La mirada de Alix cayó sobre dos de los hombres de aspecto más letal que había visto nunca. Vestidos con los oscuros uniformes de la Liga, era imposible equivocarse en cuanto a su ocupación: eran asesinos.
Uno tenía el cabello muy rubio, casi blanco, recogido en una trenza que le caía por la espalda a la manera habitual de los asesinos. En las mangas llevaba la insignia de la daga coronada, de un profundo color borgoña. Eso lo señalaba como el más malvado de los malvados.
Un Comandante Asesino de Primer Orden.
Y junto a él había otro que parecía un andarion, de cabello negro corto y rizado. Sus colmillos eran inconfundibles cuando se toqueteó uno con la lengua, como si estuviera pensando en comérselos a Paden y a ella. O bien hacía poco que había comenzado a formarse como asesino o algo le había pasado a su melena.
Ambos llevaban gafas oscuras, una elección destinada a poner nerviosos a los que tenían delante. ¡Y vaya si funcionaba! También impedía que la gente supiera a quién estaban mirando.
O, más exactamente, quién era su objetivo.
Aunque en ese momento, con las pistolas apuntándolos, Alix tenía bastante claros sus objetivos del día.
El asesino moreno se adelantó para desarmar a Paden y cachearlo. Alix tuvo que esforzarse para no protestar o luchar, pero enfrentarse a un asesino no era exactamente una muestra de inteligencia digna de premio.
El andarion le pasó la identificación de Paden al rubio, que la abrió y frunció el cejo. Miró a Paden y observó sus rasgos con atención.
—No te pareces a Syn.
Paden frunció el cejo.
—¿Perdone?
El andarion lo olisqueó.
—Yo digo que lo matemos sólo para asegurarnos.
El rubio hizo una mueca.
—No sé. Podríamos fastidiarle el día a Syn, lo que a su vez nos fastidiaría el nuestro, y puedo pasar sin otra bronca. —Volvió a mirar la identificación—. A la mierda, deja pasar a este cabrón. Siempre podemos matarlo más tarde.
¿Por todos los mundos…?
Pero mientras Alix los observaba, tuvo una leve sospecha de quiénes eran aquellos dos hombres.
—¿Vuestra gente conoce a nuestra gente?
El rubio esbozó una sonrisa que le borró toda la maldad. No era raro que los asesinos no rieran ni bromearan, sobre todo cuando eran tan guapos como aquellos dos. Bajó su pistola y le tendió la mano.
—Comandante Jayce Quiakides. Encantado de conocerte.
Ella arqueó las cejas al reconocer el nombre.
—¿El hermano de Taryn y Zarina?
—En los días que quiero reconocerlo. —Jayce señaló al asesino que tenía al lado—. Este es el capitán DJ Hauk.
Alix trató de no reaccionar ante ese nombre. DJ no cuadraba con su aura letal. Era el nombre que alguien le ponía a un niño, no a un asesino.
—¿DJ?
El andarion miró a Jayce, enfadado.
—En realidad es Darion. Me lo pusieron por mi tío. Ya nadie me llama DJ, excepto cierto grupo de colgados y mis padres.
Jayce soltó una risita maliciosa.
—Podría ser peor. Su padre se llamaba Dancer.
A DJ no pareció hacerle ninguna gracia.
—No empieces, Jay. Sólo me falta matar una vez para convertirme en Comandante Asesino. Sería una pena que el muerto fueras tú.
El rubio soltó un bufido burlón.
—No eres tan bueno, tío. Y ahora, metámoslos dentro con los demás.
Alix vaciló, recelosa aunque fueran amigos de Devyn y de su familia.
—¿Estamos bajo custodia?
DJ asintió.
—Sí, pero de la buena. ¿Dónde está Devyn?
—Entregándose.
Ambos la miraron boquiabiertos.
—¿Qué? —preguntó Jayce en tono feroz.
—He intentado convencerlo de que no lo hiciera, pero no creo que necesite decirte lo obstinado que es.
