CATORCE
EL FIN DEL SENDERO

El año 1931 también fue de cambio para Krishnamurti. Marcó la ruptura decisiva entre el pasado y el futuro al descubrir que ya casi no podía recordar su infancia y juventud y, sobre todo, su iniciación en la Sociedad Teosófica. Sus amigos íntimos, a quienes confió el descubrimiento, creyeron que se trataba de un olvido selectivo y en ocasiones lo sorprendieron refiriéndose a personas y acontecimientos de los años que decía haber olvidado. Fuera fingida o genuina, cabían pocas dudas de lo que significaba aquella amnesia: Krishnamurti cambiaba su reticente tolerancia hacia la teosofía por un abierto rechazo. Fue éste un proceso doloroso, y no sólo para sus antiguos amigos. Desde sus catorce años, el papel y el carácter de Krishna habían sido moldeados por la Sociedad y sus dirigentes y, consecuentemente, su sentido de identidad estaba estrechamente ligado a su relación con la teosofía. La crisis de una significaba necesariamente la crisis de la otra.

Olvidar el pasado fue una manera de eludir los problemas de Krishnamurti. Pero alejarse de ellos creaba otros. Desde su primera visita a California en 1923, Ojai fue cada vez más su hogar, en cuanto esto era posible en un hombre en constante movimiento y que pasaba largas temporadas en Europa y la India. En 1931, Ojai se convirtió en su base permanente y lo siguió siendo durante casi treinta años. Desde ese momento, el Atlántico y el Pacífico lo separarían de sus antiguos protectores. Con Leadbeater en Australia y Annie Besant cada vez más delicada de salud en Adyar o en Londres, el Maestro del Mundo pudo llevar una vida propia en Norteamérica.

No hubiera encontrado un lugar mejor. El clima iba bien para la tuberculosis de Nitya y el paisaje le recordaba al de la India. El vacío cultural de California propiciaba también entera libertad para tomar cualquier dirección o no tomar ninguna: su mente podía estar tan vacía como el desierto; Y la soledad de las montañas le ayudaba a escapar de las antiguallas cada vez más extravagantes de la teosofía europea.

Los problemas entre Krishna y sus protectores se venían gestando desde hacía tiempo. Su desencanto se produjo tras la Primera Guerra Mundial, con los escándalos desagradables de Leadbeater y los disparates de la Iglesia Católica Liberal que, aunque ofendieron su puritanismo, sólo rozaban el problema real. Lo que le preocupaba con mayor urgencia era su propia situación. Porque, aunque Krishnamurti cada vez estaba más dispuesto a abandonar las prácticas teosóficas y a cuestionar su doctrina, todavía aceptaba tácitamente la idea de su vocación como un maestro del mundo, o quizá como el Maestro del Mundo. Esta vocación, sin embargo, la habían definido Leadbeater y Besant en términos específicamente teosóficos. En opinión de ellos, el papel del Maestro del Mundo consistía simplemente en extender el conocimiento de la teosofía por el cosmos. Al rechazar semejante papel, Krishnamurti tenía que encontrar otro, distante de la teosofía, pero sin renunciar a sus propias credenciales.

El primer paso en este proceso fue su rebelión contra el ceremonial y triunfalismo crecientes de la Sociedad. A principios’ de la década de 1920 mostró su disgusto por los rituales de la Iglesia Católica Liberal, los comasones y la proliferación de organizaciones filiales de la Sociedad, pero la crisis no se produjo hasta 1925, después de una disputa absurda con George Arundale. Éste, de carácter fuerte y ambicioso (llegaría a ser presidente de la Sociedad), ya había alcanzado un alto puesto en la jerarquía, a pesar de haber roto la regla tácita que dice que los líderes de la teosofía han de observar el celibato[282]. Sucedió de forma espectacular, al casarse con una muchacha india, Rukmini Shastri, violando simultáneamente la casta hindú, la regla teosofista y los prejuicios raciales británicos. A pesar de esto, Arundale ya era obispo de la ICL y vivía permanentemente en Adyar. Con el fin de consolidar su autoridad, aprendió a cultivar sus poderes psíquicos y «comunicaba» mensajes de la Hermandad de Maestros a cada momento.

Durante una visita a Huizen en julio de 1925, Arundale transmitió un buen número de mensajes fraternales, que iban desde el anuncio de que el Señor había elegido a doce apóstoles para que trabajaran con Él, hasta la orden de que los sacerdotes católicos liberales debían usar ropa interior de seda por razones psíquicas (La estratagema de la ropa interior fracasó cuando la señorita Dodge se opuso y se negó a pagar la factura de las camisetas y calzoncillos clericales). También entabló una comunicación íntima con el Maestro Conde en Hungría, descubriendo por este medio que su nuevo aliado Wedgwood —y no Jinarajadasa, como había dicho Leadbeater— sería el próximo Mahachohan o Señor de los Cinco Rayos. En esta ocasión, Krishna y otros fueron confirmados en su cuarta iniciación, en route para la etapa final hacia la divinidad, y a Annie, Wedgwood y los Arundale se les prohibía que comieran huevos[283].

