Devyn se volvió rápidamente mientras desenfundaba su pistola, dispuesto a abatir al idiota que trataba de detenerlos. Pero en cuanto lo vio, se quedó sin aliento ante el hombre al que siempre había querido conocer: su hermano mayor.
El tiempo pareció detenerse mientras se miraban el uno al otro, atrapados por una momentánea incredulidad.
Su pérdida había obsesionado a su padre de una forma que Devyn ni siquiera podía empezar a comprender. Todos los años, el día del cumpleaños de Paden, el hombre encendía una vela y rezaba por él. Y, sobre todo, le deseaba lo mejor, aunque Paden no estuviera allí para oírlo. También le enviaba un regalo a donde fuera que viviera.
Un regalo que siempre era devuelto sin abrir.
Y, aun así, seguía intentándolo, negándose a renunciar totalmente a su hijo. Era una de las muchas cosas que Devyn admiraba de su padre, pero que también lo hacía enfadar.
Porque con cada regalo devuelto, veía morir a una parte de él. Año tras año, su padre le tendía la mano a Paden sólo para que esté se la apartara de un manotazo.
A los doce años, Devyn se puso tan furioso que le preguntó: «¿No soy suficiente hijo para ti, que tienes que tratar de conseguir al que te odia?».
Su padre le había dado un feroz abrazo.
—Eres el mejor hijo que un hombre pueda desear y mucho mejor persona de lo que me merezco. El amor que le tengo a Paden no resta nada del que te tengo a ti y nunca lo hará. Pero tienes que entender que yo crecí sin un padre y que ese es un dolor que me alegro de que ninguno de los dos hayáis tenido que sufrir.
»Paden no pidió nacer y no quiero que piense nunca que su padre no lo quiere. Sí, me duele que se niegue a hablar conmigo, pero la vida me ha dado golpes mucho peores y si no quiere saber nada de mí, está bien. Eso nunca cambiará la parte de mí que lo ama. La parte de mí que le enseñó a atarse los zapatos y a lavarse los dientes, igual que te enseñé a ti.
Luego le había apartado el pelo de la cara y lo había besado en la frente. Y añadió:
—Al menos, así sabe que hay alguien que aún lo quiere. A veces, eso es lo único que tenemos. Cuando todo lo demás se hunde a nuestro alrededor, saber que existe una persona que nos echará de menos cuando no estemos es suficiente para hacernos superar los peores momentos. Nunca subestimes el poder de saber eso.
Pero sólo después de que Devyn adoptara a Omari entendió por fin lo que su padre le había querido decir aquel día. La sangre no era lo que convertía a uno en familia, sino el cariño.
Y en ese momento se encontraba de repente cara a cara con el hijo por el que su padre aún sufría.
Paden entrecerró los ojos de un modo amenazador y tensó el dedo sobre el gatillo.
Pero cuando Devyn pensó que le iba a disparar, apuntó por encima de su hombro y abatió al agente que se les acercaba por detrás.
Confuso, Devyn no reaccionó cuando su hermano lo agarró por la camisa y lo empujó a través del hueco de una puerta. Luego, Paden tiró también de Alix y les hizo un gesto para que guardaran silencio mientras cerraba. Se hallaban en un pequeño despacho, con un escritorio, una silla de oficina, dos sillas acolchadas ante la mesa y un ordenador.
Devyn intercambió una desconcertada mirada con Alix mientras Whelms corría las cortinas para ocultarlos del exterior.
Luego, Paden fulminó a Alix con la mirada mientras se acercaba a ella.
—¿Por qué no hiciste simplemente lo que te dije? —siseó—. Ahora nos has jodido a todos. Un gran trabajo, la verdad. Eso es lo que me pasa por pensar que una esclava me obedecería sin pensar por su cuenta.
Ella meneó la cabeza, confusa.
—¿De qué estás hablando? —preguntó.
Paden la miró con un fiero gesto de desdén.
—Iba a emplear las pruebas falsas para condenar a Merjack. Llevo toda la vida tratando de acabar con ese cabrón, pero es demasiado listo. Siempre oculta todo lo que hace y no deja ningún rastro que podamos encontrar. Su odio por Kell era su única debilidad. Y ahora, maldita sea, lo has estropeado todo.