Jayce lanzó una mirada molesta hacia DJ.
—No, no hace falta. La obstinación está en sus genes.
El otro soltó un bufido.
—Sí, será porque ha pasado de largo de los tuyos.
Jayce le dio un empujón.
Paden se adelantó para detener aquella pelea amistosa.
—Si vosotros os ocupáis de ella, quisiera regresar y ver qué ha pasado con Devyn.
Jayce inclinó la cabeza.
—Sin ofender, pero no sé si puedo confiar en ti. —Miró a Darion—. Ve con él y si hace algo que te parezca sospechoso…
—Lo mato antes de llamarte para hacértelo saber.
—Buen chico.
DJ cogió a Paden por el brazo y se lo llevó.
En cuanto se fueron, Jayce acompañó a Alix a una nave de la Liga, donde Omari, Nero, Sway, Vik y Manashe estaban tumbados y parecían de los más cómodos.
Omari alzó la vista cuando ella entró y se apartó de Manashe para abrazarla.
Ella lo estrechó con fuerza, agradecida de que no hubiera sido ningún truco.
—Me alegro tanto de veros a todos.
—Yo también. —El chico la soltó y se apartó—. ¿Dónde está mi padre?
Alix odió tener que ser quien se lo dijera.
—Se ha entregado para ganar tiempo y que pudiéramos escapar.
Todos los presentes soltaron palabrotas. Y, en silencio, lo mismo hizo ella.
—Eso ha sido una estupidez —gruñó Nero—. ¿Dónde tendrá la cabeza?
—Evidentemente, en el esfínter —soltó Vik con tono sarcástico y seco.
Alix intentó explicárselo.
—No sabía que Jayce y Darion estuvieran aquí. Sólo trataba de salvarnos.
—Sigue siendo una estupidez —replicaron Vik y Nero a coro.
Ella también lo creía así, y no tenía sentido discutir algo con lo que estaba de acuerdo.
—Lo sé. He hecho todo lo posible para tratar de disuadirlo, pero no ha querido escucharme.
—No nos preocupemos —dijo Jayce acercándose—. He enviado a DJ. Él le echará un ojo.
Nero puso los ojos en blanco.
—¿Has enviado al ciego a vigilar al cojo? En serio, Jayce, debiste de sufrir algún daño cerebral cuando Adron te tiró escaleras abajo de pequeño.
—Todo irá bien —intervino Alix—. Devyn me ha dicho que cuando vean que las pruebas son falsas, lo dejarán ir.
Sway pareció descomponerse al oír eso.
—Alix, tuvimos que hacer que todo fuera real para poder tirar el plan adelante.
—No te entiendo.
—Devyn no falseó las pruebas. Todo es cierto. Acaba de enviarse a prisión para salvarnos a todos.
• • •
Paden llegó justo cuando estaban subiendo a Devyn a una nave para llevarlo a Ritadaria. Vio la expresión furiosa de su hermano Devyn cuando lo miró y al instante entendió el porqué.
«Están todos a salvo. Te lo prometo», articuló en silencio tan pronto como pudo.
Aun así, Devyn parecía escéptico. Paden no podía culparlo; él tampoco hubiera confiado en Devyn.
—Buen trabajo, teniente Whelms —lo felicitó el capitán cuando se unió a ellos para el traslado—. El ministro quiere hablar con usted inmediatamente.
Él asintió con la cabeza y entró en un cubículo privado de comunicación para llamar a Merjack y ver qué quería ese cabrón.
—¿Señor? —dijo, en cuanto el rostro del hombre apareció en la pantalla—. Aquí el teniente Whelms.
Los ojos de Merjack brillaban maliciosos mientras sonreía satisfecho.
—Teniente, he oído que se merece una felicitación.
—Eso no lo sé, señor, pero Kell está bajo custodia.
—¿Y los otros?
—Muertos, señor.
El ministro alzó una arrogante ceja al oírlo.
