Caillen trató de abrir la puerta. Estaba cerrada. Oía la lucha en el interior, mientras su padre llamaba a seguridad. Apretó los dientes y le dio una patada a la puerta. El pie le dolió por el impacto, pero la hoja de madera se abrió, girando hasta golpear contra la pared con un resonante estruendo. La fuerza del golpe hizo que la puerta saltara de los goznes y se estrellara contra el suelo de mármol a cuadros blancos y negros.
Dentro, un hombre enmascarado tenía a su padre contra la pared, mientras forcejeaban.
Sin dudarlo, Caillen cubrió corriendo la distancia y agarró al desconocido por detrás. Este se volvió contra él, maldiciendo, y le lanzó una cuchillada con la daga.
Caillen saltó hacia atrás y cogió la muñeca del otro cuando trataba de clavarle la daga. Le echó una rápida mirada a las manos e hizo una mueca. Conocía bien aquella daga de hoja negra. Una arma de la Liga; la hoja estaba impregnada en una toxina tan potente que un simple arañazo podía matar. Le dio un cabezazo al hombre y se aseguró de mantenerle bien agarrada la muñeca, con la hoja lejos de su piel.
El otro pateó el suelo.
—Pero ¿qué clase de chiquilla eres? —dijo Caillen, golpeándole en la tráquea.
El asaltante resolló.
Entonces Caillen le retorció la muñeca con tal fuerza que notó cómo se rompían los huesos bajo su mano. El puñal golpeó el suelo de mármol mientras el desconocido gritaba de dolor. Caillen empujó el cuchillo hacia su padre con el pie. Luego cogió al hombre y lo tiró al suelo de espaldas, inmovilizándolo. Él trató de escapar o de hacer que lo soltara a golpes, pero Caillen lo tenía sujeto con una Have que había empleado muchas veces con Kasen.
Nadie podía soltarse.
Bueno, quizá Nykyrian. Pero, por suerte, el gilipollas que tenía sujeto no era tan peligroso.
Su padre llamó a seguridad por el intercomunicador.
Caillen hizo una mueca ante su compasión.
—Sería más fácil si me dejaras matarlo.
El hombre continuó debatiéndose, como un pez tratando de volver al agua, pero él lo sujetó con fuerza.
Su padre, tosiendo y tocándose la dolorida garganta, negó con la cabeza.
—Quiero tener el placer de ver cómo lo ejecutan.
Pero Caillen hubiera preferido tener el placer de destripar a aquel cabrón como a un cerdo en el mismo suelo.
—Sabes que, si tiene un contrato de la Liga por ti, no podrás hacerlo. Pero si yo lo mato antes de que encontremos ese papel, será legal. ¿Seguro que no quieres que me resbale y accidentalmente le clave el puñal una docena de veces?
—Aunque admiro tu bien planeado accidente, hijo, prefiero interrogarle.
Caillen oyó un apagado pop dos segundos antes de que el asesino comenzara a convulsionarse.
—¡Mierda!
Se levantó a toda prisa, agarró a su padre y corrió con él fuera de la habitación.
—¿Qué pasa?
Caillen contuvo el aliento y no le contestó hasta que estuvieron fuera, con la puerta cerrada.
—Cápsula de suicidio. No sé si se difunde por el aire o es sólo de ingestión. Sea como sea, él está muerto y nosotros no debemos respirar ese aire hasta que alguien haga un análisis de tóxicos.
Los guardias de seguridad llegaron corriendo por el pasillo, pero Caillen les impidió entrar en la habitación.
—Necesitamos que venga un experto en materiales peligrosos; el asesino acaba de suicidarse con una cápsula.
El capitán asintió; luego retiró a su gente y llamó a su superior. Acto seguido, miró al emperador.
—¿Llamo a un médico para vos, majestad?
—Estoy bien. —Palmeó a Caillen en el hombro—. Gracias, hijo mío. ¿Cómo has sabido que me estaban atacando?
