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Alix gruñó mientras trataba de hacer suficiente presión como para aflojar el tornillo del panel que estaba intentando abrir. ¿Por qué no conseguía que aquella estúpida cosa cediera?

Devyn apareció de repente.

—¿Te echo una mano?

Ella iba a rechazar su ayuda, pero él le cogió el destornillador de la mano y abrió el panel con una facilidad que dejó a Alix frustrada. Oh, tener esa fuerza por un minuto…

—Gracias, capitán.

—Sabes que puedes llamarme Devyn. Por aquí no es que nos vayan mucho las formalidades.

Ella no comentó nada mientras asomaba la cabeza por la abertura para mirar el tubo al que le había echado el ojo en los planos.

Estaba tratando de engañar a aquel hombre, por tanto, no quería confraternizar demasiado con él.

Devyn suspiró al ver su frialdad. Lo cierto era que no la entendía. A veces lo miraba como si se lo estuviera imaginando desnudo y otras veces era de lo más distante. Era como si quisiera levantar algún tipo de muro entre los dos. Y por alguna razón eso lo molestaba.

Bajó la vista, que cayó directa sobre el bonito culo de Alix mientras esta se estiraba para llegar a algo en el interior. Devyn notó el calor en la entrepierna y se excitó al instante ante la idea de lo que le gustaría hacer con ella.

«Mierda, necesito echar un polvo».

Porque en ese momento en lo único que podía pensar era en arrancarle la ropa y saborear cada centímetro de su esbelto cuerpo. ¿Qué sabor tendría?

¿Sería de las que gritaban o no?

Ella sacó la cabeza del hueco y lo miró.

Devyn alzó la vista hasta su rostro y tuvo que reprimir una sonrisa al verla sonrojarse.

—Tenemos un problema. Hay un defecto en dos juntas y eso es lo que está causando la filtración de radiación. Tenemos que reemplazarlas.

Devyn miró hacia la cámara por donde Vik vigilaba la nave.

—¿Vik?

—¿Sí, mi señor y torturador?

—¿Tenemos alguna junta de repuesto de los reflectores?

—No.

—¿Y no las tenemos por alguna razón en concreto?

—Sway es un idiota que no pidió recambios cuando se acabaron los últimos.

—¿Eso no forma parte de tu trabajo?

—No. Yo soy el subidiota. Sway es el idiota jefe, porque la compañía se niega a tratar con mecas. Como no soy orgánico, creen que no podré pagar.

—Gracias, Vik.

—Siempre es un placer irritarte, jefe.

Devyn miró a Alix.

—Y su sarcasmo sigue y sigue sin final. Hace que me sienta orgulloso, la verdad. —Se puso serio—. ¿Es una reparación que pueda posponerse?

—Depende de a cuánta radiación te importe estar expuesto. Los niveles están en clase dos.

Devyn alzó una ceja mientras su personalidad de médico se ponía en acción.

—No queremos tener hijos con tres cabezas.

—A mí también me gustaría conservar el cabello.

Una sonrisa jugueteó en los labios de Devyn.

—Vik, ¿cuál es la parada más cercana?

Este soltó un teatral suspiro.

—No será que no puedes hacer una búsqueda tú mismo, ¿verdad?

—Haz la maldita búsqueda y calla.

—Hay una en Miremba II, a un par de horas de aquí.

Devyn gruñó fastidiado. Miremba IV pertenecía a los gouran, pero la II…

—Eso es territorio de los rits, ¿no?

—Sí la última vez que lo miré.

Él soltó una maldición.

Alix no comprendía su enfado.

—¿Qué le pasa a los rits?

Aparte de que Merjack, el ministro de Justicia de Ritadaria, quisiera torturarlo y matarlo.

—Tenemos una mala historia familiar con ellos. Siempre que puedo, trato de mantenerme fuera de su territorio. Vik, ¿no hay ningún otro sitio?

—¿No crees que a estas alturas he aprendido a leer un mapa? Si hubiera algún otro, ya lo habría propuesto. Hay algunos más a varios días de aquí. Pero no es eso lo que me has preguntado.

Devyn soltó otro gruñido animal.

—Fija el rumbo y mantente alerta.

—Sí, capitán Valiente.

Alix cerró el panel y él se lo sujetó mientras ella apretaba los tornillos.

—¿Puedo preguntar lo que pasó con los rits?

Devyn iba a decirle que metiera las narices en sus asuntos, pero ¿qué importaba? Si Alix hacía cualquier búsqueda rápida sobre sus padres, lo averiguaría de todos modos.

—Mis padres hicieron caer la dinastía imperante unos años antes de que yo naciera. Como resultado, los rits le tienen una manía especial a cualquier Dagan o Syn. Como yo soy hijo único de ambos, los rits me adoran.

—Pero te llamas Kell.

Su sonrisa fue aún más encantadora.

—Y ahora ya sabes por qué. A mis padres los obsesionaba que algún ritadario tratara de vengarse en mí por lo que hicieron ellos, así que nunca he llevado sus nombres. Ni siquiera constan en mi certificado de nacimiento.

Ella lo miró boquiabierta. Es esa época, donde las identificaciones lo dominaban todo, ¿cómo podría haber ido a la escuela o incluso poseer algo?

—Entonces, ¿cómo…?

—Tenían identificaciones falsas que empleaban siempre que, de pequeño, tenían que matricularme para algo. Mantenerme sano y salvo ha sido siempre su objetivo principal.

Alix no podía ni imaginarse esa clase de amor. Su padre la hubiera arrojado alegremente a los peores depredadores sólo para estar él a salvo.

Todo eso explicaba por qué Merjack estaba tan obsesionado con atraparlo. Se la tenía jurada a los que habían derrocado a su familia.

—¿Y tú les has hecho alguna vez algo a los rits?

—No. Como he dicho, nos mantenemos fuera de su territorio. Aunque esté cabreado por lo que le hicieron a mi padre cuando era niño, los que lo torturaron hace tiempo que murieron a sus manos. No soy de los que descargan su ira sobre inocentes.

Entonces, era mejor persona que Merjack y eso la hizo sentirse aún más culpable. Pero Alix se negó a escuchar a su conciencia. La misma conciencia que estaría gritando aún más fuerte si algo le pasara a su propia familia debido a su fracaso.

Lo que le recordó…

—¿Tienes un hijo?

Devyn esbozó una sonrisa orgullosa.

—Sí. Es un gran chico, a pesar de haberse criado conmigo.

—Pero no viaja contigo…

—Por lo general, sí; es mi copiloto. Ha estado fuera con unos amigos durante un par de semanas y es lo más importante que recogeremos en Nera cuando lleguemos allí.

A Alix le encantó la forma en que a Devyn se le iluminaba el semblante al hablar de su hijo. Le hizo sentir una ternura como nunca había creído posible.

—Te entiendo.

—Te gustará Omari. Se parece mucho a mí, sólo que es más guapo.

Eso le costaba imaginárselo.

—Estoy segura de que me encantará.

Devyn no supo por qué, pero esas palabras lo asustaron. Más incluso, hicieron que en su cabeza destellara una imagen de Alix sosteniendo a un bebé. Sin duda, eso asustaría a la mayoría de los hombres, pero después de haber criado en parte a Omari, él deseaba tener más hijos. Había disfrutado mucho viendo a su hijo crecer y aprender mientras se convertía en un hombre estupendo. Si encontrara a la mujer adecuada, le encantaría tener una casa llena de críos.

Y eso le hizo pensar en lo que hacía falta para hacer un bebé…

Lo que a su vez lo llevó de nuevo a la imagen de Alix desnuda.

«Necesito un polvo urgentemente…».

Se estaba volviendo ridículo.

—Me voy a mi despacho. Si necesitas algo, avísame.

—Gracias.

A Alix cada vez le estaba costando más reconciliar su reputación de crueldad con aquel hombre que amaba tanto a su hijo. Y con el que era tan fácil charlar y que se preocupaba por ella.

Con un suspiro, regresó a su cabina para prepararse para salir de la nave y comprar los recambios que necesitaban.

• • •

En cuanto atracaron en Miremba, Alix se reunió con Sway y Devyn en la rampa. El hyshian iba de gris oscuro mientras que el capitán, recién duchado, estaba guapísimo de negro. Su simple aroma era suficiente para excitarla.

Sway le sonrió irónico a Devyn, que se negó a mirarla.

—Buena caza, colega. ¡Que los dioses te acompañen!

—¡Que te jodan, Sway! —gruñó él.

Y corrió rampa abajo en cuanto esta acabó de extenderse.

Alix miró a Sway con un cejo de confusión.

—¿De qué iba eso?

El hyshian rio con malicia.

