.

—Me lo he imaginado.

El perro corrió hacia ella, la miró y se puso a ladrar. Tenía una oreja negra, y una mancha, también negra, le cubría los ojos como una máscara; el resto era blanco como la nieve, con un par de brillantes ojos dorados.

Alix le acarició la cabeza mientras observaba a Omari. Debía de tener poco menos de veinte años y era muy guapo, de piel oscura y una cascada de rizos que le colgaban en un caos perfecto hasta la mandíbula.

Llevaba un largo abrigo verde oscuro con bordados y las mangas subidas hasta el codo. Un grueso guante negro le cubría la mano derecha hasta la manga. Sus armas parecían ser cuchillos y dagas, enfundadas en diferentes partes del cuerpo.

Sin duda, no era lo que ella había esperado de un hijo de Devyn. Además de lo evidente, no los separaba edad suficiente.

Devyn palmeó la espalda del chico y lo soltó.

—Me alegro de verte, chaval. Te he echado de menos.

Omari se sonó la nariz.

—Sí, ya lo sé. Yo también te he echado de menos, pero he aprendido un montón de cosas estupendas.

Sway soltó un resoplido.

—Como nuevas maneras de fastidiarme, seguro.

Omari soltó una risita malévola.

—¿Cómo lo has adivinado? —Se puso serio al ver a Alix acariciando a su perro—. Tú debes de ser la nueva ingeniera.

Le tendió la mano.

—Soy Alix —dijo ella y vaciló al estrecharle la mano enguantada. Era mucho más dura de lo que esperaba; más fuerte.

Omari se sonrojó antes de concluir su apretón.

—Lo siento si te he hecho daño sin querer. Tengo una pierna y un brazo cibernéticos. A veces me cuesta saber la presión que estoy aplicando.

—No me has hecho daño.

El perro corrió hacia él.

—Este es Manashe. Manny dile hola a esta señora.

Él ladró y alzó la pata.

Impresionada, Alix le estrechó la «mano» al perro.

—Encantada de conocerte, Manashe.

El perro se puso a dos patas de un salto y lamió la mejilla de la chica.

Mientras le rascaba las orejas, Alix miraba de Devyn a Omari, intentando ver algún parecido. Aunque ambos eran muy guapos, no tenían nada en común.

El chico se frotó el cuello como si se sintiera incómodo bajo su escrutinio.

—Soy adoptado.

—Lo que no cambia nada —añadió Devyn en un tono bastante seco.

Omari alzó las manos en señal de rendición.

—Estoy de acuerdo, papá. Sólo le estaba explicando por qué no nos parecemos y por qué tendrías que haber sido más joven que yo ahora cuando nací. Eso no quiere decir que no te quiera, porque ya sabes que sí. —Y añadió en voz baja—: Haces un comentario estúpido a los doce años, cuando estás entrando en la pubertad y lo pagarás el resto de tu vida. Los padres carecen de sentido del humor.

Devyn apretó la mandíbula.

—Sobre ese tema sí —dijo, y estrechó a Omari en un abrazo que hizo que el joven se tensara, aunque le devolvió el abrazo, intensamente sonrojado.

Alix miró a Vik y se quedó helada. El modo en que este la miraba… como si supiera algo.

Omari se apartó de Devyn y llamó al perro.

—Voy a dejar a Manny y me reúno con vosotros en el restaurante.

Devyn lo miró muy serio.

—Vik…

—Sí, ya lo sé, vigila al embrión. A la orden —repuso el meca.

Omari puso los ojos en blanco.

—Ya no tengo diez años, papá.

—Ya lo sé. Y preferiría que los tuvieras. Vigílale, Vik.

El meca echó a andar con movimientos rígidos, imitando a un robot antiguo.

—Vigilar… al niño. Vigilar… al niño. No… hay… programa.

—No me hagas que te dispare, gilipollas. No tengo ningunas ganas de llamar a mi padre para que te repare.

—Sí, eso sería muy doloroso.

Omari se dirigió riendo hacia el Talia, con Vik detrás.

El resto salieron del hangar y entraron en el corredor principal, que describía un círculo alrededor de la estación espacial.

