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Entregue la nave, la tripulación y la carga —ordenó una voz áspera por el canal de identificación.

La respuesta de Devyn fue escueta y contundente.

—Que te jodan.

La nave oficial lanzó un disparo de advertencia sobre la proa.

—Es tu última oportunidad. El siguiente irá directo al puente.

Kell ni siquiera parpadeó mientras se reía de la amenaza.

—Tú atrévete.

—¿Debo concentrar energía extra en los escudos? —preguntó Vik.

—¡Sí! —gritaron Alix y Sway al unísono.

Devyn meneó la cabeza como si fueran unos miedicas.

Sway encogió las piernas, colocó la cabeza entre las rodillas y se la cubrió con los brazos.

—¡Dev, odio cuando haces esto!

Alix tragó asustada. Ya conocía lo suficiente al capitán como para saber que no iba a entregarse. Lo cierto era que Devyn miraba las naves que lo rodeaban con una expresión que proclamaba lo mucho que estaba disfrutando con aquella amenaza. Aunque, sinceramente, ella no tenía ni idea de cómo iban a salir de esa. Los cruceros de la Liga les habían bloqueado la posibilidad de conseguir hipervelocidad, así que no podrían dejarlos atrás.

No podían escapar.

Y los otros los superaban por mucho en armas.

Pero nada de eso parecía impedirle a Devyn intentarlo.

—Alix —dijo este—. Agacha la cabeza y toma aire.

No la miraba, pero por el tono de su voz, ella se pudo imaginar el brillo de sus ojos. Rápidamente, imitó la postura de Sway.

Las manos del capitán volaban sobre el panel de control, ajustando los parámetros de la nave.

—¿Vik? ¿Estás listo?

Una respuesta en un tono arrogante y seco salió del intercomunicador de la nave.

—Vivo sólo para tu estupidez, capitán. ¿Debo hacer los cálculos de siempre?

—Si quieres vivir, sí.

—Hecho. Desactivando controles de seguridad en tres… dos… uno.

Devyn tomó el mando del ordenador mientras los controles electrónicos y las salvaguardas se desactivaban y la nave pasaba completamente a control manual.

«Oh, Dios, vamos a morir…».

Nada podría evitar que se estrellaran contra algo o hicieran un viraje demasiado brusco o…

«No pienses en eso».

Gracias a la milagrosa habilidad de su piloto, la nave cayó en picado hacia abajo en el mismo instante en que la Liga abría fuego. A Alix se le subió el estómago a la boca. El campo gravitatorio del vehículo se desconectó automáticamente y la inesperada falta de peso la golpeó como un asteroide.

Se agarró las piernas, con todo el cuerpo rígido y expectante.

Disparando, los cazas se lanzaron hacia ellos para cortarles el paso.

Devyn ladeó la nave mientras recibían dos impactos en el costado. Un crucero de guerra lanzó su red tractora, pero Kell activó los retrocohetes y la red pasó por delante de la proa, fallando por poco.

Dos naves más se acercaban.

Devyn descendió describiendo una espiral para evitar los impactos.

Entonces, justo cuando Alix pensaba que no iba a poder evitar vomitar, el descenso se detuvo. Planearon un instante antes de que Devyn activara los propulsores traseros. La súbita sacudida lanzó a Alix contra la silla con un golpe que seguro que le iba a dejar la espalda amoratada.

Les disparaban por todas partes y la nave recibió algunos impactos directos. Por suerte, los escudos resistieron y los golpes sólo los hicieron sacudirse y girar.

Al cabo de un minuto, dieron con una abertura natural al hiperespacio, que los lanzó directamente fuera del sector.

Alix contuvo la respiración hasta que estuvo segura de que sus perseguidores no habían ido tras ellos. Comprobó los indicadores, que confirmaron su alivio. Al parecer, estaban a salvo.

—¿Estáis todos bien? —preguntó Devyn mientras volvía a activar la gravedad.

Sway gruñó irritado mientras se erguía.

—Es como si acabara de parir. ¿Y soy yo el que suspendió el examen de piloto?

Vik manifestó su propia inquietud y luego dijo:

—Si de verdad quieres meterlo en un lío, graba una de sus maniobras y envíasela a su madre.

Devyn meneó la cabeza.

—¿Más quejas de la tripulación senil? ¡Menudo puñado de abuelitas! Y, ya de paso, ¿debería contratar otra tripulación para que os cambiara los pañales por la incontinencia? La próxima vez, dejaré que os coja la Liga. —Activó la velocidad normal—. Vik, te paso de nuevo el control.

—De acuerdo, pero vosotros, formas de vida orgánica, no sois los únicos que os habéis meado encima. ¿Puedo tomarme un minuto para atender mis necesidades, capitán Gilipollas?

Devyn soltó una exclamación de fastidio.

—Sería de esperar que alguno de vosotros dijera: «Un pilotaje magnífico, capitán. Gracias por salvarnos el culo».

Esas palabras le hicieron gracia a Alix, pero no consiguió que sus temblorosos labios sonrieran. Sin embargo, Kell tenía razón: había sido uno de los mejores pilotajes que había visto nunca.

Sway se pasó el brazo por la frente cubierta de sudor.

—Algún día, alguien igualará la velocidad de esta nave y entonces estaremos bien jodidos.

Devyn se encogió de hombros ante la advertencia.

—Puede ser, pero nunca ha habido un explorador de la Liga que pudiera superar en una maniobra a un Dagan y lo sabes.

Alix alzó la cabeza al oír mencionar el apellido Dagan. Todo el mundo en el negocio del transporte o del comercio conocía a la famosa familia de contrabandistas. Sus hazañas eran legendarias, sobre todo las de Caillen Dagan. Ese hombre había sido un dios para los contrabandistas y había desaparecido misteriosamente en la cima de su carrera.

