Una vez más, para demostrar que la novela es un territorio participativo en el que todos tienen su oportunidad, además de un afortunado género híbrido en el que no se aplican exclusiones, el autor reconoce que no piensa escatimar recursos ajenos a la ficción. Son demasiados meses de documentación y lecturas obligadas como para permitir que ciertos tesoros, de imposible encaje narrativo, sean sustraídos al interés del lector. No obstante, advertimos al tranquilo leedor que sólo busque el relato de una acción más o menos intensa, que puede prescindir sin remordimientos de estas pocas páginas añadidas por el incontinente autor. Damos en esta ocasión voz al coronel José Ignacio San Martín, jefe de los Servicios de Información de la Presidencia del Gobierno con Carrero Blanco, que realiza un insólito ejercicio de sinceridad en su Servicio Especial. A las órdenes de Carrero Blanco (de Castellana a El Aaiún), Planeta, 1983:

«9. Reclutamiento de colaboradores

»Para el reclutamiento inicial de colaboradores, me puse personalmente en contacto con algunas personas que conocían el ámbito en que nos íbamos a desenvolver. Estas personas actuarían como “señaladores”. Posteriormente la cantera se encontraría en los cursos básicos a los que me referiré más adelante.

»A nuestros informadores potenciales, “señalados” por los primeros, se les puso una carta, antes de establecer contacto con cada uno de ellos, con un cuestionario en que se les invitaba a la colaboración y se establecía el sistema inicial de enlace, por teléfono y correo.

»En una primera fase, los colaboradores reclutados proporcionaban informes buenos, en ocasiones, pero, en otras, totalmente inexactos (…).

»Simultáneamente se empleó el método de captación directa para aquellos colaboradores que por el hecho de no estar definidos eran susceptibles de ser empleados en misiones de “infiltración”. En este campo de la información, encontramos los mayores obstáculos. En primer lugar, porque a la gente joven y con ideales les repugnaba, cosa lógica, que les tacharan de “chivatos” y, en segundo lugar, porque la “infiltración” es operación que encierra en sí grandes dificultades (…). En cuanto a los “infiltrados” había que tener presente que irían “quemándose” a medida que se cerraban los casos u operaciones.

»La red de bedeles, montada con guardias civiles retirados, fácilmente detectada en la universidad, no dio resultado (…).

»Pero los colaboradores no eran solamente informadores sino que desempeñaban otras funciones, como las de contrapropaganda, en la acción psicológica positiva y especialmente en el fomento de organizaciones adictas o neutras respetuosas con la legalidad vigente (…).

»Los “infiltrados” tienen que hacer méritos para consolidarse en la organización contraria, con lo cual se llega a situaciones límites de conciencia, que no hay más remedio que cortar. Otro aspecto delicado es la “salida” de un colaborador cuando se debe producir el desenlace de una operación. En tal caso, lo prudente, es que el afectado “ponga tierra de por medio”, y que no ejerza ninguna acción legal contra otros elementos, de modo que se desvíe la atención y no se sospeche de él como confidente o incluso delator. Es la infiltración, por tanto, una operación muy delicada, siendo asimismo de las acciones más “sucias” de la batalla de la información, aunque, sin ningún género de dudas, la más eficaz.

»Las colaboraciones llegan a niveles muy elevados de la escala social y suelen ser gratuitas, en apariencia, y digo en apariencia porque en la mayoría de los casos siempre hay una exigencia: la concesión de una audiencia con una autoridad; la resolución de un problema de carácter particular y, a veces, la solicitud de un cargo público de relevancia o el hacer méritos para conseguirlo. Ahora bien, hay algo, en cambio, que no hay que olvidar: cuando se apela a sentimientos patrióticos o se sabe que los interlocutores son cuadros de las fuerzas armadas, es difícil que no se logre, al menos, algún resultado positivo.

»Pretendimos ampliar la información en el ámbito universitario a través de jefes y oficiales que ejercían puestos de profesorado en facultades y escuelas técnicas o eran alumnos de las mismas. En casos aislados obtuvimos una colaboración intermitente (…).

»La labor de captación llevada a cabo sin interrupción y el encuadramiento de los colaboradores fue dando sus frutos y a finales de mayo de 1970 se disponía de trescientas ochenta personas de ambos sexos, distribuidas en la geografía española (…).

»11. Formación

»Con los cursos básicos se pretendía:

»—Facilitar los conocimientos básicos de cómo podrían oponerse al adversario.

»—Dar a conocer los fundamentos necesarios para desarrollar tareas informativas, de contrapropaganda e, incluso, de creación de movimientos adictos.

»—Señalar los principios en que debía basarse la formación de cualquier ideal (…).

»Al término de los mismos se les entregaba a los asistentes un sobre con sus misiones, seudónimos, enlaces, etcétera (…).

»Como fruto de la experiencia formativa, se introdujeron modificaciones encaminadas a enseñanzas prácticas y a un conocimiento más concreto de la ideología comunista, presentando de ésta precisamente su parte vulnerable, que podía ser utilizada como puntos de argumentación en los enfrentamientos dialécticos y para tener mejores posibilidades de entrar en el juego de la información.

»Si los cursos servían para lograr la motivación inicial, debían ir seguidos de sucesivos contactos con el fin de obtener una participación activa, sincera y sin reservas, y en particular de jornadas de convivencia para núcleos reducidos que se conocían entre sí pero que ignoraban las misiones que a cada uno se le habían asignado, a excepción de los que pertenecían al mismo “grupo” operativo (…).

»12. Acción psicológica positiva

»(…)

»El único medio legal que existía en los últimos años de los sesenta para crear movimientos adictos en el ámbito estudiantil, era la creación y fomento de asociaciones de estudiantes. Y así actuamos, impulsando tanto a las nuevas como a las antiguas (…).

»Dentro del campo de la acción psicológica positiva, se pretendía, además del fomento del asociacionismo, orientar, por un lado, a la masa estudiantil respecto a la acción del extremismo y, por otro, crear un estado de conciencia en la sociedad que no debía desentenderse de la rebelión estudiantil que había sido atizada dolorosamente con fines extraacadémicos (…).

»En realidad lo que más nos preocupaba era la indefensión en que se encontraba la juventud sana estudiantil ante la cantidad de publicaciones, conferencias y recitales, de signo opuesto y el escaso arsenal de material dialéctico de que podía disponer para completar su formación ideológica, que le permitiera defenderse de la contaminación marxista y al mismo tiempo refutar las argumentaciones de los líderes de la oposición.»