La voz, con un profundo acento, era amenazadora y gélida. Desideria notó escalofríos por toda la espalda mientras se volvía lentamente, y se encontraba con…
«Oh, dioses».
¡Era enorme! Le pasaba a Caillen toda una cabeza y ella parecía una enana a su lado. Pero no eran sólo su enorme tamaño y sus músculos lo que resultaba aterrador. Tenía una cabellera negra con muchos mechones blancos y la llevaba trenzada en rastas que le caían hasta media espalda. Una máscara negra de tela con algún tipo de inquietante símbolo en rojo le cubría la parte inferior del rostro y sólo dejaba al descubierto unos demoníacos ojos blancos que los miraban furiosos. Se había pintado puntos de color verde sobre la frente, las sienes y el puente de la nariz para darse un aspecto aún más siniestro.
¡Y vaya si funcionaba!
A Desideria el estómago se le cayó directamente a los pies e hizo que instintivamente fuera a sacar el arma.
Hasta que aquel ser quitó el seguro de su pistola, haciéndole saber en silencio que si se volvía a mover dispararía.
Vestía completamente de negro y le recordó más un fantasma malévolo que a una persona viva. Una imagen reforzada por las afiladas garras doradas de ambas manos y las armas que le cubrían cada centímetro del cuerpo; en especial una pistola de rayos muy grande que la apuntaba a ella directamente al corazón. Cualquier duda sobre sus intenciones quedaba anulada por el punto naranja de la mira, que le caía a Desideria entre los pechos.
«Estamos muertos…».
Pero Caillen no era de los que se dejaban intimidar y se movió tan rápido como ella nunca lo había visto hacerlo. De repente, la pistola del andarion estaba en manos de él y apuntaba a la criatura en la cabeza.
El otro lo agarró y lo empujó contra un transbordador con la compuerta abierta antes de desarmarlo.
Con un giro de gimnasta, Caillen saltó desde el suelo y volvió a quitarle el arma de la mano, dirigiéndola al pecho del andarion.
—Más vale que te alegres de que no me ponga nervioso fácilmente, Fain, o ya estarías muerto.
El tal Fain soltó un bufido mientras hacía saltar la pistola de la mano de Caillen y se la metía hábilmente en la cartuchera, dando un paso atrás.
—¿Acaso tus hermanas no te enseñaron a no meterte con los que son mejores que tú, desecho?
—Sí, pero aquí no hay nadie mejor. —Miró al andarion de arriba abajo con una sonrisa burlona—. Sólo tú, listillo.
A Fain se le disparó un tic en el ojo ante el insulto, pero no respondió. En vez de eso, cruzó los brazos sobre el pecho. Un gesto que hizo que las venas del brazo se le hincharan, mientras miraba ceñudo a Caillen.
—Por curiosidad, ¿por qué pareces una puta barata, andarion?
—Me he pasado mucho tiempo de paseo buscándolas, ¿y tú?
Fain lanzó un grave gruñido de fastidio.
—Tengo un montón de amigos en su comunidad. Son más leales que la mayoría, así que no te metas con ellas a no ser que quieras vértelas conmigo. Por eso tu horrible apariencia me ofende en su nombre.
Sí, Fain sin duda carecía de tacto y modales.
Caillen se encogió de hombros ante el insulto.
—Estaba tratando de pasar desapercibido.
El otro se burló de su respuesta.
—Sí, claro… Eso explica tu situación actual tan comprometida. Para que conste, giakon, aquí no pasas desapercibido, apestas a extraplanetario y tienes suerte de que los nativos no se te estén comiendo. Aún no puedo creer que hayas sido tan tonto como para dejar que te pillaran en un transporte. ¿En qué demonios estabas pensando?
—Confiaba en que creyeran que yo era tú.
Fain suspiró.