La relación que Devyn pudiera tener con ellos era un detalle muy importante que Merjack había omitido al informarla. Cualquiera que perteneciera a esa familia era alguien con quien había que tener cuidado.

Sway resopló.

—Tus tíos se sentirían muy orgullosos de ti, sin duda. Pero tu madre te cortaría la cabeza si te viera hacer lo que haces.

Devyn giró la silla para mirar a Alix.

—¿Alguna queja que quieras añadir a todo esto?

Sorprendida por la repentina atención que le prestaba, ella miró directamente a sus peligrosos ojos oscuros. No estaba acostumbrada a hombres que bromeaban sobre la vida y la muerte, y sobre todas las demás cosas que había en medio.

Su padre y su tripulación no tenían el más mínimo sentido del humor.

Una extraña emoción la embargó, pero no supo determinar qué era. Negó con la cabeza.

—Ninguna queja, capitán, pero en cuanto las piernas vuelvan a aguantarme, creo que necesitaría tumbarme un momento.

Sway meneó la cabeza.

—¿Lo ves, Dev? Ya has dejado tullida a nuestra nueva ingeniera. Buen trabajo, caraculo.

Sin hacerle caso, Kell se desató del asiento.

—Vamos, te ayudaré a llegar a tu cabina.

Alix fue a protestar, pero las palabras se le atragantaron al verlo de pie ante ella. Quizá fuera por la iluminación, o debido a sus nervios alterados, o tal vez incluso por un resto de miedo, no estuvo segura de qué le causó su súbita mudez, pero mientras lo miraba casi no podía respirar.

Dioses, era tan sexy e inquietante.

Devyn le soltó el arnés y la ayudó a levantarse. Una media sonrisa le bailaba en los labios, con un efecto devastador para Alix. Ya no estaba segura de si las piernas le temblaban por el vuelo o por el hombre, pero se permitió apoyarse en su largo y musculoso cuerpo.

Él hizo que le pasara el brazo derecho alrededor del cuello, mientras con el otro brazo le rodeaba la cintura. Ella tragó saliva ante ese contacto tan íntimo.

—Creo que puedo llegar sola.

Él le clavó una ardiente mirada y, por un momento, Alix temió que pudiera ver más allá de sus defensas y darse cuenta de cuánto la alteraba.

O, peor aún, ver su engaño.

—Vamos. No pasa muchas veces que pueda hacer de héroe galante para una dama en apuros. No me estropees mi buena acción de la década. Te aseguro que cosas así sólo se dan de uvas a peras.

Bueno, ya que insistía…

El contacto de su cuerpo la fue haciendo entrar en calor mientras la acompañaba desde el puente al pasillo. ¡Cielos, olía tan bien! Era un aroma tan intenso y especiado…

Tragó saliva mientras trataba de pensar en algo que la hiciera olvidar esas ideas.

—Ha sido un vuelo espectacular. ¿Cómo sabías que esa abertura al hiperespacio estaba ahí?

De nuevo aquella pícara sonrisa.

—Heredé los mapas estelares de mi tío, donde se detallan todas las aberturas de la trigalaxia. La mayoría sólo las conoce mi familia. Resultan muy útiles cuando la Liga cree que me ha bloqueado el salto a la hipervelocidad. —Los ojos le brillaron bajo la tenue luz—. Puede bloquear nuestra nave, pero no puede bloquear toda la galaxia.

—¿Tu tío? —preguntó Alix con el cejo fruncido.

—Caillen Dagan.

Se le cayó el alma a los pies. Caillen Dagan era lo peor de lo peor. Aunque había desaparecido cuando ella aún llevaba pañales, los contrabandistas y los agentes de la Liga todavía se meaban encima siempre que se mencionaba su nombre.

—He oído que está muerto.

Él ni lo negó ni lo confirmó.

Ella lo miró entrecerrando los ojos.

—¿De verdad eres un Dagan?

Devyn asintió con rostro serio.

—Hijo de la seax Dagan y del igualmente notorio C. I. Syn. Lo más probable era que acabara en el lado cuestionable de la ley.

Alix se detuvo de golpe. C. I. Syn era el ladrón de información y asesino más famoso que había existido. Su nombre también despertaba terror en cualquiera que lo oía.

Y allí estaba ella, junto a su hijo.

¿Cuánta de la brutalidad de su padre habría heredado este?

Devyn le lanzó una penetrante mirada.

—¿Tienes algún problema con mis orígenes?

«Bonita actitud». Evidentemente, se ponía a la defensiva cuando se trataba de sus padres. Aunque no podía culparlo. Ella también sería un poco susceptible si tuviera una conexión genética con gente como esa.

Negó sinceramente con la cabeza.

—No, pero tengo curiosidad por saber cómo se conocieron tus padres.

Eso pareció divertirle.

—A ella la contrataron para que localizara a mi padre y lo arrestara.

—Supongo que lo dejó escapar.

—No. Cuando se conocieron, le disparó y lo apuñaló y luego lo entregó a las autoridades… dos veces.

Alix se quedó completamente desconcertada por lo que le explicaba.

—¿Y él la dejó vivir?

Devyn se encogió de hombros.

—Mi padre es un hombre muy indulgente en lo que concierne a mi madre.

Evidentemente. Pero, aun así, ¿cómo podía nadie ser tan tolerante? Ella no se imaginaba perdonando a nadie que le hubiera disparado.

—Y yo que pensaba que mis padres tenían una relación difícil…

Devyn alzó una ceja.

—Sé que tu padre tenía una nave carguera. ¿Y tu madre?

Alix aplastó una súbita oleada de pánico antes de que se le notara y se traicionase. Devyn no debía enterarse de lo de su madre y su hermana. Ella ni siquiera podía pensar en eso sin que la cabeza le diera vueltas y la vista se le nublase de terror.

No tenía ninguna duda de que aquel hombre feroz la mataría sin vacilar si alguna vez se enteraba de que estaba allí para traicionarlos a él y a su tripulación.