Él no contestó a lo que, en su opinión, era una pregunta retórica.
—Lo que yo quiero saber es por qué no lo sabía tu equipo de seguridad.
Su padre se estiró la túnica.
—Por una razón evidente: no tengo cámaras en el dormitorio. Es la única zona ciega del palacio.
Una débil excusa. Mejor un vídeo porno para los guardias que una zona ciega que permitía la posibilidad de matar a su padre. Pero ¿él qué sabía?
—¿No deberían haberlo visto en el pasillo?
El monarca esbozó una sonrisa indulgente.
—Tú más que nadie deberías saber la facilidad con que pasan estas cosas. Los que realmente quieren hacerlo, siempre encuentran una manera de entrar.
Caillen apretó los dientes ante el tono apático de su padre.
—Parece que no te importa mucho.
—El riesgo es mi pan de cada día. Desde que subí al trono, he sufrido un intento de asesinato tras otro. Acabas acostumbrándote.
Caillen hubiera discutido eso, pero en su vida y sus negocios era tan normal correr riesgos que, al igual que a su padre, le resultaba extraño no tener a alguien detrás tratando de matarlo.
Su padre lo miró a los ojos.
—Has estado increíble, por cierto. ¿Dónde has aprendido a luchar así?
—Con tres hermanas mayores que no paraban de intentar ponerme vestiditos y pintarme las uñas. Como no podía correr más que ellas, tuve que aprender a luchar mejor que ellas y, por desgracia para mí, ninguna pega como una niña. Por si fuera poco, también pelean sucio.
Su padre se echó a reír.
—Gracias.
Él se encogió de hombros como si nada.
—Tú me salvaste la vida, es justo que yo te la salve a ti.
Evzen se quedó en silencio al oír esas palabras, que lo hirieron en lo más hondo. No era lo que hubiera querido oírle decir a su hijo; le habría gustado que Caillen le dijera que lo había salvado porque le quería.
Aunque fuera sólo una vez.
«Es un hombre, y además muy duro».
Y los hombres como Caillen no admitían tener sentimientos tiernos hacia nadie. Eso lo entendía, pero el padre que había en él, que recordaba cuando, recién nacido, lo había sostenido en brazos, estaba desesperado porque su hijo lo aceptara.
«Es un sueño estúpido».
Lo sabía y sin embargo no podía evitar el dolor de ansiar una relación que se temía que nunca se diera. Si pudiera poner las manos sobre los que lo privaron de ver crecer a su hijo…, de estar a su lado cuando este lo había necesitado…
Quería sangre sobre el abismo que los separaba.
Caillen seguía sin aceptarlo como su familia. No realmente. Sus hermanas eran las únicas a las que consideraba como tales.
«Malditos sean quienes me lo robaron».
Pero al menos había encontrado a su hijo. Aunque no fuera la relación cercana e íntima que deseaba, Caillen seguía estando ahí. Por el momento no iba a salir corriendo por la puerta, así que él lo aceptaría y esperaría a que sintiera que aquel era también su hogar.
Y que él era su padre, no un Dagan contrabandista.
Darling y Maris llegaron corriendo.
—¿Qué ha pasado? —preguntó Darling en cuanto se detuvo junto a su amigo.
La respuesta de Caillen fue sucinta:
—Un asesino. —No hacía falta nada más para explicar el revuelo.
Darling resopló exasperado.
—¿La Liga?
Él negó con la cabeza.
—Iba de civil, pero llevaba un arma de la Liga; no sé si era un trofeo o si era un contratista. En cuanto se pueda entrar en la habitación, haré que comparen el ADN, a ver si podemos averiguar si era un solitario o pertenece a un grupo y si hay un contrato expedido.
Maris pasó la vista por el cuerpo de Caillen con ceño preocupado.
—¿Estáis los dos bien?
Él lo miró mal.
—Me ofende que lo preguntes. Si un mierda de tercera como ese pudiera hacerme algo, merecería que me matara.
Maris se burló de su indignación.
