VEINTIUNO
CLIMATERIO

El año de 1956 fue crucial para la política occidental. La crisis de Suez y la invasión de Hungría amenazaron la estabilidad mundial e intensificaron la Guerra Fría. La población en general, aterrorizada por la perspectiva de un holocausto nuclear, se preguntó si estos acontecimientos eran el principio del fin. Los ocultistas los interpretaron como portentos del próximo climaterio, aunque no estaban de acuerdo sobre su naturaleza. Parecía que un momento decisivo de la historia espiritual estaba a punto de ocurrir. Pero, ¿qué forma tomaría? ¿Iba a ser el fin del materialismo dialéctico en el bloque soviético y del materialismo consumista en el mundo capitalista? ¿La aniquilación de la raza humana y el surgimiento de un nuevo orden?

Ciertamente ocurrieron grandes cosas en el terreno espiritual. Rodney Collin murió en 1956 prediciendo prodigios y acontecimientos no especificados; Krishnamurti tuvo un encuentro ecuménico con el Dalai Lama a poca distancia del recinto teosófico de Adyar, y J. G. Bennett descubrió una religión más. Fue también el año en que Su Eminencia el Arzobispo Metropolitano Sir George King, Doctor en Ciencias, Gran Maestro de la Orden de San Pedro y Presidente del Colegio de Ciencias Espirituales de Inglaterra, fundó la Iglesia de Aetherius[423].

Dos años antes, una mañana soleada de mayo, el señor King (así llamado entonces), de treinta y dos años de edad, practicaba yoga tranquilamente en su piso de Fulham cuando, súbitamente, oyó decir al Maestro Cósmico Aetherius: «¡Prepárate! ¡Vas a convertirte en la Voz del Parlamento Interplanetario!»[424]. Aetherius, que hablaba desde Venus, dio a continuación instrucciones al señor King para la fabricación de los Radiadores de Energía Espiritual. Estas máquinas las emplean las gigantescas naves espaciales que flotan por todo el universo para infundir espiritualidad en los seres humanos, y su poder se almacena en Baterías de Energía Espiritual inventadas por el mismo señor King.

Las doctrinas de la Iglesia de Aetherius, que han sido descritas por uno de sus obispos como «un brillante concepto… demasiado avanzado para algunas mentes religiosas»[425], se basan en muchas creencias y ponen el énfasis en la unidad de Religión, Ciencia, Este y Oeste. En particular, reescriben el concepto teosófico de los Maestros Ocultos con términos de tecnología espacial avanzada. El señor King llama a los Maestros seis adeptos o Guerreros de la Luz. Viajando por el espacio para combatir a los Poderes Oscuros, estos Guerreros han hecho dos visitas importantes a la Tierra en los años recientes: en la llamada por King Misión Extraterrestre de 1965, y en la Operación Karmaluz de 1967-1969. Los ovnis, popularizados en la década de 1950, son también signos de su presencia.

A fin de estimular futuras visitas desde el espacio exterior y para reforzar sus efectos, la Iglesia de Aetherius promueve los Empujones Espirituales: días en fechas mágicas en que los creyentes, reunidos en lugares sagrados, concentran sus plegarias. El señor King, que también es sanador espiritual, vive ahora en California, pero su iglesia sigue estando organizada desde Fulham Road, 757, Londres SW6. En 1980 fue nombrado caballero por la Casa Real Bizantina, un honor que, según su asistente, está «reconocido por las Cortes Italianas»[426].

