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Omari señaló algo en el monitor que Devyn tenía enfrente. No era que él no lo hubiera visto ya, pero el chico tenía razón al preocuparse.

—Están cayendo tras nosotros.

—Lo sé.

Tendría que estar ciego para no ver la enorme cantidad de cazas que iban tras ellos como una gran mancha.

Devyn miró hacia el intercomunicador.

—Vik, ¿puedes activar algún escudo más por la popa?

—El generador está muerto y bien muerto.

—Están disparando. —La voz de Nero sonaba calmada, pero resultaba difícil no notar el pánico que ocultaba.

Devyn soltó una maldición mientras inclinaba la nave; el motor trasero petardeó y se paró. La nave se estremeció.

El comandante de la Liga volvió a comunicarse con ellos.

—Es tu última oportunidad, Kell. Entrégate con tu tripulación o los perderás.

Devyn miró alrededor, a los rostros que dependían de su pericia para conservar la libertad y, aún más importante, la vida. Él era la única esperanza que les quedaba.

«Cumplió los dieciséis en la cárcel…».

Miró a Omari y tomó una decisión.

Puso al máximo los aceleradores para sacar de los motores todo lo que les quedaba. La nave saltó hacia adelante y luego se inclinó. Pero ese movimiento final los había hecho entrar en el campo gravitatorio del planeta. Devyn soltó un suspiro de alivio.

Pasara lo que pasase, no podrían cogerlos. A ninguno de ellos.

Las naves de la Liga se dispersaron inmediatamente. Los cruceros de guerra era demasiado grandes para aterrizar y los cazas eran de clase tres, lo que significaba que carecían del recubrimiento necesario para llegar a tierra. Si trataban de penetrar en la atmósfera, saltarían hechos pedazos.

Sin embargo, la Talia

Era una dama resistente, aunque en ese momento estaba herida y cojeaba. Pese a que estaba diseñada para poder aterrizar en cualquier parte, en su estado actual, Devyn no estaba seguro de si lo conseguiría.

Abrió el canal e informó a Sway y a Vik de lo que se avecinaba.

—Echaos al suelo. El aterrizaje va a ser duro.

Sway le contestó.

—Dev, ¿tratas de decirnos que estamos a punto de estrellarnos?

—Sí, nos vamos a estrellar.

Su amigo sólo tuvo una réplica.

—Gilipollas.

Devyn negó con la cabeza mientras se preparaba como podía. La fricción de la atmósfera del planeta contra el casco de la nave hacía que pareciera que estaban atravesando acero. Sin los amortiguadores, el ruido era espantoso.

Manashe gemía y saltaban chispas de los dañados circuitos.

Nero se ató a la silla. ¿Sería por simple precaución o sabría algo que los demás no sabían?

Sin tiempo para pensar en ello, Devyn hizo lo que pudo con lo que tenía. Pero para cuando alcanzaron la capa inferior de la atmósfera del planeta, casi ni podía guiar la nave.

—Probemos en algún lugar blando —sugirió Omari.

Devyn resopló.

—¿Y qué te parece si trato de evitar las montañas?

—Una idea incluso mejor.

Pero le resultó imposible esquivar los árboles. Todo pareció ralentizarse mientras saltaban, daban vueltas y se sacudían entre las ramas hasta que Devyn perdió todo sentido de la orientación. En ese momento, bien podrían haber estado cabeza abajo.

Finalmente, con un golpetazo se detuvieron en medio del bosque.

Devyn soltó una palabrota al notar que le dolía todo el cuerpo. La herida que tenía en el costado se le había abierto, pero sabía que no era el momento de preocuparse por eso. Miró a Omari.

—¿Estás bien, chaval?

—Sigo vivo.

Él asintió.

—¿Nero?

—No me has ayudado mucho con la migraña —respondió este en tono seco y sarcástico.

Manashe ladró.

—Eso ayuda aún menos.

Devyn no le hizo caso.

—¿Vik?

Sólo le respondió el silencio.

Devyn notó que se le paraba el corazón mientras el pánico se apoderaba de él. ¿Acaso el meca había resultado herido en el choque?

O peor aún… ¿muerto?

—¡Vik!

Nada.

Nero levantó un poco la cabeza de entre las manos.

—Puede que las comunicaciones no funcionen.

Quizá.

—¿Sway? —probó Devyn.

Siguió sin haber respuesta. Sin esperar, saltó de la silla haciendo caso omiso de las protestas de su cuerpo.

«Por favor, que no estén muertos». Su imaginación lo torturaba con imágenes de lo que podía encontrar.

