SEIS
SEGUNDA GENERACIÓN

Cualesquiera que fuesen las razones teosóficas para su cambio de rumbo, hubo fuerzas más poderosas que motivaron el alejamiento entre Annie Besant y Judge y la alianza de ella con Olcott. Advertida por Judge de no ir a la India, su primera visita en 1893 fue como una revelación: el principio de una relación amorosa que iba a consumir el resto de su larga vida. Aquí, por fin, en el sufrimiento del pueblo y en la grandiosidad de sus antiguas religiones, había causas dignas para sus aspiraciones. Annie, que nunca subestimó sus propios poderes, convencida de su capacidad para responder a los retos que la India le presentaba, se vio reforzada por el recibimiento que tuvo. A su llegada a Colombo a mediados de noviembre, fue saludada por Olcott y un impresionante número dé budistas y altos funcionarios británicos, y sus siguientes viajes por el subcontinente parecieron una gira real. Después de la 18 Convención Teosófica, que tuvo lugar en Madrás después de la Navidad, Olcott la llevó a visitar todas las logias indias, donde pronunció frecuentes discursos, convirtiendo la convención y el viaje en una gira de conferencias Besant, con auditorios de hasta seis mil personas, igual al número de afiliados a la Sección de EE.UU. Esta bienvenida delirante despertó en ella todo el celo misionero que en otras ocasiones había puesto en los detalles mundanos de la contraconcepción y la reforma de la escuela parroquial.

Irónicamente, su popularidad se basó en un malentendido que Annie compartía con la mayor parte de su público: no saber distinguir entre la religión hindú y el nacionalismo hindú. Predicando la liberación espiritual con las palabras de un credo nativo, la señora Besant les dio la impresión de que los incitaba a la rebelión política, y fue una impresión que ella no se molestó mucho en corregir. El gobierno imperial y la Sociedad se alarmaron. La teosofía había estado implicada oficiosamente en movimientos nacionalistas del subcontinente desde la llegada de los Fundadores, pero no había contado con figuras políticas de relieve. El trabajo de Olcott en Ceilán era periférico, y A. O. Hume, aunque íntimamente ligado a la formación del partido del Congreso, había abandonado la Sociedad antes de que el movimiento independentista se hubiera puesto en marcha. Pero como heredera elegida por Blavatsky y famosa agitadora política, Annie era un caso muy diferente.

La corte del virrey estaba al tanto de la ascendencia irlandesa de la señora Besant y de su pasado radical, con discursos favorables a la independencia irlandesa y, aún peor, a la reforma del Imperio Indio[107]. Lo último que el gobierno necesitaba en la atmósfera permanentemente volátil de la política india era una cruzada blanca favorable a la independencia. El nerviosismo estaba justificado. Los periódicos nacionalistas, conocedores de la política de Annie, impresionados por su historial como agitadora y halagados por su prohinduismo, saludaron a Besant como a una salvadora, invitándola a dirigir una campaña contra el gobierno colonial. Hubo ocasiones en que la prensa la trató como a una divinidad, un avatar de la diosa madre india.

La situación se complicó aún más porque, por radical que fuese, Annie también formaba parte de la élite dominante, aunque sólo fuera por su condición de inglesa de la clase media-alta en la India, y por su influencia política en viejos amigos que ahora eran figuras consagradas en el Partido Liberal Británico, como el vizconde Haldane, futuro ministro de Justicia. Estas conexiones políticas y sociales iban a crear serias dificultades al Virrey y a sus colaboradores y ella no dudó en explotarlas.

También Olcott estaba preocupado. Sin que tuviera que ver con las molestias que Annie causaba al gobierno, tenía que considerar la delicada cuestión de las relaciones interreligiosas. Por más que la teosofía se desentendiera en gran medida del islam y del cristianismo, profesaba una supuesta neutralidad religiosa. De hecho, el mismo Olcott encontró alivio a sus problemas con HPB y Judge en una campaña para promover un budismo ecuménico en todo Oriente. El coronel soñaba con unificar el budismo del norte y del sur en una doctrina común. Con este propósito, viajó hasta Japón, donde conoció al primer ministro y cenó en el Peers Club en 1889 y, de nuevo, en 1891. Pero, a pesar de sus propios prejuicios (y de una campaña personal para ayudar a los intocables, cuyo fin era alejar a los hindúes de las castas altas), fue inflexible en que la teosofía fuera un movimiento religioso y social y no un partido político, y advirtió a la señora Besant de ir con más cuidado.

Como era habitual en Annie, también hubo un hombre en este caso. Poco antes de hacer su primer viaje a la India, asistió, en representación de Olcott, al Parlamento Mundial de las Religiones, celebrado en Chicago en 1893. Viajó a América con uno de los otros delegados teosofistas, Gyanandra Nath Chakravarti, brahmán y profesor de matemáticas, que se alojó en Avenue Road cuando llegó de Adyar. Brillante orador, hindú ardiente y atractivo, Chakravarti cautivó a Annie tanto como Mohini a la señorita Leonard y a la señora Kingsford. La señora Besant comentó con sus amigos que por fin había encontrado a su propio gurú. Tan prendada quedó del profesor que proclamó que la hija de Chakravarti era la reencarnación de la recientemente fallecida Madame Blavatsky[108]. Su presencia en la India fue sin duda un factor clave en su decisión de ignorar el consejo de Judge y visitar el país. Sabedor de la susceptibilidad de Annie, Judge acusó a Chakravarti de hipnotizarla. En realidad, el hermoso brahmán era sólo el último de una larga serie en la que habían figurado Bradlaugh, Stead, Aveling, Shaw, Burrows y quizá también el propio Judge.

