VEINTE
DEL SISTEMA A LA FUENTE

Las muertes de Gurdjieff y Ouspensky dejaron a unos discípulos desasistidos. Al final, parecía que tenían que enfrentarse con el reto que sus maestros habían anunciado durante tantos años: aceptar la responsabilidad de sus vidas en el mundo exterior. Pero como casi todos eran discípulos precisamente por no saber hacerlo y estaban acostumbrados desde hacía veinte o treinta años a ser dirigidos desde arriba, la independencia estaba fuera de lugar. Además, la Obra funcionaba en grupos cerrados y jerárquicamente organizados. Para los devotos no existía un mundo externo del que hablar. Era la consecuencia de pertenecer a un grupo y obedecer a un líder. El problema, por lo tanto, no era vivir cada uno por su cuenta, sino cómo recomponer el grupo y encontrar un nuevo líder.

Primero tenían que plantearse el hecho de la misma muerte, a lo que muchos se negaron y se evadieron diciendo que sus antiguos maestros eran Maestros Ascendidos a la manera teosófica. Habiendo alcanzado la perfección necesaria en la tierra, Gurdjieff y Ouspensky se habían unido con Blavatsky y Leadbeater en la Hermandad Oculta. Esta fórmula tenía el mérito de preservar la existencia de los dos maestros y por tanto la posibilidad teórica de tener acceso a ellos, aunque de otra forma. Su desventaja es que la Hermandad Oculta era secreta: si los discípulos no habían podido entrar en contacto con ella durante la vida de Gurdjieff, ¿cómo iban a hacerlo después de su muerte?

Los problemas se agravaban por la confusión que había sobre la condición de la enseñanza aquí abajo. Ouspensky, en su cambio de última hora, había sido bastante claro al menos en un punto: que era posible extraer una doctrina coherente y transmisible de lo que Gurdjieff había enseñado, aun cuando esta doctrina era sólo el Fragmentos de una enseñanza desconocida, para citar el título de una de las obras de Ouspensky. Por otro lado, la opinión de Gurdjieff sobre este asunto había sido variable, unas veces dando a entender que la enseñanza era más importante que el maestro y otros podían transmitirla y otras veces, que sólo él, Gurdjieff, estaba calificado para hacer lo que hacía.

A pesar de rechazar personalmente a Gurdjieff, hasta Ouspensky había admitido que era una incógnita el valor de la enseñanza sin el maestro. ¿No hay algo esencial en el proceso pedagógico, el contacto vivo entre maestro y discípulo, que puede perderse cuando el maestro desaparece? ¿Es único, por lo tanto, cada maestro? Pero, si ése fuera el caso, ¿qué iba a ser ahora de los discípulos de Gurdjieff? ¿Y cómo iba a servirse de su obra el mundo en el futuro? El Maestro no había dejado respuestas para estas preguntas. Aunque seguía en pie una estructura organizativa informal, no había fundado una iglesia o sociedad que encarnara sus ideas. Aunque había nombrado herederos que protegieran su obra, no determinó una sucesión apostólica, dando a entender que los herederos tenían poderes muy limitados. Aunque formuló los principios generales de una espantosa y compleja cosmología basada en las fórmulas aritméticas del tres y del siete, insistía en la singularidad de cada discípulo. Y aunque dijo a sus seguidores que había aprendido su ciencia en los escondidos monasterios de Asia Central, siempre se declaró supremo y sui generis. Como de costumbre, sus alumnos se enfrentaban a los enigmas del hombre que habían buscado precisamente para que los resolviera.

Las dificultades se agravaron además por los antagonismos personales y nacionales. En sus últimos años parecía que Gurdjieff había logrado unir a los diversos grupos en un propósito común, aunque al Maestro le encantaba enfrentar a unos con otros. Su muerte reveló que aquella unidad era ilusoria: a las pocas semanas de su funeral, las facciones se disputaban la herencia. Después de ignorar su presencia entre ellos durante los primeros veinte años, la intelectualidad parisina empezó tardíamente a interesarse por él. Ahora, los discípulos franceses, dirigidos por Jeanne De Salzmann, pretendían el liderazgo del movimiento gurdjieffiano (cualquiera que fuese) con gran disgusto de ingleses y norteamericanos. Jane Heap, Madame Ouspensky y Olga de Hartmann se unieron con De Salzmann. De esta manera, la rama principal de la Obra, hasta entonces dominada por anglosajones y machistas, empezó a gobernarse por mujeres desde París[411].