Devyn se quedó perplejo ante sus palabras, mientras intentaba unir las piezas de lo que esperaba que fuera la verdad sobre los motivos de su hermano.
—Entonces, ¿no tratabas de matarme?
Ahora le tocó a Paden parecer perplejo.
—¿Y por qué iba a hacerlo?
—Oh, no lo sé… —contestó él con voz cargada de sarcasmo—. ¿Por nuestra historia y tu odio hacia mi padre?
Paden palideció.
—¿Sabes quién soy?
—Mi hermano mayor.
Devyn esperaba que lo negara, pero no lo hizo. En vez de eso, negó con la cabeza, incrédulo.
—No creía que Syn te hubiese hablado de mí.
—¿Por qué no? Te quiere. Siempre te ha querido.
—Y una mierda. Ni siquiera es mi padre.
A Devyn le molestó su actitud y su continuo rechazo de alguien que sólo quería amarlo.
—¿Cómo puedes decir eso de una persona que te quiere tanto? Sinceramente, creo que es un idiota por no cortar del todo contigo, después de la forma en que lo has tratado, pero…
Paden desenfundó la pistola y se la puso a Devyn en la cabeza.
—Tú no sabes nada de mí.
Él lo desarmó con tal rapidez que su hermano sólo pudo quedarse boquiabierto. Devyn apretó el arma con fuerza, sintiendo la tentación de pegarle con ella.
—No me pongas una pistola en la cabeza a no ser que vayas a dispararla. No te saldrá bien. Y alégrate de que nuestro padre te quiera, porque en este momento es lo único que te salva la vida.
El otro resopló mientras seguía mirándolo con expresión incrédula.
—Tú no lo sabes, ¿verdad?
—¿Saber qué?
—Que Syn no es mi padre biológico.
Devyn entrecerró los ojos al oír esas palabras.
—¿Qué?
—Mi madre tuvo una aventura con un médico del hospital donde Syn trabajaba. En realidad no somos familia.
No podía ser. Sin duda su padre no hubiera ido detrás de un hijo que no era suyo, ¿no? ¿Por qué iba a pasarlo tan mal por alguien que…?
—¿Lo sabe él?
—Claro que sí.
Devyn estaba absolutamente anonadado. En su opinión, eso lo hacía todo peor. Que su padre aún quisiera a alguien a quien realmente no debía nada…
—Eres un cabrón peor de lo que creía. ¿Y tu padre auténtico ha hecho algo por ti?
Vio la vergüenza en los ojos de Paden.
—Vale, y en cambio escupes al que te cuidó, aun sabiendo que no tenía por qué hacerlo. Eres una mierda.
—Quizá sea una mierda, pero en este momento soy la única posibilidad que tenéis de salir de aquí.
Devyn lo miró con dureza.
—¿Necesito recordarte que tú eres la causa de que nos hallemos en este lío? Yo estaba…
—Infringiendo la ley.
—Demuéstralo —lo retó Devyn.
Eso era en lo único que se parecía a Merjack: cuando se trataba de cubrir sus huellas electrónicamente… ni siquiera su padre podría descubrirlo.
Alix se interpuso entre los dos.
—Caballeros, ¿pueden centrarse por un momento? Estamos en una situación muy peliaguda y, aunque comprendo la furia y la falta de confianza mutua, tenemos algo más importante de lo que ocuparnos.
Paden resopló.
—Pues no sabes ni la mitad.
—Entonces, por favor, ilumínanos.
Él la miró con una mueca de desprecio.
—Yo no respondo a una miserable esclava.
Devyn lo golpeó con fuerza.
—Será mejor que le hables en otro tono, ese no me gusta. La tratarás con el respeto que se le debe a un ser humano o te daré la paliza que mereces por ser un gilipollas insensible. Tú eliges.
Paden escupió sangre mientras se cubría con la mano la mandíbula, que comenzaba a hinchársele, y lo miraba como si fuera a matarlo.
—¡Bastardo!