—Lo que me faltaba. Un humano arruinándome la reputación. Gracias. Te lo agradezco. Más me valdría colgarme un letrero al cuello con la palabra gilipollas. Me cabrea. Toda una vida para lograr un prestigio y tú me lo destrozas en tres segundos. —Entrecerró los ojos mirando a Desideria—. ¿Y quién es tu fleco?
Caillen se tensó a su lado al oír ese término despectivo, que sugería que ella sólo era un adorno sin mente en la manga de él.
—No me gusta nada esa palabra, Fain.
Este alzó la mano en señal de rendición.
—He olvidado que viene de un nido de estrógeno. No tenía intención de ofender a tu mujer ni a ti, pero si te ofendes no me importa. No tengo tiempo que perder con algo tan tonto como las emociones humanas cuando estamos bajo fuego. Así que una vez dicho eso, voy a suponer que es la princesa que te han acusado de querer matar.
Caillen los presentó.
—Fain Hauk, te presento a la princesa Eterno Grano en el Culo.
Desideria lo miró boquiabierta. No podía creer que la hubiera presentado así.
El andarion se echó a reír y luego le dio un empujoncito hacia la compuerta de la nave, que estaba abierta.
—Sí, bueno, la princesa Grano en el Culo y tú tenéis que subir a bordo lo antes posible.
Caillen vaciló.
—¿Por qué?
Fain volvió a sacar la pistola e hizo como si los hubiera capturado.
—Moveos ya. —Luego, apretando los dientes, masculló—: Subid ya al maldito transbordador u os dejo aquí.
Caillen levantó las manos del modo más sarcástico posible, como si se estuviera rindiendo. Lo último que quería era alimentar el ego de Fain con un vídeo en el que se lo viera arrestándolo.
—Muérdeme el culo, gilipollas.
—Lo haría, pero tu grasiento trasero no vale la indigestión.
Caillen soltó un resoplido de burla mientras lo precedía por la rampa. Fain pagaría por eso, pero era evidente que le preocupaba que los grabaran y quería que pareciera una auténtica detención. Por el momento, él le seguiría la corriente.
Cuando los dos estuvieron dentro, el andarion los siguió y cerró la compuerta. Sólo entonces se relajó y volvió a enfundar la pistola. Activó el comunicador que llevaba en la oreja.
—Los tengo. Tenías razón, Dagan ha venido directo a nosotros en cuanto ha visto el caza de Nyk. —Se calló para escuchar—. Ya tengo los escáneres en marcha. Te veo cuando llegues allí.
Caillen se pasó el pulgar por los labios, divertido por el tono paciente de Fain, un asesino despiadado al que sus padres habían echado de casa cuando era sólo un niño y que se había visto obligado a crecer en las duras calles. Tenía poco aguante, excepto con su hermano pequeño, al que protegía como un tesoro.
—Sólo conozco a una persona con quien puedas ser tan correcto. ¿Era Dancer?
—Sí, y más vale que te alegres de que sea tu amigo. A nadie más le hubiera hecho este favor y menos aún a un humano. —Fain dijo la palabra con desdén, mientras cortaba la comunicación e iba hacia los mandos de la nave—. Después de tu sospechosa desaparición del Arimanda, Darling le pidió a Dancer que te buscara y él me llamó a mí en cuando supo dónde estabas. Tienes suerte de que yo viva en esta mierda de roca.
—¿Desde cuándo? Pensaba que vivías en Kirovar.
Fain resopló mientras se apartaba de la consola y se disponía a hacer la revisión del sistema.
—Demasiados humanos meándose en los pantalones cada vez que bajaba a la calle. Me harté de las madres agarrando a sus hijos como si en un arrebato yo fuera a quitarles a una de sus repulsivas criaturas. ¿Has visto lo que comen los niños humanos? Agh, muchos de ellos mastican sus propios mocos. Unos parásitos muy asquerosos.
Con un estremecimiento, activó varios controles.
