En junio de 1962, Bennett recibió una carta de un viejo amigo, Reggie Hoare, que había sido su colega en la inteligencia militar y discípulo de Ouspensky. Después de la guerra, había seguido a Bennett, de Ouspensky a Gurdjieff y luego de Gurdjieff a Subud. En su carta, Hoare explicaba que acababa de conocer a un hombre que decía haber sido enviado a Occidente por una escuela esotérica de Afganistán. Como lo creía, invitaba a cenar a Bennett para que conociera a su nuevo descubrimiento.
El visitante, llamado Idries Shah, se presentó como mensajero de «los Guardianes de la Tradición». Enseñó después un documento, titulado Declaración del Pueblo de la Tradición[440], y explicó que los Guardianes pertenecían a una jerarquía invisible que lo había escogido a él para transmitir su sabiduría a los individuos apropiados. Ahora andaba buscando discípulos y ayudantes europeos y cartas de presentación para ricos y poderosos, cuya ayuda necesitaba para transformar el mundo. Con este propósito había fundado la SUFI: Society for Understanding Fundamental Ideas [Sociedad para la Comprensión de Ideas Fundamentales].
Para empezar, Bennett desconfió y no le gustó aquel hombre, que fumaba continuamente y se esforzaba demasiado por ser agradable. Pero, a la mitad de la reunión, de pronto, sin poder explicarse las razones, se dio cuenta de que Shah decía la verdad: era un emisario auténtico de la Hermandad Oculta descrita por Gurdjieff. Más tarde, buscó la confirmación de su intuición en la plegaria. La respuesta fue equívoca y, aunque Bennett decidió ayudar a Shah, pensó que lo prudente sería preguntar por sus antecedentes.
El relato que hizo Shah de sus orígenes es una imagen brillante, en la que aparece emparentado con los reyes sasánidas, Abraham, Mahoma y el duque de Hamilton[441]. El duque aparece en la historia a causa de una leyenda, según la cual el padre de Shah se casó con un vástago de la familia Douglas-Hamilton, aunque la realidad es que la madre de Shah era una tal señorita Mackenzie, a quien su padre conoció cuando estudiaba medicina (sin éxito) en Edimburgo. Es posible, por supuesto, que la señorita Mackenzie fuera hija ilegítima del duque, pero de eso, nadie sabe nada.
Que fuera descendiente de Mahoma es más probable, porque la familia del Profeta fue menos exclusivista y más prolífica que la del duque escocés. Pero incluso en esto las cosas no son como parecen. Si de verdad descendía de Mahoma, no lo era por la línea masculina y primogénita, como afirmaron los seguidores de Shah, porque no existe tal cosa. Los tres hijos varones de Mahoma murieron jóvenes y la familia continuó en su hija Fátima, su esposo Alí y los dos hijos de éstos, Hasan y Husain. Incluso si se admite que los nietos pertenecen a la «línea directa masculina», la pretensión de Shah de ser un sayyid indica que tuvo que ser de la prole de Husain, el hijo menor, cuya descendencia se calcula que excede hoy el millón de personas.
De hecho, estas manifestaciones del síndrome Leadbeater oscurecen los hechos realmente interesantes de los orígenes de Idries Shah. Su familia pertenecía a una tribu afgana de Paghman, ochenta kilómetros al oeste de Kabul, recompensada con tierras y un título por sus simpatías probritánicas en los años anteriores a la Primera Guerra Afgana. Cuando los británicos fueron derrotados por los afganos en 1841 y las propiedades de la familia expropiadas, el cabeza de familia, Jan Fishan Khan, se trasladó, a una pequeña propiedad en Sardhana, cerca de Delhi, donde todavía viven sus descendientes.
Probablemente con la esperanza de prolongar la provechosa relación con el gobierno imperial, el nieto de Jan Fishan Khan y padre de Shah, Ikbal Ali (1894-1969), se estableció en Inglaterra antes de la Primera Guerra Mundial. Aunque Idries nació (en 1924) en Simia, a la sombra de las estribaciones del Himalaya que tanto significaron para los primeros teosofistas, creció en el paisaje nada grandioso de Sutton, un suburbio del sur de Londres, adonde había emigrado el padre en busca de fortuna.
