Caillen aún se estaba poniendo la chaqueta cuando se reunió con Fain y Hauk en el pequeño puente.
—¿Qué sucede?
Hauk señaló el monitor.
—¿Te suena de algo?
Él se quedó boquiabierto cuando en el ordenador vio la imagen y los esquemas de un caza negro y lo amplió. Era uno con el que habían tenido demasiada relación últimamente.
—¿Qué demonios? ¿Cómo puede habernos seguido por el agujero de gusano?
Fain se encogió de hombros.
—No tengo ni idea. ¿Por qué no sales ahí y se lo preguntas? Estoy seguro de que estará dispuesto a explicártelo. Podríamos organizar una sesión de terapia de grupo y hablar de nuestros sentimientos negativos y de nuestros más íntimos secretos, ya puestos.
Hauk puso los ojos en blanco.
—La tecnología no para de evolucionar, amigo mío.
—Y una mierda. —Caillen enfocó las marcas del caza para asegurarse. Sí, no era posible equivocarse. Era el mismo asesino que los había estado siguiendo desde el principio.
—Esto es ridículo. Nadie puede rastrear lo que pasa por un agujero de gusano. Hay demasiada distorsión.
Hauk se encogió de hombros.
—Ridículo o no, lo tenemos pegado a la cola y nuestras armas todavía no están listas.
Caillen gruñó por lo bajo mientras le hacía un gesto a Hauk para que le dejara el asiento y él se pudiera hacer cargo de los controles. Ya era hora de que…
Un rayo naranja iluminó el espacio ante ellos. Con la sangre acelerada, vio un nuevo invitado a la fiesta. Un caza pequeño, esbelto y color rojo sangre pasó ante sus narices, tan cerca que pudo sentir el vapor de su cola. Volaba de un modo calculadamente errático que le resultaba conocido…
Fain fue hacia los cañones y trató de repararlos, pero Caillen lo detuvo porque tenía un presentimiento sobre la identidad del piloto.
«Por favor, que no me equivoque».
Si tenía razón, era una buena noticia. Quizá.
«Dios, no tengas buena memoria. ¿Sería demasiado pedir una pequeña contusión para olvidar aquel pequeño incidente…?».
Abrió un canal y saludó al nuevo caza.
—l-9-8-2-6 ¿Eres tú, Aniwaya?
Cuando llegó la respuesta, la profunda voz de barítono lo hizo sonreír. Si letal tuviera nombre propio, este sería Chayden Aniwaya. Ese cabrón sinvergüenza era muchas cosas para mucha gente.
Asesino. Pirata. Ladrón. Luchador brutal cuando se cabreaba.
Pero para Caillen era algo más sencillo: amigo.
Al menos algunos días.
«Por favor, que sea uno de esos días».
—Dagan, cabrón de mierda, ¿qué estás haciendo en este sector y acompañado de un caza no autorizado, nada menos? ¿No sabes que aquí a eso se lo conoce como suicidio? Tienes suerte de que mis chicos no te hayan destrozado el sótano.
—Sobre todo sangrar… —dijo Caillen, respondiendo a la primera pregunta antes de ir por la segunda—. Y ese caza que has mencionado, resulta que es un asesino que nos viene siguiendo. ¿Alguna posibilidad de que nos eches una mano?
—Depende. ¿Vas a volver a acostarte con mi novia mientras estés en mi sector?
Agh… ¿Por qué Aniwaya seguía sacando el tema? Un pequeño error y tenía que cargar con él toda la vida. Era doblemente molesto, porque Aniwaya estaba básicamente de acuerdo con él. No valía la pena sufrir por una mujer que lo engañaba.
—¿Cuántas veces tengo que decirte que no tenía ni idea de que estabais juntos?
—Hasta el día que me dé por creerte.
Caillen resopló.
—Eh, espera, yo sólo miento sobre mi cargamento, nunca sobre mis mujeres.
—Una pena, Dagan, la verdad es que eso me lo creo. —Chay cortó la conversación mientras se enfrentaba al caza.
—Eh, eh, eh —exclamó Caillen en rápida sucesión, mientras veía a su amigo ir por el caza como siempre hacía: con todo lo que tenía—. No lo quiero muerto. Me gustaría poder remolcarlo para interrogarlo, si puedes contenerte durante unos minutos.
—Jodido pacifista que quiere salvar a los conejitos a los que hay que despellejar… —gruñó Chay entre dientes antes de llamar a su banda de degenerados para que lo ayudaran a atrapar al asesino—. Le dejaremos vivir, pero me debes una, Dagan.