Como en la mayoría de las estaciones, en esa las tiendas se alineaban a ambos lados del pasillo. Pasaron ante numerosos humanos y extraterrestres, muchos de ellos cargados con diferentes compras. Otros simplemente rondaban por allí o charlaban a través de los comunicadores mientras caminaban.

Devyn se detuvo ante una puerta que tenía pintado un carguero rodeado por un círculo: la señal universal de un refugio de intermediarios y contrabandistas. Alix le soltó el brazo porque ya no se sentía tan cómoda cerca de él. Por no mencionar que la clientela seguramente sería peligrosa y si tenía que luchar, ella no quería molestarle.

Sway abrió la puerta y entraron en la oscura sala justo cuando Vik y Omari se reunían con ellos. Fuertes voces y música se mezclaban en el aire y retumbaban en los oídos. Nunca le habían gustado mucho esa clase de sitios. Tantos años sacando de ellos a su padre borracho mientras este la maldecía por hacerlo, le habían dejado un amargo recuerdo que le gustaría borrar.

Apartó ese recuerdo y siguió a Devyn mientras atravesaban el bar hasta una de las mesas del fondo.

Alix casi se detuvo al ver a la mesa a la que se dirigían. En ella había tres hombres con aspecto de ser muy peligrosos.

Uno tenía cara de niño. Elegante y alto, vestido de negro y con unas gafas oscuras ocultándole los ojos. A primera vista, sería fácil tomarlo por el más inofensivo del grupo.

Pero pensar eso sería estúpido y quizá fatal, pues lo rodeaba una inconfundible aura de sed de sangre, algo que Alix conocía bien.

El siguiente era absolutamente espectacular. Tenía el cabello rubio y barba de varios días. Sus ojos color estaño no se perdían detalle. Iba vestido de marrón oscuro y mantenía una mano sobre su pistola de rayos, aunque estaba arrellanado en la silla con un engañoso aspecto de calma.

Cuando Alix miró al tercero se quedó sin aliento. «Letal» y «salvaje» eran las únicas palabras que podían describirlo. Llevaba el cabello negro azabache muy corto y apoyaba una mano sobre el respaldo de la silla mientras bebía Fuego Tondaro directamente de la botella.

Alix casi podía notar el ardor del whisky, tan potente que estaba prohibido en la mayoría de los planetas.

El hombre esbozaba una especie de mueca mientras el cara-de-niño explicaba alguna historia. Pero cuando vio a Devyn, se relajó su expresión y una lenta sonrisa le fue apareciendo en su rostro, lo que aún lo hizo más impresionante.

Casi podía compararse con Devyn…

Aridos —saludó, empleando la palabra ritadaria para «hermano»—. Me alegro de verte de nuevo.

Se puso en pie y le tendió la mano a Devyn.

Este se la estrechó y luego lo abrazó.

—Se te ve tan hosco como siempre —dijo el capitán.

El hombre rubio soltó un resoplido mientras cruzaba los brazos sobre el pecho.

—Es que es tan hosco como siempre. —Miró a Sway—. ¿Seguro que no te puedo sobornar para que intercambiemos nuestro trabajo?

El hyshian rio.

—Dices eso porque no vuelas con el capitán Impetuoso. Si lo hicieras, cambiarías de idea. Créeme, es aún más insoportable que Taryn.

—Sí, claro. Dices eso porque no quieres que te reemplace.

Sway dio un paso atrás y, con un gesto arrogante, abrió los brazos.

—Nunca podrías reemplazarme, Sphinx.

—Sí, claro —replicó Devyn, riendo—. Gracias a los dioses que sólo hay un Sway. ¿Os podéis imaginar que hubiera otro?

Todos rieron.

Le ofreció una silla a Alix. Asombrada por el gesto, Alix se sentó frente al atractivo desconocido, que la miró con curiosidad.

—¿Y quién es tu amiga?

Devyn se sentó a la derecha de ella y Sway a su izquierda. Omari entre Sway y Vik.

—Es mi nueva ingeniera. —Devyn inclinó la cabeza hacia el hombre moreno—. Alix, te presento a otro de mis amigos de infancia, Taryn Quiakides.

Ella frunció el cejo al oír el apellido de un hombre tan feroz que una vez consiguió aterrorizar a la Liga para que le garantizaran inmunidad a un villano asesino; algo que nunca se había logrado ni antes ni después.