La ecuación del viaje espacial con la intervención divina ha producido también el Movimiento Raéliano[427]. Afirma tener ahora cincuenta mil miembros en todo el mundo y se originó cuando un periodista francés, llamado Claude Vorilhon, alias Raél, fue visitado por un extraterrestre el 13 de diciembre de 1973. Este ser se presentó como miembro del Elohim y «padre del espacio» y, evidentemente, era otro avatar de los Maestros Ocultos. Se llevó a Raél a su propio planeta y le explicó que los seres humanos fueron creados por primera vez allí, añadiendo que él y sus compañeros deseaban establecer una embajada en la Tierra, desde la cual formarían con el tiempo un gobierno mundial, una moneda mundial y un idioma mundial. Mientras eso llegaba, enseñó a Raél las técnicas para «Despertar la Mente mediante el Despertar del Cuerpo» y lo animó a que lo transmitiera a otros. De acuerdo con esto, Raél fundó centros de «Meditación Sensual» en todo el mundo, cuyos miembros llevan un medallón de seis puntas y aprenden a ser conscientes sensualmente. Por ese privilegio han de pagar el diez por ciento de sus ingresos.

Como demuestra este fárrago, lo que anunciaron los portentos de 1956 no fue el fin del mundo ni el advenimiento de una nueva época, sino nada menos que la aparición cataclísmica de la Nueva Era de hecho y de derecho. Y no apareció un solo maestro del Este, sino docenas de ellos. Porque fue a mediados de la década de 1950 cuando los vástagos de la teosofía empezaron a multiplicarse en cantidades enormes, mezclándose con nuevos cultos y creando nuevos métodos. La Iglesia de Aetherius y el Movimiento Ra~liano son solamente dos entre otros muchos grupos repletos de seguidores, y la multiplicación continúa a buen ritmo, sobre todo en la costa occidental de EE.UU.

Curiosamente, la Sociedad Teosófica sólo ha experimentado un modesto resurgimiento, a pesar del creciente y desorbitado interés por todo el ocultismo en los pasados cuarenta años. Quizá se ha hecho demasiado respetable, dado que se ha demostrado que el escándalo es un ingrediente necesario para el éxito. La Sociedad sigue funcionando en todo el mundo desde su sede en Adyar, pero la edad media de sus miembros es bastante elevada, sus actividades son respetables y apenas se habla de ella. Los días apasionantes y escandalosos de Blavatsky, Besant y Leadbeater han quedado muy atrás y los miembros hoy combinan el estudio de la sabiduría esotérica con empresas humanitarias de todo punto dignas y valiosas. Con la dignidad ha aparecido la domesticidad y una cierta lasitud. Domadas las ambiciones, la Sociedad está ahora más cerca del Women’s Institute que de las Naciones Unidas o la Iglesia Católica.

Si se puede decir que la teosofía ha dominado sus pasiones, de la Obra hay que decir que funciona con una discreción que es obsesiva. Los escándalos de los años de Gurdjieff hace tiempo que se han olvidado y los guardianes de la tradición de las clases elevadas han sido reemplazados cada vez más por la brigada del anorak y las sandalias. Aunque la Sociedad Gurdjieff existe en Inglaterra y el Instituto Gurdjieff en Francia, no son fáciles de encontrar. Nunca hacen propaganda ni proselitismo. Continúan las clases y las danzas sagradas, pero varios miembros me han dicho que no importa que la Obra muera por falta de nuevos discípulos. Gurdjieff fue enviado a este planeta en una misión espiritual que ya ha cumplido. Depende de los demás la interpretación de esa misión. Si no saben hacerlo, es problema de ellos, y no va a solucionarse prostituyendo la enseñanza de un modo engañoso para conseguir popularidad.

Si la teosofía y su ahijada la Obra se apagan mansamente, sus vástagos florecen. Casi todos dependen de una forma u otra de la Hermandad de Maestros. En cuanto a sus ambiciones van desde lo más modesto a lo más megalomaníaco, aunque pocos van tan lejos como la Llama Eterna, un grupo de Londres, de inspiración norteamericana que promete a sus miembros la inmortalidad física a cambio de una pequeña cuota[428].