—Una mierda. Este soy yo reclamándote la que tú me debes.
Aniwaya soltó un furioso resoplido.
—De acuerdo…, gilipollas.
Hauk alzó una ceja mirando a Caillen, mientras este cerraba el canal entre las naves para evitar que Aniwaya oyera su conversación.
—¿Quién es tu nuevo amigo?
—Uno de los jefes piratas con más mala leche del negocio. Chayden Aniwaya. —Señaló a Fain con un gesto de barbilla—. ¿Lo conoces?
—¿Por qué habría de hacerlo?
—Ambos sois tavali. He pensado que igual os habías encontrado en algún momento de tus viajes. —La Tavali era una organización interestelar de piratas que volaban bajo una misma bandera; su símbolo era el que Fain llevaba en la máscara que normalmente utilizaba. Significaba una advertencia, y quería decir que si te metías con uno te metías con todos. Podían ser mentirosos, ladrones y escoria, pero eran leales entre si hasta el final. No importaba quién fueras ni de dónde vinieras; si llevabas la marca, eras familia y lucharían para protegerte tanto si te conocían como si no.
Fain resopló.
—Por si has sufrido un daño grave en el lóbulo temporal, te diré que somos muchos. No podemos conocernos todos.
—Sí, ya sé. Criais como ratas.
Hauk carraspeó para llamar la atención de Caillen y poder seguir preguntándole.
—¿Su novia? ¿Te liaste con ella?
Era una larga historia, así que la acortó.
—Iba a la escuela con Kasen.
—¿Y te acostaste con ella?
Caillen soltó un suspiro de fastidio por su propia estupidez. Si pudiera borrar eso…
—Hace cuatro años y en mi defensa diré que estaba buena de verdad; hasta tú te habrías acostado con ella. —Por lo general, a Hauk no le gustaban las mujeres humanas—. Una harita letal que se olvidó de decirme que estaba prometida a Aniwaya, quien estuvo a punto de venir a por mis dos cabezas cuando se enteró.
Caillen no podía culparle. Él también se había cabreado. Pero la verdad era que no había sido culpa suya.
—¿Y cómo se enteró? —preguntó Fain.
—Ella se lo contó en cuanto salió de mi cama. Al parecer, sólo quería usarme para fastidiarlo, y yo, tonto de mí, la dejé liarme. Pensó que sería divertido traicionarlo con un amigo. Qué afortunado fui, ¿no?
Hauk negó con la cabeza.
—Sí, algunas mujeres te joden la vida.
Y él debía de saberlo. Lo sorprendente es que se volviera a acercar a una mujer después de lo que le había sucedido.
Pero el sexo era un gran motivador y ellos eran tan tontos como para dejar que los gobernara…
—A mí me lo vas a decir… —Caillen volvió a prestar atención a la acción del exterior.
En segundos, Aniwaya y su banda de piratas habían rodeado al asesino y lo habían enganchado con un rayo tractor. Mierda, el cabrón renegado lo hacía parecer fácil, pero cuando tenías a cinco personas moviéndose como un equipo era mucho más sencillo que cuando sólo te tenías a ti mismo y a una hermana excesivamente emocional. El grupo de Aniwaya se movía como si tuvieran una sola mente. Se conocían tan bien que la mitad de las veces acababan unos las frases de los otros.
Era la clase de equipo por el que Caillen mataría. Por desgracia, nunca había sido capaz de encontrar tanta gente que no lo apuñalara por la espalda en cuanto bajaba la guardia. El grupo de Aniwaya era una excepción y todos lo sabían.
Chayden abrió el canal entre las naves.
—¿Dónde lo quieres?
Muerto, pero esa no era una opción.
—Sentella VII.
Aniwaya soltó una risa burlona.
—Hum… negativo, capitán. No somos muy bien recibidos allí. Así que creo que conservaré la cabeza y la distancia de esos psicópatas.
Caillen se sorprendió. Por lo general, la Sentella aceptaba a cualquier pirata que atacara a la Liga y sus aliados, que era para lo que Chayden y su gente vivían. Sólo se le ocurría una cosa que los pudiera hacer sentirse incómodos con la Sentella.
—¿A quién has matado?
—A nadie. Capturarnos una de sus naves, muy cargadas y tentadoras, hace unos meses, y desde entonces están un poco enfadados con nosotros.
Sí, eso sería una razón. A la Sentella no le gustaba ser víctima de nadie.