Caillen se echó a reír al ver a Fain despotricando, algo raro en él; por lo general no soltaba más que un gruñido a cualquiera que se le acercara. Esa era seguramente la tercera vez que le había oído decir más de un puñado de sílabas.
Y era muy raro que mostrara cualquier tipo de debilidad. A los andarion no les gustaba exponer sus intimidades.
—Vaya, ¿eso es todo lo que se necesita para hacerte vomitar, capitán Malaspulgas? No tenía ni idea de que te acobardases tan fácilmente. No hay que tratar de dispararte, basta con enviar un niño hacia ti y saldrás corriendo a buscar refugio.
Fain lo miró con una mueca amenazadora.
—No te pases. Mi hábitat y lo que me causa repulsión no es tema del día. Vosotros sí lo sois.
—Sí, lo sé. Tenemos un asesino a la espalda.
Fain resopló despectivo.
—Ese es el menor de tus problemas, teniendo en cuenta de lo que te acusan.
Esas palabras encendieron a Caillen al hacerle recordar a qué más se estaba enfrentando, y dedicó una irritada mirada a Desideria. Aún estaba furioso por el truquito de su Guardia. No podía esperar para volver y poner las cosas en su sitio…
—Eso también lo sé. Los qills me han acusado de tratar de matar a la princesa Grano.
Ella le echó tal mirada que cualquier otro hombre hubiera salido corriendo.
—¿Quieres parar de llamarme así?
Fain no les prestó atención.
—Eso todavía no es nada.
Por fin consiguió toda la atención de Caillen. Eso y la mirada letal en los ojos del andarion.
—¿Qué quieres decir?
Desideria frunció el ceño con un mal presentimiento. Era evidente que había pasado algo que ignoraban.
Fain se bajó la máscara de la parte inferior del rostro y se la dejó colgando alrededor del cuello. Su atractivo sorprendió a Desideria. Si se lavara la pintura de la cara, sería tan guapo como Caillen…
De un modo un tanto raro.
Cuando habló, los colmillos le destellaron a la tenue luz que proyectaba el panel de control.
—Tu padre ha sido asesinado, al igual que la reina qill. El universo entero va tras vosotros por esas muertes.
Desideria se quedó sin respiración mientras la noticia la atravesaba como una daga.
¿Su madre estaba muerta?
No… No podía ser.
Era imposible.
Y sin embargo, podía ver por su expresión que Fain no estaba mintiendo. Sarra había muerto.
«He tardado demasiado».
Hubiera querido llorar, pero los qillaq no lloraban. No por una muerte.
Se vengaban.
Y, sin embargo, el dolor la recorrió por entero. Le dolía más de lo que habría creído posible. Hasta ese momento no se había dado cuenta de cuánto quería a su odiosa madre.
Quería volver a verla. Oír el sonido de su voz aunque fuera criticándola.
«Soy huérfana».
Esa idea era estúpida, sobre todo dado lo que estaba pasando y lo que se jugaba. Era una mujer adulta, y sin embargo se sentía abandonada y sola de un modo inconcebible.
«¿Qué voy a hacer?».
Su vida no tendría valor en cuanto la encontraran.
Una y otra vez veía imágenes de su madre alardeando de que nunca nadie sería capaz de derrotarla, de cómo acabaría con cualquiera que se atreviera siquiera a mirarla mal, de que era la más fuerte de las guerreras. Pero debajo de eso estaba el recuerdo de su sonrisa de felicidad cuando Desideria se unió a su Guardia. Por un mínimo instante, su madre se había sentido orgullosa de ella.
Y ella le había fallado de la peor de las maneras.
Ahora estaba muerta.
«Esto no puede estar pasando».
Su gente estaba sin liderazgo y a ella la buscaban por el asesinato de su propia madre. Sus sentimientos eran tan confusos… Estaba furiosa, herida, y sobre todo sentía un profundo y oscuro agujero en su interior que parecía querer tragársela hasta hacerla desaparecer completamente.