Los grupos de Gurdjieff en EE.UU. se fragmentaron gradualmente. Ouspensky y Orage tenían allí sus propios seguidores y los nuevos herederos, hombres que nunca conocieron a las figuras legendarias, se apresuraron a disputarse la sucesión. Picados con los franceses, los ingleses también lucharon entre ellos. Aunque la mayoría de ellos rendían pleitesía de labios para afuera a Madame de Salzmann en París, en çasa mantenían una feroz rivalidad. Las pretensiones al liderazgo de J. G. Bennett resultaron particularmente ofensivas para los antiguos habituales del Prieuré, que lo consideraban un advenedizo y un intruso y no le perdonaban su pasada lealtad a Ouspensky. Quizá lo que despertaba mayores pasiones con respecto a Bennett era que no sólo pretendía ser el heredero de Gurdjieff: a la manera de su maestro, también tendía a insinuar que lo era por inspiración de poderes aún más altos. Esto, presumiblemente, era la solución a los problemas de la legitimidad y la autoridad: en ausencia de Gurdjieff siempre había la posibilidad de apelar a aquella Fuente Oculta de la cual tanto habían hablado él y Ouspensky, la Hermandad Oculta de Maestros, a la cual ya pertenecían ellos, por si alguien quería saberlo.

No fue sólo en los círculos gurdjieffianos donde Bennett despertó rivalidades. En su país, Inglaterra, aún quedaban discípulos leales a Ouspensky que no le perdonaban su apropiación del maestro durante los años de entreguerras ni su siguiente deserción al campo de Gurdjieff. Entre éstos estaban Rodney Collin, Francis Roles y Maurice Nicoll, dirigentes ahora de las facciones ouspenskyanas. Nicoll, antiguo médico de Harley Street y uno de los primeros residentes del Prieuré, estableció antes de la guerra una comunidad floreciente en Great Amwell, Hertfordshire, basando su enseñanza en una serie de libros que reinterpretaban la doctrina gurdjieffiana a la luz del psicoanálisis. Cuando Gurdjieff reapareció después de la guerra, Nicoll se mantuvo aparte. Pero, a su muerte en 1953, muchos discípulos suyos transfirieron su lealtad a Madame de Salzmann en París. Los demás se difuminaron.

Francis Roles —otro médico de Harley Steet— fundó la, Sociedad para el Estudio de la Psicología Normal, más conocida como Study Society, para perpetuar la enseñanza de Ouspensky. Roles era un hombre indeciso y durante la década de 1950 la Study Society pasó poco a poco a manos de uno de sus discípulos, Leon MacLaren. Formado como abogado, MacLaren era hijo del parlamentario laborista escocés Andrew MacLaren, fundador de la Escuela de Ciencia Económica [School of Economic Science (SES)] a mediados de los años treinta para divulgar las teorías socialistas del economista norteamericano Henry George.

Al principio no hubo ninguna relación entre la SES y la Sociedad para el Estudio de la Psicología Normal, hasta que MacLaren decidió que los problemas económicos sólo podían resolverse modificando el panorama espiritual de la humanidad. Tras sustituir a su padre en el liderazgo de la SES en 1947, empezó a introducir en ella las enseñanzas oupenskyanas de la Study Society, a pesar de las objeciones de su padre[412]. Leon tenía una fuerte personalidad que dominaba fácilmente a Roles: a medida que las dos sociedades estrechaban sus vínculos, las teorías económicas de la SES se fueron subordinando a la enseñanza espiritual. La SES se convirtió en una organización religiosa y el socio dominante en la relación. Aunque la escuela ofrece regularmente un curso[413] de «filosofía práctica» que se imparte en horas nocturnas (lo que hace pensar a casi todo el mundo que se trata de clases sobre historia ética y política), lo que enseña realmente es una versión propia de la cosmología de la Obra.

La SES dio un paso más en dirección a la síntesis espiritual alternativa cuando MacLaren y Roles conocieron al Maharishi Mahesh Yogi en el primer viaje de éste a Inglaterra en 1960. Impresionado por el Maharishi, Roles presidió al año siguiente un grupo de la Study Society que viajó a la India, donde se encontraron con el Shankaracharya, gurú y colega del Maharishi, seguidor del místico y maestro indio del siglo VIII Shankara. Este difundió la doctrina del Advaita Vedanta, que enseña que Dios es lo Absoluto y que los hombres son potencialmente uno con Dios, pero no lo saben. Como la manifestación de lo Absoluto en la materia oscurece esta verdad fundamental, la tarea de la humanidad es redescubrir lo Absoluto para conseguir así la unidad con él.