Primero fue a ver cómo estaban Sway y Alix. El corazón le latía con fuerza mientras el miedo se apoderaba de él.

«Mierda, ¿desde cuándo esta nave es tan grande?». Le parecía que se iba expandiendo a medida que la recorría.

Finalmente, llegó a la enfermería, donde los había dejado. Alix estaba atada a la camilla, pero Sway se hallaba en el suelo a unos pocos pasos y no se movía en absoluto, ni un párpado.

Aterrorizado, corrió hacia él, le dio la vuelta y le vio una herida abierta en medio del pecho.

«¡No!».

Devyn se estremeció al ver el daño que su amigo había recibido. Tenía contusiones en los brazos y la cabeza, un profundo corte sobre la ceja y estaba cubierto de sangre.

Sway tosió y lo miró.

—Me he resbalado.

Devyn quiso maldecir, pero no era culpa de Sway, sino suya.

Él le había hecho eso a su mejor amigo y, por lo que veía, no parecía que fuera a sobrevivir.

—Nunca has sabido andar en línea recta, patoso.

Sway rio, pero luego hizo una mueca y gimió.

—Me estoy muriendo, ¿verdad?

—No mientras yo esté aquí —contestó Nero.

Devyn alzó la cabeza y vio entrar al trisani. Con una feroz determinación en los ojos, Nero se arrodilló en el suelo y puso la mano sobre el pecho de Sway. Era evidente el dolor que eso le causaba, pero no dijo nada mientras lo curaba.

Devyn lo miró boquiabierto mientras Sway iba recuperando el color. Nero, por su parte, parecía estar a punto de vomitar.

Soltó a Sway y se echó hacia atrás.

—¿Estás bien?

El trisani negó lentamente con la cabeza.

—El dolor de cabeza me ha empeorado y no me encuentro nada bien.

—No tienes buen aspecto.

Y, como era de esperar, vomitó.

Devyn fue a examinarlo, pero Nero alzó la mano para que no se le acercara.

—Ve con Alix. No necesito ninguna madre.

—Quizá no, pero sí pareces necesitar un médico.

El otro lo apartó.

—Sólo necesito recargarme. En este momento no hay nada que tú puedas hacer.

Devyn alzó las manos en señal de rendición y fue a ver a Alix, que seguía inconsciente por la anestesia. Su claro cabello estaba extendido sobre la camilla, lo que le daba un aspecto de ángel vulnerable. La desató.

Se tomó un momento para acariciarle la mejilla, agradecido de que siguiera viva y sin daño.

La muchacha parpadeó, abrió los ojos y se encontró a Devyn mirándola muy serio y ceñudo. Ella también frunció el cejo en respuesta. Le dolía la cabeza y de repente recordó que le iba a quitar el chip. ¿Ya habría acabado?

Miró alrededor y vio la sala destrozada. Cajas tiradas por todos lados como si se hubieran caído de los armarios, que estaban abollados y abiertos. Los cristales habían estallado y los botes de medicinas cubrían el suelo.

Y, además, este estaba inclinado en un ángulo extraño.

—¿Qué ha pasado?

—Nos hemos estrellado.

Eso ya lo había deducido sola.

—¿Dónde?

—No estoy muy seguro. No he tenido tiempo más que de averiguar que podemos sobrevivir sin equipos vitales.

Sin duda, eso era muy importante, pero no era lo único que había que saber.

—Así que, ¿nos encaminamos a la muerte?

—Dioses, espero que no. No tengo las botas adecuadas para ese paseo. Estas sólo sirven para un poco de sufrimiento.

A Alix no le hizo gracia su intento de bromear; le dolía todo demasiado y su situación era extremadamente apurada.

Omari asomó la cabeza por la puerta.

—La Liga está enviando exploradores a buscarnos. Tenemos que marcharnos de aquí… hace diez minutos.

Su padre asintió. Cogió a Alix de la mano y la condujo al puesto de Vik, en el puente superior, donde el meca había quedado sepultado bajo los escombros. Devyn rodeó los restos buscándolo. Algo que parecía fácil.

Alix lo ayudó a escarbar hasta que lo encontraron, caído de espaldas y aún atado a su silla. Vik parecía haber perdido algunos de sus fluidos, pero aparte de eso no se lo veía demasiado mal. Sobre todo, teniendo en cuenta que una gran viga le había caído encima.

—Vik, ¿estás bien?

Él abrió los ojos y clavó en Devyn una mirada que habría hecho temblar a otros hombres.

—La verdad es que no. Y, para que conste, odio a tu padre por haberme dado emociones y sensibilidad humanas. Prefería cuando no sentía dolor.