Dos organizaciones son muy características. En un extremo del espectro está la Hermandad Blanca Universal del sabio francobúlgaro Omraam Mijael Avainhov (1900-1986). En la sede central, que ocupa una casa rural histórica de East Sussex, los hermanos y hermanas llevan una vida sencilla para estar en armonía con la Inteligencia Cósmica y la Fuerza Creativa personificada por el Sol. Creen que los hombres pueden llegar a ser Maestros mediante el cultivo de una mezcla de espiritismo y yoga. La figura benevolente de Omraam, que destaca en las fotografías por su larga barba blanca, enseña en sus muchos libros la conveniencia de la Armonía Universal y la posibilidad de transformar todo con el amor. La hermandad se dedica en especial a aprovechar la energía cósmica para fines elevados. Mucha de esta energía nos viene en forma de deseo sexual. Según el Omraam:

La energía sexual puede compararse con el petróleo. Si no sabes cómo manejarla, te puede quemar: quema tu quintaesencia. Pero aquellos que saben manejarla pueden emplearla para alimentar sus motores internos y salir volando por el espacio[429].

Aunque tiene sucursales en EE.UU. y Australia, la Hermandad es una organización pequeña y sin pretensiones, dedicada a promover la vida sencilla y el pensamiento elevado. El Summit Lighthouse [El Faro en la Cumbre] se distingue más de los principales vástagos de la teosofía y despliega toda la parafernalia de las técnicas de marketing americanas para vender a su líder, de nombre apropiado, Elizabeth Clare Prophet[430]. El Lighthouse lo fundó en Washington, DC, el reverendo Mark L. Prophet (1918-1973). De niño, en un rincón lejano de Wisconsin, el señor Prophet tuvo visiones de ángeles y espíritus y se construyó un altar privado en el ático de su casa. Ya hombre, lo visitó un Maestro Ascendido llamado El Morya, miembro de la Gran Hermandad Blanca (que no hay que confundir con la Hermandad Blanca Universal)[431], claramente inspirado (si no es el mismo) en el patrón de Madame Blavatsky. El Morya dictó a Prophet una serie de notas semanales, conocidas como las Perlas de Sabiduría y luego, en 1957, le ordenó que abriera el Lighthouse; doce meses después de la inauguración de la Iglesia de Aetherius.

Cuatro años más tarde, la mucho más joven Elizabeth Wulf (n. 1939), de New Jersey, fue inspirada para que buscara al señor Prophet por orden de su propio Maestro Ascendido, Saint Germain, otro engendro de la teosofía. Como su esposo, Elizabeth Prophet había sido una niña espiritualmente precoz, que se comunicaba con Jesús y criticaba los errores que escuchaba en los púlpitos de New Jersey. Según su biografía oficial, sus primeros héroes fueron Gandhi, Albert Schweitzer y Norman Vincent Peale, pero todos pasaron a segundo término cuando conoció al Maestro Saint Germain, que nombró a la joven Elizabeth mensajera de la Gran Hermandad Blanca.

Mark y Elizabeth se casaron en 1963 y, poco después, trasladaron su sede a Colorado Springs, donde engendraron cuatro hijos. Mark Prophet murió en 1973, convirtiéndose en Maestro Ascendido, mientras su viuda continuaba la buena obra del Summit Lighthouse bajo la guía directa de Saint Germain. En 1981, la señora Prophet se casó con Edward L. Francis, un seguidor bastante más joven que ella, que pronto se convirtió en «director de negocios» del Lighthouse en su nueva encarnación como Iglesia Universal y Triunfante.

La iglesia se estableció en un rancho de Montana de 14.000 hectáreas, donde fundaron una comunidad de trabajadores para quienes quisieran escapar de los males de la vida urbana y volver a la sencillez del trabajo de la tierra. La señora Prophet también abrió una editorial, la Summit University Press (aunque parece que no hay ninguna universidad). La editorial publica los numerosos libros del Lighthouse y encantadoras litografías de sus Maestros. Entre los Maestros hay figuras conocidas del panteón teosófico, pero hay también otros: Sanat Kumara, Porcia, Jesús en las Nubes, el Buda del Rayo Rubí y la Señora Maestro (sic) Venus. La señora Prophet aparece en este panteón como Gurú Ma, la Madre Universal que un día se unirá a su primer esposo como Maestra Ascendida. Las publicaciones cubren todos los temas, desde la curación del cáncer a la alquimia, y siempre presentan una imagen dorada de la existencia.