Roles quedó convencido inmediatamente de haber encontrado por fin en el Shankaracharya la fuente de la enseñanza de Gurdjieff y Ouspensky. De regreso a Londres habló con los miembros de la escuela: «Han terminado todas vuestras preocupaciones. Sólo tengo cuatro días de edad. Nací el pasado jueves»[414]. Junto con el Maharishi, Roles y MacLaren fundaron otra escuela para enseñar Meditación Trascendental. Parecía como si las tradiciones sufíes de Gurdjieff y las tradiciones hindúes que habían contribuido a dar forma a la teosofía estuvieran a punto de unirse en una gran síntesis; pero las relaciones entre los tres hombres se deterioraron pronto a causa de las disputas sobre el dinero que llegaba en grandes cantidades. Tampoco pudieron ponerse de acuerdo acerca de cómo sintetizar el método del Maharishi y la enseñanza Gurdjieff/Ouspensky patrocinada por el SES y la Study Society. Las disputas filosóficas ocuparon el centro de la lucha por el poder. A finales de la década de 1960, los tres hombres seguían caminos diferentes y cada uno presidía una organización completamente distinta.

La Study Society regresó gradualmente a sus orígenes oupenskyanos y continuó funcionando modestamente en West Kensington. La Escuela de la Meditación Trascendental, dirigida por el Maharishi, se hizo famosa internacionalmente y contó con muchos discípulos ricos y algunos entusiastas célebres, entre ellos (durante un breve tiempo) las estrellas del pop George Harrison, Bob Dylan y John Lennon. Al parecer, muchos de los que se dedican a lo que se conoce como MT no se interesan por su aspecto religioso: simplemente van en busca de técnicas para desarrollar sus dotes de concentración y relajación. La escuela del Maharishi sigue prosperando en Mentmore, su sede majestuosa en el Buckinghamshire, y tiene sucursales en todo el mundo. Sus miembros son famosos sobre todo porque afirman que la meditación sostenida e intensa produce la capacidad de volar.

Después de sus discrepancias con el Maharishi y la Study Society, la SES siguió su propio camino y sí que logró una síntesis de la teología hindú y la práctica gurdjieffiana. Sobre esta base ha prosperado considerablemente durante las dos últimas décadas. Sus fondos son millonarios y cuenta con grandes propiedades en Inglaterra y otros países, adquiridas mediante donaciones, legados y usufructos. Las cuotas de los miembros ordinarios representan una parte pequeña de las finanzas de la organización, ya que se mantienen bajas para estimular el ingreso de asociados[415]. Se mantienen los vínculos con el Shankaracharya en el norte de la India, pero sus principales sedes están en el centro de Londres y en la mansión de MacLaren en el Oxfordshire. Tiene prósperas sucursales en EE.UU., Australia y varios países europeos, así como escuelas para niños y cursos intensivos de formación para adultos.

La Ciencia Económica posee ahora todas las características de un culto. Esto se hizo evidente en 1983, tras estallar el escándalo sobre la manera de llevar las escuelas para niños. Al principio, la mayoría de padres estaban impresionados por los niveles de orden y urbanidad, el énfasis en el trabajo duro y la obediencia y las matrículas comparativamente bajas. Las actitudes empezaron a cambiar cuando empezó a saberse que lo que habían tomado por unas escuelas normales e independientes, instruían a los niños en los dogmas de la Ciencia Económica según la regla de la Medida de MacLaren. Esto significa la interpretación de todas las asignaturas —incluida la física y la química— en términos de cosmología gurdjieffiana; la enseñanza, incluso a los más jóvenes, de filosofía india y sánscrito; un régimen excepcionalmente riguroso de asistencia, maneras de vestir y trabajos en casa, impuestos a menudo con castigos corporales, y la indoctrinación efectiva de cada niño en los principios de la SES.