A sus setenta y ochos años, la siempre sugestionable Annie Besant estaba firmemente bajo la influencia de Arundale y, en la inauguración del campamento de Ommen en agosto de 1925, por sugerencia de él, proclamó no sólo los nombres de siete apóstoles nuevos (elegidos, por supuesto, entre la élite teosófica), sino también la fundación de una Religión Mundial con Nuevos Misterios (sin especificar) y una Universidad Mundial, descrita por Arundale como la reencarnación de la Universidad de Alejandría[284]. Nada se dijo de la localización, financiación, personal docente o habilitación de la universidad. Sin duda, los Maestros se ocuparían de los detalles prácticos y había suficiente cordón azul para los diplomas. Sin embargo, el presidente se refirió misteriosamente a los Señores de la Faz-Oscura, que volvían a sus viejos trucos y que, al parecer, querían impedir estos nuevos proyectos gloriosos e incluso la llegada del Maestro del Mundo.

La señora Besant marchó después a Hungría, de nuevo por orden de Arundale, en busca del castillo del Conde, acompañada por un grupo formado por George y Rukmini, Wedgwood y el amiguito polaco de Wedgwood. Arundale había sido instruido por el mismo conde para que localizara su castillo abriendo al azar una guía de ferrocarriles. Establecido de esta manera el destino del viaje, el grupo se puso en marcha. A lady Emily Lutyens y a la señorita Bright, una antigua amiga de Annie, se les dijo que esperaran instrucciones para reunirse con ellos, y en los días que siguieron la ilusión y nerviosismo no dejaron pegar ojo a las dos mujeres. Una semana más tarde, volvieron los viajeros, que no habían pasado de Innsbruck. Lady Emily nunca había visto a Annie tan agitada y ésta le dijo que las Fuerzas Oscuras los habían derrotado[285], pero también dijo a otro amigo (que había declinado ir con el grupo) que él había sido el único sensato de todos.

Leadbeater, naturalmente, estaba disgustado con estos curas turbulentos y con sus actos, la mayoría de los cuales había prohibido explícitamente en una ristra de airados telegramas enviados desde Australia, pero Wedgwood y Arundale estaban ahora fuera de su control. Y no fue el único en enfadarse. Cuando anunciaron los apóstoles y su propia cuarta iniciación, Krishnamurti ya estaba dispuesto a rebelarse contra lo que para él eran mentiras interesadas y cínicas. Se le pidió que confirmara las iniciaciones de Huizen desde Ojai, donde estaba en aquel momento, y se negó en redondo. Ocupado como estaba con la salud de Nitya, no tenía tiempo para tales sutilezas[286].

El problema para Krishna era cómo decírselo a Annie, a quien seguía amando tiernamente. No se atrevía a disgustarla. Quizá se daba cuenta también de la presión a que estaba sometida por sus consejeros. Sediento de poder, Arundale había dicho a Annie que era deseo del Maestro que ella renunciara a la presidencia de la Sociedad en favor de él. Al mismo tiempo, Wedgwood, consciente de la oposición de Krishna a estos planes, le susurraba a Annie que ni siquiera el Maestro del Mundo era inmune a las influencias malignas de las Fuerzas Oscuras.

Krishna permaneció impasible ante esta campaña en su contra, aunque, cuando llegó a Inglaterra en compañía de Raja y Rosalind Wilhiams en octubre de 1925, vio que había dolido a lady Emily. También estaba enfadada por su rechazo de los apóstoles y las iniciaciones, en todo lo cual creía ella fervientemente, y dudaba si era prudente dar tan malas noticias a la señora Besant. A pesar de su ira, Krishnamurti no se atrevió a hablar con Annie cara a cara. Según un informe, persuadió a un funcionario de la nueva Universidad Mundial para que le diera la noticia mientras esperaba en un coche fuera de la casa de la señora Besant, método duramente censurado por críticos posteriores que lo aprovecharon para presentar a Krishnamurti como deshonesto, débil y evasivo. Al oír que Krishna no aceptaba los sedicentes apóstoles ni las iniciaciones, es probable que Arundale sacara la lógica conclusión: que su protegido también rechazaba toda la panoplia de los Hermanos, sus mensajes psíquicos y, por lo tanto, la misma jerarquía teosófica: toda la estructura de creencias sobre la cual había construido su vida. Era digerir demasiado, y lady Emily dijo después a Krishna que no creía que la señora Besant hubiera entendido realmente la mala noticia[287]. Pero otros observaron que Annie se puso enferma después de la visita y, a partir de aquel momento, entró en un perceptible y rápido declive.

