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Desideria vio caer a Caillen. Todo se movía como a cámara lenta, mientras su mundo llegaba a su fin. Se había golpeado contra la pared con tanta violencia que no era posible que hubiera sobrevivido.

Imposible.

Sin poder respirar, corrió hacia él con todas sus fuerzas mientras imágenes de su muerte le pasaban por la cabeza.

«No te atrevas a morirte. No te atrevas».

No soportaba esa idea. Y sobre todo no después de haber discutido.

¿Por qué había discutido con él?

De repente, nada le importaba. Ni la muerte de su madre. Ni su posición. Nada.

Todo quedaba en nada comparado con perder a Caillen. Bajó el ritmo al acercarse. Él estaba en el suelo, cubierto de sangre, completamente inmóvil. No era así como había estado en el agujero de la colonia. Se lo veía tan pálido…

Las lágrimas la cegaron.

«Las qillaq no lloran».

Sin embargo, no podía evitarlo.

—¿Caillen? —sollozó, mientras caía de rodillas. Lo abrazó y lo abrazó con fuerza—. No me dejes. —Sobre todo no después de haberle enseñado a confiar en él. No después de que le hiciera desear algo que sabía que no podría tener—. Caillen, por favor, abre los ojos.

Él no lo hizo.

—¿Desideria?

Oyó la voz de la hermana de Caillen, pero no respondió. No podía. Imágenes de la pícara sonrisa de él rondaban su mente.

Cómo lo había sentido cuando antes le había hecho el amor. El sonido de su voz.

«Te necesito. Por favor, por favor, no te mueras. No así. No después de las últimas palabras que te he dicho…».

Shahara la apartó.

—Debes soltarlo.

Ella iba a discutir hasta que vio a los médicos. Todo el cuerpo le temblaba de miedo, pero lo soltó para que lo atendieran. Syn y Shahara le estaban diciendo algo, pero Desideria no los entendía.

La dolorosa niebla que lo cubría todo se lo impedía.

—Nos vemos en el hospital.

Ella inclinó la cabeza hacia ellos, asintiendo, pero sabía que no era allí a donde se dirigía.

Primero tenía que matar a alguien.

• • •

Caillen se despertó al oír unas voces que susurraban cerca de él.

Al abrir los ojos, se encontró tendido en una cama de hospital esterilizada, conectado a varios monitores en una pequeña habitación. Tardó todo un minuto en recordar lo que había pasado.

La explosión. Su pierna.

¡Desideria!

Ella estaba delante de él. Justo en la línea de fuego.

El temor le encogió el corazón mientras se sentaba y se disponía a levantarse de la cama para buscarla.

Shahara salió de entre las sombras para sujetarlo y se negó a permitirle que pusiera los pies en el suelo.

—No te atrevas. —Hacía mucho tiempo que no le había hablado en ese tono.

El tic se le despertó en el mentón mientras miraba fijamente a su hermana a los ojos. Si de verdad creía que podría retenerlo allí, necesitaría más refuerzos que a Syn, que se hallaba detrás de ella.

—¿Dónde está Desideria?

Shahara intercambió una nerviosa mirada con su marido, que no hizo nada para calmar el terror que sentía Caillen. Oh, Dios…, algo le había pasado.

Quizá estuviera muerta. ¿Por qué no respondían a su pregunta, sino?

Un dolor inconcebible lo embargó mientras trataba de respirar. Se habían separado enfadados. Y él tenía que saber mejor que nadie que no debía dejar que nadie se marchara enfadado.

«¿Por qué no he sido más rápido?».

¿Por qué no se había disculpado?

—¿Dónde está? —exigió saber.

Shahara se encogió.

Caillen notó que las lágrimas le quemaban los ojos cuando un dolor inimaginable lo atravesó. ¿Cómo no había sabido protegerla? ¿Cómo podía ser?

—Está muerta, ¿verdad?

Su hermana palideció un instante y luego las mejillas se le sonrojaron.

—¡Dios santo, cariño, no! Se te ocurre cada idea…

El alivio lo hizo temblar. Desideria estaba viva. Por fin podía respirar.