El escándalo surgió tras la aparición en 1982 de una serie de artículos en el Evening Standard de Londres, de los que se hicieron eco otros periódicos, citando las quejas de los padres por los salvajes castigos y los extravagantes trabajos en casa que, al parecer, consistían mayoritariamente en aprender de memoria filosofía «oriental»[416]. También señalaban las comidas vegetarianas servidas a los alumnos, cuyos ingredientes respondían estrictamente a la norma hindú. Intervinieron en la disputa ofendidos clérigos anglicanos, que afirmaron que la SES era un inicuo culto hindú que conspiraba contra el cristianismo. El obispo de Woolwich la acusó de pecaminosa y corrupta. Aunque muchos padres eran agnósticos o judíos, algunos tomaron buena nota y sacaron a sus hijos. Otros permanecieron. Las escuelas, que cumplían las normas del Departamento de Educación y Ciencia, han sobrevivido gracias a las sustanciales donaciones de los miembros de la SES. Sus defensores sostienen que simplemente han vuelto a los antiguos valores de la disciplina y el trabajo duro. Sus oponentes acusan a la SES de combinar los lavados de cerebro, la crueldad y la obligatoriedad de estar conformes con ridiculeces sin sentido en lugar de los programas ordinarios de enseñanza.

En el centro de la disputa está la discusión de la Medida, el rasgo fundamental de toda la enseñanza de la SES, tanto para niños como para adultos. La Medida es una adaptación de la interpretación sistemática de Ouspensky de la doctrina de Gurdjieff y consiste en un conjunto complejo, rígido y exigente de reglas que gobiernan todos los aspectos de la vida de un miembro de la SES, desde la dieta y el gusto musical hasta la conducta sexual. Según MacLaren, estas reglas responden a las leyes naturales que gobiernan el universo: observándolas promovemos el bien cósmico. En la práctica son ferozmente represivas y, al mismo tiempo, conservadoras y excéntricas, haciendo hincapié en los papeles tradicionales de los sexos (imponiendo incluso el uso de faldas largas a las mujeres), la función básica del canto sánscrito en la educación y el rechazo de la cultura contemporánea in toto (sobre todo la televisión, el baile y lo «moderno», esto es, la literatura posterior a Shakespeare).

Del cumplimiento de las reglas se ocupan «tutores personales» a quienes los miembros han de informar y deben obediencia absoluta[417]. Los tutores, a su vez, están bajo los líderes de grupo, que tienen autoridad para exigir más o menos de sus subordinados. Los líderes de grupo son instruidos por los ayudantes de MacLaren. Como la Obra, la SES es obsesivamente jerárquica: los de mayor rango están sometidos absolutamente a MacLaren, quien supuestamente está sometido al magisterio del Shankaracharya. Y, al igual que Gurdjieff, MacLaren actúa alternativamente como maestro severo, poder misterioso, padre amantísimo, líder carismático y autócrata lejano.

La necesidad de la Medida se funda en la creencia de MacLaren en que los hombres están en la tierra para servir a lo Absoluto, aunque por lo general no están preparados para hacerlo. Lo Absoluto se manifiesta en todo el cosmos mediante las leyes naturales identificadas por la SES, pero con demasiada frecuencia queda oscurecido por la ignorancia y la indiferencia humanas, que son, por lo tanto, responsables del pecado que empantana nuestras vidas y la evolución de la creación. La función de la SES es iluminar la ignorancia y disipar la indiferencia. La observación de las reglas de la Medida clarifica el papel de las leyes naturales en el universo, favoreciendo así el bienestar de lo Absoluto que, a su vez, mantiene la vida de lo virtuoso. Quienes siguen la Medida tienen la esperanza de llegar a formar parte del Círculo Interno de la Humanidad, un grupo que evidentemente está tomado de la Hermandad Teosófica de Maestros. En él aparecen figuras conocidas del panteón teosofista, como Buda, Moisés, Jesús, Sócrates y Lao Tse y deidades menos conocidas, como MacLaren y Francis Roles.

Para tener acceso al Círculo Interno uno debe reconocer en primer lugar la decisiva distinción gurdjieffiana entre el yo esencial y la personalidad; en segundo lugar que el yo esencial refleja lo Absoluto, a menos que esto lo impida la personalidad; tercero, que el objetivo de la vida es la comunión directa entre el yo esencial y lo Absoluto, y cuarto, que el yo esencial debe cultivarse por lo tanto a expensas de la personalidad. MacLaren también coincide con Gurdjieff en que la mayor parte de la actividad humana —efectivamente, la mayor parte de la existencia que se manifiesta mediante la «personalidad»— es inútil: un mero «fertilizante para la Luna», como decía Gurdjieff. Si deseamos lograr un nivel más elevado sirviendo a lo Absoluto, debemos hacerlo mediante la meditación, la autoobservación y el sufrimiento intencional. Estas técnicas se enseñan en clases nocturnas, conferencias de fin de semana y escuelas de verano en casas de campo, donde el orden del día es el trabajo duro y ejercicios en grupo al estilo del Prieuré. En las escuelas de verano hay una estricta segregación de sexos, comida racionada y un largo día (se empieza a las cuatro treinta) cuidadosamente dividido en actividades supervisadas.