—Perdóname por cuestionar tus proezas a la hora de luchar. Sin embargo, recuerdo haber tenido que sacarte…
—Estaba borracho.
—Y sangrando encima de mis zapatos nuevos.
El ceño de Caillen se deshizo bajo la presión de la sonrisa que estaba tratando de ocultar al recordar aquel suceso, aunque no quisiera acabar de admitirlo.
—Bueno, ellos eran diez y yo uno y, además, borracho. La verdad, ahora que lo pienso, llevaba tal trompa que creí que eran veinte. Veía doble.
Su padre suspiró profundamente.
—Oh, las historias que he oído… Me estremezco al pensar cuántas veces te has salvado por los pelos.
Caillen lo miró arqueando las cejas.
—No he sido yo el que casi acaba con la cabeza clavada a la pared hace un momento.
Tenía razón en eso y, aunque Evzen se enorgullecía de ser inteligente en cuanto a su seguridad y cauto por naturaleza, se daba cuenta de cuánto le faltaba en ese aspecto, comparado con el niño que había engendrado. El destino que le había arrebatado a su hijo, le había dado al chico unas capacidades en la vida que sin duda le servirían de mucho a un emperador.
Si conseguía mejorar sus modales y su educación para que fueran comparables con su capacidad como luchador, tendrían un líder fuera de serie.
Caillen detuvo a los agentes de materiales peligrosos cuando estos llegaron. Hizo que el primero se quitara la máscara y los guantes, se los puso él y entró a registrar el cadáver del asesino.
El hombre estaba tendido donde lo había dejado. El tono verdoso de su piel Caillen que la muerte había sido rápida y tan indolora como era posible. Pero no era eso lo que le importaba.
Se arrodilló, cogió la daga de la Liga y buscó el lector del asesino. Cuando lo encontró, se puso en pie.
Una agente lo detuvo cuando iba a salir.
—Eso es una prueba.
Él miró molesto a la mujer.
—Ya sé que lo es y la entregaré en cuanto lo haya mirado.
Se apartó de ella.
La agente se movió para cerrarle el paso, hasta que su mando carraspeó y negó con la cabeza. Con expresión furiosa, ella finalmente lo dejó pasar.
Caillen encendió el lector y comenzó a revisar los archivos abiertos. Todos confirmaron sus sospechas. Un típico matón a sueldo. Nada que lo diferenciara de cualquier otro de los cabrones de mierda dispuestos a ganarse un crédito a costa de la vida de algún pobre pringado. Nada especial, al menos hasta que burló la seguridad del aparato y comenzó a revisar los archivos seguros.
Mientras los demás registraban el cuerpo, él se aisló en un rincón para revisar a qué se dedicaba aquel repugnante gusano.
Las típicas transferencias de créditos de cualquier carnicero. Listas de buscados entre las que el asesino elegiría a sus víctimas…
De repente, encontró una encriptación lo bastante difícil como para mantener a raya a un experto de bajo nivel, una perla interesante que no había esperado.
Salió al balcón para hacer una llamada que no quería que nadie oyera.
Nykyrian Quiakides le contestó en unos segundos.
—No puedo ni imaginarme en que lío te debes de haber metido, Dagan. ¿Cuántos necesitas para una evacuación y cuánta cobertura?
Él soltó un bufido ante el tono seco y con acento de Nyk.
A pesar de toda su bravuconería, la última vez que Caillen le había dicho que necesitaba una evacuación, Nyk le había contestado que se jodiera, y luego casi había tenido que empezar una guerra para sacarlo de la prisión de Garvon.
—No es ese tipo de líos.
—Entonces, ¿quién es?
—Tampoco es eso. Mierda, ¿acaso no puedo explicarme antes de que te precipites a sacar conclusiones?
Nykyrian soltó una seca carcajada; algo que nunca habría salido de los labios del antiguo asesino antes de casarse, unos pocos años atrás.
—Por favor, ilumíname. Si no tiene que ver con una mujer o con tu culo encarcelado, sin duda me intriga.