—Chay…
—No me sueltes rollos, Dagan. Tú también lo habrías hecho si hubieras visto lo que llevaban, y aún te puedo derribar sin que le importe a nadie.
Bueno, por el momento en eso tenía razón. Lo cierto era que los enemigos de Caillen podrían recompensarlo muy bien por ello.
Hauk se sumó a la conversación.
—Para que conste, a mí sí me importaría si nos derribaras.
Y no te preocupes por ir a la estación. Soy uno de los miembros fundadores de la Sentella.
—Sí, claro, ya he oído eso antes. ¿Tan tonto crees que soy?
Hauk miró a Caillen irritado.
Este alzó la mano en un gesto de rendición.
—Yo no controlo a la brigada pirata. Chay es un gilipollas paranoico, y con razón, con la cantidad de gente que quiere matarlo, así que no me pongas esos ojos raros, buscando mi ayuda. No tengo nada útil que darte.
Suspirando, Hauk volvió a abrir el canal.
—Por mi honor y el alma de Akuma, no sufrirás ningún daño ni tú ni los que vuelan bajo tu bandera.
La voz de Aniwaya rebosaba suspicacia y sarcasmo.
—¿Me estás diciendo que eres el famoso Akuma buscado por la Liga y por todos los Sistemas Únicos combinados? ¿Y que estás volando en ese trozo de hierro oxidado con un tipo como Dagan?
Chaval, búscate otro estúpido tragatrolas. Este no se lo cree.
Hauk gruñó por lo bajo, tan frustrado que podría haberlo estrangulado. Aunque Caillen pensaba que no podía culpar a Aniwaya por su escepticismo.
Akuma significaba demonio. Cada uno de los cinco miembros fundadores de la Sentella tenía un alias que empleaban para proteger su identidad y mantener a salvo a su familia de la ira de la Liga y sus aliados.
Nykyrian era conocido como Némesis o venganza. Darling como Kere o muerte. Jayne era Shinikuru, el espíritu de la muerte, y Hauk había escogido Akuma.
Como su familia estaba muerta, Syn había rechazado tener un apodo, diciendo que no le importaba si lo perseguían y lo mataban. Pero después, para proteger a la hermana de Caillen, se hacía llamar Shinikami, la muerte lobo.
Pero sólo un puñado de gente sabía esos nombres y a quiénes pertenecían. Divulgar sus identidades reales no era algo que la Sentella se tomara a la ligera, y por eso Chayden no creía a Hauk.
Caillen los conocía sólo porque aborrecía la traición de cualquier tipo y confiaban en él ciegamente.
Cuando Hauk habló, su tono sonó letalmente tenso y cargado con toda su furia.
—Créeme, pirata. Ningún ser sin autorización se atrevería a usar mi nombre.
Miró a Caillen, que en realidad se había atrevido a hacer eso mismo en la colonia… Tenía suerte de que el andarion lo apreciara, o si no estarían enzarzados en una pelea a muerte por eso.
—Sanctum Sentella, Aniwaya. Con eso tienes mi palabra y es sagrada. —Con esas dos palabras, Hauk le ofrecía a Aniwaya un salvoconducto.
Este vaciló un momento antes de responder.
—Gracias, Akuma. Confío en ti para la seguridad de mis hombres. Si te retractas en tu mundo, toma mi vida, no la de ellos.
Hauk arqueó una ceja mirando a Caillen.
—Tienes razón. No es muy confiado, ¿no?
—Es tavali —dijo Fain—. No somos más confiados de lo que lo es la Sentella. El precio de nuestra cabeza es tan elevado como el de las vuestras, e igual que vosotros, tendemos a tener más enemigos que amigos.
Hauk asintió.
—Ya lo entiendo.
Y por eso Caillen volaba por libre. Aunque estar en un grupo como la Sentella ola Tavali proporcionaba cierta seguridad, también había un montón de tonterías y políticas internas que podían meter en líos a un contrabandista o a un pirata con más facilidad que si se acostaba con la esposa de un aristócrata. Como agente libre, en cambio, podía ser «amigo» de todos sin interferencias.
La puerta del puente se abrió.
Desideria se unía a ellos, vestida con la única camisa limpia de Caillen, que él le había dejado. Por alguna razón que no podía explicar, le gustaba verla con ella, aunque se la tragara entera.
Sí, definitivamente podía tomar prestadas sus camisas siempre que quisiera, y esperaba que su aroma quedase impregnado en la tela…
Ella se detuvo junto a su silla y bostezó.