Tras todo esto es fácil ver los conocidos términos y valores cristianos. Lo Absoluto es Dios; el tutor personal, el director espiritual; el yo esencial, el alma; la personalidad, nuestra flaqueza humana; la meditación, la oración; el sufrimiento intencional, la mortificación de la carne, y MacLaren, el papa infalible. Las semejanzas con las formas más severas del cristianismo se hacen más nítidas en la moral cerrada de la escuela. Es la enseñanza de Gurdjieff despojada de su vitalidad y de su humor anárquico. La vida sometida a la regla de la Medida de MacLaren implica abstinencia sexual, confesión, penitencia pública, obediencia y conformismo social hasta un extremo que haría dudar al mismo Calvino. La observancia de la ortodoxia puede adoptar formas curiosas. Como MacLaren admira a Leonardo da Vinci y a Mozart, éstos son los artistas oficiales de la SES. Como le gusta el clarete, los miembros andan desesperados buscando las mejores cosechas. Destruir la personalidad en favor de la «esencia» puede parecer sospechosamente condicionante.

Los miembros que se apartan del camino están expuestos a la enorme presión de compañeros y tutores, que los llaman para que se expliquen y luego les imponen castigos. A una mujer se la obligó a lavar platos durante toda la noche… para calmar sus nervios[418]. Los alumnos son sumamente vulnerables a la presión de los propios compañeros porque el compromiso con la escuela tiende a aislarlos de sus relaciones con la familia y los amigos. En casos graves, se sabe que MacLaren ha mantenido con los rebeldes una charla privada, algo considerado más alarmante que el propio castigo. La SES no es un culto en el sentido de la Cienciología o la secta de la Luna, pues no retiene a nadie contra su voluntad, pero la oveja negra, una vez expulsada, queda totalmente rechazada, al estilo de Gurdjieff.

El orden y el ascetismo de la SES resultan sorprendentes dado el estilo de vida de MacLaren, que responde exactamente a lo que el hombre de la calle entiende por gurú occidental. Vive lujosamente, con un ejército de chóferes y secretarias pendientes de cada uno de sus deseos. Exige el respeto servil de todos los alumnos de la SES y, cuando recibe, da audiencia como un poderoso potentado. Fuma sin cesar y bebe el mejor clarete. Reside en sus mansiones de Oxfordshire y Hampstead, viste camisas de seda y trajes elegantes, aunque esto no oculta la figura de un anciano encorvado (nació en 1911), barrigón y con rasgos lupinos. Es, sin embargo, un orador dominante y persuasivo dotado de una bella voz.

Pero quizá el rasgo más peculiar de la SES sea su relación con el Partido Liberal británico. Leon MacLaren y su padre Andrew fueron laboristas hasta 1943, cuando Andrew, al ver que no había esperanzas de que su partido adoptara las ideas reformistas de Henry George, se salió de él. Su hijo lo imitó y ambos ingresaron en el Partido Liberal.

Otrora la mayor fuerza política de Gran Bretaña, el partido de Gladstone y Lloyd George sólo tenía entonces unos pocos parlamentarios. Y aunque MacLaren fracasó como candidato liberal en dos elecciones, hizo buenos amigos en el partido. A finales de la década de 1970, una docena de miembros de la SES eran conocidos liberales, entre ellos Roger Pincham, anterior presidente del partido.

Aquello, que significaba la infiltración en una organización política importante, fue inevitable que se convirtiera en noticia, sobre todo porque el Partido Liberal estuvo implicado en una serie de escándalos durante la década de 1980 que culminaron con el procesamiento de su líder, Jeremy Thorpe, acusado de conspiración para el asesinato. La prensa estaba interesada por cualquier indicio que apuntara a otro cadáver en el armario… y de la SES emanaba cierto tufillo. El señor Pincham tuvo que negar públicamente que hubiera nada siniestro en la relación Partido Liberal-SES y esto pareció serenar los ánimos. Cuando los periodistas entrevistaron al señor Pincham en presencia de Wyn Hugh-Jones, secretario general del Partido Liberal, el señor Hugh-Jones se mostró muy relajado. Su único momento de alarma vino cuando Pincham admitió ante los periodistas que él creía en la levitación[419].