Su vida nunca sería la misma. Si es que vivía…
El horror de la situación la invadió como una marea de dolor.
No podía respirar, el pánico se iba apoderando de ella.
«¿Qué voy a hacer?».
¿Cómo podría sobrevivir?
Como si comprendiera su creciente miedo, Caillen la estrechó contra sí y la abrazó. En una situación normal, ella lo hubiera apartado por invadir su espacio personal, pero en ese momento le agradeció el consuelo.
Necesitaba ese consuelo. El sonido del corazón de Caillen bajo su mejilla…
La sensación de estar protegida por su calor. Caillen intentaba darle fuerzas, incluso cuando su propio mundo estaba girando también fuera de control.
Desideria lo miró y vio su misma mirada de dolor y sorpresa en el rostro de él.
—¿Qué ha pasado? —le preguntó Caillen a Fain.
—A tu padre lo mataron en su habitación. Encontraron su cuerpo después de que tú dejaras la nave, cuando fueron a explicarle lo que había pasado. No sé qué pruebas tienen contra ti, pero hay un contrato de la Liga por la vida de vosotros dos. Y estamos hablando de una recompensa enorme.
Desideria se estremeció al oír que su cabeza tenía un precio tan alto.
Nunca se había sentido más perdida. ¿Cómo iba a demostrar su inocencia? Sin duda, la Guardia de su madre la mataría en cuanto la viera. Era de esperar.
Sí, podía exigir un juicio que la enfrentaría en un combate a muerte contra su tía o su hermana. Pero no tenía ninguna duda de que los asesinos acabarían con ella antes de que tuviera oportunidad de limpiar su nombre. No le permitirían tener ocasión de demostrar su inocencia.
Y aunque lo hiciera, eso no cambiaría nada. Como miembro de la Guardia en servicio a la hora de la muerte de la reina, se la consideraría responsable. La única persona que podría perdonarla era la siguiente reina.
Narcissa.
Sí.
«Estoy muerta».
Caillen la abrazó con más fuerza mientras hablaba con Fain.
—Cuando hablé con él, Darling me dijo que mi padre estaba bien.
El andarion se recostó en el asiento.
—Darling no quería que te entrara el pánico. Según dice, a tu padre lo degollaron y a la madre de la princesa Grano la dejaron hecha trocitos por toda la cama.
Desideria notó que la bilis le subía a la garganta al oír esas palabras, brutales e inesperadas. La clara imagen de su hermosa madre fue sustituida de golpe por lo que Fain describía.
Era más de lo que podía soportar.
Sin poder controlarse, tuvo que correr al baño y llegó justo a tiempo. Vació el contenido del estómago y comenzó a tener espasmos tan violentos que se le agitaba todo el cuerpo.
De repente, Caillen estaba detrás de ella, sosteniéndola mientras vomitaba. Sin decir nada, se quedó allí hasta que hubo acabado. Luego, vació el agua de la cisterna en silencio.
Débil y agotada, Desideria hubiera querido meterse en un agujero y morir de vergüenza. Se estaba comportando como una niña, no como la luchadora que la habían entrenado para ser. Peor aún, se le llenaban los ojos de lágrimas mientras, como podía, trataba de no ceder a la emoción que sabía que no debía sentir.
«No voy a llorar. No lloraré».
Su madre se sentiría decepcionada si lo hiciera y lo último que quería era avergonzarla más. Pero Caillen no la estaba mirando como si fuera una molestia o débil. La miraba con compasión y algo que quizá pudiera ser respeto.
Le dio una toalla húmeda y fría.
—¿Estás bien?
Desideria asintió.
—Lamento mucho todo esto.
—No te preocupes. Créeme, tu fuerza me ha impresionado mucho y eso es algo que resulta difícil de conseguir.
Le apartó un mechón suelto de la frente. El calor de su mano sobre la piel le produjo un reconfortante escalofrío.
