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Paden iba arriba y abajo por la sala de interrogatorios mientras trataba de pensar en alguna forma de salvarle la vida a Devyn. Merjack llevaba horas torturándolo y él sabía que, con su débil corazón, su hermano no podría aguantar mucho más.

Merjack ya no quería que Devyn tuviera un juicio público. Pensaba torturarlo y matarlo y luego enviar la grabación a sus padres.

Cabrón psicópata.

Paden había enviado a Darion para ver si este podía conseguir que la Liga se hiciera cargo de Devyn y así arrancarlo de las manos de Merjack, pero aún no había recibido respuesta.

Y cada segundo que pasaba, su hermano estaba más cerca de la muerte.

Lo único que Paden podía hacer era esperar y rezar para que resistiera y no sufriera un ataque cardíaco antes de que pudieran salvarlo.

Oyó que alguien se acercaba.

Confiando en que fuera Darion con buenas noticias, esperó hasta ver aparecer a un grupo de soldados. Darion y Jayce estaban entre ellos, por lo que Paden sintió un gran alivio mientras los soldados pasaban ante él y entraban en la sala donde estaba Devyn.

Darion se paró ante Paden y le guiñó un ojo.

—¿Qué has hecho? —le preguntó Paden.

—Nada. No he podido. Nadie quería escucharme. —Señaló a los soldados con el pulgar—. Estos vienen de la oficina de la Supervisora.

Él frunció el cejo. La Supervisora era la máxima autoridad del universo Ichidian. Su voluntad era ley y mandaba sobre todos, incluida la Liga.

—¿Por qué se ha involucrado?

—Alix se ha mostrado explosiva. No querría estar a malas con ella.

Paden meneó la cabeza mientras los seguía a la sala, donde vio a Devyn inmovilizado contra la pared del fondo, sangrando. Merjack se había ensañado con él.

Los soldados rodearon al ministro y lo apartaron de Devyn.

Jayce lo arrinconó.

—Uriah Jonas Merjack, quedas arrestado por orden de la Supervisora.

El hombre se puso rojo.

—¿Por qué motivo?

—Retención ilegal, torturas, tráfico de esclavos manumisos y terrorismo.

Merjack se quedó boquiabierto ante esos cargos.

—¿Qué? ¿Quién ha osado…?

Pero entonces vio quién llegaba tras los soldados y lo entendió todo. Los emperadores Nykyrian Quiakides y Caillen de Orczy, junto con Darling y Ren Cruel. Y finalmente, Shahara y Syn.

Sí, aquella era una brigada a la que nadie en su sano juicio se atrevería a contrariar.

Y al fondo de todo apareció una simple esclava que corrió junto a Devyn en cuanto lo vio.

Paden negó con la cabeza sin poder creer lo afortunado que era realmente su hermano. Porque en lo más profundo de su corazón, sabía que si fuera él quien estuviera encadenado a la pared, nadie habría hecho nada.

Nadie.

Mientras se apartaba, vio a su padre correr al lado de Devyn. Paden no formaba parte de aquella familia y, sin embargo, sentía una gran curiosidad por ellos. Tanto que no llegó a marcharse, aunque le dolía ver que Devyn tenía todo lo que él había ansiado.

• • •

Alix corrió junto a Devyn mientras su padre comenzaba a soltarlo.

—¿Devyn?

Este tenía los ojos tan hinchados por la paliza que apenas podía abrirlos.

—¿Alix?

Ella ahogó un gemido mientras lo abrazaba, agradecida de que siguiera con vida.

—Soy yo, cariño. Siento haber tardado tanto en llegar.

—Devyn, mi niño —su madre le apartó un ensangrentado mechón de la cara—, ¿puedes oírme?

—Te oigo, mamá.

Pero su voz era tan débil que a Alix se le llenaron los ojos de lágrimas. Podría matar a Merjack por lo que le había hecho.

Syn cogió a su hijo mientras Caillen soltaba los ganchos que lo sujetaban a la pared. Nykyrian lo sostuvo por el otro lado y se dirigieron con él hacia la puerta.

Pero no habían ido muy lejos cuando Merjack lanzó un espeluznante grito de furia e indignación. Le arrebató la pistola de rayos al soldado que tenía más cerca y apuntó hacia los tres.