—¿Incluso la esclava?
—Sí, señor.
Merjack chasqueó la lengua.
—Qué lástima. Parecía que podía ser divertida para una noche o dos. Oh, bueno, tendré que consolarme con su hermana… Mientras tanto, quiero que traigan a Kell ante mí en cuanto lleguen.
—Sí, señor.
Con un seco saludo, Merjack cortó la transmisión. Paden echó la cabeza hacia atrás mientras pensaba qué hacer. Pero a fin de cuentas, sabía que no tenía ningún poder contra alguien como el ministro.
Liberar a Devyn iba a requerir mucha más fuerza de la que él tenía y, en su interior, sabía la verdad que no quería reconocerse: acababa de enviar a su único hermano a prisión.
• • •
Devyn se hallaba sentado solo en una celda, mientras volaban hacia Ritadaria y hacia un futuro al que no quería enfrentarse.
«¿Por qué no le he dicho que la amo?».
Debería haberlo hecho. Pero, por alguna razón, las palabras se habían negado a salir de su boca.
No era de extrañar. Nunca había sido muy dado a las palabras bonitas. Era una de las cosas de las que Clotilde más se había quejado.
Apoyó la cabeza, cerró los ojos y conjuró la imagen de Alix desnuda entre sus brazos. Sí, eso lo ayudaba.
—Nunca he visto a nadie tan feliz yendo a prisión.
Devyn abrió los ojos y se encontró con Paden mirándolo.
—No soy feliz.
—Ni deberías serlo. Acabo de ver los archivos. ¿Qué diablos has hecho?
—Salvar a mi familia.
—Eres un idiota, Devyn. ¿Tienes idea de lo que te harán?
—Sí, la tengo. He visto las cicatrices en la espalda de nuestro padre de cuando estuvo en prisión. Y también he oído las historias que cuenta Nero y que Syn niega. Sé exactamente a lo que me enfrento. Pero al menos yo soy un hombre, y no un niño como cuando lo encerraron a él.
Paden soltó una maldición.
—No te entiendo. Podrías haber entregado a la esclava y seguir libre.
—La libertad ganada a costa de un ser amado no vale una mierda.
—Es una esclava.
Devyn lo miró furioso.
—Tienes suerte de que esté esposado, o ahora estarías mirando tus dientes en el suelo. Alix Gerran no es una esclava. Es una dama y yo moriría por ella.
Su hermano negó con la cabeza.
—Espero que sigas pensando eso cuando Merjack te ejecute.
• • •
Alix no dejó de ir arriba y abajo por la nave mientras aterrizaban en Gouran. Sentía una profunda culpa por lo que Devyn había hecho.
En cuanto pudieron dejar el vehículo, corrió hacia la puerta, pero Vik la agarró antes de que pudiera llegar al final de la rampa.
—¿Qué estás haciendo?
—Tengo que ir con Devyn.
—Alix, tú no puedes hacer nada.
—Tengo que intentarlo. No lo puedo dejar allí. No lo entiendes, Vik, le amo y no puedo dejar que pague por algo que hice yo. No me importa lo que cueste, tenemos que salvarlo.
—Muchacha, esas palabras acaban de salvarte la vida.
Alix se volvió al oír la voz de la mujer que había hablado a su espalda. Esbelta y hermosa, llevaba un traje de combate azul que se ceñía a sus curvas de un modo que indicaba que se lo habían hecho a medida.
Al instante supo que era la madre de Devyn. Aunque no se parecían mucho, el aura letal y la mirada asesina eran inconfundibles.
Sin pensarlo, dio un paso atrás.
—No tienes por qué temerme. Si quisiera matarte, ya estarías muerta. —Miró a Vik—. ¿Cómo has permitido que Dev hiciera esto?
—No me lo vas a cargar a mí, Shay. Yo no crie al embrión, fuiste tú. Esto es lo que consigues por enseñarle cosas como el honor, el amor, el valor y la lealtad. —Hizo un ruido burlón—. Si lo hubieras dejado ser un mocoso asustado, seguiría viviendo en tu sótano.