Devyn no se arredró en absoluto.
—Según lo que nos acabas de decir, tú eres el único bastardo en esta habitación. Mi madre nunca ha engañado a mi padre y estoy seguro que la de Alix tampoco.
Paden fue a por él, pero ella se puso en medio.
—Por favor, ¿podemos ocuparnos de lo que es importante? Nuestras vidas, por ejemplo. —Y luego le devolvió al teniente su misma mirada despreciativa—. Y aunque quizá yo sea una miserable esclava, tú acabas de evitar que me arresten, lo que te convierte en tan cómplice como Devyn. Una palabra y te recompensaré esa amabilidad.
Devyn lo miró ceñudo al darse cuenta de que Alix tenía razón.
—¿Por qué nos has ayudado?
—Porque no soy el cabrón despiadado que tú crees. Yo quería a Syn tanto como puede querer un hijo. Cuando descubrí que no era mi padre, sólo era un niño estúpido y lo culpé por ello. Luego, cuando me enteré de la historia de su familia y de quién era en realidad, di gracias a los dioses por no compartir su ADN. Me avergonzaba la idea de que alguien pudiera saber que un hombre como él había estado casado con mi madre. —Calló un momento y miró a Devyn, rabioso—. No pongas esa cara. Me he fijado en que tú tampoco llevas su nombre.
Eso a Devyn lo enfurecía y siempre le había resultado de lo más enervante.
—Devyn Wade Kell. Llevo su nombre y me enorgullezco de llamarlo padre. Sea cual sea su pasado y el de su familia, es el mejor hombre que he conocido. Y no me importa una mierda que mi abuelo fuera Idirian Wade. A diferencia de mi padre, no me importa que se sepa. Sólo uso Kell porque es el nombre que mi madre y él me pusieron de niño, ya que temían que gilipollas como tú se metieran conmigo por eso, antes de que yo fuera lo bastante mayor para defenderme. Personalmente, igual que el padre al que amo, no creo que se deba huir de nada. Como el tío Digger dice siempre, los Wade no huyen. A veces queremos hacerlo. A veces debemos hacerlo. Pero los Wade no huyen.
Paden miró con supremo desdén.
—No eres mejor que yo.
—No he dicho que lo fuera. Eres el único aquí que parece tener un complejo de inferioridad. Alix y yo aceptamos nuestro lugar en el mundo.
Paden desvió la vista, como si la verdad de esas palabras lo hiriera. Debido al odio que su madre le tenía a su padre, él se había sentido sucio e indigno toda su vida, como si necesitara reinvindicarse ante su madre, que lo detestaba por lo que había hecho su padre.
No era culpa de él. No era a él a quien ella había engañado. Lo único que siempre había querido era la aprobación y el cariño de su madre.
Pero incluso en su lecho de muerte, ella lo había maldecido: «Eres tan desgraciado y patético como tu padre. Debería haberte matado cuando eras un niño. Ahora márchate y déjame morir en paz. No quiero que tu despreciable rostro me acompañe a la eternidad».
La única persona que lo había querido era el hombre al que había despreciado para tratar de ganarse el amor de su madre.
«O yo o él y si le escoges a él, todo el universo escupirá sobre ti. Nunca te verás más que como el desperdicio que eres. Ve y sé el hijo de un miserable ratero. Entonces todo el mundo sabrá lo despreciable que eres».
Por eso Paden nunca se había casado. No quería que una mujer se volviera contra él como su madre se había vuelto contra Syn.
Pero en ese momento, nada de eso importaba.
La esclava tenía razón. Al salvarlos, había puesto su propia cabeza en el tajo del verdugo y si ella abría la boca, él lo perdería todo.
Incluso la libertad.
Soltó un suspiro de frustración.
—Ahora no sé cómo saldremos de esta. El plan original era hacer que Merjack abusara de su poder para tratar de condenarte —le dijo a Devyn— y luego emplear tu injusto encarcelamiento para hundirlo. Pero ahora lo habéis enviado todo al cuerno.
Alix frunció el cejo.
—¿Y qué pasa con mi familia?