Enemistada con Judge por su cambio de lealtades y con Olcott por sus actividades políticas, Annie se encontró aislada. No residió en Adyar, sino en Benarés, donde compró una casa con el dinero de un amigo. Annie tenía la virtud de sacar dinero y atraer a ricos benefactores, lo cual resultaría decisivo para que terminara dominando la Sociedad. Pasaba los inviernos en Benarés y volvía a Inglaterra en primavera. En verano y otoño hacía extensas giras de proselitismo en el extranjero. Bajo su influencia, Benarés se convirtió en la sede de la Sección India, y Adyar permaneció como sede internacional. Mientras Olcott dirigía la Sociedad y trabajaba para el budismo, Annie construía la Sección Esotérica, de la cual era ahora sin disputa la Cabeza Visible. También empezó a estudiar sánscrito, y fundó en Benarés un centro docente, llamado significativamente Universidad Central Hindú, donde al programa nativo se le dio un giro teosofista occidental al incorporar las ciencias y los conocimientos prácticos. La universidad fue sufragada por los Maharajás de Cachemira y Benarés y por suscripciones populares, que aumentaron espectacularmente cuando el gobierno la acusó de alentar el nacionalismo hindú[109].

En la década que transcurrió entre su establecimiento en Benarés en 1896 y la muerte de Olcott en 1907, Annie Besant dividió su tiempo entre la teosofía, la reforma social y la política. Esto fue causa de continuos conflictos, especialmente con los miembros más antiguos de la Sociedad. Muchos teosofistas, furiosos antes porque se había apropiado de HPB, se indignaron cuando Annie se hizo con el control de la propiedad literaria de su amiga y publicó más volúmenes de La doctrina secreta en ediciones adulteradas a su gusto. Además, la mayoría de los miembros británicos de clase media eran convencidos imperialistas que no querían saber nada del nacionalismo hindú. La Hermandad del Hombre estaba muy bien, pero pensaban que no había razón para que fuera menos jerárquica que la Gran Hermandad Blanca en la que basaban su fe.

A medida que Olcott envejecía, cediendo tácitamente cada vez más poder a Annie, aumentaban las quejas. Las discusiones se centraron en el tema de la sucesión. ¿Quién tenía derecho a ser la heredera de Blavatsky? La señora Besant creía que tenía la respuesta a la pregunta, y para probarlo tenía el último testamento de HPB donde la nombraba Cabeza Visible de la Sección Esotérica. Pero había quienes tenían otra opinión. La consecuencia fue una serie de movimientos «Vuelta a Blavatsky» que se iniciaron en los años que precedieron a la muerte de Olcott y que contaban con el apoyo de antiguos discípulos de HPB, antes de que apareciera Besant, como Alice Cleather y su amigo William Kingsland, que prosiguieron durante toda su vida campañas contra Annie en Inglaterra[110]. Ambos argumentaban que la muerte relativamente temprana de Blavatsky había sido la ruina de la Sociedad Teosófica, que había sido presa del capricho de Besant por una causa tras otra (Y de un hombre tras otro).

No fueron ellos, sin embargo, sus enemigos más poderosos. En 1895, Alice Cleather abandonó a la señora Besant para apoyar a su último rival más efectivo, la americana Katherine Tingley, que había sucedido a Judge como dirigente de la Sección de EE.UU[111]. Tingley y Besant tenían la misma edad. Parecidas en muchos aspectos, formaban con Anna Kingsford un curioso trío. Tingley, nacida en 1847, rompió un temprano matrimonio para convertirse en actriz de un teatro ambulante, donde se aficionó a los trajes vistosos. Decepcionada por un segundo matrimonio en los años de 1880 con un inspector de ferrocarriles que no le dio hijos, adoptó a los de su primer esposo con su segunda mujer, pero este plan tampoco dio buenos resultados. Cuando otro huérfano que cuidaba huyó de su lado, Tingley se dedicó con mayor fruto a obras caritativas en prisiones y hospitales, y luego al espiritismo.

En 1888 celebró su tercer matrimonio, esta vez con Philo Tingley; pero el encuentro que cambiaría su vida no tuvo lugar hasta 1894, cuando conoció a William Quan Judge mientras se ocupaba de una cocina para obreros huelguistas en Nueva York. Se hizo teosofista casi de inmediato. Infeliz en su vida privada, Tingley encontró en la teosofía la respuesta a sus poderosas necesidades espirituales, maternales y filantrópicas. También reconoció con Judge que ambos se necesitaban mutuamente. Él le facilitó el respaldo institucional que ella necesitaba para sus ambiciosos planes y ella le dio su apoyo moral. Los diarios de Judge sugieren incluso que los poderes psíquicos de Tingley lo pusieron en contacto con HPB, un arma de enorme importancia en la guerra con Adyar.

Cuando se conocieron, el Vicepresidente ya tenía una salud precaria y le quedaban pocos años de vida. Cuando al año siguiente se escindió de Adyar, arrastrando a casi seis mil miembros tras él, Tingley era la colega en quien más confiaba y a la muerte de Judge en marzo de 1896, se hizo con el control inmediato de la Sociedad Americana. Tuvo una fuerte oposición, pero Tingley reclamó el derecho a la sucesión apostólica de HPB, aduciendo que, si bien nunca había conocido a Blavatsky, ésta había preguntado una vez en una carta a Judge si ya había aparecido su chela[112]. ¿Y quién podía ser ese chela —preguntaba Tingley— sino ella misma? También informó que el difunto Judge se comunicaba con ella desde el Otro Lado, y que su mensaje era uno muy simple: Todos sus antiguos seguidores debían obedecer a Tingley. Las palabras de Judge fueron llevadas a los fieles por August Neresheimer, un comerciante de diamantes de Nueva York que durante un tiempo fue prácticamente un esclavo de Tingley, creando un modelo que se repetiría muchas veces en los siguientes treinta años.

Tingley reforzó luego su posición preparando una audiencia con uno de los Maestros mientras hacía una visita de proselitismo a la India. Los otros miembros de su facción —sobre todo su principal rival, Ernest Hargrove— querían estar presentes en la audiencia, pero Tingley no tenía la menor intención de que nadie gozara de sus exclusivos privilegios. Una mañana, mientras estaban acampados cerca de Darjeeling, cuando Hargrove se despertó se encontró con que su líder había desaparecido. Se había ido a encontrarse en privado con Koot Hoomi, a quien describió más adelante en su libro Los Dioses esperan.