Al menos un poco.

—Entonces, ¿dónde está?

Syn sonrió malicioso mientras se acercaba a él.

—En este momento, encerrada.

Caillen frunció el ceño, confuso.

—¿Qué? ¿Cómo? ¿Por qué?

Su cuñado soltó una carcajada.

—¿Recuerdas la explosión?

¿Cómo iba a olvidarla? Los oídos aún le pitaban.

Se recostó en la cama mientras trataba de imaginarse qué tendría que ver aquello con que Desideria estuviera encerrada. Sin duda, nadie pensaría que ella tuviese algo que ver con la explosión…

¿O sí?

—Claro que sí. ¿La alcanzó la onda expansiva?

Syn negó con la cabeza.

—No. Estaba más allá, pero corrió hacia ti cuando vio que te golpeabas contra la pared.

—Estaba histérica —intervino Shahara—. Y muerta de preocupación por ti. Llegó a tu lado poco antes que nosotros y nos amenazó con matarnos si te hacíamos daño.

Syn resopló.

—Sí, estaba impresionante con toda esa furia, y no dejó de protegerte hasta que llegaron los médicos. Cuando te estabilizaron y se dispusieron a trasladarte, pensamos que nos seguiría hasta el centro médico. Pero no lo hizo.

El ceño de Caillen se hizo más profundo.

—¿Adónde fue?

Shahara soltó un resoplido.

—Tu pequeña cabezota fue a confinamiento, se abrió paso a la fuerza y casi mata al asesino que os había estado siguiendo.

Eso no tenía sentido.

—¿Y por qué hizo eso?

Shahara le retiró un hilo de la bata de hospital que lo cubría y le alisó una arruga.

—Había preparado la trampa en su nave y los técnicos la activaron accidentalmente mientras intentaban averiguar si estaba preparada para detonarse. Como la explosión te hirió, ella quería su cabeza.

—Y la ha conseguido —continuó Syn con una cierta diversión en la voz—. Maldita sea, chaval, y yo que pensaba que tu hermana tenía genio. Creo que he encontrado a la única mujer viva que la supera… ¡Eh! —exclamó, cuando Shahara le dio un golpe en el estómago. Con una mueca, se frotó el punto donde le había pegado—. ¿Ves lo que digo? Es brutal vivir con ella.

—De todas formas —prosiguió Shahara después de fulminar a Syn con la mirada—, consiguió sacarle información al asesino, pero casi lo mata durante el interrogatorio. Y no lo estaba machacando para obtener respuestas, porque le golpeaba el doble de fuerte cuando le contestaba que cuando no. Supongo que los qillaq forman a su gente en el arte de interrogar prisioneros.

Syn rio de nuevo.

—Sí, parecía que hubiese ido a la Escuela de Nykyrian.

Caillen no estaba seguro de si debía estar divertido u horrorizado por lo que le explicaban. Al final, se sentía halagado de ser tan importante para Desideria como para hacerla volver a comprobar su estado y luego decidir que valía la pena romperle la cara a alguien. Por otro lado, seguro que no quería que lo interrogara a él. Sobre todo después de su discusión.

—¿Y la habéis encerrado?

Syn se encogió de hombros.

—No había elección. Planeaba dirigirse a Exeter para machacarle el cráneo al consejero de tu tío. Hemos pensado que era mejor tenerla confinada hasta que recobre la cordura… o esos hombres mueran por causas naturales. Lo que suceda primero.

Caillen hizo una mueca de dolor al ver confirmadas sus peores sospechas.

—Así que es cierto. Talian había comprado el contrato sobre la vida de mi padre.

Ella asintió.

—Eso es lo que parece.

—¿Y qué hay de la madre de Desideria?

Syn intercambió una mirada compasiva con Shahara.

—El asesino dice que no sabe nada de eso. Sólo iba contra ti y tu padre.

Pero eso no cuadraba con lo que él había oído…

—Los dos asesinatos están relacionados. Lo sé.

Syn siguió contradiciéndolo.

