CAPITULO I. TRATA COMO EL GENERAL, SABIDA LA DESHONRA DE ESPAÑA, DETERMINA DE SALIR A LA BATALLA POR VENGAR SU INJURIA

Que por julio era, por julio, quando los grandes calores, quando el General, el que en buen ora nasco, supo en tierras africanas de la perdida de España. Cartas le fueron venidas como España era sangrada; las cartas echo en el fuego e al mensajero matara; echo mano a sus cabellos e las sus barbas mesaba. Mio General, entre todos el mejor, el buen lidiador, la loriga vestida e cinto el espada, apriesa pide el cavallo e a la batalla salia; malamente y enojado, bien oireis lo que decia: «Traidora me sois, España, traidora falsa, malina, porque pienso que traicion me haceis e alevosia.» Porque Dios todos sus fechos dexo quando ferlo quiso, que en todas nuestras tierras non ha tan buen varon, los unos le han miedo e los otros espanta: las cejas en arco alçadas, las narices afiladas, chica boca e blancos dientes, ojos prietos e rientes, las mexillas como rosas, de suso la loriga tan blanca commo el sol, sobre la loriga armiño e peliçon, lleva lança en puño y el fierro acicalado e lleva adarga con bolas de colorado. En un cavallo blanco, con una seña blanca, a guisa de cavallero muy bien guarnido de todas armas, claras e fermosas: saca el espada e relumbra toda la nacion, las maçanas e los arriazes todos d’oro son, maravillan se dellas todos los omnes buenos: ¡Dios, que buen señor, si oviesse buen vassalo!

CAPITULO II. TRATA COMO EL GENERAL FUE SOBRE LAS TIERRAS DE ESPAÑA Y COMO GANO A LOS ROJOS LAS PRIMERAS CIUDADES

Ayudol el Criador, el Señor que es en cielo, y el General començo a marchar, siguiendo su camino azia aquella tierra de España, e paso el estrecho del mar, e aviendolo atravesado paso marchando unos campos llanos, asi entrava por Andalucia el buen Campeador, ca nunqua en tan buen punto cavalgo varon. E aviendo llegado a una Ciudad, llamada de los Españoles Christianos Sevilla, pasando la puente de Guadalquivir, viendo que en ella estavan muchos rojos, mio General empleo la lança, al espada metio mano, atantos mata de rojos que non fueron contados, por el cobdo ayuso la sangre destellando. Le entregaron las llaves de aquella ciudad: e dexando en ella por governador a un capitan suyo, dio la buelta el General azia una Provincia, la qual llaman los Españoles en su lenguaje Extremadura, vase Guadiana arriba quanto puede andar, en tierra de rojos prendiendo e ganando e durmiendo los dias e las noches tranochando en ganar aquelas vilas. E atravesando por aquel territorio, guio su camino azia la mano izquierda, e llego el General a una ciudad pequeña, llamada por propio nombre en Español Badajoz, e la mando sitiar, e embio a dezir a los rojos que se le rindiesen, donde no, que avian de morir mala muerte a sus manos, pero los cercados determinaron de resistir. En el nombre del Criador e del apostol Santi Yague el General ferir los va: embraça el escudo delant el coraçon, espuelas de honor le pican, mano metio al espada, relumbra tod el campo tanto es limpia e clara, y entrando por partes seguras hizo gran matança en la ciudad: tantos pendones blancos salir vermejos en sangre, tantos buenos cavallos sin sos dueños andar. E lo que sucedio despues deste logar, y las batallas que trato con los rojos, dira en sus lugares el capitulo siguiente.