Junto con otros disgustados partidarios de Judge, Hargrove pronto dejó la sociedad de Tingley para formar la suya propia. No le importó mucho a la Madre Púrpura, como se la conocía ahora, que ya tenía puesta su férula maternal sobre sus otros seguidores. Entre éstos estaba Gottfried de Purucker, joven teosofista suizo-americano, que la sucedería treinta y cinco años después. Purucker, un muchacho suave, ascético y estudioso, treinta años más joven que Tingley, pronto se convirtió en su hijo adoptivo y en su mano derecha[113].

Durante la década siguiente, Tingley estableció su completo dominio sobre la Sección Americana, que había adoptado el nuevo nombre de Hermandad Universal y Sociedad Teosófica, mediante la expulsión de sus rivales y el cierre de casi todas las logias, apropiándose de sus fondos para sus propios planes. También se lanzó a una cruzada mundial para fortalecer la Hermandad Universal en el extranjero. A pesar de emplear las técnicas agresivas americanas de venta, la cruzada no tuvo éxito. De hecho, resultó contraproducente cuando Annie Besant empezó a tomarse la revancha en sus giras al extranjero. Annie era una oradora más efectiva y no tardó en llevar la batalla al terreno de Tingley en EE.UU., donde consiguió mil conversos para la causa de Adyar en su primera misión. La prensa americana, regocijada, informó de la «Batalla de los Teosofistas Justos»[114]. Tingley contraatacó con más misiones europeas, anotándose un pequeño éxito cuando consiguió comprar la antigua casa de Besant en Avenue Road, pero sus viajes al extranjero le reportaron pocas conversiones. Esto no le importó mucho, pues poco tenía que ver con el gran proyecto de Tingley, que era nada menos que la fundación de una nueva comunidad en el hogar americano.

Aunque Tingley compartía con Besant el compromiso de la reforma social, en su caso no significaba la mejora de las instituciones existentes, sino la búsqueda de una sociedad alternativa que sirviera para transformar la vida americana: una «ciudad blanca» cuyos ciudadanos inaugurarían una religión y un sistema político nuevos. En el siglo XIX, las comunidades alternativas eran un rasgo característico de la vida americana. Podía decirse, en efecto, que América era en sí misma la comunidad alternativa más ambiciosa de todas. Pero la utopía de Tingley, establecida en Point Loma, en la costa californiana, cerca de San Diego, era la más elaborada y más próxima a Hollywood que a Jerusalén.

Inaugurada solemnemente con un vasto congreso en abril de 1899, acompañado de ritos religiosos, conferencias, exposiciones, representaciones teatrales y la colocación de una primera piedra traída de Irlanda, la comunidad ocupó un magnífico promontorio sobre el Pacífico. Este lugar romántico pronto se cubrió de edificios igualmente románticos, y las cúpulas islámicas, los templos hindúes, las puertas egipcias y los teatros griegos salpicaron la ladera del promontorio siguiendo los dictados caprichosos de Tingley. La teoría era que la religión tenía que reflejarse en la arquitectura universal. El trabajo constructivo facilitó una actividad terapéutica a la creciente comunidad de residentes, cuyo bienestar cultural y estético tenía para Tingley la misma importancia que su desarrollo espiritual. El teatro wagneriano de Bayreuth era su modelo, y la Madre Púrpura tenía clara la noción wagneriana de una síntesis artística de la música, la poesía, el movimiento y las artes plásticas que abarcara toda la experiencia espiritual. El teatro como sacramento fue el centro de las actividades en Point Loma, con Katherine Tingley como directora, celebrante y protagonista estelar.

También satisfizo Tingley su antigua pasión por alimentar y dirigir a los jóvenes. Los niños estuvieron especialmente atendidos en Point Loma, con escuelas que reflejaron el interés de Tingley por los nuevos métodos educativos. Una vez más, su experiencia teatral fue de utilidad. El teatro, la música, el yoga y la danza figuraban en el programa de enseñanza, con el acento puesto en los conocimientos prácticos, la creatividad y la meditación. Hacia 1910, las escuelas de Point Loma atendían a más de trescientos alumnos, algunos niños difíciles y delincuentes ajenos a la comunidad. Pero nada era libre ni fácil en estas escuelas. Aunque no había castigo corporal, la disciplina era estricta y los niños tenían que trabajar y comer en silencio. Sin embargo, el sistema fue bien aceptado por padres e hijos. La ayuda médica a Cuba después de la guerra hispano-norteamericana de 1898 dio a Tingley la idea, de traerse algunos huérfanos cubanos a su escuela, y luego estableció instituciones similares —conocidas como escuelas Raja Yoga— en la misma Cuba, que fueron supervisadas por una inglesa partidaria de Judge, Nan Herbert, hija del destacado político inglés Auberon Herbert. Tingley fundó también hogares para niños pobres e incluso, más adelante, en 1919, una Universidad.

Uno de los centros de mayor prestigio fue la Escuela de la Antigüedad, donde se mezcló la más seria investigación arqueológica con la fantasía teosófica. Por lo menos, un estudioso que trabajaba en Point Loma, William Gates, fue un distinguido especialista de los jeroglíficos mayas que esperaba que la escuela le sirviera de base para sus investigaciones. Tingley lo apoyó, pero su interés en el asunto era de otra índole. Volviendo al original punto de partida de Blavatsky, había decidido que la egipcia era una civilización más antigua que la india y era un centro ocultista más importante, creencia que casaba bien con su determinación de minimizar la influencia de Adyar.

También adoptó ideas caprichosas sobre los primeros asentamientos americanos y las migraciones raciales. Las excavaciones mayas y de otros lugares de América probarían, según ella, que la civilización «americana» era la más antigua del mundo, y antigüedad en este caso se equiparaba a significado esotérico. Según una opinión teosófica, derivada de los escritos de Blavatsky sobre razas radicales, California podía convertirse en el centro de la civilización mundial (y en consecuencia de la evolución cósmica) y esto dio a la comunidad de Point Loma un sentido especial. Pero como todo lo demás en la utopía de Tingley, el riguroso trabajo de la Escuela de la Antigüedad empezó bien, pero terminó por esfumarse, quedando únicamente como centro de los elaborados rituales a los que Tingley era cada vez más aficionada.