—He buscado en todas las bases de datos de la Liga y todos los contratos que he podido encontrar. —Algo impresionante, porque la información era su punto fuerte—. Nada relaciona a los dos. Creo que fue pura mala suerte que estuvieran en el mismo sitio cuando murieron.

Quizá Syn tuviera razón. Las coincidencias se daban…

Pero algo no parecía acabar de cuadrar. Era demasiado simple y demasiado irónico. Caillen se negaba a creer que todo fuera una casualidad.

Miró a Shahara.

—¿Puedo levantarme ahora?

—Se supone que no, pero no hay modo de impedírtelo, ¿verdad?

—Depende de cuántas armas lleves.

Su hermana puso los ojos en blanco.

—Me preocupas, Caillen. Continuamente. Pero te acabo de ver esa mirada en los ojos cuando has creído que Desideria estaba muerta y también he visto lo loca que se ha puesto ella cuando tú resultaste herido y su furia con quien te había hecho daño. No sé qué hay entre vosotros dos, pero desde fuera parece bastante real e intenso. Sólo quiero que recuerdes siempre lo que has sentido hace un minuto cuando pienses en ella. Ese sentimiento desesperado de ahogo que has tenido al pensar que no volverías a verla y que se había ido para siempre. —Le lanzó una penetrante mirada a Syn.

»Las relaciones no son fáciles. Algunos días ni siquiera resultan tolerables. Sobre todo cuando hay un Dagan por medio. Habrá veces en que te volverá tan loco que tendrás ganas de matarla, y normalmente es por algo estúpido.

—Como dejar la tapa del váter levantada por la noche u olvidar cerrar bien el tapón de una botella de agua —murmuró Syn.

Shahara no le hizo caso.

—Pero nunca olvides que la persona que quieres te llena un vacío que nadie más ha llenado, y que aunque vivir con ella puede ser una auténtica mierda a veces, los momentos en que no lo es valen por todas las veces que te caes en el lavabo o que te mojas cuando estás medio dormido.

—¿Y qué hay del agua? —preguntó Syn esperanzado.

Shahara lo miró fijamente.

—Me estropeaste el ordenador y perdí toda la información. No empieces con eso, Syn. Aún sigo lo bastante enfadada como para estrangularte por ello.

—Te compré uno nuevo y recuperé la mayoría de los datos… Sólo se perdió un poco que no pude salvar.

Su cuñado hablaba en un tono que Caillen no le había oído nunca antes. Petulante como un niño. Se habría divertido de no ser porque había vivido con su hermana el tiempo suficiente como para compadecer a Syn por haberla hecho enfadar.

Ella levantó una mano para hacerlo callar.

Caillen rio.

—Tenéis un matrimonio bien complicado.

—Y cada minuto que pasa doy gracias por él y por Syn —repuso su hermana, y la convicción en aquellos ojos dorados era inconfundible—. No podría vivir sin él.

Caillen sabía que era cierto, sobre todo dado el pasado de ambos. Los fantasmas de hasta la mejor infancia podían ser duros de pelar. Los demonios que los acosaban desde la niñez de ellos… eran demoledores.

Tener a alguien dispuesto a capear esos demonios y quedarse a su lado, era un milagro que no se podía olvidar.

Shahara se apartó para que Caillen se levantara de la cama.

Cuando ya iba hacia la puerta, la voz de Syn le hizo detenerse un momento.

—Sólo para que lo sepas, colega, quizá quieras ponerte unos pantalones antes de ir a verla. Es difícil conquistar a una mujer y hacerte el duro con una bata de hospital que te deja el culo al aire.

• • •

Caillen ralentizó el paso al acercarse a la celda donde habían encerrado a Desideria.

Hauk, Fain y Chayden estaban ante los monitores y la observaban ir de un lado a otro como un animal enjaulado.

Chayden soltó una risita nerviosa.

—Sabéis que uno de vosotros va a tener que acabar sacándola de ahí.

Fain resopló.

—Pues que quede claro que no voy a ser yo. Mis padres mataban a sus hijos tontos.

—Sí, bueno, a mí tampoco me verás la palabra estúpido grabada en la frente. Creo que debes hacerlo tú. —Hauk miró fijamente a su hermano.

La expresión de Fain era de total horror.