Krisna no tuvo tantos reparos en exponer su opinión a Wedgwood y Arundale, y éstos, a su vez, le insinuaron que estaba arruinando sus posibilidades dentro de la Sociedad, insinuación que lo ofendió aún más y confirmó sus sospechas. Siguió siendo circunspecto con Annie, y cuando la vio le sugirió que Arundale era bienintencionado aunque estaba errado. Como ella persistía en referirse a los apóstoles en las reuniones públicas, Krishna decidió por último que debía hablar con ella personalmente, pero Annie pareció confundida e incapaz de entender lo que él le decía. Emily Lutyens llegó a preguntarse si estaba hipnotizada por Arundale. Era el tipo de explicación que los teosofistas solían dar en el ambiente febril de la época, pero a otros, más mundanos, les pareció que Annie solamente era víctima de los achaques de la edad. Aunque continuaba viajando y hablando en público, ya no era la misma. Incluso sus dotes para mantener las cosas bien unidas dentro de la Sociedad empezaron a flaquear. A finales de 1925, toda la sección checa se separó, harta de las disputas de los líderes, los disparates de la ICL y la inmoralidad comprobada de destacados teosofistas, las mismas razones por las que se separaron los alemanes doce años antes. Con la división de los australianos, el alejamiento de los norteamericanos y toda la Sociedad en constante sobresalto con la conducta de Wedgwood, Arundale y Leadbeater, la tarea de gobierno era cada vez más difícil y Annie ya no poseía la energía para arreglar o esconder los conflictos.

A pesar de todo y por extraño que parezca, el número de miembros continuó creciendo. Paradójicamente, se debía en parte a la publicidad de los escándalos desagradables, pero sobre todo a la popularidad de su movimiento juvenil, a la Orden de la Estrella de Oriente (cuyos miembros no eran necesariamente teosofistas) y al creciente prestigio personal de Krishnamurti. En sus primeros días (como ahora) la Sociedad estaba en manos de los más viejos. Pero durante una breve y gloriosa época, desde 1919 hasta 1928, apareció entre los jóvenes como una especie de Liga Juvenil de las Naciones. Lo que atraía a la juventud no era el ceremonial teosófico y la farsa psíquica, sino sus ideales humanitarios, pacifistas e internacionalistas, encarnados en los campamentos de verano por la encantadora figura de Krishnamurti. Sus charlas tranquilas e improvisadas sobre la necesidad de paz y el dominio del egoísmo y el deseo, contrastaban sobremanera con la retórica formal y ruidosa de los líderes convencionales de la religión y la política. Sólo Krishnamurti parecía defender la libertad, la felicidad, la tolerancia mutua y la autorrealización.

Por eso resulta aún más paradójico que fuera ésta la década más difícil de su vida. Ningún año fue peor que 1925, cuando, mientras luchaba con su dolor y desilusión, rodeado de la misma gente que lo había llevado hasta allí, sufrió un golpe atroz. El 8 de noviembre de 1925 embarcó en un vapor con destino a Adyar acompañado de su séquito habitual: Annie, Emily Lutyens, los Arundale, Wedgwood y los Rajagopal. Sólo faltaba Nitya. Se pensó que estaba demasiado enfermo para salir de Ojai. La preocupación por el estado de su hermano no se disipó cuando Arundale, brutalmente, le transmitió el cínico mensaje de que si aceptaba las iniciaciones de Huizen, la vida de su hermano estaría a salvo. A pesar de un telegrama de Ojai que decía que Nitya tenía la gripe y pedía a sus amigos que rezaran por él, y del ominoso presagio de un violento temporal a la entrada del Canal de Suez, el grupo era optimista, pero el 14 de noviembre, poco después de que George comunicara a Krishna la promesa del Maestro, llegó al baro la noticia de la muerte de Nitya.

Krishnamurti quedó destrozado. Su hermano no sólo había sido su único vinculo con la niñez, sino también la única persona con quien había podido hablar con franqueza y confianza sobre la extraordinaria vida que le había tocado en suerte. Constantemente rodeado de admiradores, en especial mujeres, Krishna era, sin embargo, un solitario. La muerte de Nitya acentuó su soledad. Aunque tuvo otros consejeros y aunque no tardó en decir que Nitya, junto con el resto de su pasado, no era más que un recuerdo nebuloso, nunca más volvió a intimar con otra persona.