Paden soltó una carcajada corta y seca, mirándola como si fuera idiota.
—No creerás que Merjack tenía intención de dejaros libres, ¿verdad? Os iba a vender en cuanto tuviera las pruebas que necesitaba para condenar a Kell. Bueno, excepto a tu hermana. A ella pensaba quedársela para él.
—¿Y eso te parecía bien?
—No, odio la esclavitud, pero no puedo hacer nada para cambiar las cosas. Lo único que puedo hacer es asegurarme de que Merjack sea detenido. Al menos, ese era el plan hasta que vosotros dos lo fastidiasteis por no seguir mis órdenes. ¿Por qué no me escuchasteis e hicisteis lo que os dije?
Alix estaba anonadada al ver su furia contra ella. ¿Cómo se atrevía?
—Bueno, tendrás que perdonar que la idea de tu éxito político no me parezca tan importante como que mi familia y yo misma no pasemos el resto de nuestra vida como esclavas. Lo siento si tu ascenso me parece ahora un poco estúpido.
Paden frunció los labios como si ella le molestara y luego se volvió hacia Devyn.
—¿Cómo soportas todo lo que sale por su boca?
Él la miró con un orgullo que a Alix la enterneció.
—Creo que es adorable y su boca es una de las cosas con las que más disfruto. En más de un sentido.
Antes de que Paden pudiera responder, él se apretó el comunicador a la oreja y se puso serio.
—Están empezando a registrar este edificio. Aún no han encontrado a Omari y a los demás. Quizá, sólo quizá, eso sea bueno.
El otro lo miró burlón.
—Yo no contaría con ello. No con la suerte que tienes.
Devyn soltó una palabrota al oír la siguiente información. Noticias que le hicieron sentir náuseas.
—La Liga ha traído a un grupo de asesinos para que ayuden a buscarnos. —A diferencia de los agentes, los asesinos estaban muy bien entrenados. Nada escapaba a su atención y no tenían piedad de nadie. También eran muy impacientes y Devyn no quería que Omari acabara herido por resistirse al arresto—. No veo cómo salir de esta. —Clavó una penetrante mirada en su hermano—. Tengo que pedirte un favor.
—¿Cuál?
—Lleva a Alix y a los otros a Gouran.
Paden lo miró como si estuviera loco.
—¿Por qué a Gouran?
—El emperador Quiakides es mi padrino. Él se asegurará de que ellos y tú estéis a salvo de la Liga y de Merjack.
—Y tú ¿qué?
—Yo me voy a entregar.
Alix negó con la cabeza.
—¿Te has vuelto loco? No puedes hacer eso.
Su preocupación le llegó al alma, pero no cambiaba nada. Y menos su decisión. Le apartó el cabello de la cara mientras se grababa en el alma la mirada de preocupación de sus ojos azul oscuro.
—Confía en mí, Alix. Es la única manera. El Talia ya habrá estallado y lo único que encontrarán allí serán restos derretidos. Como ha dicho Paden, no tienen nada contra mí excepto los archivos falsos que tú le diste y podemos demostrar que son un montaje. En Gouran no hay esclavitud, así que serás libre en cuanto pongas un pie en su suelo, y el tío Nyk no permitirá que les pase nada a Sway, Omari, Nero, Vik o Manashe. Todos estaréis a salvo.
—¿Y qué pasa con mi hermana y con mi madre?
—Nyk intentará liberarlas. No parará hasta lograrlo. Te lo prometo. —La abrazó con fuerza—. Confía en mí, Alix. Las sacaremos de allí.
Ella le rodeó con los brazos y Devyn saboreó su cercanía. Realmente lo era todo para él.
Paden puso los ojos en blanco.
—¿Sabes cuántos agujeros hay en tu plan?
—¿Acaso tienes uno mejor?
—No.
Devyn se apartó y dejó a Alix con su hermano.
—Entonces, sácala de aquí y reúnete con los otros. —Calló un instante—. Por cierto, estoy confiando en ti. —Le tendió la mano—. No me defraudes…, hermano.
Paden se la estrechó.
—Que los dioses caminen contigo.