La comparación con Adyar, también un extenso y hermoso recinto cercano al mar, es inevitable, y Tingley sale bien de ella. Sus escuelas florecieron durante algún tiempo, sus métodos educativos tuvieron alguna influencia fuera de Point Loma, y la comunidad que allí se educó fue sorprendentemente amplia, variada y dinámica mientras duró. Además de los edificios, había extensos jardines y abundantes cultivos frutales, regados por un notable sistema de irrigación ideado expresamente para el lugar. La comunidad se vio tan ligada a la fruticultura que introdujo nuevos métodos y variedades y estableció sus propios laboratorios agrícolas. Adyar no podía compararse con nada de esto, ni con el ambicioso programa industrial que incluía el tejido y teñido de telas, la fabricación de tejas y una imprenta privada.

Pero la apariencia no respondía a la realidad. La pasión de la Madre Púrpura por los grandiosos y novedosos proyectos superaba su capacidad para financiarlos; casi todas las actividades que impulsó consumían más dinero del que producían; y sus planes solían durar tan sólo mientras alguien los pagaba. A pesar de todos los esfuerzos e inversiones en agricultura, la comunidad no era autosuficiente en alimentos e incluso la explotación de frutas no era rentable, agravado el caso por el enorme gasto que suponía el riego de los bellos pero inútiles jardines. El cierre de casi todas las logias de la Sociedad de Tingley trajo ganancias a corto plazo, pero fue un desastre a la larga porque acabó con la principal fuente de ingresos, lo cual la obligó a depender de la generosidad de los miembros ricos, como Neresheimer, cada vez más reacios a dar dinero.

La raíz del problema hay que buscarla en el carácter autoritario de Tingley. No admitió ninguna oposición dentro de la comunidad, imponiendo normas impopulares por puro capricho. Por ejemplo, aunque los niños recibían en Point Loma una educación excelente, era a condición de que vivieran separados de sus padres, bajo la directa supervisión de Tingley. Por otro lado, los habitantes de San Diego estaban cada vez más recelosos de la influencia de Point Loma en sus vidas ya que la influencia financiera de la comunidad era considerable. Cuando Olcott intentó alojarse en el hotel de San Diego en 1901, Tingley consiguió que el director anulara la reserva bajo amenaza de retirarle su favor. También se enfrentó con el clero por sus pretensiones espirituales y se peleó con los propietarios de los periódicos locales por el trato hostil que daban a Point Loma, actitud que aumentó el disgusto de los periodistas.

Pero lo peor es que tiranizaba a sus propios íntimos y los hacía responsables de las propias locuras. En los años siguientes, Tingley acostumbró a viajar al extranjero durante largas vacaciones, dejando que sus colegas se quedaran en casa para que resolvieran los problemas financieros e institucionales que ella había creado. Cuando regresaba, les obligaba a participar en frecuentes y complicados rituales cuyo único fin era, al parecer, la glorificación de la Madre Púrpura. Todos los residentes en Point Loma tenían que asistir a estas ceremonias vestidos con ridículos ropajes griegos. Todo el mundo, excepto, naturalmente, la propia Tingley, que ya se cuidaba de asistir ataviada a la última moda.

Hubo frecuentes rebeliones y numerosas deserciones. Un seguidor desilusionado resumía los sentimientos de muchos cuando se refería a

aquella caprichosa Corte Oriental suya en Point Loma… Lo aguanté algún tiempo. Llevaba largas togas y sombreros ridículos en su presencia y trataba de participar en las estúpidas ceremonias pensando que tenían algún sentido. Pero pronto aprendí que tendríamos que arrastrarnos a cuatro patas en presencia de la señora Tingley…[115]

Cuando estalló la Primera Guerra Mundial, las cosas iban ya de capa caída. Habían cerrado las escuelas de Cuba, había fracasado el intento de fabricar seda en Point Loma, hubo que reducir los jardines por falta de recursos y la construcción se había paralizado casi por completo. La Madre Púrpura aún aguantó otros quince años, sostenida por la creencia en sí misma y quizá aún más por la feroz y «bella contienda» que mantenía con Annie Besant pero, a los pocos años de su muerte, la comunidad se vio obligada a cerrar. Era evidente que la energía y el impulso de Tingley habían construido Point Loma, pero esas mismas virtudes fueron también la causa de su destrucción.

Entre tanto, Annie Besant había encontrado un nuevo sostén. Su relación con Chakravarti estuvo minada por la incapacidad de Annie para compartir el acendrado nacionalismo del brahmán y por estar casado. Como Katherine Tingley, la señora Besant necesitaba un hombre que fuera esposo e hijo y ninguno de los dos; pero su personalidad era más sensible y vulnerable que la de la Madre Púrpura y, por consiguiente, sus necesidades eran más complejas. Tingley, si no dominaba a los hombres los rechazaba. Besant necesitaba colaborar con su compañero: someterse a él en algunos aspectos mientras conservaba la iniciativa en otros. Le gustaba sobre todo controlar los acontecimientos mientras la otra persona le facilitaba el marco ideológico que daba sentido a tales acontecimientos. La respuesta a sus plegarias la encontró en C. W. Leadbeater[116].

Según su propio relato, Charles Webster Leadbeater nació en / 1847, el mismo año que Annie Besant y Katherine Tingley[117]. Era de cuna aristocrática; su apellido procedía de la familia normanda Le Bátre. Tras una infancia acomodada, su padre, director de una empresa de ferrocarriles, lo llevó en 1859 a Suramérica junto con su hermano Gerald. Los muchachos pasaron allí una época extraordinaria: ayudaron a capturar a un cajero infiel en una locomotora de alta velocidad, descubrieron un tesoro inca y sufrieron ataques de los indios en el interior del Brasil.