Incluso más impresionante que eso, el hombre que llevaba ese mismo nombre, había acabado convirtiéndose en emperador trioson y andarion: el emperador asesino al que nadie hacía enfadar, pues era conocido por no tener clemencia ni compasión con ningún enemigo.

Desde luego, no era un nombre corriente y Alix sólo lo había oído en referencia a ese hombre.

—¿Familia del emperador Nykyrian Quiakides?

—Mi padre.

A ella se le cayó el alma a los pies. Aquello estaba comenzando a ponerse muy peliagudo.

No era de extrañar que Merjack quisiera una prueba irrefutable de las actividades de Devyn. Si este era amigo de la familia Quiakides… quería decir que tenía un montón de influencias políticas. De hecho, una influencia política titánica. Del tipo que haría que alguien resultara muerto si no seguía exactamente la letra de la ley. Dios, ir tras él cada vez resultaba menos prometedor.

Taryn le hizo una inclinación de cabeza.

—Encantado de conocerte, Alix.

—Igualmente…

Era una respuesta tonta, pero ¿qué más podía decir? Ella, una simple esclava, estaba sentada en un antro frente a un príncipe. No tenía ni la más mínima experiencia en ninguna situación parecida.

¿Debería hacerle una reverencia?

—Hum, Alteza —añadió insegura.

—No seas tan formal —le dijo Taryn—. Aquí no usamos esa mierda. Si no estamos en la corte o en un acto público con mis padres, no soy de la realeza. —Pasó una mirada por sus hombres—. Dios sabe que mi tripulación no me besa el culo, por mucho que yo les patee el suyo.

Sphinx le cogió la botella y bebió antes de responder.

—Eso depende de si tienes o no una arma en las manos.

Devyn se echó a reír y apuntó:

—Sí, Taryn apesta como el resto de nosotros. Incluso más muchos días.

—Que te den, Devyn. —Las palabras de Taryn eran bruscas, pero no su tono.

—No eres mi tipo, Tar. Pero si tengo que…

El otro le lanzó un cuchillo.

Devyn lo cogió sin parpadear siquiera y lo dejó en la mesa entre ellos.

—Menuda susceptibilidad. ¿Qué te ha puesto de tan mal humor?

Taryn frunció los labios en un gesto de supremo desagrado.

—Reen está volando conmigo. ¿Tengo que decir más?

Alix frunció el cejo.

—¿Reen? —preguntó.

Omari soltó una risita irónica.

—Su hermanita. No se llevan muy bien.

—Sí, tiene diecisiete años, pero parece que tenga cuatro. Y me está poniendo absolutamente de los nervios. Juro que si mis padres no la quisieran tanto, la lanzaría de cabeza por una esclusa de la nave.

Devyn negó con la cabeza.

—¿Por qué está contigo?

—Ni lo menciones. Esa tonta se me pega como una lapa. Traté de dejarla en el cuartel central, pero se me coló a bordo de la nave cuando vinimos aquí para encontrarnos contigo. La vendería como esclava, pero no quiero tener que enfrentarme a mi padre… Nunca se sabe cuándo esos reflejos de asesino que tiene dentro pueden hacerle olvidar su instinto paternal. —Miró a Vik—. Eh, Vik, ¿tú no podrías…?

—Olvídalo, saco de huesos. A tu padre no le gustan los mecas.

—No te lo tomes como algo personal. Tampoco le gustan las personas. Mierda, si la mayoría de los días casi ni me tolera.

Devyn rio de nuevo.

—Eso no es cierto.

Vik lo cortó para responderle a Taryn.

—Pero a ti no te desmontaría. A mí, sin embargo…

Taryn chasqueó la lengua.

—Eres un cobarde, meca.

—Totalmente. Y no querría no serlo.

Devyn se inclinó hacia Alix y le señaló al hombre rubio que estaba junto a Taryn.

—Este es Sphinx, que, junto conmigo, es el mejor piloto de todo el universo.

Taryn arqueó una ceja.

—Me lo tomo como un insulto personal.

Devyn se encogió de hombros.

—Tómatelo como quieras, pero es la verdad. —Volvió a mirar a Alix—. Las habilidades de Taryn son las mismas que las de mi padre: robar y matar.