CAPITULO III. TRATA COMO EL GENERAL FUE SOBRE LOS REYNOS DE ASTURIAS, NAVARRA E ARAGON, E COMO LOS GANO A FUERÇA DE ARMAS

Amanecio el General en tierras de Asturias, anda a caça el monte fatigando en ardiente jinete, apresura el curso tras los rojos temerosos que en vano su morir van dilatando. E aviendo llegado a esta Provincia, y en ella, y en las montañas de aquel territorio estavan muchos rojos, subidos a fin de poder guarecerse de su furor. Quinientos mato dellos complidos en ese dia. Vase monte arriba quanto puede andar, sin piedad les dava, en un ora e un poco de logar ccc rojos mata. Los rojos son muchos, derredor le çercavan, davan le grandes colpes mas nol falssan las armas. Firieron le el cavallo, bien lo acorren mesnadas; la lança a quebrada, al espada metio mano, mager de pie buenos colpes va dando, diol tal espadada con el so diestro braço cortol por la çintura el medio echo en campo. Tanto braço con loriga veriedes caer apart, tantas cabeças con yelmos que por el campo caen. Asi entrava por Asturias, relumbrando como el sol. El General gano a Oviedo, e a Gijon, e a Navarra e tierras de los vascos, e Aragon, todas conquistas las ha. Pasando va las sierras e los montes e las aguas, lega a Barçilona, do el rey rojo estava. Al General bien l’anda el cavallo, espada tajador, sangriento trae el braço, d’aquestos rojos mato miles, de bivos pocos ve. E lo que despues desta vitoria sucedio, dira el capitulo que se sigue.

CAPITULO IV. TRATA COMO EL GENERAL FUE SOBRE LA CIUDAD DE MADRID, E DE LAS GUERRAS QUE SE CAUSARON DE COBRAR AQUEL REYNO

Por el Fenares arriba subido avia el General a la ciudad llamada Madrid; mando tocar sus trompetas, sus añafiles de plata, porque le oyesen los rojos que andaban por el arada. Los rojos estavan determinados a hazer todo su posible para defender aquella ciudad. Mio General la mando sitiar, e cercar por todas partes, e enbio a dezir a los rojos que se le rindiesen, pero los cercados determinaron de responderle que eran fuertes de resistir. Arremetio el General echando escalas e otros intrumentos de combate para poder subir a grande priessa, e ganar aquella ciudad: los cercados se defendian muy valientemente, resistiendole con mucho cuidado, e buena diligencia. Duro este combate mas de dos años e medio, el General estava muy despechado y enojado en ver que hasta alli no avia sido de ningun provecho quanto avia hecho, e desta suerte les decia: «Sabed, madrileños, que quanto mayor sea el ostaculo, mas duro sera por nos el castigo.» Los cercados vieron que el poder del General era grande, e aunque se le resistiessen muchos dias, al fin se les avia de acabar el bastimento, e las otras cosas necessarias para su defensa, e acabado, todos avian de perezer de hambre; e junto con esto consideraron que no tenian tampoco parte ninguna de donde poder esperar socorro, porque toda aquella tierra estava casi sojuzgada del General. Temieron de aquel grande peligro e començaron a retirarse, e fue entregada la ciudad. Con esta vitoria que tuvo el General, se holgo e hizo muchas merçedes al soberano Dios, e luego començo a marchar poco a poco para acabar la conquista de toda aquella tierra de España. E lo que sucedio despues, dira el capitulo siguiente.

CAPITULO V. TRATA COMO EL GENERAL GANO UNA CIUDAD LLAMADA VALENÇIA Y LA CIUDAD LLAMADA ALICANTE, CON TODA LA TIERRA DE SUS PROVINCIAS; E COMO CONQUISTO TODOS LOS REYNOS DE ESPAÑA