—¿Por qué?

—Porque tú no la metiste ahí. Quizá aún le caigas bien. —Hizo un gesto que incluía a Chayden y a él—. Este idiota de aquí fue el que la tiró de cabeza ahí dentro y yo soy el borrico que cerró la puerta.

Caillen sintió que lo invadía la furia.

—¿Qué habéis hecho?

Si la habían maltratado, iba a hacer que anduvieran de rodillas el resto de su vida.

Chayden se levantó y se preparó para una pelea.

—Yo no he hecho nada. Sólo la cogí, me la cargué al hombro y la metí ahí dentro antes de que los centinelas de la Sentella la atraparan y la esposaran. Créeme, la salvé de ese horror. Y, por cierto, no te envidio esa relación. Es un demonio con tetas y lucha como un prostig de ocho brazos.

Eso no le bastaba.

—Será mejor que no le hayas hecho daño.

—Relájate. —Chayden hizo un gesto hacia la celda—. Míralo tú mismo. Está cabreada, pero perfectamente y sin ni un solo golpe.

—Sí —añadió Hauk—. Y de paso, déjala salir. Me gusta tener las pelotas pegadas al cuerpo, así que no tengo intención de acercarme a ella durante un tiempo. Al menos un siglo o dos. Quizá cinco… docenas.

Caillen no hizo caso de Hauk y fue hacia la puerta. Quizá él también tuviera que proteger a sus dos amiguitos.

Con su pequeña qillaq, cualquier precaución era poco.

En cuanto entró en la celda, vacía y de paredes de acero, Desideria se volvió hacia él y por la expresión de su rostro esperó una patada en la entrepierna, como Hauk había vaticinado. Pero en cuanto se dio cuenta de que era él, una hermosa sonrisa apareció en sus labios y le añadió fuego a los ojos.

Dos fracciones de segundo después, corrió hacia él tan de prisa que Caillen se tambaleó por el asalto. Lo besó desesperadamente.

Su sabor, combinado con el dulce aroma de su cabello y su aliento, le hizo olvidar todo lo que tenía en la cabeza durante varios segundos; el cuerpo se le despertó y la deseó con tal ansia que tuvo que recurrir a toda su fuerza de voluntad para recordar que los estaban viendo. Incluso así, no pudo pensar en nada más que en lo bueno que era abrazarla.

Ella se apartó para contemplarlo con tal mirada de preocupación que a él el estómago se le encogió. Sin duda podría acostumbrase a eso.

—¿Estás bien? —Había un cierto tono de desesperación en su voz.

—¿No tendría que estarlo? —bromeó Caillen.

Ella le enmarcó la cara entre las manos.

—No después de la forma en que te golpeaste contra la pared. Nunca he visto nada más espantoso. Pensaba que te había perdido.

—Sólo tengo una herida en la pierna y seguramente me he sacudido bien los sesos. Me duele, pero cojearé. Y en cuanto a los sesos… nunca los he usado tanto como para echarlos de menos.

Con un suspiro de frustración, Desideria negó con la cabeza, mirándolo.

—Te juro que voy a envolverte en un traje acolchado contra explosiones y encerrarte dentro de un refugio a prueba de bombas.

Caillen no supo por qué, pero eso lo hizo sonreír. Dioses, qué contento estaba de verla sana y salva. La besó en la punta de la nariz.

—Entonces, ¿estoy perdonado?

—¿Por qué?

Él iba a recordarle su equivocación, pero por suerte, su sentido común pasó por ahí en ese momento y le dijo que cerrara la boca antes de que estropeara ese momento. Rápidamente, pensó en algo más inteligente que decir.

—Por asustarte.

Ella le puso los puños encima y le hizo bajar la cabeza.

—No. No vuelvas a hacerme algo así.

Caillen sonrió al oír su tono enfadado.

—He oído que le has dado una buena paliza a nuestro amigo el asesino.

—La recordará durante un tiempo. Le habría arrancado el corazón si Fain no me hubiera detenido.

—¿Por qué?