Sobrevivieron a los ataques de los indios, pero fueron capturados por unos rebeldes que exigían que se unieran a su bando. El señor Leadbeater rechazó la propuesta aduciendo que un inglés no podía participar en tales asuntos y, cuando escapó a la jungla, los rebeldes mataron a Gerald y torturaron a Charles, quemándole los pies. A pesar de este trato cruel, el joven Charles supo resistir gracias al espíritu de su hermano que lo animó a no ceder a las exigencias de los rebeldes. Luego, su padre y un fiel criado negro lo rescataron. Los tres persiguieron a los rebeldes y derrotaron a su líder, el general Martínez, en un combate con espadas. Martínez fue ajusticiado por un pelotón de fusilamiento y los Leadbeater condecorados por un gobierno agradecido. De vuelta a Inglaterra, Charles estudió en Oxford (en otros relatos es Cambridge), y tuvo un encuentro con hombres-lobo en las Orkneys, antes de verse obligado a abandonar sus estudios al perder la familia su dinero en la bancarrota del banco Overend Gurney de 1866. Un tiempo después tomó las órdenes sagradas y fue destinado a una parroquia de Hampshire.

Sólo la última frase de este colorido relato es verídica, por más que los detalles se repitan en variado orden en las diferentes publicaciones oficiales de la Sociedad. Los hechos son menos exóticos. Leadbeater nació en una nueva urbanización obrera de Stockport en 1854 y era hijo de un empleado de ferrocarriles. La familia se trasladó a Londres, donde murió el padre en 1862, y el joven Charles creció y se educó con su madre en circunstancias muy difíciles. Después de una serie de trabajos humildes, logró ordenarse sacerdote en 1878 y obtuvo la plaza de coadjutor en Bramshott, gracias al párroco que era su tío político.

Los seguidores de Leadbeater disponen de muchas explicaciones para justificar las discrepancias de estas historias. Algunos las achacan a interferencias ocultas, mientras que otros sostienen que hubo dos Charles Leadbeater, cuyas vidas, por un extraño capricho borgesiano, se han entremezclado. La verdad es más simple. De igual manera que Blavatsky contaba cuentos y Besant desechaba viejos papeles para adoptar otros nuevos, Leadbeater decidió reinventarse a sí mismo con una imagen más atractiva. Incluso sus detractores (y fueron muchos) admiten su poder como narrador de cuentos. Podía mantener embelesada a una audiencia infantil hablando de fantasmas o contando aventuras, y este talento para la narrativa impregnó su vida.

Fue también su éxito con los muchachos lo que ocupó buena parte de su tiempo. En Bramshott, Leadbeater supo combinar sus principales intereses: ritualismo, espiritismo, elitismo y adolescentes. Ingresó en la Confraternidad del Santísimo Sacramento, una sociedad secreta devota de la Real Presencia[118] que estaba prohibida por la Iglesia Anglicana. Dirigió la escuela dominical del pueblo. Leyó extensamente literatura ocultista, y le impresionó sobre todo La doctrina secreta de Sinnett. Y se interesó especialmente por dos hermanos que se le aparecieron psíquicamente.

Todo este entusiasmo se acrecentó a la muerte de su madre en 1882. Al año siguiente, Sinnett lo introdujo en la Sociedad Teosófica. Como casi todos los primeros miembros, deseó ponerse en contacto con los Maestros. Primero lo intentó acudiendo a las sesiones del señor Eglinton, cuyo control o espíritu guía, Ernest, aceptó llevar sus mensajes. Leadbeater dejó una carta sellada dentro de varios sobres, y pocos días después le devolvieron los sobres con el sello intacto y ninguna carta dentro, sólo un mensaje que decía, con unas u otras palabras, que el Maestro Koot Hoomi tenía su carta y le respondería a su debido tiempo.

Como la respuesta prometida no llegaba, Leadbeater se atrevió a consultar directamente a HPB, la cual, sin tardanza, consiguió que los Maestros pusieran una carta en el correo de Kensington en la que decían al joven cura que no desesperase. Le decían, además, que había sido admitido como Iniciado y que, como favor especial, no tendría que seguir la prueba acostumbrada de los siete años. En lugar de eso, estaba autorizado a cumplir su período de aprendizaje acompañando a Blavatsky en su viaje a Adyar. Cuando Leadbeater fue a Londres para ofrecer personalmente sus servicios, HPB, agradecida, precipitó otra carta de Koot Hoomi en la que le ordenaba que embarcara inmediatamente para la India. Renunció a su puesto de cura, arregló sus asuntos y tomó un barco para Egipto. En El Cairo se reunió con Blavatsky y continuó el viaje con ella hasta Adyar.

Su aprendizaje resultó más difícil de lo que esperaba. Aunque Koot Hoomi fue lo suficientemente amable para transmitir otro mensaje en el que instruía a HPB que «dijera a Leadbeater que estoy satisfecho con su celo y devoción»[119], e incluso el Maestro Dwaj Khul se materializó delante de él mientras clasificaba papeles en el camarote de HPB, Blavatsky era una severa dueña, lo trataba más o menos como a un esclavo y lo sometía a las pruebas más desagradables. En una ocasión lo hizo desfilar a lo largo de toda la cubierta y delante de todos los pasajeros, abrazado a un orinal rebosante.

Como le había pasado a Olcott anteriormente, Leadbeater quedó seducido por Ceilán, donde causó sensación que fuera el primer sacerdote cristiano que se convertía al budismo. También visitó Birmania formando parte del séquito del coronel. Pero sus primeras semanas en Adyar las pasó comiendo trigo hervido y aprendiendo del Maestro KH a ser clarividente, y fue tan considerado que le enseñó la técnica en sólo cuarenta y dos días. Después de eso, los Maestros ya no se alejaron de Leadbeater y lo visitaban diariamente. Esto causó un ligero roce con HPB, que estaba resuelta a mantener sus derechos exclusivos a las comunicaciones magistrales.

Más adelante Leadbeater pintaría la vida en Adyar de color de rosa. Pero sus cartas cuentan una historia muy diferente[120]. Estaba abandonado y solo, ignorado o al servicio de los otros residentes, entre los que había unos pocos europeos que habían quedado después del escándalo de los Coulomb. Debió ser un alivio cuando lo enviaron a Ceilán en 1886. Permaneció allí tres años, viviendo en una pobreza abyecta, dirigiendo un semanario anticristiano llamado el Buddhist y sirviendo los intereses de Olcott de colonizar Ceilán para la teosofía.