—Mi madre… —Se detuvo, buscando una mentira plausible. Bajó los ojos al suelo, esperando que él no pudiera detectar su engaño—. Desapareció cuando yo era pequeña. Casi no la recuerdo.

Inquieta por el giro que había tomado la conversación, se soltó de él y salió corriendo hacia su cabina.

Devyn frunció el cejo ante esa inesperada reacción.

—¿Alix?

Pero ella no se detuvo.

Aquello era raro, pero la mirada de miedo que había visto en su rostro al preguntarle por su madre era inconfundible. Tuvo la tentación de ir tras ella, pero decidió que sería mejor darle tiempo para que se fuera acostumbrando a la nueva situación.

A la mayoría de la gente no le resultaba fácil confiar en desconocidos. Lo cierto era que Devyn envidiaba el carácter suspicaz de la chica. A él, la confianza ciega le había fastidiado la vida más veces de las que podía contar.

«Muy bien, Alix. Guárdate tus secretos. Mientras no amenacen a la tripulación, los respetaré».

• • •

Alix se sentó en la cama; temía lo que tendría que hacer: revisar las anotaciones de a bordo en busca de pruebas de la actividad criminal de Devyn y luego transmitírselas a Merjack. Le daba miedo que la pillasen. ¿Qué le harían?

«Matarme».

Lo más seguro. «Y seguramente de una forma brutal. Incluso podrían echarme a los perros.

»No tienen perros.

»Sí, bueno, pues igual consiguen uno sólo para echarme a él».

Nunca había sido la clase de persona que permitía que la lógica racional interfiriera en su miedo. Y mientras seguía allí sentada, sumida en la indecisión, su reseca garganta le suplicaba que bebiera algo.

Bueno, no tenía muchas alternativas. Debía encontrar algo para beber antes de que la deshidratación hiciera presa en ella.

Se levantó y decidió probar primero en el puente. Con un poco de suerte, Sway o Vik estarían allí y Devyn se habría ido a hacer alguna otra cosa.

Fue hasta la puerta y apretó el control táctil. La compuerta se abrió y ella suspiró disgustada. ¿Cuándo la suerte había estado de su lado? Devyn se hallaba en el pasillo, hacia su derecha, trabajando sobre un panel. La miró.

—Me alegro de verte. Pensaba que iba a tener que despertarte.

Alix frunció el cejo al oír su tono, entre frustrado y aliviado.

—¿Qué pasa?

—Tengo una fluctuación en la radiación de los escudos y creo que se están colando rayos gamma. Vik no puede localizar el origen.

Alix abrió mucho los ojos. No le gustaba nada cómo sonaba eso. Se acercó al panel y revisó los indicadores. Habían salido del hiperespacio y viajaban a la mitad de la velocidad de la luz. Miró el test diagnóstico que Devyn estaba ejecutando y vio la filtración.

—Por curiosidad, ¿adónde ha ido Vik? No lo he visto desde que despegamos.

—Está conectado a la nave. —Devyn miró hacia arriba—. Vik, saluda a la señora.

—¿Debo hacerlo cuando estoy tratando de encontrar una filtración? Al contrario de lo que crees, sólo porque soy un meca no soy inmune a los rayos gamma. Podrían derretir mis cables tan fácilmente como hacerte mutar a ti.

Devyn puso los ojos en blanco.

—Es un cabrón malhumorado. Ya te acostumbrarás a él.

Alix no estaba muy segura de eso, y si Vik formaba parte de la nave, su misión se volvía aún más complicada, porque se enteraría en cuanto ella comenzara a sacar información sobre Devyn.

—¿Dónde está la fuente de energía del escudo?

—Te lo enseñaré.

Kell la guio de vuelta al pasillo.

A mitad de este, se detuvo y presionó los controles de un elevador que los llevaría a la cubierta inferior.

—El aire se vuelve un poco escaso. Si comienzas a marearte, avísame.

—Créeme, si comienzo a marearme, serás el primero en enterarte, porque te vomitaré encima.

Devyn no respondió a su sarcasmo mientras entraba en el elevador. Alix lo siguió, pero al instante deseó no haberlo hecho. El pequeño compartimento los obligaba a una íntima proximidad que a ella le pareció terriblemente enervante. Se mordió el labio e intentó no rozarse con el duro y musculoso cuerpo de él. Recordaba demasiado bien lo que había sentido cuando la había sujetado.

—¿Cuándo habéis notado la filtración? —preguntó, tratando de quitarse de la cabeza esos pensamientos.

—Hace unos minutos. Estaba a punto de llamar a tu puerta para que vinieras a investigarla. —La miró y sonrió—. ¿Qué te ha hecho salir?

Alix se pasó la lengua por los resecos labios.

—Deshidratación.

Un profundo cejo arrugó la frente de Devyn.

—¿Por qué no me lo has dicho antes de que bajáramos?

El enfado de su voz la sorprendió.

—¿Por qué me estás gruñendo?

—No lo sé. Estoy frustrado y tú deberías haberme dicho que tenías sed. Por aquí no se puede jugar con eso.

Para ser una respuesta tan razonable, su tono de voz era muy agresivo.

—Bueno, prefiero morir de sed que envenenada por la radiación. Diría que es menos doloroso.

Devyn se relajó un poco.

—Supongo que tienes razón.

Alix lo miró. Nunca en toda su vida se había sentido tan atraída por un hombre. Quizá saber que no podía estar con él era lo que se lo producía. O tal vez su reputación. Sabía que Devyn Kell era capaz de matar a cualquiera que se interpusiera en su camino…

Sobre todo a ella.

Fuera cual fuese el origen de la atracción, lo único que quería hacer era probar sus labios y sentir de nuevo sus brazos rodeándola.

La puerta se abrió con un ligero chirrido. Aliviada, Alix salió primero. Él pasó a su lado y la precedió a la sala de los motores, donde pulsó una secuencia de números para abrir la puerta.