Desideria retuvo la respuesta justo antes de que cruzara sus labios. Quizá debiera decirle que lo amaba. Pero el miedo a su reacción le hizo callar esas palabras. Podía ser que él se alegrara o que saliera corriendo. Caillen era un hombre complicado y aquel no era ni el momento ni el lugar.

Sobre todo después de su comentario de antes. Quizá creyera que ella lo había olvidado, pero no. A fin de cuentas, Caillen era un jugador y lo poco que sabía Desideria de estos era que le tenían fobia a todo lo relacionado con las emociones o el compromiso.

«Nunca seas la primera en poner tu corazón sobre la mesa…».

El primero que entraba siempre acababa muerto en la puerta, y ella no quería sufrir o soportar el rechazo.

Se aclaró la garganta antes de responderle.

—Él tenía información y yo la necesitaba.

Había un brillo en los hermosos ojos oscuros de Caillen que decía que no la creía, pero al menos no dijo nada.

Esa vez.

En lugar de eso, esbozó una arrogante sonrisa.

—Entonces, ¿vamos a visitar a un consejero y a causarle una contusión o dos?

Desideria rio de su tono exagerado.

—Sin duda. —Hizo un gesto con el pulgar hacia la cámara de vigilancia que estaba en lo alto de la pared—. Suponiendo que esa pandilla de atontados nos dejen salir, claro.

—He oído eso —exclamó Hauk por el intercomunicador—. ¿Nunca te ha dicho nadie que debes mostrarle respeto al hombre que tiene la llave de tu jaula?

Ella soltó un bufido burlón.

—Soy qillaq, Hauk. Me enseñaron a darle patadas en la entrepierna o en los dientes hasta que me la diera.

Caillen rio mientras la puerta zumbaba al abrirse.

Fain y Chayden los estaban esperando al otro lado.

—Por cierto, vamos con vosotros.

«¿Qué demonios…?».

Esas palabras ofendieron a Caillen. Sobre todo porque era algo que sus hermanas dirían, y él no estaba indefenso en absoluto.

—No necesito ayuda.

Hauk se burló mientras se reunía con ellos.

—Sí, claro. Pero siempre que os dejamos a los dos solos, pasa algo. Os perdéis o saltáis por los aires o cualquier otra mierda. Estoy cansado de limpiar la sangre. Así que nos vamos a pegar a vuestra espalda.

—Genial —masculló Fain—. Ahora la sangre nos salpicará.

Caillen hubiera discutido, pero sabía que no valía la pena. Hauk era tan terco y loco como el que más. Cualquier intento de discutir sólo los retrasaría más.

Por no mencionar el detalle de que su amigo tenía razón. Las cosas no habían ido exactamente bien desde que había conocido a Desideria. Otro par de pistolas, o en ese caso, tres, podrían resultarle útiles.

—Muy bien. En todo caso, será vuestro funeral.

Chayden resopló.

—No lo digas muy alto. Los dioses podrían oírte. —Los precedió por el pasillo.

En seguida estuvieron reunidos en la nave de Chayden y dirigiéndose hacia Exeter para una reunión inesperada con el principal consejero de Talian. Si había alguna esperanza de llegar al fondo de aquel asunto, el consejero debería poder prestar testimonio sobre quién ordenó contratar al asesino y por qué Caillen y su padre habían sido los objetivos. Eso sería suficiente para hacer que la Liga interviniera y le permitiera a él limpiar su nombre.

Sí, estaba llegando la hora de devolver la pelota, y la cosa iba a ser sangrienta.

Una vez en la nave, Caillen los dejó a todos en el puente y fue al baño para poder mirarse la herida de la pierna. Notaba que volvía a sangrar, pero no quería que los otros lo supieran. Mejor camuflarla antes de que resultara demasiado evidente.

En cuanto acabó y salió fuera, se encontró a Desideria en el pasillo. La preocupación era evidente en su rostro mientras lo miraba de arriba abajo con un interés que lo hizo empalmarse al instante. Una imagen de ella desnuda pasó por su cabeza y no hizo nada para ayudarlo a mantener la cordura.

Eso sí, le hizo olvidar el dolor.

Desideria le miró el muslo como si, de algún modo, supiera lo que había estado haciendo.