La mirada de Caillen era amable. Su tacto suave. Desideria quería que ese momento se prolongara hasta que disipase todo el dolor que sentía.
Y, sobre todo, lo deseaba a él.
Esa idea la aterrorizó.
Sin embargo, Caillen la había acompañado en todo aquel mal trago. Fuerte, protector, reconfortante, fiable.
Todo lo que un hombre debía ser. Cosas que, como qillaq, ella no debería desear. Cosas que una mujer necesitaba.
Tragó saliva y apartó esos pensamientos.
—Gracias.
Él inclinó la cabeza en respuesta.
Una furiosa luz destellaba en sus ojos mientras se acercaba a Fain, que los observaba.
—Eres un insensible. ¿No sabes que no se suelta así que los padres de uno han muerto y luego se pasa a describirlo con todo detalle?
Fain no parecía arrepentido en absoluto.
—¿Por qué? Tú no has vomitado. Además, yo mataría porque alguien me diera unas noticias tan buenas. —Echó una mirada a Desideria—. Por cierto, ¿va a estar así mucho rato? En tal caso, diría que la dejáramos en el servicio y la echáramos por la escotilla una vez hayamos despegado.
Caillen le lanzó un cuchillo que el otro atrapó sin vacilar.
—¿Qué? —El andarion estaba realmente perplejo por su indignación y su delicadeza con la chica—. No es culpa mía si me olvido de lo sensibles que sois los humanos. Nuestras mujeres no lloran.
—Oh, créeme, Fain, cualquier mujer andarion viva que tenga que acostarse contigo, llorará desesperada con sólo pensar en ese horror.
El otro le lanzó el cuchillo de vuelta.
Caillen lo cogió sin parpadear.
Desideria aún no se había recuperado cuando otro macho andarion entró en la nave y cerró rápidamente la puerta a su espalda. Lo reconoció por las fotos de Caillen.
Era Dancer.
Este frunció el ceño al notar la tensión entre ellos. Su mirada se dirigió de su hermano a ella y luego a Caillen, que aún parecía querer pegarle un tiro a Fain.
—¿Qué me he perdido?
—Tu hermano es un idiota —gruñó Caillen.
—Sí, ya lo sé.
Fain resopló ante la tranquila admisión de Dancer.
—No tienes por qué darle la razón.
—Ni tú tienes por qué ser un idiota. Pero he notado que eso no te impide serlo. Sin embargo, te he visto usar el cerebro alguna vez, así que sé que tienes uno. —Miró a Caillen—. ¿Y qué ha hecho?
Fain hizo un gesto hacia ellos.
—Sólo les he dicho que sus padres están muertos y ella se ha puesto a vomitar.
—Ah, kirk, Fain… —Y empezó hablar en andarion; durante varios segundos los hermanos discutieron con grandes gesticulaciones.
Caillen silbó para llamar su atención.
—Vosotros dos podéis jugar una ronda de Insulta Mi Acervo Genético después. En este momento necesitamos centrarnos en salir de aquí.
Fain soltó un fuerte resoplido.
—No es tan fácil, hermano. Cualquier nave que sale de aquí se escanea en busca de polizontes. Creo que no entiendes que hay una recompensa de diez millones de créditos por cada uno de vosotros. Por esa cantidad, tienes suerte de que no te entregue yo mismo.
Caillen se quedó atónito por la cifra, que normalmente se reservaba para traidores, pedófilos y asesinos por libre… y ahora para dos miembros de la realeza del consejo.
—¿Diez millones de créditos?
—Cada uno —repitió Fain.
—Mierda. Si casi estoy tentado de entregarme yo mismo.
Dancer, que normalmente sólo usaba su apellido, Hauk, porque, la verdad, Dancer como nombre era una mierda, era una versión en pequeño de su hermano, pero no menos feroz. Si no fuera por la diferencia de altura y constitución, habría sido difícil diferenciarlos.
—No te precipites, Cai. Vivo, sólo vales tres.