—El código de la puerta es ClAria 1-8-4-9-3. La C y la A en mayúscula.

Una sensación de decepción la invadió al oír un nombre de mujer y la evidente nota de afecto en la voz de Devyn al mencionarlo. ¿Sería esa la mujer de la que le había hablado Merjack?

—¿Claria?

—La esposa de Sway.

Sabía que el hyshian estaba casado por la banda dorada que llevaba en el brazo, pero, aun así, eso la pilló desprevenida.

—¿Y no forma parte de la tripulación?

Dado que los intermediarios podían pasarse meses en una misión, no era raro que un hombre casado llevara a bordo a su esposa.

—No. Claria es senadora junior en el gobierno de Hyshia. Como viaja mucho y no tienen hijos que Sway deba cuidar, él viene conmigo.

Alix lo miró con el cejo fruncido.

—Eso suena raro.

Devyn se encogió de hombros.

—Sólo para la mayoría de los humanos. Los hyshian son un matriarcado. Los machos no pueden hacer nada sin el consentimiento de las hembras. Ellos incluso adoptan el nombre de la mujer.

A ella le pareció que el buen humor de él resultaba contagioso cuando la miró con aquellos intensos ojos oscuros. A pesar de ello, la idea de que alguien le perteneciera, aunque fuera por matrimonio, le parecía repulsiva. Después de haber sido esclava durante toda su vida, no podía imaginarse sometiéndose voluntariamente a alguien.

—¿Y cómo lo lleva Sway?

—La ama más que a su propia vida. Pero a veces le cuesta seguir las normas. Los machos hyshian son tan agresivos como cualquier otro. Me ha contado que algunas esposas drogan a sus maridos para mantenerlos a raya. Y otras hasta los alteran quirúrgicamente.

—¿Y su cultura lo permite?

Devyn alzó las manos con gesto de derrota.

—Te entiendo. Créeme, doy gracias a los dioses por no ser uno de ellos. Pero en defensa de su cultura, te diré que la madre de Sway nunca fue así. Seguramente porque su marido era humano. Jayne siempre ha respetado a su esposo y a sus hijos y Claria hace lo mismo… la mayor parte del tiempo. Por eso permite que Sway viaje conmigo, aunque tiene que aguantar un montón de mierda de su familia y otra gente por no atarlo corto. Es una buena mujer, así que yo no me meto.

Entró en la sala y comenzó a revisar los indicadores del sistema.

—Dicho eso —continuó—, debido a sus costumbres, digamos que soy la carabina legal de Sway, por eso se mete tanto con las llamadas de mi madre. Lo considera una venganza justa por lo mucho que me burlo yo de él.

Alix se sorprendió.

—¿Y cómo acabaste siendo su carabina?

—Nuestros padres son muy amigos, y nos hemos criado como hermanos. Cuando se casaron, Claria quería que él fuera feliz, así que me pidió que lo tomara bajo mi custodia. Me resultaba muy raro tener la custodia de alguien mayor que yo, sobre todo al principio, pero no quería que Sway se viera obligado a vivir con la madre de Claria, que lo habría vuelto loco con todas esas reglas de mierda sobre cómo comportarse. —Alzó la vista del panel de mandos—. Y tú ¿qué? ¿Tienes hermanos?

Alix notó un nudo frío retorcérsele en el estómago y, por un momento, temió vomitar.

«No pienses en eso». Porque cuando lo hacía, le entraban ganas de echarse a llorar. Su hermana Tempest sólo tenía quince años, y Alix haría lo que fuera para salvarla.

Y qué decir de su madre.

Pero no podía hablarle de ellas a Devyn. Si lo hacía, querría saber dónde estaban y por qué las había dejado.

Bajó los ojos y miró al panel de control en busca de la filtración en el escudo.

—Ya te he dicho que no tengo ningún lazo familiar.

—Perdona, lo había olvidado.

Ella no había pretendido responderle tan secamente. Trató de pasar por alto su sentimiento de culpa y la presencia de él, mientras se concentraba en su tarea, lo que no era fácil.

No tardó mucho en aislar la filtración y en corregirla.

—Bueno —dijo, mientras se apartaba para mostrárselo—. Ya está arreglado.

Devyn echó una mirada a los indicadores.

Alix se fijó en su expresión consternada y sonrió.

—¿Y cómo es que con tu habilidad como piloto no sabes nada del mantenimiento de la nave? —le preguntó.

Él se encogió de hombros.

—Mi padre hizo todo lo que pudo para enseñarme ingeniería cuando yo era pequeño, pero me debe de faltar ese gen; en eso soy como mi madre. Por lo que sea, la mecánica no me entra en la cabeza. Lo único que sé hacer es comprobar los aparatos, hacer volar naves y abatirlas cuando alguna me cabrea de verdad. Y tú ¿qué? ¿Sabes pilotar?

—Puedo arreglármelas con una secuencia de lanzamiento, pero ahí queda todo. No podía ni acercarme a los controles de dirección a no ser que mi padre perdiera el conocimiento.

Se mordió el labio al darse cuenta de que se había ido de la lengua, pero no parecía poder evitarlo. Algo en Devyn derribaba las barreras que había levantado con tanto cuidado. A pesar de ser un hombre peligroso, resultaba muy fácil hablar con él.

Un destello de rabia oscureció los ojos del capitán, pero en seguida desapareció, y eso hizo que ella se preguntara por qué.

—¿Por eso te hiciste ingeniero?

Alix se pasó la mano por la mejilla, rozando una pequeña cicatriz que tenía debajo del ojo derecho desde hacía algunos años, cuando, una vez, su padre la golpeó contra el panel de control por haber cometido un pequeño error.

—No. A mi padre no le gustaba gastarse dinero en contratar a un ingeniero, así que un día me pasó una llave inglesa y un manual y me dijo que arreglara el estabilizador lateral o me largara de la nave.