La realidad de la vida comunal del Lighthouse es muy diferente[432]. El rancho se gobierna bajo reglas muy estrictas que recuerdan a la Hermandad de la Nueva Vida de Thomas Lake Harris. El día comienza a las cinco de la mañana (siete días por semana) con dos horas de rezos y meditación, seguidas del desayuno y un trabajo agotador, y concluye con una actividad edificante que a veces preside graciosamente la señora Prophet. La dieta de los residentes es baja en proteínas y están prohibidos todos los estimulantes, así como el sexo extramarital. La relación sexual de los matrimonios se limita a treinta minutos dos veces por semana.

A cambio de estos privilegios, los novicios del rancho de Gurú Ma pagan hasta 400 dólares al mes por la comida y el alojamiento. Terminado el noviciado, ceden irrevocablemente todas sus propiedades a la Iglesia. Y no porque necesiten ahorrar: los fieles visten con sencillez, participan en los trabajos de grupo y comparten dormitorios. Por otro lado, la señora Prophet no necesita el dinero. Ocupa aposentos lujosos con su joven esposo y alterna sus vestidos inmaculados de satén blanco con algún que otro sari rosa y oro y muchos diamantes. Aparenta y se comporta como una reina y sus seguidores la tratan como a una diosa.

Sin duda lleva la beneficencia en el corazón. Hay estrictas medidas de seguridad en el rancho, los guardas que lo patrullan están bien armados y, a finales de la década de 1980, la Gurú Ma mandó construir un enorme refugio nuclear para acoger a los creyentes en el holocausto mundial de 1989 profetizado por Saint Germain. Los observadores se preguntan por la necesidad de tantas precauciones en una comunidad espiritual cuyos miembros entran voluntariamente y a quienes se dice que los guardas son para mantener alejados a los intrusos y no para impedir la salida de los residentes. Otros se preguntan por qué la señora Prophet necesita un búnker si sus seguidores, como ella dice, están a salvo de cualquier contingencia, pero ella replica que puso su fe en Saint Germain, que se lo mandó construir. Por desgracia, los enormes tanques de petróleo dedicados a alimentar el refugio se vaciaron en el río Yellowstone, lo que expuso a la señora Prophet, y no a Saint Germain, a un proceso legal por polucionar el medio ambiente.

Casi en la misma época, una de sus tres hijas abandonó el rancho y acusó a su madre de lavarle el cerebro, mientras otros miembros de la comunidad denunciaban en la prensa malos tratos y explotación. Los problemas de Gurú Ma se complicaron cuando un fiel seguidor fue sorprendido en el rancho con un enorme arsenal escondido de armas ilegales y se probó que la Iglesia Universal y Triunfante se preparaba para convertirse en zona de guerra. Entre la gente de la zona, ese descubrimiento les trajo los dolorosos recuerdos de la vecina comunidad Rajneeshi, que sólo pocos años antes se había convertido en un campamento fuertemente armado antes de venirse abajo en medio de un escándalo financiero, cuando sus líderes, entre ellos el propio Rajneesh, huyeron del país en un avión privado llevándose grandes cantidades de dinero en calderilla.

Pero quizá lo más significativo de la Iglesia Universal es aquel vertido de petróleo en el río Yellowstone. Como tantos fundadores de comunidades, la Gurú Ma llevó a sus seguidores lejos de las corrupciones de la civilización a los espacios abiertos de Montana para que llevaran una vida «natural» y, mediante el duro trabajo, sintonizaran con los ritmos espirituales del universo. Pese a esto, en medio de este paraíso, construyó lo que puede ser emblemático del mayor terror del mundo moderno: un refugio nuclear alimentado con petróleo.