—Devyn tiene un caso grave de hinchazón de huevos, lo que, aunque es común en mí, en él es un estado sumamente raro. Espera encontrar alivio mientras Vik y tú compráis los repuestos y arregláis la nave. Yo me quedaré aquí para asegurarme de que nadie se acerca a la Talia.

—Vale —repuso ella, remarcando la palabra—. No necesitaba saber tanto sobre el capitán.

—No estoy tan seguro. Has sido tú quien lo ha puesto así. —Y rio de nuevo mientras se alejaba.

Alix se lo quedó mirando boquiabierta, mientras Vik se unía a ella. Se puso más roja que un tomate.

—Deberías sentirte halagada.

Ella lo miró arqueando una ceja.

—¿Y eso por qué?

—Uno, porque Devyn te desee así, y dos, porque te tenga la suficiente consideración como para no ir a por ti, otra cosa que resulta rara en él. Por lo general, cuando desea a una mujer, la consigue con facilidad.

Alix le lanzó una mirada burlona.

—¿Sabes que quizá eso quiera decir que no es que lo atraiga, sino que soy la única mujer a bordo y le recuerdo el sexo?

—Tú sigue pensando eso, bonita. Yo soy el que registra su biometría y he notado que siempre que se acerca a ti aumenta su ritmo cardíaco, su respiración se hace más pesada y la sangre se le acumula en cierta parte de su anatomía. Créeme, reconozco las señales de la excitación sexual cuando las veo. Y sólo le pasa cuando está cerca de ti. Cosa que me parece bien, porque te aseguro que no me gustaría que quisiera ligar conmigo. Eso está totalmente fuera de mi programación o de mis tareas.

Alix se sentía tan avergonzada que deseaba que la tierra se la tragase.

—No registras también mis bios, ¿no?

—En absoluto. No te ofendas, pero no me importa si vives o mueres. No eres mi responsabilidad.

—¡Vaya forma de aumentarme la autoestima! Te lo agradezco, Vik.

Este comenzó a alejarse de la nave.

—Bueno, si la verdad ofende…

Alix puso los ojos en blanco mientras lo seguía por el hangar y hacia el sector de recambios que habían instalado allí para que las tripulaciones que pasaban por la base lo tuvieran más fácil.

No tardaron en encontrar los recambios y comprarlos, pero cuando regresaban, Alix no podía evitar pensar en Devyn y en lo que en esos momentos él estaba buscando.

«No me importa con quién se acueste. No hay nada entre nosotros».

Era cierto y ella sabía más de los hombres y de sus bajas necesidades de lo que le gustaría saber. Esa era la parte de sus obligaciones en el carguero de su padre que más la había asqueado.

«Necesito que se centren en su trabajo. Ocúpate de ellos, Alix. Haz algo útil por una vez».

Por no mencionar que si ella los tenía contentos y cansados no se fijaban en Tempest. Aunque eso se había ido haciendo cada vez más difícil durante el último año. La verdad era que casi se alegraba de que su padre hubiera muerto. Su mayor temor había sido que le hiciera a su hermana lo que le había hecho a ella.

Convertirla en la puta de la tripulación.

—¿Estás bien?

Miró a Vik sobresaltada.

—Sí, ¿por qué?

—De repente te has puesto muy triste. ¿Te he molestado con mis comentarios? No era mi intención.

—No has hecho nada, Vik. Estaba pensando en otra cosa.

—Entonces, lo siento por lo que sea que te causó tanto dolor. Pareces una mujer muy agradable y aunque a veces soy un poco desconsiderado en mis comentarios, no quisiera causarte nunca un dolor así.

Su sinceridad le llegó al alma.

—Gracias, Vik.

Él le abrió la puerta de la nave.

—De nada.

• • •

Devyn se detuvo para observar a las mujeres que había en el bar. La mitad eran prostitutas y la otra mitad eran como él: estaban allí para buscar a alguien que les aliviara la calentura.

Mientras pedía una copa, una impresionante pelirroja con un mínimo top atado al cuello y pantalones de lona se le acercó. Lo recorrió de arriba abajo con una mirada hambrienta y sonrió.

—¿Buscas compañía femenina?

Sí…, pero aunque no le costaría nada tomar un bocado de aquella manzana, sabía que volvería a estar hambriento en cuanto terminara.

Porque no eran manzanas lo que ansiaba.

Quería algo más.

«Estoy hecho un buen lío».

¿Cómo podía desear a una mujer que se parecía tanto a la zorra que casi había acabado con él?

La pelirroja le rozó un brazo con los pechos.

—¿Qué me contestas?

Devyn le miró el marcado canalillo entre los pechos, se imaginó cómo sería hundir el rostro ahí y se le hizo la boca agua.

—Te contesto que eres una de las tías más buenas que he visto nunca y que nada me gustaría más que follarte hasta que me pidieras piedad.

Ella hizo un seductor mohín.

—¿Cómo es que noto que hay algún «pero»?

Él suspiró.

—Porque no sería a ti a quien estaría viendo mientras lo hiciéramos.

Ella le pasó la mano desde el pecho hasta la cadera y luego más abajo, hasta cubrirle el hinchado pene.

—No me importaría, nene. Hasta puedes llamarme por su nombre si quieres.

Devyn apretó los dientes mientras ella lo toqueteaba. Oh, sí… Aquello era lo que había ansiado.

—Hay una habitación al fondo, si quieres intimidad.

Estaba tan caliente que se la hubiera tirado allí mismo, delante de todos.

Pero al pensarlo se le apareció la imagen de Alix. O, sobre todo, el recuerdo del aroma de Alix. Y aunque la mujer que tenía delante era realmente hermosa, mucho más que la chica, no tenía aquellos tímidos ojos azul oscuro ni su largo cabello rubio.

Decidido a olvidarla, apretó a la mujer contra sí y la besó. Le rozó la lengua con la suya.

Ella le mordisqueó los labios mientras se apartaba.

—Ven, nene. Déjame que te la mame.

Él dio un paso siguiéndola y luego soltó una palabrota. «No quiero estar con ella.

».¿Acaso me he vuelto loco? Pero ¡mira ese cuerpo!

»Es todo mío».

Aun así, siguió sin moverse. Sabía por experiencia que comer algo porque era fácil no hacía que resultara satisfactorio. Eso no le calmaría el apetito. En cuanto volviera a estar cerca de Alix, volvería a desearla.

Abrazó a la pelirroja y la besó suavemente.

—Eres una mujer hermosa e impresionante y yo soy un idiota por esto. Pero aunque me gustaría meterme en ti, no puedo.

Ella suspiró con tristeza.

—Tu novia debe de ser muy especial…

—Sí… lo es.

La mujer le toqueteó el lóbulo de la oreja.

—Espero que sepa la suerte que tiene. —Se le acercó más y le susurró al oído—: Para que conste… te vas a perder uno de los mejores polvos de tu vida.

Devyn casi gimió cuando ella se apartó de él y fue hacia otro hombre. «Sway tiene razón, soy un nenaza. Peor aún, estoy así por alguien a quien ni siquiera he besado».

Molesto, se acabó la bebida de un trago, y luego llamó al camarero con un gesto.

—Ve llenándome el vaso hasta que me caiga de la silla.

• • •

Alix salió del hueco del motor y descendió por la escalera de mano. La reparación había sido un incordio, pero al menos ya estaba hecha. Mientras se limpiaba la grasa de las manos, presionó con el codo el botón para bajar la escotilla.

Estaba tan concentrada en asegurarse de que esta quedaba sellada, que no se fijó en nada más.

Al menos hasta que alguien la agarró por detrás.

Supuso que sería Devyn, Vik o Sway, bromeando, y no reaccionó hasta que unas ásperas manos le apretaron los pechos.

—¿Qué estás haciendo aquí sola? ¿Robándole piezas a alguien para tu padre?

Alix se quedó helada al reconocer una voz que la ponía enferma. Irn Soilent. El hombre que había arruinado a su padre y los había dejado sin nada.

Él la agarró con más fuerza mientras le metía la mano por debajo de la camisa.

—¿Dónde está la putilla de tu hermana? Quiero tirármela antes de que lo haga otro.

Gritando de furia, Alix lo atacó.

Irn soltó una palabrota cuando ella le partió el labio de un puñetazo.

—¡Maldita puta!

Se revolvió y conectó un directo a la mandíbula de Alix cuya cabeza se fue hacia atrás con tanta fuerza que por un momento todo le dio vueltas.

Hasta que él fue a pegarle de nuevo y entonces ella le clavó el puño en el estómago, deseando tener una arma para arrancarle el fétido corazón del pecho.

—¡Cogedla! —gruñó Irn a unos hombres que estaban cerca.

Alix sintió pánico al darse cuenta de que eran diez. Y, aunque luchaba bien, era imposible que pudiera contra tantos.