Devyn la miró sin dar crédito. El tono indiferente de su voz le dijo más cosas de ella que las propias palabras. Su padre había sido un completo cabrón. A pesar de eso, la joven no le había permitido que la anulase. Sintió admiración por ella.

—Apuesto a que lo dejaste como nuevo.

Alix soltó un resoplido muy poco digno de una dama.

—No. Se soltó antes de que pudiéramos completar la maniobra de despegue. Acabó perforando una de las cubiertas y perdimos la mitad del cargamento. No fue uno de mis mejores momentos ni es uno de mis mejores recuerdos, te lo aseguro.

Devyn observó su sonrisa indecisa.

—Lo recordaré si alguna vez se suelta uno de los nuestros.

Ella lo miró con una amenaza velada que lo hizo arrepentirse de sus palabras. Devyn lo había dicho en broma, pero era evidente que Alix no se lo había tomado así. Por tanto, lo archivó como tema que no debía mencionarse ni en broma.

La miró a los ojos. Eran de un tono muy poco corriente, observadores e inteligentes, pero también se veían llenos de dolor. Por alguna razón, ella parecía querer aliviar la agonía que ardía en su interior desafiándolo a él y a todo el universo.

A pesar de sus erizadas y bruscas defensas, era una mujer atractiva, con una silenciosa tranquilidad que a Devyn le resultaba refrescante.

Todas las mujeres que había conocido habían sido liantas y manipuladoras, pero aquella no lo parecía. Era muy directa y profesional. Eso le gustaba.

Tan diferente de Clotilde…

Tuvo que reprimir un gesto de impotencia. Incluso muerta, no lo estaba lo suficiente. Su maldad vivía en los recuerdos de él; le entraban ganas de desenterrarla sólo para poder volver a matarla.

Y en ese preciso momento supo que tenía que alejarse de Alix. Ella formaba parte de la tripulación y no se debía mezclar trabajo con placer. Pero no pudo evitar acariciarle la suave mejilla o rozarle los labios con el pulgar.

«Esto es acoso sexual. Me va a denunciar…».

Sin embargo, en ese momento…

No le importaba en absoluto.

Alix abrió la boca para hablar, pero no le salió ningún sonido. Le ardía la mejilla bajo el peso del dedo de Devyn. Deseaba besarlo y una vocecilla en su interior le dijo que más que un deseo era una necesidad.

Su experiencia con los hombres había estado marcada, de un modo muy negativo, por la «obligación» que había tenido con la tripulación de su padre. Todos ellos besaban fatal. Pero sospechaba que Devyn Kell no sería torpe en sus atenciones. Ni tampoco trataría de arrancarle las amígdalas.

Apostaría dinero a que sus besos serían espectaculares…

Él apartó la mano con que le acariciaba la mejilla. Cerró los ojos e inclinó la cabeza hacia ella para besarla.

—¿Dev? ¿Dónde estás?

En silencio, Alix maldijo el pellejo hyshian de Sway por la interrupción. Unos segundos más y lo podría haber llamado sin que ella quisiera estrangularlo.

• • •

¿Acaso un beso decente en toda su vida era demasiado pedir?

Devyn parpadeó confuso, como si se despertara de un sueño; dejó caer la mano y retrocedió un paso.

Alix, con la piel todavía cosquilleándole, deseó con desesperación poder recuperar el momento, pero este ya había pasado.

Sway lo había destruido.

Suspiró disgustada. La suerte nunca había sido su amiga.

Devyn fue hasta el intercomunicador de la pared.

—¿Qué quieres?

—Necesito que subas aquí y le expliques a Claria que Alix es humana y que no me vas a dejar solo con ella. Le han cogido no sé qué celos estúpidos. Debería haberle mentido.

Él puso los ojos en blanco, claramente fastidiado.

Alix rio.

—Ya voy.

—¿Nunca has deseado que las transmisiones subespaciales no se hubieran inventado? —le preguntó ella, bromeando.

—Sólo siempre que llama mi madre o Claria.

Alix sonrió más.

Permanecieron en silencio todo el camino de vuelta al puente de mando. Devyn salió el primero del ascensor.

—La cocina está al final de pasillo de la izquierda. Busca en la unidad frigorífica hasta que encuentres algo que te guste.

Ella se lo quedó mirando mientras se alejaba hacia el puente, sorprendida de que hubiera recordado que estaba sedienta.

Se le hizo un nudo en la garganta de puro anhelo.

«No estás aquí para liarte con él».

No, estaba allí para algo mucho más siniestro y la culpabilidad se le hacía insoportable.

«Quizá debería confiar en él…».

Sí, claro. Como la gente no era una mierda y se traicionaba… Lo sabía mejor que nadie. Si le explicaba lo que estaba pasando, Kell la mataría y dejaría que su madre y su hermana se pudrieran en la cárcel.

Había pasado toda su vida bajo amenazas terribles y estremecedoras por parte del hombre que era su padre y que se suponía que debía quererla.

Entonces, ¿qué no le haría un desconocido?

Cruzó los brazos sobre el pecho y se dirigió a la cocina con paso decidido.

Le encantaría tener la clase de amistad que tenían Devyn y Sway. Alguien con quien poder hablar, a quien poder revelarle los secretos más oscuros de su alma.

«Pero ¿qué dices? Mientras mantengas la boca cerrada, nadie sabrá nunca lo que eres. Y serás libre».

Libre. Eso era lo único que siempre había deseado. Y aunque fuera lo último que hiciera en la vida, conseguiría la libertad.

Incluso si eso significaba matar a Devyn Kell.

• • •

—¿Qué estás haciendo?

Alix pegó un brinco frente a la mesa cuando la resonante voz de Vik la sobresaltó. Le llegaba a través de un altavoz que tenía encima de la cabeza.