—¿Cómo tienes la pierna?

En ese momento, mejor que la entrepierna.

Pero no quería que se preocupara por él.

—Me molesta, pero viviré.

Ella no pareció convencida.

—¿Cómo soportas tan bien el dolor?

—Pienso en otras cosas.

—¿Como cuáles?

Caillen le miró los pechos, que estaba deseando probar de nuevo.

Desideria notó que le ardían las mejillas.

—Eres terrible.

—Eres tú la que ha preguntado.

Ella soltó un sonido gutural.

—¿Por qué será que no creo que sea tan sencillo?

Caillen se encogió de hombros y decidió darle un respiro de sus tendencias libidinosas.

—Porque no lo es. ¿Quieres saber la verdad?

—Siempre.

Él tragó saliva, mientras viejos recuerdos lo rondaban. No le iba mucho eso de contar sus cosas, pero por alguna razón nunca le había importado dejar que Desideria accediera a su interior. Ni siquiera algo tan personal como el pasado oculto que siempre estaba presente en los límites de su conciencia.

—Lo que me permite seguir es una imagen que tengo en la cabeza de mi padre adoptivo muriendo sólo en un sucio callejón. Ese día yo estaba allí, escondido y observándolo por un pequeño resquicio, cuando sus enemigos le dieron la vuelta y acabaron con su vida de un disparo frío y brutal. Fue el segundo peor día de mi vida.

Desideria se atragantó con la dolorosa compasión que sintió en su interior. Había notado el sufrimiento en su voz mientras le hablaba de algo que ella sabía que seguía provocándole pesadillas.

—Caillen, lo siento mucho. ¿Por qué estabas allí?

La profunda pena y el tormento eran bien visibles en sus ojos mientras bajaba la vista.

—Era el cumpleaños de Kasen y mi padre había vendido su anillo de bodas para poderle comprar algo especial, ya que ese año había estado muy enferma. Acabábamos de recoger el regalo cuando él se dio cuenta de que nos estaban siguiendo. Nunca antes en toda mi vida lo había visto asustado. Me hizo apresurarme para adelantarlo y luego me ordenó que corriera a casa. En vez de eso, me escondí, pensando… No lo recuerdo. Estaba demasiado aterrorizado para pensar con claridad. Pero lo que me persigue todas las noches cuando cierro los ojos es la imagen de él tirado en la calle, sangrando. El sonido del disparo final que lo mató y el rostro de la gente que lo hizo. Pido a los dioses que alguna vez me dejen devolverles lo que le dieron.

Ella lo deseó también. Era lo que se merecían.

—Quizá algún día.

Caillen negó con la cabeza.

—No. Incluso si los mato, nada me compensará de haber permanecido en ese agujero, asustado y traumatizado, y luego tener que decirles a mis hermanas que éramos huérfanos.

Desideria le cubrió una mano con las suyas.

—Me gustaría poder borrarte ese recuerdo.

—Sí… es una mierda, ¿verdad? Y ahora ya sabes por qué odio tanto los cumpleaños. Nada bueno me ha pasado en ninguno. Siempre acaban siendo como una gran patada en los dientes. Y ese es mi secreto. Siempre que siento dolor físico, recuerdo el día en que mi padre perdió la vida y me aferro a eso. Mientras sienta dolor, sé que estoy vivo y la vida, aunque sea una mierda, es mucho mejor que la muerte. Por eso lo acepto.

Qué diferente su perspectiva de la que a ella le habían enseñado. Su gente aceptaba la muerte. No había nada más glorioso que morir en la batalla.

—¿No crees en una vida después de esta vida?

—Sí, pero soy pragmático. La que conozco es real. La otra… es una pura apuesta. Por el momento, me quedo con lo que conozco, aunque duela.

¿Cómo podía ser que siempre la sorprendiera y asombrara? Cuando creía que lo conocía, él le mostraba una profundidad y una fuerza que Desideria ni siquiera había imaginado que existieran. A primera vista, Caillen parecía un simple hedonista, pero no había nada simple en él.

Y aunque sí era hedonista, no era egoísta ni sociópata.