Alix se puso delante de Devyn para protegerlo justo cuando el hombre disparó.

Pero Merjack no apuntaba a Devyn.

Apuntaba a Syn.

Los siguientes segundos fueron confusos. Alguien apartó de un empujón a Devyn y a Alix y derribó a Syn mientras Nykyrian sacaba su arma. El rayo que iba dirigido a Syn cayó de lleno sobre la persona que lo había protegido al derribarlo.

Darion y Jayce redujeron a Merjack sin miramientos, mientras Shahara palidecía al ver a su esposo en el suelo.

—¿Syn?

—Estoy bien.

Cuando el hombre salió de debajo de su salvador, Alix ahogó un grito al reconocerlo.

—¡Paden!

Syn se quedó inmóvil.

—¿Qué has dicho?

Ella señaló al hombre que le había salvado la vida.

—Es Paden.

Syn lo puso boca arriba con cuidado y apretó la mandíbula al ver el rostro contraído de dolor de su hijo.

Paden estaba sangrando mucho. El disparo lo había alcanzado en el abdomen.

Syn maldijo con rabia mientras le examinaba la fea herida.

—¿Por qué lo has hecho?

—No podía permitir que te matara.

—¡Syn! —gritó Shahara—, Devyn está sufriendo un paro cardíaco.

A Alix se le cayó el alma a los pies mientras sostenía en su regazo la cabeza de Devyn. Las lágrimas la cegaron.

—Quédate conmigo, Devyn. No te atrevas a morirte. ¿Me oyes? No te atrevas a dejarme.

Syn parecía asustado y abatido mientras lo examinaba rápidamente.

—El estrés le ha causado otro desgarro en el corazón. Tenemos que darle soporte vital inmediatamente.

Paden tocó a Syn en el brazo.

—Necesita un donante de corazón.

—No hay ninguno.

—Coge el mío.

Su padre negó con la cabeza.

—No eres compatible.

Paden rio con amargura.

—Sí lo soy. Hasta tenemos el mismo grupo sanguíneo. Mamá te mintió sobre mí. Sí que soy tu hijo.

—Pero si yo mismo hice la prueba de ADN —replicó Syn, incrédulo.

—No. Su amante modificó los resultados. Esperaba que la abandonases al descubrir que te estaba engañando y que yo era hijo suyo. Después de averiguar quién eras, se negó a tenerme en su casa. Desde ese momento, mamá me odió porque le recordaba a ti y porque la había privado de su siguiente buena vida.

—¿Por qué no me lo dijiste?

—Estaba furioso contigo por ser tu hijo y por hacer que mamá me odiara. Cuando me di cuenta de lo tonto que había sido, me resultó demasiado difícil disculparme. —Miró a Devyn—. Él es mucho mejor persona que yo y es tu auténtico hijo, papá. Sálvalo.

Llegaron los médicos y pusieron a Devyn y a Paden en un elevador para llevarlos al quirófano.

Alix iba a ir con ellos, pero entonces oyó gritar a Merjack y eso la hizo detenerse.

—¡Esto no ha acabado! —dijo el hombre—. ¿Me habéis oído? ¡Todos me las pagaréis, aunque sea lo último que haga!

Algo se rompió dentro de ella al oírlo mientras miraba el doloroso estado de Devyn. ¿Cómo se atrevía Merjack a amenazarlos después de lo que había hecho? De ninguna manera iba a permitir que aquel cabrón de mierda hiciera daño o intimidara a más personas inocentes. Y antes de darse cuenta de lo que hacía, cogió la pistola del soldado que tenía más cerca y abrió fuego.

Pero no fue la única.

Cuando el sonido se apagó, Merjack yacía en el suelo, sangrando, con diez pistolas apuntándolo; las de Syn, Shahara, Jayce, Darion, Nykyrian, Darling, Caillen, Vik, Sway y la suya.

—Vaya —exclamó Jayce—. ¿Cómo van a presentar cargos contra tal pelotón de fusilamiento? No creo que ni siquiera puedan determinar qué disparo acabó con su vida, yo creo que todos le hemos dado en algún punto vital.

—No te preocupes por eso —repuso Nykyrian en un tono desprovisto de toda emoción—. Teníamos un contrato por su vida. Su muerte se considerará un servicio público.