Durante su estancia en Ceilán, Leadbeater conoció a un hermoso muchacho llamado Curupumullage Jinarajadasa, de quien se enamoró tanto que intentó arrancarlo de sus vigilantes padres llevándolo a nado hasta un barco surto en el puerto de Colombo. Los familiares pudieron retener al muchacho en el último momento, amenazando a Leadbeater con un revólver y una acción judicial; pero después de asegurarles que sólo le movían los intereses del muchacho y que quería llevarlo a Inglaterra para darle la mejor educación posible, la familia cedió y dejó que la pareja se marchara[121].

Vuelto a Inglaterra en 1889, Leadbeater se convirtió en tutor oficial del hijo de Sinnett y de otro muchacho teosófico, George Arundale, sobrino de Francesca Arundale, la antigua anfitriona de HPB. Enseñó a los dos, junto con Jinarajadasa, hasta que un escándalo puso fin a la situación. No se conocen bien las causas del escándalo. Unos dicen que Sinnett no podía pagar un tutor a su hijo, pero otros hablaron de inmoralidad. Fuera cual fuera la razón, el resultado fue que Leadbeater y su pupilo cingalés se retiraron a vivir en una discreta pobreza. El asunto también enfadó a HPB. Originalmente su protectora, hacía tiempo que miraba con escepticismo a un seguidor cuyas pretensiones de poderes psíquicos amenazaban su propia autoridad. Dado el sentido grosero del humor de Blavatsky y su afición por los juegos de palabras, parece más que probable que su actitud la resumiera entregándole un ejemplar de La voz del silencio, dedicado significativamente a W. C. Leadbeater.

En 1890, cuando conoció a Annie Besant, cambió su suerte. Cuesta definir la atracción que hubo entre ellos. Ciertamente no fue sexual. Como uno de sus críticos observó, sólo les unía la afición a los chicos y al pudín de tapioca. Para Leadbeater las mujeres eran tan repulsivas que le costaba trabajo darles la mano y sólo podía permanecer en una habitación con una mujer si ésta era Annie. A pesar de eso poseía un gran encanto físico, incluso magnetismo, para las mujeres. Hombre alto, corpulento, irradiando salud y confianza, sus ojos azules, barba cerrada y voz sonora contribuían a que diera la impresión de gran vitalidad. Un admirador dijo de él más tarde que caminaba como un gran león. Sólo sus dientes largos y puntiagudos, que recordaban los de un vampiro, estropeaban la sensación de vigoroso bienestar.

Su ilimitada autoconfianza influyó en parte en su ascendencia sobre Annie, que emocional e intelectualmente era más insegura de lo que aparentaba. Los factores decisivos fueron probablemente la sugestionabilidad de ella y los consecuentes efectos de los poderes psíquicos de él, que tanto molestaban a HPB. Aunque la señora Besant tenía difusas visiones de los maestros, no podían compararse con las versiones en tecnicolor de Leadbeater, que serían la materia prima de la literatura teosófica durante las siguientes cuatro décadas.

Pegado a las faldas de su nueva protectora, Leadbeater se convirtió en el protagonista de los escritos y conferencias de la Sociedad. La influencia de Annie no fue la única razón de su éxito. Tenía talento, era aplicado y tenaz en el trabajo y sabía amoldarse a las situaciones. Pero si alcanzó la cima de la Sociedad, a pesar de la serie de escándalos que habrían arruinado a otro, fue por el apoyo incondicional de Annie. Lo que Olcott había sido para Blavatsky, Maitland para Kingsford y Judge para Tingley, fue Leadbeater para Besant. Cada una de esas relaciones fue diferente, desde el compadrazgo entre Olcott y Blavatsky a la atracción erótica de Maitland por Kingsford, pero la electricidad producida por las variaciones de la combinación hombre/mujer, sometimiento/dominación, fue decisiva para su triunfo.

En 1895, Leadbeater y Jinarajadasa se fueron a vivir a la sede de la logia de Londres, en la casa de Annie Besant de la Avenue Road, y Leadbeater se convirtió en secretario adjunto de la Sección Europea. También empezó a escribir y a publicar de modo prolífico. Su primer libro, El plano astral, ya había aparecido el año anterior en circunstancias insólitas. Ordenó a Jinarajadasa, que era ahora su amanuense, que pusiera en limpio el texto del libro que había escrito en el dorso de unos viejos sobres, porque el Maestro Koot Hoomi le había pedido el manuscrito para depositarlo en los Archivos de la Gran Hermandad Blanca. Según KH, El plano astral era «un hito en la historia intelectual de la humanidad»[122]. Así que Jinarajadasa puso el manuscrito debajo de un montón de libros que había en el viejo costurero de la madre de Leadbeater, que hacía las veces de oficina postal astral. A la mañana siguiente, el fajo de papeles había desaparecido y el autor informó a su asombrado amanuense que los había entregado personalmente al Maestro mientras dormía.

La energía de Leadbeater era fenomenal. Continuó escribiendo y publicando e hizo viajes misioneros a América, Europa y Asia, de tal modo que Olcott lo distinguió varias veces con sus alabanzas en sus comunicados presidenciales a los congresos teosóficos. También encontró tiempo para los fines de semana psíquicos, retirándose a una casa rural con Annie, Jinarajadasa y Ji, el gato de Jinarajadasa. Annie reveló después que sus dotes psíquicas, hasta entonces limitadas, aumentaron notablemente de la noche a la mañana cuando conoció a Leadbeater, y aquellos fines de semana dieron su fruto en varios libros escritos conjuntamente bajo la guía espiritual.