Le apretó la mano.

—Me gusta tu lógica.

—Eh, Dagan. —La voz de Chayden sonó en el intercomunicador, interrumpiéndolos—. Nos estamos aproximando al puerto exeterio en Mykonia. Ocúltate y te haremos saber cuándo nos escanean y cuándo atracamos. Mientras te estés quieto, no podrán detectar ningún rastro residual de ti.

Desideria estaba aprendiendo que eso era lo mejor de los piratas. Sus naves tenían todo tipo de inhibidores interesantes y artilugios que los ayudaban a eludir a las autoridades y sus equipos.

Por una vez, aterrizaron sin incidentes.

Chayden y Fain fueron a buscarlos mientras Hauk se quedaba a vigilar la nave.

Los dos hombres vestían su ropa tavali, incluida la máscara sobre el rostro, de forma que lo único que se les veía eran los ojos. Les daba una apariencia salvaje e intimidante, sobre todo a Chayden, cuya máscara estaba hecha de un metal fino de color plata. No era de extrañar que las llevaran. Por la apariencia y porque evitaba que la gente les viera la cara y los identificara en los carteles de personas buscadas.

Chayden les pasó a ambos sendas máscaras, que incluían protectores para los ojos.

—Mientras permanezcamos juntos, creerán que estamos aquí para recoger carga y que vosotros dos formáis parte de mi tripulación.

—No se te busca aquí, ¿verdad? —preguntó Caillen, antes de ponerse la máscara.

Chayden soltó un bufido.

—Como si eso fuera a ser un problema, teniendo en cuenta que vosotros dos estáis por todas partes en estos momentos. Por favor, no me insultes. —Luego su mirada se volvió un poco más tímida—. Pero para responder a tu pregunta, hay una razón por la que llevo la máscara. —Y rápidamente se subió la capucha para cubrirse también la cabeza.

Caillen rio.

—Así que vas de valiente, ¿eh?

Chayden le hizo un gesto obsceno antes de adelantarse para salir de la nave. Desideria mantuvo la cabeza cubierta mientras caminaba detrás de Caillen y delante de Fain. Ellos avanzaban con aquella agilidad depredadora que era exclusiva de los soldados y los asesinos. El paso de alguien que no duda de que pueda ganar cualquier batalla o pelea.

Su poder colectivo la hizo estremecer.

Como ya había oscurecido hacía rato, el tráfico en las calles era relativamente escaso. Aun así, cada transporte la inquietaba, mientras esperaba que las autoridades aparecieran o que alguien tratara de arrestarlos.

Tuvieron suerte hasta acercarse al palacio real. Caillen los hizo detenerse en un callejón al otro lado de la calle. Ocultos entre las sombras, se aseguró de que estuvieran fuera del alcance de las cámaras y los guardias.

—Hay una forma de entrar por el ala de servicio.

Fain alzó una ceja al oírlo.

—¿Y cómo lo sabes?

—Cuando vivía aquí burlé su seguridad. Hice que mi padre la mejorara, pero el gilipollas de su jefe de seguridad pensaba que sabía más que yo, así que se dejó unos cuantos agujeros. Este lo bastante grande como para que yo pase por él.

Desideria negó con la cabeza.

—No sin mí.

Caillen calló un momento al oír su tono decidido.

—Iré más rápido si voy solo.

—Estás herido y yo me juego tanto como tú en esto. Hay…

—Niños, ya basta —soltó Chayden—. Todos tenemos la soga al cuello por este asunto. Caillen, tú guías. Te seguimos.

—Vale, pero no te acostumbres —masculló Fain.

Caillen iba a replicar, pero se dio cuenta de que cualquier retraso podía costarles caro.

—Bien. Pero no os alejéis y seguid exactamente mis pasos. Si no, nos verán, y la verdad, no me apetece nada tener que correr.

Avanzó sigilosamente, pegado a la pared, hasta los jardines traseros. Allí había varias zonas ciegas de seguridad. Una parte de él se molestó, porque seguían estando ahí después de los muchos intentos de atentar contra la vida de su padre. Por otra parte, agradecía ese descuido, puesto que les permitía colarse dentro y llegar hasta el despacho de su padre.