El vertido es sobre todo una ironía si se tiene en cuenta que, en los últimos años, la fuerza más nueva y poderosa que da forma a la síntesis espiritual alternativa es el movimiento ecológico: sus huellas son visibles, tanto en la Iglesia Universal como en la Gran Hermandad Blanca. La ecología es a los gurús occidentales contemporáneos lo que el vegetarianismo, la ayuda a los animales, la homeopatía y la vida sencilla fueron para sus predecesores decimonónicos. Los grupos de presión ecológicos afirman tener a su favor una filosofía coherente y una necesidad perentoria. Han adoptado también el tono milenarista característico de tantos maestros independientes. Insisten en que el regreso a la naturaleza es hoy algo más que un capricho romántico o una práctica espiritual privada: es el tema político más relevante de nuestro tiempo. La disputa acerca de la evolución, que provocó las invectivas antidarwinianas de Blavatsky, está otra vez a la orden del día, pero ahora lo que está en juego es nada menos que el futuro del planeta. Muchos maestros y grupos espirituales se han hecho de los Verdes en la pasada década, señalando que la preservación del planeta es la principal tarea espiritual de la humanidad, en marcado contraste con lo ultraterrenal de las antiguas tradiciones místicas.

Una consecuencia de este cambio de opinión ha sido la reaparición de la antroposofía, que ha surgido inesperadamente victoriosa de las antiguas batallas entre Besant, Tingley y Steiner. Porque, aunque la Sociedad Antroposófica crece lentamente y, como en la ST, la mayoría de sus miembros tienen una edad avanzada, su influencia ha crecido de modo desproporcionado. En parte se debe al resurgimiento espiritual de finales del siglo XX, y en parte a la cuidada estructura organizativa que dejó el fundador; pero sobre todo al interés que puso Steiner en los temas ecológicos y el lugar central que ocupa en su filosofía la relación entre ecología y religión.

La mayor fuerza de la enseñanza de Steiner —que falta en la teosofía— es su posibilidad de llevarla a la práctica. Si Steiner tiene una teoría para todo, también tiene la manera de poner esa teoría en práctica. Al relacionar la gran cosmología y la psicología con la ecología, sitúa a la humanidad en el centro de un complejo ecosistema universal, en el cual las fuerzas espirituales y biológicas tienen que jugar papeles igualmente importantes; pero también tiene en cuenta la existencia física en el nivel mundano: comer, dormir, labrar, fabricar. Animada por el éxito del movimiento verde, la Sociedad Antroposófica ha establecido recientemente su propio banco para prestar dinero a bajo interés a proyectos razonablemente ecológicos: cultivos biológicos, pequeñas industrias ligeras, artesanías y patrimonios[433]. El movimiento también ha invertido sumas importantes en las empresas educativas, terapéuticas y medicinales de Steiner, todas ellas en sintonía con las actitudes ecológicas contemporáneas, puesto que se basan en sistemas y materiales naturales.

La estela de la antroposofía la siguen otros grupos. Por ejemplo, la Emissary Foundation International tiene sucursales en Canadá, Australia, Gran Bretaña, EE.UU., Suráfrica y Francia, con miembros que viven en comunas y enseñan doctrinas holísticas muy parecidas a las de Steiner. La historia de la fundación, que es una organización seria, ilustra los cambios que han tenido lugar en muchos grupos religiosos alternativos durante las tres últimas décadas. Fundada en 1932 por Lloyd Meeker, un indio americano que enseñaba bajo el nombre de Uranda, sus miembros se conocieron al principio como Emisarios de la Luz Divina. Como el nombre indica, los Emisarios era una orden mística. Creen en la realidad de los seres superiores —una versión de los Maestros Ocultos— que imparten su sabiduría a los iniciados.

Aunque ponen el acento en la vida espiritual como clave de la reforma del mundo, la rebautizada Emissary Foundation da hoy menor importancia a los aspectos místicos y resalta la importancia de la ecología y la psicología[434]. No se exigen creencias ocultistas a los miembros, cuyo objetivo es la mejora de ellos mismos y del entorno mediante la «sintonía» entre el individuo, las demás personas y los ritmos naturales de la tierra. Esa sintonía requiere plegarias, meditación y reflexión, pero las actividades prácticas también juegan un papel importante. La fundación dirige numerosos proyectos educativos e impulsa empresas de medicina alternativa y financieras. No es un culto en ningún sentido. Se anima a los no miembros a participar en seminarios en el «Arte de Vivir» y el grupo acepta complacido a visitantes en sus granjas y ranchos.