Eso era duro y cruel. Pero también le decía que la trampa se la había tendido alguien que lo quería muerto para asegurarse de que la verdad nunca saldría a la luz.
—¿Estás de broma?
Hauk negó con la cabeza.
—¿Quién ofrece la recompensa? —preguntó él entonces.
—La Liga —contestó Hauk sarcástico—. Están obligando a vuestros planetas a soltar el dinero.
—Genial. A la porra con pensar que quien llevara la investigación le ayudaría a averiguar la verdad. Debería haber sabido que no sería tan fácil. Lo que la Liga quería era acabar con ese asunto, y si para eso tenían que matar a dos personas inocentes, les importaba un comino.
—¿Alguien nos ha defendido?
Hauk negó con la cabeza.
—Os han echado a los lobos.
Encendió un monitor e hizo una rápida búsqueda para enseñarle a Caillen cómo estaban las cosas. Artículo tras artículo y en las noticias audiovisuales los condenaban. Todos los entrevistados decían que no les sorprendía que lo hubieran hecho.
Incluso las dos hermanas de Desideria.
«Tienes a Darling y Maris».
Pero nadie los había entrevistado y ellos no lo habían traicionado, aunque, dada la gravedad del delito del que se los acusaba, eso era seguramente lo de menos. Si los hubieran defendido en ese momento, probablemente los hubieran acusado de cómplices.
Lo que significaba que podía tener otros aliados de los que no sabía nada. Se aferró a esa idea.
Hasta que vio a su tío en un videoclip hablando a las agencias de noticias desde el Arimanda. De no saber que no podía ser cierto, habría jurado que parecía conmovido por un profundo pesar, mientras se dirigía a los buitres que habían ido a aprovecharse de su dolor.
—Con un gran pesar, me veo obligado a ocupar un lugar que nunca pensé que ocuparía. Mi hermano era un gran emperador y sé que no soy un sustituto a su altura. Aún estamos anonadados por lo que ha hecho mi sobrino. No puedo entender cómo nadie puede ser tan despiadado e insensible, sobre todo con un padre que tanto lo amaba. Intenté decirle a Evzen que no se puede domar un animal salvaje, pero él, llevado por su gran generosidad de espíritu, se negó a creerme y dejó que el amor por su hijo lo llevara a la muerte. No sé qué locura infectó al príncipe, pero puedo asegurarles a todos ustedes que tendrán que responder de sus actos y que no descansaré hasta que esté entre rejas, donde debe estar, y se lo ejecute por este horrible crimen.
«Yo también te quiero, viejo cabrón».
Apagó el monitor. Lo último que quería era ver más alegaciones contra él.
—¿Por qué creen que lo hice yo?
Hauk puso otro clip. Era una filmación de seguridad de la nave. Y en la habitación de su padre se veía a un hombre que se le parecía tanto que hasta él mismo dudó de su inocencia.
¡Joder!
Hauk asintió con una expresión que reflejaba el horror que Caillen sentía.
—¿Quieres vivir? Entonces tenemos que encontrar a ese cabrón y demostrar que es el asesino, o a quien haya trucado las imágenes. Nyk, Syn, Shahara y Jayne ya están en ello.
—¿Y qué hay de mi madre?
El rostro de Desideria estaba pálido de dolor. Seguía siendo hermosa, pero se la veía tan abatida que lo único que quería Caillen era hacer que se sintiera mejor.
Si pudiera.
—Eso es lo que resulta más extraño —contestó Fain, mientras volvía a mirar el monitor, en el que aparecía un nuevo clip en el que sólo se veía nieve—. No hay imágenes de la habitación de tu madre, princesa. Alguien inutilizó la cámara. Pero dos miembros de su Guardia juran que te vieron salir de allí corriendo justo antes de que descubrieran el cuerpo, y que te siguieron hasta que te encontraron luchando con Caillen. Al principio, dicen que pensaban que te estaba atacando. Luego, cuando os volvisteis los dos contra ellas y huisteis juntos, se dieron cuenta de que estabais compinchados para matar a vuestros padres.