La búsqueda de Rodney Collin de la fuente del magisterio de Ouspensky tomó otros derroteros. Infeliz en Inglaterra después de la muerte de su maestro, que afectó seriamente su equilibrio mental, decidió trasladarse a México[420]. Conocía algo del país por sus viajes a EE.UU. durante la guerra para visitar a Ouspensky, y le atraía especialmente por ser el país de residencia de Evans Wentz, un destacado estudioso occidental de la religión tibetana, y cuya obra erudita El libro de los muertos iba a pesar poderosamente en la formación del sincretismo espiritual de Collin.

Collin y su esposa Janet establecieron una comunidad religiosa en una hacienda de Tlalpam, en las afueras de Ciudad de México, comprada con el dinero de Janet. Al principio, la vida en Tlalpam fue una repetición de la de Lyne, pero pronto se convertiría en algo más espectacular y, paradójicamente, mucho más próximo a Gurdjieff que a Ouspensky, cuando Collin compró un terreno en las montañas y se puso a construir el Planetarium de Tetecala.

El Tetecala (palabra mexicana que significa «la piedra de la casa de Dios») tenía dos salas semisubterráneas, las Cámaras del Sol y de la Luna, unidas por un contenedor situado de tal forma que recibía de pleno los rayos del sol en el solsticio de verano. Había proyectados también más habitáculos en la superficie —una biblioteca, una sala de baile y una casa para alojar a la comunidad de Tlalpam— pero no se llegaron a construir. Como tampoco se construyó el edificio principal, que tenía que representar las leyes que gobiernan la armonía universal. Collin, que había interpretado la muerte de Ouspensky como una escena del Misterio Cósmico, se volvía cada vez más histriónico. El Planetarium le proporcionó un soberbio escenario para el comienzo de su propio drama.

El sol juega un importante papel en la cosmología de Gurdjieff, donde el «Muy Sagrado Sol Absoluto» es la morada de «Nuestro Infinito Padre Común», es decir, Dios, y, por lo tanto, es fuente de todo poder y energía creativa. Collin hizo de él el punto focal de su nueva religión. También dio nombre a la editorial y librería que fundó en México, Ediciones Sol. Estas instituciones se convirtieron pronto en el centro del esoterismo de toda Suramérica.

En un panfleto, cuyo mismo título, El Heraldo de la Armonía, recuerda el de Gurdjieff, El Heraldo del Bien venidero, Collin describe a Gurdjieff y Ouspensky en lenguaje blavatskiano como mensajeros enviados por la «Jerarquía» de la «Gran Escuela» para ejercer una influencia decisiva en la próxima época de la historia mundial. Como un personaje sacado de Borges (que se interesó por Collin), creía que la verdadera escuela esotérica crea un cosmos nuevo con el sol como maestro. El tono es milenarista y la doctrina se califica de «nuevo» cristianismo. La próxima época, según Collin, será la época de la armonía trascendental, en la cual las diferencias desaparecen —una ambición adecuada, aunque sin esperanzas, para un seguidor de la Obra—. El cambio de acento, de la discordia creativa a la armonía universal es síntoma de la rapidez con que Collin —aunque sin saberlo— se alejaba de Gurdjieff.

En 1954, Collin disolvió la comunidad de Tlalpam. Ya no servía a su propósito. Cada vez más preocupado con su papel místico, no tenía ya tiempo para discípulos y comunidades. En su lugar, se dedicó a la búsqueda de la escuela esotérica. Ese mismo año había publicado su obra principal, La teoría de la influencia celestial, que aplica el concepto de armonía trascendental al plan de la historia cósmica. Se dice que Collin, que dedicó el libro a Ouspensky, sintió su presencia ultramundana mientras lo escribía, pero si hay en él una voz espectral es con seguridad la del malicioso Leadbeater. Collin regurgita el antiguo batiburrillo teosófico de los ciclos planetarios, el surgimiento y ocaso de pueblos y civilizaciones, los eones cósmicos, las reencarnaciones y los signos astrológicos. El material apenas se sostiene por la obsesión del autor con la armonía y la teoría de Ouspensky de las escuelas esotéricas, reinterpretada por Collin en ciclos de 165 años del planeta Neptuno que gobierna sus reapariciones. Collin sacaba la consecuencia de que uno de esos ciclos estaba a punto de alcanzar su clímax, coincidiendo con el climaterio de su propia vida.