—Y contigo. Recuerda, estás cuidando lo que más me importa en este mundo.
Devyn vio la mirada aterrorizada de Alix e intentó tranquilizarla.
—No tengas miedo. Liberaré a tu familia. Te lo prometo.
—Tus promesas son las únicas en las que he podido confiar, pero no tengo miedo sólo por ellas. No hagas nada estúpido, Devyn. No quiero que tu vida sea el precio de su libertad.
Él le besó la mano sonriendo. Aspiró el aroma de su piel antes de levantar la cabeza y besarla en los labios.
—Te protegeré.
Ella asintió, mientras imágenes de él le pasaban por la cabeza.
—Ten cuidado.
—Y tú también —dijo Devyn. Luego se dirigió a Paden—: Yo saldré primero. Cuando me hayan cogido, saca a los otros de aquí.
—Lo haré.
Devyn miró a Alix un momento más, esperando que aquella no fuera la última vez que la veía. Ella tenía un aspecto desaliñado por todo lo que habían pasado, pero para él seguía siendo la mujer más hermosa del mundo.
Le palpitaban las heridas, pero ni siquiera ese dolor le impedía desearla.
Una parte de sí quería olvidarse de los otros y que huyeran juntos, pero también quería mucho a Omari y a su tripulación.
Y aquella era la única manera de salvarlos a todos. Su vida por las de ellos.
Muy barato, la verdad.
Apesadumbrado, salió del despacho y se dirigió hacia donde se hallaba el grupo más nutrido de soldados, que esperaban fuera del edificio. En cuanto lo vieron, lo rodearon.
Tuvo que emplear toda su fuerza de voluntad para no resistirse mientras le esposaban las manos a la espalda. Lo hacía por los demás.
Sí, pero rendirse era una mierda.
«Por favor, que Paden no me traicione».
Era confiar mucho en alguien que fácilmente podía apuñalarlo por la espalda y matar a los que él estaba tratando de salvar desesperadamente.
Pero en ese momento no tenía alternativa.
• • •
Alix miró a Paden con suspicacia. En todo aquel asunto, no se había comportado de una manera muy amistosa ni muy de fiar y ella seguía sin estar segura de que el plan de Devyn fuera posible. «Por favor, que todo salga bien». No sería capaz de seguir viviendo si acababa de enviarlo a la muerte para salvar a su familia.
—¿Le has mentido?
Paden la miró con dureza.
—No sobre ti. —Luego añadió cortante—: Ya sé que crees que soy un miserable cabrón, pero no me importa.
Pero Alix captó un temblor en su voz. Uno que le confirmaba lo que él no decía.
—Quieres a tu hermano.
Paden apartó la vista, pero ella vio la vergüenza en sus ojos, como si la simple idea lo hiciera sentirse incómodo.
—Mis sentimientos hacia él o hacia mi padre no son asunto tuyo. Ahora, muévete, esclava. Si la cosa acaba siendo o tú o yo, no seré tan estúpido como Devyn.
Sus palabras la ofendieron, pero le resultó extraño que se refiriera a ellos como su familia cuando ya no estaba Devyn para oírle.
Antes de que pudiera pensar mucho en ello, Paden le agarró el brazo y la sacó del despacho.
—¿Dónde se supone que os ibais a encontrar? —le preguntó él mientras iban hacia la salida trasera del edificio, donde había menos posibilidades de que los vieran y los apresaran.
—En el hangar de atraque.
El hombre la miró ceñudo.
—¿En el hangar de atraque? ¿Estáis locos? Ese sitio estará lleno de agentes.
—Bueno, ese era el plan.
Él hizo un sonido de disgusto.
—Vale —dijo al fin.
Alix se soltó el brazo.
—Me estás haciendo daño.
—¿Y eso qué más me da? —Pero no la volvió a coger mientras la guiaba con cautela hacia el hangar.
Ella no estaba segura de nada cuando entraron en el muelle por una puerta lateral. Tenía un mal presentimiento del que no podía deshacerse.
No habían avanzado mucho cuando comprendió por qué. Tras ellos oyó una voz profunda y aterradora.
—Rendíos en nombre de la Liga.