Desideria se quedó boquiabierta ante lo absurdo que era todo aquello.
—Lo siento, pero esa es la historia más estúpida jamás contada. ¿Me estáis diciendo que alguien es tan tonto como para creérsela?
Hauk soltó un bufido.
—Dos mundos. Y los burócratas de la Liga. Hace tiempo que la inteligencia les dijo adiós.
No le faltaba razón.
—No puedo creerlo —dijo ella, con el deseo de cazar a las Guardias de su madre y grabarles sus iniciales en sus inútiles cerebros.
Caillen revisó parte de los datos que Fain seguía mostrando.
Desideria se acercó tanto a Caillen que él podía notar su aliento en la oreja, cosquilleándole en la piel y haciéndole desear tener un momento libre para que pudiera hacerle eso por todo el cuerpo.
—No pueden creer algo así de verdad.
Caillen la miró a los ojos y deseó que no fuera tan ingenua.
Pero ya sabía cómo era.
—La ambición vuelve estúpida a la gente. Siempre. Les parece lógico que matemos a nuestros padres para heredar sus cargos. Acéptalo, es una idea bastante común. ¿Por qué iba a dudar nadie?
Hauk asintió.
—Darling dijo que ya habías tenido sospechas de tu tío.
—Las tuve.
Fain lo miró arqueando una ceja.
—¿Las tuviste, ya no?
Caillen inició una búsqueda mientras revisaba los informes de noticias sobre la muerte de su padre.
—Hay algo que no me cuadra. —Era demasiado fácil achacárselo a su tío.
¿O no?
Pero también había visto a gente hacer cosas peores por menos. No quería creer que el hermano al que su padre tanto había querido y en el que tanto había confiado pudiera ser tan despiadado.
Sin embargo, eso era tan corriente como los hijos que mataban a sus padres para heredar. Que fuera su tío tenía sentido.
Fain se burló de sus dudas.
—¿Y ahora qué eres? ¿Trisani? ¿Quieres darme los números de la lotería, ya puestos?
Caillen no hizo caso de su sarcasmo, mientras reflexionaba sobre lo que antes había creído.
—Te estoy diciendo que hay algo raro. ¿Cómo han asesinado a los dos en una nave con todo ese sistema de seguridad? ¿Y tan cerca de nuestra marcha? ¿Y prácticamente al mismo tiempo?
Hauk respondió antes que Fain.
—Es evidente que el asesinato estaba preparado y que lo adelantaron cuando os largasteis para así poder cargároslo a vosotros.
A Caillen no lo acababa de convencer la teoría de Hauk. Había algo que no cuadraba. Había algo más. Algo que no sabían.
Para su sorpresa, Desideria lo apoyó.
—Caillen tiene razón. Es demasiado conveniente y está demasiado bien hecho para que lo realizaran dos grupos separados. ¿Por qué iban a atacar los dos al mismo tiempo? Huele mucho a confabulación.
Caillen puso el clip en el que le comunicaban a su tío la muerte de su padre. El hombre realmente se tambaleó por el peso de la noticia y tuvieron que sujetarlo los guardias.
¿Podía ser tan buen actor?
Era posible, y sin embargo…
¿Por qué iba su tío a matar a la madre de Desideria? Aparte de que fuera una zorra insoportable, él no ganaba nada con su muerte.
Pero ¿quién sí ganaba?
Se apartó de la pantalla.
—Tengo que hablar con mi tío.
—¿Estás loco? —Hauk se quedó boquiabierto—. Te hará arrestar y ejecutar en cuanto te vea. O bien cree que mataste a su hermano, o si no, y más importante, sabe seguro que no has sido tú y no quiere que hables y lo denuncies.
Hauk tenía razón, pero Caillen no quería atender a razones.