En tierras de Valençia avian los rojos conservado su govierno: sopolo el General e començo a marchar con buen concierto, sin detenerse en parte alguna, azia la parte Oriental, hasta que llego a la muy fermosa ciudad de los christianos llamada Valençia, e quiso de vençer aquelas mesnadas. Apriesa pide el cavallo e al encuentro le salia, echo mano a la lança, viendo que asi respondia: a los primeros colpes ccc rojos matava; el astil a quebrado e metio mano al espada, ¡Dios, que bien lidiava! Miles mato dellos complidos en es dia. Entregaronle las llaves de aquella ciudad, e dio la buelta el General azia la parte del Sur. Non descansa mio General e cavalga todo’l dia, que vagar non se da: e prosiguiendo la vitoria, lega a Alicante, a Murcia, aun mas ayusso a Almeria; cabo del mar tierra de rojos firme la quebranta, gano todo el Levante las exidas e las entradas, e acabo de conquistar lo que quedava en España por ganar, e poner buen concierto en lo ganado. E lo que despues sucedio, dira esta historia.

CAPITULO VI. TRATA COMO EL GENERAL GANO A LOS ROJOS TODOS LOS REYNOS DE ESPAÑA E SE HIZO SEÑOR DELLOS

Quando esta vitoria fecha ovo a cabo de tres años, por Aragon e por Navarra pregon mando echar, a tierras de Castiella e todos sus reynos embio sus messajes: «Nel dia de oy, cativo e desarmado el exercito rojo, alcançavan las tropas naçionales sus ultimos ojetivos: la guerra a acabado.» Tierras de España estavan remanidas en paz, e mio General de alli mira sus banderas e estandartes que tenia, mira el campo tinto en sangre la qual arroyos corria, e vio sus yentes muertas, e sus villas e ciudades destruidas, e desta manera dezia: «Non a redenzion sin sangre, e bendita mil vezes la sangre que nos a traido nuestra redenzion. ¡Tan buen dia por la christiandad ca fuyen los rojos de la España!» Alegres son las yentes christianas, ante el General los españoles fincaron los hinojos, lloravan de los ojos, quisieronle besar las manos, pero alli hablara el General: «Hemos hecho un alto en la batalla, pero solo un alto en la batalla. Non hemos acavado nuestra empresa. Hemos derramado la sangre de los nuestros muertos para hazer una naçion e forxar un imperio, e ¡ay daquel que quiera oponerse a esta marcha de nuestra historia!» Todas las sus mesnadas en grant deleit estavan, e uno de los christianos estas palabras decia: «Grande es la tarea que nos espera: nuestros Reynos necesitaran por largos años ser governados con infinita prudenzia, e tambien con conpresion e amor.» El General, el buen lidiador, tal respuesta le fue a dar: «La paz non se alcança sino con guerrear, nin se gana holganza sino con bien lazrar. Non queremos la vida facil e comoda. Queremos la vida dura, la vida dificil, la vida de los pueblos viriles. Yo mesmo sere el alcalde, yo me sere la justicia.» ¡Dios, que alegra era todo christianismo! E lo que despues sucedio, dira el capitulo siguiente.