Emigró en vano. Aunque Ikbal tuvo escarceos con los negocios, la literatura y la política, tuvo poco éxito. Durante la guerra, Idries y su hermano Omar fueron evacuados a Oxford. Después de 1945, Idries sirvió brevemente de representante de su padre en Uruguay, donde se vio envuelto en un escándalo de importación de carne halal[442] que hizo que el embajador británico en Buenos Aires calificara a Ikbal de estafador[443]. No fue un comienzo prometedor para su carrera de maestro espiritual.
Después de eso, desaparece de la escena, surgiendo de nuevo a mediados de la década de 1950 como secretario-acompañante del director del Museo de Magia y Brujería de la Isla de Man, y publica su primer libro, Magia Oriental, en 1956. En la línea de Blavatsky y Gurdjieff, Shah afirma que los años en blanco los pasó estudiando sufismo en rincones remotos y no especificados del Asia Central, aunque no se ve con claridad la necesidad de esto, porque luego dice que él y su familia representan la más venerable tradición sufista del mundo.
El encuentro con Bennett fue el mayor golpe de fortuna de Shah. Lo que ocurrió después de este primer encuentro es confuso y no hay testimonios disponibles, aparte de las memorias poco fiables de Bennett. Idries Shah nunca ha contado su propia versión[444]. Por otro lado, tampoco ha contradicho el cuidado y parafraseado relato de Bennett en Witness. Fueran como fueran las negociaciones, el resultado sorprendente de sus relaciones, tres años después del primer encuentro, fue que Shah, en el invierno de 1965/1966, persuadió a Bennett para que le regalara la valiosa propiedad de Coombe Springs, totalmente y sin condiciones.
¿Cómo pudo llegar a esto? Mostrando unas considerables dotes psicológicas, Shah no limitó su campaña al halago. Dándose cuenta del respeto de Bennett por la autoridad proclamada y su extrema susceptibilidad ante cualquier posibilidad de que el último ganso pudiera ser el de verdad, Shah alternó la adulación con la amenaza. También demostró un gran sentido para los negocios. Coombe no pertenecía a Bennett, sino a unos administradores fiduciarios. Aunque estaban en gran medida bajo el control de Bennett, había que convencerlos. Algunos estaban disgustados por la relación de Bennett con Shah; además, nadie quería renunciar a su trabajo en Coombe.
Cuando los administradores trataron de persuadir a Bennett para que prestase o alquilase la propiedad, Shah se mostró inflexible: tenía que ser un regalo o nada. Bennett trató de negociar, pero mientras más conciliadora era su postura, más indignadas eran las exigencias de Shah. El nuevo maestro quería saber si Bennett tenía la osadía de negociar con lo Absoluto[445]. O tenía fe o no la tenía. Con gran habilidad convirtió todo el asunto en una prueba personal del compromiso de Bennett con su crecimiento espiritual.
Como si preparara el camino de Shah, a principios de aquel año apareció un libro de «Rafael Lefort» que pretendía ser el relato de unas recientes reuniones del autor con los maestros de Gurdjieff, insinuando que Gurdjieff había sido un mal discípulo e iba a ser sustituido nada menos que por el mismo Idries Shah. Es casi seguro que el tal Rafael Lefort fuera el mismo Shah[446], y el libro un intento descarado de secuestrar la Obra para los fines del mismo Shah. Si fue eso, el intento dio resultado, porque, según su propio relato, Bennett empezó a sopesar favorablemente las consecuencias de entregar Coombe Springs al nuevo Mesías.
Probablemente la verdad fuera que Bennett estaba cansado de Coombe y cansado, quizá, de la gente vieja y de los métodos viejos. Ya era hora de cambiar. Todo en su trayectoria apunta a la necesidad de novedad y apasionamiento. Aquí se presentaba un maravilloso riesgo gurdjieffiano. Cuando Madame de Salzmann le preguntó qué había sacado de su trato con Shah, Bennett replicó: «¡Libertad!»[447], y en cuanto cerró el trato se quitó un enorme peso de encima. Es claro también que Bennett, dividido entre su deseo de hacer el papel de Jesús y su instinto de Juan Bautista, creyó que por fin había llegado el momento de hacer de profeta. Éste podía ser el momento anunciado muchos años antes en el cementerio sobre el Bósforo. Y quizá recordó otra profecía, la de Madame Blavatsky ochenta años antes, cuando dijo que no vendría desde el Este ningún Maestro de Sabiduría hasta el año 1975. Con sólo diez años por delante y Shah preparándose para su misión, esta profecía estaba a punto de cumplirse.