—¿Qué ocurre? He oído una voz desconocida en el comunicador, pero no he entendido lo que decíais.
Hauk soltó una seca carcajada.
—No mucho. Sólo te has perdido otra experiencia cercana a la muerte.
Desideria abrió los ojos sorprendida.
—¿Perdona?
—Fain señaló a Caillen con un gesto de la cabeza.
—Por suerte, tu niño conoce gente que carga con un montón de armas. Mientras no se vuelva a acostar con la novia de alguien, todo irá bien.
Oh, sí, si pudieran atrapar la ardiente mirada asesina que ella le lanzó, la podrían vender como arma letal en el mercado negro y hacerse ricos.
—¿Perdón?
Caillen soltó un resoplido molesto.
—Fain tiene una enfermedad mental que le hace soltar estupideces aleatorias sin motivo. Eso le ha causado constantes problemas a su hermano desde que eran pequeños. No le hagas ni caso.
Fain bufó como respuesta.
—Recordaré esto la próxima vez que necesites ayuda, desecho.
—Suerte que tengo el número de Hauk en marcación rápida, ¿eh, punk?
Hauk se echó a reír.
Fain parecía querer decir algo, pero luego cambió de opinión.
Bien, iba aprendiendo…
Desideria se sentó detrás de Caillen mientras se ocupaban del aterrizaje. Vio aparecer el conocido caza negro, que parecía retenido por una brigada de piratas.
—¿Son lo que creo que son?
Él le guiñó un ojo.
—Sí, princesa. Son piratas.
—Y supongo que están de nuestra parte.
—Sí.
Muy bien… No lo entendía, pero si a sus compañeros les parecía bien, ¿quién era ella para discutir?
«¿Cuánto he dormido?».
Era evidente que se había perdido algo importante. Volviendo a pensar en el renegado que tenía al lado, lo observó con una nueva perspectiva. No sólo era que su olor se le hubiese grabado en la memoria, o el modo en que se le iluminaban los ojos con aquel espíritu infantil; era que se sentía conectada a él de un modo que nunca le había pasado con nadie.
¿Qué había en él que le había hecho amarlo, cuando ella nunca había amado a nadie? Entre todos los hombres del universo, ¿por qué Caillen Dagan?
No tenía sentido, y sin embargo sabía que moriría por mantenerlo a salvo. Qué chocante revelación. Nunca había pensado que sentiría eso por nadie, y le constaba que su madre nunca había amado a sus compañeros. No de ese modo. Sí, los apreciaba, pero cuando el padre de Desideria murió, Sarra ni siquiera reaccionó. Se tomó la noticia con la misma actitud que las noticias de las mañanas de sus consejeros. Fría. Calculadora. Distante.
Sin embargo, si algo le pasara a Caillen, Desideria no tenía dudas de que se quedaría totalmente destrozada. Sólo pensar en perderlo bastaba para dejarla sin fuerzas.
Una emoción que no podía identificar le cerraba la garganta.
«Te amo».
Dos sencillas palabras que parecían totalmente inadecuadas para explicar lo que sentía por él. ¿Cómo se podía transmitir tanta emoción con simples palabras? A pesar de ello, sabía que nunca podrían estar juntos. Sobre todo si conseguían limpiar sus nombres. Él era un príncipe y el heredero de su imperio, y ella la heredera del suyo.
Sus países y sus políticas nunca les permitirían unirse. Dos gobernantes no podían casarse. Eso crearía un conflicto de intereses. Uno de ellos debía renunciar y Desideria sabía que ella no podía ser. No había nadie más que pudiera ocupar el puesto de su madre. Gwen nunca sería capaz de asumir la responsabilidad.
Y Caillen no era la clase de hombre que pudiese aceptar con facilidad el papel que tendría que desempeñar en el mundo de ella. Ni tampoco Desideria podía pedírselo.
«Quizá pudiera vencerme…».
Pero la verdad era que no quería luchar con él. La idea de coger las armas contra Caillen y hacerle daño…
No podía hacerlo.
No tenían futuro. Ninguno. Esa realidad la traspasó mientras se daba cuenta de lo inútil que era todo. No era justo. Pasara lo que pasase, iba a perderlo.
Él se volvió en su asiento y le dedicó una de sus sonrisas maliciosas.
—¿Todo bien ahí detrás? Estás muy callada.
Fain soltó un bufido.
—No pasa nada por admitir que estás harta de su falta de habilidad al timón —le dijo a Desideria—. Nadie aquí pensará mal de ti por eso.