A pesar de la conmoción inicial, sus amigos observaron que se tomaba el golpe con calma. Y, a largo plazo, el desastre no destruyó la creencia de Krishna en su gran destino. El hecho de que la Hermandad de Maestros no hubiera cumplido su promesa de proteger a su hermano reafirmó su desconfianza en Arundale y la sospecha de que los Maestros no eran lo que afirmaba la teosofía; pero no debilitó su creencia en la realidad de los poderes espirituales y en su preferencia por elegirlo a él. Por el contrario, la muerte de Nitya pareció reforzar su confianza en su propio destino al cortar su último lazo con su época preteosófica, lo cual, a la vez, le permitía desligarse de la misma teosofía. El 28 de diciembre, a las pocas semanas del funeral de su hermano, hablando en la convención de Adyar, tuvo un indicio de lo que podía ser su destino. Al referirse al Señor Maitreya, pasó de pronto de la tercera a la primera persona y, en lugar de decir «él», dijo «yo». Todos los presentes se dieron cuenta instintivamente de que algo decisivo había ocurrido, que no era Krishna quien hablaba, sino el Señor Maitreya dentro de él[288].

O casi todos. Wedgwood y Arundale parece que sólo vieron un atractivo joven indio que hablaba con su habitual modo titubeante. Fueron la minoría. Incluso Leadbeater, que había llegado desde Sydney con su pompa episcopal y un séquito de setenta personas, ignoró intencionadamente a Wedgwood y Arundale en la convención, diciendo a Krishna: «Por lo menos tú eres un Arhat»[289]. Tenía toda la razón para estar furioso con sus antiguos amigos, que no sólo se habían divinizado oficialmente con cinco iniciaciones espurias, sino que se burlaban groseramente de su autoridad ocultista. Esto no impidió que acelerara su propia serie de ascensos e iniciaciones y ambas partes se acusaron mutuamente de cooperar con las Fuerzas Oscuras. En el pasado, Annie arreglaba las disputas de su rebaño, pero esta vez la rivalidad había llegado demasiado lejos, la pacificadora era demasiado débil y la convención se disolvió sin que se reconciliaran.

El mismo Krishnamurti estaba confuso con respecto a lo sucedido, pero su confusión ocultaba un cambio decisivo de postura, un cambio que no entendió hasta que no fue completo. Alguien distinto de «Krishna» había hablado mediante él en Adyar, de eso estaba seguro. Alguien que siguió hablando durante toda su vida. Él era, por lo tanto, una especie de vehículo. Pero no era el vehículo de las expectativas de Leadbeater: por consiguiente era un maestro, no por virtud de su función en la Sociedad Teosófica, sino por propio derecho. Con este cambio de acento, abandonaba su equipaje teosófico, conservaba su rango espiritual y permanecía por encima de las luchas partidistas de la Sociedad.

El conflicto empeoró al año siguiente, cuando se celebró la primera de varias reuniones anuales en el castillo Eerde para grupos de treinta y cinco invitados, miembros de la Sociedad, seguidas de los habituales campamentos de verano en Ommen. Krishna habló también cada mañana en el castillo a pequeños grupos elegidos de los treinta y cinco. No invitaba a Annie a estas reuniones, por miedo —decía él— de disgustarla; porque Krishna ya no hablaba de sus temas favoritos, el Sendero y el Apostolado, y apenas mencionaba a los Maestros, sino que instaba a que cada individuo buscara su propio camino sin recurrir a una autoridad más alta. Éste sería el tema central de su discurso durante el resto de su larga vida. Pero Annie, inevitablemente, se sintió herida y marginada, y sus consejeros, también inevitablemente, señalaron la conducta de Krishna como prueba de sus pretensiones, su traición a-los ideales de la Sociedad y su deslealtad personal.

El 27 de julio de 1926, el Señor Maitreya habló de nuevo por medio de Krishnamurti cuando éste se dirigía a la multitud en el campamento de Ommen. Esta vez, Wedgwood se dio por enterado y le dijo a Annie en privado que quien hablaba por medio de Krishnamurti no era el Señor Maitreya, sino el Mago Oscuro. Cuando Annie se lo confió a Krishna, éste quedó horrorizado y le contestó que si ella lo creía no volvería a hablar en público. Una vez más, la pobre mujer se vio atrapada entre dos partes enfrentadas y, aunque esta vez su lealtad hacia Krishna fue vacilante, siguió apoyándolo. No era cuestión de renunciar ahora a su enseñanza, cuando su encarnación como Maestro del Mundo estaba tan cerca.

Annie siempre terminaba por confiar en su muchacho y, aunque sólo fuera por eso, hay que admirarla. Sin embargo, hastiada de las luchas intestinas de la Sociedad y dudando de su propio papel, ahora que Krishna estaba preparado para asumir su misión (así lo creía ella), volvió a pensar en abandonar la presidencia. Leadbeater le aconsejó que no lo hiciera. No estaba dispuesto a ceder todo su poder al Maestro del Mundo ni admitía la posibilidad de que Arundale fuera elegido presidente. No era voluntad del Maestro —le dijo a Annie— que dejara ahora su pesada carga, y Annie se inclinó ante este mandato[290].