Por consiguiente, debemos suponer que o Bennett creyó realmente en Shah o, como parece más probable (y más interesante), sabía perfectamente en qué enredo se metía y se lanzó complacido a la aventura. Como muchos personajes de este libro, a Bennett le era imposible distinguir el ansia de visión espiritual del aguijón del apasionamiento mundano. El antecedente que inevitablemente nos viene a la memoria es Laurence Oliphant, cuya carrera es tan curiosamente parecida a la de Bennett. Porque para ambos lo importante era no estar inactivos. El escándalo, el fraude y la deshonra son cosas insignificantes al lado de la salvación religiosa, que ha de buscarse en un esfuerzo extenuante. Y el escándalo, el fraude y la deshonra hasta pueden ser, efectivamente, medios para esa salvación. Gurdjieff había insistido en el vínculo que hay entre los trastornos y el alimento espiritual. Si los seres humanos necesitan terapias de choque para despertarse de su letargo, ¿qué es un hombre superior, sino aquel que sabe administrar su propio tratamiento?
Una vez estuvo convencido Bennett de la buena fe de Shah, los administradores fueron pronto disuadidos y el nuevo propietario tomó posesión de Coombe. Las consecuencias fueron todas las que habría deseado Gurdjieff. Lo primero que hizo Shah fue expulsar a Bennett y a sus viejos discípulos de su propia casa, prohibiéndoles la entrada sin su expreso permiso. Lo segundo fue vender la propiedad a una promotora inmobiliaria al año siguiente por cien mil libras y con este dinero se compró una mansión en Langton Green, cerca de Tunbridge Wells, Kent[448].
La donación de Coombe es quizá el episodio único y más extravagante de toda la extravagante historia contada en este libro. Esta transacción de propiedad revela el atractivo de los movimientos espirituales alternativos mejor que cualquier argumento metafísico. Sin ninguna evidencia sólida que lo respaldara (¿cómo podía haberla?), la pretensión de Shah de ser el representante de los «Pueblos de la Tradición», y su insistencia en que venía del Monasterio Sarmoung, descrito en un libro de Gurdjieff, pero nunca localizado, le proporcionó un bello beneficio[449]. Pero, incluso así, Bennett no se dio por vencido. Expulsado de Coombe y dudando de la autenticidad de las pretensiones de Shah, reanudó una vez más su búsqueda. Aunque hacía tiempo que conocía su debilidad, que lo llevaba a confundir gansos plausibles con cisnes espirituales, todavía se negaba a aceptar que no había cisnes. Por el contrario: acariciaba la esperanza aún más ambiciosa de que quizá fuera él mismo el pájaro en cuestión.
Lo cierto sin embargo es que la carrera de Bennett se había agotado con Shah. A partir de entonces todo fue repetición, expansión, desarrollo. Continuó haciendo prolongadas visitas al monasterio de Saint Wandrille, y él y su esposa fueron admitidos en la Iglesia Católica. Fundó el Grupo para la Investigación de la Educación de la Ciencia Integral y el Centro de la Comunicación Estructural. Esto dio lugar a una máquina educativa —un ordenador elemental llamado Systemaster— y un periódico, Systematics. También apareció una compañía llamada Comunicaciones Estructurales Ltd. Pronto se vio implicado Bennett en negociaciones con IBM y GEC por los derechos de desarrollo de Systematics. Pero esta implicación en el conocimiento era la tácita aceptación de que el propósito de la sabiduría seguía siendo tan inaccesible como siempre.
Pese a esto y obedeciendo a una voz interior, estableció una nueva escuela, esta vez el Instituto de Educación Continuada, en Sherborne House, Cotswolds. Fue otra vez la repetición de Lyne, Coombe y el Prieuré, incluso con el trabajo necesario para habilitar la casa para sus nuevos residentes. Tanto tiempo tenía Bennett para preparar el programa, que se interrumpía tratando de enseñar a los nuevos díscipulos cómo debían cavar.