Caillen le lanzó una letal mirada.
—Sólo tienes celos porque soy mejor piloto que tú.
—Sí, seguro que es eso. Vivo con el miedo a las comparaciones. —La sequedad de su tono podía rivalizar con la de un desierto.
Desideria sonrió al oír sus pullas mientras intentaba no pensar en que pronto tendrían que separase.
—Estoy bien. Y Caillen es un piloto fabuloso.
Los tres hombres parecieron sorprendidos por su cumplido. La verdad, ella también. Como había crecido sólo con críticas, le resultaba muy difícil decirle cualquier clase de cumplido a otra persona. Pero no había podido evitarlo. Quería que él se sintiera bien.
«Chica, no alimentes su ego. Los dioses saben que es lo último que deberías hacer».
Sí, vale, eso seguramente era cierto.
El calor le enrojeció las mejillas mientras Caillen los llevaba cuidadosamente a la estación espacial. Una aproximación tranquila y suave era un agradable cambio de su frenético despegue.
Entraron en el muelle y siguieron adelante, arrastrados por un rayo tractor. Desideria abrió mucho los ojos ante el impresionante despliegue de artillería que los siguió todo el camino hasta su punto de amarre. Si había alguna duda sobre lo serios que eran los ocupantes de la estación en cuestiones de seguridad, los puntos láser de las mirillas la disiparon. Si aquellos cañones comenzaban a disparar, no tendrían escapatoria.
Soltó un silbido.
—Guau, no están jugando con eso, ¿verdad?
Hauk negó con la cabeza.
—La Sentella no se lo puede permitir. La Liga ha puesto un precio demasiado alto a cualquiera que esté asociado con ella. Si abates a uno de los nuestros, te llevamos por delante con nosotros.
Evidente.
Hauk se hizo cargo de las comunicaciones cuando un controlador le dio órdenes explícitas de que apagaran todas las armas.
—Aquí el XN-8-2-1, pidiendo permiso para amarrar.
Hubo un momento de vacilación.
—Análisis de voz positivo. Bienvenido, drey —dijo una suave voz de ordenador.
¿Drey? Esa palabra confundió a Desideria, que le preguntó a Hauk:
—¿Qué significa drey?
—Hermano —contestaron todos al unísono.
—¿En qué idioma?
Los colmillos de Hauk destellaron al hablar.
—En el de Syn. Es una mezcla de ritadario y andarion.
Syn… El apuesto cuñado de Caillen que había visto en el marco digital. Desideria se reservó esa información mientras Caillen le indicaba que se atara a la silla. Rápidamente, se sentó e hizo lo que le decía.
Completó el aterrizaje con suavidad sobre la plantilla de aterrizaje, mientras los piratas y el caza hacían lo mismo cerca de ellos.
Sólo tardaron unos minutos en asegurar la nave y abrir la compuerta. Antes de que Caillen pudiera hacer algo más que soltarse de la silla y ponerse en pie, tres mujeres entraron corriendo y prácticamente lo tiraron al suelo. Desideria se hubiera sentido celosa de no haber reconocido a sus hermanas.
Se turnaron para reñirlo y mimarlo en varios tonos. Hablaban tan rápido y con tanta furia que Desideria casi se mareó tratando de seguirlas.
—¿Cómo puedes ser tan temerario?
—¿Tienes idea del lío en el que te has metido?
—¿En qué cabeza cabe lo que has hecho?
—¿Cómo te atreves a hacernos pasar por esto? Eres un gusano egoísta.
—¿Cuándo comiste por última vez? Estás más delgado.
—¿Qué te ha pasado en la cara? ¿Necesitas un médico?
—¡Eres un idiota redomado! ¿Cómo te has metido en todo esto?
Un potente silbido resonó en el aire y las silenció.
Desideria se encogió ante el agudo sonido y se tapó las orejas. Buscó el origen y se encontró con el famoso Syn. Vestido de negro de arriba abajo, parecía sombrío y peligroso. Llevaba el largo cabello negro recogido con una cinta en la nuca. Con barba de al menos un día, tenía un rostro de huesos finos y de un atractivo algo sinvergüenza. Sus ojos negros captaban todos los detalles de la situación con una inquietante perspicacia con la que sólo los de Caillen podían rivalizar. Un lado de su largo abrigo negro estaba echado hacia atrás, apartado de la pistola enfundada, para poder alcanzarla con facilidad.