—Créeme, conozco esa sensación.

Entre Devyn, Sway y Nero apartaron la viga, mientras Alix desataba a Vik de la silla y lo sacaba de debajo de los escombros.

En cuanto estuvo libre, miró a Devyn furioso.

—Deberían matar al que te dio la licencia de piloto.

—Gracias, Vik. Yo también te quiero.

—Entonces, ¿por qué casi me matas? Sin ofender, pero preferiría que me odiaras, ya que parece que te pasas mucho menos con tus enemigos que con tus amigos.

Alix tuvo que contener la risa ante su malhumor.

Nero se acercó.

—Sin ofender, chicos, pero vamos mal de tiempo. Tenemos que irnos.

Devyn asintió y se puso en cabeza mientras recorrían la humeante nave, que podría arder en cualquier momento.

Pero salir iba a representar un problema, pues el golpe había hundido la puerta hacia adentro, atascándola.

Devyn soltó un irritado suspiro después de intentar, sin éxito, abrirla arremetiendo con el hombro.

—¿Alguien tiene un abrelatas?

Nero lo miró irritado.

—No vais a parar hasta que me fría el cerebro, ¿verdad?

Pero Omari se adelantó.

—Déjame hacerlo a mí.

Nero puso los ojos en blanco.

—Tú sólo eres un embrión.

Pero el chico se negó a apartarse.

—Puedo hacerlo.

—Omari…

—Puedo, papá. Confía en mí.

Devyn parecía escéptico.

Sway miró a Alix.

—¿Dónde hemos visto esa cara hace poco?

—Estoy segura de que fue cuando el padre de Devyn le dijo a él lo mismo.

—Sí, da un poco de miedo, ¿verdad?

Devyn negó con la cabeza, rindiéndose.

—De acuerdo. Coge un buen dolor de cabeza tú también. ¿A mí qué me importa?

Nero se puso detrás de Omari para guiarlo.

—Cierra los ojos y concéntrate. Visualiza la puerta y lo que quieres hacer con ella. Respira con calma y, si te empieza a parecer que el cerebro se te está deshaciendo, para, porque será así.

—Nada de que se me deshaga el cerebro. Lo pillo.

El chico cerró los ojos y respiró hondo.

Casi al instante, el metal de la puerta comenzó a crujir. Alix veía los músculos tensos en el rostro y los brazos de Omari, mientras se esforzaba físicamente por realizar su magia mental.

Vik se señaló el dispositivo que llevaba en la oreja y que aún debía de permitirle oír las comunicaciones del enemigo.

«Ya casi están aquí», articuló en dirección a Devyn.

Nero soltó una palabrota, extendió los brazos y abrió con su propia telequinesis. La puerta salió volando mientras él empezaba a sangrar por la nariz.

Se limpió la sangre, enfadado.

Alix se preocupó por él.

—¿Estás bien?

Nero echó la cabeza hacia atrás para detener el flujo de sangre.

—Sí. De todas formas, ¿qué es un pequeño daño cerebral? Nadie lo va a notar.

Omari lo miró indignado.

—Podría haberlo hecho sin tu ayuda.

—Sí, pero estamos a punto de tener compañía.

Devyn cogió a su hijo por el brazo y lo hizo salir por la puerta. En cuanto estuvieron fuera, oyeron el ruido de los motores que se acercaban. Vik tenía razón: los agentes de la Liga estaban casi encima de ellos.

Omari palideció.

—Estamos jodidos.

Sway le palmeó el brazo.

—Sólo si nos atrapan.

Con el estómago encogido, Devyn miró a Vik mientras valoraba sus alternativas. Pero en ese momento era como elegir entre una muerte lenta y dolorosa y otra aún más lenta y dolorosa.

—¿Todavía puedes captar lo que dicen?

—Les están diciendo que a Alix y a ti os cojan vivos. El resto somos prescindibles.

—Yo no me siento prescindible —exclamó Omari con los ojos muy abiertos.

Devyn no le prestó atención.

—Bueno, entonces si lo que quieren es pelea… Sway, Vik y tú llevad a Alix y Omari hacia la ciudad, que se supone que está cinco tics hacia el norte. Nos encontraremos en cualquier zona de amarre que tengan.

A Alix no le gustó cómo sonaba eso. Sabía que Devyn tenía algo planeado y, conociéndolo, seguro que era algo temerario.

—¿Y Nero y tú, qué?

—No te preocupes por nosotros.

Sí, claro. Aquel hombre estaba loco y Nero no estaba mucho más cuerdo.