Sphinx le tendió la mano a Alix.

—Encantado.

—Lo mismo digo.

El hombre con cara de niño se apartó la rizada melena antes de inclinarse hacia Alix.

—Me llamo Mered. Y soy realmente bueno en la cama.

Sorprendida por esa inesperada presentación, ella miró a los otros hombres, que, bien ponían los ojos en blanco, o bien resoplaban.

Taryn soltó un largo y resignado suspiro.

—Mered nunca ha pecado de falta de autoestima. Evidentemente.

Sphinx soltó una risita maliciosa.

—No, pero sí de falta de higiene.

El otro se rebotó.

—Cabrón de mierda. ¿No ves que estoy tratando de ligar?

—¿Con la ingeniera de Dev? Olvídalo, colega. Él te caparía si lo consiguieras.

Mered miró a Devyn a los ojos.

—Anda, échale una mano a un hermano.

—No soy tu chulo, chaval. Pero será mejor que vuelvas tus desesperados ojos hacia otro lado. Lo que Alix haga en su tiempo libre es cosa suya, pero diría que es demasiado lista y tiene demasiado buen gusto como para perder el tiempo con un cerdo como tú.

Mered soltó un cansado suspiro.

—Voy a dejarlo, porque estoy en el suelo y gente que se supone que es mi amiga me suelta patadas… pero no olvidaré esto. —Tomó un trago de whisky—. Cabrones.

Sphinx hizo un mohín.

—Pobre bebé. ¿Los viejos malos se están metiendo otra vez contigo y han herido tus delicados sentimientos?

Le pasó un compasivo brazo sobre el hombro, pero Mered lo apartó.

—Estás mal de la cabeza, cabrón retorcido.

Sin hacerles caso, Devyn se sentó en la punta de la silla y se dirigió a Taryn.

—¿Has conseguido todos los suministros médicos que te pedí?

El otro cruzó los brazos sobre el pecho.

—Los tengo, pero deberías saber que los agentes de la Liga en Paradise City llevan dos semanas revisando las cargas en busca de périlan y antibióticos. Alguien les ha dicho que llegará un gran cargamento destinado a los rebeldes que resisten en las minas. No saben que eres tú, pero planean meter en la cárcel a cualquiera a quien se lo encuentren.

Alix sintió que el corazón se le paraba un instante. Lo que menos quería era un encontronazo con la Liga. Como organización militar de élite, tenían contratos con la mayor parte de los gobiernos, lo que les garantizaban el derecho a actuar como juez, jurado y verdugo contra cualquiera al que consideraran un peligro para la paz intergaláctica. Más de un rumor decía que la Liga sólo se servía a sí misma y Alix sabía que contrariarlos era el último error que Devyn o ella cometerían, incluso con todas las influencias políticas de él.

Ni siquiera el padre de Taryn podría salvarlos.

Devyn miró a su amigo entrecerrando los ojos. Su mirada fría y despiadada hizo que Alix se estremeciera.

—¿Y tienes alguna idea de quién lo ha filtrado?

Taryn negó con la cabeza.

—No, pero yo tendría mucho cuidado. Ya sabes cuánto te quiere la Liga, ¿no? Seguro que matarían por poder colgarte ese muerto.

—Me cubriré las espaldas.

—¡Y yo cuidaré del resto! —dijo una sensual voz femenina.

Taryn soltó una fea palabrota.

Alix se volvió y se quedó boquiabierta de sorpresa. La mujer más hermosa que jamás había visto se inclinó sobre Devyn y lo besó en la mejilla.

Un cabello tan negro como el espacio le caía en cascada desde un casquete de asesino hasta la estrecha cintura. Tenía una figura que ella mataría por poseer: era increíblemente alta y vestía un escueto traje negro que sólo le cubría lo imprescindible. También llevaba una pistola de rayos sujeta a la cadera y el mango dorado de una daga sobresalía de la caña de sus brillantes botas negras, altas hasta el muslo.

Al mirar su amistosa cara, Alix se dio cuenta de que la mujer era andarion: una feroz raza de depredadores de los que se rumoreaba que comían carne humana.

Pero ni siquiera la rareza de los ojos andarion, de iris blancos rodeados de un fino anillo rojo, o los largos colmillos le restaban belleza.