¿Por qué iba a empezar con esa mala costumbre cuando nunca antes lo había hecho?
—Piensa conmigo, Hauk. Supongamos por un minuto que mi tío no está detrás de todo esto… Eso significa que su vida también corre peligro. Cuanto más lo pienso, más me parece algún tipo de golpe de estado.
Fain frunció el ceño.
—Pero ¿por qué mentirían los qills sobre…?
—¿Queréis dejar de llamarnos así? —soltó Desideria, cortándolo—. No nos gusta. Somos qillaq, no qills.
Caillen admiró su temeridad, sobre todo ante Fain, que era conocido por destripar gente sólo por haberlo mirado mal.
El andarion le lanzó una mirada de fastidio y, como siempre, no se disculpó.
—¿Y por qué iban a mentir?
—No lo sé. —Caillen suspiró—. Pero ¿por qué atacar tanto a los qillaq —remarcó la palabra para hacerle ver a Desideria que no quería insultarla— como a los exeterios? Tiene que haber alguna conexión.
Hauk se rascó la barbilla.
—Quizá tenga que ver con que la reina estaba a punto de librar una guerra con vuestros aliados.
Caillen revisó más datos.
—Aquí tiene que haber algo vital que estamos pasando por alto.
Fain suspiró.
—Creo que le estás dando demasiada importancia a ese hecho. Nadie dice que los dos asesinatos estén conectados. Las cosas raras pasan. Créeme, suelo ser una víctima de ello.
Desideria entrecerró los ojos, como si aún estuviera revisando lo que sabía.
—Cuando les oí planear matar a mi madre, no os mencionaron ni a tu padre ni a ti. Quizá sí sea una coincidencia.
—No creo en las coincidencias —replicó Caillen, negando con la cabeza.
Hauk intercambió una recelosa mirada con Fain.
—Has dicho que tu tío se ha portado como un cabrón contigo desde que fuiste a vivir con tu padre. Tal vez sea quien contrató a los secuestradores cuando eras niño, para matarte y así quitarte de en medio y poder heredar el título.
Eso era una tontería, pero no se lo iba a decir a Hauk y empezar una pelea.
—Entonces, ¿por qué esperar hasta ahora para hacerse con el trono?
Si su tío hubiera estado detrás del rapto, podría haber matado a su padre y hacerse con el poder hacía años.
No. Ahí había algo más. Lo único que tenía que hacer era descubrirlo.
—Aquí hay gato encerrado —insistió suspirando—. Pero aún no tengo suficientes piezas para completar el rompecabezas.
Hauk soltó un gruñido como si estuviera tan frustrado como él.
—Lo primero que tenemos que hacer es encontrar al responsable y luego interrogarlo.
Caillen estuvo de acuerdo.
—Pero no dejéis que lo interrogue Nyk. Necesitamos que pueda hablar.
Desideria frunció el ceño mientras seguía pensando en todo aquello.
—¿No sería mejor hablar con la Guardia de mi madre? Trataron de matarme y nos hicieron huir a los dos. Deben de saber algo sobre todo esto, ¿no?
—La princesa Grano tiene razón —aceptó Fain.
Ella lo miró furiosa.
—¿Y podrías dejar de llamarme así? Me llamo Desideria.
—Pero me gusta princesa Grano. Tiene algo.
Ella tuvo que contenerse para no estrangularlo. Claro que él era mucho más alto y le costaría llegar a ponerle las manos en el cuello.
—Ya era malo cuando sólo estaba Caillen. Ahora tengo a sus amigos para que también me pongan de los nervios. ¡Que los dioses me ayuden!
Acababa de decir eso cuando algo golpeó con fuerza el costado del transbordador.
De repente, se oyó una áspera voz.
—¡Abrid! Estamos detectando formas de calor y peso sin autorización en esta nave.
Fain soltó una fea palabrota.
—Ding-dong, niños. Ya tenemos aquí a las autoridades…