Pero no había necesidad. Habría que ser absolutamente imbécil para enfrentarse a alguien con un aura tan letal. Esa seriedad le hizo apreciar a Desideria el hecho de que la fiera aura de Caillen estuviese templada por su humor y buena disposición. Sería difícil vivir con alguien tan torvo como Syn.
Este avanzó con las grandes zancadas de un depredador mientras su miraba pasaba por turnos sobre cada una de las hermanas de Caillen.
—Mujeres Dagan, basta. El pobre hombre no puede ni respirar con todas vosotras encima.
Kasen hizo una mueca de desdén mientras le —devolvía a Syn una mirada poco amable. Oh, sí, Caillen tenía razón. La chica debía de estar loca para plantarse ante aquel hombre con nada que no fuera un devoto respeto.
—Este imbécil tiene suerte de que no lo estrangule aquí mismo.
Caillen resopló.
—Yo también te quiero, hermana.
Kasen lo miró mal.
—No te atrevas a intentar camelarme, después de la semana que nos has hecho pasar, gusano.
Desideria se fue enfureciendo con los insultos y la forma en que la joven lo trataba. ¿Cómo se atrevía? Sobre todo teniendo en cuenta todos los líos en que había metido a su hermano durante aquellos años… como la tontería por la que casi habían estado a punto de ejecutarlo.
Antes de darse cuenta, había avanzado para enfrentarse a Kasen.
—Perdona, pero por si no lo has notado, de esto no eres la protagonista, guapita. Por mucho que te creas que has sufrido, lo tuyo no es nada comparado con lo que hemos pasado durante los últimos días. Así que antes de que sigas metiéndote con él, quizá quieras callarte y dejarlo correr. Con el humor que tengo en este momento, yo sí que te haré daño y, a diferencia de tu hermano, a mí no me importa pegar a las mujeres. Lo cierto es que vivo para ello.
Shahara se quedó boquiabierta, con una expresión atónita, y luego se echó a reír mientras Tessa y Kasen la miraban furiosas.
—Oh, Cai, me gusta de verdad. Has tenido suerte, hermanito.
Kasen hinchó las aletas de la nariz antes de ir a por Desideria.
Caillen la agarró por el brazo y la detuvo.
—Chica, ni te atrevas. Créeme cuando te digo que esta pequeña te puede. Recuerda, no es el tamaño del perro que lucha, es lo que el perro lucha, y Desideria tiene más fuego dentro de ella que cualquiera que yo conozca. Te haría daño.
El brillo de los ojos de su hermana decía que estaba dispuesta a comprobarlo.
—Kasen —la advirtió Shahara con una voz seca y autoritaria—. Sé amable por una vez. No encontrarnos a menudo a una mujer que aguante a Caillen y mucho menos que lo defienda.
El odio destelló en los ojos de Kasen mientras se soltaba de él.
—Muy bien. Lo que sea. De todas formas, sólo será un capricho. Como las otras. Yo seguiré aquí mucho después de que ella haya desaparecido y Caillen ya haya cambiado de mujer.
Esas palabras fueron como una bofetada en el rostro de Desideria y le recordaron que, a pesar de lo tierno que era con ella, aquel hombre no era más que un jugador que cambiaba de amante tan a menudo como de camisa. Oh, sí, esa realidad la golpeó como fuego.
Él notó que también se estaba enfureciendo por la crueldad de Kasen.
—Más te vale callarte, y rápido. Ya me estás hartando.
Ella le dio un empujón, luego invadió su espacio personal, retándolo con una expresión de chulería.
—¿Y qué vas a hacer?
Caillen deseó darle un puñetazo. Fuerte. Pero ella tenía razón.
Aparte de dispararle para protegerla de las autoridades, no había puesto nunca una mano sobre sus hermanas desde la muerte de su padre adoptivo.
Antes de que nadie pudiera reaccionar o darse cuenta de lo que pretendía, Desideria apartó a la chica y le soltó un puñetazo, luego comenzó a lanzarle una retahíla de lo que Caillen supuso que serían insultos qillaq. Por desgracia, o quizá por suerte, su dominio de esa lengua no era lo bastante bueno para reconocerlos.
Kasen se dispuso a responder.
Caillen cogió entonces a Desideria en brazos y la apartó de la pelea, al mismo tiempo que Shahara le cerraba el paso a Kasen. Aunque él no tenía ninguna duda de que Desideria podía con su hermana, a esta tampoco le faltaba habilidad y no sólo pesaba más que ella, sino que también le pasaba media cabeza. Lo último que quería era una pelea larga entre las dos.