Esos libros abarcan un extenso campo. Leadbeater y Besant reescribieron la geología y la historia del mundo, investigaron por medios ocultos los continentes de la Atlántida y Lemuria y las razas antiguas de la humanidad. Cuando expusieron la verdadera historia de la cristiandad, revelaron que Cristo era un Iniciado egipcio nacido el año 105 a.C. En Química ocultista se adentraron en los secretos del átomo y describieron la estructura de cada molécula. No fue un trabajo fácil. Aunque los autores hicieron varios descubrimientos químicos mientras estaban sentados en un banco de Finchley Road, como es frecuente en la investigación científica, no tenían los materiales apropiados a mano, y Leadbeater tuvo que hacer varias visitas astrales a las cajas de cristal de los museos donde se alojaban los metales y minerales más raros. Pero siguieron luchando juntos y Jinarajadasa ayudó en lo que pudo. De la contribución del gato no ha quedado nada registrado.

El descubrimiento psíquico más extraordinario y trascendental de Leadbeater tiene que ver con las vidas pasadas. HPB no hace mención de la reencarnación en isis desvelada, pero juega un papel determinante en La doctrina secreta, que era el principal punto de partida de su obra ocultista. En 1894, con la ayuda de los siempre agradecidos Maestros, se embarcó en la búsqueda trascendental de las historias pasadas de los miembros de la Sociedad. Empleó la psicometría, que es la técnica de adivinar las propiedades de una cosa mediante el mero contacto con ella. La cosa podía ser un objeto en posesión de una persona —un mechón de cabellos, por ejemplo— o algo obviamente menos tangible, como un sueño. Hay aquí un vínculo con el psicoanálisis, que trabaja con materiales parecidamente tenues y se fundamenta en terrenos igualmente dudosos. El equivalente teosófico de la psique es el Archivo Akashic (o imperecedero), una especie de biblioteca astral con todo lo que ha sucedido en la historia espiritual colectiva.

A este brebaje de psicología y espiritismo, Leadbeater le añadió acusados rasgos de esnobismo y orgullo familiar, calculados para atraer la conciencia de clase de los tardovictorianos. Porque los miembros de la Sociedad no sólo descubrieron que eran reencarnaciones de antiguas celebridades, sino que todos estaban emparentados mediante extravagantes combinaciones. Además, las reencarnaciones abarcaban todo el tiempo y el espacio, pues los espíritus iban de un planeta a otro e incluso de un cosmos a otro. El modelo de las reencarnaciones presenta una sorprendente regularidad. Leadbeater siguió la huella de dieciséis reencarnaciones de cada individuo. Cada vida tenía una media de cincuenta y cinco años y medio y estaba separada de la siguiente por 1.264 años. Daba la casualidad que, en cada caso, las tres primeras existencias y las últimas siete eran en forma masculina, y las intermedias, en formas femeninas. De esta manera podía deducirse que Leadbeater había sido la hija de Annie en Marte o su suegra en el antiguo Egipto.

Pero la gran pasión de Leadbeater quizá no fuera el pasado, sino el futuro, dada su dedicación a los jóvenes. En 1897 empezó a escribir artículos sobre la educación psíquica de los niños en la revista Lucifer y, en 1902, la Sociedad le encargó que estableciera la Logia Lotus y su Revista en todo el mundo al servicio del movimiento teosófico juvenil. También se interesó personalmente por algunos niños y en su entorno siempre había uno o dos muchachos pubescentes o prepubescentes, que los padres admirados le confiaban. Estos muchachos iban a ser la causa de su caída.

El 25 de enero de 1906, cuando Leadbeater estaba en la cima de su popularidad dentro de la Sociedad, la señora Helen Dennis, de Chicago, madre de Robin Dennis, uno de los chicos favoritos de Leadbeater, escribió a Annie Besant acusando a su confederado de enseñar secretamente a los muchachos a masturbarse, so pretexto de formarlos en el ocultismo, e insinuando que la masturbación era sólo el preludio de la lujuria homosexual[123]. Su carta contaba con la contrafirma de varios miembros jerárquicos de la ST de EE.UU. y sugería que Robin no era el único muchacho que sufría las atenciones de Leadbeater. Si se probaban las acusaciones, Leadbeater sería culpable de abuso de confianza, prácticas inmorales, corrupción, engaño y perversión de las enseñanzas de los Maestros, causa ésta que motivó la caída de Judge. Como dijo un muchacho: «Creo que lo peor de todo es que me hiciera creer que aquello era teosófico»[124].

Annie, al principio, rechazó las acusaciones, pero los enemigos internos de la Sociedad sospecharon que Leadbeater ejercía una siniestra y oculta influencia en la señora Besant. Recordaron la apasionada defensa que hizo ella en otro tiempo del control de natalidad, y se preguntaron si apoyaba conscientemente la masturbación como medio para limitar el crecimiento de la población. Ante la abundante evidencia en contra de Leadbeater, Annie le retiró su apoyo incondicional y aceptó que quizá hubiera dado algún consejo imprudente, pero se negó a condenarlo. Desafiada para que explicara cómo sus poderes ocultos no la habían advertido de las actividades de Leadbeater, hizo la desafortunada comparación con la ocasión en que HPB invitó a Oscar Wilde a ingresar en la Sociedad, antes de que las relaciones del escritor con muchachos fueran del dominio público. Si los poderes de Blavatsky no le habían servido entonces, preguntaba la señora Besant, ¿cómo iban a ser más efectivos los míos ahora?[125] Quienes la escuchaban ignoraron la pregunta retórica, pero tomaron nota del resultado del asunto Wilde.

Annie Besant se encontraba en una situación embarazosa. Durante años, de noche y en sus cuerpos astrales, ella y Leadbeater habían visitado regularmente a los Maestros. Estas visitas tenían una gran importancia, porque las principales decisiones de la Sociedad habían requerido la sanción magistral garantizada por estas entrevistas. Annie se había referido con frecuencia a ellas. Pero, según la doctrina teosófica, sólo los puros de corazón, mente, espíritu y cuerpo podían llegar a ser Iniciados, y sólo los Iniciados podían visitar a los Maestros. En efecto, la iniciación era una condición elevada que exigía una salud perfecta, tanto física como mental, una vida absolutamente pura, total desprendimiento, caridad, compasión, veracidad, coraje e indiferencia ante el mundo físico. Si Leadbeater no era puro, no podía ser un Iniciado, y si no era un Iniciado, las visitas a los Maestros podían ser un engaño. ¿Qué hacer entonces de los vívidos recuerdos que Annie tenía de sus visitas conjuntas?