—Nada. —Esperaba que el meca no notara en su voz el pánico que sentía.

—No estás autorizada para mirar los diarios del capitán ni ninguno de los otros archivos a los que estás intentando acceder. Están estrictamente sellados.

Alix se había temido que dijera eso, pero al menos no estaba tratando de arrestarla o notificándoselo a Devyn.

—Sólo tenía curiosidad por ver la clase de misiones que realizáis.

Bueno, sonaba casi normal.

—Entonces, puedes preguntar lo que quieras saber.

Pero eso no le conseguiría las pruebas que necesitaba entregarle a Merjack. Maldito fuera Vik por estar tan alerta.

—De acuerdo, ¿qué clase de misiones realizáis?

—No a mí, saco de huesos. Tendrás que preguntárselo a Devyn.

Sí, pero este podría sospechar algo y entonces, ¿qué sería de ella? Seguramente la lanzaría al espacio.

—¿No sería más fácil que me lo dijeras tú?

—Para mí no y no estoy aquí para hacerte la vida más fácil.

Lo que le hizo preguntarse para qué estaba allí.

—¿Y cuál es tu programación?

—Proteger a Devyn a toda costa y contra todos sus enemigos.

Esa era una perspectiva alarmante.

—¿Incluso si tú corres peligro?

—Estoy aquí para morir por él si hace falta. No porque esté en mi programación, sino porque así lo quiero. Su supervivencia es mucho más importante para mí que la mía.

Eso no tenía mucho sentido. Vik era un mecanismo de IA y no debería tener auténticos sentimientos. Sólo simulados. Pero era imposible ignorar la lealtad que se oía en su voz.

Aunque eso no tenía nada que ver con nada.

Ella tenía que encontrar pruebas que se pudieran emplear contra el capitán Kell.

—¿Y no hay nada que puedas enseñarme?

Él le mostró una imagen en directo de ella en su cabina, sentada a la mesa.

—No eres de gran ayuda, Vik.

—Eso no es cierto. Soy de gran ayuda. Pero no para la gente que no conozco. Y por si no has captado la sutileza, eso eres tú. Nadie accede a nuestros registros hasta que yo doy el visto bueno y Devyn lo autoriza.

—¿Y cómo se consigue eso?

—Primero defiende a Devyn con tu vida y luego hablamos.

En otras palabras, el cabrón metálico no pensaba confiar en ella.

«¿Qué voy a hacer?».

—No te caigo muy bien, ¿verdad? —le preguntó.

—No te conozco. Por lo tanto, caerme bien o mal son términos inaplicables. Sin embargo, quiero a Devyn y a Sway. Así que creo que me perdonarás por proteger a mis amigos. Son lo único que me importa.

Alix sonrió tristemente. Cómo deseaba haber tenido alguna vez en su vida un amigo así de leal, aunque fuera una máquina.

—Te perdono, Vik y te respeto por ello. Eres un buen hombre.

—Un buen meca, querrás decir.

Ella miró hacia el intercomunicador por el que le hablaba.

—No, eres mucho más hombre que la mayoría de los que he conocido. Buenas noches, Vik.

Él vaciló antes de contestar.

—Buenas noches, Alix. ¿Debo ajustar tu entorno antes de que te retires a descansar?

Ese ofrecimiento le llegó al alma. Nunca antes le había importado a nadie si estaba cómoda o no para dormir.

—No, gracias. Está bien.

Aun así, él atenuó las luces.

—No te preocupes, no voy a estar mirando en tu cabina mientras duermes o estás en ella. Soy un paladín, no un pervertido. Sólo he encendido los monitores porque actuabas de una manera sospechosa.

Alix soltó una risita nerviosa.

—Gracias, te lo agradezco.

Apartó la silla, se puso en pie y se quedó parada al darse cuenta realmente de dónde estaba. A bordo de una nave de lo más avanzada, con una tripulación de hombres que la trataban como a un ser humano. Hombres que parecían cuidarla.

Ni en sus sueños más locos había contemplado vivir algo así.

«Y tengo que traicionarlos a todos».

Era tan injusto… Pero así era la vida. Había estado tragando injusticia desde el momento en que nació.

De alguna manera tendría que averiguar cómo evitar los sistemas de seguridad de Vik y conseguir pruebas de las actividades ilegales de Kell.

Quizá cuando aterrizaran en Nera pudiera quedarse a bordo mientras todos se iban a la reunión. Entonces podría revisar los archivos sin que Vik se enterara. Al menos eso esperaba.

• • •

El día siguiente se le pasó volando mientras se iba familiarizando con la nave y sus sutiles matices y peculiaridades. Alix pensaba que la maquinaria era como la gente, entidades únicas que había que conocer. Pero dicho eso, Vik debía de ser el mecanismo más irritante jamás creado. De cualquier forma que intentara lograr pruebas sobre Kell, tanto si estaba revisando la carga como tratando de conseguir un manifiesto de embarque, él estaba allí para impedírselo.

Como una araña.

Y como era un meca, no tenía que dormir ni ir al servicio. Ni se duchaba.

Nada.

«Van a morir y será por mi culpa». No podía soportar esa presión constante que amenazaba con volverla loca.

«¿Qué voy a hacer?».

Tenía que encontrar algo incriminatorio, o colocarlo, pero siempre que se acercaba a un ordenador para examinar el inventario, Vik metía las narices.

Incapaz de soportarlo, se dirigió a la sala de recreo esperando hacer algo de ejercicio que pudiera ayudarla a relajarse un poco. Pero cuando entró en la oscura sala, se quedó helada.

Devyn estaba allí.

Llevaba un traje de realidad virtual con ribetes verdes y dorados y parecía estar en medio de algún ejercicio de entrenamiento. Fascinada, Alix se lo quedó mirando mientras luchaba contra enemigos que sólo él podía ver.