Pero parece que, por una vez, la voz estaba equivocada. Que Bennett no estaba hecho para enseñar se lo dijo su último gurú, Hasan Shushud, un sufí itlaki que descubrió en estos años. Shushud dio a Bennett nuevos ejercicios de meditación, pero le dijo —como todos aquellos jeques de Damasco— que «has sido elegido para ser uno de entre pocos que seguirán todo el camino hasta que te liberes finalmente de los condicionamientos de la existencia. Tu único hogar es el Vacío Absoluto»[450]. Por fin Bennett podía abandonar la búsqueda de la Fuente, porque ahora él encarnaba esa fuente. Según Shushud, Bennett ya no necesitaba un maestro porque él mismo era un Maestro: el profeta de una época nueva en la cual los hombres aprenderían a cooperar con los poderes más elevados. Estos poderes hasta ahora sólo habían podido actuar mediante hombres que habían elegido el camino de la iluminación, pero, de acuerdo con Shushud, estábamos entrando en una nueva era en la cual esos hombres se convertirían en inteligencias demiúrgicas, por más que los discípulos de Bennett no dieran la menor muestra de ella. Seguía meditando sobre estos enigmas cuando le sobrevino la muerte, como buen católico, en 1976.
Pero la muerte no cierra por completo la historia de J. G. Bennett. Las últimas palabras las escribiría Gary Chicoine, una personalidad carismática según el modelo de Idries Shah[451]. Nacido en Wyoming, Chicoine pasó los primeros años de su veintena en Inglaterra, donde conoció a Bennett y fue su discípulo en la última década del Maestro. Tras la muerte de Bennett, atrajo a su causa a varios antiguos discípulos y se hizo cargo de la editorial de Coombe Springs; se mudó a Yorkshire junto con los dispersos restos de la comunidad de Coombe y se rebautizó como el Sadguru Swami Narayan Avadhoot. También estableció la Fundación Alexandría y anunció su nombramiento como representante occidental del Adiguru Dattatreya, «supremo maestro espiritual de nuestro planeta», que reside en Maharashtra, al norte de la India.
Inspirándose en la larga tradición de las Hermandades Ocultas y los Círculos Internos (a los que desprecia con arrogancia en sus escritos, calificándolos de groseras aproximaciones de la verdad), Chicoine describe a Dattatreya como la Escuela Central Espiritual: un ser por encima incluso del Señor del Mundo teosófico que vive en Shamballa. Dattatreya es un avatar de Melquisedec, el gurú de Jesucristo. Es el espíritu guía de todas las religiones del mundo, por más que los jefes de tales religiones no lo sepan. Es el superior de Buda y el maestro de Shankaracharya, patrón de la SES. Es encarnación del sagrado árbol banyan y su ashram es todo el mundo. En resumen, y utilizando las palabras de Chicoine: «Es el Gurú de Shirdi Sai Baba (que no debe confundirse con Sathya Sai Baba, que no es la reencarnación de Shirdi Sai Baba)»[452]. Chicoine persuadió a los ricos seguidores de Bennett para que se tragaran esta sarta de necedades durante un tiempo e incluso publicó un libro sobre el tema de sus enseñanzas. Pero es evidente que se cansó pronto de hacer de representante de Dattatreya en Yorkshire. A mediados de la década de 1980, la comunidad de Coombe terminó por disolverse y Chicoine se retiró a Wyoming, desapareciendo finalmente de la escena pública.
Pero, antes de su marcha, dejó un mensaje final para el planeta. Envió una carta circular a los antiguos discípulos y observadores interesados en la que les dice que su maestro había abandonado su misión porque todos se habían mostrado lo suficientemente estúpidos para entenderla. Añadía que todo el asunto había servido para poner en práctica una broma descomunal, y que la incapacidad de sus seguidores para descubrirla era una prueba —si es que hacía falta alguna— de que eran indignos de su magisterio espiritual.
Me pregunto si muchos de los que recibieron esta carta no oyeron al leerla la carcajada lejana del mandril de Madame Blavatsky.