Krishnamurti, también, afirmaba que estaba cansado de la lucha y hablaba con lady Emily de convertirse en un sannyasi, un santón errante que renuncia al mundo para meditar en temas espirituales[291]. Al joven, tan nervioso, la idea de renunciar a todo le atraía tanto como a Wedgwood y a Arundale las pasiones mundanas. Pasaba su tiempo en Ojai, sobre todo en invierno, escribiendo poesía y dedicado a la contemplación. No había contenido alguno en su contemplación. Al contrario, dejaba su mente en blanco, un espacio vacío en el cual los poderes universales pudieran obrar su voluntad[292]. Krishnamurti pensaba cada vez más de él mismo no como individuo sino como un recipiente, uno cuya tarea en el mundo no fuera enseñar, sino ser un medio para los demás, un espejo donde se miraran para descubrir su propia verdad. Esto lo alejó aún más de la Sociedad: si ellos habían hecho de él lo que era, entonces no sería nada. Sólo le faltaba un paso para dejar de ser Vehículo Teosófico y convertirse en recipiente universal.

Los años siguientes de sufrimiento y soledad, y el caos institucional de la Sociedad Teosófica, iban a confirmar a Krishnamurti en su nuevo cometido. Apoyado por unos pocos íntimos, surgiría como brillante mariposa de la crisálida desmoronada de la teosofía, con una carrera pública que eclipsaría incluso las de Blavatsky y Besant. Hubo quienes vieron esta aparición como presagio y modelo de sus posteriores relaciones, de las que se decía que abandonaba tan pronto como dejaban de servirle para sus propósitos y su mayor gloria[293]. En los años que siguieron, muchos, entre ellos algunos de sus íntimos, terminaron por compartir con Arundale y Wedgwood, en espíritu si no en palabras, que Krishnamurti era un impostor, aunque las acusaciones más terribles sólo se publicaron después de su muerte.

Para gran dolor de Annie, el alejamiento de Krishna de la teosofía se hizo público en el campamento de Ommen de 1927. Aunque ella siempre había profetizado que el mensaje del Maestro del Mundo podía no ser del agrado de todos, ya no tenía la fortaleza para encarar este hecho. Había casi tres mil personas reunidas en el campamento, entre ellas George Lansbury, líder del Partido Laborista británico, cuando Krishnamurti, con palabras dramáticas, explicó su situación. El 12 de julio proclamó: «Soy el Maestro. He entrado en la llama, soy la llama, he reunido la fuente y el final»[294]. Días más tarde, explicó lo que significaban estas frases gnómicas con palabras que algunos encontraron aún más gnómicas: De niño, bajo la influencia de su madre, había tenido una visión de Sri Krishna. Después, guiado por Leadbeater, vio al Maestro Koot Hoomi. Luego, en su madurez, el Señor Maitreya y el Buda se le habían aparecido. Había descubierto que todas estas personas eran una sola y ahora estaba unido con ellas y con «el Amado», que es en sí mismo el sentido místico de la unión con la realidad. Continuó Krishna usando la imagen de la llama para expresar su estado. Dos años más tarde repitió en el mismo campamento que «Yo soy la llama plena que es la gloria de la vida…», una frase que intenta decir lo opuesto al egoísmo que aparentemente expresa. El acento no se pone aquí en el «yo» sino en la llama. El individuo conocido como «Krishnamurti» se ha desvanecido.

Aunque en el campamento hubo entusiasmo e incluso pasión delirante, no todo el mundo se sintió complacido. Algunos entendieron sus palabras como una pretensión ridícula de autoridad personal. Otros se molestaron pensando que se prescindía de la escalera de la teosofía una vez utilizada para elevar a Krishnamurti. La confortadora doctrina de los Maestros y de la teosofía en general se hacía irrelevante, porque, como Annie había anunciado meses antes en EE.UU. «el Maestro del Mundo está aquí»[295]. Desgraciadamente, su llegada no había sido en la forma esperada por ella. Como es lógico, Wedgwood y Arundale se opusieron a la amenaza que pendía sobre la organización y doctrina que habían hecho de ellos lo que eran, pero el dolor de Annie fue mucho más profundo. No era la nueva autoridad de Krishnamurti lo que temía, ni mucho menos, sino su insistencia en que los Maestros y el Sendero eran cosas del pasado.