Esquivó al primero que trató de agarrarla y corrió hacia la rampa de la nave. Otro hombre le cortó el paso.

Ella lo apartó de una patada en los huevos. Pero antes de que pudiera pasar, otro hombre, grande como un oso, la agarró por detrás y la levantó del suelo. Se volvió luego para dejarla frente a Irn, que la miró con odio mientras escupía sangre.

—Vas a pagar por esto, zorra.

Alix trató de soltarse, pateando y retorciéndose, pero lo único que consiguió fue hacerse daño. Incluso así, no se rindió, mientras los hombres se reían de ella.

—¿Desde cuándo os habéis vuelto tan escrupulosos? —Irn les sonrió malicioso a los demás—. Ya sé que no tiene buen aspecto, pero será suficiente para satisfacernos a todos. Y es gratis.

Irn fue a besarla, pero ella gritó furiosa mientras trataba de apartar la cara.

Él la agarró por la barbilla para que parase mientras el hombre que la tenía cogida le apretaba más los brazos.

Justo cuando los labios de Irn iban a tocar los suyos, algo tiró de la cabeza de él hacia atrás y lo hizo volverse para enfrentarse al propio diablo.

Alix se quedó parada al ver la furia en el rostro de Devyn. Ese era el hombre que Merjack había descrito. Frío. Letal. Aterrador.

No había piedad en su oscura mirada. Nada en su expresión excepto la promesa de la muerte para aquellos que lo enfurecieran.

Uno de los hombres fue a por él, pero Devyn levantó el brazo, detuvo el golpe y le dio tal mamporro al que lo había atacado que este cayó al suelo gimiendo. El siguiente salió volando por encima de él y cuando se estrelló contra el suelo, Devyn le retorció el brazo hasta rompérselo. El hombre gritó de dolor.

Él se volvió entonces y agarró al siguiente por el cuello, lanzándolo contra dos hombres más, antes de encararse rápidamente con Irn y soltarle un revés.

El hombre que sujetaba a Alix la dejó caer y se lanzó aullando sobre Devyn.

Este esquivó el golpe y luego le dio un potente cabezazo. No había ninguna emoción en su rostro mientras lo machacaba.

Alix se puso en pie, pero antes de que pudiera unirse a la pelea, aparecieron Sway y Vik. Los «amigos» de Irn salieron corriendo y dejaron solos al oso y al propio Irn, que Devyn estaba tratando de matar.

Sway lo apartó de él.

—Para ya, Dev. Casi lo has matado.

Él lo pateó una vez más y luego lo levantó del suelo. Lo arrastró frente a Alix, que pudo ver los hilillos de sangre que le corrían por la frente, las sienes y la nariz.

—Y ahora te disculparás, estúpido animal.

—No voy a disculparme con ninguna puta.

La furia que se reflejó en el rostro de Devyn fue tal que Alix estuvo segura de que iba a acabar con Irn allí mismo.

—Nunca trates así a una mujer. O te disculpas o te arrancaré los ojos y te los haré tragar.

El otro gimió, pero la miró con la promesa de que algún día le haría pagar por aquello.

—Lo siento.

Devyn lo tiró al suelo.

—Lárgate de aquí. Y si vuelvo a verte, no vivirás lo suficiente como para lamentarlo.

No se movió hasta que los dos hombres se hubieron ido. Luego se volvió hacia Vik y Sway con tal expresión de furia que Alix dio un paso atrás.

—¿Dónde demonios estabais?

La mirada de Sway se oscureció mientras se tensaba y se mantenía firme.

—No me vengas con esas, chaval. Ya sabes que no sirve.

Pero él no se calmó ni se arredró.

—No sirve y una mierda. Casi la violan mientras vosotros dos os la pelabais ahí dentro. ¿Por qué no estabais aquí vigilando?

—Les he dicho que podía quedarme sola —intervino Alix, antes de que los otros pudieran responder.

Devyn la miró ceñudo.

—¿Qué?

Ella se apretó el brazo dolorido. El hombre oso le había hecho daño al sujetarla. Lo último que deseaba era recibir la furia de Devyn, pero no podía dejar que Vik o Sway se metieran en líos por algo tan insignificante como protegerla. Cuadró los hombros, decidida a defenderlos.

—Por favor, no los culpes a ellos. Ha sido culpa mía. Les he dicho que no se preocuparan por mí. En ese momento no había nadie por aquí y, si no hubieran sido tantos los que me han atacado, me las podría haber arreglado sola. Siento mucho haber provocado todo esto. En el futuro tendré más cuidado.

Devyn sintió que se le rompía el corazón al oírla disculparse después de haber sido atacada.

A Alix ya se le estaba hinchando el pómulo y los ojos le ardían de furia contenida y de dolor.

Vio las miradas avergonzadas de Vik y Sway al ver que ella los protegía.

—No has hecho nada por lo que tengas que disculparte.

—Debería haber ido armada o gritar pidiendo ayuda. Pero ha sido todo tan rápido… Me ha pillado desprevenida. Prometo que no volverá a pasar, capitán.

Levantó la barbilla, pero, aun así, él le vio lágrimas en los ojos mientras regresaba hacia la nave.

Sway negó con la cabeza.

—Siento mucho todo esto, Dev. Estaba hablando con Claria. De haberlo sabido…

Devyn le palmeó la espalda mientras su furia se convertía en una tierna emoción que ni sabía nombrar.

—No te preocupes. Estoy furioso conmigo mismo por no estar aquí y lo estoy pagando con vosotros. No debería haberme marchado.

Vik carraspeó.

—Y hablando del asunto… será mejor que nos larguemos de aquí antes de que uno de esos gilipollas acuda a las autoridades para denunciar una agresión. Creo que ninguno de nosotros quiere que lo arresten en territorio rit.

Desde luego que no. No les iría bien a ninguno.

—Bien dicho. Movamos el culo mientras todavía lo tenemos.

• • •

Alix se apoyó en la puerta cerrada de su cabina, temblando. Se había salvado por los pelos en varios sentidos. ¿Y si Irn le hubiera dicho a Devyn que ella era una esclava? De no haber sido por el feroz ataque de este, seguramente lo hubiera hecho.

Y luego… acababa de ver hasta dónde podía llegar Devyn y era realmente aterrador. Había machacado a aquellos hombres él solo…

«Oh, Dios mío…».

¿Qué le haría si alguna vez se enteraba de su secreto? Una imagen de Devyn pateando a Irn apareció en su cabeza con tal claridad que se le hizo un nudo en la garganta.

—No puedo creer que después de todo eso ni siquiera hayas echado un polvo. Maldita sea, Dev, eres un completo idiota.

Alix se quedó helada al oír a Sway y Devyn pasando ante su cabina.

—Ni me lo menciones, Sway. Ya estoy bastante cabreado.

—No hueles a cabreado, hueles a borracho. ¿Lo estás?

—No lo estaría si hubiera echado un polvo, pero necesitaba algo para sobrellevarlo, aunque no puedo decir que me haya ayudado mucho. Te juro por los dioses que estoy a punto de reventar.

Sway se echó a reír.

—Entonces no me extraña que los hayas machacado como lo has hecho.

—Tienen suerte de que no les haya arrancado los brazos por tocarla.

Sway chasqueó la lengua.

—Ya sabes que hay formas de aliviarte tú solito.

—No es lo mismo y tú lo sabes mejor que nadie. No sé ni cómo lo aguantas. Eso me hace respetarte aún más… Bueno, eso no es del todo cierto. Sigo creyendo que eres un idiota, pero en este momento estoy demasiado borracho para que me importe.

Continuaron hablando, pero Alix ya no podía distinguir las palabras.

Se quedó allí de pie, anonadada ante el descubrimiento. Así que Devyn no se había acostado con nadie durante su ausencia… Por alguna razón, eso le encantó.

«No lo pienses».

Pero no podía evitarlo. Ningún hombre la había defendido antes. A nadie le había importado quién pudiera hacerle daño o con quién se acostara.

Ni siquiera a su propio padre.

«Tienen suerte de que no les haya arrancado los brazos por tocarla».

Era lo más amable que nadie había dicho nunca sobre ella. Arropada por esas palabras, se apartó de la puerta y fue a ponerse hielo en la hinchada mejilla.

Aún no había llegado a su nueva unidad frigorífica cuando oyó que llamaban suavemente a la puerta.

Fue a abrir y se encontró a Devyn en el pasillo, con cara compungida.

¿Por qué? ¿De qué tenía él que disculparse?

—¿Necesitas algo, capitán?

Devyn saboreó el profundo contralto de la voz de Alix, que lo excitaba más y la hacía desearla con mayor desesperación. «Mierda, estoy borracho». Alzó el botiquín.

—Quería echarte una ojeada a la mejilla. Asegurarme de que no tengas el hueso roto.