CAPITULO VII. TRATA DE LA ORDEN QUE TENIA EN EL GOVIERNO DE SUS REYNOS, E COMO PROVEIA LOS CARGOS, E OFICIOS

Despues de aver descansado algunos dias del cansancio que traia de la guerra, començo el General a tratar de proveer, e ordenar lo que convenia para el buen govierno de España. ¿Quien sino el, meresçio de virtudes ser monarca? Las yentes christianas maravillan se de su govierno, qui a buen señor sirve siempre bive en deliçio: todos visten un vestido, todos calçan un calçar, todos comen a una mesa, todos comen de un pan, que el General non se da en vagar, e folga porque sus vasallos vivan en paz, sin rezibir agravios, e con justizia. En lo que tocava a las elecciones, la causa principal en que se fundava el General para las provisiones de cargos e ofizios era en dezir ca nunqua jamas podia nadie conozer el valor de los hombres, nin el talento natural, del qual Dios soberano e naturaleça les avia dotado, sino era en el Arte Militar, que alli se conocen los animosos, e los hombres que tenian ardir para regir, e gobernar, asi en la paz, como en la guerra. Tenia gran vigilancia el General en el govierno de sus Reynos, que muchas vezes salia de noche disfraçado en habito de aldeano, e hombre plebeyo, e visitaba las publicas plaças, e posadas de su Corte; e otras vezes salia fuera della en habito de mercader, dos e tres jornadas; otras en habito de soldado con dos o tres personas. Quando queria informarse de algunas cosas notables, e de la manera que administravan justicia sus Capitanes, e Generales en la paz, averiguava lo que queria con mucha disimulacion, e quando mas seguros estavan los delinquentes, les castigava muy cruelmente, e hazia esto con tanta prudenzia, que tenian sus subditos puesto un proverbio entrellos en grande uso en los corrillos, e juntas que hazian, que en tratando alguno de cosa ilicita, luego le reprehendian los demas circunstantes como por valdon, diziendo: «Guardaos no os este oyendo el General»; porque pensavan que estava en todo lugar, segun corria la tierra, e hazia notables hechos, que causava admiracion, con los quales tenia a todos los subditos puestos en grande temor, e espanto, que se vera en el capitulo siguiente.

CAPITULO VIII. TRATA DE LAS REBELIONES QUE CAUSARON LOS ROJOS, E DEL MODO QUE GUARDAVA EN ADMINISTRAR JUSTIZIA EL GENERAL

Paseava se el General por las ciudades e Provincias, e desta manera azia cuidado de las rebeliones que los rojos hizieran en sus Reynos, e si asi fuera dava justicia a quienes se alçavan negando la obedienzia que era obligado tener a su Señor. Aquelas mesnadas rebeldes eran cobardes e traidores, pero nunqua fueron livres de la cruel justizia. Vencidos, e presos, eran llevados ante el General, el qual sin aguardar punto, ni momento, en presenzia de todos los suyos degollava los con sus propias manos por el colodrillo, e aviendoles cortado la cabeça la azia alçar en alto, en la punta de una lança, e poner sobre la puerta de la ciudad: e mandava desollar el cuerpo, e hinchir el pellejo de paja, el qual era colgado en la misma puerta, e sus casas derribadas, e sembradas de sal. Siempre fue el General amigo de tratar verdad, e que se la tratasen todos los que con el negociavan; porque dezia que no podia tener el hombre mayor miseria en esta vida, que ser rojo e mentiroso, que la misma cosa era, e con mas justa razon le podian llamar discipulo del demonio, que hombre de razon; porque en el hombre rojo caben quantas maldades ay en el mundo. E si asi supuesto esto, cada dia el General se asentava en su Audiencia, e iba llamando a las partes, de tal manera que diziendo cada uno la que tenia juzgava el General, dandole a cada uno su derecho: e como non osava mentir, respeto del cruel castigo que en e ellos hazia, demas que avia pocos pleytos, se despachavan con mucha brevedad, e muy sumariamente, sin aver menester probanças mas de sola la confesion de las partes. Tanta e grande era la justizia del General, e su buen govierno.

CAPITULO IX. TRATA COMO EL GENERAL LLAMO A CORTES, PARA JURAR POR REY DE AQUELLOS REYNOS AL PRINCIPE, E COMO FUE JURADO POR TAL