Ésta es la cara aceptable de la religión alternativa, pero quizá lo sorprendente de la fundación sea su liderazgo. Tras la muerte de Meeker en 1954, la dirección pasó a un seguidor que daba la casualidad que era el jefe de una de las familias más aristocráticas de Inglaterra. Martin Cecil, que luego sería el séptimo marqués de Exeter, se había trasladado de Inglaterra a EE.UU. muchos años antes, siguiendo la antigua tradición de los segundones aristocráticos que buscan hacer fortuna en el extranjero. Al morir su primo, el sexto marqués, sin sucesión masculina, heredó el título, aunque la gran casa y los terrenos de Burghley quedaron para las hijas de su primo. Michael, hijo de lord Exeter, que estaba casado con la hija de Lloyd Meeker, sucedió a su padre como líder de los Emisarios y como octavo marqués en 1988, estableciendo un precedente en la aplicación del principio hereditario a los movimientos religiosos.

Nadie respondió con mayor entusiasmo a la moda de fin de siglo de mezclar ecología, esoterismo, ciencia y escatología que J. G. Bennett. En efecto, podría decirse que J. G. Bennett fue una figura típica de la Nueva Era antes incluso de que se hubiera pensado en ella, explorando toda posible vía de iluminación espiritual y dispuesto siempre a unificar sus descubrimientos en un sincretismo personal. Las décadas finales de su vida fueron un viaje acelerado por todas las alternativas posibles, de gurú en gurú, en busca de la elusiva Fuente, para encontrarse al final consigo mismo.

Tras la muerte de Gurdjieff, las actividades de Bennett se vieron aún más entorpecidas por el grave ataque al corazón sufrido por Winifred en el otoño de 1950[435]. Y peor fue el revés ocurrido tres semanas más tarde, cuando una mañana, al llegar al trabajo, se encontró con los laboratorios precintados. Aquella tarde, los periódicos trajeron grandes titulares sobre el espionaje comunista en las instituciones relacionadas con la investigación atómica. Las simpatías políticas de Bennett, su trabajo en la inteligencia militar, su ficha en el Foreign Office, sus actividades como maestro espiritual y la reputación de espía de Gurdjieff resultaban una mezcla explosiva en la atmósfera de la Guerra Fría a principios de los cincuenta. Aunque su nombre no apareció en los periódicos, Bennett dimitió de su puesto.

Sin trabajo, se dedicó a Coombe Springs, donde construyó un nuevo alón al estilo de la Casa de Estudio de Gurdjieff. Luego, en 1953, una voz le dijo que buscara en el Este, y allí se fue, a pesar de la vaguedad de la orden. La pregunta era: ¿dónde exactamente? La respuesta obvia era repetir los viajes de Gurdjieff por Asia Central y el Próximo Oriente. Por recomendación de un noble descendiente de Mahoma, empezó con una visita al jeque sufí de Damasco Ermin Chikhou. De camino, pasó por Constantinopla, ahora Estambul; visitó Konya, hogar de Djellaluddin Rumi, fundador de los derviches Mevlevi, y tuvo una visión en la que se le dijo que no aceptara una oferta de trabajo en Naciones Unidas. Excesivo para unas vacaciones.

Ermin Chikhou —derviche Nakshibendi— le habló enigmáticamente (dada su fe) de la inminente segunda venida de Cristo, asegurando que Bennett jugaría un papel vital en este acontecimiento, como una especie de Juan Bautista del nuevo Mesías. Por una vez, Bennett no se lo creyó del todo; pero cuando al año siguiente volvió a Siria, le repitieron la profecía. Winifred Bennett, que acababa de tener una grave hemorragia cerebral que la dejó más o menos en estado demencial, se había quedado en Coombe, y Bennett viajó por Siria e Irak, visitando santones, con su amiga íntima y futura esposa Elizabeth Mayall. Un jeque de Damasco apoyó la profecía de Ermin Chikhou de la segunda venida, mientras otro en Kerind le dijo lo mismo, añadiendo cortésmente que Bennett y su amiga estaban destinados por Dios a ser compañeros. Por lo menos, la segunda profecía fue acertada. Pero, aunque Bennett viajó extensamente por los desiertos de Turquía y el norte de Persia, visitando los antiguos territorios de Gurdjieff, la Fuente se negó obstinadamente a aparecer.