Devyn le devolvió el beso en la mejilla.

—Alguien tendría que colgarte un cascabel. No me gusta nada que aparezcas de repente a mi espalda.

Ella rio mientras rodeaba la mesa para abrazar a Sway y Vik.

—Oh, chicos, os he echado de menos. —Remarcó sus palabras con un fuerte apretón a Vik—. ¿Y dónde está Golan?

Devyn resopló.

—Lo arrestaron. Alix es nuestra nueva ingeniera.

—Hola —la saludó la mujer, mientras se sentaba entre Sway y Omari—. Soy Zarina, pero puedes llamarme Rina. —Lanzó una mirada hostil a Taryn—. No Reen. Eso lo odio.

—Vaya, tengo que tatuarme eso en la frente —dijo él y, mirando a Sphinx, añadió—: ¿Conoces a algún buen artista en esta estación?

Su compañero le dio un amistoso golpe en el brazo.

—Algún día tu hermana te va a pegar un tiro y yo me voy a partir el pecho riendo mientras tú te desangras.

Taryn no parecía en absoluto impresionado por esa perspectiva mientras se volvía hacia la joven.

—¿Has encerrado a Strife en el servicio de mujeres? Te juro, Reen, que si lo tengo que sacar de otro lío porque tú…

—Relájate, moco de pirata. Sólo le he dado una patada.

Señaló hacia la puerta.

Alix se volvió y vio a un hermoso hombre acercándose. Al igual que Omari, tenía una cabellera de rizos que le caían sobre unos rasgos perfectos, sólo que su cabello era de un rojizo oscuro, en vez del castaño oscuro del chico. Llevaba una pequeña perilla y vestía un traje de combate de color gris metal.

Se sujetaba la entrepierna mientras cojeaba y miraba a Zarina furioso. Que aún resultara sexy en ese estado lo decía todo.

—Tú… —gruñó en dirección a Taryn— no me pagas lo suficiente. Quiero un aumento ahora mismo o renuncio.

Taryn miró furioso a su hermana.

—Saldrá de tu fondo fiduciario.

—Oh, eso no es justo.

—Sí, sí lo es. No puedo reemplazar a Strife. Es el mejor asesino del universo. Mientras que por… tengo otra hermana.

Zarina le contestó con una pedorreta.

—Perdóneme, señor Tengo una Gemela. Eres menos único que yo y tengo que decir que Tiernan es mucho más simpática que tú.

—Entonces, por favor, vete con ella. Vendería mi alma para librarme de ti. —Miró a Sphinx—. ¿No puedes meterte en su mente para que se comporte?

—¿Bromeas? ¿Con lo obstinada que es? Me freiría el cerebro intentándolo.

Alix seguía mirando atónita a la joven. No podía creer que su hermano la dejara pasearse vestida con algo como aquello a su edad y además armada…

Increíble.

Devyn se le acercó para susurrarle algo al oído. Al notar su aliento, Alix sintió que se le ponía la piel de gallina.

—¿Puedo pedirte un gran favor? —dijo él.

«Oh, que sea algo que empiece con: “Métete desnuda en mi cama”».

—Claro.

Él sacó una tarjeta y se la pasó.

—¿Podrías llevarte a Rina a comer a alguna parte mientras hablamos de negocios?

Alix no estaba muy segura. Zarina no parecía exactamente dócil.

La chica los estaba mirando fijamente.

—No me lo digas. —Y lo siguiente lo dijo en tono burlón—: Tenéis negocios que tratar. ¿Te importa dejarnos unos minutos, porque tú eres sólo una niña y nosotros queremos jugar a ser hombres importantes?

Taryn alzó la botella hacia ella en un saludo burlón.

—Como ya sabes lo que pensamos, ¿por qué nos molestas?

Rina le dedicó una mirada malévola.

—Chúpate un asteroide, moco de pirata.

Miró a los hombres que la rodeaban; todos trataban de aguantarse la risa.

Al ver que ninguno pensaba defenderla, sorbió por la nariz como si estuviera profundamente herida.

—Muy bien. —Alzó la barbilla, desafiante—. Seguid ahí sentados como unos cretinos desconsiderados… pero luego no os preguntéis por qué ninguno está casado.