Sí, vale, a Nyk no le faltaba razón. Caillen miró dentro de la habitación, donde estaban metiendo al asesino en una bolsa.
—¿Qué es un tirador?
—Contexto.
Era evidente que la palabra podía tener muchos significados, así que Caillen hizo una descripción clara y concisa de las circunstancias.
—Tengo a un matón muerto en el suelo, con una daga de la Liga con la que ha intentado matar a mi padre. Su lector lo lista como uno de ellos.
—¿En la lista de quién se halla?
Sólo Nykyrian podía hablar tan bien en una situación hostil.
—No puedo leer esa parte; está en un lenguaje desconocido y que el traductor no puede identificar. Te lo mando.
Nykyrian permaneció un momento en silencio mientras lo leía.
—Es un contratista civil bajo las órdenes de la Liga, que actúa como instigador para crear conflictos relacionados con tu padre.
—¿Eso qué significa?
—Alguien quiere una guerra, y la quieren empezar asesinando a tu padre. La Liga no quiere que se descubra que está detrás, así que contrataron a tu tipo. Lo malo es que no será el único. Otro buscará el premio y probará suerte.
—Mierda.
—Exacto.
Caillen se quedó en silencio mientras pensaba en cuántos asesinos querrían ser un millón de créditos más ricos… Sí… sería una larga lista.
—¿Y qué hago?
—Esquivarlos.
—Ya basta de respuestas de una palabra, Nyk. Necesito un plan de acción.
—No se puede hacer nada, Dagan. Tienes que averiguar quién quiere la guerra y por qué. Puedo asegurarte que todo lo que tu tipo debía de saber era quién lo contrató y, probablemente, ese será un hombre de paja medio tonto que morirá antes que decir nada.
—En otras palabras, no te molestes en buscarlo.
—Sería una pérdida de tiempo.
Eso era más fácil de decir que de hacer. Caillen no funcionaba así.
—No puedo quedarme de brazos cruzados.
—Bien —repuso Nykyrian en tono tenso—. Intentaré averiguar algo, pero no te puedo prometer nada. Que la Liga me haya otorgado una amnistía no quiere decir que tenga amigos dentro.
Nykyrian era el único asesino de la Liga que había dejado el cuerpo y vivía. Esto último evidenciaba su increíble habilidad como luchador. A la Liga no le gustaba mucho eso y, de no ser porque era el heredero no de uno sino de dos grandes imperios y estaba casado con la hija de un tercero, aún tendría una sentencia de muerte pendiendo sobre su cabeza.
Caillen calló al ver a Darling al otro lado de la puerta. Le hizo un gesto para que saliera con él al balcón y luego cerró la puerta para que los demás no oyeran su conversación.
Con el ceño fruncido, Darling se quedó ante él y cruzó los brazos sobre el pecho.
—¿Qué puedo hacer para proteger a mi padre? —le preguntó Caillen a Nykyrian.
—No mucho. Los tiradores son muy hostiles. Más que eso, siempre hacen que parezca que otra persona es la culpable de sus acciones; para eso les pagan.
—¿Qué quieres decir?
—Quiero decir lo que he dicho. No estaba ahí sólo para matar a tu padre, sino para cargarle el crimen a un inocente. Regístralo bien, seguramente encontrarás las pruebas que pensaba dejar.
—Le he registrado y no he encontrado nada.
Nykyrian tardó unos segundos en responder.
—Entonces, eso es buena señal. Quiere decir que quienes contrataron a tu asesino seguramente están lo bastante cerca como para poder dejar las pruebas falsas ellos mismos y que no confiaban en el tipo para hacerlo.
—¿Para proteger su identidad?
—Exacto.
Lo que significaba que la persona que quería ver muerto a su padre podía ser fácilmente alguno de los que se encontraban al otro lado del cristal. Caillen entrecerró los ojos mientras miraba a su tío y a los otros consejeros que rodeaban a su padre.