Así que se mantuvo firme.

—No creo que debamos separarnos.

La expresión en el rostro de Devyn era dura y franca.

—Soy un soldado con entrenamiento, Alix, y Nero está preparado para sobrevivir. Créeme, no podrán tocarnos. Pero necesito saber que vosotros estáis a salvo, sino, no tendremos ninguna posibilidad. —Se inclinó y le susurró unas palabras que la hicieron estremecer—: Por favor, hazlo por mí, ponte a salvo. Hoy ya he estado a punto de perder a Sway. No hagas que te pierda a ti también.

Alix le agarró y lo besó. Hasta que se apartó de él después de besarlo no vio que tenía algo rojo en la mano que le había puesto en el costado.

Sangre.

De Devyn. El corazón le dio un vuelco, pero antes de que pudiera preguntar nada, un rayo chisporroteó al pasarle junto a la mejilla, tan cerca que pudo notar su calor.

—¡Corred! —gritó Sway—. Nos encontraremos donde hemos quedado.

Devyn desenfundó su arma y comenzó a dispararles a los agentes.

—¡Márchate! —le ordenó a Alix.

—No sin ti. —Ella lo cogió por el brazo y lo arrastró tras los otros.

Devyn hubiera protestado, pero, en ese momento, los soldados estaban llegando en manada y no había tiempo para discutir con nadie.

Maldición, si casi ni tenían tiempo de huir.

Cogió a Alix de la mano y fue atravesando el sotobosque, deseando tener trajes que disimularan el calor corporal para que sus perseguidores no pudieran localizarlos con los detectores de infrarrojos. Tal como estaban las cosas, eran dianas móviles, y ni siquiera tenía idea de si ya habían atrapado a los demás o no.

Pero, sobre todo, notaba la presión en la muñeca que le advertía que se estaba forzando demasiado. La presión del sensor que monitorizaba su cuerpo.

Mierda.

Alix redujo el paso al darse cuenta de que Devyn se estaba quedando atrás. Retrocedió hasta él.

—Tenemos que darnos prisa.

Devyn negó con la cabeza.

—Sigue tú. Yo te cubriré.

—¡No seas…!

—¡Alix! —soltó—. No discutas conmigo. No puedo seguir tu ritmo.

—Claro que puedes.

Él la miró muy serio.

—No, no puedo. Tengo mal el corazón.

Ella frunció el cejo al oírlo y notar el tono de pánico en su voz.

—No lo entiendo.

—Cuando Clotilde me atacó, me atravesó el corazón. Como soy medio ritadario y medio humano, no hay donantes. La anatomía rit es muy diferente de la vuestra. Y una de las mayores diferencias es que el corazón tiene seis cavidades. Lo que tengo dentro es un corazón mecánico que mi padre fabricó, pero no soporta esta clase de esfuerzo. O paro de correr o estallará y me matará.

Alix hizo una mueca de horror al darse cuenta de lo que eso significaba: los iban a atrapar.

Y Devyn estaba dispuesto a sacrificarse por ella.

Pero al mirar aquellos oscuros ojos que buscaban los suyos, supo que no podía dejarlo en manos de sus enemigos.

—Entonces me quedaré contigo.

—No seas tonta.

Alix lo miró fijamente.

—No estarías aquí de no ser por mí. —Era ella la que lo había puesto en peligro—. No voy a dejarte.

Devyn quería decirle lo estúpida que era, pero al mirarla se dio cuenta de una cosa.

«La amo».

A pesar de las mentiras, de los engaños y de la irritación. A pesar de todo, aquella mujer significaba mucho para él. Y no quería ver cómo le hacían daño.

—No quiero perderte, Alix.

—Entonces entenderás lo que siento yo.

Él la acercó y le dio un rápido beso en los labios.

—Muy bien. Entonces, haremos esto juntos.

Ella asintió con la cabeza.

—Juntos.

Pero entonces Devyn se dio cuenta de cuántos agentes habían enviado tras ellos. En realidad era ridículo tal despliegue por un intermediario. Había criminales mucho peores en el universo.

Aunque lo cierto era que Devyn estaba emparentado con la mayoría de ellos.

Toda esa atención hubiera resultado halagadora si él hubiera estado de mejor humor. Pero tal como estaban las cosas… lo único que quería era enviarlos al espacio de una patada.

Alix lo condujo hasta una pequeña depresión en medio del bosque, que ofrecía una cierta protección ante sus perseguidores.

—Creo que tengo una idea —exclamó ella—. ¿Sabes pilotar sus vehículos avispa?