Desilusionado tras sus viajes y luchando con los muchos volúmenes de El universo dramático, su obra épica sobre la historia y la naturaleza del cosmos, Bennett se sintió atraído a continuación por una idea nueva de una fuente muy distinta: unos amigos de la Obra le hablaron de Pak Subuh (1901-1987), el indonesio fundador de Subud[436]. Obedeciendo a sus voces internas, Bennett fue iniciado en la nueva práctica espiritual en el annus mirabilis de 1956 por Husain Rofe, un judío del norte de Londres convertido al islam. Bennett no quedó muy convencido cuando oyó afirmar a Rofe que el Subud sanaba a los moribundos, daba vigor a los impotentes y hacía posible el vuelo astral, pero perseveró.

Subud es una forma de misticismo islámico, cuyo nombre deriva de tres palabras: susila, budhi y dharma. Susila es el auténtico carácter de un hombre, que surge cuando actúa de acuerdo con la voluntad de Dios; budhi es la fuerza vital divina que los hombres llevan en su interior, y dharma significa someterse a la voluntad divina. Subud es, por lo tanto, aquel sometimiento a Dios que permite el desarrollo del auténtico individuo que normalmente permanece frenado por consideraciones mundanas. Ese desarrollo puede iniciarse mediante el latihan, palabra javanesa que significa «formación», que, en este caso, empieza con una especie de sumisión comunitaria a la presencia de Dios. A la sumisión se le llama «abrirse», porque implica vaciar la mente de todas las asociaciones ordinarias para prepararse a recibir a Dios. Una sesión latihan, supervisada por un sacerdote Subud puede durar hasta media hora, en cuyo tiempo los participantes hacen de todo, desde meditar hasta gritar y hablar en lenguas desconocidas.

La semejanza entre Subud, la Obra y la SES es evidente: despojarse de lo que Gurdjieff llamaba «personalidad» para permitir la aparición de la «esencia». Pak Subuh también estaba de acuerdo con Gurdjieff, Bennett y MacLaren en que retirarse del mundo no conduce al crecimiento espiritual: Subud es un método, no una religión hermética. Pero Subud se aparta radicalmente de la Obra en que exige sometimiento, no lucha. En este aspecto está más cerca de Krishnamurti que de Gurdjieff. Tampoco tiene Subud las peculiaridades siniestras del culto de la SES. No hay disciplina tutorial ni reeducación.

Bennett «se abrió» el día de Navidad de 1956, y la mayoría de sus discípulos en Coombe lo siguieron de inmediato. Muchos gurdjieffianos, incluidos antiguos discípulos de Maurice Nicoll, también recibieron el latihan. Al año siguiente, Pak Subuh visitó Inglaterra e hizo muchas conversiones. Incluso la entonces demente señora Bennett experimentó algún alivio de su manía, aunque también hay que decir que muchos discípulos, en no mejor estado que ella, sufrieron paroxismos de horror y autoaborrecimiento bajo los efectos del latihan que, al parecer, produce los mismos efectos que ciertas drogas, acentuando las tendencias ya presentes en los individuos.

Bennett, que nunca hacía las cosas a medias, escribió un libro sobre Subud y empezó a extender la fe por todo el mundo. En Sydney celebró una reunión Subud en el edificio de la Sociedad Teosófica y los periodistas preguntaron si Pak Subuh, como preguntaron de Krishnamurti cincuenta años antes, era el nuevo Mesías. Pero como el mismo Bennett dejó escrito: «Entrar en el Adyar Hall era prevenirse de la necedad de una creencia demasiado fácil en señales, portentos y milagros»[437].