Uno de ellos era un traidor…
Por la mirada de Darling, vio que este pensaba lo mismo.
—Necesito pruebas.
Nykyrian bufó.
—Tú más que nadie sabes lo difícil que es encontrarlas. Por desgracia, esa gente no es estúpida.
En eso tenía razón. Y Caillen comenzó a darle vueltas a cuál sería la mejor manera de proteger a su padre.
—¿En qué idioma estaba esa nota?
—Pralortorian antiguo.
No era de extrañar que su traductor no hubiera podido leerla. También se sintió mejor por no haberla entendido.
—¿Qué demonios es eso?
—Es el idioma que los trisani hablaban hace unos cuatrocientos años. —Sólo Nykyrian podía saber algo tan remoto.
—¿Y por qué recibiría sus órdenes en una lengua muerta?
—Protocolos de la Liga. Emplean lenguas muertas para comunicarse; así, si alguien encuentra sus misivas por casualidad, no es capaz de entenderlas.
Y seguramente esa era la razón por la que Nykyrian sí podía hacerlo. El entrenamiento de asesino resultaba muy útil de vez en cuando.
Caillen suspiró.
—Así que todo tiene que ver con la Liga.
—No necesariamente; Puede que en lo único que tenga que verla Liga sea en emitir la orden de terminación. Recuerda, son corruptos. Cualquiera que pueda pagarles un buen soborno, puede conseguir que lo hagan.
—En otras palabras, que me cubra las espaldas.
—Sí. Porque, sin ofender, esto se va a poner feo. Si yo fuera un matón, mi siguiente atentado contra tu padre sería en la cumbre.
Caillen arqueó las cejas mientras miraba a Darling y recordaba lo que este le había dicho antes.
—¿Y qué hay de la seguridad?
Nykyrian rio.
—Aficionados.
—Darling me ha dicho que es tan estrecha que pillarían hasta a Syn.
—Pues está infravalorando mucho a nuestro rit. Créeme, hasta tú podrías saltártela.
Aquello era bastante insultante.
—Muchas gracias por decírmelo.
—Ah, no te pongas gallito. Eres uno de los mejores contratistas que conozco. No lo decía como menosprecio. Sólo decía que podrías hacerlo.
Caillen seguía sintiéndose insultado. Pensó en la cumbre y en cómo proteger a su padre mientras estuvieran allí.
—¿Tú vas a asistir?
—No. Kiara dará a luz en cualquier momento. No hay nada, ni en el cielo ni en el infierno, que pueda impedirme estar aquí ahora. Lo siento.
No podía culparle por ello. Ese hombre había estado a punto de dar literalmente la vida por su esposa.
—No pasa nada. —Caillen no necesitaba ayuda cuando se trataba de sobrevivir—. Gracias por traducirme eso. Ya hablaremos luego.
Nykyrian cortó la comunicación.
Caillen soltó un suspiro cansado y devolvió su atención a Darling, que había estado esperando pacientemente mientras él hablaba.
—¿Qué pasa? —preguntó Caillen.
—He encontrado algo que has pasado por alto.
Caillen alzó las cejas.
—¿Perdón? ¿Que yo he pasado algo por alto?
Darling asintió.
—El hombre estaba transmitiendo justo antes del ataque. Lo he redirigido hacia atrás y he podido conseguir un lazo de veinte segundos.
—Vale. ¿Y qué decía?
Darling apretó el pequeño transmisor que tenía en la mano.
—No os preocupéis, alteza —decía una voz profunda y con marcado acento—. Yo mataré a vuestro padre por vos y entonces seréis emperador.
El rostro de Caillen se quedó sin sangre.
—Pero ¿qué diablos…?
—Te está inculpando a ti, Cai. He conseguido encontrarlo justo antes que los guardias. —Tiró el transmisor al suelo y lo aplastó con el tacón—. Alguien está planeando retiraros a tu padre y a ti de la línea sucesoria.
Menuda mierda.
La pregunta era quién. Y cuándo.