—¡Déjame en el suelo! —gruñó Desideria, apretando los dientes.
—No, no creo que sea una buena idea. Ambas necesitáis un respiro.
Ella lo miró furiosa.
—No tiene gracia.
—No trato de ser gracioso. Sólo estoy intentando proteger a dos mujeres a las que quiero y que no deseo que se partan la cara mutuamente.
Desideria se quedó parada cuando esas palabras atravesaron su furia, y la calmaron considerablemente. Dejó de resistirse.
—¿Me quieres?
Caillen se sintió como si hubieran extraído todo el aire de la nave, mientras todos lo miraban y se hacía un silencio tan sepulcral que resultaba ensordecedor. Sí, se sintió como una bestia cornuda gondara bajo un microscopio, buscándole algún tipo de mutación genética.
«Dile que sí. La quieres.
»Sí, gilipollas, sí».
Sabía que era lo más inteligente que podía hacer. Que era lo más sincero que podía hacer.
Pero todos, Syn, Fain, Hauk y sus hermanas, lo estaban mirando. No era el lugar ideal para hacer una declaración. Esas eran para los momentos privados entre un hombre y una mujer.
Las cuerdas vocales se le bloquearon y lo único que pudo emitir fue un débil «hum…».
Eso tuvo el mismo efecto que prenderle fuego a un felino.
Desideria saltó de sus brazos y comenzó con otra retahíla de qillaq que seguramente no sólo cuestionaba su línea paterna, sino también su especie y su hombría. Y aunque nunca había estado allí y no tenía ni idea de dónde se hallaba, salió furiosa del transbordador.
Caillen soltó un audible gemido cuando el estómago se le encogió.
«Estoy bien jodido».
Shahara, con los brazos en jarras, suspiró profundamente y puso los ojos tan en blanco que fue un milagro que le volvieran a aparecer.
—Te crie para que fueras más listo que todo esto. —Lanzó una mirada de impotencia a Syn—. Juro que lo hice.
Hauk le dio una palmada a Fain en el estómago.
—Y yo que pensaba que tú eras un inepto en cosas de mujeres. —Negó con la cabeza mirando a Caillen—. Maldita sea, chaval, ya puestos, también podrías haberle dicho que esos pantalones le hacían el culo gordo.
Tenían razón y Caillen se sentía como una mierda por lo que había hecho. Sólo le quedaba una salida…
• • •
Desideria cruzó el hangar hirviendo de furia. Quería golpear a Caillen hasta que sangrara. Quería…
—¿Estás bien?
Esa tenía que ser la voz más grave y con el acento más exótico que había oído nunca. Se detuvo y vio a un hombre tan perfectamente formado que rivalizaba en belleza con Caillen. Llevaba una máscara como la de Fain, bajada, y tenía el cabello corto, pero lo bastante largo como para que le enmarcara el rostro con una serie de alborotados rizos. Con aquellos ojos color avellana en los que se veía una inquietante ferocidad, resultaba devastador. Al mismo tiempo, había algo extrañamente familiar en él. Sin embargo, Desideria no lo había visto nunca.
—¿Quién eres?
Un par de perfectos hoyuelos se le formaron en las mejillas al responder.
—Chayden Aniwaya.
Ella se encontró mirando el parche en su chaqueta negra de vuelo, en el que había un símbolo igual al que Fain llevaba en su máscara. Le daba vueltas a la cabeza pensando de qué conocía a ese hombre y por qué le resultaba tan extrañamente familiar.
Antes de que pudiera preguntárselo, Caillen llegó corriendo.
Y entonces la furia de Desideria superó a todo lo demás.
—No pienso hablarte.
Él soltó un cansado suspiro mientras Chayden se reía.
—Mierda, Dagan, ¿qué pasa entre tú y las mujeres?
—No me preguntes. Con el humor que tengo, podría acabar diciéndotelo.
El otro negó con la cabeza y volvió a reír.
—Para tu información: hemos entregado el asesino a la Sentella, que se lo ha llevado a una habitación segura para cuando estés listo. Pero debería advertírtelo: conseguir información de él va a resultar casi imposible.
Ya se lo imaginaba. Lo malo de los asesinos, incluso de los sicarios, era que pocas veces ofrecían información o confidencias, incluso bajo tortura. Pero Caillen tenía una manera de conseguirlo que quería.
—¿Has buscado una gorra de suicidio?
Fue imposible pasar por alto la expresión ofendida de Chayden.
—¿Acaso te parezco un crío?
—Un poco verde sí estás.