Darion abrió mucho los ojos.

—En ese caso, ¿puedo atribuírmelo? Quiero mi ascenso.

Syn inclinó la cabeza hacia él.

—Hazlo.

En ese momento, tenían algo mucho más importante por lo que luchar.

La vida de Devyn.

• • •

Alix se secó las lágrimas mientras esperaba que Syn los informara sobre Devyn. Llevaban horas operándolo y ella no podía dejar de llorar.

«¿Qué me pasa?».

Pero lo sabía. El único hombre al que había amado, el único que le había demostrado ternura, estaba en el quirófano y en cualquier momento podía morir. Una y otra vez, veía su sonrisa y sentía sus caricias.

Lo recordaba con todo detalle. ¿Cómo podía significar tanto para ella en tan poco tiempo?

Si se moría… Alix querría morirse también.

Lloró más.

—Toma.

Alzó la vista y vio a Shahara con un tazón de cacao caliente. Alix lo cogió entre sus frías manos. La madre de Devyn había sido increíblemente amable y atenta con ella. Pero sobre todo, asustaba que estuviera tan serena.

—Gracias.

Shahara inclinó la cabeza.

—La verdad es que odio los hospitales.

—Yo también. —Alix bebió un sorbo de cacao, aún asombrada de la serenidad de la mujer—. ¿Cómo puedes estar tan tranquila?

Su mirada la atravesó.

—Sé que mi esposo no dejará que nuestro hijo muera.

—Pero ¿y si…?

—Chist, Alix. Nada de «y si…». Syn removería el universo para salvar a Devyn. Tengo fe en él. Además, sabe que si fracasa lo mataré ahí mismo.

Alix vio la fuente del mórbido sentido del humor de Devyn.

—Me sorprende que me hables después de todo lo que ha pasado.

—Para serte sincera, a mí también. Nunca he soportado a ninguna de las mujeres que mi hijo ha traído a casa.

—Entonces, ¿por qué a mí sí?

Shahara le sonrió amablemente mientras le retiraba un mechón de pelo.

—Porque veo mucho de mí en ti y eres una de los nuestros. Antepones tu familia a todo y cuando Merjack ha amenazado a Devyn y a Syn, has respondido igual que nosotros. Has puesto los medios necesarios para detenerlo. Sin vacilar. Y, sobre todo, mi hijo y mi nieto te quieren. Incluso Vik y Sway te quieren y eso no es nada fácil. A mí, Vik aún me odia la mayor parte del tiempo.

Esas palabras significaban mucho para Alix.

—Reiría si no estuviera tan asustada.

Shahara le frotó el brazo.

—Lo sé. Pero ten fe. Yo tardé mucho tiempo en aprenderlo. Ahora no sé ni cómo podía vivir antes de que Syn entrara en mi vida.

Como conjurado por sus palabras, su marido apareció por la puerta del quirófano. Alix no podía apartar la vista de las manchas de sangre que tenía en la manga derecha.

La sangre de Devyn.

Pero por el aspecto relajado del hombre, Alix supo que Dev estaba vivo.

Syn se acercó a Shahara y la abrazó.

—¿Está bien?

—¿Crees que me presentaría ante ti desarmado si no lo estuviera? —La besó en la frente—. Está en recuperación y volverá a estar en pie en unas semanas.

Por primera vez, Alix vio una grieta en la armadura de Shahara, que se echó a llorar de alegría.

—¿Y qué hay de Paden? —preguntó ella.

—No podía matar a uno para salvar al otro. Ha costado un poco, pero le hemos hecho un buen parche. También está en recuperación.

Shahara carraspeó y recuperó la compostura.

—¿Qué le has hecho a Devyn?

Syn esbozó una sonrisa que a Alix le recordó tanto a la de su hijo que sintió un escalofrío en la espalda.

—Soy muy bueno, chica. He cogido partes de Vik y le he reconstruido otra cavidad. Ahora su corazón debería ser más fuerte.

Su mujer se recostó en él mientras miraba a Alix.

—Tienes toda la razón, Syn. Su corazón es mucho más fuerte ahora.