Aviendo descansado el General de aquellos travajos pasados, e considerando que no tenia fijos varones, ni herederos para suceder, y heredar aquellos Reynos, que al Principe, e temiendo no le saltease la muerte, como cosa natural a los hombres, mando llamar a Cortes, para que todos los Alcaydes del govierno juraran al Principe por Rey, despues de sus dias de General, como a fijo suyo, e heredero, de forma que el General dexa atado e bien atado el futuro de sus Reynos. E aviendo se juntado todos los Alcaydes, e Governadores de aquellos Reynos en su Real Palacio, salio el General vestido muy ricamente, e se asento en su estrado, e silla Real, y el Principe se asento a su mano derecha; y estando presentes todos los Alcaydes que asistian en aquellas Cortes, se levanto en pie el General e dixo en alta voz, que todos le oyesen: «Cavalleros, Alcaydes honrados, virtuosos hidalgos, que estais presentes, el General, Señor de todos estos Reynos, quiere, es su voluntad, que sea jurado por vosotros el Principe, que esta presente, por Rey e Señor de todos los Reynos despues de los dias del General: son cotentos de hazer este juramento?» A la qual pregunta dixeron todos en alta voz: si, somos contentos. Luego el General tomo al Principe por la mano, e le asento en su silla Real, e tomado el Principe la mano derecha del General, la beso en señal de obedienzia, y el General en señal de bendizion le puso la mano sobre la cabeça. E acabado esto, el General puso sobre una mesa Real su espada e una cruz, e dixo en alta voz, defuerte que todos lo oyesen: «Alcaydes honrados, e virtuosos hidalgos, jurais por el soberano Dios, de tener, e mantener por Rey, e Señor de todos estos Reynos, al Principe, como fijo legitimo, sucesor, e heredero del General?» A lo qual todos respondieron: Si, juramos, e obedezemos. Luego torno a replicar el General: «Pues el que asi non lo cumpliere, quede por perjuro, infame e traidor a su Real Corona, e venga sobre el, e sobre todos los suyos la maldizion del soberano Dios.» A lo qual todos respondieron: Amen. Luego se levanto el General, e beso el espada e la cruz, e se bolbio a su asiento: e luego el Principe hizo lo mismo: e tambien los Alcaydes por su orden. Luego el General se torno a levantar, e dixo, hablando con el Principe, desta manera: «Vuestra Alteza jura por el alto, e soberano Dios, e por la espada e la cruz, de tener, e mantener justicia a todos sus subditos, e guardara, e cumplira los privilegios, e mercedes que sus predecesores concedieron, justamente en ellos cada uno en su tiempo, de suerte que todos sus vasallos vivan en paz, sin rezibir agravios?» El Principe respondio: Si, juro. Luego el General replico, diziendo: «Pues si asi no lo hiziere, e cumpliere, venga sobre V. Alteza la maldizion del soberano Dios, e quede por perjuro.» El Principe respondio, Amen. Luego el General replico: pues en señal de cumplido juramento, haga V. Alteza lo que yo hiziere: e diziendo esto, tomo en las manos aquel espada e lo beso, e puso sobre su cabeça; e luego lo puso en las manos del Principe, el qual asimismo lo beso, e puso sobre la suya, e lo bolvieron a su lugar. Luego el Principe se levanto, e salio con todos aquellos Alcaydes delante, cavalgando, e con mucha musica lo pasearon por toda aquella Corte. El dia siguiente se hizieron por aquel juramento grandes fiestas, con musicas, e juegos de cañas, e otras invenciones, e regozijos. E acabado esto, se despidieron de aquellas Cortes, dexando al General, e al Principe muy contentos: a todos los quales antes de su partida hizo muchas mercedes.

CAPITULO X. TRATA DE COMO ENFERMO EL GENERAL, DE LA QUAL ENFERMEDAD MURIO, E DE LA JUNTA QUE HIZO DE LOS SABIOS, E ALCAYDES SUS CRIADOS, E DEL RAZONAMIENTO QUE LES HIZO, E DEL PERDON QUE A TODOS LES PIDIO