—No es nada.

—Soy médico, Alix. Quiero revisártela y no te servirá de nada discutir conmigo.

Ella parpadeó, confusa ante sus palabras, sin estar segura de haberlo oído bien.

—¿Qué?

Devyn asintió arrogante.

—Certificado y con formación en medicina y cirugía humana, andarion, hyshian y trisani. Puedo ir a buscar el título si de verdad quieres verlo. Ahora, déjame entrar.

Alix se apartó, asombrada al descubrir aún otra cosa más de aquel hombre.

—¿Y por qué un médico se dedica a hacer de intermediario?

Él no contestó mientras la hacía sentarse en la silla, junto a la cama. Sacó un escáner de la bolsa y se lo pasó por el lado de la cara, que le palpitaba de dolor. Ella olió el alcohol en su aliento, pero, a diferencia de su padre, no se le veía borracho en absoluto. Al contrario, parecía completamente sobrio.

Devyn intentó no pensar en la suave piel que notaba bajo los dedos mientras comprobaba el estado de la hinchada mejilla. El pómulo no estaba roto, pero le iba a salir un buen morado. Apretó los dientes para contener la oleada de furia que lo impulsaba a destrozar a aquellos tíos por lo que le habían hecho.

—Debería haber matado a esos cabrones.

—No creo que olviden fácilmente el encontronazo que han tenido contigo.

Devyn no respondió mientras le pasaba la mano por el labio partido.

—¿Te ha saltado algún diente?

—No creo. No tengo tanta sangre en la boca.

La rabia creció en él. Que Alix supiera lo que tenía que buscar y que no estuviera sollozando por lo que le acababan de hacer le hizo preguntarse cuántas veces la habrían maltratado así en el pasado. Era evidente que no se trataba de algo nuevo para ella.

—Si quieres, bajo de la nave y los mato.

Alix alzó una ceja.

—No quiero… —Se detuvo antes de acabar la frase.

Había estado a punto de decirle que no quería que él fuera a la cárcel por su culpa y, sin embargo, eso era lo que estaba a punto de hacerle.

Esa hipocresía le dolió.

—No te hace falta meterte en ese lío —concluyó débilmente.

—Muy bien. Si cambias de opinión, dímelo y nos encargaremos de ellos.

—¿Hasta qué punto estás borracho?

Él le dedicó una sonrisa maliciosa.

—Lo suficiente como para que Vik no me deje despegar la nave.

Alix se quedó atónita.

—Pero si parece que no hayas bebido nada.

—Sí, lo sé. Eso me viene de mi padre. Al menos, es lo que me dice mi madre. Lo cierto es que a él nunca le he visto tomar ni un trago. Pero toda mi familia jura que durante muchos años fue un alcohólico empedernido.

Como su propio padre, pensó Alix, sólo que el de Devyn había sido bueno con su hijo.

—¿Y qué le hizo dejar de beber?

Él volvió a meter el escáner en la bolsa del botiquín.

—Amaba a mi madre más que a la botella y una vez me dijo que no quería arriesgarse a hacer algo estúpido estando borracho que le hiciera perderla.

—¿De verdad?

—Sí. Mis padres tienen esa clase de matrimonio con el que todos sueñan. Incluso después de tantos años, todavía son como dos adolescentes, besándose a escondidas y cogiéndose de la mano.

—Y te quieren.

—Sí, tengo mucha suerte y lo sé. Ambos tuvieron una vida difícil de pequeños y a mí me salieron los dientes oyendo las historias de terror de su pasado. —Calló un instante para mirarla—. A veces me cuesta reconciliar las historias que cuentan otros sobre ellos y su reputación con los padres a los que conozco y quiero. —Sonrió—. He visto a hombres adultos mearse encima con sólo mencionar a mi madre y me resulta difícil pensar que es la misma mujer que me limpiaba la nariz y jugaba conmigo de niño. Y luego está mi padre… —Soltó un largo suspiro—. He oído las historias, pero nunca le he visto perder los estribos conmigo, ni siquiera cuando, de pequeño, incendié la casa y quemé una parte importante de su carísima colección de arte.

Ella lo miró boquiabierta.

—¿No te mató?

Devyn negó con la cabeza.

—Yo estaba sentado con los bomberos, aterrorizado por la paliza que sabía que me merecía. Cuando finalmente vi llegar a mi padre y venir corriendo hacia mí, supe que me iba a destripar. Supongo que conoces esa sensación de «¡Oh, mierda, la he cagado!» de cuando eres niño y sabes que has hecho algo realmente estúpido. Tenía ganas de salir corriendo, pero estaba demasiado asustado hasta para moverme. Entonces él me cogió y me estrechó entre los brazos hasta que casi no pude respirar. Creí que no me iba a soltar nunca. Estaba tan contento de que no me hubiera pasado nada que ni siquiera mencionó lo que le había hecho a la casa o a su colección de arte. Fue un accidente, pero hasta el día de hoy me siento fatal por aquello.

—¿Qué edad tenías?

—Once años. Como castigo por hacer novillos con un amigo me habían dejado en casa con mis niñeras para que hiciera deberes. Estaba tonteando con mi juego de química cuando de repente le prendí fuego al escritorio de mi padre y, con los productos químicos, el fuego se extendió en un instante.

Un músculo le tironeó en la mandíbula mientras negaba con la cabeza tristemente.

—Es la única vez que he visto llorar a mi madre. Y no por la casa, sino porque, cuando llegó, al principio pensó que yo aún seguía dentro. Cuando se enteró de que estaba a salvo, me abrazó y lloró como un bebé. Aún la noto temblar. Creo que eso me asustó más que nada.

Alix trató de imaginarse a sus padres siendo tan protectores. Pero la verdad era que a ella la habrían matado por algo así.

—Tanto mi padre como mi madre podían enfadarse mucho —comentó Alix—. Mi padre mucho más que mi madre. Pero ella siempre me quiso y lo sé. Por eso siempre he deseado protegerla.

Él la miró con el cejo fruncido.

—¿Quieres decir antes de que se largara cuando eras pequeña?

Alix se encogió por dentro al darse cuenta de su desliz. «Será mejor que tenga más cuidado si no quiero que me mate».

—Eso no quiere decir que no quieras a tu madre, capitán. Cuando lo único que conoces es crueldad, perdonas muchos fallos. Incluso unos padres malos son mejor que ninguno.

Devyn resopló.

—Sin duda mi padre rebatiría eso y, dado lo que mi abuelo le hizo, no puedo culparlo. Pero no voy a meter las narices donde no me llaman. Sé por mis padres lo mucho que duelen esos recuerdos, incluso décadas después. Nunca acabas de superar una mala infancia.

Sacó una bolsa de frío del botiquín y la activó y luego se la puso a Alix en la mejilla.

—Mantén la mejilla fría. Y yo voy a la cama antes de que me desmaye.

Dejó tres bolsas más sobre la mesa y se despidió.

Sólo después de que él se hubiera ido, Alix se dio cuenta de que la sangre que manchaba las bolsas procedía de las heridas de él.

Heridas que había recibido por ella…

Tuvo ganas de llorar al pensar en lo que iba a hacerle a aquel hombre y se sentía aterrorizada por lo que sus padres pudiesen hacerle a ella. Si lo que le había contado era cierto, no se quedarían de brazos cruzados ante el dolor de su único hijo.

Irían a por ella con todo lo que tuvieran y más.

«¿Qué voy a hacer?».

Salvar a su familia. No tenía elección. Pero primero quería darle las gracias al hombre que había evitado que la violaran.

• • •

Devyn siseó entre dientes mientras se echaba antiséptico sobre los nudillos ensangrentados. Aquel cabrón debía de tener una mandíbula de acero.

—Esto es lo que te pasa por ser tan estúpido.

Y seguía tan empalmado que podría clavar un clavo con su erección.

¿No se suponía que el alcohol amortiguaba el dolor?

«Seguramente la pelea te ha quitado la embriaguez».

Estupendo. Agarró una botella de whisky tondaro y se fue a sentar a su mesa. Se dispuso a coger también un vaso, pero decidió que no valía la pena. Quitó el tapón y bebió directamente de la botella mientras lo atormentaban imágenes de Alix tumbada en su cama.

«¿Por qué no he aceptado la oferta de la pelirroja? Al menos me habría calmado un rato.

»Porque soy un maldito idiota.

»Sí, debe de ser eso». Tomó otro trago.

De repente, oyó una vacilante llamada a la puerta y el pene se le tensó, porque ni Sway ni Vik se mostrarían tan tímidos o se molestarían en llamar…

«Justo lo que necesito. Más tortura».

—Adelante —dijo, sin ningunas ganas de levantarse o moverse.