—Sí.

Alix asintió y Devyn la vio calcular algo.

—¿Cuánta carga te queda en la pistola?

—Tres cuartos.

Ella sonrió.

—Muy bien. Finjámonos muertos.

Devyn no estaba muy seguro de su plan mientras lo hacía tenderse sobre la hierba y Alix se tumbaba a su lado. Él tenía una idea de lo que pretendía, pero hubiera preferido abrirse paso a tiros.

«Confía en ella». Eso era más fácil de decir que de hacer, pero al final lo hizo.

Al cabo de unos segundos, llegaron los exploradores. Devyn esperó hasta que el primero salió de su avispa y se acercó a él. En cuanto lo tocó, Devyn le agarró el arma y lo tiró hacia adelante. Su compañero disparó, dándole al hombre en todo el pecho. Gritó al caer.

Devyn sacó su pistola y disparó al compañero. Luego cogió el comunicador del que había caído más cerca y se lo puso en la oreja, para poder saber dónde se hallaban los demás.

—Se dirigen hacia aquí.

Alix asintió mientras se subía al asiento de la avispa. Devyn subió delante de ella, que le rodeó la cintura con los brazos, acercándose más a él y agarrándose con fuerza, mientras trataba de no pensar en lo agradable que era tenerlo así contra su cuerpo.

Devyn activó los impulsores y se elevaron en el aire al instante, lanzándose hacia adelante a una velocidad aterradora. Aunque Alix había visto vehículos avispa antes, nunca había viajado en uno.

Daba miedo.

Cuando los agentes se dieron cuenta de que se iban en una nave, se lanzaron a perseguirlos.

—Cógete fuerte —le dijo Devyn.

Alix apretó la cara contra su espalda y se agarró a él con los brazos y las rodillas.

Devyn fue avanzando sobre los matojos, esperando poder despistar a los agentes. Pero no resultaba fácil. Sobre todo porque, con dos personas a bordo, tenían una considerable desventaja en velocidad. Los vehículos avispa estaba diseñados para un solo ocupante y, aunque Alix no pesaba mucho, era suficiente para que resultara mortal.

A través del comunicador, oyó que les estaban preparando una trampa.

Viró hacia la izquierda, apartándose y metiéndose más en el bosque. Aquellos cabrones no se lo estaban poniendo fácil.

¿Y por qué iban a hacerlo?

«Porque no quiero morir».

Mientras los agentes se les acercaban, Devyn comenzó a prever un terrible final para aquella persecución.

Hasta que Alix le sacó la pistola de la funda y comenzó a dispararles.

Para sorpresa de él, resultó ser una tiradora excelente y los fue abatiendo uno a uno.

—Nena, eso me lo habías ocultado.

Ella rio en su oreja.

—Era la artillera de mi padre.

—Ya lo veo.

Riendo, Devyn se dirigió hacia la ciudad. No tardaron mucho en llegar, pero mientras dejaban la nave, se dio cuenta de que el lugar estaba plagado de enemigos. Allí donde mirara veía oficiales uniformados, tanto locales como de la Liga.

Quién lo habría dicho…

Abandonaron la avispa robada en un aparcamiento lleno, para que, con suerte, tardaran en encontrarla.

Alix miró nerviosa alrededor.

—¿Crees que han capturado a los otros?

—No. No han dicho nada por el comunicador. Aún nos están buscando a todos.

Suspiró aliviada.

—¿Dónde crees que están?

—Espero que en algún lugar, esperándonos.

Bordearon a un grupo de agentes que estaban haciéndoles preguntas a los habitantes del lugar.

—¡Ahí están!

Devyn soltó una palabrota que hizo sonrojar a Alix mientras la arrastraba corriendo hacia un callejón. Los guardias dispararon y fallaron por poco.

Torcieron a la derecha y enfilaron por un callejón aún más estrecho que giraba bruscamente hacia la izquierda. Alix corría ante él, hasta que llegó a una verja que les impedía seguir.

Devyn la levantó.

—Sube.

Ella trepó tan rápido como pudo hasta saltar al otro lado. Devyn aterrizó a su lado, se apoyó contra la verja y se apretó el pecho como si le doliera el corazón.

—Están pidiendo refuerzos.

A Alix se le cayó el alma a los pies.

Devyn la empujó hacia un edificio de la izquierda, donde rápidamente forzó la cerradura y la hizo entrar. Corrieron por el pasillo hasta un pequeño vestíbulo.

—¡Alto!

Alix se volvió y ahogó un grito.

Era Whelms y apuntaba directamente a Devyn a la cabeza.