Leabeater adoptó una opinión mucho más sutil, a pesar de la airada queja de Jinarajadasa por la conducta ingrata de Krishna[296]. Leadbeater no sólo aceptó las palabras de Krishna como prueba de que era realmente el Maestro del Mundo, sino que lo trató con una nueva reverencia. Prefirió explicar sus diferencias con Krishnamurti restando importancia al Maestro y haciendo la distinción entre el sendero místico, seguido por Krishna, y el sendero ocultista abierto a los Iniciados.

Quizá semejante casuística era excesiva para Annie Besant, que siempre había sido más fuerte en retórica que en lógica. Incapaz de tan sutiles distinciones, continuó amando a Krishna como individuo en privado y a reverenciarlo como un gran maestro espiritual en público. Reconocida la defección de Krishna y aceptando que cada individuo debe seguir su propio camino, procedió a inventar todavía más órdenes y organizaciones. Así, el mismo año en que cerraba la Sección Esotérica en todo el mundo, basándose en que no había necesidad de ella ahora que el Maestro del Mundo estaba aquí para cumplir su misión, la mujer que una vez se había opuesto tajantemente al sacerdocio, reformó la Orden de la Estrella para acomodarla a las nuevas necesidades del Maestro del Mundo, y en un sermón pronunciado en el templo católico liberal de Adyar, anunció la fundación del Día de la Madre del Mundo y la organización y revista de la Madre del Mundo.

La Madre del Mundo era ya el colmo del absurdo teosófico. Viéndolo así, los periódicos pronosticaron el inminente nacimiento de un Padre del Mundo, un Bebé del Mundo y una Tía Abuela del Mundo. Annie y George destinaron el papel de Madre del Mundo a Rukmini Arundale, de quien se decía que era la representante de la Madre en la Tierra, probablemente porque, a pesar de sus iniciaciones y honores, todavía no ocupaba un puesto suficientemente importante en la Sociedad. Consciente del ridículo que había provocado, Rukmini abandonó pronto y en silencio la aventura, y más tarde explicaría a uno de los biógrafos de Annie Besant que todo el asunto había sido un malentendido[297]. Lady Emily sí se lo tomó en serio, lo cual es curioso si se tiene en cuenta que luego admitió que había descuidado a sus seis hijos, pero quizá la anomalía dé la medida de cómo la teosofía había absorbido por completo su vida. Esta vez fue con el Templo de la Rosacruz, el de siempre, pero mejorado: como ella era madre, podía tomar parte. Escribió un libro titulado La llamada de la Madre y quiso poner en marcha la liga de la maternidad. Se imaginó a sí misma como una madre abadesa al frente de una orden sagrada, con la ventaja adicional de «llevar una especie de hábito de monja que me sentara bien, de modo que no tuviera que preocuparme más por mis vestidos»[298]. No pudo ser. Después de un número de la revista Madre del Mundo con unos pocos artículos de Annie y Leadbeater, se olvidó todo el asunto.

En medio de su confusión, Annie todavía sabía sacar dinero. Dispuso giras de conferencias en EE.UU. para Krishnamurti y ella, cobrando hasta mil dólares por charla. También se deleitó recorriendo Europa en un pequeño aeroplano, dando charlas en cada escala[299]. A pesar de las luchas internas, el dinero seguía entrando en la Sociedad mediante donaciones, legados, suscripciones, venta de publicaciones e inversiones prudentes. Tanto Annie como Krishna atraían a admiradores ricos dispuestos a gastar su dinero en los gastos diarios o en proyectos ambiciosos, como escuelas. En 1927, la Sociedad poseía doscientas hectáreas en Ojai; casas en Wimbledon; escuelas, colegios y otros terrenos en Inglaterra, EE.UU. y la India, además de la creciente propiedad de Adyar. El mismo Krishnamurti ganaba mucho dinero. Aunque afirmaba que había rechazado una oferta de 5.000 dólares para representar el papel de Buda en una película muda (oferta que le hizo presumir al final de su vida que hubiera podido ser una estrella del cine), sus escritos empezaban a producirle grandes beneficios, tantos, que se decidió que había que tomar las medidas financieras adecuadas para encauzar el flujo de dinero. Se trataba también del futuro de Krishnamurti. Aunque disponía de la renta anual de 500 libras de la señorita Dodge, que cubría sus necesidades personales, no era suficiente para pagar sus viajes por todo el mundo o la inversión necesaria para publicar sus charlas y poesías.

El problema lo resolvió Rajagopal, su antiguo rival y ahora íntimo amigo, además de consejero y administrador después de la muerte de Nitya. Hombre de talento, graduado con brillantez en Cambridge, se hizo cargo gradualmente de la Orden de la Estrella de Oriente y de los diversos negocios y empresas editoriales que surgieron de las charlas que daba el Maestro del Mundo. También organizaba los itinerarios personales de Krishna: planificaba sus viajes, reservaba billetes y hoteles, contrataba las charlas y pagaba las cuentas.