La puerta se abrió y asomó el hermoso rostro de su peor torturadora. «Mierda, tengo que emborracharme más».

—¿He olvidado algo? —le preguntó a Alix.

Esta vaciló al verlo con la botella en la mano. «Si sigue bebiendo, deberías salir corriendo», pensó. Su padre siempre era peor cuando estaba borracho y eso la hacía inquietarse ante cualquier hombre que bebiera. Pero no podía irse. Se lo debía a Kell y, además, quería hacerlo. Estar un rato con un hombre que no le producía escalofríos de asco al tocarla.

¿Cómo sería acostarse con alguien a quien se deseaba?

Sólo una vez.

Se armó de valor, cruzó la sala y se arrodilló ante él.

Devyn la miró ceñudo. Ella lo miró por entre sus rodillas y él se quedó sin aliento. Quiso preguntarle qué estaba haciendo, pero la hambrienta mirada en los ojos de Alix le borró todo pensamiento racional.

Y cuando ella le puso las manos en la bragueta, Devyn pensó que debía de ser otra fantasía producida por la borrachera. El corazón le golpeaba con fuerza en el pecho mientras la observaba bajarle lentamente la cremallera hasta liberarle el pene.

Sin decir nada, Alix agachó la cabeza y lo tomó con la boca.

Él dejó caer la botella y apretó los dientes mientras el placer lo sacudía entero. Le puso la mano en la mejilla mientras disfrutaba de la sensación de la caricia de su boca. Era lo más erótico que había sentido nunca e hizo que le ardiera cada molécula del cuerpo.

Alix gimió al notar el gusto salado, pero fue la suavidad de las manos de él en su rostro lo que la sorprendió. Devyn la acariciaba mientras ella le daba placer. Nadie nunca le había hecho eso. Por lo general, le tiraban del pelo y se sacudían, sin importarles si le hacían daño o no.

Pero él le apartó el cabello del rostro mientras le acariciaba la cabeza, produciéndole escalofríos. Alix lo miró y lo vio mirándola. La ternura de sus ojos la abrasó.

Sonriendo, le lamió el pene hasta la base.

Devyn gruñó ante la sensación de su lengua. Sentía que le ardía todo el cuerpo. Incapaz de soportarlo, la levantó para poder besarla.

Alix notó que la cabeza le daba vueltas al notar los labios de él sobre los suyos. Feroz y tierno a la vez, Devyn le exploró cada milímetro de la boca, dejándola sin aliento. No se había equivocado en absoluto. Su beso era eléctrico. Luego, él la alzó en volandas y la tumbó sobre la mesa.

Lenta y suavemente, le subió la camisa. Con ojos ardientes, sus labios saborearon sus senos. Ella le apretó la cabeza contra su pecho mientras él le lamía los pezones y experimentó oleadas de placer que la recorrían de una manera que nunca antes habría imaginado. Cada caricia la hacía estremecer.

«Oh, Dios mío. Este hombre es increíble…».

Sintió que se le espesaba la sangre cuando él le metió la mano bajo la cintura de los pantalones hasta alcanzar la parte de ella que estaba al rojo vivo.

Devyn gimió al notarla tan mojada y ver lo mucho que deseaba que la penetrase.

«Es tu ingeniera. No deberías hacer esto».

Lo sabía en su interior, pero Alix le había buscado. De haber estado sereno, quizá hubiera podido rechazarla. Pero en ese momento era imposible.

Y mientras hundía los dedos en su interior, ella le siseó al oído. Ese sonido reverberó en su interior.

—Dime lo que quieres, Alix.

Ella se frotó contra él.

—Te quiero a ti, Devyn.

Él sonrió al oírla, por fin, usar su nombre. La besó antes de volver a hablar.

—Quiero saborearte, pero ahora no puedo. Te deseo demasiado. Si me dejas hacer, te juro que te compensaré.

Alix no lo entendió. Mientras, él se apartó para quitarle los pantalones. Y antes de que pudiera preguntarle qué había querido decir, se hundió profundamente en su interior. Ella se mordió el labio y gimió de placer al notarlo dentro. Lo miró y lo vio observándola.

Devyn le cogió la mano y le besó tiernamente la palma mientras se sacudía contra sus caderas.

Alix le rodeó la cintura con las piernas y arqueó la espalda para hundirlo más. Él le succionó los pechos mientras aceleraba sus embestidas.

Le daba vueltas la cabeza al sentir el calor del cuerpo de ella debajo del suyo. No tenía ni idea de por qué la deseaba de esa manera, por qué le había llamado tanto la atención, pero en ese momento no le importaba. Le rozó los labios con el dedo, trazando su contorno. Ella lo rodeó con los brazos y lo apretó contra sí.

Y, por alguna razón que Devyn no podía imaginar, ese abrazo alivió algo en él que ni siquiera sabía que le doliera. Sus brazos lo hacían sentirse…

No estaba seguro de poder explicarlo.

Cerró los ojos y saboreó la sensación. Estaba al borde del clímax. Se mordió el labio, tratando de controlarse. Ya le había escatimado bastante del juego previo. No la iba a decepcionar también en eso.

Metió la mano entre los dos hasta encontrar su clítoris. Ella se sacudió en cuanto él la tocó. Con la respiración entrecortada, Devyn observó su movimiento hasta encontrar un ritmo que la complaciera.

Alix se estremeció mientras la mano de él la acariciaba al ritmo de sus embates. Su placer se intensificó hasta un punto que nunca antes había conocido.

—Así, así —le susurró Devyn al oído—. Dámelo todo. —Y se hundió más en su cuerpo para subrayar sus palabras.

Alix no estaba segura de qué le estaba pidiendo. Lo único que sabía era que nunca había sentido nada igual. Era como si se deshiciera. En el pasado, miraba el reloj, haciendo todo lo posible para acelerar las cosas, acabar de una vez y poder volver a lo que estuviera haciendo antes.

Pero con Devyn…

No quería que aquello terminara. Le encantaba sentirlo dentro. Y entonces sintió como si algo estallara en su interior. Llegó de alguna parte muy profunda y la sacudió entera. Y antes de poder evitarlo, se oyó gritar.

Devyn rio en su oído mientras se movía aún más de prisa, aumentando el placer. Cada uno de sus fuertes y profundos embates la llevaba todavía más allá.

Y entonces, Alix lo notó correrse. Él lanzó un grito ahogado un instante antes de estremecerse. A continuación le cogió la mano y entrelazó los dedos con los suyos en un gesto tan dulce que ella notó que se le grababa en el corazón.

Aún con los cuerpos unidos, Devyn se echó hacia atrás para besarla en la punta de la nariz. Siguió besándole los labios, el cuello y los pechos mientras ella yacía asombrada.

—¿Qué ha sido eso?

—¿Qué ha sido qué? —le preguntó él, ceñudo.

—Lo que me has hecho. Nunca había sentido nada igual… Ha sido increíble.

Devyn tardó todo un minuto completo en comprender a qué se estaba refiriendo.

—¿Nunca antes habías tenido un orgasmo?

El cejo de Alix igualó el suyo.

—¿Una mujer puede tener orgasmos?

De no haber sido por la sinceridad que vio en sus ojos, Devyn habría pensado que estaba bromeando. Sabía que no era el primero que le hacía el amor, pero…

—¿De verdad no sabías que una mujer podía sentir eso?

Alix negó con la cabeza.

—Sabía que los hombres sí. Pero no, nunca había tenido uno antes.

A Devyn se le rompió el corazón. ¿Con qué clase de cabrones egoístas habría estado para que no pensaran en absoluto en las necesidades de ella? Maldita fuera. De haberlo sabido, habría ido mucho más despacio.

Al final había sido tan egoísta como los otros, que la habían usado para satisfacer sus necesidades. «Soy un auténtico gilipollas».

—¿Has estado muy protegida?

—No entiendo tu pregunta.

Devyn hizo una mueca al darse cuenta de que, de nuevo, había sido de lo más desconsiderado. Sin una madre y con lo que era evidentemente una tripulación exclusiva de hombres en la nave de su padre, ¿cómo iba a saber nada sobre sexualidad femenina?

Sabía por experiencia la clase de hombres de dudosa moralidad que los fletadores pobres contrataban como empleados. Y eso le hizo preguntarse si alguno de ellos la habría violado.

Maldita fuera. Era un idiota y tendría que haber estado sobrio antes de tocarla.

«Bueno, ahora estoy sobrio».

Apoyó la frente en la de ella y negó con la cabeza.

—¿Por qué has venido a mi habitación?

—Me sentía culpable.

—¿De qué?

—De ser la causa de tu estado y luego estropear tu oportunidad de… aliviarte. De no haberte metido en la pelea, podrías haberte quedado hasta encontrar a alguien con quien quisieras acostarte.