Todo su cuerpo era una sinfonía de tensión y gracilidad. Y se movía a la velocidad del rayo. Feroz. Fuerte. Fluido. Lo cierto era que ella no sabía que un hombre pudiera moverse así. Dudaba de que ni siquiera un asesino pudiera igualarlo en destreza.

«No quiero para nada ser la receptora de eso…».

Las luces de la sala destellaron y Devyn se detuvo. Jadeando, se quitó el casco…

Mierda…

Las luces hacían brillar su dorada piel y el cabello negro se le pegaba a los perfectos rasgos. Verlo así la hizo humedecerse al instante, mientras él se pasaba la lengua por los labios y se apartaba con la mano los mechones que le caían sobre los ojos.

Y cuando la vio, la sonrisa que apareció en su rostro hizo cosas muy extrañas con la voluntad de Alix.

—No te he oído entrar. Perdona —dijo Devyn.

Se bajó la cremallera del traje y se lo quitó, quedándose sólo con una camiseta gris y unos ajustados pantalones cortos negros.

Alix trató de responder, pero tenía la boca demasiado seca como para hacerlo. Lo único que podía hacer era contemplar su cuerpo embobada.

«Me gustaría tanto un revolcón con él…

»Alix, compórtate».

Sí, claro, pero el problema era que no podía. Oh, Dios santo, qué bueno estaba…

«Es un asesino. Un criminal.

»Y lo mejor que se ha visto sobre dos patas».

Eso no se podía negar.

Devyn cogió una toalla para secarse el pelo.

—¿Has venido a hacer ejercicio?

—Sí. —Casi no podía ni respirar, pero al menos esa vez había conseguido pronunciar una sílaba completa.

—¿Quieres que vuelva a montar la máquina?

«No. Lo que quiero es follarte hasta que me pidas piedad». Alix se aclaró la garganta y trató de quitarse esa imagen de la cabeza.

—Eso sería estupendo. Muchas gracias.

«Y sácate el resto de la ropa mientras lo haces».

Apretó los dientes, cabreada por ser incapaz de detener esos pensamientos. ¿Qué le estaba haciendo su propio cuerpo? Nunca antes había reaccionado así ante un hombre.

«Eres una puta frígida. Juraría que tienes hielo en las venas».

El recuerdo de la voz de Irn la hizo estremecer. Era un cabrón redomado. Llevarse todo el dinero de su padre había sido la última de sus fechorías. Lo cierto era que ella se había sentido aliviada con su marcha. Su mayor temor siempre era que Irn violara a su hermana mientras todos dormían. Aún se maravillaba de haber conseguido que eso no ocurriera.

Seguramente había sido porque su madre compartía habitación con ellas y porque todos sabían que Alix dormía totalmente armada. Nunca aceptaría ser la víctima de nadie. Su padre podía haberla convertido en la puta de la tripulación, pero se negaba a que la violasen.

Devyn frunció el cejo ante su largo silencio. La miró y sólo consiguió que ella apartara rápidamente la vista. Sonrió lentamente al darse cuenta de que le había estado mirando el culo. Mientras Alix miraba hacia otro lado, él le recorrió las curvas de su cuerpo con los ojos. Aunque no tenía la clase de delgadez que las mujeres ansiaban, era igualmente deslumbrante. Resultaba evidente que hacía ejercicio y tenía un cuerpo que cualquier hombre querría abrazar durante días.

Y su cabello…

Siempre le habían podido las melenas. Sin embargo, por alguna razón, todas las mujeres con las que había salido llevaban el cabello muy corto. El de Alix parecía tan suave que la mano le cosquilleaba del deseo de tocarlo.

Más que eso; quería hundir el rostro en él e inhalar hasta emborracharse de su aroma.

«Llevas demasiado tiempo sin una mujer».

Eso era cierto. Después de las últimas con las que se había liado, había decidido que estaba harto de la cantidad de dramas que se encerraban en los más hermosos envoltorios. A él le gustaba la vida sin complicaciones y las relaciones sinceras.

Y cortas.

No obstante, por alguna razón, siempre conocía a mujeres que querían liarlo y mentirle incluso en lo más elemental. Después de haber conseguido quitarse de encima a la última lapa, había decidido que prefería arreglárselas solo a tener que soportar todo eso.

Y, aun así, Alix lo atraía de una manera que casi había olvidado que fuera posible.

Sacudió la cabeza para borrar la imagen de ella con la cabeza entre sus piernas y acabó de preparar el programa.

—Tenía cargada una secuencia de lucha. ¿Prefieres algo más normal?

Alix se recogió el pelo y se lo sujetó con una cinta.

—Sí. Correr.

—Desierto, ciudad, playa, campo…

—Campo.

Devyn la miró ceñudo. No tenía ninguna pinta de ser una mujer rural.

—¿De verdad?

Ella asintió.

—Me gusta el verde y el follaje. Cuando era pequeña traté de cultivar plantas en la nave de mi padre.

Eso debió de ser difícil. A la mayoría de los seres vivos no les gustaba el aire reciclado y la falta de luz natural.

—¿Y funcionó?

Ella negó con la cabeza.

—Nunca logré la luz adecuada o la hidroponía correcta.

—Lo siento. —Devyn se apartó de la máquina y recogió su traje—. Si te hace sentir mejor, yo una vez intenté que brotara un mono.

—¿Un mono?

Él se rio al recordarlo.

—¿Conoces esos caramelos, semillas de mono?

Eran pasas cubiertas de chocolate; una golosina bastante mala, la verdad, pero a su padre le encantaban y por eso la madre de Devyn siempre tenía una amplia reserva.

—Sí.

—Creía que si los plantaba crecerían monos.

Alix rio ante la idea del feroz capitán probando a ser granjero. Y con algo tan ridículo… Debía de ser un niño adorable.

—¿Qué edad tenías?