No fueron éstas las únicas cosas que recuerdan a Leadbeater en La teoría de la influencia celestial. Es evidente la influencia creciente del espiritismo. Esto se debe en gran medida a la relación de Collin con una médium mexicana que no sólo le «transmitió» las voces de Gurdjieff y Ouspensky, sino que simuló sus modos y apariencias, sin, por supuesto, haberlos conocido. Cuando los Collin visitaron Europa y el Medio Oriente, pasando por Irán, Siria y Turquía (donde se encontraron con J. G. Bennett, entregado allí a su propia misión ocultista), llevaron a la médium con ellos, y siguieron la orientación de sus voces espiritistas en su búsqueda de las escuelas esotéricas.

La mujer era una devota católica y la escuela esotérica a la que fueron llevados por las voces resultó ser la Iglesia Católica[421]. Collin no se paraba en barras. Una vez que supo que la iglesia era lo que había estado buscando tanto tiempo, volvió a México y empezó a prepararse para la santidad o el martirio: hizo peregrinaciones, mortificó la carne y, sin especificar cuál, predijo la inminencia de un gran acontecimiento. También tenía demasiado trabajo, porque, a pesar de la desilusión de muchos discípulos europeos por su conversión al catolicismo místico, era eso lo que se necesitaba para interesar a la audiencia suramericana, y surgieron nuevos grupos por todo el continente.

En mayo de 1956 Collin viajó a Lima para visitar a uno de estos grupos. Estando allí, hizo una peregrinación a Cuzco. Ya con la salud quebrantada, sufrió la falta de presión de la cabina del avión y dijo estar enfermo cuando aterrizó en Cuzco. A pesar de eso, se dirigió a la ciudad y aquella tarde se cruzó con Modesto, un muchacho cojo que mendigaba. Se encariñó con él y el chico debió de quedar sorprendido cuando Collin se ofreció a lavarlo. Luego Collin le dio zapatos y ropa, y dijo estúpidamente a la multitud de pobres que enseguida vino a rodear al rico extranjero que era deber de ellos cuidarse los unos a los otros. A cambio de la generosidad de Collin, Modesto le enseñó su casa, en lo alto del campanario de la catedral.

En esta época, Collin estaba claramente loco: aquella noche despertó a su esposa para decirle que había ofrecido su cuerpo a Dios a cambio del de Modesto, de modo que el muchacho pudiera sanar su pierna. Pero que lamentaba su ofrenda porque su obra aún no estaba acabada. ¿Cómo iba a retractarse de lo dicho a Dios? Su esposa le dijo que no se preocupara.

Al día siguiente fue a oír misa a la catedral y luego subió al campanario para decirle a Modesto que, en lugar de hacer un trato con Dios, había decidido pagarle una operación para curarle la pierna. La verdad de lo que ocurrió después depende del testimonio del confundido Modesto y de una anciana que estaba en la plaza, debajo de la torre. La anciana afirma que Collin simplemente perdió pie. Según Modesto, su protector estaba sentado en un reborde debajo del parapeto, se golpeó la cabeza con una viga y cayó desde el campanario a la plaza. Cuando Collin aterrizó, tenía los brazos extendidos como los de Cristo en la cruz, con una pierna doblada hacia delante, como la de Modesto. Había una sonrisa en su rostro.

Rodney Collin fue enterrado en Cuzco. En la plaza donde cayó hay una lápida que dice: AQUÍ DIO SU VIDA RODNEY COLLIN POR EL PROYECTO ARMONÍA[422]. Pero no hay acuerdo entre sus seguidores, y la ambigüedad de la frase «dio su vida» es típica. Si bien Collin había dedicado su tiempo de vida a trabajar por la armonía, no hay nada que pruebe que esta caída desde la torre no fuera más que un desgraciado accidente, y la armonía que intentaba proyectar el ideal ingenuo de un adolescente perplejo. Los grupos se desintegraron gradualmente, la médium espiritista que heredó su liderazgo puso su atención en la fundación de una orden religiosa de seglares y la Cámara de la Luna en Tetecala se transformó en capilla católica. Rodney Collin y todas sus obras encontraron refugio en el amplio regazo de la Santa Madre Iglesia.