Eso lo dejó sin habla.

Y también se sintió insultado.

—¿Te has acostado conmigo porque lo considerabas una obligación?

—No del todo. —Se sonrojó un instante antes de que la furia le oscureciera la mirada—. ¡No soy una puta!

Lo empujó hacia atrás, pero él la sujetó con fuerza.

—Chist —susurró, mientras la apretaba contra sí para calmarla—. No te estoy acusando de serlo. —Mierda, ¿qué le habían hecho su padre y la tripulación?—. Es sólo que no quiero que pienses que parte de tus obligaciones en esta nave es ocuparte de mí cuando esté caliente. Nunca.

Alix se calmó al ver la sinceridad en sus ojos. ¿Por qué tenía que ser tan dulce y atractivo?

«¿Por qué tengo que traicionar al único hombre decente que he conocido?».

Era de lo más injusto.

—De acuerdo —susurró ella—. Sólo sé que los hombres tienen necesidades y que cuando no pueden conseguir lo que quieren, cogen lo que tienen a mano. No volveré a molestarte.

Devyn la abrazó de nuevo para evitar que recogiera los pantalones del suelo.

—Alix… En Nera he tenido la oportunidad de acostarme con la pelirroja más increíble que he visto nunca. Me estaba tirando los tejos antes de que me emborrachara y te aseguro que me tenía bien enganchado.

A ella le dolió oír eso.

—Eres un gilipollas por contármelo. —Entonces lo miró frunciendo el cejo por su confesión, sin entenderlo—. ¿Y por qué no te has acostado con ella?

—Porque no eras .

—Sigo sin entenderlo.

Él le cogió la mano y se la llevó a su pene, que estaba comenzando a endurecerse de nuevo.

—Como has dicho, tú eres la que me has hecho esto. No quería lo que estaba a mano, Alix. Te quería a ti.

—¿Por qué?

Devyn se quedó anonadado al ver que no podía aceptar que él se sintiera atraído hacia ella por sí misma.

—Eres lista, divertida, temeraria y no cargas con toda la mierda y el drama que llevan la mayoría de las mujeres. No quieres volverme loco. No me dices que tienes razón cuando no la tienes. Eres competente, nada quejica… y los dioses saben que he tenido que aguantar a muchas mujeres quejicas e incompetentes incapaces de cuidar de sí mismas. —Le hundió la mano en el pelo—. Y tienes el cabello y los ojos más hermosos que he visto nunca. Y lo mejor es que no sólo pillas mi sarcasmo, sino que me lo devuelves. —Le sonrió de medio lado—. Me gusta que una mujer sea atrevida.

Ella gimió cuando él la besó de nuevo. Devyn notó que se empalmaba otra vez mientras atrapaba la mano de Alix entre sus cuerpos.

Se echó atrás y aulló, luego se quitó la camisa por la cabeza. La cogió de la mano, la hizo levantarse y la condujo al cuarto de baño. Ella se quedó parada al ver lo bonito que era. Tres veces mayor que el suyo, con grifería de oro y mármol negro. Todo era tan hermoso… como un sueño.

Devyn la soltó para abrir el grifo de la ducha. Mientras ajustaba la temperatura, Alix se quitó el top y el sujetador. Se quedó sin aliento al contemplar el ondear de los músculos bajo la piel de Devyn. Era absolutamente espectacular. Excepto por unas cuantas cicatrices profundas, tenía un cuerpo perfecto.

Y cuando él se volvió y le sonrió, ella se estremeció. Devyn le tendió la mano.

—¿Te apetece unirte a mí?

Alix le cogió la mano y entró con él en la ducha, donde el agua caliente se deslizaba sensualmente sobre su piel.

Devyn cogió una esponja y jabón para lavarse rápidamente y luego la enjabonó a ella.

Alix suspiró de placer mientras él le lavaba con cuidado los pechos. Con las manos y la esponja fue incrementando su placer hasta que ella lo deseó de nuevo. Y cuando Devyn le separó las piernas para lavarla, casi no podía mantenerse en pie. Se tuvo que apoyar en la pared mientras él jugueteaba entre sus piernas. Alix temblaba con la caricia de su aliento, mientras que, con la lengua, Devyn le reseguía el contorno de la oreja y le lamía el lóbulo.

Ella se corrió de nuevo con un orgasmo tan intenso que el anterior quedó en nada. Devyn soltó una risita grave en su oído mientras se agachaba.

Su sonrisa era contagiosa cuando alzó la vista hacia los ojos de ella, que aún jadeaba cuando él le acercó la boca a la entrepierna.

Alix soltó un gritito de gozo.

—Oh… mi…

Dejó caer la cabeza hacia atrás mientras él la llevaba al orgasmo tres veces.

Sólo entonces Devyn la cubrió con su cuerpo y la penetró de nuevo.

Cerró los ojos mientras saboreaba cada centímetro del cuerpo de Alix mientras la penetraba. Eso era lo que llevaba días anhelando. Su aroma y el tacto de su piel no se parecían a nada que hubiera conocido.

Y, cuando se corrió de nuevo, tenía la cabeza y la mano hundida en los mojados mechones de su larga melena.

Alix lo estrechó contra sí mientras el agua continuaba cayendo sobre ellos.

—¿No estamos malgastando recursos?

Devyn se echó a reír.

—Eres la única persona que pensaría en eso ahora.

Se apartó un poco y la besó con fuerza.

Ella gimió al notar su sabor.

Finalmente, él la soltó y se lavó rápidamente mientras Alix lo miraba. De repente, se sintió incómoda y trató de cubrirse con las manos. ¿Debía marcharse?

¿Acaso debía retirarse, puesto que él ya había acabado?

Pero justo cuando se iba a ir, Devyn la cogió y le dio otro espléndido beso. Le apartó un largo mechón y le mordisqueó la barbilla.

—Pareces muy incómoda, así que te dejo sola para que acabes. —Le puso la esponja en la mano—. Espero que te quedes conmigo esta noche en vez de volver a tu habitación. —Dio un paso, pero se detuvo—. Y no es una orden, Alix. No quiero que te quedes a no ser que desees quedarte.

Al oír eso, ella sintió que se le hacía un nudo en la garganta.

—Me quedaré.

Él le mordisqueó los labios y salió.

«¿Qué estoy haciendo? Tengo que entregarlo a las autoridades».

Que lo matarían. ¿Cómo podría vivir ella con eso?

• • •

Devyn frunció el cejo al ver salir a Alix del baño envuelta en una toalla, que se sujetó remetiendo una punta. La inseguridad de ese gesto le pareció algo absolutamente adorable.

—Hum… —dijo ella—. Necesito coger el pijama de mi habitación.

Él abrió la cama.

—No, no lo necesitas.

Alix alzó una solitaria ceja, lo que aún encantó más a Devyn.

—¿Quieres que duerma desnuda… contigo?

—No es como si no te hubiera visto ya.

—¿Y que hay de Sway y Vik?

—No quiero que duermas desnuda con ellos.

Ella se sonrojó violentamente.

—No me refería a eso.

—Ya lo sé. No pasa nada. Te prometo que sólo quiero abrazarte mientras dormimos. Te aseguro que no me queda energía suficiente para hacer nada más.

Alix vaciló un momento y luego fue hacia la cama. Nunca había hecho algo parecido. Y lo que más le asustaba era lo mucho que deseaba dormir así con él.

«Está mal».

Aun así, se metió bajo las sábanas antes de quitarse la toalla.

Devyn la rodeó con los brazos y se apretó contra su espalda.

—Gracias por quedarte.

Alix también deseaba agradecérselo, pero en ese momento no podía ni hablar. Se sentía superada por todo lo que había pasado. Por su ternura y consideración. ¿Cómo aprendía alguien a ser tan agradable?

Sobre todo con alguien como ella, que sin duda no merecía nada más que su odio y su desprecio.

Y justo cuando se estaba quedando dormida, sonó el comunicador de Devyn. Ella pegó un brinco y él soltó una maldición.

Devyn se dio la vuelta, cogió el auricular y se lo metió en la oreja, luego le dio un golpecito para abrir el canal.

—Sí, mamá… No, no estoy ni luchando ni haciendo ejercicio. Estaba tratando de dormir. —Soltó un cansado suspiro mientras escuchaba—. Sí, te llamaré por la mañana. Yo también te quiero. —Le echó una mirada avergonzada a Alix antes de enviarle un beso a su madre.

Ella reprimió una sonrisa mientras él volvía a dejar el auricular en la mesilla.

—Eso ha sido muy tierno.

—Querrás decir humillante.

—Me parece muy agradable que la respetes. La mayoría de los hombres no lo hacen.

Devyn rio con fuerza.

—Dices eso porque no conoces a mi madre. O le muestras respeto o te patea el culo. Y, te lo aseguro, es pequeña pero matona.