Sway carraspeó significativamente.

Zarina lo miró resoplando.

—Oh, calla. Tú no cuentas. Lo tuyo es un matrimonio de conveniencia. Ninguna chica aguanta a esos tontos más de los tres minutos y medio que tardan en quedar como los estúpidos que son, con sus manoseos siempre decepcionantes.

Entonces le tocó a Vik carraspear.

—En nombre de la población meca, te recuerdo que nosotros no sufrimos de ciertas debilidades biológicas que lacran a las formas de vida orgánica.

—Gracias, Vik —replicó Taryn sarcástico—. Vaya forma de defendernos, colega.

—Bueno, me han dicho…

—Eh, eh, eh —lo cortó Taryn—. Ya has hecho suficiente daño, meca. Quédate ahí sentado y calladito antes de que los orgánicos queramos vengarnos.

Zarina se puso en pie.

—¿Sabes, Alix? Los hombres son una mierda. De verdad. Y estos son los peores. Ven conmigo. Necesito una dosis de estrógenos antes de que sus defectos cromosómicos me contaminen más.

Aún confusa, ella siguió a la chica fuera del bar.

No sabía cómo tomarse todo aquello. En parte creía que debería quedarse y escuchar lo que decían los hombres, pero algo oído no era una prueba. Necesitaba documentos reales e irrefutables de las actividades de Devyn y no le parecía que ninguno de los allí reunidos fuera tan estúpido como para llevar papeles a un lugar público.

Ni siquiera a aquel lugar público, donde había actividades ilegales por todas partes.

Zarina se detuvo en el corredor, se dio la vuelta y miró hacia la puerta de entrada del local. Los ojos le brillaban maliciosos mientras se apoyaba en la pared, se cruzaba de brazos y tamborileaba con los dedos.

—¿Cómo se puede querer y odiar tanto a alguien?

Alix no tenía ni idea. Ella nunca había tenido sentimientos tan contradictorios. Los suyos eran elementales. Quería a su madre y a su hermana y odiaba a su padre. Pero claro, su vida siempre había sido mera supervivencia.

Los sueños, las esperanzas, los planes de futuro… eso estaba reservado para los ciudadanos libres. Así que, ante la insistencia de su madre, desde pequeña se había sacado esas ideas de la cabeza. Sólo en esos momentos, cuando tenía una esperanza de ser libre y crearse su propia vida, había empezado a pensar que el mañana podía ser mejor.

La chica entrecerró los ojos antes de proseguir con su discurso.

—Juro que un día lo mataré. ¿Tienes hermanos?

—No.

—Pues tienes suerte. Yo tengo cuatro. ¿Quieres uno?

Alix se echó a reír.

—Si todos hacen que quieras matarlos, entonces mejor paso. Creo que estoy mejor sin ninguno.

—Eres lista. Aunque, para ser sinceros, no todos son totalmente imbéciles. Me llevo bien con Jayce y con Adron. Antes éramos muy amigos…

Ella frunció el cejo al notar el tono de Zarina.

—¿Erais…?

Los ojos de la joven se oscurecieron.

—Mi hermano mayor era un asesino de la Liga y tuvo un encuentro con un animal psicótico que lo dejó tullido. Me temo que nunca volverá a ser el mismo. Aunque sobrevivió, una parte de él murió aquella noche y echo de menos al hermano que era antes. Dicho eso, agradezco seguir teniéndolo, aunque siempre esté de mal humor. Así que no voy a quejarme de él. Los mellizos, sin embargo…

—¿Te ponen de los nervios?

—Exacto. —Soltó un largo suspiro, la cogió del brazo y la llevó hacia un agradable restaurante—. Pero será mejor que no hablemos de mis hermanos. Tengo algo mucho más interesante que discutir contigo.

—¿Y es…?

—Que tenemos que meter a Devyn en tu cama lo antes posible.

¿De dónde salía aquello? Ese era un tema del que se sentiría muy incómoda hablando con alguien tan joven.

Pero cuando Alix trató de decir algo, se dio cuenta de una cosa… Zarina no escuchaba. Y mientras seguían caminando, Alix comenzó a sentir pánico.

El futuro que la chica había pensado para ella era incluso más aterrador que el que Merjack quería.

«Que Dios me ayude…».