Se creó una fundación bajo el nombre de Krishnamurti Writings Incorporated, o KWINC, con Raja y Krishna en el consejo directivo, más otros tres miembros designados por ellos. KWINC se registró como organización caritativa y absorbió cada vez más el tiempo de Rajagopal en los años que siguieron, a medida que la modesta organización se convertía en un asunto multimillonario[300]. Con el tiempo se convirtió en presidente del Consejo de Administración y Krishnamurti dimitió como consejero para dedicarse a su magisterio, circunstancias que tendrían serias consecuencias para ambos muchos años después. Los acuerdos financieros de Krishnamurti eran variados y complicados, pero básicamente no poseía nada suyo, como le gustaba decir, salvo un reloj Pathek Philippe que le había regalado un admirador. Ni que decir tiene que todo lo tenía pagado por la fundación o por protectores generosos, muchos de los cuales le siguieron dando hospitalidad en todo el mundo durante el resto de su vida. A Krishnamurti nunca le faltó nada de lo que quiso, desde habitaciones de hotel a lujosos automóviles.

El mundo emotivo en el que vivió Krishnamurti fue igualmente complicado. Hasta cierto punto, Raja ocupó el lugar de su hermano muerto, y no sólo con respecto a Krishna. Rosalind Williams, como Mary Lutyens, había estado enamorada de Nitya. Al morir éste, se acercó a Rajagopal. A los dos años, Raja, Rosalind y Krishna vivían juntos en Ojai. Con la ayuda de Annie Besant, Rosalind y Raja se casaron en Londres en 1927. Su hija Radha nació en 1930. Krishna vivió con los tres en famille en Arya Vihara, la destartalada casa rural con sus veinte hectáreas de terreno que la señora Besant comprara en Ojai en 1923. Krishna actuó allí como un segundo padre de Radha durante las frecuentes ausencias de Raja a causa de los negocios, hasta tal punto que la niña creía que todo el mundo tenía un segundo padre en casa como Krinsh, que es como ella lo llamaba.

En las décadas de 1930 y 1940, Krishnamurti experimentaría con los Rajagopal los placeres de la vida doméstica y la amistad con personas de su edad que previamente se le había negado. La vida en Ojai giraba en torno a la granja y al jardín. Raja vivía en Hollywood durante la semana, dirigiendo las diversas empresas relacionadas con la Fundación Krishnamurti, mientras Krishna se ocupaba de los animales cada vez más abundantes, o jugaba con Radha. Las lujosas vacaciones del pasado dieron paso a una vida más espartana aunque todavía idílica.

Pero Krishnamurti también pudo seguir su trabajo en Ojai. La soledad del valle favorecía la meditación y la escritura, al tiempo que su proximidad a Los Ángeles le permitía alguna vida social. También era el lugar ideal para campamentos de verano al estilo de Ommen. El pequeño terreno comprado por Besant se había ido agrandando y la Sociedad ya poseía una propiedad de tamaño medio en el valle, y allí celebró la Orden de la Estrella su reunión anual en 1928. Los campamentos de Ojai se abrieron al público en 1930. Su importancia aumentó en 1931, año en que el castillo Eerde fue devuelto al barón Van Pallandt, que se había casado y tenía un heredero. Aunque los campamentos continuaron en Ommen hasta 1939, Ojai era ahora el foco de atención de Krishnamurti.

Fueron muy oportunos los arreglos financieros que se habían hecho, porque la ruptura entre Krishna y la Sociedad era inminente. En 1928 hubo una reunión tumultuosa en Ommen, en la cual Krishna amenazó con disolver la Orden de la Estrella si sus dirigentes insistían en tener el monopolio de la verdad. A pesar de eso y de las crecientes disputas en el seno de la Sociedad, Anule aceptó en público la doctrina de Krishna sobre la diversidad de la verdad, aunque, irónicamente, el texto de la Bhagavadgita que eligió para cerrar su discurso («La humanidad viene a mí por muchos caminos») señala expresamente la metáfora teosofista del Sendero, que Krishna negaría al año siguiente.

La ruptura definitiva ocurrió el 2 de agosto de 1929. En el campamento de Ommen de aquel año, en una charla ante tres mil personas que, además, se transmitió por radio, Krishnamurti anunció su creencia en que «la verdad es una tierra sin senderos» y rechazó el estudio del ocultismo y la autoridad y el ceremonial religiosos como métodos del crecimiento espiritual[301]. Como sabía que muchos de sus seguidores se sentirían decepcionados, los instó a enfrentarse con la necesidad absoluta de libertad. En el futuro —dijo— no aceptaría discípulos ni seguidores y les pidió que no se unieran a ninguna secta o iglesia. La creencia debe ser un asunto individual: las organizaciones la matan. Todo lo que él deseaba hacer era liberarse y liberar a los demás de todo vínculo, fuera mental o emotivo, político o religioso. Luego disolvió formalmente la Orden de la Estrella de Oriente. Era, literalmente, el final del Sendero.