—Estoy segura de que a ti nunca te lo pateó.

—Te sorprenderías. Me quería mucho, pero a veces podía ser muy dura. No acepta insolencias de nadie… excepto quizá de Vik. Y nunca me las ha permitido a mí tampoco. Su filosofía es: «Yo te traje a este mundo y yo te sacaré de él». —Volvió a abrazar a Alix.

—No creo que tu madre pueda hacerte nunca daño.

—Digamos que no tengo ninguna intención de averiguarlo. —Le hundió el rostro en la melena e inspiró profundamente.

Alix tragó saliva al mirar el brazo que la rodeaba. Su piel era muy oscura comparada con la suya. Los dedos largos y finos. Fuertes y bonitos. La conmocionó al recordar la sensación de esos dedos dándole placer.

Y mientras absorbía el calor del cuerpo que se acurrucaba contra el suyo, la ternura de Devyn la dejó sin aliento. Ella debería lamentar lo que habían hecho esa noche, pero no lo conseguía. Lo había deseado y había descubierto exactamente lo dulce que Devyn Kell podía ser.

Incluso estando borracho…

Se quedó tumbada durante horas, oyéndolo respirar dormido.

Y se odió por lo que iba a hacer. «No tengo alternativa».

Se levantó con cuidado para no despertarlo y fue hasta el ordenador. Con un poco de suerte, Vik no estaría controlándolo, sin duda el meca no metería las narices en el ordenador del capitán.

El corazón le golpeaba dentro del pecho cuando tocó la almohadilla táctil para activarlo. La pantalla destelló. Alix echó una mirada a Devyn para asegurarse de que seguía dormido y comenzó a buscar antiguos manifiestos.

Abrió el primer fichero que encontró.

En vez de una hoja de cálculo, era una foto de un Devyn de niño sobre los hombros de un hombre que se le parecía tanto que sin duda debía de ser su padre. La única diferencia era el brillo salvaje en los ojos del padre. Era como si pudiera verle hasta el alma, incluso desde la foto.

En persona debía de ser realmente terrorífico. Por muy intenso y fuerte que fuera Devyn, no tenía nada del hombre que le había dado la vida. Era imposible no ver al despiadado asesino que vivía en el interior de este.

Alix fue al archivo siguiente. Era una lista de cargamento… que no le aclaró nada. Parecía igual a cualquier otro documento legal de embarque de mercancías. Siguió buscando.

—¿Qué estás haciendo?

Alix pegó un brinco al oír el tono grave y cortante de Devyn y rápidamente cerró los archivos. Por suerte, él seguía en la cama y no parecía tratar de ver lo que ella estaba mirando.

—Q… quería comprobar el núcleo de la nave para ver si todo estaba en orden.

Devyn bostezó.

—Vuelve a la cama y no te preocupes de eso. Vik nos avisará si algo va mal. Lo sabrá incluso antes de que aparezca en el controlador del sistema.

Alix apagó el ordenador para que él no pudiera averiguar qué había buscado y volvió a la cama.

Pero no podía dejar de temblar.

Se había librado por los pelos. Si Devyn se hubiera levantado, si hubiera visto lo que estaba buscando…

—¿Estás bien?

Ella asintió.

—Sí, claro.

—¿Y por qué tiemblas?

—Tengo frío.

Él le hundió el rostro en el cuello y la cogió con más fuerza. Cada centímetro de ese fibroso cuerpo se apretaba contra el suyo. Protector. Tierno. Pícaro.

—Yo te calentaré.

«Voy a arder en el olvido por esto…». Pero siempre que se sentía culpable por tener que entregarlo, lo único que tenía que hacer era recordar el rostro de su madre y de su hermana y su conciencia se callaba.

O eso esperaba…

Y, sin embargo, nunca se había sentido más segura que yaciendo entre sus brazos. O más querida.

«Él no siente nada por mí. Sólo es un hombre salido y yo he sido un cuerpo que tenía a mano. Ni siquiera lo conozco».

Pero no podía convencerse de eso teniéndolo desnudo a su lado. Claro que lo conocía… Su tacto y su aroma se le habían quedado grabados en la memoria. Se dio la vuelta y contempló sus atractivos rasgos. Con los ojos cerrados parecía casi vulnerable.

Excepto por sus manos. Aún las tenía tensas, aunque el resto del cuerpo estuviera relajado. Y mientras estaba allí, observándolo, no pudo evitar preguntarse cómo sería compartir la vida con un hombre así. Alguien que estaría a su lado cuando lo necesitara.

Un hombre al que poder amar.

Ni siquiera se atrevía a soñar con un esposo. Estaba demasiado gastada y cansada para planteárselo.

Pero en lo más profundo de su ser, en un lugar donde casi ni se atrevía a mirar, pervivía una pequeña llama de esperanza que la crueldad de su padre no había podido apagar. Esa pequeña luz parpadeante se encendió y la torturó con imágenes de un hogar con alguien como Devyn, que la amara incondicionalmente.

«Eres una estúpida sensiblera».

¿Cuántas veces en su vida dejaría que el destino se burlara de ella antes de aprender que los finales dichosos y la felicidad no eran para la purria como ella? Eso estaba reservado para las mujeres libres que nacían en el seno de familias normales y agradables.

«Sí, claro, pero ¿y si…?».

Le puso la mano en la mejilla. La barba incipiente le rascó la palma. Y por un instante, Alix se imaginó la vida que deseaba tener.

Y esa fantasía imposible fue lo que la condujo al sueño más tranquilo de su vida.

• • •

Devyn se despertó con algo duro presionándole la espalda. Al principio pensó que se había quedado dormido en la silla del piloto, hasta que oyó un suave ronquido.

Alix.

Una lenta sonrisa le fue curvando los labios mientras volvía la cabeza y se encontraba con la rodilla de ella contra la espalda y su mano en el cabello. Las tenues luces resaltaban lo suficiente de su cuerpo desnudo como para excitarlo al instante.

Era tan confuso sentirse atraído por una mujer cuyos rasgos se parecían tanto a su ex. No se parecían en nada más que en la cara y en la forma en que el cuerpo de él reaccionaba al verla. Debería estar satisfecho después de la noche anterior, sin embargo…

Deseaba morder aquella suculenta carne.

—¿Devyn?

Él suspiró al oír el susurro del meca. Sin duda, había estado controlando sus constantes vitales para saber cuándo se despertaba.

—¿Qué, Vik?

—Estoy captando algo extraño. Me parece que quizá quieras venir y echarle una ojeada.

—¿No me lo puedes enviar al ordenador de aquí?

—Creo de verdad que tendrías que venir a verlo.

Eso disparó una alarma en Devyn. ¿Qué estaría pasando? Vik no solía ser evasivo cuando algo los amenazaba.

Agradeció que Alix siguiera durmiendo mientras él salía de la cama y se vestía con rapidez; luego fue hacia el puente de mando.

Las luces se encendieron inmediatamente y Devyn se sentó en su silla.

—¿Dónde está Sway?

—Durmiendo.

—Vale, y ¿qué pasa?

Vik transfirió los datos al ordenador principal que Devyn tenía delante.

—Creo que nos han pinchado.

Con «pinchado» quería decir que alguien les había colado un rastreador y podía localizarlos.

—¿Quién?

—No tengo ni idea y es realmente sofisticado. Algo que idearía tu padre.

Él arqueó una ceja. Cuando se trataba de ordenadores y electrónica, su padre no tenía rival.

—Papá no me habría pinchado a escondidas. —Estaba al tanto de los artefactos que le había colocado en la nave y en su cronómetro. Sus padres eran de lo más paranoicos, pero al menos lo eran abiertamente—. ¿Puedes bloquear la señal?

—Déjame volver a lo que he dicho de que es algo que haría tu padre.

—También te hizo a ti, Vik.

—En este momento, la adulación te puede costar muy cara. He estado tratando de aislarlo, pero es impresionante. He probado a bloquearlo y todo eso. Sea lo que sea, está por encima de mis capacidades.

Aquello era muy interesante. Y de lo más preocupante.

—¿Quién haría algo así?

—Alguien que quisiera controlarte. Como no sabemos quién, creo que lo mejor es considerarlo hostil.

Devyn resopló ante un comentario tan estúpido que no podía creer que hubiera salido de la boca de Vik.

—¿Eso crees?

—Oh, el sarcasmo seguro que te costará caro. Sobre todo a esta hora del día.

—Perdona, Vik. Ya sabes que así es como controlo el estrés.

—Pues te sugiero que lo redirijas en otra dirección que no te lleve a acabar sangrando en el suelo.

—Gracias, Vik. Yo también te quiero, chaval. Sólo por curiosidad, ¿por qué no podías decirme esto en mi habitación?