Caillen se detuvo ante puerta que había cruzado docenas de veces para hablar con él.

No quería pensar en eso, así que la abrió y entró sigilosamente. Estaba completamente oscuro y vacío, y parecía como si su padre acabara de dejarlo para ir al Arimanda. Le daba la sensación de que en cualquier momento entraría por la puerta.

Apretó los dientes contra el dolor de esa idea, se acercó a los monitores y puso en pantalla el sistema de vigilancia. Su padre lo tenía todo dirigido a esa sala, para poder ver lo que sucedía en el palacio.

Sólo tardó unos segundos en localizar al consejero de su padre. Irónicamente, estaba en la sala de guerra y parecía estar leyendo unos informes. Bien. Allí había pocas cámaras, porque era donde el emperador se reunía con sus comandantes militares.

Sin decir nada, guio a su pequeño grupo a través de los pasillos ocultos del servicio. Esos también tendrían que estar vigilados por cámaras, pero Bogimir y los demás lo habían considerado grosero e innecesario.

«En toda nuestra historia nunca los hemos vigilado con cámaras. ¿Por qué íbamos a empezar a hacerlo ahora?».

Sí…

Caillen se detuvo fuera de la puerta oculta de la sala de guerra y miró a Desideria a los ojos. No tenía plan de lo que iba a decir o hacer cuando se enfrentara al consejero.

«Oh, mierda, ya improvisaré».

Así era como había pasado toda su vida y ya era demasiado mayor para cambiar.

Abrió la puerta y entró. Cada vez más furioso, cruzó la sala en silencio y dio un ligero empujón a la silla. En cuanto la tocó, el consejero cayó de ella y se desplomó sobre el suelo con un golpe seco.

¿Qué demonios…?

—Está muerto —susurró Desideria.

Caillen entrecerró los ojos, mirando el rastro de sangre junto a la silla. Un rastro que conducía a la estancia siguiente. Instintivamente, se llevó la mano a la pistola mientras lo seguía.

En el otro lado encontró a su tío. También muerto.

Mierda.

«Es una trampa».

Acababa de pensarlo cuando comenzó a sonar una alarma.

Fain soltó una maldición mientras sacaba su arma para cubrirlos.

—¡Separaos!

Oían a los guardias llegando desde todas direcciones. Caillen cogió una pistola en cada mano y se preparó para hacerles lamentar la decisión de ir tras él.

—Nos encontraremos en mi nave —dijo Chayden antes de salir corriendo solo por el pasillo.

Caillen asintió con la cabeza mientras cogía a Desideria del brazo y la arrastraba tras de sí.

Ella frunció el ceño.

—¡Esto no es separarnos!

—Ya, pero no sabes dónde estás o cómo hablar o leer el idioma. ¿De verdad quieres que te deje para que te las arregles sola?

No le faltaba razón.

—Bien.

La guio hasta la sala de guardia, donde había varios transportes aparcados. Esquivando a los guardias que patrullaban la zona, en seguida se hizo con uno y luego le modificó el cableado para poder «tomarlo prestado» y que los llevara de vuelta al hangar. En cuanto encendió los motores, los guardias salieron por todas partes, disparándoles.

Desideria contuvo la respiración mientras Caillen salía a toda prisa del aparcamiento, derrapando, y luego esquivaba a los guardias. Unos minutos después, fueron los primeros en llegar a la nave de Chayden.

Avisaron a Hauk, que se había quedado allí y estaba preparando los cañones por lo que pudiera pasar, y luego Caillen se apresuró a encender los motores y a realizar las comprobaciones preliminares mientras esperaba a que llegaran Fain y Chayden.

Desideria fue a vigilar la compuerta de entrada. Miró atrás hacia Caillen y vio que se había quedado parado mirando un pequeño monitor que tenía delante.

La llamó.

—¿Sí?

Caillen amplió lo que estaba viendo y lo pasó a la pantalla principal.

—¿Tienes idea de por qué Chayden tiene un archivo completo sobre tu madre y tú? ¿Y que data de hace décadas?