En este momento, una limpiadora de hotel descubrió una carta codificada, dirigida por el antiguo cura de Bramshott a uno de sus pupilos. Cuando se descifró la carta, apareció el siguiento texto:

Mi muy querido muchacho… Dos veces a la semana es permisible, pero pronto descubrirás lo que produce mejor efecto… Las manifestaciones espontáneas no son deseables y deben combatirse. Si te viene sin ayuda, has de frotarte más a menudo, pero no demasiado, o no te vendrá bien. La sensación alegre es tan placentera. Mil besos, querido…[126]

Surgió un clamor exigiendo la expulsión de Leadbeater. Sus enemigos insinuaron que no se había limitado a dar consejos a sus pupilos. Olcott y Besant admitieron que era un caso grave que necesitaba respuesta y convocaron al comité judicial de la Sociedad para que juzgara el caso. Leadbeater compareció ante el comité, pero antes de que dictara sentencia, dimitió, alegando que la magia negra actuaba en su contra. Durante todo el proceso afirmó que sus enseñanzas en materia sexual pretendían preservar la pureza de sus muchachos, alentar la diversión de sus energías eróticas sobre un plano espiritual más elevado y aliviar sus sentimientos de culpa. Pero también confundió esto cuando insistió en que la transcripción de sus declaraciones ante el comité eran errores de la taquígrafa.

Annie, consciente de su identificación con Leadbeater y de la situación embarazosa en que se encontraba, ofreció también su dimisión, luego la retiró y, en privado, con Olcott, condenó a su amigo, mientras que en público intentaba mantener la ficción de la distinción entre el consejo imprudente y el carácter básicamente sano. Su argumento era que la enseñanza de la masturbación por parte de Leadbeater, aunque equivocada, era bienintencionada. Pero, aunque hubo una frialdad pasajera entre ellos, y Leadbeater nunca volvió a ocupar un puesto en la sede de la Sociedad Teosófica, el viejo amigo pronto volvió a ser lo que había sido. Annie necesitaba desesperadamente su sostén y su aliento, y en agosto del mismo año ya estaban los dos en Alemania, trabajando juntos una vez más en la investigación ocultista de la reencarnación.

También Olcott reconsideró su actitud con respecto a Leadbeater, afectado por su mala salud e influido por una nueva amiga, la señora Marie Russak, una rica viuda americana. Ésta fue a saludar al coronel a Southampton, durante la última visita que él hizo a Gran Bretaña, con la noticia de que su difunto padre la había enviado mediante un mensaje psíquico. Encontró a Olcott dolorosamente afligido por la gota, y ella y su doncella, la señorita Renda, se ofrecieron para cuidarlo. El coronel aceptó agradecido la oferta y se fue con las dos mujeres a Adyar, donde ambas se convirtieron en entusiastas teosofistas y la señora Russak se puso inmediatamente a mejorar las instalaciones con su propio dinero.

Habiendo condenado a Leadbeater y expulsado a sus seguidores, entre ellos al fiel Jinarajadasa, Olcott lamentaba ahora su acción precipitada. La Hermandad de Maestros, unánimemente, lo animó a que se arrepintiera. Koot Hoomi, Morya y Serapis acudieron a su lecho de enfermo, unas veces en privado y otras en presencia de Annie, la señora Russak y la señorita Renda. Los Maestros le ordenaron que perdonara a Leadbeater, e incluso le dictaron una carta que es una obra maestra de prevaricación y vaguedad. También sugirieron que nombrara a Annie como sucesora, cosa que hizo.

Las dos decisiones provocaron protestas, sobre todo la segunda. Annie tenía enemigos encarnizados dentro de la Sociedad. También se dijo a Olcott que no tenía que elegir al sucesor: la constitución de la Sociedad sólo le permitía proponer un candidato. Enseguida escribió otra carta en nombre de los Maestros, cambiando el nombramiento por la propuesta. No importó mucho. Olcott moría seis meses más tarde y se fijó la elección de presidente para cuatro meses después, el 28 de junio de 1907.

Annie era la evidente ganadora, por más que no contara con el apoyo de A. P. Sinnett, el eterno vicepresidente, que tuvo el control de la Sociedad durante el interregno. Sinnett, resentido por la ascendencia de Annie y su propio eclipse, expulsó prácticamente a Annie de Adyar cuando declaró que «estaba engañada por los Poderes Oscuros»,[127] en clara alusión a Leadbeater. No sirvió de nada. Annie Besant era por entonces el personaje más poderoso de la Sociedad y contaba con la bendición de Olcott en su lecho de muerte. Prudentemente prometió que no rehabilitaría a Leadbeater antes de dos años, y sólo si los miembros lo solicitaban y si Leadbeater se retractaba de sus anteriores enseñanzas sexuales. Fue elegida presidenta por aplastante mayoría. La Sociedad contaba con trece mil miembros en todo el mundo (sin contar, por supuesto, a los teosofistas de Point Loma); Annie obtuvo casi diez mil votos.

En un último espasmo de rebeldía, la Sección Británica rechazó la readmisión de Leadbeater en 1907 pero, al final del año, su fiel amiga y nueva presidenta persuadió al Consejo General de la Sociedad para que lo rehabilitara por las mismas razones que a Judge, aprobando una moción que reafirmaba la libertad de expresión y conciencia, lo que de hecho permitía que Leadbeater dijera e hiciera lo que le viniera en gana. Tras esta rehabilitación, muchos miembros, y todos los de la Logia Sydney de Australia (la más numerosa después de la deserción de los partidarios de Judge), dimitieron como protesta. Incluso A. P. Sinnett y Herbert Burrows, viejo amigo de Annie, decidieron seguir su propio camino, al igual que G. R. S. Mead, antiguo secretario de Blavatsky. La nueva presidenta no se inmutó. Quería hacer de la teosofía el más destacado movimiento ecuménico religioso y social del mundo y puso manos a la obra.