El meca dudó antes de hablar.

—Porque no estoy seguro de que Alix no sea el origen de esto.

A Devyn se le cayó el alma a los pies mientras se le disparaban todas las alarmas internas.

—¿Qué quieres decir?

—Recelo de ella.

Técnicamente, los IA no eran capaces de ser recelosos, pero el padre de Devyn le había creado a Vik un sistema nervioso central humano completo y, además, había insertado ADN humano en algunas de sus conexiones. Aunque el meca no hubiera nacido de una madre, era casi humano en todos los sentidos.

En todos.

Lo que significaba que su capacidad de observación estaba por encima de toda duda. Si recelaba de Alix, esta era culpable de algo.

—¿Qué ha despertado tu recelo?

—No podría decírtelo exactamente y eso me fastidia. Sólo que la he pillado tratando de acceder a tus registros. Manifiestos de embarque e inventarios de carga.

—Eso podría ser curiosidad natural. Si yo estuviera en una nave y pudiera acabar en prisión por cumplir con mi obligación en ella, también querría saber qué carga llevamos.

—Quizá. Pero me resulta extraño.

Devyn se lo hubiera discutido de no haber tenido tan mala experiencia con Clotilde. Después de eso, había perdido toda la fe en su capacidad de juzgar a la gente. A Vik nunca le había gustado aquella zorra y si lo hubiera escuchado, se habría evitado una pena eterna.

Se apartó de la consola.

—No le quites ojo y házmelo saber si ves algo concreto.

—Supongo que no quieres que la vigile cuando esté contigo.

—No hace falta decirlo.

—Ya me lo imaginaba. Por cierto, está despierta y vistiéndose en tu habitación.

Bueno, si era una enemiga, no debería importarle lo que estuviera haciendo.

Aunque eso era mucho más fácil de decir que de hacer.

Era evidente que no era así como Devyn había querido despertarse. Besar a Alix durante unas cuantas horas… ese había sido el plan.

—Por cierto, gracias por arruinar mis planes para esta mañana, Vik. Te lo agradezco.

—Siempre es un placer irritarte, embrión.

Devyn fue suspirando hacia la puerta.

—¿Puedo hacerte una pregunta? —dijo Vik.

Él se detuvo frunciendo el cejo.

—Claro.

—Entiendo el carácter físico del sexo, pero ¿por qué no te acostaste con la pelirroja de la estación?

Devyn sintió una oleada de irritación al darse cuenta de que lo había espiado.

—Vik…

—No es culpa mía. Se te aceleró el corazón y sólo miré para asegurarme de que estaba bien. Oí ese trocito y luego cerré al instante mis sensores.

Devyn se habría cabreado de no ser porque controlar sus constantes vitales formaba parte de las obligaciones de Vik. Además, este no tenía auténtica malicia, sólo una curiosidad insaciable sobre las relaciones humanas.

—Es complicado. Está el sexo a secas, que, y no me malinterpretes, es bueno. Pero no es tan bueno como cuando tienes una conexión con alguien. Esa clase de sexo es astronómico.

—No lo entiendo.

Él sonrió.

—La mayoría de los días yo tampoco. De algún modo, resulta más satisfactorio cuando lo tienes con alguien a quien conoces. —Miró hacia el altavoz—. Es una de esas cosas que hay que experimentar para entenderlas, Vik.

—Entonces nunca lo sabré.

Devyn oyó su tono melancólico y se sintió mal por su amigo. Aunque tenía curiosidad por el comportamiento humano, Vik siempre se había mantenido distante. Casi parecía que tuviera miedo de la parte humana de sí mismo. Y Devyn no podía culparlo por ello.

Había veces en las que a él también le daba miedo ser humano.

Mientras se dirigía hacia la cocina para preparar el desayuno, pensó que le gustaría poder ayudar al meca.

• • •

En cuanto Alix terminó de vestirse, fue en busca de agua y de una barrita de desayuno. Pero en cuanto entró en la cocina descubrió que algo olía estupendamente.

Dado lo caro que era, muy pocas veces podía oler el beicon. Era un olor maravilloso, inconfundible, que hizo que el estómago le rugiera mientras observaba a Devyn pasarlo por la sartén.

Lo miró ceñuda.

—Creía que no cocinabas.

—Y así es. Eso no significa que no sepa hacerlo, sólo que lo odio con toda mi alma.

—¿Cómo es eso?

Él le dio la vuelta a dos trozos chisporroteantes.

—Por culpa de mi tía Kasen. La quiero mucho, pero puede ser una auténtica pesada. De niño, cometí el error de preguntarle cómo se hacían unos pastelillos de cereales que solía darme. Al cabo de tres minutos, ya supe que había metido la pata. —Puso voz de falsete—. «No, Devyn, no es así. Deja eso. Muévelo de esta forma. No de esa». —Soltó un resoplido de fastidio—. Pasé dos de las peores horas de mi vida para preparar un plato que está listo en quince minutos. Después de eso, siempre que me pillaba cerca de la cocina, comenzaba a darme la paliza. Así que me da un espasmo de esfínter siempre que cojo una sartén.

Ella rio al oír la expresión.

—Entonces, ¿por qué estás cocinando ahora?

Él se inclinó y le dio un beso que hizo que la cabeza le diera vueltas.

—Me estoy sometiendo a este sufrimiento por ti, nena.

«¿Estoy soñando?». Aquello no podía estar pasándole a ella. Irn toqueteándola con sus manos frías y sucias cuando la encontraba sola. Arkley agarrándola cuando necesitaba satisfacerse… eso era normal.

Pero ¿un hombre como Devyn cocinando para ella…?

Imposible.

Sin embargo, mientras él acababa de preparar el desayuno, Alix se convenció de que no estaba soñando. Aquello era la realidad y era maravillosa.

Pero no la entendía.

—¿Por qué eres tan bueno conmigo?

Devyn hizo una mueca al oír la pregunta.

—¿A qué te refieres?

—No entiendo por qué me tratas así.

Mierda, ¿qué le habrían hecho para que fuera incapaz de comprender que un hombre le preparara el desayuno después de haber dormido con ella? Devyn apagó la cocina y abrazó a Alix.

—Cariño, así es como las personas con las que suelo estar se comportan entre sí. Hacerte el desayuno después de la noche que me has dado no es nada. Me has dejado agotado y necesito energía para enfrentarme al día. Y ahora, come antes de que se enfríe.

La soltó, puso beicon en un plato y se lo tendió.

Alix lo cogió. Pero mientras iba hacia la mesa, entró Sway y les sonrió irónico.

—Vaya, tío, pensaba que Vik estaba tomándome el pelo al decirme que olía a comida de verdad. —Le dio un abrazo a Devyn y lo besó en la mejilla—. Te quiero, tío. ¡Eres el rey! Gracias por la comida. Me has tocado la fibra sensible.

Él se irritó un poco con ese amistoso asalto.

—No quiero saber nada de tus fibras sensibles, chaval.

Y cuando Sway fue a coger el plato de Devyn, este se lo apartó.

—Prepárate tú uno, giakon. Tengo hambre.

Sway pasó junto a él para servirse un plato. Mordió el beicon y gimió.

—Siempre me olvido de lo bien que cocinas.

—Sí, pero tú ya estás casado, así que aparta tus ojos de mí.

El hyshian se sentó junto a Alix.

—¿Te gusta el beicon?

—Sí.

Sway le sonrió a su amigo.

—Necesita más beicon.

Devyn lo miró divertido.

—Si quieres más beicon, te lo preparas tú.

—Siempre se me quema. Alix, ¿no quieres más beicon?

Ella alzó las manos en señal de rendición.

—Ni siquiera llevo la mitad de este.

Pero interiormente disfrutaba de aquellas bromas y juegos y los envidiaba a los dos por haberse criado así. Ella sólo estaba empezando a comprender un mundo donde el miedo no formaba parte del día a día. Donde nadie le gritaba ni la agarraba.

Pero al pensar en el futuro se le encogió el estómago. Cuando Devyn no estuviera, ¿qué sería de ella? Lo único que sabía hacer era trabajar en naves.

—¿Estás bien?

Alix parpadeó y se encontró con la mirada preocupada de él.

—Sí, muy bien.

Pero vio que no se lo creía. No era de extrañar, ya que le estaba mintiendo y pensarlo aún la hizo sentirse peor.

«Quizá debería confiar en él».

Sí, claro. ¿Y decirle que la habían enviado sus enemigos para hacer que lo arrestaran? Eso estaría muy bien. De ser él, la mataría. Y sería lo lógico. Aunque hubieran tenido sexo, no había nada más entre ellos. Ninguna lealtad. Ni siquiera amistad.

Ella era su enemigo.

Y la gente como Devyn mataba a sus enemigos…