leagueTop

EPÍLOGO

Seis meses después

Bogimir bailoteaba nervioso alrededor del escritorio de Caillen, enfurruñado en silencio, mientras este miraba los papeles que se suponía que tenía que rellenar.

—Boggi, te juro que si no paras, te disparo.

Resoplando de indignación, el hombre llevó a cabo una astuta retirada hacia el despacho de Evzen. A Caillen le dio igual; lo cierto era que había empezado a disfrutar de los sermones de su padre. Mejor que le gritara que tener que estar ante su tumba.

A veces había que sufrir por la familia.

Como en ese momento. De buena gana quemaría toda la mierda que tenía en el escritorio. Se sentía como si se estuviera ahogando.

O peor, como si se estuviera quedando ciego por la nieve.

Sí, aún tenía ganas de subir a su nave y volver a su antigua vida. Pero le bastaba con pensar en Desideria en peligro para que se le fueran. No había nada por lo que valiera la pena arriesgar un solo pelo de su cabeza.

Kasen seguía sin estar muy satisfecha con el arreglo. Sin embargo, Gwen, la hermana de Desideria, estaba muy contenta de que hubiera decidido vivir en Exeter como esposa de Caillen.

Él se miró el anillo de boda en la mano y sonrió. Aún le parecía raro llevarlo, pero le servía para recordarle todo lo que ella había aportado a su mundo. Cada día que pasaban juntos era mejor que el anterior.

Llamaron a la puerta.

Sin duda sería su padre para reñirlo.

—Adelante.

Para su agradable sorpresa, era Desideria. Vestía un traje color crema que realzaba su tez oscura y un encantador rubor le cubría las mejillas.

El día anterior, cuando ella lo había interrumpido, habían tenido un ardiente interludio sobre el escritorio, que había hecho volar papeles por todas partes. Luego tardaron horas en ordenarlos, pero Caillen estaba más que dispuesto a repetir la experiencia.

—¿Qué hay?

Ella frunció el ceño.

—Tengo una pregunta extraña.

—No, no he sido yo quien se ha comido los caramelos. Ha sido Darling, lo juro.

Riendo, Desideria puso los ojos en blanco.

—Fuisteis los dos. Lo he visto en la grabación de seguridad.

—Mierda, debería haberla borrado. —La hizo sentarse sobre su regazo para poder notar su calor.

—Pero esa no era mi pregunta. —Miró hacia la puerta y frunció el ceño—. ¿Estás seguro de que Darling es gay?

—Sí, ¿por qué?

Ella se mordisqueó el labio antes de responder.

—Juraría que lo he pillado comiéndose con los ojos a la nueva secretaria de Maris.

Caillen resopló ante esa idea.

—Debes de haberte equivocado. Es mi mejor colega de todo el universo. Lo sabría si no lo fuese.

—Si tú lo dices, pero yo sé lo que he visto. Quizá sea bisexual.

—Repito, yo lo sabría.

Desideria alzó la mano en señal de rendición mientras se sentaba a horcajadas encima de él. Oh, sí, eso era lo que necesitaba.

—Muy bien. Eso tampoco era de lo que te quería hablar.

A Caillen se le estaba calentando la sangre ante la idea de saborearla; metió la mano por el bajo del vestido y se la pasó por la suave piel hasta ir a cubrirle el trasero desnudo.

—¿No?

Ella se le acercó más hasta que estuvo presionándole el pene de un modo que lo estaba volviendo loco.

—No. ¿Sabes qué fue hace seis semanas?

Caillen trató de hacer memoria, pero no supo qué decir.

—Nena, casi ni recuerdo lo que cené anoche. ¿Fue importante?

Desideria se inclinó para susurrarle en la oreja palabras que lo golpearon como agua helada.

—Mi cumpleaños.

Él maldijo su estupidez. Le hubiera gustado recordarlo para poder hacer algo excepcional.

¿Cómo podía haberlo olvidado?

«Soy un gilipollas».

—Lo siento, Desideria. No puedo creer que lo haya olvidado. Juro que te lo compensaré. Dime qué quieres y te lo regalaré. Lo que sea.

Ella le puso la mano en los labios para que no siguiera hablando.

—No pasa nada. Te prometo que no lo tendré en cuenta. Además, ya me hiciste el mejor regalo de todos.

De nuevo trató de recordar qué había hecho hacía seis semanas.

—¿Qué?

Desideria le cogió la mano y se la puso sobre el vientre.

—Un bebé.

Caillen se quedó sin aliento mientras esas dos palabras quedaban suspendidas en el aire entre ellos.

Un bebé.

—¿Lo dices en serio?

Ella asintió, mordisqueándose el labio.

Él la estrechó contra sí con fuerza. Un auténtico éxtasis lo recorrió. Iba a ser padre. Y los De Orczy tendrían un nuevo heredero.

Desideria sonrió al ver la felicidad en los ojos de su marido.

Era curioso, siempre había sabido que algún día sería reina, pero no había pensado que lo sería en un mundo diferente al suyo.

Caillen le había dado todo lo que ella siempre había deseado.

Pero nunca del modo en que lo había esperado.

Él era su regalo. Era impredecible y maravilloso… al menos la mayor parte del tiempo.

Y eso ya le parecía bien.

Como su padre decía a menudo: «Ríe mientras respires y ama mientras vivas».

Mientras tuviera a Caillen y a su bebé, sabía que reiría constantemente.

Y amaría, pero sobre todo, sería amada por siempre.