• • •

Devyn se despertó con un dolor inimaginable. Se sentía como si alguien le hubiera arrancado trozos del cuerpo. Pero abrió los ojos y se sorprendió al ver a Alix a su lado, cogiéndole la mano.

La sonrisa de la joven lo deslumbró.

—Hola, cielo —lo saludó ella.

Él gruñó, palpitando de dolor.

—¿Qué me has hecho?

—Ha sido tu padre, no yo. Ha tenido que hacerle algunas reparaciones a tu corazón.

Devyn respiró lentamente, tratando de mitigar el dolor.

—Al parecer, he sobrevivido, aunque, la verdad, en este momento no sé si lo prefiero.

—Quejas, quejas, quejas. La mayoría de la gente agradecería estar viva después de lo que te ha pasado.

Devyn rio hasta que vio a sus padres, junto con Vik y Omari en un rincón.

—¿Qué hacéis tan lejos?

Su madre sonrió.

—No queríamos molestar.

—Oh, por favor. ¿Desde cuándo te ha preocupado eso?

Su padre miró a Alix.

—Desde que has encontrado a una mujer que ha logrado la aprobación de tu madre. Y la mía también, dicho sea de paso.

Devyn iba a preguntar cómo estaba Paden, pero antes de que pudiera hacerlo, lo vio apoyado en la puerta. Al igual que él, llevaba el camisón azul del hospital.

—La enfermera me ha dicho que te habías despertado.

Devyn le tendió la mano mientras su hermano se acercaba a la cama y Alix le hacía sitio.

—Oí lo que dijiste cuando te dispararon. Eres un mentiroso redomado; no tengo ni idea de qué puedo creerme de ti.

Paden volvió la cabeza hacia su padre.

—Moriría por vosotros. Sabes que puedes creer eso. ¿Importa lo demás?

Devyn miró a Alix y se dio cuenta de que eso mismo era lo que él sentía por ella.

—No, no importa.

Shahara se adelantó y tiró suavemente de Paden.

—Vamos a llevar a Paden de nuevo a la cama antes de que se desplome aquí mismo. Vosotros dos tenéis que deciros unas cuantas cosas y estoy segura de que no querréis público.

Se llevaron a Paden con cuidado, y Vik y Omari fueron con ellos.

Alix no dijo nada hasta que se quedaron solos.

—Devyn, quiero decirte…

—Alix, quería…

Se rieron por cortarse mutuamente.

—Tú primero —dijo Devyn, siempre caballeroso.

Ella respiró hondo y lo miró fijamente.

—Quería agradecerte todo lo que has hecho. De verdad, muchísimas gracias.

Él arqueó una ceja al oírla.

—¿Y eso es todo?

Ella lo miró, confusa por la pregunta.

—¿Qué? ¿Esperabas que te dijera que te amo?

Bueno, sí. Sobre todo porque eso era lo que él quería decirle.

Pero, maldita fuera, no pensaba hacerlo si ella no sentía lo mismo por él.

Así que apartó la vista.

—No. ¿Por qué iba a esperar eso?

Alix arrugó la nariz en un adorable mohín que lo excitó.

—Te amo, Devyn Wade Kell, con todo lo que hay en mi interior. Pero no pasa nada si tú no sientes lo mismo. Sé que en tu mundo sólo soy basura, así que no espero que compartas mis sentimientos.

Él le cogió el rostro entre las manos y la miró enfadado.

—Nunca, nunca vuelvas a decirme eso.

Alix notó que se le llenaban los ojos de lágrimas al ver su reacción. Aunque la asustaba decirle lo que sentía, no creía que sus sentimientos lo fueran a hacer enfadar.

«¿Cuándo aprenderé?».

Aun así, la mirada furiosa de él le estaba partiendo el alma.

—La basura es algo que la gente tira, Alix. Y yo tengo intención de quedarme contigo el resto de mi vida.

Esas palabras la dejaron perpleja y su dolor desapareció.

—¿Qué has dicho?

Él le dedicó una sonrisa enternecedora.

—Te amo. Y quiero que te quedes conmigo para siempre.

Riendo, Alix sonrió y lo besó sonoramente.

—Créeme, no hay ningún otro lugar donde quisiera estar.

—Ni yo tampoco, pero preferiría que estuviéramos desnudos.