Desideria esperó que el pirata le soltara un puñetazo por eso. La expresión de su rostro decía que era lo que le gustaría.
En vez de eso, la respuesta de Chayden fue en un idioma que ella no entendía, aunque estaba bastante segura de que era un insulto, por mucho que Caillen sonriera.
—¿Y te vas ya? —le preguntó este.
El pirata la miró a ella y algo extraño destelló en el fondo de sus ojos.
¿Qué era esa mirada? Estaba ocultando algo, pero Desideria no sabía qué.
—He enviado a mis hombres de vuelta al espacio antes de que la Sentella cambie de opinión y decida arrestarlos. Pero creo que yo me quedaré por aquí un rato.
Un tic se le disparó a Caillen en el mentón mientras miraba a Desideria y luego volvía a mirar a Chayden.
—¿No estarás pensando en un desquite, verdad?
El otro alzó una mano en señal de rendición.
—En absoluto. Te lo prometo.
Desideria no estaba segura de qué iba aquella conversación, pero tenía la sospecha de que ella era el objeto y de que el pirata tal vez acababa de insultarla. Genial. Eso era lo único que necesitaba para sentirse peor.
Chayden señaló hacia atrás con el pulgar, por encima del hombro.
—Voy en busca del servicio. Nos vemos luego. Llámame cuando interrogues al asesino.
Desideria lo contempló mientras se marchaba; seguía con aquella sensación extraña. Lo conocía de algo.
—¿Es famoso?
—Sólo si has viajado con un montón de forajidos o buscas en las listas de recompensas. Aquí es muy conocido. Pero en general no se hace notar mucho. ¿Por qué?
—Tiene algo que me resulta muy familiar… No sé el qué. Es como si lo conociera de algo. —Su voz se hizo más seca y lo fulminó con la mirada—. Y sigo sin hablar contigo.
Caillen borró su sonrisa antes de enfurecerla más. Le encantaba que ella no fuera capaz de hacerle el vacío. A diferencia de Kasen, que podía helar una estrella.
—Quería disculparme por lo que ha pasado.
Desideria alzó una mano con gesto cortante.
—Oh, no empieces. ¿Vale? No esperaba caerte bien. No pasa nada. Pero ¿por qué tenías que avergonzarme delante de todos? —Eso era algo que su madre y sus hermanas también habrían hecho, y ella estaba cansada de ser humillada y ridiculizada en público. Había esperado más de él, y que la hubiera decepcionado la hería tan profundamente que no lo soportaba—. Sobre todo después de…
Caillen la interrumpió con un feroz beso.
Ella le soltó un rodillazo en la entrepierna. No muy fuerte, pero lo suficiente para hacerlo retroceder, cubriéndose con las manos.
—La próxima vez no será tan flojo.
Él maldijo por lo bajo mientras la miraba alejarse a grandes zancadas.
—No sabes adónde vas —le dijo, deseando que regresara para poder explicarse.
Desideria ni siquiera se detuvo.
—No me importa.
«Sabía qué decir. Pero ¿lo he hecho? No. Idiota. ¿Por qué no he dicho que la quiero?».
Porque eso hubiera sido una admisión de debilidad.
No, eso no era cierto y lo sabía. No estaba preparado para estar con una mujer para siempre. Sobre todo con alguien tan obcecado e irritable.
Y, sin embargo, a medida que la iba perdiendo de vista, lo único que recordaba era la magnífica sensación de tenerla en brazos. Sólo pensaba en lo mucho que deseaba ir corriendo hasta ella, desnudarla y hacerle el amor hasta que le pidiera clemencia.
Dio un paso en su dirección, con la intención de disculparse.
Un segundo después, una explosión sacudió el muelle. La onda expansiva lo levantó y lo lanzó contra la pared. El dolor le atravesó todo el cuerpo mientras miraba hacia abajo y veía un feo trozo de metralla clavado en su muslo. Trató de arrancárselo, pero la sangre que manaba a raudales lo hacía resbaladizo.
Estalló el caos cuando técnicos y miembros de la Sentella se apresuraron a apagar el fuego y a prepararse para la posibilidad de que hubiera otra explosión.
A Caillen no le importaba eso. No más de lo que le importaba su herida. Tenía que encontrar a Desideria y asegurarse de que estaba bien. Eso era lo que lo único que lo obsesionaba.
Pero cuando fue a buscarla entre las llamas, algo lo golpeó por detrás. Las piernas se le doblaron y la visión se le oscureció.
Un instante después, todo se volvió negro.