No fue una medida improvisada. Los cambios administrativos que se necesitaban ya estaban en marcha, aunque Krishna se cuidó en su discurso de despedida de dejar en claro que no había ningún motivo económico en su cambio de actitud. Pero fue un tremendo golpe para un público compuesto principalmente de teosofistas, aun cuando llevaban ya algunos años escuchando el mensaje de Krishna. Los teosofistas estaban mal preparados para vivir en libertad. Habían entrado en la Sociedad buscando la guía de los Maestros y de Krishnamurti, su representante en la Tierra. Cuando se les dijo que los Maestros no tenían existencia real se sintieron traicionados y abandonados. Incluso aquellos, como lady Emily y la señora Besant, que respetaban la decisión de Krishna de abandonar la teosofía, no podían entender su manera de hacerlo, y el sentimiento general quedó resumido en el lacónico comentario de Leadbeater: «La Venida ha sido un error»[302].

La amargura inevitable se desbordó en las discusiones por el dinero. La altiva afirmación de Krishna de que no poseía nada se volvió contra él cuando George Arundale le señaló que casi todos los activos de los cuales dependía Krishnamurti eran legalmente propiedad de la Sociedad. Raja respondió mostrando el poder de los consejeros para decidir quién debía ser el beneficiario de sus fondos. Cuando la Orden de la Estrella se disolvió, Raja ya había transferido sus activos a la Star Publishing Trust que él mismo controlaba.

La ruptura de los lazos de Krishnamurti con la Sociedad Teosófica se formalizó en 1930, cuando salió de todas sus organizaciones. En 1931, el Maestro del Mundo estaba muerto y enterrado y Krishnamurti estaba preparado para empezar su nueva vida como gurú independiente. Por extraño que parezca, Raja continuó siendo miembro de la Sociedad y mantuvo buenas relaciones con Adyar, pero la sonada defección de Krishnamurti hizo que el número de miembros cayera espectacularmente. Los miembros antiguos se marcharon disgustados o desconcertados y fueron pocos los nuevos ingresos.

La pobre Annie, ahora casi completamente senil, continuó aprobando las palabras y actos de Krishna sin entenderlos. Tanto mejor, porque lo que entendía no le gustaba. Continuaron viéndose ocasionalmente. Cuando Krishna visitó a su Amma por última vez, a principios de 1933, ella apenas lo reconoció. La señora Besant murió el 20 de septiembre de 1933. Leadbeater, también enfermo, la siguió el primero de marzo de 1934. Krishnamurti acudió al funeral del Obispo en Sydney, pero se negó a entrar en la capilla de la Iglesia Católica Liberal donde se oficiaba y permaneció fuera. Otros miembros antiguos fueron quedando por el camino. Lady De Warr murió en diciembre de 1930. La señorita Dodge, en 1935. Katherine Tingley murió el mismo año en un accidente de automóvil; sin ella, Point Loma empezó a desmoronarse.

Para algunos, el final fue también un principio. Hubert van Hook se liberó del yugo teosofista e inició una brillante carrera de abogado. George Arundale consiguió su ambición y sucedió a Annie como presidente de la Sociedad. Aunque recogió una triste y pobre herencia, por lo menos tuvo la satisfacción de expulsar a Krishnamurti de Adyar. Pero muchos de los que sobrevivieron al desastre continuaron viviendo en el limbo. La mejor época de la vida de Emily Lutyens estaba acabada y ella lo sabía. Aunque continuó queriendo a Krishna, nunca volvió a entenderlo ni supo encontrar algo que reemplazara a la Sociedad. La teosofía le había traído esperanza y felicidad, la sensación de que las cosas tenían un propósito y que ella servía a ese propósito. Aunque no puso seguir a Krishna, tampoco pudo seguir siendo teosofista. Aun valorando los ideales teosóficos, vio que la misma Sociedad los había destruido. Como despertando de un sueño, vio todo lo absurdo de la teosofía, y su miseria se acrecentó al darse cuenta de que había descuidado a su esposo e hijos para seguir una ilusión[303].

Tuvo que haber muchos como lady Emily, arrastrados a la deriva por un universo hostil. Quizá el mejor ejemplo sea el de Wedgwood. Sumido finalmente en la demencia por las tensiones y los excesos de su vida, duró hasta 1951 en Tekels Park, la elegante propiedad teosófica cercana a Camberley, donde erró en un mundo sombrío, acosado por los fantasmas del pasado y la sombra de los Maestros espectrales.