Llegaron a México pocos meses después de la muerte de Rodney Collin y se vieron con Huxley, que residía allí. Huxley interrogó minuciosamente sobre Subud a Bennett y Pak Subuh. Aunque estaba de acuerdo en abrirse, porque era de la opinión de que uno debe explorar todas las vías de iluminación espiritual, se mostró escéptico. Bennett, a pesar de su entusiasmo por convertir a Huxley, a quien conocía desde que ambos asistieron a las clases de Gurdjieff antes de la guerra, se contagió de su escepticismo. La causa de sus dudas era la misma que lo había atraído al principio. Bennett fue descubriendo poco a poco que bastaba con desear ligeramente esta o aquella respuesta a algo pedido en una oración en el latihan para obtener el resultado deseado. Mientras que si no había ningún deseo, no había respuesta, lo cual demostraba que el latihan era una forma grosera de autoengaño. También empezó a dudar sobre sus voces internas.

No está claro por qué Bennett no dedujo de esta revelación alguna de estas cuatro posibles conclusiones: que no había entendido el Subud; que todas esas prácticas pueden convertirse en formas de autoengaño; que sus «voces» siempre venían de dentro de él, y que quizá todas las voces vienen de dentro. En lugar de eso, reemprendió la búsqueda de un nuevo maestro, al tiempo que reanudaba los ejercicios de la Obra, en los que encontraba un poder más duradero que en el latihan. Esto enfureció al grupo que ahora llamaba «Hermandad Subud» —sus antiguos colegas— que inmediatamente empezaron a escribir cartas y cuentos a Pak Subuh, en el mejor y antiguo estilo de la Obra. Nada había cambiado en el modo de vida de Bennett. Estaba condenado a repetir el mismo modelo de conducta una y otra vez: encontrar un nuevo gurú, convertirse en devoto de sus nuevas ideas y luego perder la fe en ellas. Sólo Gurdjieff resistió la prueba.

Por lo menos Bennett había aprendido una cosa de su experiencia con Subud. Empezaba a darse cuenta —demasiado tarde— que era demasiado fácil descubrir la respuesta a los problemas de la vida en cada novedad espiritual pasajera. Como comentó tristemente con Elizabeth Mayall (con quien se casó en el otoño de 1958, tres meses después de la muerte de Winifred): «Todos mis gansos son el Arcángel Gabriel»[438]. Pero esta revelación no puso fin a la búsqueda de nuevas criaturas emplumadas.

Un lugar obvio donde buscar era la cocina de Gabriel, la Iglesia Cristiana. Bennett fue llevado en esa dirección por el padre Bescond, un monje del monasterio de Saint Wandrille, cerca de Rouen, Francia. Su acercamiento al cristianismo se vio interrumpido brevemente por otro nuevo descubrimiento, Shivapuri Bab, un gurú indio de Katmandú, pero Shivapuri animó a su visitante a perseverar en el cristianismo, quizá porque no deseaba responsabilizarse de un alumno tan errático.

El padre Bescond había leído el libro sobre Subud y escribió a Bennett acerca de él. El resultado fue un viaje a Saint Wandrille, el primero de otros muchos. Bennett vio en el latihan un puente entre el islam y el cristianismo, comparando las prácticas contemplativas en el Subud y en el cristianismo, animado sin duda por otra voz (esta vez nada menos que la del mismo Dios) que le dijo: «Es mi voluntad que mi Iglesia y el Islam se unan»[439]. En el monasterio, Bennett sintió un Dios que era fuente de todo amor y reconciliación. Se sintió «verdaderamente en casa» entre las devociones de los monjes a las horas de maitines, laude y completas y se preguntó, igual que Collin, si el cristianismo no era, después de todo, «la única religión verdadera». A partir de ese momento pasó del estímulo gurdjieffiano por el conflicto productivo a una búsqueda colliniana de la armonía. Ay, sólo encontraría la guerra.