—Yo no tengo sótano.
—Sí, pero habrías construido uno si él lo hubiera querido.
Shahara puso los ojos en blanco.
—Vik, en este momento estoy tan furiosa contigo, que quizá prefieras morderte la lengua antes de que me olvide de lo mucho que Syn y Devyn te quieren.
—¡Abuela!
La mujer se volvió mientras Omari corría hacia ella. Estrechó al chico en un feroz abrazo que hizo que Alix alzara las cejas. Primero, porque él era mucho más alto que ella, y segundo, porque Shahara no parecía lo bastante mayor como para ser la madre de Devyn y mucho menos la abuela de Omari.
—Cada vez que te veo estás más guapo —dijo la mujer.
—Siempre dices eso.
—Porque es cierto. —Shahara pasó ante él cuando Nero bajó por la rampa—. Nero, necesitamos un informe completo. Inmediatamente.
—¿Qué estás planeando?
—Traer de vuelta a mi hijo y matar a cualquiera que se interponga en mi camino.
• • •
Alix escuchaba a Shahara, Nykyrian, Syn, Nero, Jayce, Sway, Vik, Darling Cruel y al legendario tío de Devyn, Caillen, mientras discutían la mejor manera de liberar a Devyn. Pero los minutos iban pasando, y ella cada vez estaba más preocupada.
—Puedo salir de ahí a tiros sin problemas —aseguró Shahara.
Syn negó con la cabeza.
—¿Y qué más? No eres tan buena, nena. Te acribillarían.
—Es todo un espectáculo, ¿verdad?
Alix volvió la cabeza de golpe al oír la voz de Zarina.
—¿Qué estás haciendo aquí? —le preguntó.
La chica le hizo una señal con el dedo para que saliera.
Curiosa, ella la siguió al pasillo y luego hasta una pequeña sala.
Una vez allí, se quedó boquiabierta.
Su madre y Tempest estaban dentro, mirando nerviosas alrededor. Con el corazón golpeándole en el pecho, corrió hacia ellas.
—¡Alix! —chilló Tempest, mientras se echaba a sus brazos.
Riendo, ella las miró a las dos, que no parecían haber sufrido ningún daño.
—No lo entiendo. ¿Cómo habéis llegado aquí?
Su madre señaló a Zarina.
—Ella y otra señora vinieron y nos liberaron.
Alix miró a la joven en busca de una explicación.
—Mientras Jayce y DJ iban a encargarse de vosotros, Devyn hizo que Taryn, la hermana de DJ y yo lleváramos los certificados de manumisión al tribunal supremo de Ritadaria.
No, eso no era posible.
—¿Qué?
Zarina sonrió.
—Bueno, ya sabes que es ilegal retener a un esclavo liberado como si fuera propiedad. Te puede caer una multa de hasta diez veces el valor del esclavo y cuando uno de los artículos es una hembra virgen… Digamos que el alcaide las dejó ir sin poner objeciones.
—No lo entiendo. No son esclavas manumitidas.
—Oh, sí, sí lo son. Tu padre os hizo libres a ellas y a ti hace cinco años, en Kirovar. —Y Zarina le guiñó un ojo.
Alix comprendió por fin lo que le estaba diciendo.
—¿Habéis falsificado los documentos?
La chica parpadeó con aire inocente.
—La falsificación es un delito. Yo nunca haría algo así.
«Sí, claro. Porque eso estaría mal».
—Gracias, Zarina.
—No me des las gracias a mí. Yo no soy tan buena. Devyn es el que consiguió los certificados. —Le tendió un documento legal.
Alix lo cogió y se lo quedó mirando asombrada. Era su libertad. No podía creérselo.
Después de todos aquellos años, por fin era libre.
Pero Devyn había comprado su libertad a costa de la suya propia.