Que cuarenta años avia, cuarenta que no desarmava, quando el General cayo enfermo de una prolixa e larga enfermedad. E visto que se iva consumiendo, e que los remedios que los Medicos le hazian aprovechavan poco, o ninguna cosa; estando juntos un dia con el, deseando darle algun remedio que bueno fuese, despues de aver disputado entrellos sobre su enfermedad, e dificultad que tenia la cura, respecto de estar complicada con mil achaques, e sobre vejez, e flaqueça de virtud, dixo el General estas palabras a sus Medicos: «Pareceme que tratar de mi salud, es perder el tiempo, de oy mas no se trate deste particular. Estoy muy conforme con la voluntad de nuestro soberano Dios, e le doy infinitas gracias por tan gran bien, e merced como me quiere hazer en sacerme de los trabajos, e calamidades desta vida miserable, e de tanto poder. Ya cerradas son las puertas de mi vida, e la llave es ya perdida.» Acabadas de dezir estas razones, mando llamar a sus Alcaydes, Governantes e a sus deudos, e llegados ante el, arrodillados e medio postrados por el suelo, le besaron la mano, e les dio su bendizion; e luego les dixo estas palabras: «Amados, e queridos fijos, ya es llegado para mi el tiempo de rendir la vida ante el Altisimo e comparezer ante su inapelable juizio. Pido a Dios que me acoja benino a su presencia, pues quise vivir e morir como christiano. Nel nombre de Christo me honro e a sido mi voluntad constante ser fijo fiel de la Eclesia, en su seno voy morir. Pido perdon a todos, como de coraçon perdono a quantos se declararon mis enemigos sin que yo les tuviera como tales. Creo no aver tenido otros que aquellos que lo fueron de España, a la que amo hasta la ultima ora e a la que jure servir hasta el ultimo aliento de mi vida, que ya se aproxima. Quiero agradecer a quantos an colaborado con entusiasmo, entrega y abnegacion en la gran empresa de hazer una España unida, grande e livre. Por el amor que siento por nuestra Patria, os pido que preserveis en la unidad e la paz e que rodeeis al futuro Rey de España del mismo afecto e lealtad que a mi me aveis brindado e que le presteis en todo momento el mismo apoyo de colavoracion que de vosotros tenido. Non olvideis que los enemigos de España e de la civiliçacion christiana estan alerta. Velad tambien vosotros e para ello deponed, frente a los supremos intereses de la Patria, del pueblo español, toda mira personal. No dexeis de alcançar la justizia social e la cultura para todos los hombres de España e hazed dello vuestro primordial ojetivo. Mantened la unidad de las tierras de España, exaltando la rica multiplizidad de sus regiones, como fuente dela fortaleça de la unidad de la Patria. Quisiera, en mi ultimo momento, unir los nombres de Dios e de España e abrazaros a todos para gritar juntos, por ultima vez, en aquestos umbrales de mi muerte: ¡Arriva España! ¡Viva España!» Duques, condes le lloravan, todos por amor de el, e desta suerte dezian: «¡Oh, triste de la nacion que tal General pierde aqui!» E mio General, mano al espada en esta su ultima batalla, les hablava e les dezia: «No gastemos tiempo ya en esta vida mezquina por tal modo, que mi voluntad esta conforme con la divina para todo; e consiento en mi morir con voluntad placentera clara e pura, que querer hombre vivir quando Dios quiere que muera es locura.» E desta manera, despues de puesta la vida tantas veces por su ley al tablero, despues de tanta hazaña a que no puede bastar cuenta cierta, en la su villa del Pardo vino la Muerte a llamar a su puerta, diziendo: «Buen cavallero, dejad el mundo engañoso e su alago: vuestro coraçon de acero muestre su esfuerço famoso en este trago; no se os faga tan amarga la batalla temerosa que esperais, pues otra vida mas larga de fama tan gloriosa aca dexais. E pues vos, claro varon, tanta sangre derramaste de paganos, esperad el galardon que en este mundo ganaste por las manos; e con esta confiança, e con la fe tan entera que teneis, partid con buena esperança, que estotra vida terçera ganareis.» Asi, con tal entender, todos sentidos humanos conservados, cercado de su mujer, de sus fijos e hermanos e criados, dio el alma a quien gela dio, el cual la ponga en el cielo en su gloria, e aunque la vida murio, nos dejo harto consuelo su memoria.