—Cinco o seis años. Todas las mañanas corría a ver si mis monos habían comenzado a salir. Mi madre no quiso desengañarme diciéndome que perdía el tiempo, así que mi padre creó un cuerpo de mono para Vik y lo enterró en el jardín. Una tarde, mientras yo regaba las semillas, salió de la tierra.

—No puede ser cierto.

—Sí lo es. Como mi padre también le había alterado la voz, tardé más de una hora en darme cuenta de que aquel mono era Vik.

—¿Te enfadaste?

—No, pero Vik, cómo no, finalmente me explicó que él iba a ser el único mono que saldría de allí.

—Y he sido tu mono desde entonces.

Una sonrisa encantadora apareció en los labios de Devyn mientras alzaba la vista hacia el altavoz.

—No, Vik, no eres mi mono. Eres mi pesadilla.

—En efecto, lo soy. Y lo recordaré la próxima vez que la puerta de la ducha se te atasque y quieras que te la abra… Espera. Eso sí que me convierte en tu pesadilla, ¿no? Oh, qué mal sueño.

Alix dejó de sonreír cuando Devyn se le acercó y le vio una horrible cicatriz en el brazo derecho, que le iba desde el codo hasta la muñeca.

—Eso te debió de doler.

Él se la miró y se encogió de hombros.

—Sí.

—¿Cómo te la hiciste?

—Una pelea a cuchillo con un partini.

Alix estaba impresionada. Los partini eran famosos por su habilidad con los cuchillos.

—¿Y sobreviviste?

—Es evidente.

—¿Qué le pasó a tu rival?

—No tuvo tanta suerte. No me gusta que me ataquen, sobre todo cuando no lo provoco. Nunca le va muy bien al agresor.

—¿De verdad lo mataste?

Que un humano matara a un partini era algo casi inconcebible.

Él la miró inexpresivo.

—He sido soldado de la Liga, Alix. He matado a montones de personas.

Esa era otra cosa que a Merjack se le había olvidado mencionar.

—¿Durante cuánto tiempo serviste?

Devyn se quedó en silencio mientras recordaba su tiempo en el ejército. Aún no podía creer que hubiera sido tan estúpido como para alistarse. ¡Qué idiota había sido!

—Casi cuatro años.

Los peores de su existencia.

O al menos eso esperaba.

—No me extraña que luches tan bien.

Él soltó un resoplido.

—Pues no se lo debo a la Liga, créeme. Sabía luchar mucho antes de alistarme.

—¿Te enseñó tu padre?

—Entre otros. Me crie en la Sentella.

Ella dio un involuntario paso atrás. La Sentella era el único grupo que había conseguido hacer frente a la Liga. Se había formado mucho antes de que Alix naciera y estaba dirigido por criminales y proscritos; era legendaria.

—Bromeas, ¿no?

—¿Por qué iba a hacerlo?

Claro, ¿por qué iba a hacerlo? No era como si estuviera tratando de impresionarla para ligársela.

—No lo sé. Montones de personas lo hacen.

—Yo no. Odio las mentiras.

«Y nunca me perdonará las que yo le estoy diciendo».

Pero ¿qué importaba? Su madre y su hermana eran las únicas personas a las que amaba y haría lo que fuera para salvarlas.

Devyn se detuvo a su lado. Con lo sudado que estaba, Alix esperaba que apestase, pero no era así. Su cuerpo despedía un olor tan cálido y delicioso que ella podría aspirar durante toda la noche.

Alix alzó la vista y captó un destello voraz en los ojos de él. Resultaba fascinante e hizo que se excitara aún más.

Lo único que quería era probar, aunque sólo fuera por una vez, aquellos maravillosos labios…

Devyn se ordenó alejarse, pero no podía. Al mirarla, recordaba sus primeros tiempos con Clotilde. La sensación de descubrimiento y maravilla.

El sexo que lo hacía arder en llamas.

«No es Clotilde».

No, era Alix. Competente y dulce. Clotilde nunca había sido dulce, ni siquiera amable. Había sido cruel y letal. A veces, Devyn no podía recordar por qué había querido casarse con ella, aparte de por ser increíble en la cama. Aquella mujer sabía utilizar la boca como nadie.

Pero mientras miraba al fondo de los ojos azules de Alix se sintió como si estuviera hundiéndose. Lo único que quería era probar sus labios, notar aquellas manos sobre su piel.

«Estoy perdiendo la cabeza».

—Devyn… Omari está llamando.

La voz de Vik lo hizo espabilarse y volver a la realidad, una en la que los capitanes no pasaban el rato con los ingenieros.

—Dile que en seguida voy.

Cuando él salió corriendo de la sala como lanzado por un cañón, Alix frunció el cejo. Curiosa por su reacción, miró hacia el intercomunicador.

—¿Quién es Omari?

—El hijo de Devyn.

Esas palabras fueron como un mazazo. ¿Devyn tenía un hijo?

—¿Y el niño vive con su madre?

—No tengo permiso para hablar del señorito Omari o de su paradero. Tendrás que preguntarle al capitán por él.

—Vale, pero ¿puedo saber al menos si está casado?

—No.

Eso no ayudaba mucho. Alix tenía la sensación que a Vik le gustaba ponérselo difícil.

—¿No está casado o no puedo preguntarlo?

El meca rio antes de contestar.

—No está casado.

—Gracias, Vik.

Fue hacia el reproductor para encenderlo mientras seguía pensando en que Devyn era padre. A cada momento se encontraba con una nueva sorpresa.

¿Quién era exactamente ese hombre al que tenía que enviar a prisión? ¿Qué edad tendría su hijo? No quería dejar a nadie sin padre. Aunque el suyo había sido una mierda, al menos había estado allí, y hacerle daño a un niño…

«Basta. Eso no importa».

Debía pensar en Tempest. Esta también era una niña y lo último que Alix quería era ver a su hermana violada por un loco.

«Lo entregarás y no volverás a pensar en eso nunca más».